sábado, 30 de abril de 2005

Ayer, viernes, a la noche, tuve que pasar por un instituto católico, por unas conferencias. Allá para el noroeste, mi rumbo.

Era lujoso, bonito. Demasiado lujoso, demasiado bonito, si es que demasiado y bonito son dos palabras que pueden ir juntas sin consecuencias graves.

Impecable, creo que es la palabra exacta. Y también la más sospechosa de todas las palabras que puedan aplicarse a cosas humanas. Y, si me apuran, a las católicas.

Recuerdo claramente que con absoluta espontaneidad me vino a la cabeza (y casi a los labios): "...no nos dejes caer en la tentación..."

El resto del día de ayer, hoy incluso, me quedé pensando que el Padrenuestro es una oración perfecta, sin duda. Es la oración perfecta, el perfecto orar.

Pero, por lo mismo, tiene todas las posible situaciones de la vida de un hombre, contenidas en esos actos explícitos de alabanza, de penitencia de pedido.

Entonces, también se puede rezar por partes. A veces lo que tenemos para decir -lo que nos es más necesario en un momento determinado- es "Padre Nuestro que estás en el Cielo"; a veces "el pan nuestro de cada día dánoslo hoy"; a veces "venga a nosotros Tu reino" o "perdónanos nuestras deudas...", y así.

viernes, 29 de abril de 2005

Todos los fuegos, el fuego

El asunto se explica mejor si uno tiene en cuenta que no tengo ni chimenea, ni salamandra.

Apenas un rincón en mi jardín donde las piras se acumulan, religiosamente, porque mi amor al fuego es grande y enciendo fuegos porque sí, especialmente entre mayo y agosto.

En eso estaba, a la mañana, temprano. No haciendo fuego sino leyendo los "Sonetos a la gloria del fuego", de Carlos Disandro.

Y sí, qué puedo hacer: un placebo, un substituto. Peor es nada.

En el fondo del aire había un rumor. La radio, algunas noticias. Y me pregunto ahora si es que yo tengo mala o buena suerte.

Porque resulta que el locutor y la locutora leían con entusiasmo, jovialmente, la alegría de los norteamericanos que preparaban el festejo de "su próximo 4 de julio con los primeros fuegos artificiales cósmicos de la historia". Y eso porque está en marcha la cinematográfica expedición Deep Impact contra el cometa Tempel 1, lo que está programado que ocurra en esa mismísima fecha.

Por supuesto, que la cuestión está rodeada de sublimes intereses científicos. Pero esa cosa de unir lo funny a lo serious...

Fuegos artificiales cósmicos para darles un espectáculo en el cielo a los norteamericanos que celebran su día de la independencia.

Ay... Ay, los ángeles de las esferas, graves y silenciosos. Los ángeles de Dante o de Lewis mirando desde el cielo las revoluciones sublunares del planeta azul, del planeta silencioso... Ay, los hombres buscando romper las cosas para conocerlas, tentando el fuego, los fuegos, los artificios de los fuegos, los artificiales fuegos de artificio con el cosmos entero haciéndonos de pólvora, de fósforo...

Ay...


No hay obligación, pero crean de verdad que a esa misma altura de la madrugada, sin el fuego del sol todavía en el cielo, Disandro me estaba diciendo otra cosa.
Cuando brotaron estos encinares
la tierra sola apenas entendía;
era un fuego caudal que florecía
en un templo de dioses sin altares.
Cuando sus frondas fueron castos mares,
con los dioses de lumbre convivía;
y en el aire, pasión y melodía,
cantaban el destino sus pinares.
Ahora cuando han sido sepultadas
las cenizas de tantas profecías
y el decoro de manos temblorosas,
se refugia en las sombras congregadas
y anuncia con remotas rebeldías
el beso de las llamas victoriosas.

Y cuando terminó, siguió con esto otro:

Hay muchas llamas en el fuego ardiente,
hay mucho fuego en cada llama pura;
en cada ardor convive una clausura
y en cada fronda late un sol poniente.
Hay mucho corazón tras cada frente
que en dulce signo ahóndase y madura;
en cada gesto nítido se apura
la lumbre original, y se hace fuente.
Otoño tras otoño en el follaje
cobíjase la luz de un mundo breve
y en cada llama el sol consagra y sana,
mientras funda el fervor cada paisaje
y en cada fuego brota un rostro leve,
un claro son de todo el orbe emana.

Definitivamente, hay cosas que no deberían pasar unas junto a otras. O sí, tal vez.
Péguy (II)

Y aquí va una segunda parte -para nada una segunda selección- de los textos de Charles Péguy, extraídos también como los demás de los Cuadernos de la Quincena, y que fueron escritos también entre 1900 y 1914.

Hay más cosas que decir de este hombre. Por lo pronto que murió en el frente de batalla de la Gran Guerra, en Charleroi, como sabrá el que conoce algo de su vida.

Veo que de él dice el prologuista de una de las ediciones que tengo, Marcelo Sánchez Sorondo: "...peregrino de Chartres, peregrino entre batallas, llegó a la Iglesia al fin de su jornada no en la hora amarga y suave de los arrepentidos, sino en la trágica y solemne hora del último presentimiento..."
Hay en Homero... otro cielo y otra tierra... No es el cielo de esta tierra... Los dioses no son los dioses de estos hombres... Comprendedme bien: Jesús es del último de los pecadores y el último de los pecadores es de Jesús. Es esta tierra. En Homero, los dioses no eran de los hombres y los hombres no eran de los dioses.

Sí, el hombre envidia a los dioses la eterna juventud, la eterna belleza... Pero se percibe que hasta esa envidia está como envuelta en un desprecio especial... ¿Desprecio por qué? Desprecio porque no tienen la triple grandeza del hombre, la muerte, la miseria, el riesgo.

Morir prematuramente en un combate militar... Eso les falta a los dioses.

Todo el mundo comprende que los pobres y los oscuros serán los favoritos en el reino de los cielos. Esto fuera casi injusto si no estuviese la pobreza al alcance de todos.

Las personas honestas son invulnerables, inmunes a la gracia.

Su piel moral, constantemente intacta, les ha puesto un cuero, una coraza sin mancha. No ofrecen la hendija que deja una dolorosa herida, una inolvidable angustia, un arrepentimiento invencible, un punto de sutura eternamente mal cerrado, una mortal inquietud, una insondable ansiedad final, un amargo secreto, un hundirse diariamente disimulado, una cicatriz mal cerrada... La caridad, aun de Dios, no venda a quien no tiene llagas.

Dios conquista al hombre en sus defensas. Pero ¡guay del hombre que no se pone a la defensiva!

Los hombren toman altura... a partir del mundo, rebajando al mundo, no se elevan.

No basta rebajar lo temporal para elevarse a la categoría eterna. No basta rebajar la naturaleza para elevarse en la categoría de la gracia. No basta rebajar el mundo para elevarse en la categoría de Dios.

(Los devotos) Porque no son de los hombres, creen que son de Dios. Porque no aman a nadie, creen que aman a Dios.

La Fe que yo prefiero, dice Dios, es la Esperanza.
Péguy (I)

Al final, uno aprende que no hay que abusar de los libros. Y mucho menos ir a los autores que admira y ama, como quien entra a una farmacia a pedir algo para el dolor de muelas...

No son un 'remedio', en ese sentido. Pero si acaso llegan a serlo, con el gozo de descubrir lo que habíamos olvidado de ellos, llega también la mayor inquietud por haber descubierto lo que habíamos olvidado de ellos.

Así fui a releer los Pensamientos de Charles Péguy.

Y salí un poco apaleado, como corresponde. Porque algunas cosas ya no creo que signifiquen tanto como creía recordar.

Pero otras..., en fin: había otras.

Primera parte, entonces, de una selección de los textos que me parece que pueden resultar útiles, quizá a algunos por una razón y a otros por otra razón.

Y, seguro, todos a mí, por varias razones.
Reconozcamos que la conversión repentina, en masa, es en estos tiempos siempre grosera, causada por malos entendidos. Advirtamos que la propaganda (se refiere a la difusión de la Fe, a la predicación e incluso a la enseñanza y usa una palabra en boga en aquellos años) está sometida a las leyes extraordinarias del trabajo, que nada se logra sin pena, sin larga pena. Advirtamos que formar un espíritu no se reduce a ponerle una etiqueta. Habituémonos a la idea de que haber contribuido a formar sólo un espíritu en el mundo es ya un resultado considerable.

No somos grandes capitalistas de espíritus y de conciencias. No somos grandes propietarios de hombres. Sepamos proceder por elaboración laboriosamente lenta. Sepamos dirigirnos a espíritus personales, a conciencias propias. Y seamos modestos.

Seamos inmorales y políticos, dicen, por un minuto solamente, por el minuto presente; después, en seguida podrán resucitar de nuevo morales e impolíticos. La desgracia está en que nos han dicho lo mismo y nos dicen lo mismo todo el tiempo, sin concedernos un minuto.

Un alumno no vale, no existe sino en el sentido y en la medida en que por sí mismo introduce una voz, una resonancia nueva.

Una gran filosofía... no es aquella que no tiene vacíos. Es la que tiene plenos.

Cuando se tiene el honor de ser enfermo, y la felicidad de una enfermedad que nos deje la cabeza libre, entonces, y solamente entonces, se es un lector ideal.

Cuántas paciencias no son sino medios para no sufrir... Cuántas paciencias no son sino la más sabia, la más impecable estafa al dolor, es decir, a la prueba, es decir, a la salud.

Verso y prosa son dos seres diferentes, incomunicables. Y decir la misma cosa en verso y prosa no es decir la misma cosa.

jueves, 28 de abril de 2005

El asunto tiene toda clase de aristas interesantes. Tantas, que no sé por dónde empezar.

Así que, en principio, un poco de historia dice esto. Hay un diario argentino que tiene un nombre malsonante, feo, diría: Infobae.

En los últimos tiempos he visto que su portada electrónica trae unas noticias destacadas, debajo de los titulares, donde se ve que algunos se ponen cachondo de tanto en tanto porque les gusta hablar allí de sexo, destacando cosas que bordeen el tema, y si tienen un aspecto escandaloso, mejor.

La cuestión es que cada tanto traen cosas escandalosas o 'picantes', supongo que para ver si alguno 'pica', precisamente. O qué se yo para qué. Aparte el hecho de que 'hablar' tanto de sexo... en fin, qué quieren que les diga... Salvo que se trate de la intención de que 'se hable', 'se consuma' sexo...

Ahora bien, en la mañana de ayer, 27 de abril, los muchachos se metieron -frescos, irreflexivos, alegres- con una cuestión extravagante.

Lo primero en lo que me fijé es en esa obviedad de la mirada retrospectiva que insiste en aplicar las categorías vigentes hoy hacia atrás: 'pornografía de hace 7.200'.

Después, esa otra cuestión -'hilacha', se dice en español-, de tratar de ver en cierta clave la desnudez del cuerpo femenino, como cuando algunos dicen que el pecado original fue un pecado sexual de Adán porque Eva lo tentó con su cuerpo (la 'manzana mordida', emblema de tentación y deseo sexuial), por ejemplo, y cosas de ese tipo.

La tercera cosa fue que no habían puesto fotos del hallazgo arqueológico, que sin embargo, descripto con profusión prometía una orgía visual hardcore XXXXX....

Es decir, estaban hablando de sexo, al fin y al cabo. Y se relamían.

Allí empieza la investigación.

La fuente es un artículo viejo (no se olviden ahora de que estaba entre las noticias destacadas del 27 de abril) del 4 de abril, que aparece en The Guardian.

La misma presentación con algunas y británicas pocas variantes. Pero, tampoco hay fotos.

Las imágenes 'pornográficas' del Adonis de Zschernitz (de eso se trata todo este follón) resultan -como me había imaginado- tan pornográficas como los ceniceros y patos de crealina que -por miríadas- hacen mis hijos en sus creativas clases de plástica....

Más atrás en el tiempo, si uno busca, aparece la versión alemana (y 'científica', claro) de este asunto. Y, allí sí, una serie más completa de "las chanchadas del Adonis..."

Pero, finalmente, sorpresas hay en todas partes, si uno se pone a ver.

Porque, Athena (una joven de 24 años que tiene un blog y escribe desde Cambridge, en Inglaterra), resume gran parte de la sorpresa (furiosa), que puede despertar el asunto, con el agregado de que estudia estas cuestiones y piensa y concluye con bastante más tino que The Guardian, e infinitamente más que el refritador cachondo: Infobae.

Se me hace obvio, por ejemplo, que las fotos no aparecen en ninguno de los dos diarios, porque sencillamente las imágenes no apoyan las elucubraciones y conjeturas sexocéntricas de los periodistas (y hasta de los propios científicos...)

Calculo que les habría encantando encontrar una tapa de Play Boy de hace 10.000 años.

Pero no es eso lo que encontraron. Y da toda la impresión de que ni los sajones, ni los anglosajones...ni Infobae, tienen la más pálida idea de qué es lo que encontraron. Aun cuando realmente hubiera alguna cuestión sexual en el asunto.

Entonces, fueron y transformaron lo que encontraron en una tapa de Play Boy.

Y listo.

miércoles, 27 de abril de 2005

Y eso que faltan decenas de esos nombres sonoros que, en mi niñez, eran lo máximo en materia de aventuras y lugares lejanos y hombres valientes
-Sandokán y Yañez, en los primeros puestos-, a los que les pasaban unas cosas estupendas cada vez que decían 'bauprés' o 'trinquete', incluso las archisabidas 'estribor' y 'babor' o 'viento a 7 nudos' y 'un mar de 40 brazas'.

Pero, siquiera como remembranza de aquellos mundos felices, no está mal esta descripción del Espora, barco argentino, allá por 1863:
"...cubierta corrida de gran brusca y arrufo; proa elevada, pero poco alterosa; alojamiento para la tripulación y para el capitán, debajo de la cubierta, a los que daban, respectivamente, acceso, dos escotillas de brazolas, no más altas que los tablones de aparadura que constituían la amurada, con grandes escotaduras a modo de bocas de tormenta para desahogar los golpes de mar, en caso de mal tiempo. Dichas escotillas, situadas, una, a un tercio aproximado de la eslora, y la otra, a parecida distancia del espejo de popa; el ancla adosada al exterior, descansando sobre el cintón y fuertemente trincada; las mesas de guarnición, centrales y al pie de cada palo; el timón a mano, de gran dimensión, algo adelante de la bajada de popa e inmediato al compás, es lo que nosotros le suponemos visible al Espora, con más: algún cañoncito de hierro montado a proa y uno a cada banda de popa, no muy separados de los pescantes de los botes por sendas bandas. Estos últimos, trincados, aunque con sus tiras pasadas, para echarlos al agua prestamente. Completando esta visión panorámica, tal cual tina amarrada a la amurada debajo de la tabla de jarcia, destinada a recoger el agua de lluvia para el lavado de los 7 u 8 tripulantes, cubiertas con capas embreadas, al igual que los botes y escotillas; la bomba, amarrada a un palo..."

martes, 26 de abril de 2005

Ahí lo tienen. Es ese tipo de cosas que los hombres no podemos hacer: el universo, por ejemplo.

De vez en cuando, verlo tal vez. De vez en cuando contemplar lo que es.

Eso sí. Eso puede ser. Tal vez.

En general, ni mirarlo. Ni saber qué es en realidad.

Y, si acaso -y esto sí que es verdaderamente sorprendente-, aunque no podamos hacerlo, tal vez podamos deshacerlo.

Y de hecho podemos y de hecho lo hacemos.

Con ese dispendio tan nuestro para con lo que está, y con lo que es, se vea o no.

Especialmente si no se ve, si no sangra, si no lo vemos sangrar, si no cuesta.

Desde un niño en el vientre de su madre hasta una galaxia lejana.

Me acuerdo ahora de que Chesterton gustaba de ver lo inmenso como pequeño, y viceversa. Y de esa especie tan suya de cuidado y hasta de avaricia para el recuento y la admiración de todo lo que es.


Algunos aniversarios tienen su gracia.

Aquí me tienen ustedes, alegrándome callada e imprevistamente de la existencia, desde hace 15 años, del telescopio Hubble...

Pero no es tanto el telescopio -ciertamente una maravilla de la ciencia y de la técnica, diría un militante-, sino lo que hay al final de ese poderoso dedo que ve: las cosas, el universo.

Y entonces me viene también como reproche a nuestra ceguera torpe, aquella sentencia oriental: cuando el dedo apunta la luna, el imbécil mira el dedo (tachen aquí los susceptibles y pongan lo que no les haga tanto sarpullido...)


Y, sin embargo.

Y, sin embargo: un solo pensamiento de un hombre vale más que el universo entero.

Misterio humorístico.
Y sí, me enteré.

Qué le vamos a hacer...

Los versos del colombiano Eduardo Carranza se defienden solos. Y a mi juicio son buenos. Paradojales, claro, como a veces tiene que ser la poesía, especialmente la poesía con religiosidad. Pero allí están.

Ahora bien, no suelo hacer esto que voy a hacer, pero la tentación se me hace grande y, como dijera Wilde, uno puede resistir cualquier cosa, menos la tentación...

Dedicado, entonces, a José Luis va este ensayo de lo mismo que dice Carranza, aunque visto desde otra perspectiva, cordialmente.

El tiempo hiela las cosas,
la barca tensa el cordel,
la noche se cierra a veces.
Y el corazón está bien.

Tiene sed la boca mientras
el hambre va con la sed,
la piel se quiebra de frío.
Y el corazón está bien.

Duele la ausencia y nos duele
la partida o el desdén
que nos hieren como espinas.
Y el corazón está bien.

No hay derrota ni desierto
ni nostalgia que temer.
Nada es daño sin remedio
si el corazón está bien.

No hay que temer la distancia
ni la muerte hay que temer.
El mal se espanta y se vuelve
si el corazón está bien.

Y es hasta dulce el camino
que a veces nos hiere el pie,
porque entre heridas y llagas
que nos quebrantan la fe,
no muere lo que está vivo
si el corazón está bien.

(Y nos parece difícil
y uno dice: no ha de ser,
pero es ley que en esta vida
hay que esperar y creer
y amar como amar se debe
y más si el ojo no ve
y aun doblados de rodillas
y sin sabernos qué hacer...)

Si todo parece nada,
si la nada sabe a miel:
Nada es nada, todo es algo
si el corazón está bien.

domingo, 24 de abril de 2005

Al fin un poco de frío. Violento, súbito. Mejor.

Después de la lluvia de la madrugada, la mañana nublada llegó de pronto a un acuerdo razonable: viento sur y escampe, con un sol tibio.

Tenía un encuentro y eventual almuerzo previsto y salió todo mal.

O bien..., quién sabe.

Antes de mediodía, con infinita pereza social, había salido a la ruta, rumbo al noroeste, lejos. Pero ya no tenía dónde ir.

Y, estando en el camino, no quería volver a casa, así que aumenté la apuesta: más lejos.

El día era ideal. frío, nubes de a ratos, ese sol tibio. Otoño crudo. Los árboles amarilleando por las lomadas y el campo feliz.

Kiri Te Kanawa merecía el Laudate Dominum que estaba cantando y Mozart se merecía esa voz.

Al fin, llegué -tal vez los hados, tal vez el designio o el propósito- al pueblo en el que tengo buena parte de mis raíces, desde casi un siglo atrás.

Desde hace años voy sólo esporádicamente y trato de no ir. Lo que más me hiere es ver cómo han hecho de aquellos lares, tierra de polistas y clubes de campo; miserabilidades exhuberantes de los tiempos menemistas. Tan distinto de las imágenes vívidas que nunca se me van. Imágenes de un puebluco de campo, ínfimo, enorme.

En los últimos dos años, tres o cuatro veces pasé por allí. Dos de ellas para ver si había abierto una casa de comidas que un empeñoso bonaerense, de unos 35 años, trataba de levantar en el medio de la nada, en una esquina emblemática del pueblito. Muy campero él, sin afeites, sin forzamientos, de veras campero. Eso tenía de bueno su proyecto, que viene tratando de levantar desde hace diez años: ama el campo, le gusta el campo, no la gente que dice que le gusta el campo. Y así le salió el boliche.

Para mi enorme alegría acerté hoy. Lo vi abierto, funcionando ya. Lo vi como quien ve algo o alguien amado, que no esperaba ver y encuentra sin habérselo propuesto.

Y allí estaba el perseverante, haciendo sus empanadas, serenamente cocinando sus corderos y pollos al disco, al horno otras viandas, friendo sus batatas y sus papas, cortando sus salames chacareros, escanciando sus vinos caseros, entibiando la caña de durazno, el pan casero.

Apenas unas pocas mesas, una salamandra vieja. Sillas y mesas desparejas, arreos, bolsas de verduras, fardos, vinos, fotos viejas, cuadros bien a propósito.

Las horas se me pasaron allí. Él contándome su vida y sus trabajos, sus sueños, haciéndome oír su música. Yo contándole las historias del pueblo que, en diecisiete años en la zona, no conocía. Es que el tiempo es mucho más lento allí y la entrada al pueblo es larga para los que no son de allí.

Comí en un rincón oscuro, silla de paja, vela Ranchera en un platito de cerámica para iluminar el rincón (no por tilinguería), plato enlozado (de esos amarillos con bordes verdes), un buen tinto clásico, y un cordero al disco servido en paila con verduras y sus batatas y papas fritas de guarnición. Un escabeche de pollo (criados a campo, por él, con orgullo lo dice), chipá caliente, galleta tibia.

Solo estaba yo, en mi rinconcito casi detrás del mostrador. Apenas un matrimonio joven, que resultaron nietos de amigos de mis padres. Van siempre, porque viven allí y "para hacerle el aguante", "porque hay que venir, para que no se desanime, porque este lugar tiene que seguir..."

Pasaba el bonaerense cada tanto, ofreciendo esto y aquello, haciéndome probar encurtidos y chacinados, conversando, hablando de la música, sin molestar, a lo campo.

Hasta que se fueron los jóvenes y nos quedamos conversando, caña de por medio, cigarros misioneros de hoja que me convidó ("...porque vi que usted fuma negros..."). Más y más cuentos y decires.

Por fin. Había vuelto a mi pueblo, después de tantos años, a mi padre, y a mi historia en el pueblo, tanta, de infancia, de juventud. De pronto se borraron todos los años en que no estuve, en que no fui. Y volvieron todas las cosas.

No podía irme. No quería.

Pero tenía que. Y me volví.


Quién sabe cómo habría sido mi día hoy.

Sé cómo fue. Y se ve que era así como tenía que ser.
Es difícil, hoy por hoy, caer en una iglesia -que no sea la propia parroquia, donde no suele haber buenos predicadores- y oír al menos una homilía que valga la pena.

Pero, cuando pasa que uno encuentra una homilía que le gusta haber oído, pasa que uno encuentra una homilía que le gusta haber oído.
Un amigo me manda un texto de Jorge Vocos Lescano, de un libro del cordobés que no recuerdo (porque siempre anduve por sus versos): El Tiempo más hermoso, 1959.

El aire

A veces me quedaba las horas, solo, mirando. Si alguno de los amigos venía entonces por mí, no conseguía nada y pronto lo despedía. Hasta el mismo Sapo Peralta, que me quería tanto, y que casi nunca dejaba de traer algún petiso para que yo anduviera, muchas tardes tuvo que volverse en seguida, protestando, sin entender. En casa, mis hermanos decían: está con luna. Pero no era como ellos pensaban, ni tampoco me encontraba solo. Mis ojos habían descubierto la presencia del aire y mi corazón se abría ya, dichoso, a la gloria de su amistad. Esto era todo.

¿Cuándo, dónde, cómo se me reveló el aire? En verdad, no lo sé. Por otra parte, y como eternamente me pasa con lo que voy viviendo, jamás se me dio por hacerme tales preguntas. ¿Para qué? Alguna vez -lo demás poco importa- sobre mi cabeza sentí el peso de una mano, leve, fresca, serenísima. Al volverme, él estaba. Y yo lo vi, lo vi, dulce y hermoso, innegable y cierto como mi madre, como el ruido de la acequia, como el cajón donde guardaba los juguetes. Y en su mirada había un temblor lejanísimo de flores, de mañanas naciendo, y aunque sus labios no decían palabra, de su sonrisa, de su figura toda se desprendía una fragancia, brotaba una música de puros silencios, incomparable, que me ganaba y me envolvía el ser, que llegaba a las cosas y las tomaba, y me las mostraba, y me las iba entregando, así, como sacándolas de un pañuelo de colores, y todo sin darme tiempo, sin que a mí ni siquiera se me hubiese ocurrido preguntar. Y entonces supe que él, el aire, era dueño de la luz, y que en los veranos no tenía descanso, porque debía andar de un lado para otro, llevándola, repartiéndola, ya por las anchas copas de los carolinos, ya por los arenales desnudos de la costa, ya por el lomo y las crines de los caballos sueltos por el campo. Y que en las noches tampoco dormía, porque la claridad de las estrellas es la que los sueños piden, y él tenía que seguir andando, moviéndose, para buscar y tocar sus dedos encendidos las sienes de alguna mujer, o las ramas de esos pinos que sólo crecen para sostener algún día los globos y los regalos y el júbilo de la Navidad. Y supe, además, porque en ese momento lo entendí todo de una vez, que quien tuviera el privilegio de verle y de creer en él, como yo en ese instante, ya nunca, nunca llegaría a sentir el corazón ensombrecido por la distancia y el olvido y tantos otros desvelos que por entonces ni sospechaba y cuyo sentido, después, el tiempo me fue enseñando. Porque no hay rincón a donde su aliento no llegue, porque de algún modo él sigue siendo el mismo y permanece idéntico al que fue en la primera hora del mundo, y porque su gracia, en definitiva, no es otra que la de mantener unido a cada uno con los rostros y los nombres que ha querido, con toda esa vida con la cual, desde que nacemos, estamos golpeando a las puertas de la eternidad. Y él había venido, para participarme de la hermosura, para incorporarme a las maravillas que su transparencia esconde. Y estaba allí, y para que yo le viese, y en señal de amistad, de pronto había extendido una mano y la había dejado deslizar por mis alborotados cabellos.

Desde entonces, puedo decir, no ha habido casi momento de mi existencia en el cual él no haya estado presente y yo no lo haya visto. Aunque nadie lo supiera, hasta intervenía en mis juegos, como otro compañero más, y en ocasiones su ayuda me resultaba valiosísima. Gracias a él, muy pocas veces consiguieron ganarme alguna carrera, fuese a pie o a caballo, o vencerme en un combate de barriletes. Cuando la dicha o la pena eran muy grandes, nada podía hacerme tanto bien como el marchar a su encuentro, o el quedarme sentado en la galería, desentendido de todo, esperándole. Era el alivio, la certidumbre, la paz. Su fidelidad ha sido ejemplar y a través de los años, hasta hoy, nunca se alejó demasiado de mi lado ni dejó de acudir a mi requerimiento. Y si ahora tarda un poco más en aparecer y mostrarse, la culpa es sólo mía. Porque, desdichadamente, yo no he sabido ni he podido conservar íntegra mi capacidad de asombro, la confianza aquella del niño que fui, única condición que él pone para otorgar su amistad.

El texto se vale solo. Pero hay dos o tres cosas.

La expresión 'capacidad de asombro', sola, sin resonancias de cliché, allá por los '50 y mucho antes. Traten de verla y oírla sola, sin el barro del camino que recorrió desde entonces: usada para llenar 'un discurso vacilante', usada para no decir nada, para parecer naïf (que queda tan bien...), para no parecer burgués, una tilinguería.

Es una bonita expresión. Todo el realismo está en germen allí. Lástima que se arruinara y desgsatara. O tal vez era demasiado importante para seguir indemne.

Algo menor. Podría pasar, y no sería nada extraño por el sentido del texto, que el autor personificara al aire. Lo tratara como a una persona. Ahora bien, el pronombre enclítico en 'esperándole' está en el original. En estos estos últimos años, la Real Academia -por el arraigo del uso en España- admitió para el masculino la posibilidad de usar tanto lo como le como pronombre en caso acusativo referido a personas. Pero no está admitido en el caso de referirse a cosas. Hoy, si el aire fuera considerado cosa simplemente, es leísmo. En aquellos años, no importa si lo consideró cosa o persona, era leísmo. Innecesario.

Tercero, y último (but not the least): allí están los poetas "no haciendo nada", mirando al aire, al "vacío", y viendo todas las cosas que hay donde hay 'solamente' aire. Dios nos perdone la torpeza de golpearles el hombro, "ya que no estás haciendo nada..."

No, no es reversible.

Porque el que está mirando todo lo que hay donde parece que hay solamente vacío, también parece que no está haciendo nada.

Pero el que no está haciendo nada, se queda mirando el vacío.

Puede pasar que el que mira el aire, sin hacer nada, esté en pose de poeta. Pero ése no sólo no hace nada, tampoco ve nada.

Sólo es poeta -al menos poeta- el que ve.

sábado, 23 de abril de 2005


Un homenaje a don Miguel de Cervantes.

De poeta a poeta, de un lado al otro del mar.





ver



Letanía de nuestro señor Don Quijote
A Navarro Ledesma

Rey de los hidalgos, señor de los tristes,
que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión;
que nadie ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y la lanza en ristre, toda corazón.

Noble peregrino de los peregrinos,
que santificaste todos los caminos
con el paso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad...

¡Caballero errante de los caballeros,
varón de varones, príncipe de fieros,
par entre los pares, maestro, salud!
¡Salud, porque juzgo que hoy muy poca tienes,
entre los aplausos o entre los desdenes,
y entre las coronas y los parabienes
y las tonterías de la multitud!

¡Tú, para quien pocas fueron las victorias
antiguas y para quien clásicas glorias
serían apenas de ley y razón,
soportas elogios, memorias, discursos,
resistes certámenes, tarjetas, concursos,
y, teniendo a Orfeo, tienes a orfeón!

Escucha, divino Rolando del sueño,
a un enamorado de tu Clavileño,
y cuyo Pegaso relincha hacia ti;
escucha los versos de estas letanías,
hechas con las cosas de todos los días
y con otras que en lo misterioso vi.

¡Ruega por nosotros, hambrientos de vida,
con el alma a tientas, con la fe perdida,
llenos de congojas y faltos de sol,
por advenedizas almas de manga ancha,
que ridiculizan el ser de la Mancha,
el ser generoso y el ser español!

¡Ruega por nosotros, que necesitamos
las mágicas rosas, los sublimes ramos
de laurel Pro nobis ora, gran señor.
¡Tiembla la floresta de laurel del mundo,
y antes que tu hermano vago, Segismundo,
el pálido Hamlet te ofrece una flor!

Ruega generoso, piadoso, orgulloso;
ruega casto, puro, celeste, animoso;
por nos intercede, suplica por nos,
pues casi ya estamos sin savia, sin brote,
sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,
sin piel y sin alas, sin Sancho y sin Dios.

De tantas tristezas, de dolores tantos
de los superhombres de Nietzsche, de cantos
áfonos, recetas que firma un doctor,
de las epidemias, de horribles blasfemias
de las Academias,
¡líbranos, Señor!

De rudos malsines,
falsos paladines,
y espíritus finos y blandos y ruines,
del hampa que sacia
su canallocracia
con burlar la gloria, la vida, el honor,
del puñal con gracia,
¡líbranos, Señor!

Noble peregrino de los peregrinos,
que santificaste todos los caminos,
con el paso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad...

¡Ora por nosotros, señor de los tristes
que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión!
¡que nadie ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y la lanza en ristre, toda corazón!


Rubén Darío (de Cantos de Vida y Esperanza, 1905)

viernes, 22 de abril de 2005

Historias, cosas que pasan.

Estaba -ahora que estos versos que viene abajo me lo recuerdan- aquella cuestión de James Joyce de escribir poemas de amor -de cualquier amor- sin sentirlo, para que sean tenidos por poemas de amor, por quien los compuso y quien los lea..

(Por otra parte, si vamos a ver, no es otra cosa que lo que en parte Platón ya le hiciera plantear y responder a Sócrates en el Fedro.

Así de viejo como eso es este problema 'sofístico' de escribir cualquier cosa que se pueda escribir con arte, impúdicamente, sin las cosas presentes, sin buscar la verdad, la belleza y el bien. Sin buscarlos en absoluto, ni por error, tal vez. Y todavía sería necesario además que se los despreciara, se los mirara con burla o con indiferencia, mejor.

Lo que resulta después en la obra -malgrado del pobre autor que no siempre gobierna, y tantas veces es solamente gobernado-, es otro asunto.

Ahora bien, se puede escribir sobre algo -y aun saber sobre eso- sin haber pasado por allí, porque no es la experiencia la única forma de acceder a la verdad. Habría tan pocas obras si hubiera que esperar, para producirlas, la coincidencia de experiencia vivida y medios expresivos...

Recuerdo, por otra parte, que un refugiado chileno en la Argentina, por los '70, terminaba nuestras conversa-discusiones siempre con la misma frase: "mirá, tú comprendes mi dolor, pero yo sólo lo siento", y volvía a servirse vino, entre lágrimas.

Creo igual que en algo exagera Platón, con todo. Pero, en fin, para otra vez...)

Sin embargo, volviendo a mi asunto de ahora (y seguramente lo estoy diciendo en defensa propia), cuando hay empatía, cuando se entiende lo que nos han dicho y contado y nos conmueve, tal vez no sea el caso de haber hablado impiadosamente del amor -diría Sócrates-, si uno habla del amor que sienten otros y a otros duele.

Aun cuando no todo sea fiel espejo de la realidad y uno se tome ciertas libertades, digamos, licencias literarias, verosímiles. Y eso en lo que uno considera que ayuda al arte a decir lo que el arte puede decir, y a veces uno no puede....

ver

El Fin

No hay fin: tú eres el fin. Todas las cosas.

Si el vino viejo sabe interminable.
Si no arde el fuego en el que nace el día.
Si no hay silencio, canto o voz ninguna.
Si no hay rastros de ti con la mañana:

No hay fin: tú eres el fin. Todas las cosas.

Si no hay playa de mar, ni cumbre o fruto.
Si los nombres resuenan como un hueco.
Si en la noche las horas ya no cuentan.
Si no hay sombra al final de los caminos:

No hay fin: tú eres el fin. Todas las cosas.

Pues si tú eres el fin, todas las cosas,
y si al fin es por ti que es toda cosa,
y tú no estás, no eres, si no llegas:
Entonces, no habrá fin para la noche,
no llegarán a arder todos los fuegos,
ni el día morirá, ya no habrá mares,
ni playas que besar, no habrá caminos,
ni puertos. No habrá voces, ni silencio,
ni vinos que beber, ya no habrá nombres.
Horas no habrá, ni sombras. No habrá frutos.

Ya nada más será, ni yo tampoco.
Porque sin fin no existo, tú no existes.

Y si ya nada llega, si no llegas,
si nunca llegarás, y eres el fin:
Nunca más andaré, no daré fruto,
ya no tendré calor, diré silencios.
mi cumbre será un llano, mi flor rama.
Ni vinos beberé. Y será el fin.

Un fin sin ti sin fin. Ninguna cosa.
Un fin sin ti sin fin. Todo distancia.
Un fin sin ti sin fin. Hasta que existas.

Porque si eres el fin y nunca llegas
cada cosa querrá ser sin lograrlo
substituida por otra que sí exista.

Cada cosa tendrá otra en su puesto.
Reemplazará la noche a cada noche,
un amor al amor, el vino al vino,
la luz de la mañana a la mañana.
Y otra voz en tu voz dirá estos versos.
Y otro silencio habrá y habrá otra risa.
Y así otra cosa habrá por cada cosa.

Porque si eres el fin y nunca llegas,
nada será sin ti, sin ti no hay nada.

Y aun otro en mí seré y en ti habrá otra.


Esto es lo que yo llamaría, a mi modo de ver, un poema. Versos más, versos menos, mejores o insuficientes.

Creo que, además, tiene el grado conjetural, hipotético, y en algún sentido grave, tenso, inquietante, que un poema (de este tipo) suele o podría tener, tratando de decir, creo, lo que tiene que decir, dado el caso.

Hasta donde veo, cualquiera que estuviera -o se pusiera- en ese papel, en ese lugar, podría decir lo mismo. Al menos sentiría lo mismo o algo muy parecido, aunque no pudiera decirlo.

En lo que hace a la cuestión de fondo, es una cierta pesadilla metafísica, aunque se refiere más bien a la percepción que al ser. Lo que no deja de parecerme también impresionante: el modo en que los contornos de las cosas reales se disuelven, diluídas por la pena.

Claro que, si acaso se refiriera efectivamente al ser, si acaso eso pudiera decirse propiamente de lo que es, sería una verdadera pesadilla.

Posiblemente, si uno llegara a ese estado de ánimo, si viera y viviera las cosas así, si eso sintiera; y si nada pudiera hacerse para remediarlo y uno quisiera remediarlo, y conviniera o no le quedara más remedio que remediarlo, no haría mal en escribir un poema, para empezar.

Porque no le queda mucho más que hacer, hasta que escampe.

Y si no puede, o no quiere, no tomará a mal que otro lo haga en su lugar.
Es casi obvio, a esta altura. Parte, apenas, de lo que hay por ahí.

Está fácil.

Ya dije que he vivido, con éste, bajo el reinado de seis papas.

A primera vista, me pareció que nunca me había pasado, pero, pensándolo bien, no es la primera vez que veo y oigo broncas contra un papa.

Sin embargo, sí es ésta la primera vez que oigo ruidos roncos por la 'ortodoxia', primera vez que me toca ver la furia, la espuma chorreando por la comisura de los labios apretados, oír y ver los aprestos de 'toma de la Bastilla' de los que esperan, temen, deploran un próximo festival de conservadurismo u ortodoxia o integrismo o tradicionalismo o represión (pongo palabras que están sonando, no necesariamente sinónimos.)

Supongo que esto podría ir in crescendo, si Benedicto XVI se comportara como lo esperan sus oponentes, por más que se trate de un hombre de 78 años, dure lo que durare su pontificado. O incluso, me parece, si se comporta de cualquier modo -no importa cómo-, mientras el que se comporte sea él y su fama y su prontuario y él como emblema de lo contrario de cualquier otra cosa que no sea él.

Porque no es progresista o liberal, tanto como porque fue el inquisidor. O porque es alemán. O porque no es 'latinoamericano' (tampoco importa que no sea 'latinoamericano' de Milán o de Brasil o de Asia... que los hay en todas partes, sea lo que fuere que signifique serlo.)

Y más y más líneas que traman, con endiablada complejidad, lo que supone el mundo que es un papa, lo que supone que solamente debería ser, cosa que tiene su interés también. Hasta lo que suponen muchos católicos que es o debería ser.

Especialmente, repito, porque a muchos de los que han puesto y ponen 'el grito en el cielo' (vaya, vaya... bonita figura), quién sabe qué les va en que la Iglesia apruebe, tolere o aun promueva aquellas cosas que esperan ver aprobadas, toleradas o promovidas.


Ahora bien, que la acusación sea de 'nazi' tiene su miga, por varias razones. Y eso lo voy a masticar de a poco.

jueves, 21 de abril de 2005

Lo tenía en la pila de pendientes, para releer. Lo 'ataqué' hace unos cuantos días. Y me resulta bien oportuno: Juan XXIII (XXIV). Una Fantasía (o sea La Resurrección del Quijote - Sinfonía fantástica a la Berlioz en tres movimientos y una coda; para uso de naciones subdesarrolladas), de Jerónimo del Rey (Leonardo Castellani, como todo el mundo sabe), Theoría, 1964.

Tiene una portadilla que dice:
Este libro es un pasatiempo.
Si acaso sobre eso es otra cosa, consta que por primero es un pasatiempo lícito y humano.
Los sucesos están en futuro presente condicional. O para más claridad, lo inmergente para lo sobreviviente; y éste, inmergente otra vez, para el futuro emergente.
Los sucesos increíbles, inimitables y verídicos aquí narrados comenzaon en Montevideo poco antes de la invasión yanqui, la guerra francorrusa y la fragmentación de la Argentina en seis naciones.


Cada capítulo -o Puntada, como llama a la italiana- tiene uno o más epígrafes, algunos inventados, otros no. Por ejemplo, estos dos:

La autobiografía es el mejor vehículo para decir la verdad -acerca de los otros. Chesterton (capítulo 8)

All a poet can do is simply warn (todo lo que un poeta puede hacer es avisar.) Owen (capítulo 11)
Hace ya varios años que comento estos textos en clases sobre el lenguaje y la palabra.
ver

Evolución del lenguaje

No conozco las palabras más antiguas.
Si me remonto a las inscripciones,
estoy lejos todavía de las palabras vivas,
llenas del aliento y del acento del hombre histórico.
La muerte ha alejado esta voz a milenarias distancias.
Queda la inscripción, único rastro
para el ferviente heredero
-y aquí el sendero se interrumpe-
aunque se sepa que conduce más allá...
...aunque se sepa que debe conducir
hasta las primeras inspiraciones del lenguaje,
hasta los primeros descubrimientos, los que hace
el hombre, para nombrar los objetos.
Unión de inspiraciones y de significados.

¿Cuándo tuvo su inicio el torrente de sonidos
que hasta hoy fluye en nosotros?
¿Cómo excavaron el álveo para que pudiesen fluir
las formas más simples
en las que el espíritu se encarna?
¿Cómo se hicieron distintos las estirpes,
las tribus, los pueblos?
Cuán largamente ha durado la ola de nacimientos
concentrada en el seno de las madres,
en la identidad de los vocablos,
que se transmitían al par de la vida.

¿Cómo sonó por primera vez
en aquella ola la palabra
"Dios",
cómo adquirió un significado
antes de asumir el de
Verbo entero?
Tal vez el hombre los uniese
sin ni siquiera comprender que los unía
-¿es la mente la que asigna el significado?
¿no lo hace también el corazón?
(cuando llego a este punto, soy ya "yo", no "él"
-el significado de las palabras ha madurado;
pero, ¿qué dice el corazón?).

Tú, el único, Tú que tienes por guía el corazón
y proteges las raíces de nuestro crecimiento,
Tú has dado unidad a la multitud de las palabras.

Karol Wojtila
(Pascua, 1966)


El hombre frívolo

La persona frívola es aquella incapaz de apreciar en su totalidad el peso y el valor de la nada. (...) Muchísima gente tiene la idea fija de que la irreverencia, por ejemplo, consiste principalmente en hacer bromas. Pero es muy posible ser irreverente con una dicción carente del más leve indecoro y con el alma impoluta del más mínimo asomo de humor. La definición espléndida e inmortal de la verdadera irreverencia la encontramos en aquel mandamiento mal comprendido y desatendido que declara que el Señor no considerará libre de culpa a quien toma Su nombre en vano. Se supone vagamente que esto tiene algo que ver con las bufonadas y la jocosidad y los juegos de palabras. Decir algo con un toque de sátira o de crítica individual no es decirlo en vano. Decir algo fantasiosamente como si fuera algún fragmento de las escrituras del País de las Hadas no es decirlo en vano. Pero decir algo con una gravedad pomposa y sin sentido; decir algo de modo que sea al mismo tiempo vago y fanático; decir algo de modo que sea confuso al mismo tiempo que es literal; decir algo de modo que al final el oyente más decoroso no sabrá por qué diablos lo han dicho o por qué él lo ha escuchado; esto es verdaderamente y en el sentido serio de aquellas antiguas palabras mosaicas, tomarlo en vano. Los predicadores toman el Nombre en vano muchas más veces que los seglares. El blasfemo es, en verdad, fundamentalmente natural y prosaico, pues habla de un modo trivial de cosas que cree son triviales. Pero el predicador común y el orador religioso hablan de modo trivial de cosas que ellos creen que son divinas.

Esta es la violación de uno de los Mandamientos; es el pecado contra el Nombre. Si queréis, tomad el Nombre desatinadamente, tomadlo en broma, tomadlo brutalmente o con enojo, tomadlo puerilmente, tomadlo erróneamente; pero no lo toméis en vano. Usad una santidad para un propósito extraño y justificad ese uso; usad una santidad para algún propósito dudoso o experimental y jugaos por vuestro éxito; usad una santidad para algún propósito bajo y odioso y sufrid las consecuencias. Pero no uséis una santidad sin popósito alguno; no habléis de Cristo cuando lo mismo podríais hablar del señor Perks; no uséis el patriotismo y el honor y la Comunión de los Santos como relleno de un discurso vacilante. Este es el pecado de frivolidad, y es lo que caracteriza principalmente a la mayoría de la clase religiosa convencional.

Así volvemos a la conclusión de que la verdadera seriedad es mal acogida lo mismo entre los religiosos que entre los no religiosos, lo mismo en el mundo carnal que en el espiritual.

Gilbert Keith Chesterton
(Fragmento, publicado en El hombre común, colección póstuma de ensayos)

miércoles, 20 de abril de 2005

Si alguno quiere hacerlo, si tiene algo de tiempo y ganas, que lo haga. Yo ya lo hice, más o menos, tal como me temía que iba a hacer, y tal como me lo había propuesto. Por suerte, llevó menos tiempo que el que me imaginaba.

De la lectura de una fatigante mayoría de las cosas que se han dicho a partir de ayer, no sale nada notable. Alegrías y decepciones, desagrado y complacencias. Así que nada haré aquí de una retahila de enlaces y subrayado de previsibilidades conservadoras o progresistas. Me gusta el papa, no me gusta el papa...

Una sola cosa me pareció notable: la pasión -sincera o no- por una Iglesia absolutamente inclusiva, tanto que, así vista, resultaría que todo el mundo sería la Iglesia y la Iglesia todo el mundo. Sin limitaciones ni límites, sin fronteras. Se venía diciendo, es verdad. Como amenaza: lo que la Iglesia necesita, y más lo que el mundo necesita de esta Iglesia.

Una Iglesia tal en la que no quede nadie afuera. Una Iglesia que contenga todo de todo en todo el mundo.

Por otro lado, la respuesta o la actitud del conservadurismo -dicho así, sin matices- parece simétrica. Casi 'gorila', diría.

A vs. B, X vs. Y.

(A veces parece un poco estúpida la actitud de aquellos que niegan no la incidencia final y definitoria de las facciones y sus pugnas -que si eso hicieran estarían en lo cierto-, sino la misma existencia de facciones y de pugnas. Y que digan que eso es piedad no mejora la cosa.)

Dos emblemas, me parece, hay en el Evangelio de estas cosas:
Llevándolo a una altura, le mostró desde allí, en un instante, todos los reinos del mundo, y le dijo el diablo: Todo este poder y su gloria te daré, pues a mí me ha sido entregado, y a quien quiero se lo doy; si, pues, te postras delante de mí, todo será tuyo. Jesús, respondiendo, le dijo: Escrito está: "Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo servirás". (Lc. 4, 5-6)

Y por otro lado:
...Jesús, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras él viniendo a pie de las ciudades.
Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos. Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: "El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida." Mas Jesús les dijo: "No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer." Dícenle ellos: "No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces." Él dijo: "Traédmelos acá." Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños. (Mt. 14, 13-21)

Pero, así las cosas de este mundo, en este mundo. En el medio, y también en otra parte, la Iglesia y la realidad de la Iglesia. Y el misterio de la Iglesia.

martes, 19 de abril de 2005

No sé por qué. Se me ocurrió soplar rescoldos del precámbrico de mi vida y me tomé el 105 en Devoto a las puertas de la ciudad y viajar a hasta la Plaza de Mayo.

No menos de 22 años que no hacía ese viaje. La primera parte, casi no había cambiado: Devoto, Villa del Parque, Agronomía, el puente de La Paternal, el monumento exótico a Don Ruy Díaz de Vivar, el Cid Campeador, y después las callejas ya entrando en el Once y el centro de la ciudad.

Todo me supo más, qué diré (la palabra no me gusta demasiado, pero...), plebeyo, adocenado, desgastado, monótono, como saborear corcho. No sé si la épica es la ultima ratio de la vida, tampoco sé si basta con un poco de lírica. Pero creo darme cuenta de qué pasa cuando faltan.

Algunas cosas eran llamativas. En Esparza, ya tomando Hipólito Yrigoyen, hay un restaurante: "Te extraño mucho, Clara", al que alguna vez habrá que ir para ver el resultado de la melancolía hecho sopa o ravioles.

Miríadas de piqueteros deambulantes hicieron que la ruta se volviera errática. Y así fue como pude colegir -gracias a un desvío que nos dejó a la altura de Av. Belgrano y Luis Sáenz Peña- y por las campanas al vuelo de una Iglesia feísima que parece una oficina, con su entrada justo en la ochava, que teníamos nuevo Papa.

Y así me enteré. De camino, en tránsito, por signos.

Efectivamente cuando llegué a una oficina, el chofer de la casa salió al encuentro, sonriente e ignaro: habemos nuevo Papa, Don Eduardo...!"

Con él y la joven secretaria nos pusimos a ver el anuncio por televisión. Lo demás, es ya historia conocida. Ambos hicieron el mismo comentario extraño: "Da un poco de pena ver a toda esa gente en la plaza, aplaudiendo y agitando banderas, contentos... Pobre 'el otro', hace unos días estaban ahí, todos llorando, y ahora están todos contentos..."

Más tarde, ahora que escribo, me acordé de un detalle.

Muy cerca de la hora en que tales cosas pasaban, allá, lejos, en la Capilla Sixtina, cuando probablemente estaban preguntándole a Joseph Ratzinger si aceptaba la elección y cuál nombre tomaría, el 105 pasaba por el Parque Centenario.

Es un derroche de graffiti y de pintadas de todos los tonos, pero particularmente anarquistas, con esa ingenuidad pacata de los rompetodo de poner, por ejemplo, una k donde va una qu, tal vez con la presunción de que al burgués nada lo irrita más...

Lo cierto es que por esos rumbos hay una frase pintada en una pared, con aerosol negro: "la única iglesia ke ilumina es la ke arde..."

Un día será cierto, mucho más cierto que lo que supone la rabiosa materialidad de la frase.

Sabrán o no sabrán lo que han escrito. Eso no sé.

Pero ni los anarkistas ni yo nos hacemos una idea exacta de la verdad de esa bravuconada, y con suerte veremos -ellos y yo- con qué fuego arderá y cuánto será luminosa.

lunes, 18 de abril de 2005

Sonó más o menos temprano el teléfono. Un buen amigo me daba el parte: el insigne tucumano estaba en la ciudad; antes de volverse mañana a su pago, al pie del cerro, lejos, quería que nos viéramos. Mi amigo armó la reunión y resultamos cuatro. Y el insigne tucumano.

El sábado 23 cumplirá 79, está achacoso pero feliz. Dice que, como ahora no es actor en la vida sino espectador nada más, la vejez le resulta una cosa divertida: "Me divierte verlo todo, como que no es cosa mía ya, me divierte lo previsible y me divierte lo imprevisible... Ya ves, me estoy desintegrando, como deshilachando, casi no tengo memoria, ni me acuerdo de los 30 y pico de años que he vivido aquí..."

No era del todo cierto, por supuesto. Todo el almuerzo -ahí en la Esquina de Aníbal Troilo- fue de anécdotas y citas, versos sueltos y nombres y fechas. En voz queda, lentamente, comiendo con voracidad, no de espectador precisamente, y disfrutando un vino Norton Clásico de 375, que salió bueno.

Juntarme con él, hasta logró que me reconciliara de hecho y que volviéramos a dirigirnos la palabra con uno con el que hacía unos 30 años casi ni nos mirábamos. Lo que son las cosas. Hasta prometí prestarle un libro.

Hay que decir que para cuando salimos del lugar, la tarde estaba gloriosa ("malhaya este otoño manco...", pensé para mí, nostalgioso de un solo dígito en el termómetro, hasta que el tucumano sentenció, saliendo del bodegón: "así tendrían que ser todas las tardes...")

Al final del larguísimo y nutrido capítulo lírico, dijo: "Yo sé el mejor poema de la poesía española de todos los tiempos. Son doce sílabas, es de María Elena Walsh:
...qué vida ésta:
pasa pronto,
pero cuesta..."
Al final, confesó que estaba queriendo hacer una antología de versos, versos que tienen que ser reconstruidos por los insomnes.

"Mejor que contar ovejas y esas otras zonzeras, dijo. Lo que hay que hacer es aprenderse poemas. Después uno tiene que recostruirlos, porque se le van los versos con el tiempo. Y así uno por uno hasta que se los acuerde a todos; cuando ya lo tiene, le viene el sueño... Lo sé porque a mi me pasa eso..."

"Dichoso de vos", pensé.

Me quedarán esas cosas (y tantas otras) cuando se nos muera el insigne tucumano.

"Ahora casi solamente escribo versos para divertirme, como un juego. Antes también era un juego, pero después vi que yo lo hacía medio en serio medio jugando, y después uno se arrepiente... Pero ahora, los hago para divertirme, porque si los hago en serio o sobre temas muy serios, muy solemnes, es peor, me pongo tieso, obsesivo, corrector... y eso ya no es poesía. Al final, me salen mejor cuando los hago porque sí o en broma..."

Como ejemplo, recitó una dedicatoria que le escribió a una joven que se llamaba Inés, al regalarle un libro.

Le pedí, al rato, que la repitiera y la copié en una servilleta, mientras me la dictaba, sonriente:

Inés. Se llamaba Inés
la que a Don Juan hizo santo.
El prodigio de su encanto,
¿podrá volverse al revés
y yo, que ahora soy santo,
ser un Tenorio después?

Si yo recibiese el don
de abrir cualquier corazón
-y abrir el tuyo tal vez-,
hacia tí me volvería
y con cabal cortesía
con tal poder me pondría,
como este libro, a tus pies.


De a uno se fueron yendo. Nos quedamos con el convocante para acompañarlo hasta la puerta de su hotel.

Nos miró con afecto, con una sonrisa ni pizca de melancólica, más bien feliz, serena, despojada, los ojos detrás del tiempo, sabiendo que podríamos no volver a vernos.

Diciéndonos, sin decir, que muy probablemente no volviéramos a vernos.

"Me fui como quien se desangra", le cité a mi amigo, mientras mirábamos las espaldas del insigne tucumano subir a bastón la escalera corta. Él quería ver si se daba vuelta, para darle un último saludo. Y no. Ya iba hacia adelante, sin mirar hacia atrás. Como alguna vez iremos todos, supongo, espero.

"Me fui como quien se desangra..." ¿Quién?

Yo, por supuesto.

domingo, 17 de abril de 2005

No son -éstas que vienen aquí abajo- las únicas cosas que se piensan y se ven y se esperan, por estas horas.

Pero tal vez convenga no dejar pasar otro caso típico de tópicos. Es casi burdo, y no sé por qué digo casi. Vale la pena (y será seguramente una deformación profesional), observar el modo en que se argumenta, las 'pruebas' que se aportan al argumentar, el modo en que se mezclan o enhebran con otras cosas, cuál de las cosas que se dicen es lo importante y qué cosa va en apoyo de lo importante.


Pero allí están todos, más o menos.

Allí estamos.

Vísperas de cónclave. Agitación, ansiedad, espera, temor, esperanza. Razones para temer, para esperar.

No sé qué es más significativo: que se hable, que no se hable, que se hable de poder y poderes, que se hagan 'análisis' tan 'finos' sobre definiciones doctrinales (especialmente morales, es verdad), como si hubiera que creer que por razones prácticas realmente a todos los que hablan de la cuestión les fuera la vida en ello. O hubiera que pensar que realmente importa a la globalización y a las consecuencias vitales no ya de esos mil millones de católicos, sino de la humanidad entera, cuestiones como la ordenación de las mujeres, el matrimonio de los sacerdotes, y asuntos así.

Con todo, se ve que hay una agenda mundana, que, creo, en no pocos puntos se superpone a la doctrinal.

"Ratzinger represents continuity - he was the right-hand man of the pope," said Giuseppe De Carli, head of Italian public television's Vatican bureau, who in recent years has interviewed most of 115 cardinals who will begin the secretive process of selecting the new pope on Monday.

"But the cardinals need both continuity and discontinuity," he added. "They can't create a pope that will be the photocopy of the preceding one."

Y aunque se ponga cara de que solamente se está describiendo:

Some experts say that is precisely the problem: that Cardinal Ratzinger has ambitions higher than being a photocopy of John Paul.

Based on Cardinal Ratzinger's record and pronouncements, his agenda seems clear. Inside the church, he would like to impose more doctrinal discipline, reining in priests who experiment with liturgy or seminaries that permit a broad interpretation of doctrine. Outside, he would like the church to assert itself more forcefully against the trend he sees as most threatening: globalization leading eventually to global secularization.

Pero algunos parecen tener los datos de una receta:

If the cardinals could start from scratch and order up the perfect pope, the candidate to lead the Roman Catholic Church of 2005 might look like this:

Charismatic and basically conservative. Intellectual but accessible. Speaks Italian, Spanish and English. Not too old, not too young, since the cardinals want neither a 26-year papacy like John Paul's nor a pope who will be bedridden in two or three years. A pastor, but one familiar with Vatican bureaucracy. Someone willing to let local bishops go their own way - within limits. Perhaps he would be from the third world, where the church is growing, but he has ties to Europe and could reinvigorate the flagging faith there.

La alusión del responsable de la agencia católica ACI puede ser sibilina, si se quiere (y en cualquier caso, si eso dijo, bien lo parece), pero es la única aproximación a una consideración distinta de la cuestión.

"Do not underestimate the power of the microculture that is generated among the cardinals when they are together," said Mr. Bermúdez, the Peruvian editor. "The kind of reflections that end up influencing them are completely unpredictable."

Al fin, en unos días más todas estas cosas habrán pasado y, casi seguro (y tampoco sé por qué digo casi), darán paso a otras iguales o muy parecidas. Es una profecía fácil de hacer...

La cuestión sigue siendo no lo que está pasando, sino lo que en realidad pasa.

La cuestión sigue siendo no lo que estamos oyendo y viendo, sino lo hay que oír y ver en lo que estamos oyendo y viendo.

sábado, 16 de abril de 2005

Una buena parte de lo que estoy pensando y quiero decir, está dicho. Lo trae el padre Castellani en el apéndice que puso en Doce Parábolas Cimarronas.

Ese ensayo es un texto fundamental. Cada vez que lo leo me pasa lo mismo: tengo objeciones a cada línea y estoy de acuerdo en todo. O en casi todo, y por cierto que en la tesis y en la conclusión.

El apéndice se llama "El Arte de las Parábolas" y es la condensación más tensa y certera que he leído sobre los problemas que plantea lo Bello y el Arte y sobre la natualeza de la Fe y hasta, si me apuran, sobre la misma naturaleza del cristianismo, fíjense lo que les digo..

Si no encuentro modo de hacerlo accesible, lo copio.

La cuestión es que llegué a eso porque una cosa lleva a la otra y me fui a dar con aquel pasaje en el que los discípulos le preguntan a Jesús: ¿Por qué les hablas en parábolas? (Mt. 13, 10), donde el 'les' no es lo menos importante.

Algo hay que escribir sobre eso, porque es evidente que los signos y las figuras tienen allí un papel fundamental, especialmente -aunque no solamente- por el hecho de haber elegido Jesús un género figurativo, para que las cosas se vean y no se vean a la vez.
Primero vi una reunión de gentes, una de esas calles de Nueva York, Florida a la hora del almuerzo, una manifestación, una marcha, un acto.

Una masa más o menos indistinta. La ciudad.


Son pingüinos, en realidad.

viernes, 15 de abril de 2005

Busca uno algo y encuentra otra cosa, que es lo que al fin más le importa haber encontrado.

Me pasaron un reportaje con algunas menciones a C. S. Lewis y de allí me fui al libro que un amigo escribió sobre él, a corroborar una alusión. Mientras buscaba, se me cruzaron dos textos:

"En todo el mundo, hasta tiempos muy recientes, la directa percepción de los místicos y los razonamientos de los filósofos se filtraban hasta la gente del común a través de la autoridad y la tradición; podían ser así recibidos por aquellos que no eran en sí mismos grandes razonadores bajo la forma concreta del mito y el ritual y el conjunto del modelo ejemplar de la vida..."
Y en otro fragmento de la misma obra, Miracles, dice Lewis:

"El pensamiento antiguo, ricamente imaginativo que todavía sobrevive en Platón tiene que someterse al mortífero pero indispensable proceso de análisis lógico: naturaleza y espíritu, materia y mente, hecho y mito, lo literal y lo metafórico, tienen que ser más y más agudamente separados, hasta que al final un universo puramente matemático y una mente puramente subjetiva se confrontan el uno a la otra a través de un abismo infranqueable. Pero también desde este descenso, si ha de sobrevivir el pensamiento mismo, debe darse una reascensión y la concepción cristiana provee por ello. Aquellos que alcancen la gloriosa resurrección verán los secos huesos revestidos nuevamente de carne, el hecho y el mito reunidos, lo literal y lo metafórico, discurriendo juntos."

Como estaba en el barrio de las cosas que estaba pensando durante la lluvia, de estas líneas pasé a otras vecinas en su sentido, lo que nos lleva al lewisiano tema de la nostalgia, y que casi no resisto la tentación de copiar ahora. No lo haré, pero es verdad que me olvidé rápidamente de la tontera que fui a buscar.

A propósito de estas cuestiones, podrá decirse con solemnidad que hay, por lo pronto en los textos de Lewis, una huella platónica y esas cosas. Si eso es lo que hay que decir, diré a mi vez que, a lo que parece, resulta que Platón tenía bastante más claro que (muchos de) los teólogos qué cosa es el contenido de la Fe, por ejemplo. Por no hablar de cuánto sabía Platón acerca de lo que ve el que ve algo cuando lo ve. Y Lewis, por fuerza, si entendió a Platón.

Me da la impresión de que hay una cierta condescencia con el mito, una cierta mirada de suficiencia (que se filtra incluso entre los simpatizantes, que se avergüenzan tal vez hasta de tener que usar la palabra mito, y preferirían tal vez algo más dulce y 'serio' al oído de hoy), y sé que no digo nada inédito.

Tal vez no haya que llegar a los extremos -por momentos decididamente 'primordiales'- de Simone Weil en su ensayo Dios en Platón. Aunque eso no lo sé con seguridad.

Lo que sí se me hace mucho más que probable es que 'saber' y 'entender' cosas sean realidades bastante más parecidas a lo que es la poesía entre los hombres, que a cualquier otro modo humano de saber.
La lluvia tiene eso. Hace que la gente vaya para adentro. Lo que es a mi, todavía me queda ese rastro, quién sabe de qué tiempo le vendrá al hombre, de andar caminando bajo la lluvia. Y si es 'esa' lluvia, ni les cuento.

Aunque nada en el tiempo dura para siempre. Y 'esa' lluvia pasó y vino la otra. Hubo que entrarse bajo techo y mirar llover a cubierto. Así las cosas: a los papeles y a los libros, un poco de música, mate y las sedentarias maneras del hombre a merced de la lluvia...

Veamos, entonces, si mientras tanto acomodamos algunos asuntos...
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* Un antipapa es un usurpador, esto es, alguien a quien no se le reconoce haber sido elegido canónicamente y, por lo tanto, se le atribuye proclamar un título que no tiene. La lista varía, y su número -en las distintas versiones e interpretaciones- es mayor que 36 y menor que 40, todos -o casi todos- en los primeros 1.500 años de vida de la Iglesia. Con todo, hace unos años, por ejemplo, apareció uno en España que se proclamó papa. También habría que apuntar que, para los sedevacantistas, hay una línea de usurpadores, que habitualmente hacen arrancar en Juan XXIII, aunque tiene variantes, incluso haciendo retroceder el tiempo de lo que consideran usurpación de la sede romana. Una aproximación a la historia del papado y estas cuestiones, por si alguno tiene interés.

* Días atrás pasé rápidamente por este asunto, al ejemplificar hablando sobre la Iglesia y el papado. Sobre lo dicho hace falta un detalle, es decir una mención explícita. Lo primero que hay que decir de la lista breve que allí refiero es que Conón fue papa mientras que Teodoro y Pascual fueron antipapas. Lo mismo con respecto a san Paulo I, papa, y a Constantino II y Filipo, antipapas. Igualmente papa fue en el siglo XI Pascual II, mientras que sus contemporáneos Teodorico, Alberto, Silvestre IV, fueron antipapas. Durante el reinado de Alejandro III, resulta claro que Víctor IV, Pascual III, Calixto III e Inocencio III, fueron antipapas.

* Hay que aclarar sí un amontonamiento. Los tiempos del Cisma de Occidente, en el siglo XIV, épocas de antipapas en Aviñón, son los que vieron enfrentados temporalmente a san Vicente Ferrer y santa Catalina de Siena. El santo español sostuvo al antipapa Clemente VII, en Aviñón, y después, por un tiempo, al antipapa Benedicto XIII, mientras que la santa italiana, sostuvo a Urbano VI, contra quien se había levantado Clemente, en una lucha entre italianos y franceses, secuela también del período pasado por los papas en Francia. Finalmente, san Vicente se retiró de Aviñón y trabajó, como lo había hecho santa Catalina hasta su muerte, por el fin del Cisma. Este finalizó con el Concilio de Constanza del que surgió la elección del papa Martín V, con quien, no obstante, coexistieron los antipapas Clemente VIII y Benedicto XIV. Fue bajo el reinado del sucesor de Martín V, Eugenio IV, que tuvo lugar en 1431 la muerte de santa Juana de Arco, a quien, con la aprobación del papa Calixto III, en 1456, se declaró inocente.

* En ese mismo párrafo digo que San Hipólito, antipapa, fue santo, como también lo fue Calixto el papa de ese tiempo. Si se quisiera inferir que Hipólito fue santo porque fue antipapa, no es buena consecuencia. Precisamente, lo que se entiende es que haber sido usurpador no impidió su posterior canonización.

* He oído repetidamente que al hacer referencia al próximo papa, algunos le asignan el número 112. Esto viene de la difusión de la lista atribuida al obispo irlandés San Malaquías. Lo cierto es que en las profecías que se atribuyen al obispo de Armagh, se mencionan 113 papas, a través de lemas asignados a cada uno de ellos. Las profecías hablan de 112 papas en sucesión y del que considera el último papa, Pedro Romano, que resulta así el 113. Pero la lista se inicia en Celestino II, contemporáneo de san Malaquías en el siglo XII. Lo cierto es que los papas de san Pedro a hoy suman 265 y el próximo pontífice será, de este modo, el 266.


Llover, sigue lloviendo. Y no quiero repetirme, por más que la lluvia me guste.

Pienso, mientras, si todas estas cosas significan tanto. Si la historia significa algo tan importante. Por una parte, me inclino a decir que sí. Uno sabe por experiencia propia, y no por los libros solamente, que hay vida en la historia, no solamente recuentos. Vidas de hombres, vidas significativas, vidas hasta emblemáticas y que son -o se las entiende como- figuras. Y sabe además que, toda esa historia, no significa simplemente porque es la historia de la 'familia' a la que se pertenece. Significa porque está llena de signos. Signos graves. Huellas, trazas que son huellas y trazas de un camino.

Por lo pronto, si es así, la gravedad de los signos significa que están allí para ser advertidos. ¿Qué otro sentido tendría un signo? Y esto quiere decir que, en tanto ese camino es mi camino, debo advertirlos. Tomar nota de ellos. Tratar de entenderlos. Por lo pronto.

Pero, por otra parte, pienso si uno no podría zambullirse en el cada vez (y en general uno tiene tantas ganas...) y dejar la sucesión, el relato, el guión. El plan. Lo que le da sentido a cada vez. Y dejar que cada escena cuente sólo por sí. Sin necesidad de preocuparse por las circunstancias, o mejor: por lo que está alrededor, alrededor en el espacio y en el tiempo. Y hasta dejar cualquier preocupación por lo que haya fuera del espacio y fuera del tiempo en torno a cada vez, a cada cosa. O dejar la preocupación por lo que cada cosa lleve fuera de sí y adentro. Lo que la viste por fuera y el significado que lleva dentro.

A veces me pregunto si realmente importa saber algo más, si no basta con mirar los límites de la baldosa en la que estoy parado o el contorno de las cosas. Me pregunto si verdaderamente podrán -si alguien querría- pedirme cuentas de esa 'poética ignorancia'. O si querer saber más no es mera poesía -en el peor sentido de la palabra-; poesía dañina, corrupta ella misma y corruptora, eso de menear las cosas para ver si son algo más que lo que aparecen siendo, menear las cosas para ver si algo más significan.

Pero también me pregunto -confieso que con cierta feliz ansiedad- si cuando se vean (cuando vea, espero) las cosas 'cara a cara' y ya no 'como en un espejo', se verán también con todos sus significados, con todo lo que cada cosa significa, con todo aquello para lo que ha podido servir.

Si 'lo que es' será además 'lo que es y todas las formas en que ha sido'.

Si acaso fuera así -y creo que así será- entonces, por ejemplo, la metáfora (esa forma de significar), más que una destreza habilidosa de los poetas, se verá como lo que realmente es: más luz y no menos.

De modo que, si así resulta al final, feliz el hombre que pueda hacer metáforas, entonces. Y más feliz aún el que las entienda. Y sepa para qué sirve que entienda. Y sepa qué hacer con lo que entiende. Y quiera hacerlo. Y lo haga.

jueves, 14 de abril de 2005

Finalmente, llovió. Empezó ayer a la tarde.

Sin demasiado frío, me lamento.


Y recién hoy se asomó 'esa' lluvia, la que no cae, la que vuela..., mansamente.


Algo es algo.



No llueve cuando uno quiere, ni llueve como uno quiere. Llueve y listo.



Cabe lo de san Agustín sobre el mejor siervo, si uno quiere ser al menos un buen siervo: ama lo que le dan, aunque no le den lo que ama.


Lo que no está del todo mal es que los sabios no lo sepan todo acerca de la lluvia.

miércoles, 13 de abril de 2005

Es una pena que no pueda conseguir más de la obra de Luis López Álvarez. De él sé poco. Apenas que nació en León, en 1930.

Lo conocí, en realidad, porque Amancio Prada le puso una melodía urgida y exquisita a este soneto, que interpreta muy bien en Trovadores, místicos y románticos.
Compañera

Para siempre me tienes a tu vera,
la querencia me aposta a tu costado,
y si acaso me ausento de tu lado,
tendida junto a ti dejo mi estera.
Para siempre me tienes, compañera,
para siempre me tienes aferrado,
parra que alzas, rosal que te ha trepado,
yedra tenaz, osada enredadera.
Yo nunca cejo, amor, yo nunca cejo,
a menudo me vuelvo en el camino
y en el rostro me llevo tu reflejo.
Nunca me alejo, amor, nunca me alejo,
de pájaros me lleno y me culmino
y me venzo hacia ti, por ti me inclino.

Sé que Prada grabó también Romance de la reina Juana, En ti y Monorrimo, aunque estos textos nunca los oí, porque creo que no están en disco compacto. También sé que López Álvarez hizo algún canto a Castilla y los comuneros, por ejemplo, pero eso por referencias solamente.

Vine a dar, sí, con estos dos sonetos, magistrales.
Puede

Puede que falte, amor, puede que falte.
Puede que vaya, amor, puede que vaya.
Puede que cambie el sayo por la malla.
Puede que ataque, amor, puede que asalte.
Puede que llegue, amor, puede que salte.
Que salte con que sólo oiga la tralla.
Puede que pase, amor, pase la raya,
y puede que tu amor me sobresalte.
Poder lo puede todo si imagino,
poder lo puede todo si te evoco,
si me aventuro, amor, por tu camino.
Impaciente lebrel que salta loco,
es mi oficio cazar y es mi destino
buscar lo mucho para hallar lo poco.


A falta

A falta de la luz, venga la llama.
Venga la llama, sí, que nos consuma
en tronco que se tuerce y se rezuma;
a falta de la flor, venga la rama.
A falta del trinar, venga la trama.
Nada que asome, no, todo de bruma.
Nadie que sume, no, nadie que asuma;
sólo el aroma, sí, sólo la fama.
Si a falta de querer vamos quedando,
a falta de surgir vamos surgiendo,
y a falta de creer, vamos creando.
A falta de rayar, vamos royendo,
a falta de caber, vamos cavando,
y a falta de vivir, vamos muriendo.

martes, 12 de abril de 2005

Hoy, a la tarde, amenazó el viento en remolinos, agrisando el cielo.

"Ayer no, pero ahora sí...", me decía: el cielo enojado, despeinado y con cara de que lo habían despertado de la siesta. Y con frío. Mejor todavía: está para la lluvia helada que no cae, la que vuela...

Tampoco fue hoy, malhaya.

Iba caminando por el sur. Deambulando un poco, buscando almuerzo. Me llamó la atención un bodegoncito en Venezuela, llegando a Azopardo. Ínfimo, mantelitos a cuadros, desleídos, sillas de madera, sí...

Pero más me llamó la atención en la ochava de esa esquina una especie de 'munich', uno de esos de ventanas de madera grandes y mucho vidrio, justo al lado del ínfimo, dándole la espalda, medio prepotente -admito- y que resultó ser un bodegón acicalado. Lástima.

Me lo quedé mirando, con un poco de bronca. "Aquí no como...", pensé. Pero lo seguía mirando. Desde adentro, algunos parroquianos y los mozos desde el mostrador, ya me miraban medio feo.

El amador, nombre impresionante. Lo descubrí tarde porque está como biselado en el vidrio y escrito en vertical. Impresionante lo mismo, ya me gustaría a mí poder dar de comer, nada más que para que se me ocurriera ponerle ese nombre al parador...

Hasta que vi el menú del día: tiza sobre pizarrón, un clásico. Letra como caligrafía de maestra.

Y vi más, al final, de tanto mirar.

Lo que es la terrible felicidad, sencilla y emocionante, de encontrar endecasílabos...

Porque con apenas retocar la lista (solamente agregando una preposición y un artículo en una línea) ¡tenía una estrofa de endecasílabos con rima y todo!
Pollo grillé con guarnición de fritas
Milanesa de soja gratinada
Sorrentinos, ravioles, ñoquis, crepes
Mila ternera a la napolitana

Con eso, ya había almorzado.
Entre las salutaciones pascuales que recibí, sindudamente la más rara fue ésta que me mandó un ahijado y sobrino. No sé de dónde la sacó -no puedo preguntarle, está lejos-, ni tuve tiempo de recurrir al auxilio de la ignorancia, i.e., Google.
¿A quién has escarnecido y ultrajado?
¿Contra quién elevaste la voz
y alzaste, insolente, los ojos?
2Reyes 19, 22

Estaba escrito, estaba.

El flaco, que la mangiaba lunga, se mandó igual. Minga de puntas y bufosos, ni matungos alzanes; sólo un burro, el filo de su lengua y los muchachos.

Compadreando al poder de los morlacos, les da el pique del lugar que usurpan.

Con su yunta, se hace eterno en una cena donde la traición lo encana, y sin gambeta se planta ante el destino ya junado.

Viste, la fama es puro cuento. La gilada, que ayer lo alzó en gloria, hoy se engrupe en juez y lo condena.

El flaco, que no tranza. No hay gayola ni fianza.

El cadalso.

Allá va coronado y sin rendirse. Lo engrampan al madero y no afloja ni amurado. Todavía, de guapo y como broche, un arrebato de su espada nos perdona la ignoracia.

Lluvia y truenos.

Sotovoce (por las dudas) algún chabón que se arrepiente.

Felices Pascuas.

No sé qué pensar exactamente. Por una parte, en un arranque de ecumenismo orre, me cae simpática. Le falta, ni más ni menos, la divinidad, claro; y claro que está escorada a babor. Y no le falta el toque liberador, también concedo.

Pero tiene un dejo, tiene una cierta ternura. Impostando al compadrito, algo tiene de llanto y de lamento, hasta de esperanza. Por supuesto, el arrebato bronco del gotan de fondo se hace muy a propósito para cierto resentimiento.

Mal de porteños, sí. No sé si el tango tiene lugar para el cristianismo. Eso no lo sé. Porque parece que cuanto más tango es, menos fe necesita; y cuando más fe proclama, menos tanguero es. No sé.

Pero ahí está.
La vuelta. Iba de la estación a casa, anocheciendo, y, como estaba de buen ánimo, decidí caminar.

Además, por fin un poco de frescor nocturno en este otoño irresoluto, ya a mediados de abril.

Me había pasado parte de la mañana cambiando tejas rotas, rompiendo tejas sanas, acomodando unas, 'inventando' otras, limpiando canaletas y zinguerías, en equilibrio inestable sobre cabrios y alfarjías que piden a gritos savia nueva y que tendrán que esperar.

A la mañana, subido al techo, sobre mi cabeza, un chispeo de garúa, cada tanto; más arriba y un poco al oeste, la oscuridad tumultuosa de la madre de todas las lluvias, que nunca llegó y pasó a mejor vida antes de que me diera cuenta.

A eso de las 2 ó 3 de la tarde, ya en la ciudad, el sol era el dueño absoluto del campo. Ahora mismo, ya en la noche, el cielo sabe a triunfo limpio, con un cierto aspecto de gloria burlona... y yo que esperaba ver el rédito de mis afanes de techumbre. Cierta decepción, claro. No sólo por la ímproba labor que esperaba su confirmación y el aplauso cuando lloviera.

Pasa que me gustan las tormentas, me gusta la lluvia. Las de truenos y relámpagos, ésas de Antiguo Testamento, que me dejan con los ojos abiertos y la boca abierta. Pero prefiero decididamente la tenue, esa finita y suave, que no cae, que vuela, que cala. Y si es helada, mejor. Y caminar por la intemperie de la vida. Porque eso es vida...

Y eso es 'la' vida, fino certo punto.

Mientras caminaba volviendo a casa, por una calle cortada, a oscuras, se oía muy ahogado por paredes y cercos, desde la soledad penumbrosa de una casa, un saxo tenor que ensayaba algo inseguro una canción de Freddy Mercury que creo que se llama "Amor de mi vida". Parecía una escena de policial negro (y para hacer juego, por supuesto que tenía mi impermeable, si cuando salí de casa la lluvia madre era un hecho incontrovertible...)

Venía entonces pensando en esta especie de oportunismo, tal vez inevitable en estos tiempos.

Pensaba, por ejemplo, si no habría que ser de algún modo fatalista, calvinista o judío, para concebir la religión de un hombre de ese modo: la tensa perfección, la culpa inarrugable. Se me hizo de cierta crueldad la visión sesgada de cargarle al católico la verdad que busca y proclama en su Fe y a la vez sus miserias y defecciones. La santidad o la perversidad de un hombre o de una mujer como una vida automática, asegurada, como un bien o un mal implacables.

Pensé -no sé por qué- que uno arregla las tejas porque va a llover "seguro", y después no llueve nada.
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Pensé en Pedro y en Santiago, durmiendo en Getsemaní a pasos del Doliente, por ejemplo. Y eran, entre todos, los discípulos que estaban en los momentos de mayor gloria y dolor, junto con Juan, el Amado. Y ni hablar de las negaciones y las huidas. Las violencias y las cobardías. Y creían. Y buscaban creer y querían creer y con eso sólo no alcanzaba para que fueran una sola y misma cosa con Jesús.

De allí pasé (porque algo de eso flota, parece que inevitable, no sólo en la nota del NYT) a esa cuestión de las encuestas y las curiosidades estadísticas: ¿qué espera del próximo papa?, ¿cómo tiene que ser el próximo papa?, ¿qué dirección le tiene que dar a la Iglesia el próximo papa?, ¿tiene que continuar la dirección del anterior? ¿ qué le espera al mundo con el próximo papa?

Se lo preguntan a todo el mundo. Y a cualquiera. Por suerte, a mí nadie me lo pregunta. Ni yo me lo pregunto, diré.

Si lo pienso bien, no sé qué decir. No sé siquiera si tenga algo para decir.

Uno acomoda las tejas por si llueve -porque alguna vez llueve- y porque tienen que estar acomodadas, además o primero. Para eso son el techo de la casa. Y con todo y eso, los techos se llueven de tanto en vez.

Un papa santo, sabio, prudente en el gobierno, firme en la fe, es una bendición para la Iglesia y para todos los hombres, al fin y al cabo.

Pienso en todo caso en la Iglesia.

En el 217 había dos papas. Calixto I e Hipólito, el primero hasta el 222 e Hipólito hasta el 235...y los dos son santos. Y la sucesión viene por el primero a quien siguió san Urbano I en el 222. Entre el 304, cuando la muerte de san Marcelino, y el 307, en que reina san Marcelo, no hubo papa. Y entre el 308 -a la muerte de san Eusebio- no hubo tampoco hasta san Melquíades en el 310. Y otros casos en ese siglo y el siguiente de dos papas a la vez durante años. Y hasta tres a fines del siglo VII (Conón, Teodoro, Pascual) e igual número en el siglo VIII (san Paulo I, Constantino II y Filipo). Y cuatro a la vez en el siglo XI (Pasucal II, Teodorico, Alberto, Silvestre IV). Y aun cinco a la vez durante el reinado de Alejandro III (Víctor IV, Pascual III, Calixto III e Inocencio III). Y tres a la vez hubo para los tiempos de san Vicente Ferrer y santa Catalina de Siena, en 'bandos' opuestos, unos años después que quemaran a santa Juana de Arco.

Claro que no todos los que llevaban nombre de papa eran papas, aunque se lo creyeran, o aunque lo creyeran santos, incluso. Pero no sé qué habría hecho en esos tiempos yo.

En cualquier caso, más bien pienso en el papa en relación con la Iglesia, quiero decir. Y no tanto al revés. Porque parece que así fue hecha: "sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". No parece que la intención del fundador fuera primeramente la de poner una piedra, sino la de edificar una Iglesia.

Las tormentas de la historia, las tormentas en la historia (aun las garúas chispeantes de la historia y en la historia).

Hay que ver la Iglesia como viña y aprisco. No es solamente un poder. Los papas, como la Iglesia, son 'además' un poder. Porque lo son. Pero la Iglesia es una viña plantada en este mundo para dar de beber la Redención, porque da un vino que redime. Porque así lo hizo el viñador y suya es la viña y el Vino.

Hay una casa para el hombre en medio de las tormentas y lloviznas. En ella pienso: En el aprisco, adonde va a dar el rebaño buscando al pastor. Podría pasar y ha pasado: si pasara que quien debe apacentar no lo hace, o no hay quien apaciente, o no se sabe quién de tantos apacienta, aún así siempre habrá Pastor y aprisco.


Con esas cosas en la cabeza y en el corazón, al fin llegué a casa. Y el lío de la casa me llevó a cuestiones más urgentes, y más fáciles.