lunes, 30 de octubre de 2023

Excursus (III): A ver los apóstoles del mal menor




Pongámonos de acuerdo. Si se trata de una posición oportuna (sí: quise decir oportunista...), la cuestión tiene nada de interés real. Ni vale la pena trenzarse en idas y vueltas de fintas verbales. 

Si, en cambio, se plantea por convicción –incluso hasta por inadvertencia– entonces tal vez algo podrá discutirse del asunto. Y si bien es cierto que hay millones que no estarán en condiciones de acceder a distinciones más precisas y tomarán la cuestión del mal menor apenas como un eslogan o un diktat, sin colarlo para ver que tiene de verdadero, hay quienes difunden la consigna y sí están en condiciones de saber qué están diciendo y a qué están impulsando.

Adelanto mi opinión: en la mayoría de las gentes a las que les he oído exponer el malminorismo, veo que parece tratarse de un término talismán, algo como mágico, y hasta algo como un rayo inmovilizador que deje abierta solamente una puerta por la que se sentirían mejor viendo entrar a la mayor cantidad posible de gentes a la opción que ellos han elegido. En estos apóstoles he visto hasta una argumentación fatigada para llegar a la conclusión que mejor les cuadra. ¿Por qué es la que mejor les cuadra? Qué puedo decir, hay tantos motivos, aun entreverados en una madeja oscura y enmarañada, que no es para nada fácil separar las hebras.

Aversión al peronismo y muy especialmente al peronismo K con su legajo de desmanes, choreos, petulancia, patoterismo, inmoralidad y otras virtudes semejantes; también está el asco que les produce Massa, sea lo que ahora sea Massa en este microsegundo de su historia política personal, que nunca se sabe qué es, salvo que es Massa, lo que ya parece una patología completa en sí misma. Pero también está el miedo, la desesperación, o el afán de volver a hacer buenos negocios. O la expectativa ilusoria de poder recoger, arrodillados a los pies de la mesa de los patrones, las migajas de plástico con las que los patrones contentan a los pusilánimes, que no se atreven o no quieren hacer las cosas por sí mismos y esperan que se las regale otro, llave en mano. Migajas, por otra parte, de asuntos morales, culturales, educativos, políticos, económicos, que dicen importarles muy mucho. Pero, hay que decirlo dos veces, las migajas que esperan recoger son de plástico.

¿Hay que seguir? No: son demasiadas cosas las que se juntan y se hace pesado el discrimen. Salvada sea siempre la situación mental y afectiva subjetiva de cada persona que opta por sus propias razones lo que entiende ser el mal menor.

Me pregunto, eso sí, si además del eslogan malminorista y hasta la argumentación coucheada para sostenerlo y "militarlo", se han puesto a considerar seriamente la cuestión.

Primero, el capítulo del "género": opción por el mal menor, y después su "especie" de mal menor en política, que es sólo una aplicación particular. Me pregunto si, con el tono sesudo y preocupado que se les oye a varios, han desgranado hasta donde hayan podido la filigrana delicadísima que moralmente supone la opción por el mal (menor o no menor, es mal lo mismo), si han considerado las circunstancias y condiciones que hacen lícita la opción, que es en rigor una tolerancia y no una elección del mal estrictamente hablando. Cuestión moralmente delicada siempre y muy finita. 

Es antigua y problemática la cuestión de minima de malis eligenda y más problemática todavía tal vez la no menos antigua cuestión de consulere minus malum. Insisto: es delicada moralmente, en su género y en su especie (que es elegir el mal menor en política).

No sería del todo obligatorio, aunque convendría ciertamente repasar cómo lo considera Cicerón, que es uno de los inventores de la máxima que desata tratados y tratados, y que aparece en De natura Deorum tanto como lo aplica en discursos políticos o en el tratado sobre los deberes, y así. O, en un salto, cómo lo piensa San Agustín; o, en otro salto, Santo Tomás de Aquino, al menos en el De regimine principum o, si vamos a ver, a lo largo de casi toda su obra, no solamente en la Suma Teológica, pues está referida en opúsculos como De malo, obviamente, pero también en tratados mayores como los comentarios a las Sentencias, la Suma contra Gentiles, y otras partes.

Con todo y eso, y para no errar en el criterio, al caso vendría la distinción entre, por una parte, una recta comprensión de qué significa la opción y, por otra parte, la consideración muy menuda del mal menor en clave de moral proporcionalista o circunstancialista, al modo de Richard MacCormick, por ejemplo, que tanta discusión trae (y tanto se usa, incluso en estos días aplicada a una elección de candidatos), porque, simplificando, el proporcionalismo sólo compara como si dijera cantidades para considerar cuál es la mejor, haciendo del asunto una cuestión más material que formal, con graves consecuencias: como si dijera que es lícito, para salvar a 10, matar a un inocente, sin remordimiento, diría, porque 10 es más que uno, en proporción, y eso es bueno. Algo similar aunque discutible en menor medida ocurre con la regla de la razonabilidad, según la entiende John Finnis.

Pero a la vez, y entre otras cosas, me pregunto también si, para considerar en recta doctrina la cosa, ahora en materia eleccionaria y comicial, los malminoristas no se apuran a excluir y excomulgar la opción del voto en blanco o nulo entre los posibles males menores. Porque de hecho ambas opciones son lícitas moralmente, no solamente legales, y siendo así debe considerarse el caso de que esa posibilidad sea un bien o aun incluso una instancia elegible del manoseado mal menor y no solamente la elección del que se considera el candidato menos malo. Aunque hay que subrayar que candidato menos malo en esta precisa instancia actual es también una expresión que debe someterse a discusión, obvio decirlo.

Como se ve, son tantas las consideraciones –que supongo han hecho los apóstoles del mal menor, por ejemplo para la elección del 19 de noviembre– que entiendo sería largo examinarlas, discutirlas, matizarlas, ponderarlas, todos verbos que quiero suponer que ya han conjugado concienzudamente los promotores y militantes de esa postura, todas las cosas consideradas. 

Y advierto otra vez: no estoy hablando con los que quieren un voto a como dé lugar por la peores razones, no estoy hablando con los que quieren que gane su parte, no estoy hablando con los conversos o tránsfugas o mercenarios o apóstatas. Sólo hablo con los que de veras consideran el bien mayor posible, el bien mayor posible, repito: no "su" bien o el de su facción. El bien de la patria. El bien común.

Como fuere, ni a unos ni a otros voy a permitirles la extorsión moral, ni transformar en dogma lo opinable, ni hacer de lo optativo algo obligatorio. No sin antes, cuando menos, discutir seriamente el asunto y no con las sofísticas "verdades oportunas" de Protágoras.

Pero no dejemos esto sin una cosa más. 

Porque lo cierto es que a todos (y más a los que suenan muy preocupados por los destinos de la patria) nos cabrá que nos señale el dedo que nos conmina a contestar por qué no hemos hecho posible el bien mayor posible en lo político. Y se nos pedirá cuenta de por qué elegimos hacer y haber hecho más o menos la plancha con un jugo de pomelo en la mano sobre una cama inflable que flota sobre aguas medianamente cómodas, para que, cuando llegue el momento de las opciones que suenan en nuestra boca muy serias y preocupadas y patrióticas, sólo tengamos ante los ojos el ominoso cuco conveniente del mal mayor, y en las manos, claro, la "obligación" de considerar la estrategia oportuna y sedante de tener que recurrir al "salvador", es decir, al mal menor. 


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Para quien haya seguido la serie en la que venía tratando acerca de la Oda de Horacio y la aurea mediocritas, anoto que este excursus es parte de esa misma serie.



viernes, 27 de octubre de 2023

Décima prisionera


Cautivo de sólo amarte,
soy feliz: un prisionero
en la cárcel en que quiero
mi libertad entregarte.
Mi sentencia es contemplarte
y quiero seguir cautivo
en la prisión en que vivo:
que es yugo dulce vivir
para esta pena cumplir
sin querer ser fugitivo.


jueves, 26 de octubre de 2023

Auream quisquis mediocritatem diligit (II)




Nada en demasía
, dice Platón en el Filebo, un diálogo (con Protarco más que con Filebo) dedicado a la naturaleza y la calidad de los placeres, así como a la jerarquía que hace a la inteligencia un bien mayor y más noble que el placer. 
Filebo dice, que el Bien para todos los seres animados consiste en la alegría, el placer, el recreo y todas las demás cosas de este género. Yo sostengo, por el contrario, que no es esto, sino que la sabiduría, la inteligencia, la memoria y todo lo que es de la misma naturaleza, la justa opinión y los razonamientos verdaderos son, para todos los que los poseen, mejores y más apreciables que el placer a la par que más ventajosos a todos los seres presentes y futuros, capaces de participar de ellos. ¿No es esto, Filebo, lo que uno y otro sostenemos?
¿Esa máxima que menciona Platón dice lo mismo que aquello a lo que apunta Horacio con su aurea mediocritas? Pues, que me perdonen los peritos, pero no es lo mismo, a mi juicio.

Y por lo pronto no lo es porque, a mi entender, Horacio parece desdeñar la grandeza de la magnanimidad y de la consecuente magnificencia, mientras que Platón no la desdeña sino que, más bien, la pone como condición de la virtud misma. 

Algunos asimilan lo de Horacio al justo medio virtuoso en materia moral. Pero la aspiración del justo medio en el orden moral es en razón de que, dada una acción determinada (así como su naturaleza y fin), el exceso como el defecto, respecto de tal acción, no son virtuosos. Sin embargo, ocurre habitualmente que cuando se considera algo ser de más o de menos, no se mide con la naturaleza de la acción sino con el placer subjetivo del individuo como resultado de la medida de su acción o su omisión, y creo que Sócrates estaría de acuerdo con esto que digo.

Nada en demasía no se compadece con la aurea mediocritas sino con el secundum rationem de la doctrina moral realista.

“El bien de cualquier ser consiste en que sus operaciones estén de acuerdo con su forma. La forma propia del hombre es su alma racional. Por eso sus operaciones serán buenas si están de acuerdo con la razón recta”, dice santo Tomás de Aquino, comentando a Aristóteles. Y es el mismo Aristóteles el que advierte en la Ética a Nicómaco que, habitualmente, los errores respecto a lo que es bueno o malo se deben a procurar algún placer, que parece ser un bien, aunque no lo es.

La cuestión es importante, tuviere o no uno tiempo, espacio y oportunidad de desarrollarla. Por lo pronto, es importante en el orden personal tanto como social, porque aurea mediocritas –tal como la expone Horacio en su Oda– parece ser la medida de la cultura ambiente contemporánea, de los criterios dominantes. Todo tan fácilmente confundible con la prudencia, la racionalidad y hasta el mismo realismo filosófico. Y así es cuando, diría, el criterio es en última instancia de qué acción se obtiene más placer. Y lo destaco porque hay que ampliar el sentido en que se entienda eso que llamo aquí placer, más allá de lo que carnal o materialmente se entiende de habitual.

Ahora bien (y como ejemplo).

En estos días se habla demasiado del mal menor, y se pontifica respecto de él y de su aplicación a cuestiones inmediatas de lo político, como es una elección entre candidatos. Si fuera eso solamente no habría que preocuparse en exceso: la peor consecuencia es la del aburrimiento que causa oír argumentos a medio cocer y partisanos, tratando de justificar "algún placer" individual. Y sentirse confirmado en su propia elección vale como un motivo de placer. Y la conformidad que se sigue de no tener que abordar arduidades incómodas, no califica menos como placer. Arduidades tanto de pensamiento, en primer lugar, como de acción, finalmente, tratándose de lo político.

¿Será posible arrastrar al bimilenario Quinto Horacio Flaco y a su Oda a ese barro?

Pues fíjese que su servidor cree que sí.

Veremos.



miércoles, 25 de octubre de 2023

Auream quisquis mediocritatem diligit (I)


Rectius vives, Licini, neque altum
semper urgendo neque, dum procellas
cautus horrescis, nimium premendo
litus iniquum.

Auream quisquis mediocritatem
diligit, tutus caret obsoleti
sordibus tecti, caret invidenda
sobrius aula.

Saepius ventis agitatur ingens
pinus et celsae graviore casu
decidunt turres feriuntque summos
fulgura montis.

Sperat infestis, metuit secundis
alteram sortem bene praeparatum
pectus. Informis hiemes reducit
Iuppiter; idem

summovet. Non, si male nunc, et olim
sic erit: quondam cithara tacentem
suscitat Musam neque semper arcum
tendit Apollo.

Rebus angustis animosus atque
fortis appare; sapienter idem
contrahes vento nimium secundo
turgida vela.

Es la número X del libro segundo de las Odas de Q. Horacio, que murió apenas empezaba la era cristiana.

La mayor parte de su vida fue epicúreo, filosofía que aprendió en Atenas. Y, pese a eso, siempre creí que había algo de irónico en estos versos, aunque también por otra parte se adecuan a su filosofía.

Lo digo porque, de ser literal la interpretación, y no buscando en estos consejos a Licinio ulterioridades morales que beneficien a Horacio, atribuyéndole principios que tal vez no profesaba, se me hacen estos versos algo pusilánimes, más que epicúreos. Algunos sabios ven allí una expresión del justo medio moral en la aurea mediocritas. A mí, que no soy sabio, me cuesta ver eso.

En la número XI del primer libro, aparecen más consejos, esta vez dirigidos a una tal Leuconoe, entre los que figura al final, precisamente, el famoso carpe diem, que apunta a su filosofía de base:
Tu ne quaesieris – scire nefas – quem mihi,
quem tibi finem di dederint, Leuconoe, nec Babilonios
temptaris numeros. Ut melius quicquid etir pati.
Seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum, sapias, vina liques et spatio brevi
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit invida
aetas: carpe diem, quam minimum crédula postero.  


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Dos traducciones de autores distintos, que pueden seguirse con confianza, al menos para entender los latines de Horacio. Advierto que la traducción de la segunda se me hace fiel, pero durísima al oído. No así, en cambio, la primera, que me cayó mejor. 

Odas II, 10.

Vivirás más tranquilo, buen Licinio,
si en alta mar no bogas, ni tan cerca
de la orilla navegas, precavido, 
temiendo las tormentas.

Aquel que escoge la áurea medianía
no tiene, por prudente, un techo vil
pero también carece de palacio
por todos envidiado.

Castiga más el viento a los erguidos
pinos; peor caer desde altas torres,
y los relámpagos fulminan primero
las cumbres de los montes.

Un pecho bien templado entre lo adverso
aguarda, y en la suerte teme el cambio.
Júpiter trae inviernos, pero luego 
él mismo los destierra:

aunque el mal se presente, no es eterno.
Igual Apolo, que a veces despierta
con su lira a las Musas, y otras tensa 
la cuerda de su arco.

A la mala fortuna planta cara
manteniéndote firme y animoso;
recoge velas si un viento propicio
las hincha demasiado 


Odas I, 11.

Tú no pretendas buscar – es sacrilegio – qué fin a ti o a mí, 
dieron los dioses eternos, oh Leuconoe, ni babilonios signos 
tientes tampoco medir. ¡Cuánto mejor sobrellevar los hados! 
Si numerosos inviernos Júpiter dio, si último es este ya 
que alza gastadas piedras desmenuzando ahora al Tirreno mar, 
sabia tú tienes que ser, vinos filtrar, y en espacio breve 
larga esperanza podar. Mientras hablamos, huye fugaz el Tiempo 
ávido: gánate el día; nada confíes en el mañana incierto.


(Las traducciones son de la pluma de Ernesto Hernández Busto y de Manrique Altavista, respectivamente.) 


martes, 24 de octubre de 2023

Romancillo de un nombre


Zumbido de sol, panal,
es tu nombre cuando suena.
Miel de luz, flor de las flores,
murmullo en cielo de abejas.
Silencio y voz en el aire
que al corazón, cuando llega,
le da música sin notas
que es una canción sin letra:
como una noche en insomnio
rota de luna y estrellas,
como noche de un amante
que espera, espera y espera:
de puro silencio, ruge,
de puro rugido, aquieta.
Nombre que nombra los nombres
del mismo amor, y es la queja
de quien espera soñando
que despertó y ya no sueña.



lunes, 23 de octubre de 2023

Décima de la siesta


Dormida en tu paz, dormida
bajo la luz del aromo,
florecido y alto como
tu beatitud florecida.
Sueñas que está bendecida
la tibieza en tu regazo,
sueñas que llego y disfrazo
mi corazón con tus flores,
sueñas murmullos de amores
que susurran con mi abrazo.


 

domingo, 22 de octubre de 2023

Romancillo del viento de nadie


Es por ti el aire del viento,
no para viento de nadie,
porque es suspiro que luce,
beso de brisa en el aire
para que aliente en tus ojos
la luz mejor que me irradien.

Es tormenta entre la manos
que entre las caricias nace,
vendaval de corazones
que no son sólo de sangre,
que son amor en torrentes,
que son de amor manatiales.

Es viento sólo contigo
el viento que no es de nadie,
que es para ti solamente
todo mi aire que es tu aire.


 

viernes, 20 de octubre de 2023

Décimas de tu cielo


Bajo el cielo en que te vi,
donde la sierra madura,
un lienzo de nube oscura
lloviznaba para ti:
y me dijiste que sí.
Vuelve en sabor de paisaje
cada camino del viaje
que caminé para verte:
vuelvo a andar hasta tenerte
volviendo a mí en mi equipaje.

Ahora la noche tiene
el aire con que has dejado
el beso en el encordado
de tu guitarra que viene
en un son que me sostiene
y aplaca la lejanía
de tu canción que decía
la memoria de tu amor:
caricia tu voz en flor
para que en ti me serene.



jueves, 19 de octubre de 2023

Romance de la mar amarga


...soñando en la mar amarga.

 Romance sonámbulo.
 Federico García Lorca 

 

Con sal que tiembla en el viento
la niña de luz se baña,
bajo una luna que duerme
entre mil estrellas claras.
Sueña una ronda de peces
que rondan bajo las aguas
y va con sus pies desnudos
arando arena en la playa
y sembrando en surcos sueños
que endulzan la mar amarga.
Va como novia y parece,
su falda de lino parda,
un vestido para bodas
que luce, como de plata,
bajo la luna dormida
en lecho de espuma opaca.
Ya se recuesta y suspira,
ya el suspiro vuela y viaja
sobre las ancas del aire
que agita la mar amarga,
potro gris que se encabrita,
yegua oscura que se alza
en olas que rugen fieras,
en rugidos que le cantan
epitalamios de sueños,
mientras sueña que la abraza
la noche que va con ella
vestida de novia blanca,
noche de sombra y promesas,
silencio de sombras vanas
que ya no ve, aunque la vean,
soñando en la mar amarga.


 

miércoles, 18 de octubre de 2023

Fenomenología de la guerra




Por supuesto: es impresionante y terrible. La guerra, el humo, el sonido y el olor de la guerra, siempre es impresionante y terrible. 

Presidentes, ministros, militares, milicianos, periodistas, opinadores, escritores, dirigentes de esto y de aquello, cuando hay guerra, hablan del humo, del sonido y del olor de la guerra. Humo de proyectiles y demoliciones, olor de combustibles y armas, mezclados con estallidos y con ayes de heridos y hedores de muerte. La guerra es siempre un catálogo de heroicidades y atrocidades en medio del humo, del sonido y del olor de la guerra.

Pero esa es la fenomenología de la guerra. Contar pertechos y armamentos, contar metros y kilómetros de territorio, contar víctimas de combatientes, víctimas de inocentes, contar destrucciones y victorias y derrotas. Contar números. Y en general números con adjetivos. Números que hacen las veces de substantivos de la guerra y adjetivos que aportan los bandos en guerra, según lo ven o lo dicen ellos mismos: buenos que son malos frente a malos que son buenos. Dialécticas de guerra, municiones verbales. Adjetivos y números.

Pero todo eso, con todo y lo impresionante que puede ser y es a la vista y al oído y a las pituitarias, es ciertamente el catálogo fenomenológico de la guerra. Terrible catálogo fenomenológico.

Y por supuesto que están las cuestiones que, más o menos hipócritamente, los que hablan de la guerra que también son los que hacen, promueven, alientan las guerras tantas veces, llaman "las cuestiones humanitarias". Y claro que esas cuestiones humanitarias –que tampoco interesan demasiado en tiempos de paz– son dolorosas y dolorosísimas. Y son dolores reales y fieros. Y lastiman a los muertos y a los heridos y a los que ven a los muertos y a los heridos y hasta a los que hablan de los muertos y los heridos. Pero también eso entra en la categoría de fenomenología de la guerra. Como tantas veces pedir por la paz es pura fenomenología, asentada sobre cadáveres y mutilados y destrucción. Y el fenomenológico humo, sonido y olor de la guerra.

Pero en la guerra presente, que es pasada y que promete ser futura hasta que ya no sea, la fenomenología de la guerra no alcanza.

Porque está el misterio.

Y está el misterio porque, mucho más allá de la fenomenología de la guerra, está Abraham. Y está Ismael. Y está Isaac. 

Y está Cristo.

Y con Él está el misterio de la historia y de la metahistoria.

Pero de eso no se habla. De eso no hay que hablar.

No hay fenomenología para eso.

No hay números ni adjetivos para eso.

Es políticamente correcto hablar de la fenomelogía de la guerra y del horror de la guerra.

Pero hablar del misterio de la historia no es políticamente correcto.

No hay fenomenología para eso.

No hay números ni adjetivos para eso.

Porque es demasiado substantivo.



miércoles, 11 de octubre de 2023

Apunte sobre el estado de la nación (V)




Según quién lo diga, lo que viene no es bueno. Y lo curioso es que cualquiera que lo dijere tendría razón, aunque por motivos distintos.

Con una salvedad: sólo estarían conformes con lo que viene ciertas clases de personas, y eso según su posición al final de la reyerta eleccionaria, lo que incluye principalmente a la dirigencia del país, de cualquier ámbito, que, mal que mal, también son personas.

Pero el hombre común no puede estar conforme, aunque para hacerse cargo seriamente de esa perplejidad o desazón y darle un rumbo distinto a sus preocupaciones, tendría que pensar en cosas más graves que las escapadas del dólar o el nivel de los precios.

Ambas cosas deberían ser para él los signos claros de que, si esas cosas son de algún modo importantes, él no tiene modo de defenderse de lo que ocurra con ellas. La ilusión de que puede hacerlo a corto plazo corriendo detrás de las monedas o acopiando bienes no perecederos, es exactamente eso: una ilusión de corto plazo. El hombre común no tiene espaldas para afrontar los ataques cruzados de los poderes que intervienen. Sólo tiene espaldas para soportar el yugo que sobre él descarga la dirigencia política o económica, de un modo u otro, según el caso. 

De la única cosa que se ha venido hablando con pasión es de la economía. La izquierda y los progresismos anotan algunas líneas más ("derechos", por englobar genéricamente sus preocupaciones reales o aparentes), pero sin la convicción que ponen en su furia por las cuestiones económicas y financieras, porque su matriz ideológica les impone subordinar a lo menos lo más, según los postulados de esa matriz.

En esas materias, con todo, hay que distinguir entre lo que dice la izquierda o lo que postula y empuja el progresismo que gobierna (o que quiere gobernar). La izquierda no puede sino hacer un planteo maximalista, por convicción ideológica o para diferenciarse, en una genérica lucha de clases que es el leit motiv del que dialécticamente no puede deshacerse. El progresismo –más o menos capitalista, según cuán a la izquierda o a la derecha ideológica esté– tiene un menú más nutrido, aunque rueda en una dirección que hoy por hoy es global, es decir, una agenda preestablecida que depende de condicionamientos planetarios y de grandes bloques, más que de proyectos nacionales.

En ese sentido, la aparición de un personaje como Javier Milei podría desorientar: algo insólito y nuevo que cambia los ejes de las discusiones. Pero para poder definirlo así habría que conceder que sus postulados son personales y creativos, cuando en realidad sólo son una retórica brutal y disruptiva en el ámbito local de recetas socioecómicas y financieras conocidas. Y son y seguirán siendo retórica hasta tanto le llegue el turno, si le llega, de ejecutar efectivamente sus galimatías econométricos y sus exabruptos.

Pero siempre es la economía. Y en eso hay un mensaje adicional: la matriz económica define cosas más importantes que la misma economía. Eso es marxismo explícito, y hasta en su versión pregramsciana. Pero es marxismo explícito porque es materialismo explícito. Y eso no es patrimonio del marxismo, ni única ni principalmente. De modo que, en ese sentido y así visto, Milei es tan marxista como Bregman y Bregman es tan liberal como Milei.

Para que fuera de otro modo, la política tendría que poner orden. Pero la política en la Argentina no puede, no sabe y no quiere. Y no puede porque no quiere y no puede porque tampoco sabe, aunque quisiera poder.

Que no pueda con eso la dirigencia política es grave, pero conocido. 

Sin embargo, un aspecto menos o nada frecuentado de la batalla cultural que se pretende, es elaborar, impulsar y realizar un modelo de vida política de la polis. Pero hasta donde alcanza a verse, no hay espacio intelectual ni espiritual para eso. Ni hay voluntad política para pensar políticamente la vida política de la polis. 

Mientras tanto, el hombre común, el hombre de la calle al que todos dicen defender, es el rehén de las cuentas que otros hacen por él. Y contra él.



domingo, 8 de octubre de 2023

Ser contigo


No fue un sueño. Fue paz y el aire quieto
meciendo al corazón que te veía
ir y venir, trazando la alegría
por entre el bosque del amor secreto.

No fue un sueño. ¿Cómo lo sería?
Sólo tu paso suave, el son discreto
de tu voz dando voz a este soneto
(y yo creyendo que la voz es mía...).

Y después de la noche, la mañana
que exhala aromas nuevos de tu mano,
y un sol completo que a tu luz bendice.

Traje conmigo de tu paz serrana
mil hebras tuyas, cuando vine al llano,
para que ser contigo me eternice.



miércoles, 4 de octubre de 2023

Canción mutua


Este sur nos ampara y nos aleja
de la tristeza gris bajo la luna:
entreteje tu gozo y mi fortuna
con el hilván de amor de su madeja.

Este sur va dictando runa a runa
la canción que te canto y te corteja,
y en una lengua dulce te festeja
con voz de viento y nieve y de laguna.

Alto en un cerro y otro, el sur te mira,
te busca si te apartas, te consiente,
y con el aire de tu voz respira.

Soy este sur de hielo y fuego ardiente.
Eres el sur que abraza y que me inspira.
Somos el sur y siempre y mutuamente. 


domingo, 1 de octubre de 2023

Nosotros al sur


Un milagro de piedra me acompaña;
y hay un ofrenda entre la nieve pura
de un bosque claro con su sombra oscura,
abrazado a los pies de la montaña.

Te llamo con la voz tibia que empaña
ese cristal del aire. Tu figura,
libre en la peña helada y en su altura,
parece que me sueña y que me extraña.

Entonces llega el sol quebrando el hielo
y vuelve el hielo en agua trasparente
y el agua clara espeja todo el cielo.

Siento la mano de tu amor sonriente
correr un velo gris, muy suavemente,
y hallar mi corazón detrás del velo.