lunes, 30 de agosto de 2004

Un buen amigo -pero muy buen amigo-, que vende libros por la calle y en los trenes, me regaló la semana pasada un ejemplar de lo que ahora está 'vendiendo'.

"El prójimo", de Pacho O'Donnell. El libro lleva un subtítulo perverso con la palabra infaltable: "La revolución de los solidarios".

Pobre, él no tiene nada que ver... (mi buen amigo, digo).

Confieso que hice unos cinco intentos por leerlo de cabo a rabo. En uno de esos gestos inexplicables que tiene la amistad. Y hasta por poner a prueba mi probidad intelectual. Traté de disciplinarme. Es cierto también que la arquitectura aforística y fragmentaria del libro no ayuda y más bien invita a desorganizarse. Entonces, también acepté, de buen humor, esa sugerencia del autor.

Pero, nada. Ni así.

Me dije que la letra era -y es verdad- demasiado chica. Me dije que había -y es verdad- demasiada cosa y muy -pero muy- despareja.

Con parsimonia, sin ardor ni furia, me dije que la palabreja 'solidarios' me caía mal y que era un fraude.

Me acordé, ya con franca malicia, de una finta típica de Borges cuando apareció otro libro de O'Donnell, "La seducción de la hija del portero", cuando Pacho era todavía radical. Dijo Borges algo así como que el libro de cuentos era francamente obsceno, porque cualquiera sabe que no se dice 'portero' sino 'encargado'.

Fue un gozo fugaz, es verdad. E insuficiente.

Hasta que -siempre insistiendo en mi disciplina de lector y leyendo como quien toma un tónico acibarado a las horas que el boticario le ha sentenciado- fui a dar a la página 292.

Allí, O'Donnell transcribe unos fragmentos finales de la Utopía de Tomás Moro, aunque no la cita (Pacho fecha el escrito en 1509, vaya a saberse por qué).

Bajo el título capitular de "Una vida tan pobre y dura", van unos pasajes en los que Tomás Moro se queja de los bajos sueldos de los obreros y labradores, de sus desdichas y dolores -en trabajos que verdaderamente ayudan a sostener a la república- y de la pobreza a la que están condenados, que no les permite tampoco ahorrar para aliviar su vejez; mientras, ricos nobles, usureros u holgazanes inútiles, llevan una vida rica, inane y placentera.

Me amoscó el oportunismo.

Pero la cita era, con todo, vibrante y llena de verdades.


Sin embargo, la parte que salió de la pluma de Pacho, en ese breve capítulo, terminó por exorcizar cualquier culpa.

Al presentar el texto, dice: "Escrito en 1509 por Tomás Moro, canonizado hace poco tiempo, ajusticiado por Enrique VIII por no abjurar de sus convicciones humanísticas..."

Y al concluir la descripción que hace Tomás Moro, cierra diciendo: "Así era y es. Y será cada vez peor si no reaccionamos".