lunes, 19 de diciembre de 2005

Macedonia


















Una vuelta por allí, vagando.

Esto está en una selección de fotos de Reuters.

Dicen allí que se trata de un hombre tomando brandy y cerveza artesanal en un lago helado en Macedonia, el 31 de enero de 2006.

Qué puedo decir.

Mejor para él.

Que el lago esté helado, que tenga un parasol, unas sillas, tabaco de fumar, unos pocos camaradas, una mesa (¡con mantel...!) y que tenga brandy y cerveza artesanal...

Qué puedo decir.

¡De cuántas cosas es prueba esta foto!

miércoles, 30 de noviembre de 2005

I rest

Es una bonita expresión.

Sonaba muy bien al final de la famosísima y tradicional The Parting Glass, que me gusta oírles a The Chieftains, grabada en vivo en algún lugar de Irlanda.
Of all the money e'er I had,
I spent it in good company.
And all the harm I've ever done,
Alas! it was to none but me.
And all I've done for want of wit
To mem'ry now I can't recall,
So fill to me the parting glass,
Good night and joy be with you all

Oh, all the comrades e'er I had,
They're sorry for my going away,
And all the sweethearts e'er I had,
They'd wish me one more day to stay,
But since it falls unto my lot,
That I should rise and you should not,
I gently rise and softly call,
That I should go and you should not,
Good night and joy be with you all.

If I had money enough to spend,
And leisure time to sit a while,
There is a fair maid in this town,
That sorely has my heart beguiled.
Her rosy cheeks and ruby lips,
I own she has my heart in thrall,
Then fill to me the parting glass,
Good night and joy be with you all.

(I rest...)

Poética expresión.

Sin embargo, y en realidad, las más de las veces la he oído en los juicios, en inglés, y allí me suena mejor todavía, no sé por qué. Salida de quién sabe dónde, y saberlo no sé si le agregaría algo más a la poesía que ya se me hace que tiene.

Cuando terminan con lo que tienen para decir o preguntar, o cuando prefieren o conviene callar, las partes suelen decir: the State rests, the Crown rests, the Prosecution rests, si se trata del estado, acaso la corona o la fiscalía y, si se trata de la defensa, the Defense rests.

Y, así, descansar y callar se vuelven sinónimos.

Descansan y entonces callan. O, tal vez, más bien al revés.

martes, 29 de noviembre de 2005

Fin de una edad

En una carta a Colin Bailey, del 13 de mayo de 1964, Tolkien comenta su cuento inconcluso "The New Shadow":
Empecé, por cierto, una historia cuya acción se sitúa unos 100 años después de la Caída, pero resultó a la vez siniestra y deprimente. Como que tratamos de Hombres, es inevitable que nos centremos en el rasgo más lamentable de su naturaleza: su rápida saciedad con el bien. De modo que la gente de Gondor, en tiempos de paz, justicia y prosperidad, se volvería descontenta e inquieta -mientras que los dinastas que descendían de Aragorn se convertirían sólo en reyes y gobernantes- como Denethor o aun peor. Descubrí que en época tan temprana se había dado una cosecha de proyectos revolucionarios en torno a un centro de una religión satánica secreta; mientras que los niños gondorianos jugaban a ser Orcos y se divertían haciendo daño. Podría haber escrito una historia de acción sobre el plan, su descubrimiento y reducción, pero sólo habría sido eso. No valía la pena el intento.
Unos años después, en 1972, retoma el asunto en otra carta, esta vez a fray Douglas Carter:
No he escrito nada que vaya más allá de los primeros años de la Cuarta Edad. (Excepto el comienzo de un cuento que supuestamente se refiere al fin del reino de Eldaron unos 100 años después de la muerte de Aragorn. Luego descubrí, por supuesto, que la Paz del Rey no contendría cuentos dignos de recontarse, y que sus guerras tendrían poco interés después del derrocamiento de Sauron, sino que casi con seguridad se produciría por entonces una cierta inquietud, consecuencia -según parece- del inevitable hastío que el bien produciría entre los Hombres: habría sociedades secretas que practicarían cultos oscuros y otros dedicados a los Orcos entre los adolescentes.)

lunes, 28 de noviembre de 2005

El espejo de los enigmas

Borges dice que
la "razón" a la que Chesterton supeditó sus imaginaciones no era precisamente la razón, sino la fe católica, o sea, un conjunto de imaginaciones hebreas supeditadas a Platón y a Aristóteles...
Este pasaje, para los pesquisas, está en la Nueva Antología Personal, en un ensayito que se intitula Sobre Chesterton.

El siguiente ensayo de la serie es el que me interesa ahora y está, creo, relacionado con el anterior.

Se llama El espejo de los enigmas. Allí, Borges se dedica a rastrear, con cierta displicencia y erudición, seis momentos, entre 1894 y 1912, en los cuales León Bloy interpretó, aplicó o desarrolló de algún modo un versículo de san Pablo, aquel de la primera carta a los Corintios (XIII, 12), que Borges transcribe en latín:
Videmus nunc per speculum in aenigmate: tunc autem facie ad faciem. Nunc cognosco ex parte: tunc autem cognoscam sicut et cognitus sum.
Según Borges, nadie como Bloy recorrió tan asombrosamente el camino que va de decir que la Sagrada Escritura tiene valor simbólico, además del literal, a pensar que la historia del universo -y en ella nuestras vidas y el más tenue detalle de nuestras vidas- tiene un valor inconjeturable, simbólico.

Al llegar a la sexta cita de Bloy, Borges refiere un texto de 1912, L'Ame de Napoléon,
libro cuyo propósito es descifrar el símbolo de Napoleón, considerado como precursor de otro héroe -hombre y simbólico también- que está oculto en el porvenir. Básteme citar dos pasajes. Uno: "Cada hombre está en la tierra para simbolizar algo que ignora y para realizar una partícula, o una montaña, de los materiales invisibles que servirán para edificar la Ciudad de Dios." Otro: "No hay en la tierra un ser humano capaz de declarar quién es, con certidumbre. Nadie sabe qué ha venido a hacer a este mundo, a qué corresponden sus actos, sus sentimientos, sus ideas, ni cuál es su nombre verdadero, su imperecedero Nombre en el registro de la Luz... La historia es un inmenso texto litúrgico donde las iotas y los puntos no valen menos que los versículos o capítulos íntegros, pero la importancia de unos y de otros es indeterminable y está profundamente escondida."

Los anteriores párrafos tal vez parecerán al lector meras gratuidades de Bloy. Que yo sepa, no se cuidó nunca de razonarlos. Yo me atrevo a juzgarlos verosímiles, y acaso inevitables dentro de la doctrina cristiana. Bloy (lo repito) no hizo otra cosa que aplicar a la Creación entera el método que los cabalistas judíos aplicaron a la Escritura. Éstos pensaron que una obra dictada por el Espíritu Santo era un texto absoluto: vale decir un texto donde la colaboración del azar es calculable en cero. Esa premisa portentosa de un libro que es un mecanismo de propósitos infinitos, les movió a permutar las palabras escriturales, a sumar el valor numérico de las letras, a tener en cuenta su forma, a observar las minúsculas y mayúsculas, a buscar acrósticos y anagramas y a otros rigores exegéticos de los que no es difícil burlarse. Su apología es que nada puede ser contingente en la obra de una inteligencia infinita. Léon Bloy postula ese carácter jeroglífico -ese carácter de escritura divina, de criptografía de los ángeles- en todos los instantes y en todos los seres del mundo. El supersticioso cree penetrar esa escritura orgánica: trece comensales articulan el símbolo de la muerte; un ópalo amarillo, el de la desgracia...

Es dudoso que el mundo tenga sentido; es más dudoso aún que tenga doble y triple sentido, observará el incrédulo. Yo entiendo que así es; pero entiendo que el mundo jeroglífico postulado por Bloy es el que más conviene a la dignidad del Dios intelectual de los teólogos.

Ningún hombre sabe quién es, afirmó Léon Bloy. Nadie como él para ilustrar esa ignorancia íntima. Se creía un católico riguroso y fue un continuador de los cabalistas, un hermano secreto de Swedenborg y de Blake: heresiarcas.


Es notable que Borges sea capaz de citar a Bloy, nombrándolo en francés: Léon.

Más allá de esta facilidad para lo exterior, de esta connaturalidad con la cáscara de las cosas, no me estoy fijando en la forma en que Borges, de dos posibilidades, elige, con cierta disciplina militante, la escéptica. Es hasta cierto punto comprensible o por lo menos frecuente. Le pasa a muchos. He visto eso entre los matemáticos, entre algunos físicos o médicos, por ejemplo. Hay una cierta relación cordial entre la crítica, la superstición racionalista y el espiritualismo espiritista y el apetito heterodoxo.

Una cierta necesidad brumosa de iluminar con un foco potente la realidad que la religión, la teología y hasta la metafísica parecería que oscurecen.

El problema es que esa "luz" que trata de desmitificar la mirada simbólica del cristianismo, por ejemplo, no alcanza para "construir" una nueva mirada. Apenas parece que sirve para intentar destruir, con incomodidad, con impaciencia iluminada y crítica, la "inocencia" del cristiano.

Y cuando con cierta condescendencia se le concede su "sospecha" simbólica, cuando se le admite al cristiano que "hay algo más", parecería necesario -con necesidad apostólica y docente- "explicarle" que esa sospecha ni le es propia, ni está en la dirección correcta.

Parecería que hay que terminar admitiendo que la criptoescritura de la realidad tiene que tener, por algún lado -y más bien al fin de cuentas- una intención malévola, ajedrecística, una estrategia de enmascaramiento, una disciplina del arcano sesgada y escondedora, una especie de burla.

Una especie de magia non sancta parece que se esconde detrás de todas las cosas, visibles e invisibles. Dios, así visto, no es del todo ajeno a este laberinto hecho para que el hombre pruebe que es capaz de no perderse. El fatum gobierna con sofisticada crueldad las ansias de felicidad, el deseo de saber.

Así parece que algunos se sienten más cómodos en este mundo. Así toleran las preguntas y las respuestas y la falta de respuestas que obliga a renunciar a las preguntas. Sólo así. Un juego donde los dados de las probabilidades estén cargados. Y se sepa que están cargados. La tarea del hombre es pulsearle a Dios sobre el tapete verde. La felicidad es hacer saltar la banca, correr el velo mañoso y engañoso. Sumar y restar letras, hacer palabras cruzadas con los momentos y los brillos falsos que nos hacen ver las cosas de un modo distinto a su vera realidad. Las doce pruebas de Hércules. El destino amargo ya estipulado y la felicidad como aceptación lúcida de que no vale la pena conocer el destino amargo estipulado. Porque no hay tal destino, ni quien lo estipule.

No soportan la idea de un final feliz. No toleran ninguna eucatástrofe.

Espejos que no reflejan nada. Enigmas solubles, pero finalmente vacíos.

Podría decirse rápidamente que eso es falta de fe. Y es probable, aunque esa explicación no hace demasiado al asunto.

Sería de una crueldad indecible suponer que Dios le retacea o le quita la fe a un hombre para que no pueda entender lo que significan -para que no pueda entender lo que simbolizan además de no entender lo que son- las flores y las montañas, una viña o un hijo.

En The Wild Knight, precisamente, Chesterton escribió su conocido
Ecclesiastes

There is one sin: to call a green leaf grey,
whereat the sun in heaven shudddereth.
There is one blasfemy: for death to pray,
for God alone knoweth the praise of death.

There is one creed: 'neath no world-terror's wing
apples forget to grow on apple-trees.
There is one thing is needful -everything-
the rest is vanity of vanities.
Es muy probable que haya algo peor que ser infiel, en el sentido teológico del término. Porque la gracia supone la naturaleza.

Como, en consecuencia, es hasta probable que muchos fieles religiosos desconozcan el sentido simbólico de todas las cosas. Incluso, y hasta cierto punto en consecuencia, desconozcan el sentido de la liturgia que contemplan y de la fe que proclaman y hasta viven.

Borges se queda muy conforme pensando que el hecho de que la Cábala cuente y mida misterios, es suficiente concesión al simbolismo que preña la realidad (la natural y la sobrenatural). Como parece que a él le parece que el simbolismo de la realidad queda cohonestado, convalidado, que es admisible, que es lo suficientemente civilizado, si lo profesan heresiarcas.

Pero eso para nada es exclusivo de Borges.

El mundo es bastante normal. Y el simbolismo es parte del mundo, es parte del lenguaje del mundo, como es parte del lenguaje con que Dios le habla a los hombres.

A Chesterton, por caso, parece molestarle que alguien niegue el color verde de una hoja verde. Mucho antes de molestarle que alguien pueda negar el símbolo y el misterio que esa "verdidad" supone. Chesterton parece seguro de que negando el verde también se negará y se niega el misterio. Porque el acento lo pone, al parecer, en 'negar'.

Dice san Pablo,
nunc cognosco ex parte: tunc autem cognoscam sicut et cognitus sum
Ahora conozco parcialmente.

Pero eso también significa que aunque vea una cosa, no veo necesariamente todo lo que significa: es decir que de ella veo aquí una parte.

Bien. Pero a pesar de eso, estoy como obligado a entender, siquiera a vislumbrar, a barruntar el todo, a través y a partir de la parte que conozco ahora. Un todo que le da sentido y explica además, hasta donde me es posible entender, la parte misma. No tenemos otro modo de saber.

Sin el símbolo mediante, eso es imposible.

En el mismo sentido hay que entender, creo, eso de que
No hay en la tierra un ser humano capaz de declarar quién es, con certidumbre. Nadie sabe qué ha venido a hacer a este mundo, a qué corresponden sus actos, sus sentimientos, sus ideas, ni cuál es su nombre verdadero, su imperecedero Nombre en el registro de la Luz...
Pero si la única forma de entender el misterio es como una trampa; si no hay modo de entender el misterio y el consecuente símbolo protector, como un rasgo de misericordia, entonces no hay modo feliz de entenderlo.

Y entonces no veremos nada.

Y entonces es comprensible que no haya felicidad alguna, porque el que nada ve, el que nada espera ver, no tiene motivo para alegrarse.

domingo, 27 de noviembre de 2005

Ya veremos

El hispánico Marco Valerio Marcial, en su colección Epigrammaton -en el Libro XII, el último-, pone este epigrama XLVI, que siempre me gustó:
Difficilis facilis, iucundus acerbus es idem:
Nec tecum possum vivere, nec sine te.

Algo que muy bien podría decirse de tantas cosas y gentes. Eres el mismo siempre, fácil o difícil, alegre o ácido. De modo que no puedo vivir contigo, y sin ti tampoco puedo.

Así pasa. Cosas. Personas. Nosotros mismos. Después de todo, difícil vivir con nosotros mismos y sin.

De mí, sin ir más lejos, podría decirlo. Y hasta de estas páginas. Y de tantas otras cosas nuestras: cosas nuestras con las que no podemos vivir, ni sin ellas.

Por su parte, el itálico Quinto Horacio Flaco -murió precisamente, y según dicen, un 27 de noviembre del año 8 a.C.-, trae en el III libro de sus Odas, este poema que lleva el número 30 y es una especie de imponente epílogo -ya famosisímo- a su obra
Exegi monumentum aere perennius
regalique situ pyramidum altius,
quod non imber edax, non Aquilo impotens
possit diruere aut innumerabilis
annorum series et fuga temporum.
Non omnis moriar, multaque pars mei
vitabit Libitinam: usque ego postera
crescam laude recens, dum Capitolium
scandet cum tacita virgine pontifex:
Dicar, qua violens obstrepit Aufidus
et qua pauper aquae Daunus agrestium
regnavit populorum, ex humili potens
princeps Aeolium carmen ad Italos
deduxisse modos. Sume superbiam
quaesitam meritis, et mihi Delphica
lauro cinge volens, Melpomene, comam.


En realidad, creo que en este caso es distinto. Espero. Porque de mí mismo, en este sentido, no me atrevería a decir semejantes cosas. Y de mi "obra", menos.

¿Exegi monumentum...? ¿Que si finalmente logré con "mi obra" levantar un monumento más duradero que el bronce, que traspasará el tiempo? ¿Cuál obra?

Y, no, vean; en realidad, no. Eso podrá decirlo Horacio, acaso. No es que uno no querría, tal vez; porque, si nos ponemos a ver honestamente el asunto, esa vanidad no es exclusiva de nadie y es bastante democrática.

Ahora, que
Non omnis moriar...
y que, además,
multaque pars mei vitabit Libitinam...
Y sí, eso sí es verdad: no moriré del todo, no. Y algunas -no creo que 'muchas'- cosas "burlarán" la muerte, mi muerte, en ese sentido. No sé si "mi obra" lograría eso, como dice Horacio de la suya. Pero -está claro-: no soy Horacio.

Sin embargo, es verdad que cosas nuestras "burlarán" la muerte, nuestra muerte. Y Dios quiera que nosotros mismos podamos "burlar" -en muy otro sentido- la muerte y no morir del todo. Y vivir.

Lo que tiene de emocionante esta historia, con todo, es que no sabemos qué cosa será ésa: cuál de "nuestras cosas" nos sobrevivirá (no sabemos muy bien cuál es "nuestra obra", realmente) y por ella se nos conocerá. Se nos conocerá aquí. Pero, más que aquí, allá...

Mejor.

Pasando por alto el apetito de fama pagano -más allá de ese eco temporal de nuestras acciones- nuestras cosas, nuestras acciones hacen algo que al final contará: se saltan el tiempo, saltan fuera del tiempo.

Monumentum aere perennius, verdaderamente: monumentos mucho más perdurables que el bronce.

Y ahí sí no importa si son poemas (no, Horacio, lo lamento...), o qué será: cualquier cosa que hagamos, que hemos hecho, es, por algún lado, por alguna razón, aere perennius.

Y no sabemos, siquiera -y sobre todo-, cuál de todas esas cosas es la que cuenta.

Cuál de todas es aquella por la cual hemos venido al mundo.

Aunque ahí se hace cierto también -de otro modo- que tantas veces no podemos vivir con ellas, ni sin ellas.

Pero, cuáles han sido realmente las difíciles, cuáles las fáciles, cuáles las alegres y cuáles las ácidas. Con cuáles, en fin, hemos podido vivir y sin cuáles no hemos podido.

Seguiremos, creo, sin saberlo exactamente del todo.

Y entonces, y por esa razón, todas cuentan.

Mejor.


Un día sabremos.

viernes, 25 de noviembre de 2005

Tarde, con T de Tomás



Tomás era de pequeña estatura y de cabello cobrizo oscuro. Estaba más lejos que los demás y llegó después de la muerte de María. Vi cómo el ángel encargado de prevenirlo, se allegó a él. No estaba en la ciudad, sino en una cabaña de cañas, y se hallaba en oración cuando el ángel le dio la orden de partir para Éfeso. Lo vi sobre el mar, en un barquichuelo, con un servidor de gran simplicidad; atravesó luego el continente, pero, según creo, sin entrar en ninguna ciudad. Un discípulo vino con él. Se hallaba en la India cuando recibió el aviso; pero, antes de recibirlo, había formado el proyecto de ir más al Norte, hasta Tartaria, y no pudo resolverse a abandonar aquel proyecto. Siempre quería hacer demasiado y a menudo llegaba tarde. Fue hacia el norte, cerca de China, y llegó hasta las posesiones actuales de Rusia. Allí recibió un nuevo aviso, y se dirigió con toda prisa a Éfeso. (...) Tomás no volvió aTartaria después de la muerte de María; murió atravesado por una lanza en la India.
Así cuenta la beata Ana Catalina Emmerich una visión de lo ocurrido a propósito de la Asunción de la Virgen en Éfeso, tal como aparece en la Vida de la Santísima Virgen.

Tomás, sí.

Otra vez Tomás.

Dídimo, el mellizo.

Aquel que fue el único en llegar tarde a la primera bienvenida de los apóstoles a Jesús, que recién había resucitado.

Parece que fue el único que llegó tarde a la despedida de los apóstoles a María.

Ay, Tomás, Tomás...


Pero.

Tomás nosotros
, en realidad.

Tomases somos, me parece.

Es nuestro mellizo.

Llegamos tarde. Siempre tarde. Siempre.

Tardamos en recibir, tardamos en despedir.

Tardamos. Llegamos tarde. No estamos. Cuando Él llega de la muerte, cuando Ella se va al cielo.

¿Dónde estaremos cuando nos llamen?

¿Qué estaremos haciendo cuando nos lleguen los días de la despedida, de la bienvenida; el día final, el primer día?


Es un consuelo que a Dios no se le haya olvidado el santo Tomás.

jueves, 24 de noviembre de 2005

Lo que no vemos

Es verdad. A poco que uno desanda lecturas y recuerdos, el asunto de las despedidas se vuelve -puede volverse- omnipresente.

Así, por ejemplo, me lo recuerda Margarita, que me propone una despedida de El fin de la aventura, de Graham Greene.
-...el amor no termina simplemente porque uno no ve al otro... Amor mío, amor mío, ¿acaso la gente no sigue queriendo a Dios toda su vida, a pesar de no verlo?
Habíamos convenido tan alegremente en eliminar a Dios de nuestro mundo. Cuando prendí la linterna para alumbrarla a través del hall devastado y a oscuras, volvió a decir "Todo debe ir bien, si amamos lo bastante."
-Yo no puedo dar más -repuse-, te lo he dado ya todo.
-Tu qué sabes -dijo-, qué sabes.

Y, sí. Está en una línea parecida. Aunque le da un giro algo distinto a la cuestión, también.

Sarah y Maurice, son amantes (como Charles y Julia y, como en ese caso, también, ella deja lo que más ama para irse al Cielo...); su aventura transcurre en medio de la guerra y los bombardeos. No le faltan milagros a la novela. De hecho, ella, en medio de su 'aventura', resuelve volver a la fe de su bautismo a propósito de un 'milagro' o suceso maravilloso y de este modo deja a Maurice para morir luego.

Sin embargo, Greene, comete un error, creo.

La novela comienza con palabras fuertes: Una historia no tiene principio ni fin...

Y allí ya no estoy tan seguro. Si lo que quiere decir (por el tono y el desarrollo de la novela, tal vez podría entenderlo así) es que es más lo que no sabemos que lo que sabemos de las cosas de este mundo y de las vidas de otros, aun de los más próximos, pues, en ese caso, puede ser. Si lo que quiere decir es que hay una nota de angustia y cerrazón en todas las cosas humanas porque la historia no depende enteramente de nosotros, ya no estoy tan seguro. Y no porque en cierto sentido esto no sea verdadero. Sino porque Greene, creo, tiene la propensión a poner demasiada tensión entre el hombre y Dios, tensión desesperada a veces -lo cual no tiene que escandalizar a un hombre de nuestro tiempo por católico que fuere o pareciere-, pero desesperación que a veces parece fundada en una cierta distancia de Dios respecto de las cosas y de los hombres, cierta ausencia negativa.

Porque la esperanza, finalmente, creo, se funda en una percepción, en una concepción muy honda, silenciosa, paradojal. Y esa certeza -que también es parte de la fe- es la certeza de que lo que no vemos es tan consistente como lo que vemos, y aun más. Pero no solamente más allá de la muerte, como premio y promesa. También aquí.

De cualquier modo, es verdad que el tiempo obliga a considerar como provisionales todas las cosas bajo su gobierno. Y, en ese sentido, es claro que hay que salir del tiempo para que nuestros adioses puedan ser considerados el verdadero fin de una historia.

El verdadero fin del tiempo, de todo tiempo, viene de afuera del tiempo.

miércoles, 23 de noviembre de 2005

El trato

No deja de sorprenderme.

Retorno a Brideshead
de Evelyn Waugh es una de ésas: una novela de culto personal. Otra de ésas en las que uno encuentra cosas que no ve -no que no estén- en otras.

Como si dijéramos, emulando a Borges, que es un libro escrito para que yo lo entienda. Aunque sé de otros a los que les pasa algo parecido.

El asunto es que recordé que el final de Brideshead es una despedida, también.

Charles Ryder y Julia Flyte, tras la muerte del padre de ella, se ven a escondidas después del velorio para encontrarse "como dos jóvenes amantes".

Amantes, son. Desde aquella fantástica tormenta en medio del Atlántico. Vidas de náufragos las de ambos, en medio de dos matrimonios escorados.
Julia dijo:
-Aquí, en la sombra, en un rincón bajo las escaleras, un minuto para decirnos adiós.
-Tanto tiempo para decir tan poco....
-¿Lo sabías?
-Desde esta mañana; desde antes de esta mañana. Durante todo este año.
-Yo no lo supe hasta hoy. Amor mío, si fueras capaz de entenderlo... Entonces soportaría nuestra separación, o la soportaría mejor. Debería decir que se me está destrozando el corazón, si creyera en los corazones rotos. No puedo casarme contigo, Charles. No puedo estar contigo nunca más.
-Lo sé.
-¿Cómo es posible que lo sepas?
-¿Qué harás?
-Seguir sola, simplemente. ¿Cómo puedo saber lo que voy a hacer? Tú me conoces totalmente. sabes que no estoy hecha para una vida de luto. Siempre he sido mala. Es probable que vuelva a ser mala, y volveré a ser castigada. Pero cuando peor soy, más necesito a Dios. No puedo estar fuera del alcance de su misericordia. Eso es lo que significaría empezar una vida contigo: sin Él. Lo único que puedo desear es ver un paso más adelante. Pero hoy me di cuenta de que hay una cosa imperdonable, como las cosas de mi infancia, tan malas que sólo mamá podía arreglarlas, la cosa mala que estaba a punto de hacer, pero no acabo de ser lo bastante malvada para hacerla: situar a un rival a la altura de Dios. ¿Por qué se me permite a mí entender esto y a ti no, Charles? Quizá sea a causa de mamá, de Nanny, Cordelia, Sebastian, quizá Bridey y la señora Muspratt, que siempre me han tenido presente en sus oraciones; o quizá sea un trato privado entre Dios y yo: si sacrifico lo único que quiero de veras, por mala que sea no me abandonará totalmente al final.
Ahora los dos estaremos solos, y no tendré ninguna posibilidad de hacértelo comprender.
-No quiero hacerte las cosas fáciles. Espero que se te destroce el corazón; pero lo entiendo, sí, lo entiendo.

Lo cierto es que fue verdad que Charles lo entendió. E hizo bastante más que entenderlo al final.

Pero lo que me resulta curiosamente coincidente en más de un sentido es otra cosa, presente en esta despedida.

Porque también es verdad que ese trato privado entre Dios y Julia -aquello tan singular de sacrificar lo único que se quiere de veras a cambio del Cielo- es algo que, precisamente en la despedida, y aunque no por las mismas razones, Frodo Bolsón también pudo haber dicho y haber hecho.

Y de hecho así lo dijo y lo hizo.

martes, 22 de noviembre de 2005

Onen i-Estel Edain

Entre lo que más me gusta de El Señor de los Anillos, está el tiempo que se toma Tolkien para hacer que los personajes, al final, se despidan unos de otros. Y de las cosas. Y hasta del tiempo.

Rohan, Rivendel, Lórien, Faramir, Éowyn, Merry, Pippin... Incluso en el Apéndice que relata los últimos días de Aragorn y Arwen, hay magníficas y morosas despedidas, galantes, viriles, gentiles.

Y también aquella antigua y trágica despedida de Gilraen, que aparece precisamente en esa última parte, dicha en las tan sonoras y terribles palabras de un linnod que ella le dedica a Estel, su hijo, Elessar, Aragorn:
'Onen i-Estel Edain, ú-chebel estel anin'

Toda esa última parte de El Retorno del Rey está sembrada -de un modo u otro- de transiciones melancólicas tanto como felices.

A veces he pensado que Tolkien se despedía de su historia en cada despedida y -pese a la prolongación libresca en su obra (como el Libro Rojo de Bilbo lo es de la gran tragedia que se ha vivido)-, creo que su demora no es solamente una exigencia épico-lírica.

Recuerdo como si fuera hoy cuando leí todo esto hace ya tantos años. Y la impresión es tan densa como perdurable.

Hay unas 130 páginas de casi ininterrumpidas despedidas desde que sucumbe el imperio de Sauron en la Grieta del Destino. Magníficas todas.

Y aún, después de tantos años de leerlas, y aunque a veces creo saber, todavía me pregunto qué significan de veras.
El camino sigue y sigue
desde la puerta.
El camino ha ido muy lejos,
y que otros lo sigan si pueden.
Que ellos emprendan un nuevo viaje,
pero yo al fin con pies fatigados
me volveré a la taberna iluminada,
al encuentro del sueño y el reposo.

Dice esto Bilbo, en los reinos de Elrond todavía, en una de sus despedidas finales, cuando los hobbits van ya camino de la Comarca.
Aun detrás del recodo quizá todavía esperen
un camino nuevo o una puerta secreta;
y aunque a menudo pasé sin detenerme,
al fin llegará un día en que iré caminando
por esos senderos escondidos que corren
al oeste de la Luna, al este del Sol.
Y cambiando un poco las palabras antiguas, dice musitando Frodo junto a Sam -como contestando aquellos versos de Bilbo-, más tarde, mientras ambos ya van por el camino a la Comarca, poco antes de encontrase con Gildor, el Elfo y su Compañía, y Elrond y Galadriel y el propio Bilbo, todos ellos además rumbo a los Puertos Grises.

Y otra despedida habrá allí, entonces, entre Frodo y Sam, cuando se hace claro el plan de Arwen y Gandalf para curar a Frodo, que partirá en lugar de la Dama Estrella de la Tarde más allá del horizonte.
Pero -dijo Sam, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas-, yo creía que también usted iba a disfrutar en la Comarca, años y años, después de todo lo que ha hecho.

-También yo lo creía, en un tiempo. Pero he sufrido heridas demasiado profundas, Sam. Intenté salvar la Comarca, y la he salvado; pero no para mí. Así suele ocurrir, Sam, cuando las cosas están en peligro: alguien tiene que renunciar a ellas, perderlas, para que otros las conserven...

Sin embargo, con ser tan espléndidas todas ellas, y cada cual más que la anterior, no sé por qué celebro inmensamente que la última línea del libro sea una despedida y sea a la vez una bienvenida.
Sam respiró profundamente. -Bueno, estoy de vuelta -dijo.

Muchas veces pienso que he entendido por qué celebro tanto ese final.

A veces me parece haber entendido por qué Tolkien pone un principio al final.

Y un final al principio.

Música

Hay que decirle 'la' Bartoli a Cecilia Bartoli. Porque, a las que cantan bien, el artículo antes del apellido, y sin el nombre de pila, las consagra.

La oía cantar anoche tarde una canción italiana del siglo XVIII. Raro, una melodía anónima.
O leggiadri occhi belli

O leggiadri occhi belli,
occhi miei cari,
vivi raggi del ciel
sereni e chiari,
poiché tanto bramate
di vedermi languire,
di vedermi morire,
occhi belli che adoro,
mirate ch'io moro.

O serene miei luci,
o luci amate,
tanto crudel al mio amor,
quanto spietate,
poiché tanto godete
della fiamma ch'io sento,
del mio grave tormento,
deh miratemi un poco
e gioite al mio foco.
Después de dos o tres veces, me di cuenta de que me sonaba el modo de decir. Y por esas cosas que tiene la memoria, me acordé de Gutierre de Cetina y de su famoso Madrigal.
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuando más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
En eso estaba cuando volví el oído a una cuarteta de Antonio Caldara, bastante típica en su elegancia cortesana y que Cecilia hace con suavidad.
Selve amiche

Selve amiche, ombrose piante,
fido albergo del mio core,
chiede a voi quest'alma amante
qualche pace al suo dolore.
Pero, a esta altura, ya me había acordado de la fiesta de santa Cecilia. Y me hizo gracia la coincidencia.

No tanta gracia, sin embargo, como una insólita joya de Vivaldi, trágica y doliente y, pese a todo, dulcísima. Además de la rareza de que sea una esposa amante la que llora su infortunio por el desprecio de su marido, a quien final y curiosamente llama además de "mi corazón, mi esposo, mi amado": "mi esperanza..."
Sposa son disprezzata

Sposa son disprezzata,
fida, son oltraggiata,
cieli, che feci mai?
E pur egl'è il mio cor,
il mio sposo, il mio amor,
la mia speranza.

domingo, 20 de noviembre de 2005

Dies irae

Hay ira.

El aire está caliginoso, además del calor de este noviembre.

Drums & Pipes.

Suenan tambores de guerra, sí.

* * *


Como hizo calor hoy, también calor hizo ayer, por ejemplo.

Con 30º, cuanto menos, y a las 2 de la tarde, hubo que estar al costado de la cancha de fútbol para que Gregorio (7) -su equipo, claro- ganara un partido increíble contra la furia institucional de los organizadores de esta forma arrebañada de congregar la tilinguería, la frivolidad con algún profit, por supuesto y con los niños de rehenes. El nombre oficial es Campeonato de Fútbol Infantil y ya llevan unos 35 años de esta patraña.

Farabutes. Estafadores de alegrías. Traficantes de amateurismos.

Salí, al fin, del club. Contento porque Gregorio había ganado, iluso de mí. Por él y porque el triunfo había sido un poco de justicia poética.

Él no se enteró jamás.

Mientras caminando a mi lado sudoroso y feliz comía su ritual helado 'giraboca' del final de cada partido -donación de su hermano mayor y padrino-, el tipo me preguntó: Papá, ¿quién ganó? Porque nosotros empatamos, ¿nop?...ñam... ñam

Pobre, feliz. Ni idea. Mejor.

Yo, apenas.
ver


Porque exactamente en ese momento oí por los altavoces que andaban rastreando un referí. El sujeto tenía que laudar, según dijo la habitual voz gangosa y anodina, un partido en "la cancha donde juegan las madres..."

¿Las qué? ¿Las madres? ¿De verdad?

Sí, en efecto. Allí estaban ellas, peloteando la previa. Justo delante de mí, en cuanto me di vuelta para mirar una cancha.

Y no va la mala suerte y quiere que justo entonces la arquera robusta y casi cuarentona reciba en ese mismo momento un pelotazo 'padre' en su pechera, mientras le practicaban unos tiritos...

Solía decirme hace añares un autorefugiado chileno, una frase acuñada: "Mira, po'huevón, tú comprendes mi dolor, pero yo sólo lo siento..."

Pues, no fue el caso. Porque sentí yo mismo el dolor de esa pobre Dama de Elche golpeada brutalmente, ante los ojos bovinos de su marido, sentado en las raíces de un eucaliptus con su niñito en brazos -tal vez uno de los realmente damnificados por la contusión pectoral de su arquera madre-, detrás del arco así vapuleado, espectador complaciente de la furia deportiva de su mujer.

* * *

Para cuando llegué a casa, el cielo -este cielo, el terreno- prometía en lluvia un desahogo a la ira y al calor.

Alivio, ja. ¡Cómo no!

En la tele, unas filas de más bien jóvenes hoplitas protegían el templo de Sodoma de la furia de la guardia de corps de los sodomitas que marchaban su orgullo por la ciudad, porque les toca marchar para esta fecha cada año, costumbre yanki, me dicen los que saben, desde el '69 (vaya cifra de años...)

Y los sodomitas, buscando con previsibles propósitos tal vez a los ángeles de Lot, avanzaban en medio de la algarabía y el contento, montados en emperifollados carromatos ad hoc, rockeando, bailando, exhibiendo orgullosamente sus identidades.

Es verdad que algunas caminaban con identidades propias y otros con identidades implantadas. Pero en la medida en que el constructivismo sea ley, poder construir, se puede.

Allí estaba entonces la 14º marcha por el orgullo sexual y allí estaba el ya mítico e infaltable tópico furioso de tocarle el traste a la catedral en Plaza de Mayo, en una manifestación indudable de que, más allá de todo y todos, el hombre es siempre un animal simbólico.

Los cronistas de Crónica TV celebraban, pese a todo, la algarabía pacífica de los viandantes. Con una curiosa y completamente inadvertida habilidad para la paradoja, notaron el contraste de que en un costado de la plaza "grupos de violentos" se enfrentaban en torno a la catedral, mientras que en la marcha del orgullo no había violencia alguna, sólo alegría, ganas de cantar y bailar y de pasar un momento agradable, festejando y con orgullo sus identidades sexuales.

Había unos católicos en las escalinatas de la catedral. Algunos de ellos rechazaron, con algo más que oraciones y piedad, dos o tres intentos de aproximación de los pretorianos de la marcha.

La policía, por su parte, parecía armada para repeler contundencias mayores que las de los profilácticos inflados a lo globo que repartían los festejantes.

Había, claramente, banderas de movimientos liberadores y revolucionarios. Así como detenidos, corridas, algún policía herido, capuchas, palos, gomeras, botellazos, piedras, insultos.

En una frase -también paradojal- que resumía su aspiración a un mundo democrático y en paz, el cronista sentenció: "En esta marcha no tiene por qué haber violencia. Los violentos no tienen nada que hacer en esta marcha..."

Pues bien.

Llover, un poco llovió.

Miraba por la ventana de mi cuarto caer una lluvia fina, casi veraniega. Inútil para aplacar, pensé.

El calor. Las iras.

Un poco de viento. No mucho. Tampoco bastante.

Pensaba si no había que ocuparse de Sodoma, también. Y de los sodomitas.

Pensaba.

Asunto difícil, sí. ¿Quién se va a ocupar de Sodoma?

Uno, al final de cuentas, tiene que admitir que conoce bastante de todas estas cosas. Mal que pese, además, que ya querría uno a veces no saber algunas cuantas y muchas cosas.

Y por eso mismo, creo, me acordé entonces del último documento de los obispos. Y de otros documentos.

Y de lo flojos que son.

Los documentos y los obispos.


* * *


Pasó el sábado.

Y llegó el domingo.

El sermón del párroco sobrevoló con inocuidad y serafismo optimista -es decir, culpable- cualquier cosa que hubiera podido centrar la historia, su sentido, su misterio.

Y por eso fui a dar a Ezequiel. Y a san Pablo. Y a san Mateo.

Porque si uno se queda con la homilía, le vale lo que le valdría si hubiera leído a Jorge Bucay.

Y fue el caso que di con ese capítulo 34 del profeta Ezequiel, de donde está tomada esta figura del Pastor Santo y Fiel.

Y vi que tiene -inmediatamente antes- una diatriba contra los malos pastores.
Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y di a los pastores: Así habla el Señor Yavé:
¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! Los pastores, ¿no son para apacentar el rebaño? Pero vosotros os coméis la leche, os vestís de su lana, matáis la oveja cebada, no apacentáis al rebaño. No confortasteis a las flacas ni curasteis a las enfermas. No habéis vendado a las heridas, ni habéis hecho volver a la descarriada, ni habéis buscado a la perdida, sino que las habéis dominado con dureza y con violencia. Así andan perdidas mis ovejas por falta de pastor, y están expuestas a ser devoradas por todas las fieras del campo. Han sido dispersadas; mis ovejas andan errantes por montes y collados. Mis ovejas han sido derramadas por toda la faz de la tierra, y no ha habido quien se preocupe de ellas ni quien las busque y las congregue.
Oíd, pues, pastores de Israel, la palabra de Yavé:
Por mi vida, dice Yavé, que pues mi rebaño ha sido depredado y han sido presa mis ovejas de todas las fieras del campo, por no tener pastor, y mis pastores no se preocuparon por mis ovejas, sino que los pastores las abandonaron y se apacentaron a sí mismos y no apacentaron a mi grey; oíd, por tanto, ¡oh pastores!, la palabra de Yavé: Heme aquí contra los pastores para requerir mi rebaño de su mano. No les dejaré ya rebaño que apacienten, no serán más pastores que a sí mismos se apacienten. Les arrancaré mis ovejas de su boca, no serán ya más pasto suyo

Porque así dice el Señor, Yavé: Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las reuniré.


Me resultó consolador, después de todo.

Está claro que Él tiene decidido ocuparse de aquello de lo que no se van a ocupar los pastores.

Está claro que Él se va ocupar de lo que no se ocupan los obispos, ni los párrocos.

Está claro, incluso, que Él se va a ocupar hasta de lo que no se ocupan los pastores civiles (presidentes, chupamedias con ministerio o ad honorem, maradonas, cronistas de Crónica TV, y esas cosas...)

Y de lo que no se ocupan los dirigentes católicos o casi o pseudo.

Y hasta se va a ocupar incluso de aquello de lo que no me estoy ocupando yo mismo y debería.

Sí.
Porque así dice el Señor, Yavé: Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las reuniré.

* * *


Sí.

Pero, ay de mí y nosotros y de todos ese día.



Dies irae.

hína hê ho theós tà pánta én pâsin

El texto de san Pablo que se lee hoy (I Cor. 15, 20-26, 28), la Vulgata lo traduce así:
cum autem subiecta fuerint illi omnia tunc ipse Filius subiectus erit illi qui sibi subiecit omnia ut sit Deus omnia in omnibus.
En castellano, se lee hoy en estas versiones:
Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo.
Y así Dios lo será todo para todos.

Y cuando todo haya sido sometido a Él, entonces también el Hijo mismo se someterá a aquel que sometió a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.

Más allá de que es un razonamiento típico de san Pablo, creo, que era un fino orador y estilizado, hay una cuestión.

El caso es que el texto griego dice en ese final (que me es particularmente querido):
hína hê ho theós tà pánta én pâsin

Si pâsin (de pâs, pâsa, pân: todo) es el dativo plural neutro, entonces no se refiere a 'todos', sino más bien a 'todas las cosas' y en el mejor de los casos a 'todo'. La diferencia no es asunto de poca importancia.

La Biblia de Jerusalén, por ejemplo, trae:
para que sea Dios en todas las cosas.
Y esta variante trae Mons. Straubinger, que traduce de los originales griegos:
para que Dios sea todo en todo.
La Fiesta de Cristo Rey es una fiesta con un marcado tinte parusíaco. No por nada cierra el año litúrgico y está en la bisagra del Adviento.

Como el texto del propio pasaje es parusíaco -y el texto que trae san Mateo (25, 31-46) también y con mayor razón-, insisto en que se le hace algo de violencia -incluso al sentido del discurso de Jesús- el que se cambie 'todo' por 'todos'.

La restricción que se hace diciendo 'todos', incluso parece contradecir el propio texto paulino (cuando todo haya sido sometido a Él..., el Hijo mismo se someterá a Aquel que sometió a Él todas las cosas...)

Y en algo bastante importante, creo. Pues todas las cosas son todas las cosas y no los hombres nada más (y nada menos.)

Hay una entera creación detrás de esas palabras. Toda la existencia creada, como recuerda el Prólogo al evangelio de San Juan.

Ni más ni menos.

viernes, 18 de noviembre de 2005

Glosa al umbral

Estas páginas, unos dos años atrás, y más o menos para estas fechas, empezaban con una copla de Juan Álvarez Gato, un autor del siglo XV que encontré por entonces leyendo el Cancionero español:
Mundo, quien discreto fuere
cierto so que no t'alabe;
quien te quiere, no te sabe,
quien te sabe, no te quiere:
yo me despido de ti
por quedar alegre y ledo,
y tornar como nascí,
y porque gane sin ti
lo que contigo no puedo.

Se me hace que tal vez vaya siendo tiempo de que pruebe hacerle una glosa al umbral de esta bitácora.
Dijera lo que dijere,
poco tienes para dar
y de ti no ha de esperar,
Mundo, quien discreto fuere.

Vi que en ti mi amor no cabe,
aunque es pequeño mi amor,
y pues servirte es dolor
cierto so que no t'alabe.

Pero quien loco te alabe
no sabe lo que es querer.
Algo he llegado a saber:
quien te quiere, no te sabe.

Y pues tu amor tanto hiere
y deja al alma vacía,
bien te sabe el que decía:
quien te sabe, no te quiere.

Delicias en ti viví
y es muy dulce en ti morar.
Pero si en ti he de acabar,
yo me despido de ti.

Triste iré si es que me quedo,
Mundo, en tu todo que es nada.
Busco, Mundo, otra posada
por quedar alegre y ledo.

Desnudo al nacer salí,
desnudo me recibiste.
Déjame dar lo que diste
y tornar como nascí.

Porque gane si perdí,
porque gane gran tesoro,
porque gane lo que añoro,
y porque gane sin ti.

Me asista Dios, por si cedo
en aquello que he de amar,
pues con Él he de alcanzar
lo que contigo no puedo.

jueves, 17 de noviembre de 2005

Soneto

Hay pocas cosas que en el mundo han sido
-apenas son alguna que otra cosa-
que pudieron habernos conmovido:
algún amanecer, alguna rosa,
la primera palabra, o el sonido
del agua entre las piedras, la dichosa
delicia de la amada, un cielo herido
de nubes, la mirada silenciosa.
Pero, ¿cómo saber si lo que vimos
no era a la vez espejo o hendidura,
reflejo de otros brillos que no vemos?
La nostalgia de lo que no supimos
es un lagar en el que ya madura
un vino sin dolor, que no sabemos.

Protestantes

Hay desde hace unos días un Sínodo en la iglesia anglicana.

Un grupo de primados -encabezados, dice el Times, por el ultra-conservador Peter Akinola, arzobispo nigeriano- le mandó una carta a Rowan Williams, arzobispo de Canterbury, acusándolo de la relajación moral en la iglesia de Inglaterra, por sus posiciones acerca de la moral sexual, especialmente la ordenación de homosexuales activos y los casamientos entre personas del mismo sexo.

Ésta parece una definición central
The essence of libertinism is the severing of the grace of Christ from His moral commandments.
Y la causa de lo que el Times augura como un próximo cisma anglicano
This, we believe, is at the heart of our present divisions.

También, según el diario, los arzobispos que protestan desciben a Europa como 'un desierto espiritual'.


Pues bien.

Por el momento, sumemos esto -con más razón en este caso, viniendo como viene de la Isla- a Drums & Pipes.

miércoles, 16 de noviembre de 2005

Cuestión clave (III)

Quizás algunos ejemplos -entre los más altos y más claros- de que estoy hablando por -y con- otros cuando digo que esta cuestión es clave, sean estos textos que agrego más abajo.

Por ejemplo, y como prolegómeno, respecto del acto de entender y conocer, Santo Tomás de Aquino dice (en su opúsculo De ente et essentia, c. 7, 2) que
entre los accidentes que siguen a la forma hay alguno que no tiene comunicación con la materia, como el entender, el cual no se hace por medio de órgano corporal alguno, como lo prueba el Filósofo, en el Libro III del De anima, 4; hay otros accidentes, entre los que se siguen de la forma, que tienen comunicación con la materia, como el sentir; pero, pese a ello, no hay ningún accidente que siga a la materia sin comunicación con la forma.
En el Libro IV, capítulo 41 de la Summa contra Gentes, dice algo más.
Nec discrepat a rerum naturalium consuetudine quod alicuid sit naturaliter propium instrumentum alicuius quod tamen non est forma ipsius. Nam lingua, prout est instrumentum locutionis, est proprium organum intellectus: qui tamen, prout Philosophus probat (III De anima 4; 429a, 24-27; Espos. Lect. 7 (684)) nullius partis corporis partis est.
Con todo, me parece que esto que dice es en realidad parte del asunto aunque desde el punto de vista de las consideraciones accidentales.

Ya más específicamente referida a la cuestión clave, Santo Tomás -y son muchos los lugares donde dice esto de forma similar- trae estas relaciones (también en Contra Gentes, L. IV, c. 47) entre el Verbo Divino y la palabra humana:
Sicut verbum nostrum in mente conceptum invisibile est, exterius autem voce prolatum sensibile fit; ita verbum Dei secundum generationem aeternam in corde Patris invisibiliter existit, per incarnationem autem nobis sensibile factum est. Unde Verbi Dei incarnatio est sicut vocalis verbi nostri expressio. Expressio autem vocalis verbi nostri fit per spiritum nostrum, per quem vox verbi nostri formatur. Convenienter igitur et per Spiritum Filii Dei eius carnis formatio dicitur facta.
Ese ita (del mismo modo, así, similarmente) es el eje de la cuestión clave. Lo mismo y más, el sicut (como) de la oración siguiente.

Es probable que, en la siguiente relación -la formación de la palabra por el nuestro espíritu y la Encarnación del Verbo por el Espíritu-, podría pasársenos como si nada esa cuestión misteriosa de que nuestro espíritu "hace", "genera" (fit) las voces que lo expresarán.


* * *


Todavía, tal vez, quede por decir qué tiene de clave esta cuestión clave.

O no.

Cuestión clave (II)

No digo nada inédito si digo que es importante. Y muy importante.

Preguntarse cómo lo concebido por el entendimiento, el significado, llega a -y se materializa en- un sonido, para transformarse en una voz significativa, en una palabra, es como preguntarse por la Encarnación del Verbo.

Insisto: esto no es ninguna cuestión novedosa. Aunque sigue siendo clave.

Lo menos que puede esperarse de un Dios es que sea consistente, al fin y al cabo. Que vea armónica, sinfónica y "hierárquicamente" todo lo que existe, todo lo real. Todo.

Y que obre en consecuencia.

Podrá ser complicado para nosotros. Y, todavía más y mejor: misterioso.

Pero, está claro que no somos Dios.

Yorugua

Me dicen que, hace unos minutos, en el Telstra Stadium de Sydney, la "Celeste" quedó afuera del Campeonato Mundial de Fútbol de Alemania.

Australia, va. Por penales.

No tengo nada contra los Socceroos. Por ejemplo, está todo eso de Gallipoli (y la película que hicieron los aussies me gustó mucho, creo que es la primera actuación de Mel Gibson, además...)

Pero, quiero decirles que la selección de Australia se formó en 1922 y que recién empezó a participar en las clasificaciones de los campeonatos mundiales en 1966. Y que clasificó por primera vez en 1974.

No sé. Es un buen ejemplo de injusticia. Deportiva, claro. Pero injusticia al fin.

Arbitrariamente diré que Uruguay no tiene que pasar por estas angustias.

Señores: Uruguay fue el primer Campeón del Mundo, en 1930.

No sé si me explico.

Drums & Pipes

Estoy oyendo, a lo lejos, confundidos con otras sonoridades, algunos tambores de guerra.

Parecería que vienen de las tierras altas, de cerriles serranos.

Drums & Pipes de Highlanders, parecen.

Por varios lados me llegan ruidos de armas.

Tengo mis propias batallas y no se me da el mezclarme en otras. Y no porque no sean mías, sino porque muchas veces son batallas ajenas (donde el acento hay que ponerlo en ajenas y no en batallas.)

Es decir, y esto es lo que me parece, muchas no son batallas a secas, sino revanchas, venganzas, berretines.

Tengo las mías, claro (y el acento en esos casos también va en mías y no en batallas...)

Pero hay que hacer el esfuerzo para que no sean tan propias como batallas, creo. Y hacerlas cosa propia, en todo caso, porque son batallas. Y no hacerlas batallas porque son cosa propia.

Difícil, sí. Muy.

* * *

El asunto es que de la 90º Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino surgió una Carta Pastoral.

Éste es el documento.

El domingo pasado (el documento vio la luz el sábado), se predicó un sermón que se refiere precisamente a la carta.

* * *

Bien.

Ahora, ustedes y yo, estamos más o menos a mano.

Tenemos los materiales.

Así que, primero miramos y después vemos.

martes, 15 de noviembre de 2005

Cuestión clave

Están las cosas que dice John Le Carré, y que tal vez merecerían algún comentario, especialmente en atención a que me (nos) ha dado tantas horas de sabrosas pinturas de hombres y asuntos humanos.

Sí, claro.

Pero, no.

En la nota 6 al capítulo III de su Lingüística y Filosofía (El Lenguaje como hecho humano, pág. 100-101), Étienne Gilson está hablando de un asunto que es central y del que dependen más cosas más importantes que las que dependen de Bush, de Blair o del Islam y de casi todo lo demás.

Para los que tengan algún interés por el lenguaje humano, especialmente visto desde la margen humana del asunto, la cuestión más curiosa es el modo en que se asocia un significado a una determinada voz, a determinados sonidos.

La forma ligera de plantearlo es: por qué una cosa se nombra con determinados sonidos, de dónde salieron los sonidos para nombrar a una cosa.

En el lugar que cité, Gilson refiere "el amplio tratamiento de la cuestión en Alberto el Grande, Summa de creauturis, Pars II, q. 25, art. 1-4."

Dice el francés, finalmente, que, después de hablar de cómo la especie inteligible que está en el intelecto puede descender a las palabras,
Alberto se adentra ahora valerosamente en una explicación científica detallada de la dificultad central: ¿Cómo se asocia el significado a la voz? Ligado a la noción, hoy día pasada de moda, de species (a la que, por otra parte, no se ha reemplazado con ninguna otra), esta explicación se ha convertido en una curiosidad arqueológica, pero es notable que la problemática medieval del problema permanece y, a mi juicio, todavía no se han encontrado las respuestas.

¿Qué Alberto? ¿El Grande? ¿San Alberto?

Pues, sí. El mismo.

Hoy es su fiesta.

Y cómo me gustaría que, ya en la contemplación de todas las cosas cara a cara, Alberto inspirara a alguno, aquí abajo, la respuesta.

Es tan importante.

Aunque tal vez por eso.

Tal vez por ser tan importante, no sea cosa para saber todavía.

lunes, 14 de noviembre de 2005

Viento

Días atrás, por aquí estuvo soplando viento. Rugiente, poderoso, extraño. Feliz.

Pero, ayer domingo, a la noche, un amigo me reclamó: ¿Por qué no dijiste nada? Ése era un viento malo.

No.

No creo. Para nada. Al revés.

Le debo un desagravio.
Viento

Eras el aire en guerra. Tú eras, viento.
Eras el viento, entonces. Me llevabas
en la fragua del aire. Tú me dabas
espíritu y pasión. Eras el viento.

Eras la noche en armas. Tú eras viento
rugiendo. Y a mi vera consolabas
en la noche, en la fronda. Tú me hablabas
y eras la voz, sin más. Eras el viento.

Y esta calma de nada, nada en calma,
inmóvil, silenciosa y aterida
de esta tibieza que quedó en el alma:

me reclama tu furia, enfurecida.
La calma está en el viento. Porque el alma
respira si él expira. Y no lo olvida.

Viejos asuntos nuevos

Pastores son pastores. No importa si son laicos o no son laicos. Pastores son y para eso están: para conducir a sus rebaños.

I
Uno laico -digamos, José Saramago, por ejemplo- bien podría decir algo así hablando de su última novela, Las intermitencias de la muerte:
El problema de la Iglesia es que necesita la muerte para vivir. Sin muerte no podría haber Iglesia porque no habría resurrección. Las religiones cristianas se alimentan de la muerte. La piedra angular sobre la que se asienta el edificio administrativo, teológico, ideológico y represor de la Iglesia se desmoronaría si la muerte dejara de existir. Por eso los obispos en la novela convocan a una campaña de oración para que vuelva la muerte. Parece cruel, pero sin la muerte y la resurrección, la religión no podría seguir diciendo que nos portemos bien para vivir la vida eterna en el más allá. Si la vida eterna estuviera acá...

II
Claro que no estamos en tiempos en los que cualquier pastor no laico (es casi lo mismo que religioso; pero casi, nada más) pudiera sin más estar en desacuerdo con el mundo-mundo.

¿Qué se yo? Monseñor Laguna sabrá por qué dice lo que dice. Creo que también sé. Me parece, al menos.
El pastor también hizo referencia a la legalización del aborto y se mostró de acuerdo en que se despenalice en "algunos casos", aunque no especificó en cuáles.

"No puede ser que sobreabunden los embarazos no queridos, que traen problemas serios: se casan y se separan al tiempo porque son matrimonios forzados", expresó Laguna y agregó que debería "haber mucho conocimiento sobre sexo. De todo. El colegio no cumple su función si no enseña la totalidad de la sexualidad".

Laguna prosiguió diciendo que las instituciones educativas deberían informar más sobre cómo "impedir el embarazo. Mi misión es predicar la castidad. Pero los que no quieran ser castos, que no lo hagan mal, sin nada".

"La Tradición indica que el sexo es para la procreación. Yo no lo creo. El sexo es para muchas cosas", manifestó Laguna y añadió que "habría que despenalizar el aborto en algunos casos", aunque no enumeró en cuáles casos sería conveniente dicha interrupción del embarazo.

III
Por más que estemos en el mismo ámbito, esta otra cuestión ya no es idea de Monseñor Justo Laguna (y ya se hace machacón aquello de que un nombre es un destino...).

Pero, en todo caso -siempre en tren de poner por obra lo que se predica- y por si alguno tiene pensando ir a la pulcra y aséptica Alemania, para el próximo campeonato mundial, quiero avisarle que si le interesa el futbol mucho, mucho y no quiere perder ni un minuto, sepa que los alemanes van solucionando todos los problemas, de a poco pero con teutónica eficacia.


IV












¿Y esto qué tiene que ver?

¿Cómo? ¿Seguro? ¿No le ven nada parecido a nada? ¿Ni un aire de familia? ¿No?

Qué raro...

Cosa de mirar y ver. O seré yo, tal vez...

De la pregunta como signo de la esperanza

En este mundo sublunar, es preferible -y parece que inevitable- tener más preguntas que respuestas.

Subjetivamente, en principio.

Y por dos razones, a lo menos.

Una, porque la naturaleza misma de casi todas nuestras respuestas es provisional. Si no lo es en la forma misma interior de la respuesta, lo es en la materia y viceversa. Esto es, no podemos decir todo lo que hay para decir de algo. Y lo que decimos de eso, aun con ser verdadero, no agota la respuesta completa, no solamente la que pudiéramos conocer, sino aun la que pudiéramos decir. Es un hecho: no hay suficiente cantidad -y calidad- de palabras para nombrar a las cosas.

Otra, porque es improbable -y en cierto sentido imposible- que conozcamos de una cosa cualquiera no solamente lo que es, sino qué sentido tiene que sea. Que sea lo que es, que sea ahora eso que es, que lo sea de ese modo. Y así.

Todo hombre quiere saber.

Entonces.

El estado de respuesta sin preguntas es para nosotros, aquí, en este valle, no solamente una fortísma tentación (después de todo, la inteligencia solamente se sacia al conocer.) Es, por eso mismo, de una peligrosidad extrema.

Nada importan aquí la duda, o la quietud inquieta del escepticismo o la negación del nihilismo. Y menos todavía la ambigua satisfacción del relativismo.

El asunto es que la pregunta es siempre la mirada que se entrecierra, se aguza, inquiere, busca. Y ésa, por lo pronto, es la actitud propia de aquellos que tenemos que conocer las cosas en el tiempo y a través de lo material.

Recuerdo ahora que un profesor de filosofía repetía siempre: el amor no escruta.

Y es verdad. Absolutamente, es verdad. Pero si es verdad, es una verdad que hay que digerir con cautela. Porque amor y pregunta, por ejemplo, no se oponen contradictoriamente (supuesto que hayamos definido bien ambos términos.) No se oponen aquí, en este tránsito nuestro, al menos.

No conocemos los futuros contingentes, para empezar, ni nuestra voluntad se dirige sola infaliblemente a su objeto, ni su objeto es necesariamente el bien por sí, aunque la voluntad y la inteligencia le acomoden un estatuto de bien, para uso conveniente o interesado.

Pero, aunque es verdad que el verdadero amor no escruta, es verdad que eso mismo o supone el estado de término: una vez frente al objeto amado y en posesión de él, nada te falta; o el objeto es de tal naturaleza que no lo requiere.

De modo que no es verdad que el hombre no tenga que preguntar y seguir preguntando. Y preguntarse. Y que no puede sino hacer eso, aquí y en el entretanto.

Una respuesta podría ampliarse. Y de hecho lo hace. Y puede ampliarse en la mismísima dirección de la respuesta provisional que tenemos a mano.

Algo curioso, sin embargo: Se oye siempre decir que basta con esperar. Que el paso del tiempo puede (y esto quiere decir, necesariamente deberá) darnos otra respuesta distinta y contradictoria respecto de la que tenemos ahora. Como si fuera una fatalidad, una actual ignorancia fatal que el mero paso del tiempo remediará. Pero si eso es fatal que ocurra, siempre será, además, fatalmente en una misma dirección. A nadie que yo conozca se le ocurre este mecanismo en una dirección diferente a la que se le atribuye en principio.

Esto es: nadie dice, por ejemplo: "Nos queremos sacar de encima eso que ahora consideramos como el yugo de las prohibiciones y tabúes acerca del sexo y esas cosas. Pero esto es nada más que una respuesta defectuosa y retrógrada, insuficiente, producto de concepciones que serán superadas en la medida en que el hombre -pasado el tiempo- se vuelva sabio y conozca más y mejor. Porque llegará el momento en que veremos y entenderemos la naturaleza verdadera de lo sexual, y su sentido. No sabemos cómo pensarán los hombres dentro de quinientos años, ni dentro de cincuenta. Pero lo más probable es que para entonces, seremos castos, por ejemplo, y dejaremos atrás las realizaciones imperfectas, estas prueba-error que ahora trastabillamos tratando de salir de este laberinto confuso."

domingo, 13 de noviembre de 2005

Coincidencia

A veces pasa que las lecturas que se leen en misa coinciden en el tema, en el sentido y hasta en el tono. Y en general es así, aunque en ocasiones cueste un poco ver la relación.

Este 33º domingo de este tiempo durante el año, no es así. En apariencia, al menos.

La primera lectura fue extractada del Libro de los Proverbios (31, 10-13. 19-20. 30-31)
Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas.
Su marido se fía de ella, y no le faltan riquezas.
Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida.
Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos.
Extiende la mano hacia el huso, y sostiene con la palma la rueca.
Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre.
Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor merece alabanza.
Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.
La segunda viene de la primera carta del san Pablo a los Tesalonicenses (5, 1-6)
En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os escriba.
Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: Paz y seguridad, entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar.
Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas.
Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.
Y el evangelio es un texto de san Mateo (25, 14-15. 19-21), el de la parábola de los talentos, que se lee recortado.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos.
"Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco."
Su señor le dijo:
"Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."


¿Cuál es el hilo entre las tres y no solamente entre las dos del Nuevo Testamento?

sábado, 12 de noviembre de 2005

Asuntos impostergables (II)

Hay cosas a las que no siempre se les puede dar fin.

Aunque uno tenga sed de fin, como dicen tantas veces los fados.

Pero siquiera se puede ir aproximando uno.

Y me doy cuenta, revisando, que me quedan pendientes tantas cosas.

Qué hacer.

No todo se puede hacer.

Y no todo se sabe hacer.

* * *

Al menos diré esto: Aristóteles y Machado dicen algo muy parecido, si no es acaso lo mismo.
ver


El punto más significativo parecería ser eso que llaman el universal, o el arquetipo, si prefieren. Es decir, y mal dicho, algo así como pintar el mundo al pintar la propia aldea.

Es cosa difícil entender la poesía (no tanto, tal vez, como estos comentarios.)

Y no vamos a hablar solamente de la lírica.

Difícil, igual.

El modo sintético en que se modela el dictum, la fragua de la metáfora y de la imagen, que al final se estructura en palabras, que se viste de palabras.

Pero si es vestidura, no es vestidura extrínseca.

En realidad, me parece, la poesía se hace de adentro hacia afuera. Es un vestido que surge de lo dicho, y no en tanto dicho; no es un vestido que se aplica a lo intuido o pensado o visto. O en todo caso, es más lo que surge de las cosas que lo que surge del poeta, aunque se lo pueda de todos modos considerar al poeta como el autor.

El traductor, digamos.

En cualquier caso, una cosa es esa síntesis de experiencias sensibles e intelectuales que va a parar a las palabras de los versos y otra cosa es la mirada, por decirlo de algún modo, que no sintetiza ni analiza: ve, simplemente. Es, por lo pronto, una mirada, obviamente, más cercana a la intuitio que a la ratio.

Pero hay que decir que sin Platón, la frase de Aristóteles es incomprensible. Sin entender la causa de la poesía como visión completa de una esencia existiendo y al mismo tiempo una mirada analógica sobre toda esencia existiendo, no hay modo de entender el valor universal de la poesía. No es que Platón haya dicho esto. Es que, en lo que se ve, se ve más de una 'participación', no solamente la de la propia cosa vista.

No se trata tanto de que uno vea en una cosa su 'eidos', su 'idea' perfecta participada en la cosa que se está viendo.

Lo que de las cosas puede verse -con los ojos, con la inteligencia, con el corazón- es lo que en las cosas hay. Pero en las cosas hay -digámoslo así- una participación exitencial, la participación de una existencia también. Y eso se ve juntamente.

Lo que a un poeta se le atribuye, al fin y al cabo, es antes que nada esa familiaridad para pasearse entre las cosas -por dentro y por afuera de ellas (aunque las cosas sean en ocasiones otros hombres o el mismo)-, como si el poeta fuera de algún modo el hombre primigenio, que habla con Dios en medio del Jardín primero, hablando a la vez con las cosas allí plantadas.

Por otra parte, habría que decir que el poeta ve palabras. Y esto es más difícil, me parece, todavía.

El poeta ve una cosa que nunca llamaríamos palabras, pero que son palabras. Son logoi y voces a la vez. Por esa razón, además, entiende fácilmente las palabras y ve en ellas los logoi. Como a la inversa: de los logoi educe las palabras que los significan de la mejor manera -cuando acierta-, con igual facilidad.

Sin poesía, al fin de cuentas, no solamente la visión es opaca sino que lo visto no se entrega.

Quiero decir que la poesía es producto, pero a la vez producción.

Pero Machado dice que es palabra esencial en el tiempo. Y esto no contradice lo anterior.

¿De qué otro modo podría el hombre producir su creación imperfecta si no fuera en el tiempo? Él es tiempo. Está hecho de eso. Y es del tiempo.

Pero bien apunta Machado que no es cualquier palabra -que ya de suyo es una realización también material y por lo mismo temporal-, sino que es una palabra que debe destemporalizar al mismo tiempo lo que nombra.

Pero, entonces, ¿qué nombra?

Eso es logoi, Antonio. La máxima existencia, Antonio, está fuera del tiempo.

Dicen los 'lógicos' medievales que de un modo son las cosas en la realidad, de otro son en el entendimiento y de otro son en el lenguaje.

Muy cierto, sí.

Los modos de ser de la realidad para el hombre.

Muy cierto. Y que no son idénticas las tres instancias de la realidad, también es muy cierto.

Pero hay más cosas que las que sueña nuestra filosofía. Y eso también es verdad. Y muchas más que las que trata de atrapar nuestra lógica. Porque nuestra lógica temporaliza, en realidad, aunque generalice. Y generalizar no es eternizar.

Inmoviliza en el tiempo, concibiendo como estáticas y delimitables en el concepto o en la voz que lo significa, lo que es dinámico e inagotable para los ojos y para el propio entendimiento. Cuanto más para la materialización de la palabra.

La poesía, me parece, no solamente es más filosófica que la historia.

La poesía es más próxima a la realidad que la filosofía, especialmente si es una filosofía atada a los logicismos, tanto a los estructurantes como a los descontructores.

Hay algo que la poesía puede hacer y que ninguna otra realización humana puede hacer.

Como único fundamento para esta presunta arbitrariedad, diré que los místicos, al hacer efusiva la experiencia de sus vías, traducen en palabra que llamamos poética no solamente lo que ven, sino aquello en lo que están, es decir el género de vida en el que están viviendo.

Y esto es así, me parece, porque aquello que ven y aquello en lo que están es precisamente inefable.

Su densidad es inefable. Su luz es inefable. Su gozo es inefable.

Y para eso existe la poesía: para decir lo inefable, cuando hay que decir lo inefable. Aunque no siempre hay que decir lo inefable, cuando se dice, se dice en palabra poética. Y no hay otro modo de decirlo mejor, salvo la visión.

El Cántico Espiritual, o tal vez más aún el Cantar de los Cantares, me parece, le dan perfecta razón a Aristóteles. Porque me parece que eso mismo que dice San Juan de la Cruz, como una narración -aun celosamente heurística- no podría decirse.

La más exquisita muestra lírica de las Escrituras Sagradas no menciona a Dios. No lo menciona el Cantar por excelencia, el Cantar de los Cantares. Y sin embargo, ¿de qué otra cosa habla en su erótico y circunstanciado relato?

Pero esto le da tanta razón a Aristóteles como a Machado.

Y vaya si es experiencia de un hic et nunc, como quiere el sevillano, el Cantar de los Cantares.

Claro que, tal vez, Machado destilaba un poco de 'compromiso' ideológico, escapándole a la poesía de doctrina, o a la Torre de Marfil, a los esteticismo o a los moralismos.

Tal vez esa encarnación temporal que pretendía, era una inserción en el tiempo inmediato al poeta, como una especie de militancia junto al hombre concreto, inmediato, temporalizado. Y una militancia destinada a validar sólo o preferentemente lo que es experiencia inmediata y concreta.

Pero es más que eso lo que ha dicho, quisiera decirlo o no. Porque tiene razón al pedir que el poeta pesque peces que puedan seguir viviendo después de pescados.

Eso es más que la consonancia con su conciencia y su vida aunadas o recíprocas.

Esa marca temporal que tienen las cosas y que tienen especialmente para nosotros -por ser lo que somos y cómo somos- no es simplemente un dato, una condición que acompaña nuestra materialidad, y aún más: nuestra composición de acto y potencia.

De ella, de la temporalidad, nos valemos, además, para entender la existencia, para saber que hay algo tal como el existir. Y aun el ser.

Lo que Machado pide es un 'siendo', con toda la carga temporal y a la vez 'eterna' que eso tiene.


Y eso, finalmente, hace la poesía cuando es poesía.

Amordaça o coraçao

Muy interesante.

La canción es muy bonita, ya lo dije. La oí varias veces.

Pero.

Veamos.
ver

Os amantes infelizes
Deveriam ter coragem
Para mudar de caminho.

P'lo amor damos a alma,
Damos corpo, damos tudo,
Até cansarnos na jornada.
Mas quando a vida se acaba,
O que era amor é saudade
E a vida já não é nada.

Se estás a tempo, recua,
Amordaça o coraçao,
Mata o passado e sorri.
Mas se não estás, continua.

Miren por dónde. Una muestra de ars amandi. Ni más ni menos.

Y es la madre la que le dice a su hija lo que le pasa y lo que tiene que hacer con lo que le pasa.

Los amantes infelices deberían tener coraje para mudar de camino.
Eso está muy bien.

Por el amor damos el alma, damos el cuerpo, damos todo. Hasta extenuarnos.
Eso también está bien. Y si es verdad, mejor. Es una buena medida del amor, para quien ama, amar siempre y amar con todo. Bien. Muy bien.

Pero cuando acaba la vida, lo que era amor se vuelve solo nostalgia, tristeza. Y la vida ya no es nada
Ah, no. Eso no, señora. Eso no es así. En todo caso, eso es así según haya sido su amor. Si acaso eso que sentía su hija era amor. Pero no le diga a su hija eso. Por infeliz que ella sea. Por infeliz que esté. Tal vez su hija no ame a alguien sin más, sino que tal vez su hija sea la amante de alguien, digamos la otra de alguno, y esté llorando por él (que es lo que parece aquí...) Pero eso ya es es otra cosa, ¿me entiende?

Fíjese que usted, incluso si el caso es ése, venía de lo más bien:
Os amantes infelizes
Deveriam ter coragem
Para mudar de caminho.
Pero no diga eso otro que dijo del amor, señora. ¿Cómo que pasa la vida sin ese amor y que la vida entonces ya no es nada? No diga eso del buen amor, señora. Porque del amor eso no es verdad.

Porque, entonces, no sé qué quiere decir
Se estás a tempo, recua,
Amordaça o coraçao,
Mata o passado e sorri.
Mas se não estás, continua.
Mire, le voy a decir: me gustó eso de 'amordaza el corazón', y todavía más: 'si estás a tiempo recula, detente, vuélvete, échate pa'atrás...'

Eso sí que es un buen consejo.

Ahora que eso de 'pero si no estás a tiempo... '

Dígale sí, en todo caso, a su hija que si su amor es intínsecamente infeliz, porque no es buen amor, que recule. Que deveria ter coragem para mudar de caminho...

Porque, de todos modos, dar la vuelta tiene que dar la vuelta, y eso porque está destrozando algo más que su corazón o su vida u otras vidas, ¿sabe?

Está destrozando el mundo, fíjese lo que le digo.

Usted debe haber leído el libro del Eclesiástico, por decirle algo. Y si no, (aunque está también hasta en el Quijote) fíjese allí en los capítulos 25 ó 26...

Pero si no quiere no se fije nada. De todas maneras, una buena madre no puede decirle a su hija
Mas se não estás, continua.
No porque no sea un buen consejo solamente. Lo que pasa es que no es verdad.

Siempre -oiga bien, señora: siempre- una amante infeliz está a tiempo para mudar caminho, siempre está a tiempo para amordazar el corazón. Tal vez no pueda matar o passado, y tal vez no pueda sonreír.

De acuerdo.

Pero mudar camino y amordazar el corazón, eso sí que sí.

Y sobre todo amordazar el corazón, si se entiende bien lo que digo.

Y más si -y sobre todo porque- es mujer, señora.

Me extraña. Usted debería saber eso.

Déjeme que le diga una sola cosa: lo propio de la mujer es callar. Y si es amor, más. Y no le cuento nada si llegara a ser ese amor... infeliz, que el adjetivo ya dice solito de qué amor se trata.

La mujer está hecha para eso, señora. Está hecha así, más que para cualquier otra cosa.

Es el gran cofre humano de los tesoros humanos y del dolor humano y de la felicidad humana.

Pero es el gran cofre.

Hecha para guardar, desde el principio.

Y para guardar las cosas en su corazón.

Toda mujer. Siempre.

Pero mucho más su hija, señora.

Déjela llorar. En silencio. Déjela. Las lágrimas lavan por dentro. Hacen bien.

Déjela que amordace el corazón.

Y nada de si ya no estás a tiempo, continúa. Nada de eso, señora. Si no, señora, vamos a andar mal.

Le regalo una profecía barata: si ella continúa, si por capricho, por pasión, si hasta de puro mala, ella se dice a sí misma que ya no está a tiempo de parar y que va a continuar, no sé si lo va a conseguir a él. Eso no se sabe y lo mejor sería que no lo consiguiera nada.

Pero sí sé que se destruirá el mundo. Y ella y él -y usted- con el mundo, al final.

Y ahí sí que lloran todos.

Llorará usted (la primera si es buena madre, y cómo...), llorará él (sea quien fuere), llorará su hija (y sobre todo por no callar, y por no poder dejar de hablar y no guardar las cosas en su corazón, más que lo que vaya a llorar por él...)


Y, ¿sabe qué?: hasta yo, señora. Hasta yo.