martes, 31 de agosto de 2004

A propósito de las 'convicciones humanísticas' de Santo Tomás Moro y de la 'solidaridad'.

Son dos casos de lenguaje políticamente correcto. Por lo menos, son dos casos de lenguaje políticamente correcto. Y tal vez de algo más.

Mártir de la fe y caridad son las palabras que estamos tratando de evitar cuando decimos 'convicciones humanísticas' y 'solidaridad'.

Tratando de evitar, no queriendo decir. O escamoteando.

Santo Tomás Moro no murió por no abjurar de sus convicciones humanísticas. Tuvo que elegir entre ofender a Dios o que su rey se sintiera ofendido. Si se trataba de complacer a alguien, no estaba pensando en complacer a sus convicciones humanísticas.

Por otra parte, el mandamiento dice: amar al prójimo como a sí mismo por amor a Dios. No dice solidarizarse con el prójimo como nos solidarizamos con nosotros mismos por solidaridad con Dios.

Si cada vez que vemos la palabra caridad huimos hacia solidaridad es probable que terminemos creyendo que la muerte de Tomás Moro fue el producto de un choque de culturas o el avasallamiento de los derechos humanos o de la libertad de opinión o expresión del canciller inglés.

Moro pudo haber sido un mártir de los derechos civiles y de la justicia social, un luchador por la libertad, un militante popular (allí lo políticamente correcto nos permite el uso de la palabra mártir, porque derechos civiles forma parte del vocabulario de la religión civil, que está admitida y es obligatoria); pero es el caso que Moro no lo fue.

Moro no pretendía solidarizarse con las costumbres del pueblo inglés o desolidarizarse de su rey. El de Tomás Moro es un caso de Ciudad de Dios o Ciudad del Hombre.

Solidaridad ha devenido una palabreja conveniente. Como convicciones humanísticas es una expresión conveniente.

Tópicos substitutos, al fin de cuentas.

Tengo contra ambas palabras lo que les veo de fraudulentas. De gato por liebre.

Lo que les veo de 'religión civil'. Religión civil tan autoritaria como dicen que es la 'otra' religión. Así que, si se trata de obedecer...

No quiero reemplazar amor por solidaridad. Ni fe, esperanza y caridad por convicciones humanísticas.

Aunque más no fuera porque en el diccionario suena mejor amor que solidaridad:

Amor: Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. // Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear. // Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.

Solidaridad: Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.


Y eso es el Diccionario de la Real Academia, que no es una fuente de sutiles verdades sino de definiciones mínimas de palabras.

Pero el asunto de veras grave es que las palabras nunca son solamente y meras palabras. Al final de las palabras están las cosas. La Res. La realidad. Lo que es.