martes, 30 de noviembre de 2004

"Basta de aniversarios,
basta de días..."

Son unos versitos de Castellani. Y me vienen bien, porque en el almanaque dice que hoy hace un año que escribí las primeras líneas en este lugar.

Nada de nada, entonces. Se podría hacer una entrada para decir que no voy a hacer una entrada sobre la primera entrada, al estilo del Prólogo de Cervantes. Pero no soy Cervantes y el Ingenioso Hidalgo ya está de lo más escrito y publicado.

De modo que,

"Basta de aniversarios,
basta de días..."

¿Un discursete de agradecimiento a los pacientes lectores? Nada. Ni eso.

"Ni un párrafo de gracias...", diría Primo de Rivera.

El amable y paciente lector no querrá discursetes de "gracias" ni conmemoraciones. Tal vez -no digo que seguro sea así-, algunos quieran que afine la puntería aquí y otros por allá. Que diga esto o que ya no repita aquello. O que no afine nada y calle de una vez. Pero el paciente y amable lector seguro que no quiere ni retribuciones ni actos conmemorativos. ¿A qué darle entonces?

El paciente y amable lector quiere, de eso sí estoy seguro, que si voy a decir algo diga lo que estoy diciendo porque me parece que hay que decirlo y que lo que diga sea lo que tengo para decir. Y querrá que calle lo que no digo, en iguales circunstancias, por las mismas razones.

Porque estoy seguro de que, casi sin pensarlo, el lector sagaz sabe que no quiere un Frankenstein armado de pedacitos de inteligencias y voluntades ajenas. No, señores, el amable lector busca hacer todos los esfuerzos que están a su alcance para no ser un adulón o un atrabiliario y para portarse como Dios manda.

¿Cómo querría el lector buscarse un espejo de sí mismo? ¿Para qué querría eso? No, el lector no es un Narciso de ninguna especie, ni un tragaldabas que come por comer. Se contenta más con lo que haya en el plato y con su fundado paladar para dictaminar si le place -hasta donde sepa y pueda- el banquete o si le sobra sal o si le resulta insípido. Y con probar presas que no sabía o saltearse las que sí o regustarlas. Y hasta con irse de buenas a primeras a buscar posada a donde le venga mejor el yantar.

No existe otra suerte de lector, estoy seguro. ¿Y quién querría otra clase de lector? ¿Para qué querría alguien un lector que no tuviera el coraje viril de hacer lo que le parece que tiene que hacer? No me gustaría a mí ser otra clase de lector que éste que digo.

El lector sabe de sobra que no está allí leyéndose sus cosas para hacer número.

Así que, mire: Diga usted, amable lector, lo que le parezca que está bien decir y calle lo que le dicte la prudencia. Y espere con serenidad que otro tanto habrá de hacer un servidor, mientras le dé el caletre.

Y ya que no estamos diciendo ni feliz aniversario ni muy gentil de su parte, sigo de camino. Que hacia allí voy.

lunes, 29 de noviembre de 2004

La revista Jauja cerró con el número 36, salía mensualmente. En el último Directorial, el de diciembre de 1969, Castellani -tenía por entonces 70 años, murió en 1981- hace un rejunte de razones. Nerviosas razones, como es su estilo. La cultura del día, la política del día, la historia del día, la Iglesia del día, la Argentina del día. Y sin embargo, no suena a actualidad, a actualismo. Un paisaje que más o menos uno reconoce porque estamos en medio de él. Pero visto de modo distinto. No sé si hoy por hoy la tarea de quien piensa por los demás -por lo menos para los demás- no tendría que ser ver lo que todos están mirando. Y decir lo que va viendo. Y casi nada más.

Castellani habla de las razones por las que ya no saldrá la revista, con cierta melancolía y bastante sal. También habla de lo que somos. Poca y no del todo buena educación, poca Iglesia y poca inteligencia en la Iglesia y en la sociedad y en la política, no mucha gente buena en esos lares y alguna gente buena y no poca gente inteligente en todas partes. Pero, eso es también parte del problema, en cualquier parte y desparramada.
Por lo tanto, lo que hay alomás es semilla; y por tanto tendrá que obrar como semilla, lentamente y por almácigos; y el resultado irlo a esperar a la Chacarita.
Estoy de acuerdo. Varias veces Castellani se ve como periodista. Y parece un acto de falsa humildad. Me parece que es un acto de lucidez y un programa intelectual de un intelectual, que es lo que era y no de un hombre de acción. ¿Cómo se le da a alguien un libro a leer, por ejemplo, si quien lo da sabe que quien lo recibe todavía debe aprender vocales y consonantes, si acaso sabe lo que son? Parece que el tipo que sabe cosas, no solamente sabe, socráticamente, que todavía no sabe lo que hay para saber. Parecería que el tipo que sabe, sabe que los demás saben algunas cosas y sabe que los demás no saben. Y tiene que tenerlo en cuenta y no volverse loco por eso. Ni amargarse demasiado la vida, ni sentirse fáusticamente condenado a la excelencia.

Me pregunto si alguna vez se entendió que en la última parte (la mitad) de su vida -desde que lo vio o desde que pareció entenderlo de un modo que no sé por dónde le vino-, Castellani no podía dejar de ver la historia a la vez con pasión actual y con pasión 'parusíaca'. Creo que no. Creo que se le endilgaba sin más el mote talismánico de apocalíptico. Y listo.

Me recuerda esto la poca advertencia de la mayoría de los que predican los domingos en misa. Ayer estaba mandado leer un fragmento del protoapocalipsis del capítulo 24 de San Mateo. Nos pone la liturgia frente a esto con cierta obviedad: hay que estar preparado: Él Viene. Está su pasaje paralelo en San Lucas, apenas más breve, pero en cualquiera de ambos todo el discurso hace sentido al hablar de la Segunda Venida paralelamente con la destrucción de Jerusalén. Pero siempre con la paradojal alegría porque los signos anuncian la Venida.

Y, entonces, corre una especie de pavor por las voces y los gestos de la mayoría de los predicadores que no saben cómo pedir disculpas por semejantes textos, y se llenan de alegorías y piedades vacilantes. Me da la impresión de que con eso lo único que consiguen es marcar como a fuego el temor a la Venida Segunda. Y no solamente temor, que al fin y al cabo..., sino que llegan a quitarle todo vestigio de alegría al Acontecimiento, alegría hija y vecina de la Esperanza.

Parecería hasta cosa de falta de coraje personal, ni siquiera digo de coraje intelectual o instrucción teológica. Tanta advertencia sobre no predicar que el tiempo termina alguna vez, tanta insistencia en usar el adjetivo apocalíptico para lo nefasto y evitable. Ni siquiera advierten por qué la liturgia pone unos textos como éstos al comienzo del Adviento, como puerta de preparación a la Navidad, la Primera Venida. Dónde está la Buena Noticia.

Cuando vean que todas estas cosas pasen: Levanten la cabeza, alégrense... Nos las arreglamos para que esto parezca humor negro.

Por cierto que en muchos, de distinta laya, hay un vértigo hacia la calamidad, un paladeo del desastre, una complacencia en que se verifique la catástrofe. Por supuesto que hay ese espíritu de "cuanto peor, mejor". Un modo sutil de la desesperanza, vestido de esperanza...de la calamidad, con la excusa de que es signo del final feliz.

Pero si bien es cierto que eso es una renguera muy grave del corazón, no creo que sea cierto que los doctores de la ley lo adviertan necesariamente por esa razón. Porque si esa fuera la razón hablarían los amonestadores menos de la calamidad y más de la alegría de la Venida. Y de la Venida ni hablan. Ni quieren que se hable.

En su último directorial de Jauja, Castellani sí habla:
Yo a los demás no sé decirles lo que hacer; y a mí mismo, lo que dijo el Papa el día de Garibladi (habla de Pablo VI): "... el arte del periodista: la difusión clara y valiente de las ideas". Pero se guardó en el buche el confesar que si hubiese seguido ese consejo cuando escribía en "La Voce del Pópolo" de Brescia, jamás hubiese llegado a ser Papa.

Yo por lo menos no llegué a Deán, como mi tío el cura. Pero eso ahora ya poco importa; y a mí personalmente, nada. Yo voy a morir mañana.

Cuando yo era chico, un Tuttaventi protestante le vendió a mi madre un magnífico libro telarroja, titulares en oro, llamado "El Rey que Viene". Yo lo pasé de cruz a tabla no sé cuántas veces al libro, porque tenía figuritas; y me quedó grado en las entretelas ese título: "El Rey que Viene" hasta hoy día. Nunca lo pude olvidar.

Ahora a los 70 sí que viene de veras (inevitable) el Rey que viene a salvar, el Rey que viene a remediar, el Rey que viene a resucitar. O la Reina, mejor dicho. Es la muerte; y lo que detrás della ocurre -si Dios nos pilla confesados.

Como un petrel que sobre la erizada
superficie del mar plúmbea y movida
volando sin cesar toda la vida
y con las olas por precaria almueada.
La su indígena playa ya olvidada
toda esperanza de volver perdida
así boga mi alma mal dormida
sobre una eterna soledad salada.
Sólo un oscuro instinto la encamina
Un increíble esfuerzo la sostiene
Un fuego la alimenta y determina
el aire la mantiene
Hacia el bajel azul de un Rey que viene
Hacia un sueño de amor paraselene
y una ignota golconda diamantina.
L.C.C.P.

"Paraselene" ¿qué es eso? Y... será algo de navegación espacial.

Hay otros montones de cosas que decir, pero tengo pereza.

Indudable la revista contribuía a mantenerme alegre; pero... quizás ya no es más tiempo de andar alegre, yo por lo menos.

No le faltan travieso humor a estas útimas líneas, sobre todo para fustigar a la propia musa, un tanto huesuda de flaca, en los versos, especialmente.

Me parece que del Erjómenos, de El Que Viene, hay que hablar. Es el modo de ver la historia para un cristiano. No solamente la historia histórica, los movimientos masivos y espectaculares de la humanidad. También la historia personal, la propia.

Nos cuesta tanto aplicar nuestro sentimiento ante el Pesebre a la Segunda Venida. Nos cuesta tanto aplicar el amor tierno a la Segunda Venida. ¿Cuándo ese tierno y amoroso Niño se volvió el refulgente y sombrío Vengador que llega al Final con su caballería de Ángeles flamígeros? Nos los explican con las figuras del Novio, del Amado. Y no hay caso. Hasta a veces parece que preferimos que nos lo digan sin otra figura más que con la del Señor severo, con el imprevisto Ladrón nocturno. Porque así sí parecería que entendemos que el final tiene que ser un desastre. Un desastre 'apocalíptico'. Y, sin embargo...

No hay modo de que pongamos la palabra Amor en medio -y antes, y durante, y al final- de rayos y centellas, de torrentes y sangre, de maremotos y valles repletos de guerreros. Y, sin embargo...

Nos profetizan la llegada del Novio y el Banquete de la Boda con la Amada del Cordero y de algún modo nos las arreglamos para que suene a luto y velorio. Y, sin embargo...

Tenemos de la Gloria un concepto tan gris y cadavérico. Y, sin embargo, el Libro de la Revelación dice al final:
Yo, Jesús, envié a un ángel para testificaros estas cosas sobre las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella brillante de la mañana. Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que escucha diga: Ven. Y el que tenga sed, venga, y el que quiera tome gratis el agua de la vida.

sábado, 27 de noviembre de 2004

Era buena revista la JAUJA de Leonardo Castellani, "demasiado" buena. Con sus cosas, por supuesto. Pero releyéndola ahora a casi 40 años, me da que merecía lectores mejores y continuadores. Me parece que no tuvo ninguna de ambas cosas. Y si apareciera ahora, me da que tampoco tendría.

Una de las cosas que más me gusta de JAUJA es lo poética, lo lírica que era. Cuánta poesía. No lo digo como argumento gremial o porque a mí me guste la poesía. Alguien entendía allí que el espíritu tiene su modo de respirar, su modo de inspirar y expirar. Hay quienes creen que la poesía es un arma o una convención. A nadie le gusta que le digan que la poesía es un lujo del espíritu. Para lujos, prefieren canillas de oro en los baños o un crucero por las islas griegas. Lujo y poesía no les "pega". Y si les pega, lo ven como un lujo que no se permiten, o del que pueden prescindir. Porque es un lujo, precisamente.

(Sin ir más lejos, ayer a la noche, tomé examen en la Universidad. Y por esas cosas de las mesas de examen, me toca de segundo un animoso y joven publicitario. La atónita alumna que se presentaba vio cómo de pronto y sin avisar los profesores del tribunal examinador le daban un ejemplo práctico de disputa diálectica, en torno a la naturaleza del lenguaje y el valor de la poesía. Ella aprobó, no se preocupen, y por propios méritos. Pero era simpático verla y oírla discernir la diferencia entre el "lenguaje" gestual y la palabra. Cuando el entusiasta colega dijo, tratando de apuntalar la necesidad del irracionalismo: "eso es lógico para un sistema lógico donde es lógico que eso sea lógico", la joven examinanda espectadora, y expectante hasta allí, entrecerró los ojos, frunció levemente el ceño y bajó balanceando la cabeza. No me pregunten lo que pensaba la pobre, pero tenía cara de que esa finta descontructiva le había resultado...poco poética.)

El caso es que habríamos necesitado más JAUJA, hasta con los baches. Incluso hasta con los baches líricos, porque no todo luce igual allí.

En el número 22, de octubre de 1968, hay unas Glosas a textos atribuidos a San Juan de la Cruz, obra de Héctor Pedro Soulé Tonelli. Copio estas dos:


I
"Del verbo Divino
la virgen preñada
viene de camino:
si le dais posada..."


Al manso pollino
no le pesa nada
la Virgen preñada
del Verbo Divino.

No le pesa nada,
tal como al vilano
no le pesa el grano,
la virgen preñada.

Por el aire fino,
tal como el vilano,
desde muy temprano
viene de camino.

Viene fatigada,
llama a cada puerta
y pregunta incierta
si le dais posada.

II
"Mi dulce y tierno Jesús,
si amores me han de matar,
agora tienen lugar".


Tu hermoso nimbo de luz
anda pégandole fuego
al corazón que yo entrego,
mi dulce y tierno Jesús.

¡Oh, suave lumbre estelar
por la que pena mi amor,
paloma él sea y tu azor
si amores me han de matar!

Si amores me han de matar
¡basta de esquivez y acecho,
presto consúmanme el pecho:
agora tienen lugar!

viernes, 26 de noviembre de 2004

A Isabel la Católica se puede ir por varios caminos. Y que cada quien elija el que mejor le plazca.

Yo llego a ella, habitualmente, por Don Juan de Austria, amigo de mi infancia, y casi nunca voy de ella a él sino de él a ella. Que no se escandalicen demasiado los hispanófilos.

Pero lo cierto es que no puedo pensar en él sin pensar en ella, mucho más que en Doña Bárbara, su madre natural, o en Carlos su padre, o en Felipe su hermanastro o en Juana su abuela. Que me disculpe Don Fernando la desmemoria.

No puedo evitar, por otra parte, pensar siempre que a Don Juan fueron a parar los rasgos y las gracias de Isabel.

De modo que en el quinto centenario de la muerte de Isabel la Católica, vaya mi saludo a Don Juan.

Juan Martín me trae felizmente a la memoria el asunto, y me pasa las señas de estas muestras que se hacen en honor de la reina.


Esto no sé por qué me recuerda, también, que suelo pensar de algunas naciones algo parecido a lo que pienso de algunos sacerdotes. Cuando una nación tiene mártires me merece un personal reconocimiento especial. Así como -más allá de sus casos y cosas- los sacerdotes que me han administrado algún sacramento.

México, por ejemplo, país al que le tengo gran aprecio, a veces me exaspera con sus cosas y con su falta de cosas. Pero nunca olvido que ha dado decenas de mártires. Y pienso entonces que mis argentinas filosofías y literaturas son como bocetos a mano alzada, de incompleta y muelle mano adolescente.
El trámite es sencillo. Uno camina unas tres cuadras y sobre el paredón oeste del Convento de Santo Domingo se toma el colectivo que lo deja en Retiro. Trámite sencillo, pero imposible sin 75 centavos. Con 55 centavos no se puede. Y si nadie le cambia a uno un billete de dos pesos por unas monedas, absolutamente inalcanzable.

Miro el callejón de Defensa, hacia la Plaza de Mayo. ¿Caminaré? ¿Otra vez? Se lamentaba por mi suerte un lector atribulado tiempo atrás, pero no debería. Ya empieza a parecerme agradable caminar la ciudad. No, no tanto como eso, pero siquiera soportable. En otra época de Buenos Aires -que ahora me parece provincianísima-, caminaba mucho por las noches. Claro que, ahora, la idea de atravesar la invasión de los bárbaros otra vez... Pero pronto veo que el anochecer no es lo mismo. Y además estoy obligado por la sutil cadena de bronce y níquel: 20 centavos. La tarde, de pronto, se despejó por completo y hay un airecillo. Nada mal. Así que, a por Defensa...

Tal vez en un alarde de patriotismo, no menos que de ingenio urbanístico (y sagacidad cultural), hubieron quienes hicieron continuar el nombre de la calle Defensa en Reconquista, al sur la primera, al norte la segunda, no sé si se entiende. La misma calle de un lado y otro de la Plaza de Mayo (en realidad de Rivadavia). Por supuesto que ambos nombres aluden (dato para ultramarinos y extramurinos) a las Invasiones Inglesas al Río de la Plata, 1806-1807.

Precisamente, en el Convento están las banderas tomadas a las tropas de su majestad de ellos.

Muy bien. Viva la Patria.

Reconquista tendrá unas ocho cuadras hasta Alem, con el Sheraton de fondo a un costado. El trayecto tiene una pequeña curva, de modo que no se ve inmediatamente la punta norte. Como siempre que ando solo voy medio distraído por esto y aquello (y mirando todo, a la vez), los datos empiezo a recopilarlos lentamente. Lo primero que veo mientras camino la calle es el edificio del Banco Central, una idea que nos vendieron los ingleses allá por 1935. Hasta trajeron gente importante de Londres para que lo estableciera. Un modo de referir las monedas a la libra esterlina y de controlar la nuestra. Hay cada gaucho en la pampa...

Mientras sigo, pienso que no son nada los carteles con inscripciones en inglés, beneficio ya un poco antiguo del cholulismo latinoamericano, así como nacidas también de la fascinación muy promovida por el american way of life, ahora devenido globalización. De modo que, de eso, nada. Sí están las compañías de seguros -súbditas del Lloyd- aunque el que no lo sabe, no las ve.

Pero, a la altura de la Avenida Córdoba, la esquina norte de Reconquista luce el bonito Lancaster Hotel con su coqueto pub, en ochava, The White Rose (do you understood? Lancaster-White Rose...) y eso ya es un poco obvio. Aunque desde allí se acumulan entonces, a partir de Córdoba, decenas de pubs con un militante acento anti british: fatigando la celtic wave. Irish por aquí, shamrock por allá, Kilkenny a la derecha, Druid inn a la izquierda. Pero, vamos: Happy hour, after office, horas en inglés para empleados porteños. Beer, whisky, stout, ale... No, gallegos celtas no hay por allí que digamos.

En la última cuadra, mano izquierda, sí hay una enorme parrilla de criollisímas carnes pampas: Las Nazarenas (parrillísima a la que mi sueldo pampa me prohibe entrar...)

¿No dije todavía que desde que se le ve el remate a la calle -será a la altura de la Avenida Corrientes- lo que se ve al final de Reconquista es la Torre de los Ingleses, regalo británico, levantando su ladrillo vista y su Big Ben contra el cielo? Pues, si no lo dije así es.

Me hizo gracia. La caminata había valido la pena. Un poco de turismo histórico-político, al final, impensado, no apto para cipayos. Ni para deshumorados, nacionalistas o no. Y otros apuntes sobre las gentes que por allí andan a esas horas, que quedan para otra vez. ¿Turistas? Fíjense que no vi.

La justicia poética e inmanente vino no bien salía de Reconquista y llegaba a la Avenida Alem: dos monedas de 5 centavos y una de diez yacían mágicamente sobre el asfalto, a la espera, como salario del caminante. Sí, los 20 centavos que faltaban en Defensa aparecieron en Reconquista. No lo crean si no quieren, pero que las levanté, las levanté.

Pero ya el camino estaba hecho y la lección sobre las Invasiones Inglesas estaba aprendida. Y, a modo simbólico, la de la defensa y reconquista de Buenos Aires, ni les cuento.

jueves, 25 de noviembre de 2004

El tiempo apremia. Y no es mucho. Por ejemplo, en estos últimos días venía leyendo -amontonando trabajo propio y ajeno sobre el escritorio- varias cosas por razones distintas y en cada una aparecía algo que valía la pena anotar. Pero, el tiempo apremia. Y no se puede todo. Apenas un resumen, entonces.

1) Una vida del Padre Francisco de Paula Castañeda, el franciscano. Tan luego franciscano, el pedazo de batallador. Además de leer algunos fragmentos de sus publicaciones, la mayoría diarios y periódicos. ¡Por Dios, qué carácter de hombre! ¡Lo que no se diría de él hoy viéndolo rabiar contra los Rivadavia y los García y contra cuanta cosa se le pusiera adelante, federal o unitaria, republicana o monárquica, provinciana o porteña! Todos lo querían matar, así que tenía razón. Y pensar que una de las cosas que más le interesaba era defender una escuela de dibujo que había fundado. Hasta de putañero lo acusaron por bocón y por metido, para desacreditarlo (no es un invento nuevo, se ve). La respuesta es de lo más gracioso que le he leído.

2) Un tratado de San Ambrosio sobre los misterios y otro sobre los sacramentos. Breves ambos. No sólo el 'sistema' para desarrollar los temas, sino lo audaz del pensamiento y del ánimo para comentar y aplicar las Escrituras. Ay, lo que vino después, es como si hubiéramos tenido un montón de objetos preciosos y extrañáramos no tener mueblecitos y bargueños, carpetitas y estanterías mononas. Pero teníamos los objetos preciosos. Ahora tenemos toda clase de estanterías, y mueblecitos y carpetitas. ¿Que yo dije que ya no tenemos los objetos preciosos pero que lo que tenemos lo tenemos todo ordenadito y al alcance de la mano? No, niego. Yo no dije eso.
A Ambrosio lo hacen obispo sacándolo de la nada, que era catecúmeno y ni bautizado estaba todavía, cuentan en su vida. Y por cierto que hubo que ordenarlo sacerdote de apuro. No sé si hoy se podría hacer algo así (ya sé que los buscadores de oro me dirán que hay más vetas de santidad afuera que adentro, ahora que antes...) pero fue a Milán a ser funcionario del Imperio y lo hicieron obispo. Digan lo que quieran, hoy viene la taba culera y parece que a uno lo hacen obispo y ahí no más resulta como si lo hubieran hecho funcionario. No sé de qué imperio...

3) No a propósito de eso, pero en la misma dirección me parece, tuve que releer unos capítulos de Louis Bouyer que tratan sobre la inteligencia y la Fe y la relación de la ciencia y la fe con el misterio. Me vino muy bien para lo que sigo masticando sobre Simone Weil y la libertad intelectual del fiel a la Iglesia, de aquel que pertenece sacramentalmente a la Iglesia, que en todo caso es el caso que ella plantea. Es correoso ese cuero, pero hay que masticarlo para ver si se ablanda.

4) Anduve husmeando una vida de Pedro Abelardo, a la que recurrí porque estaba rastrillando un fragmento de su Ética y otros de sus Lógicas. Después, para entender otra cosa, tuve que pasar a un largo ensayo sobre San Bernardo de Clairvaux y de allí a algunas cartas entre Eloísa y Abelardo y al trabajo de E. Gilson. Y de allí a una investigación de dos franceses que publicaron en Jaca Book un libro sobre ambos en paralelo y oposición. Y así el asunto se hace interminable. Hay bastante ideología en todo ese asuntillo. Pero no por eso deja de notarse algo que uno ya sabe: Abelardo es bueno (malo) porque es desobediente y audaz, Bernardo es bueno (malo) porque es obediente y valiente. Abelardo vale (no vale) por su heterodoxia, Bernardo vale (no vale) por su ortodoxia. Abelardo es bueno (malo) porque es moderno. Bernardo es bueno (malo) porque es tradicionalista. Uf (y otra vez: uf). Está el 'drama humano', claro. ¿Seguro? ¿Seguro que a los que hablan de ese asunto les importa realmente la suerte de Eloísa, por ejemplo, a la que dicen defender románticos o ecuánimes, ortodoxos y modernos? Yo no me quedo tan tranquilo con esas protestas filántropas, qué puedo decir... La impresión que queda es que todos tienen una cuenta que cobrarse tomando partido. Demasiado interés en sacar conclusiones sobre el asunto. Hasta la empatía de los que censuran es rara. Uno siempre puede refugiarse en el amor a la verdad, pero, adaptando a Homero: desde las murallas de Ilión todos miran el cadaver de Héctor arrastrado por Aquiles y todos lloran por Héctor, pero también lloran por sus propios motivos. Tienen una ocasión para llorar.

5) Para descansar, finalmente, repasé las dos Antologías Apócrifas de Conrado Nalé Roxlo. Son desparejas, sí. Pero es como un jardín de flores desparejas. Así que es un jardín, sencillo; pero es un jardín.

miércoles, 24 de noviembre de 2004

Aquí está Buenos Aires. Desde que pasear obligado me obligó a descubrir a los turistas, no hago sino encontrarlos a cada paso. Ya sin pasear. Sin obligación. Será que "el ojo tiñe al mirar", como diría el barroco español. Pero allí están. No sé por qué trato de deshacerme de ellos, pero no hay modo.

Aprovecho un almuerzo pactado para sumergirme en el barrio sur, a las entrañas de San Telmo. Voy pensando en varias cosas. Me doy cuenta de que todavía Le Marche, Ancona, Abruzzo -tierras de Juana, mi abuela materna, mi madrina de bautismo- no aparecieron en mi paseo peninsular. Y me voy diciendo que es una injusticia sin nombre, un olvido imperdonable que tengo que reparar.

Sigo al sur, por Perú, unas pocas cuadras. Voy con tiempo. Comienzan a cruzárseme parejitas de vikingos y godos, francos y hunos en bermudas, sandalias y mochilas. Hace poco, me enteré de que viven en unas especies de albergues baratos, algunos hostales, algunos bed & breakfast. Y que son legión, a lo que se ve. No sé por qué van siempre de a dos, estos apóstoles del millaje. Las veredas son angostas en el sur, irregulares y angostas, rotas, además. De pronto, frente a mí, una fila india de cowboys (y amazonas), como niños formados para izar la bandera, pegados a la pared, esperando entrar a una casa de artesanías y regionales argentinos. Llevan unos numeritos en las manos, disciplinadamente. Son jubilados de Wyoming, tal vez bonistas y ex plomeros y enfermeras de Minnesota o Maine. Unos 30. Por la vereda de enfrente, una bandada de niños y mujeres del altiplano, comen sentados en unos bancos de cemento unas viandas que sacan de unas bolsitas de plástico. Siguiendo la mirada de algunos cowboys, me doy cuenta de que le aportan color latinoamericano al libro de recuerdos pintorescos de los plomeros y enfermeras.

Sacudo la cabeza para que el gesto corporal acompañe la intención de librarme del paisaje y, refugiándome en el repaso de los diarios, me zambullo en el intrincado mundo de las teorías, y de los vericuetos para mí inasibles del sofisticado ¿creacionismo? de algunos astrofísicos y matemáticos ingleses, niños terribles del mundo de las pizarras llenas de raíces cúbicas. Voy argumentando y divagando sobre las constantes imposibles y la ficción multiversal y líneas y más líneas de asuntos que, bajo su apariencia inocente, encierran abismos de desolación, no ya para mí que no tengo más que mirada ingnorante, sorprendida y perpleja frente a las fórmulas.

Me voy diciendo que la milenaria Ancona es más amable que la supercomputadora del multiverso que desdeñan las neuronas del MIT. Y me remuerde la conciencia mi soslayo literario frente a la constante de Planck. Pero no por mucho tiempo, porque una patrulla de franceses en formación binaria, ataca desde el sur, son cuatro. Allí me doy cuenta de que no he visto a ningún extranjis fumando (tabaco del de antes, digo, por cierto...) Inmediatamente, como un acto reflejo de soberanía, enciendo un cigarrillo.

Me pregunto cuánto falta para la meta. Para burlar el avance galo, salgo de Perú por una callejuela cortada y entro en un extraño mundo de adoquines rociados con arena, en plena obra de una entera cuadra, con lo que -siendo la hora que es- voy a dar a un almuerzo popular en la calle y las veredas. Son los obreros que cavan y tapan zanjas sentados en montículos de tierra, acodados displicentes en los cordones. Calle tomada, pienso. De pronto me doy cuenta de que mis ropas desentonan, a pesar de que no llevo corbata. Veo que los peruanos, bolivianos y paraguayos que cruzan sus dialectos mientras se pasan de mano en mano una botella de gaseosa sin marca, ¡me miran como si fuera un turista! A mí, tan luego, que vengo de recorrer las fuentes de mi sangre por toda Italia (ay, vuelve el recuerdo del olvido de Ancona...) Turista yo, pero si serán impertinentes...

Doblo por Defensa, la meta está a la vista: el bodegón que tiene fama de guisar un cordero comme il faut...

Allí está: La Coruña. Bien bodegón. Bien de Buenos Aires, de los de antes. Sin disimular con tanguerías y guardas pampas. Sin tratar de seducir a los metecos. Es más viejo que todo lo nuevo envejecido. De tan típico es pintoresco. Bien rantifuso, bien reo. Normal. Un lugar normal..

El comensal que organizó ni aparece. Pero sí llega Max, más o menos recién llegado de España, con mujer e hijos de allá. Y aparece el cordero guisado. Mucho estragón y con sus papas. Una receta que los patagones no conocieron. Por tres horas, la charla va de cosa en cosa (pasando brevemente por los turistas, claro).

Un almuerzo amable, decente, decoroso, en el sentido latino de la palabra.

Mientras caminamos hasta la bifurcación, llueve una lluvia tímida, irresoluta. La humedad y cierta pesadez dicen que estoy en Buenos Aires, terminando la primavera. Me digo, avergonzado por mi ironía pueril, si no será éste el multiverso de Rees y Barrow.

Y, con algunos otros pensamientos mejores, se pasa la tarde.

lunes, 22 de noviembre de 2004


En esas faldas cercanas a Mondoví, provincia de Cúneo, en el Piamonte, seguramente anduvo pastando sus ovejas y cabras alpinas, María, mi abuela paterna. A esa plaza de Mondoví habrá ido, y así la habrá visto -poco más o menos- llegando de sus montañas al pueblo.

De ella, entre otras cosas, quedó en la familia 'hablar' con silbidos, cosa de pastores montañeses. Lo usaba mi padre con nosotros y yo con mis hijos.

Una de mis hermanas recuerda siempre una frase suya: "que nunca falte una flor en tu mesa". Otra lo bien que cantaba. Yo recuerdo su acento afrancesado, su patois y los versos en piamontés (¿ya me gustaba la poesía?) que me enseñaba para que repitiera a cambio de un beso, de un poco de sambayón o de un mate (sí, la 'gringa' era de lo más gaucha...)
No sé por qué se me hace que le habría gustado a Ludwig II de Baviera esta visión de la tierra de la que viene una parte de mi sangre en Fidenza, Parma.

Espero que esa luz, esa tonalidad, sea el efecto de un filtro de la cámara. Si no, creo que sería demasiado. ¿Luz vespertina o matutina? No sé. Creo que hay argumentos subjetivos para ambas.

El pueblo es una rémora de un paradero al costado del camino entre Bologna y Piacenza. Fue fundado en el 38 antes de Cristo por tropas romanas asentadas allí. Por supuesto que cambió varias veces de nombre. Cuando nació allí mi abuelo paterno, en 1882, se llamaba Borgo San Donino. Hoy volvió -italianizado- al nombre más antiguo: Fidentia.

Según parece, mi abuelo -al que no conocí- tenía 'sus ideas', como se decía antes. Tierra de comunistas y antes de anarquistas, según dicen. En una comarca más o menos imaginaria no muy lejos de allí, en las marismas del 'gran río', el Po (en la Bassa), Guareschi -parmeggiano también él- ambientó a Don Camilo y a don Pepón.
A propósito de las fotos de San Severino -y de los comentarios-, facciones aguerridas de la 'legión itálica' se enardecen y se levantan en (distintas) armas desde varios rincones de la Madre Patria.

Vaya, pues, como aporte, este curioso mapa.

Es de las regiones de la Patria y -prestar atención- con las fronteras políticas tal como estaban en 1941. Y que cada bando lo reciba como mejor le parezca.

Ahora bien, si además alguno me explica qué hace ese mapa en este lugar, de donde lo tomé buscando al azar, lo nombro en el acto Gran Comendador de Europa y Abisinia.

domingo, 21 de noviembre de 2004

Es la fiesta de Cristo Rey. Leo en el Calendario Litúrgico de la Editorial Claretiana, no sin sorpresa, algo más sonoro todavía: Jesucristo Rey del Universo; un poco menos enfático es el título en el viejo Misal del P. Azcárate: Jesucristo Rey.

No creo que tenga yo que descubrir nada en este asunto, del que mucho se dijo y del que, a la vez, se habla cada vez menos. Solamente me llama la atención algún que otro punto, en un orden tal vez menor, más allá del misterio histórico que supone esta fiesta que es de una medida más que humana.

Jesús habló de su realeza y de su Reino ante todos. El que lo quiso oír lo oyó y el que lo quiso entender lo entendió. Desde el pánico de Herodes ante el Niño Rey y el homenaje de los Magos hasta la vocación de Natanael. Desde las parábolas del Reino y de los Reyes y Señores y sus Hijos, y las bodas de sus Hijos, hasta la entrada triunfal a Jerusalén, vecina la última Pascua. Desde las acusaciones de escribas, fariseos, doctores y sacerdotes de Israel hasta el griterío de la multitud tornadiza. Y, finalmente, Jesús ante Poncio Pilatos.

De modo que la cuestión del Reino y del Rey, explícita e implícitamente, en figuras o no, recorre todo el Nuevo Testamento, por no hablar del Antiguo. Son tantas las ocasiones que es imposible leer las Escrituras sin toparse con el asunto. Se podría decir que no trata de otra cosa la Revelación.

Se puede decir de varios modos. Se puede hablar de reino celeste, o espiritual, de reino total, o terreno, como de reino interior o de reino exterior, o de ambos a la vez. En cualquier sentido, se suele hoy esquivar la incómoda figura regia, el nombre: Rey. No faltará quien hable a propósito de esto del 'lenguaje de la época', de que Dios se acomoda a lo que los hombres pueden entender en cada época. Antes, la monarquía era la forma de representación misma del poder; hoy, no. Se burlarán los monárquicos de una fiesta a "Jesucristo, Presidente del Universo". Se mofarán los progresistas de las un poco rudimentarias ilusiones antidemocráticas de los tradicionalistas. Y todo eso.

Como ocurre con otras muchas figuras -que a la vez son realidades- nos cuesta entender. Creemos que Dios habla de desposar al alma, imitando al matrimonio humano, y no se nos ocurre que sea al revés. Creemos que Dios habla de hacernos sus hijos, imitando la paternidad humana, y no se nos ocurre que sea al revés. Creemos que Dios habla de sacrificios y holocaustos, imitando el modo de las ofrendas terrenas, y no se nos ocurre que sea al revés. Creemos que Dios habla del reino y del rey, imitando los humanos gobiernos, y no se nos ocurre que sea al revés.

Como pasa con otras tantas cosas importantes, mucho antes de entender de qué trata el asunto, hablaremos de él como si ya lo hubiéramos entendido. Por las dudas. Por otra parte, tenemos nuestras razones. Todo el mundo tiene su pequeño partido que defender, aun el partido de los apartidarios. Pero, dejemos esa conversación. De hecho, la machacona cuestión viene con estas palabras sin sinónimo en toda la Escritura: es el Reino y el reinado del Rey.

Me llama la atención ahora, en todo caso, la actitud de Pilatos y la de Jesús ante Pilatos.

El procurador de Judea, empecinado en que Jesús sea todo lo rey que quiera ser, que a él no le molesta. Empecinado en salvarle la vida, defendiendo a uno que se dice rey en sus propias barbas y despreciando con inquina a los que piden la cabeza del reo, desdeñando a los que deberían ser súbditos del reo pero que no tienen otro rey que el César. Tal vez con un empecinamiento cínico, tal vez calculando los riesgos y beneficios de las posibles situaciones, tal vez preocupado por no hacer arder Palestina (como aparece en "La Pasión"). Lo cierto es que está todo al revés. Todo mal. Pilatos que parece creer en la reyecía del harapiento. Los judíos que no quieren saber nada con el Rey. Y Jesús...

Jesús se demora en explicarle a un gentil, a un pagano. Se demora en una revelación particular. Habla con Pilatos como no ha hablado con otros antes, durante el proceso entero. Proclama, le explica, lo amonesta. Le habla de su Reino, le dice que Él es Rey, que su Reino no es de este mundo (con lo cual por cierto contesta afirmativamente la pregunta). A Pilatos, el gentil. El Infiel. Con esto, por lo pronto, no podrá decir Pilatos que está defendido detrás del muro que resguarda su paganismo, el muro de historia y de gloria que guarda las riquezas de sus tradiciones. Las fronteras se trastocan. Aparece ante nosotros un mapa diferente y toda la gloria de Roma es ahora una provincia más del Reino, también ella, y con ella toda otra provincia hasta completar el entero universo. Cualquier trono se vuelve, de pronto, apenas una silla.

La que recibe Pilatos es una revelación equivalente a la Transfiguración del Monte Tabor.

Unas horas antes, una afirmación parecida le había costado la sentencia del sumo sacerdote, que se rasgaba las vestiduras. Es impresionante -especialmente por el conjuro terrible- la escena según la relata San Mateo:
"El Sumo Sacerdote le dijo: «Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.»
Dícele Jesús: «Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.»
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos y dijo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia.
¿Qué os parece?» Respondieron ellos diciendo: «Es reo de muerte.»"

(Es curioso, a la vez, que San Mateo no consigue la protesta de fidelidad de Dimas.)

Precisamente, la pregunta del sumo sacerdote ya la había contestado Dios mismo en el Tabor.

Ahora, ante el procurador romano, Jesún repite su proclama sin la manifestación de la gloria, pero que en substancia dice lo mismo. Y más.
"Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»

Pilatos escuchó, pero parece que no entendió, o no quiso. Pero no por eso dejará de ser quien reciba la Revelación y el encargado de molestar a los que le llevaron al reo para que lo ejecute por hacerse rey. Y con su empecinamiento los obligará a inquinarse cada vez más: "No tenemos más rey que el César".

Ironía, fatum, profecía, reconocimiento a desgano, instrumento de un poder por encima de su propio poder. Quién sabe. Yo no sé. Pero es Poncio Pilatos el que se empecina en discutir la realeza de Jesús, en afirmar que es el Cristo, incluso sin saber lo que está diciendo. ¿Querrá saber hasta dónde los judíos le están jugando sucio? ¿Piensa como un mero político? Para la historia sencilla, Poncio Pilatos queda como el perplejo pusilánime, como el calculador y supersticioso que entrega a Jesús para que lo crucifiquen, pero también como el que manda a colocar el revulsivo INRI sobre la cruz, y como el que se empecina en no quitarlo cuando le reclaman la manifestación de la Realeza. Sin duda es el último gesto de un papel extraño.

Su participación es casi una parábola más. Es muy probable que el propio Pilatos jamás haya entendido nada. Con lo cual el modo de proceder de Jesús hace crecer el misterio. ¿Por qué Pilatos? ¿Por qué a él?

No es la última mención del asunto del Reino. Antes de morir, Jesús habla con Dimas, un judío ahora, el buen ladrón, y será éste el que volverá a mencionarle al Rey su Reino: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.» Una afirmación (por otra parte fuertemente escatológica) que, muerto Jesús, tendrá su contraparte en la del centurión que cuida el Calvario: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.»

El Reino y el Rey son asuntos centrales.

Esta fiesta es algo bastante más que la nostalgia de los monárquicos y mucho más que la rémora de un pasado triunfalista y de gloria. Curiosamente en eso coinciden, tal vez, los bandos en pugna por la naturaleza del cristianismo: tal vez unos no estén conformes enteramente con "no es de este mundo", como los otros frunzan el ceño con "mi Reino".

Y nosotros, aquí abajo, pensando y deliberando, al modo político, interna y públicamente, sobre la conveniencia de destacar o no esta última fiesta del año litúrgico.

El asunto, al fin, es el Rey y el Reino. El Rey que viene y el Reino que se restaura.

Para testificar y ejemplificar lo que los hombres podemos hacer con el Rey y con su Reino, está lo que cada uno de los personajes reales o parabólicos del Nuevo Testamento ha hecho o dicho frente a eso.

Pero allí estará siempre Poncio Pilatos, también. Como el protagonista de una escena extraña, en el centro de un vórtice misterioso. Aquel a quien el Rey le reveló la naturaleza de su Reino: "Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."

sábado, 20 de noviembre de 2004


El Torrente Peschiera.

Cuál de todos éstos -muy seguramente 'contadini'-, caminando esta calle lucana, será pariente. La foto es muda, como a veces tantas cosas de la realidad. Y sin embargo alguien está hablando allí, alguien "me" está diciendo algo o al menos tiene algo para decirme. Y yo soy sordo. Tengo inevitablemente la mirada plana, superficial, por entrañable que me sea cada detalle de este paisaje. Con sólo saber una cosa, una pequeña punta de este ovillo, tendría el cuadro verdadero, la realidad real. Me tengo que conformar con el paisaje que solamente es mío en un sentido que desconozco, o en un sentido genérico. Eppur...
Esta 'cartolina' es de principios del siglo XX, tiempo de emigrantes para aquellos lares.


Ni siquiera así la 'bassa Italia' de San Severino se parece todavía a Túnez o Libia.

viernes, 19 de noviembre de 2004



Estoy probando cómo poner algunas fotos. Qué mejor que empezar con alguna de éstas de San Severino Lucano, tierra de mis ancestros por parte materna. La cuestión es que durante años, siendo el sur de Italia, imaginaba yo -con estereotipada e ignorante imaginación- que tenía que ser parecido al norte de África (estos tanos del norte...) Y no. Resulta que ese pueblito histórico que apenas se adivina en la falda nevada, sembrada de pinos, se parece en todo caso a los Alpes Ligures de mi paterna abuela piamontesa.
Como un bocado de cielo
pasta tu sombra a los pies
de la sombra de un ciprés
que enhebra una nube en vuelo
como un bocado de cielo.

Cada vez que tú me ves
soy esa sombra en el suelo
sin sombra, lágrima o duelo,
que es apenas lo que es
cada vez que tú me ves.

Y es un bocado de cielo
la sombra que es lo que es
cada vez que tú me ves.
De Marcos Fingerit, al fin, me decidí por estas Pequeñas canciones del celebrante (*), de su obra homónima de 1963. No son muchos los argentinos que hayan incursionado en estas formas líricas, por otra parte.

De estos versos que aquí van celebro la concisión, en la que no tiene poco que ver la métrica y el ritmo que adquiere la combinación de 5-7-5 sílabas, la llamada "sabiduría en 17 sílabas" estrictamente reglamentada en el haiku. Más allá de su destilado origen oriental, ésta de estos versos es una condensación típicamente lírica. No importa si hay rasgos tenuemente narrativos: una historia que el lector debe adivinar o completar, pues el autor solamente la sugiere, otra tipicidad de la lírica.

I
(Hokkus)

1
Duermes en amor
viviendo dulcemente
como la Luna.
2
La transparencia
de una sombra de ensueño:
tu amor sin pausa.
3
De pronto brotas,
en agua que no sacia,
dolor antiguo.
4
Oh golondrina
yaciendo entre las rosas:
pena sin canto.
5
Dedo de plata
enciende en ansia el cielo:
corre una estrella.
6
Un grito exalta
de pájaros el árbol:
tu amor vigila.
7
Las venas tiemblan.
El alma entre ansiedades:
vino tu Gracia.


(*) No hay obligación, pero si alguno quiere saber algo más de estas formas de poesía japonesa, hay una introducción bastante completa.

jueves, 18 de noviembre de 2004

Alcancé a ver, por casualidad, la última media hora de África mía (Out of Africa). Me gusta esa película, no sé por qué. Me gusta -no ya Meryl Streep, que siempre me gusta actuando- hasta Robert Redford, que casi nunca me gusta.

Alguna vez quise interesarme por la vida de la danesa real que hay detrás del guión, pero no lo logré. Preferí, arbitrariamente quedarme con la composición de la Streep.

Esta vez oí algunos diálogos con más atención. La historia tal como está contada tiene algunos temas detrás de la anécdota, si uno se pone a ver. Principios del siglo XX, europeos ricos en África, mundos distintos, burbujas de vida artificial en medio de realidades no muy distintas a las de hoy. La fastidiosa cuestión de la 'carga del hombre blanco'. La infaltable presencia del americano hijo del american way of living (Redford) y el choque con los modos de ser, de ver y de vivir de los europeos.

Sin embargo, allí está también la cuestión de la libertad de vivir y en la vida, al modo, digamos, moderno. Especialmente, en las relaciones interpersonales. Ya la protagonista es una mujer en tierra (y menesteres) 'de varones', lo que se llamaba (cuando llamaba la atención) 'una mujer liberada'. También aparece la cuestión del matrimonio, more moderno, las libertades y tolerancias al modo moderno de plantearlas, lo que no llama la atención de nadie. Por supuesto que Redford encarna al solitario (soltero), individualista, desprejuiciado, dueño de sí mismo y de su propia vida, hacedor de su destino, iconoclasta (social y espiritual). Bueno, sí, no es malo, no mató a nadie y defiende a los animales, claro, contra los cazadores. Casi sin afectación exhibe su desasimiento, su desprendimiento. No le interesan las riquezas, los honores. No posee demasiado y parece no querer poseer nada. Quiere animales libres y personas libres. No quiere jaulas ni leyes. En lo que se entiende habitualmente, es levemente utópico. Ella también es carne del tiempo, al modo dinamarqués de ser indiferente y prescindente frente a los cánones sociales (escandalizando, claro a los dinamarqueses e ingleses.) De hecho, su marido, encuentra a otra y 'civilizadamente' arreglan su divorcio. Y por cierto, ella lo tiene al americano de amante, cosa que su marido finalmente celebra y propicia. En fin, hasta allí, más o menos, en el trasfondo de la anécdota, nada que no se pueda predecir. Hoy por hoy, un modo casi ingenuo de plantear las cosas.

Sin embargo, lo que sí me dio algo más de miga, esta vez, es una breve escena. Resulta que ya sola y sin su marido, pero ya amante, Streep quiere algo más que cama y romance con Redford. Quiere "tener algo propio" y "saber que es de alguien", a su vez. Es decir, en términos fuera del lenguaje habitual, quiere amar y ser amada. Por supuesto que el freeman afronta la cuestión del matrimonio en previsible clave de "un papel no dice que te quiera más o mejor, que ste sea fiel o que te extrañe". Hay a la vez una caricatura conveniente del matrimonio, pero también una referencia obvia a la formalidad hueca no ya de un sacramento -nadie habla en esos términos- sino del uso social en materia de amores hipócritas o de conveniencias. Una herencia del romanticismo, sin duda. Pero una reacción del romanticismo -todo lo desmañada que se quiera- que pone en cuestión la noción misma de amor. No que los románticos hayan entendido qué es sino que tenían una sensación de que algo andaba mal con el amor. Creo que, rápidamente dicho, al meter la mano empeoraron el asunto, como creo que de aquellos polvos románticos vienen principalmente los lodos de nuestros días.

El caso es que Redford argumenta. Quiere libertad, quiere poder ir y venir, no quiere sentirse atado a lo que en realidad está atado, precisamente porque si bien siempre se va, siempre vuelve. Y ella se lo hace notar. Y se lo reprocha en cierto sentido. Hablando en un registro en algo extraño a sí misma y a lo que representa la danesa liberada, prefiere que no vuelva siempre si no va a quedarse nunca.

En cuanto a lo que son los afectos humanos, todo parece bastante en falsa escuadra. Pero en medio de tantas soluciones provisionales, en medio de tantas 'verdades' modernas sobre las subjetividades y las libertades, el amor y la necesidad, el deseo y los compromisos, de pronto surge un fragmento de diálogo, acierto del guionista.

Redford le deja finalmente claro que pretender que él se comprometa más allá de sus visitas azarosas y 'libres', es casi una muestra de egoísmo por parte de ella, y una muestra también de (va sans dire) resabio burgués.

Ella, mientras tanto, lo mira con atención, como si lo traspasará. Al fin, no sin cierta decepción, ella entiende: "Al principio yo creía que no querías nada, que no buscabas nada. Ahora me doy cuenta de que lo quieres todo".

miércoles, 17 de noviembre de 2004

El sueño de Adán (II) (*)

Dice Jean Daniélou que, además del sacramento, también el misterio está contenido en el pasaje del Génesis que se refiere al sueño de Adán. Reconoce el cardenal que "el sentido escatológico dado por Hilario al nacimiento de Eva queda como algo excepcional. Lo ordinario en la tradición común es la interpretación sacramental."

Sin embargo, así lo trae San Hilario en su Tratado. Se trata del misterio escatológico de la resurrección, pero no sólo la resurrección del cuerpo, sino la de los muertos y hasta de la reunión de Cristo con las naciones, todo en virtud del sueño-Pasión y Muerte y del despertar-Resurrección de Adán, del Adán celestial. Ambos Adanes, el typo y el antitypo, dirán lo mismo: Hoc nunc, os ex ossibus meis, et caro de carne mea (esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne.)
"Hay que ver también en el sueño de Adán y formación de Eva el sacramento de un misterio (sacramentum mysterii), escondido, concerniente a Cristo y a la Iglesia: en efecto, encontramos contenidos a la vez la sustancia y la figura de la resurrección corporal (fides et ratio). Efectivamente, la mujer al ser creada, no ha sido sacada del barro, ni formada de la tierra, ni es una materia inanimada suscitada en alma viviente por el soplo de Dios, sino que la carne se forma sobre los huesos, y a la carne se da la perfección del cuerpo, y a la perfección del cuerpo sigue el soplo vital. Yavé ha expresado por Ezequiel que ése era el orden de la resurrección, mostrando en las cosas que se habían realizado el poder de su fuerza. Todo, en efecto, se encuentra allí: la carne aparece, el espíritu vuela hacia ella, nada perece de la obra de Dios, del Dios para quien las cosas que no eran han existido con vistas a la realización de su cuerpo: es pues un misterio (sacramentum), escondido en Dios, según el Apóstol, que las naciones sean concorpóreas en Cristo, que puede hacer conforme al cuerpo de su gloria el cuerpo de nuestra humildad. Por eso es que, después del sueño de la pasión, el Adán celestial reconoce en la Iglesia sus huesos, su carne, no ya creados del barro ni vivificados por el soplo de la boca, sino creciendo de sus huesos y formando de su cuerpo un cuerpo perfecto por la venida del Espíritu. Aquellos pues que están en Cristo resucitarán según Cristo, en quien está ya cumplida la resurrección de toda carne, al nacer en nuesta carne por la virtud de Dios en la cual ha sido engendrado antes de los siglos por el Padre. Y puesto que judío y griego, bárbaro o escita, esclavo y hombre libre, hombre y mujer, todos son uno en Cristo, dado que la carne se reconoce salida de (su) carne y que lo que hay en Adán y Eva es una profecía de Cristo y de la Iglesia (creemos que) desde el comienzo del mundo estaba ya cumplidos en Adán y Eva todo lo que Cristo tiene reservado a la Iglesia para la consumación de los tiempos" (I, 5).


Del mismo modo que Adán, despertando de su sueño, saluda a Eva nacida de sus huesos, así saludará Cristo a su Esposa resucitada a la hora en que el Señor la llame a sí.
ver


San Hilario, al volver su atención al pasaje del Génesis, tiene la mirada puesta principalmente en los textos que ya referí de San Pablo. Pero el pasaje profético al que ahora alude, está en medio de las profecías referidas al Israel de Dios. Allí, Ezequiel, en el capítulo 37 (1-14), dice:
La mano de Yahvé vino sobre mí, y me sacó en el Espíritu de Yahvé, y me puso en medio del valle que estaba lleno de huesos. Y Él me hizo pasar en derredor de ellos, y he aquí, {eran} muchísimos sobre la superficie del valle; y he aquí, {estaban} muy secos. Y Él me dijo: 'Hijo de hombre, ¿revivirán estos huesos?' Y yo respondí: 'Yahvé Dios, tú lo sabes.' Entonces me dijo: 'Profetiza sobre estos huesos, y diles: "Huesos secos, oíd la palabra de Yahvé.
"Así dice Yahvé Dios a estos huesos: 'He aquí, haré entrar en vosotros espíritu, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, haré crecer carne sobre vosotros, os cubriré de piel y pondré espíritu en vosotros, y viviréis; y sabréis que yo soy Yahvé.'"
Profeticé, pues, como me fue mandado; y mientras yo profetizaba hubo un ruido, y luego un estremecimiento, y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí, {había} tendones sobre ellos, creció la carne y la piel los cubrió, pero no {había} espíritu en ellos.
Entonces Él me dijo: 'Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: "Así dice el Señor, Yahvé: 'Ven de los cuatro vientos, oh espíritu, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.'"
Y profeticé como Él me había ordenado, y el espíritu entró en ellos, y vivieron y se pusieron en pie, un enorme e inmenso ejército. Entonces Él me dijo: 'Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel; he aquí, ellos dicen: "Nuestros huesos se han secado, y nuestra esperanza ha perecido. Estamos completamente destruidos." Por tanto, profetiza, y diles: "Así dice el Señor, Yahvé: 'He aquí, abriré vuestros sepulcros y os haré subir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Yahvé, cuando abra vuestros sepulcros y os haga subir de vuestros sepulcros, pueblo mío. Pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os pondré en vuestra tierra. Entonces sabréis que yo soy Yahvé, he hablado y lo hice', oráculo de Yahvé."
{Breve comentario: No puedo dejar de anotar a esta altura, y con este texto adelante, la proximidad de algunos elementos de esta escena que tan vivamente pinta el profeta Ezequiel con un pasaje al que me referí tiempo atrás en ocasión de otro asunto. Está en el capítulo 7 del Apocalipsis de San Juan y se refiere a la marca que llevan aquellos que han pasado la gran tribulación. La mención de aquella reunión, los vientos detenidos, el anciano que habla con San Juan, el ámbito escatológico, la proximidad del "Día del Señor", son al menos similitudes que me resultan evidentes y que, se me figura, ponen un texto junto a otro sino en identidad, al menos en vecindad. Asunto que quedará para mejor ocasión (y mejores cabezas.) Me llama la atención -dicho sea en contra de mi presunción- que las versiones que consulté de ambos textos no los crucen ni los refieran.}

Habrá que recordar siempre que el método tipológico que sigue San Hilario, en palabras de Daniélou:
"...consiste en volver a su contexto un texto citado por la Escritura como tipo y dar un sentido figurativo a todo el conjunto (...) Del mismo modo Hilario hace pie en las palabras de Pablo: Erunt duo in carne una (serán dos en una sola carne), para aplicar a la unión de Cristo y de la Iglesia todo el pasaje de la creación de Eva. No se trata de hacer algo distinto de la Escritura, sino de extender a otros pasajes del aAntiguo Testamento, y con la misma orientación, el sentido figurativo que los apóstoles han indicado en algunos. Éste es el camino seguro de la exégesis tipológica."
Creo, por esto mismo, que conviene tener a mano los lugares a los que está aludiendo San Hilario cuando aplica al Génesis aquello que San Pablo ha unido en su predicación.

La Carta a los Efesios (5, 22-33):
22 Las mujeres {sujétense} a sus propios maridos como al Señor,
23 porque el varón es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, {siendo} Él mismo el Salvador del cuerpo.
24 Pero así como la Iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres {deben estarlo} a sus maridos en todo.
25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó Él mismo por ella,
26 para santificarla, habiéndola purificado por del agua con la palabra,
27 a fin de presentarla delante de Sí mismo como una Iglesia gloriosa, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.
28 Así también deben amar los maridos a sus mujeres, como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.
29 Porque nadie aborreció jamás su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, así como también Cristo a la iglesia;
30 porque somos miembros de su cuerpo.
31 "A causa de esto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una carne.
32 Grande es este misterio, más yo lo digo en orden a Cristo y a la iglesia.
33 En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo, y que la mujer a su vez reverencie a su marido.
La Carta a los Romanos (5, 12-21):
12 Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron;
13 pues ya antes de la Ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputa cuando no hay Ley.
14 Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no habían pecado con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura de Aquel que había de venir.
15 Mas no fue el don como el delito. Porque si por el delito del uno murieron los muchos, mucho más copiosamente se derramó sombre los muchos la gracia de Dios y el don por la gracia de un solo hombre, Jesucristo.
16 Tampoco sucedió con el don como con aquel uno que pecó; porque de uno solo vino el juicio para condenación; pero el don justificación vino por muchos delitos.
17 Porque si por el delito de uno solo reinó la muerte por culpa del uno, mucho más los que reciben la sobreabundancia de la gracia y del don de la justicia, reinarán en vida por el uno: jesucristo.
18 Así pues, tal como por un solo delito (vino juicio) para condenación de todos los hombres, así también por un solo acto de justicia (viene la gracia) a todos los hombres para justificación de vida.
19 Porque así como por la desobediencia de un solo hombre los muchos fueron constituídos pecadores, así también por la obediencia de uno solo los muchos serán constituídos justos.
20 Pero la ley se subintrodujo de modo que abundara el delito, mas donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia;
21 para que, así como el pecado reinó por la muerte, así también la gracia reinase por medio de la justicia, para vida eterna, por medio de Jesucristo nuestro Señor.
La Primera Carta a los Corintios (15, 45-49):
45 Así también está escrito: "El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente. El último Adán, espíritu que da vida.
46 Sin embargo, no fue antes lo espiritual, sino lo natural; y después lo espiritual.
47 El primer hombre, hecho de tierra, es terrenal; el segundo hombre viene del cielo.
48 Cual es el terrenal, tales son los terrenales; y cual el celestial, tales serán los celestiales.
49 Y tal como hemos llevado la imagen del hombre terrenal, llevaremos la imagen del celestial.
A esto tal vez cabría agregar, de esta última carta (15, 22):
22 Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados.

Me parece que corresponde dejar aquí esta segunda parte de la cuestión del Sueño de Adán. Son, creo, materiales bastantes densos. Tal vez alguna cita más y tendré que mirar después otros textos, bien distintos aunque asociados a esta cuestión íntimamente, como son algunos de Simone Weil.

Pero para eso -no sé si a quien lee le pase lo mismo- tengo que tomar mucho más aire.

(*) La primera parte de esto se remonta a cuestiones varias; y creo que, así como son delicadas, hay que andar con tiento, cosa difícil de hacer sin ocupar espacio. Y tiempo. Especialmente del paciente lector. Como ya advertí que son largas cuestiones, no me queda sino repetir la advertencia.

martes, 16 de noviembre de 2004

No sé de dónde habrán sacado eso que dicen los alemanes: ende gut, alles gut.

El día (el día de la quinta fragante) periclita, entre otras cosas, con un obligado paseo por Buenos Aires.

(¿Cómo se hace para distinguir a los piqueteros de la delegación china, si entre los dos -medidas de seguridad mediante- se las ingenian para que el trayecto de tres consabidas cuadras se vuelva la larga marcha de 25 cuadras...? Puedo entender las 20.000 millones de razones que algunos tendrán para poner al extremo oriente en cajita de cristal. Ahora, ¿por qué a los que van a tomar la Bastilla?)

Hacía bastante que no andaba por la ciudad a pie, cruzándola de sur a norte. Hacía tiempo que Buenos Aires no era peatonal y piquetera. Ni china. Otro poco de lo mismo, me había olvidado. Pero lo que me sigue llamando la atención es la disciplina de los cuadros militantes, ahora en partes iguales de hombres y mujeres, jóvenes y viejos. Resulta evidente que la orden es 'quietos y ordenados'. Un día les van a dar otra orden. Lo digo por los piqueteros. Pero también por los chinos.

Con todo y eso, dos apostillas, nada más.

Me sorprendió lo vistada que está Buenos Aires, casi hasta molesta ese asunto de encontrase con un extraño en la cocina de tu casa abriéndote la heladera y otro sentado en tu comedor usando tu sopera...Y miren que a mí me gusta viajar. Pero por eso mismo sé, por propia experiencia, que cuando uno viaja mira todo, casi nada más que porque está viajando. Y es capaz de mirar un cordón de la vereda en Timbuctú como si nunca hubiese visto uno en su vida. Eso tiene de chestertoniano el turista (ojalá): mirar lo que se conoce como si nunca se lo hubiera visto antes.
Me parece que no era exactamente eso en lo que pensaba GKCh cuando dijo: "es buena la familiaridad cuando engendra amor, no cuando la familiaridad engendra desprecio." Ahora bien, que una parejita de suecos en bermudas se pare en la vereda subiendo de la Plaza San Martín y miren las cúpulas del Santísimo de la calle San Martín como si estuvieran viendo las cúpulas de Santa Sofía..., qué quieren que les diga, me hace un poco de gracia y es otro poco chocante.

El otro asunto es una rara sensación. De pronto, llegando a Retiro tras la larga marcha, uno descubre que las únicas tres clases de personas que no llevan un celular en la mano, al cinto o pegado a la oreja son: 1) los mendigos (no dije piqueteros, dije mendigos) o los que tienen aspecto de que pueden serlo de un momento a otro; 2) los turistas; y 3) uno mismo.

Y así, más o menos, el día fenece.
Ustedes estarán allí. Y yo aquí. No sé dónde están ustedes ahora. A algunos los conozco y sé dónde están. De otros, nada sé. Pero el asunto es que estoy aquí, madrugada de martes. Son las 5. Desvelado. Cosas de padre. Cosas de hijos que hacen cosas rarísimas a las 4 de la mañana que desvelan a los padres.

A la cueva, me digo, mate, cigarrillos, los papeles, a leer algo, a escribir un poco. Miro apenas los diarios. Me digo que tengo que escribir algo sobre Saramago (me gusta Portugal -¡cómo me gusta Portugal!-, no me gusta Saramago, pero algunas de las cosas que dice en La Nación de hoy sobre la palabra y el lenguaje...); o decir algo sobre qué pasa cuando un columnista de Clarín no tiene tema y tiene columna y se pone a hablar de Roberto Arlt; o de las 'putas tristes' de García Márquez; o de las 700 últimas páginas de Tom Wolfe (¿qué les pasa a los escribidores con el sexo? ¡qué cosa...!); y que está por ahí esa pavada de Andrés Oppenheimer sobre la izquierda mexicana y el permiso de EE. UU. para que la gente vote a quien quiera en cualquier país; y el aluvión de los ojos rasgados; y pienso que me falta la segunda y la tercera parte del sueño de Adán; y los hokkus y wakas de Fingerit, y de todo el trabajo que tengo pendiente, y que me gustaría poder escribir algo sobre...

Pero yo estoy aquí. Amanece muy húmedo. Las calandrias y zorzales y horneros y bichofeos tienen sus propios libretos, sus propias bitácoras y reclaman migas de pan a los gritos (los gorriones chillan, nada más, son analfabetos), insolentes, bullangueros. Así que hay que ir a buscar pan duro a la panera y de ahí al rito de cortarlo con la mano, en pedacitos (descubrí que se llevan los pedazos grandes también) y después sembrar de pan el pasto, sentado en el umbral de la casita de madera en la que juegan los más chicos, bastante fría la salida del sol... Ya no se asustan los pájaros, ya perdieron la distancia animal. Bajan y comen. Y listo.
Y todavía hay que arreglar el amortiguador del auto, antes de que se despierten los chicos...

Me vuelvo a la cueva de los papeles, de los libros. Pero, de camino, me queda a la derecha la quinta, la "huerta" que hizo uno de los varones, uno de los del medio: zapallos de tronco, zapallitos, acelga, lechuga criolla, tomate, rabanitos, porotos. Y el enhiesto maíz. Ya tiene casi medio metro de alto y viene vigoroso, melena al viento. Da gusto la quinta, chiquita, pobretona, pero vital, fragante. Me acuerdo, qué se yo por qué, de Éowyn, de la última Éowyn, la de las Casas de Curación, la que acepta a Faramir, la que ya no quiere ser reina de nada y prefiere cuidar de todas las cosas que viven y crecen...

¡Qué manía la de tener la vida toda enhebrada de palabras y de libros, y de citas y pasajes de libros!

Pero aquí estoy. Mirando el maíz. Segunda pava de mate. Salió el sol, está despejado. Mejor así.

lunes, 15 de noviembre de 2004

Mientras todavía no copio unos versos de Fingerit, bien puedo entretenerme con otro del '40: Amaro Villanueva, un entrerriano de Gualeguay, ya muerto y del que conozco poco, aunque sé que le gustaba versificar cosas del tango y en lunfardo. Don Escolástico Junco es obra afamada. Tenía buen oído.
Verano lavandero
Buscando sombras para el sol de enero
R. Obligado

A solas con el sol y no solapa,
por paisaje de tierra que galopa,
vistoso el cuerpo de la poca ropa,
linda la cara y caminar, de yapa;

guapa, en el doble modo de ser guapa,
la joven lavandera el campo copa
y el aire delicioso que la topa
la siesta en la rodilla le destapa.

La mano en alto parapeto atrapa
sombra para mirar y alza la copa
del seno que en la blusa se agazapa.

Mientras cortando cielos, hecho sopa,
viene el río, sudando al sol la napa,
tras el blando camino de su tropa.

(De Son sonetos, 1941)

domingo, 14 de noviembre de 2004

No es ninguna novedad, es solamente recordatorio y sorpresa renovada por mi parte: más que notable el Tratado de la Caridad (II-II, qq. 23-46) que desarrolla Santo Tomás de Aquino. Así como espanta el que estén llenas de lugares igualmente notables cada una de las partes y de las cuestiones que lo integran. Por ejemplo, nada más y para empezar, el hecho de que divida todo el Tratado en dos grandes secciones. La primera y extensa, referida a la virtud de la caridad: su naturaleza, objeto, actos, vicios opuestos y preceptos. La segunda muy breve (y aquí el sorprendente detalle de arquitectura intelectual y espiritual, a primera vista) está referido al don de sabiduría (correspondiente a la caridad) y a su vicio opuesto, la necedad, hija de la lujuria.

Es curioso que Santo Tomás haya ido cambiando de opinión respecto de si a la virtud de la caridad le corresponde algún don del Espíritu Santo, negándolo primero en otras obras para llegar finalmente (este tratado parece fechado en 1271-1272, es decir dos años antes de morir) a la conclusión de que caridad y sabiduría se corresponden, tal como lo explica en la cuestión 45.

Ahora bien, entre los vicios contra la caridad está la acedia (de akédeia, en griego; acidia, también llamada en latín.) Lamentablemente, se suele traducir como pereza, quitándole así la gravedad (también en sentido de peso) que tiene, incluso como pecado capital, como vicio madre de otra constelación de vicios. Parecería que al tenerla por pereza se tratara simplemente de flojera, de vagancia, de simple descuido, de mera dejadez. Y no es eso, como se ve, si uno la define como tristeza frente al bien y especialmente frente a los bienes divinos.

Es curioso lo mal que se nos han enseñado algunas cosas, creo que por voluntarismo intelectual y moral y también por activismo. Baste recordar aquello de que el ocio se asocia a la pereza y aquello otro de que el ocio es el padre de todos los vicios (o la pereza la madre de todos los vicios). Cuando debió habérsenos explicado que meditar y pensar en los bienes divinos no se puede sin ocio, que siempre parece pereza y no siempre es pereza, más si es verdadero ocio, es decir disposición a la contemplación, actitud ésta necesaria para considerar las cosas divinas. Precisamente de estos lares vienen las razones para impugnar la vida contemplativa, por ejemplo en los conventos y monasterios.

De allí que el aspecto que me parece destacable ahora es el del remedio contra la acedia que trae Santo Tomás (no olvidar que está entre los vicios opuestos a la caridad.)

En el artículo primero de la cuestión 35, propone como cuarta dificultad -referida concretamente al remedio contra la acedia- dos textos: "huye del pecado como de culebra" (Eclesiastés, 21, 2) y otro de Casiano: "Es por experiencia averiguado que el asalto de la acidia no se evita huyendo, se supera resistiendo" (ML, 49, 398).

La respuesta de Santo Tomás (ad 4) explica allí cómo frente al pecado (a pecados diversos) unas veces se huye y otras se resiste:
Siempre se debe huir del pecado. Pero el ataque del pecado se ha de superar, a veces huyendo, a veces resistiendo. Huyendo, cuando la persistencia del pensamiento aumenta el incentivo del pecado, como es el caso de la lujuria; por esa razón manda el Apóstol en 1 Cor 6,18: Huid la fornicación. Resistiendo, en cambio, cuando la reflexión profunda quita todo incentivo al pecado que proviene de ligera consideración. Es lo que se debe hacer en el caso de la acidia, pues cuanto más pensamos en los bienes espirituales, tanto más placenteros se nos hacen. El resultado será que la acidia cese.

De modo que, incluso y principalmente en lo que tiene de vicio opuesto a la caridad: contra la acedia, contemplación.

sábado, 13 de noviembre de 2004

No es del todo disparatado un artículo de Clarín sobre el politizado Congreso de la Lengua. No del todo. Pero en substancia me parece flojo. Especialmente por el enfoque.

El resultado del modo de ver el asunto (en el planteo del autor de la nota y en el de los lingüístas más seriamente) da un equilibrio inestable entre la validez de una lengua y lo que pasa con el español (con cualquier lengua, en realidad) en tiempos en que la tasa es la mera utilidad de todas las cosas.

Equilibrio inestable también porque hay que considerar, por una parte, la supervivencia de una lengua determinada en oposición a otros lenguajes y a otras lenguas, y, al mismo tiempo procurar que la incorporación de la vida de los hablantes a la vida de una lengua viva no mate al sistema de esa misma lengua. Un juego algo peligroso entre que la conciencia determine la existencia y que la existencia determine la conciencia, por ponerlo en términos marxistas. Estoy seguro de que hay un problema allí. Pero estoy seguro también de que la forma de plantearlo, la propia determinación de cuál es el problema a resolver y los intereses ideológicos que sí o sí deben quedar asentados en el planteo y en la solución, hacen más y más inestable el ortopédico equilibrio.

Pero sobre todo el equilibrio es inestable, creo, porque se plantea la cuestión sin tomar nota de que en el lenguaje, y más precisamente en la tan aclamada lengua de uso (y no estoy defendiendo con esto la pura lengua académica como sistema intocable), es donde se nota primero y de modo más impresionante el estado espiritual e intelectual de una sociedad.

Arriesgo, sin demasiado cargo de conciencia, que, en lo que a nuestro tiempo se refiere, esto ocurre una vez que ya se ha perdido en buena medida el sentido de la realidad. El sentido de la realidad respecto de las cosas, el sentido de la realidad respecto del intelecto y el sentido de la realidad tal como está en las palabras. Algo que los griegos sabían.

Y en este orden, algún que otro gazapillo de cierto bulto hay también en la nota, como cuando dice que las academias son herederas del espíritu racionalista griego (sin aclarar, en todo caso, que el siglo XVIII en que se crea la Academia Española, no es precisamente un siglo impregnado de espíritu griego, aunque sí racionalista.)
ver

Me llamó la atención, sin embargo, un aspecto. Repasando los ejes temáticos del congreso, dentro del primero repara el autor en:
...la indagación sobre la vinculación entre sociedad y lenguaje, en la cual el empobrecimiento de las experiencias subjetivas y el decaimiento de la riqueza lingüística tienen una complejidad que excede a la mera relación entre pobreza material y achicamiento del campo simbólico, ya que se relaciona con la unidimensionalidad de los bienes simbólicos producidos para el consumo por las industrias culturales de masas.
Esta afirmación sigue en equilibro inestable con lo que dice más adelante:
La influencia de los estudios contemporáneos sobre el lenguaje fueron llevando a una valoración positiva de la diversidad lingüística y, además, a concebir a la propia lengua como no homogénea. Este abordaje ha llevado, como lo explica la lingüista María Elena Rodríguez, a que se admita una mayor variedad en los contenidos de área de lengua que se imparten en las escuelas argentinas. "Aunque permanece -explica Rodríguez, quien además trabaja en el área de contenidos de la Secretaría de Educación de la ciudad de Buenos Aires- la idea y la enseñanza de un dialecto más prestigioso, esto se presenta con un conjunto de variedades, lo cual refleja la diversidad que está presente en la estructura social". Por este motivo, progresivamente pero con más énfasis desde el fin de la última dictadura, se abandonaron las lecturas unilaterales que antaño inculcaban autores españoles y una variedad de castellano uniforme, abriendo las aulas a la literatura latinoamericana. Complementariamente, Beba Guido -autora de libros para la enseñanza de la lengua y profesora de esta materia en diversos magisterios- afirma que, en contra del pasado en el que se enseñaba en base al "tú" -forma que carecía de adhesión entre los hablantes-, "ya la enseñanza de la lengua se basa en la lengua en uso".
Claro que no voy a siquiera detenerme en vos vs. tú ni en opresores/oprimidos o dictadura/autores españoles vs. democracia/literatura latinoamericana. Aunque esta mirada horizontal de la cuestión no es menos parte del problema de para qué existen las lenguas y qué es el lenguaje.

Sin duda que la lengua de uso es un complejo producto social (a la vez que individual.) Se da cuenta de esto el autor de la nota, cuando dice:
En ese movimiento, la socialización lingüística a través de la familia pero también por la escuela y el efecto de los medios de comunicación, deja una marca capaz de enriquecer el universo de sentidos o, por el contrario, de restringirlo. De este modo, y aunque pueda parecer que el Congreso de la Lengua tiene un alto nivel de abstracción y de impersonalidad, sus problemáticas se relacionan con la capacidad de producción de sentidos y de efectos comunicativos de los hablantes del español en un mundo global en el que se extinguen lenguas y hay hegemonías aplastantes, en el cual también existen resistencias, desafíos y, a pesar de todo, el cultivo de las diversidades.
Pero, lo dicho: equilibrio inestable. Y no estoy diciendo que en muy buena medida todo ser vivo (y una lengua lo es, mientras tiene hablantes) no sea un ser en inequilibrio inestable, porque de hecho lo es. Estoy diciendo que las razones de ese equilibrio inestable no se agotan en la existencia -y defensa algo posmoderna- de las diversidades, o en la dialéctica lengua académica-lengua de uso. Una lengua, un idioma, está para reflejar sentido, primero, y, a la vez, para producir sentido y para transmitir sentido y para, de este modo, configurar en signos el mundo. Su validez última y mayor calidad es precisamente la de lograr el mayor éxito en esta acción simbólica. Por eso mismo, no hay modo, me parece, de no entender como un argumento ideológico la cuestión de la diversidad, sobre todo si viene sin la afirmación de una realidad detrás del símbolo.

Me dirán que no es un problema lingüístico. Y diré que por lo menos es un problema metodológico lingüístico -como diría Gilson- pasar por adelante del asunto sin tener definido el problema y hablar del lenguaje como si ya tuviéramos definida -o como si no importara tener definida- la relación del lenguaje con aquello que nombra en última instancia: la realidad.

Pero me parece también que esto está en relación profunda con asociar el racionalismo iluminista del XVIII con Grecia, sin más.

Claro que no sé cómo se puede hablar de lo más lejano a la cuestión principal y precario por lo mismo, sin abordar lo más próximo y axial (especialmente cuando afilan la utilidad del idioma, como quien prepara un cuchillito para entrarle a las carnes pingües de las ganancias):
Además, el Congreso interviene en un área -la lengua- que produce todo un universo voluminoso de negocios, que van desde la industria editorial y los medios gráficos a la televisión, la música y el cine. En buena medida, la expansión del número de hablantes del español es, correlativamente, el crecimiento de formas simbólicas que también son mercancías y brindan ganancias.
Confieso, finalmente, que este párrafo me parece de mero oportunismo literario:
El español es signo de identidad para sus hablantes, un idioma de la cultura con una formidable tradición y un horizonte abierto: acercar el ideal de que sus hablantes puedan participar de la madurez y potencia de la lengua.

No se vayan de la página de la revista de Clarín sin hacerle un último servicio al adocenamiento de la cultura de masas para ovejas encarriladas. En la encuestita que está abajo a la derecha, con cierto desmaño pregunta Clarín por el escritor "preferido" de los lectores. Y enseguida nos embreta en una listita políticamente correcta para que prefiramos entre los escritores que prefiere Clarín. O entre los escritores que hay que preferir. Un ejemplo de promoción de la lectura y de la venta de libros, cuando menos. Pero, además, un ejemplo práctico de dónde está uno de los problemas de la supervivencia de una lengua. Y de la validez de una cultura.

viernes, 12 de noviembre de 2004

Algo más del '40 poético, y no lo último. Allí figura Marcos Fingerit, hermano de Julio, santafesinos. Junto con Jacobo Fijman y Raquel Adler, forman parte de un grupo de judíos conversos. Julio, por ejemplo, fue el primer director de Número, la revista que fundaron los jóvenes escritores y poetas que se fueron medio a los gritos de la primera revista Criterio, allá por 1930.

De Marcos Fingerit tengo, por desgracia, nada más que unos cuantos poemas en antología de sus casi 20 libros de versos publicados. Se parece en algo a Fijman en la imaginería y en el sabor de las metáforas, aunque más 'ordenado', menos místico. Hay unos 'hokkus' que ya publicaré. Pero, por ahora:
Canción trémula

Se hizo buena mi mirada
todo de mirarte.

Dulce eres, hermana, así como
árbol florecido.

Da una bondad el mirarte,
cerezo florecido...

¿Quien te miró, la mirada
no tiene más buena?

¡Si sólo con mirarte, buena
se hace mi mirada!


(De Canciones mínimas y nocturnos de hogar, 1926)
Y este otro que bien puede ser un hallazgo deportivo-filosófico:
Frontón

Contra el paredón del alba,
jugador bizcaitarra,
en duro saque,
lancé mi corazón como pelota.

Mi contrincante negro,
Don Dolor,
campeón de todos los frontones,
perdió un tanto
definitivo.

Reventó entre las manos
del mundo de mis tristezas
un atronador aplauso.


(De Antena, 1929)

jueves, 11 de noviembre de 2004

Viendo anécdotas en torno a San Martín de Tours, el patrono de la Ciudad de Buenos Aires, aparecen cosas conocidas.

Su elección por sorteo entre otros santos, allá por el siglo XVI, época de fundación de la ciudad; la resistencia hispánica a nombrar patrono a un francés. Y la insistencia del francés por salir nombrado.

Más lejos en el tiempo, el episodio famoso de la media capa dada a un pobre en un frío invierno de Amiens y la subsiguiente aparición de Jesús ante Martín ataviado con esa misma mitad. O el origen de capella > capilla, con su sentido actual, tomado de este mismo episodio. No deja de ser curiosa esta asociación espontánea del templo (la capilla) con la caridad (dar la capella). Espontánea en un sentido algo misterioso también, porque no es que alguien se lo haya propuesto. Cosas que hace el lenguaje, una lengua, mientras está viva y viva en cierto ámbito. Y cosas que hace una cultura mientras es lo suficientemente vital como para que los significados sean naturales y surjan con cierta naturalidad. De ir devotamente a ver el templito que se levantó para recordar el episodio, y para guardar la capella, quedó simplemente "ir a la capella".

Y otras cosas que no sabía. Como por ejemplo que a Martín lo bautizó San Hilario, el obispo de Poitiers, el mismo del Tractatus que estoy viendo por otro lado.

O aquella otra cuestión, que no sabía tampoco viniera de la fiesta del santo: a cada chancho le llega su San Martín. Como su fiesta es (y más bien era) grande en buena parte de Europa (desde Francia hasta Hungría), y como es tiempo de carneada y faena para estas fechas, que son frías en el norte, de allí que, en llegando a San Martín, difícilmente zafara el bicho que ya estuviera en sazón.

miércoles, 10 de noviembre de 2004

Los de la agencia de noticias AFP hicieron su pequeño ejercicio de comunicación (el rastrillo semiótico tiene para un módico festín.) Usaron la simpatía, la ternura, la kantiana preocupación por el futuro de la humanidad en paz, y la no menos kantiana loa a la panacea moderna que drena infalible de la Ciencia.

Por supuesto, mucho es el peso de la mención de la palabra talismán: Galileo -imagino que Clarín también se puso un poquito la servilleta al cuello para este pequeño bocadillo de mitología cientificista-, y, claro, esa apelación a los "hijos de Galileo", que no deja lugar a dudas sobre la importancia ideológica de defender a la ciencia contra..., contra..., eh, bueno..., contra... Bueno, ¿qué?, si ya todo el mundo sabe contra "qué" y contra "quiénes" hay que defender a la Ciencia y a Galileo.

No deja de ser publicitaria y marketinera esa mención de los usos cotidianos de la grandeza científica (que, después de todo, no es tan arrogante que no sepa cocinar...):
"La imagen del profesor de matemáticas se ha desprestigiado", admite (el profesor) Giusti. "Los jóvenes perciben la materia como algo difícil, sin satisfacciones inmediatas" aseguró el profesor, autor del libro "La matemática en la cocina". Con su libro se aprende la fórmula para cocinar una carne al horno y se explica la razón por la cual las papas grandes se pelan más rápido que las pequeñas.
Parece amigable y familiar. Pero, ojo, no es para tomarlo a la ligera. Un capo di tutti gli capi en materia de enseñanza científica en Italia, también mencionado en la propaganda de AFP-Clarín, preparó hace un tiempo un trabajito con cifras, datos, comparanzas, dólares, salidas laborales y algunas otras cuestiones, como el papel de la magia y del espiritismo como ingrediente que ayuda a no tomarse suficientemente en serio el papel socialmente redentor de la Ciencia. Que los horóscopos sean de una inutilidad medio perversa, no impide que resulte gracioso, en el albor del futuro, este asunto de que la gente -y los que estudian- parezcan haberle perdido el respeto a las pizarras llenas de fórmulas y se hayan aburrido de la épica del científico loco.

Ahora bien, que me disculpe la plañidera dupla AFP-Clarín, de una parte, y la exultante onda verde y 'espiritualista', del otro lado, pero, los "hijos de Galileo" gozan de buena salud. Se mezclarán con gentes indeseables como 'humanistas' (vaya uno a saber qué se entiende por 'humanidades'), se juntarán con programadores, con RR.PP; andarán del bracete con artistas plásticos o con guías de turismo profesionales. Lo que quieran. Pero Galileo goza de buena salud. Y sus hijos crecen, todavía.

También me pregunto, claro, qué habrá sido de la Física, dónde habrá ido a parar la Matemática, qué fue de la Biología y de la Química, que tanto prometían. No sé si en el mismo sentido, pero me pregunto, sí.

De lo que se da a entender con Galileo, con el mito de Galileo y con lo de los hijos de Galileo, de eso no hay por qué preocuparse. Allí están y allí se quedan, me parece.
Nuestra generación poética del '40 ha dejado huellas en la Argentina. Como suele pasar, esas cosas agonales y en general frívolas que tiene el hacer cultura con los amigos de la cuadra y nadie más (incluso con el grupo de los que no tienen grupo), ha dejado entre paréntesis a muchos de poetas y escritores. Tendría que dedicar, en algún momento, unas líneas a esta legión medio desangelada pero tan potente.

José María Fernández Unsain ha sido uno de esos casos. Por ejemplo, publicó en la vieja revista El Hogar, en diciembre de 1951, este soneto (con una peculiaridad paisana y con su pequeña y final rareza de aguijón...)
Agosto

Agosto deshojado, sin ternura,
agosto duramente deshojado,
sobre tu tierra fría he caminado
y he galopado en tu desparejura.

Estoy atado a tu memoria oscura
y a tu tiempo de hielo calentado.
Yo supe ser aquel enamorado
sin antes, sin muchacha, sin diablura.

Nacido fui sobre tu lomo arado
en la provincia de la donosura,
ande todo el paisaje está encelado.

Me enamoré en tus sombras y en tu albura
y me gusta morir enamorado.
Agosto. Luz segura.