miércoles, 25 de mayo de 2016

Niños de la Patria




Iba parado en el pasillo del tren. Cadete militar, franco por la fiesta patria, con uniforme de salida.

Unos asientos más allá, viajaba una familia. Un niñito -unos 5 años- jugaba y peleaba con una niña apenas mayor que él; no bien lo vio, fingió entre risas y en voz alta un pedido de auxilio: "policía, policía... mi hermana me está pegando..."

Unos miunutos después, otro niño. Apenas vestido, repartía estampitas pidiendo limosna. Unos 9 años tendría.

Se enfrentó al cadete y le ofreció una. El cadete, tomó el papelito y lo saludó con la mano. Uno de esos saludos de código: palma contra palma, choque de puños.

El chico sonrió: "Hola..." y, siguiendo, completó con naturalidad: "...feliz día..."


Curioso.

Uno, vio un uniforme y vio un policía.

El otro, vio un uniforme y vio el 25 de mayo. Vio la Patria, digamos, para simplificar.

Y tendría que haber sido al revés, diría.

El que vio la Patria, tal vez debería haber visto a un genérico uniformado: a un poli, a un tira.


Y sin embargo, no.


¿De dónde habrá sacado el niño mendigo ese feliz día?

¿Y el otro? ¿De dónde habrá sacado el policía, policía...?


Se ve que uno de los dos, el menos pensado, lo primero que vio fue nada más que un uniforme.

Y el otro, el menos pensado, vio algo más que un uniforme.






domingo, 22 de mayo de 2016

Papelito (III)




Seguramente habrá quien crea que lo estoy distrayendo con fruslerías, sin ir al punto de una vez.

Y es lo opuesto: trato de ayudar. No sólo eso: es bueno que cada quien se ayude un poco a sí mismo y no espere que todo el trabajo le venga hecho por otro.

Que así cualquiera tiene opiniones: alquilando las más de las veces las ajenas.

*   *   *

Venía leyendo semanas atrás asuntos de Roma, la antigua. Y lo bien que me vino ahora.

Entre otras páginas valiosas, heredé de Aníbal D'Angelo una edición en rústica que hizo Eudeba de Buenos Aires, allá por 1968, de un clásico del ruso Mijail Rostovtzeff. Tengo la 3era. edición, de abril de 1973.

Hay unas obras mayores de este autor, asaz voluminosas, que abarcan todo el mundo antiguo helenoromano.

La que digo ahora es traducción de una edición hecha por los ingleses de Oxford en 1960 y que está emparentada con The social and economic history of the Roman Empire, obra más abarcadora, que también publicaron.

Dejo aquí las señas de una y otra, que pueden ser vistas en formato portátil, lo que permite llevarlas consigo al sitio donde leer más convenga (y esto dicho permitiéndoseme la pedantería algo provinciana de exponer al lector a textos en inglés, nada que no tenga remedio, claro):
La edición inglesa de Rome (Oxford, 1960)
El texto de Roma (Eudeba, 4ta. ed., 1977)
The social and economic history of the Roman Empire (Vol. I - Oxford, 1957; ed. especial, 1998)
The social and economic history of the Roman Empire (Vol. II, Notas - Oxford, 1957 - ed. especial, 1998)

Más de uno sabe de qué tratan estas obras. Por lo mismo, no será un servidor el que le diga a los peritos lo que deben leer y que ya seguramente han leído hace lustros. Tampoco es que sea necesario un programa de lecturas. Es sólo una ubicación general, en todo caso y por si hay quienes se interesen al fin, y eso respecto de Roma. De los orígenes hasta a última crisis, un texto en particular que tiene algún propósito.

Y, por el momento, mi único propósito, estimado lector, es compartir con usted la impresión que causan esas páginas, si uno quiere elucidar qué dirá el papelito sobre el que vengo meditando en estas semanas, por ejemplo.

        No hay que ajustar
        La gente te va a odiar


Notable cosa es ver de un tirón unos cuantos siglos de la historia de la Roma inmensa y especialmente su costado social y económico. Notable ver en ellos de entonces cosas nuestras de ahora, por ejemplo. Notable ver los problemas que afrontaron o crearon. Y el modo como los resolvieron o empeoraron.

Veces innúmeras las que tuvieron los romanos para diseñar y rediseñar políticas sociales, medidas políticas y económicas. Y políticas por económicas y económicas por políticas. Venalidades y genialidades. Astucias y tropiezos. Grandezas y miserias. Y detrás de ellos, otros más antiguos. Distintos, pero lo mismo y así hasta el orto de los tiempos humanos.

Viene subiendo por las venas, entonces, una sensación espantosa y al final sedante de no ser inédito en la huella histórica que dejamos en este valle bajo la luna; y una sensación consoladora de no ser el primer estúpido en el planeta silencioso.

Reconfortante, le diré. Sumamente ilustrativo.

Nadie, creo y visto así, debería arriesgarse a leer un papelito callejero, si antes no tiene a mano las herramientas hermenéuticas.

Y más: nadie debería exponerse a un discurso político sin esas herramientas. Ningún discurso político de los chicos buenos, ningún discurso político de los chicos malos.

Porque tanto los traficantes del odio revolú y la resistencia miliante, como los traficantes de la alegría inmanente y las expectativas pingües, le ocultan a su sencillo auditorio (a veces, su rastrero auditorio) lo que los hombres ya hemos hecho y dicho tantas veces. A veces lo ocultan por ignorantes y, lo que no dicen, no lo dicen porque no saben, sin saber incluso que repiten actos y dichos que desconocen. Y otras, sin siquiera preocuparse por si hay que saberlo, con la suficiencia decadente de un bichozno insolvente de bichoznos venales de bichoznos tarados y así siguiendo...


Por eso.

Permita una sugerencia de su ignaro servidor: échele una miradita al mundo antiguo.

Así, como al pasar, como quien levanta distraídamente un papelito del piso.





jueves, 19 de mayo de 2016

Papelito (II)


La combinación de 5 y 7 sílabas por verso es frecuente en estrofas como el haiku y también en la hispánica seguidilla.

Es, lo que se dice, arte menor.

En el caso presente -y es la primera observación pertinente a este asunto- son, bien mirados, versos de arte menor y precisamente de 5 y 7 sílabas:
No hay que ajustar
La gente te va a odiar
Habrá solemnes y circunspectos que se atreverán a decir que no es éste un comentario a la altura de la cuestión.

Pero hasta el más lelo tendrá que admitir que por métrica, ritmo y hasta rima, las dos líneas de marras son verso. Y entonces corresponde un liminar abordaje lírico.

Más diré: coreados a ritmo de batalla, son suceptibles de musicalización, bien que rudimentaria y pobre musicalización, concedo.

*   *   *

Otro punto que convendría iluminar un rato largo hasta llegar a una conclusión estable, es el del nexo ausente pero latente entre ambas líneas. Y con eso, el sentido dellas. La yuxtaposición hace más presente la ausencia.

Dije ya que parecía redondo el nexo causal:
No hay que ajustar
(porque o pues, ambos nexos causales en buena doctrina) La gente te va a odiar
Pero con el mismo énfasis advertí también que podría entenderse un semántico matiz consecutivo en esa sucesión, sin atender demasiado al nexo correspondiente y su naturaleza:
No hay que ajustar
(porque la consecuencia de dicha cosa será que...) La gente te va a odiar
Algo de trampa hay en esto último. Resulta que la consecuencia de ajustar es, a la vez, la razón postulada allí para no hacerlo; esto es, la consecuencia de ajustar allí dicha es la causa por la cual no habría que ajustar: el odio de la gente.

*   *   *

Dicho lo cual, metodológicamente, volvamos por un momento a las cavilaciones mudas que el papelito nos obliga a empollar.






miércoles, 18 de mayo de 2016

Papelito




Andaba por Olivos, hace ya un par de semanas, a unas cuadras de la Quinta del presidente.

Mañana frescofría, a eso de las 10. Buscaba un bodegón -que encontré en la Av. Maipú- para tomar un algo caliente, en un tiempo libre de clases.

El papelito estaba en el piso, sobre la vereda. Mide 9x10,5 centímetros y tiene la misma consigna de ambos lados.

Me quedé mirándolo un rato, estudiándolo, antes de ponérmelo en el bolsillo, cuidadosamente, como un arqueólogo levantaría un fósil jurásico.

Sumamente ilustrativo y rico en sugerencias: todo entero el índice de un tratado en exactamente 10 palabras.

Porque cuenta cada palabra, cuenta cada período y estructura, en esta oración compuesta con su subordinada adverbial causal (¿consecutiva?) sin nexo. (¿Prefiere dos construcciones yuxtapuestas? Me da igual... Aunque el valor causal (¿consecutivo?) de la segunda respecto de la primera no se lo quita uno así nomás...)

Lo tengo sobre mi escritorio desde entonces y lo miro cada vez que estoy en la cueva.

El derredor ayuda, claro que sí.

No el de la cueva.

El de la nuestra Argentina bicentenaria. Que, en el tiempo y el espacio, al fin de cuentas, es lo que está alrededor de la cueva y de su mismísimo y seguro servidor.


Como fuere.

Este papelito está preñado de sentido y es una pintura multifacética de nuestros días. Y de nosotros no sólo en estos días

A por él, entonces.

Pero, no ahora. No ahora un servidor, al menos.

Antes, mi estimado, haga lo propio: mirélo con atención y dígame si me equivoco respecto de la mucha leche que puede dar esta vaca orejana.