domingo, 30 de septiembre de 2012

Coplas del aire

Manzanares de tomentas
blancas de flores que aroman
barren del pecho las sombras,
siembran frescuras de arena
en el aire que enamora;
y un viento de quitapenas
y un vino que canta y nombra
andan rondando verbenas,
tiñen la noche y las venas
mientras desgranan sus coplas.

La luna va por la sierra:
donosa abrasa a las mozas
y de plata las corona
de tan bonita manera
que hasta le lucen las sombras
que andan bailando en la tierra
una danza silenciosa
que a los álamos despierta
y que adormece a la hierba
donde mi sueño se aposta.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Política de mierda

Hace ya algunos años, recordé un comentario de Borges en ocasión de la muerte de Marechal.
"¿Será, Clemente, que por esta política de mierda nos hemos peleado tanto? Y yo lo quería mucho como amigo".
Y dejé a mitad camino el asunto por entonces.

¿Tenía razón Borges?

No sé. Creo que era sincero. Y hasta creo que entiendo que eso pueda decirse en determinado caso. Pero no creo que tuviera razón y por ninguna de las dos cosas que supone lo que dijo en esa ocasión.

Por lo pronto, se me hace que Marechal y Borges no tenían el mismo concepto de la política, lo que no es un hallazgo luminoso, eso lo sé.

Marechal creía, por ejemplo, y realmente, que la política era la hermana menor de la metafísica y que eso era una cosa seria y se lamentaba precisamente de que se notara en la política la inconsistencia metafísica. Claro que esa inconsistencia no se verá en los titulares de los diarios: pero es más grave que lo que aparece en las noticias, más raigal que las políticas de estado y más influyente en la vida de la polis que el índice de inflación. Las consecuencias de que fuera así -de que la política hubiera disuelto el vínculo familiar con la metafísica- la padeció Marechal y esas consecuencias le vinieron no menos de sus amigos que de sus enemigos. Y no fueron consecuencias etéreas o evanescentes.

También Borges padeció eso, lo supiera o no, se diera cuenta o no, pero a Borges no le interesaba la política en realidad, ni la buena ni la otra. Mayormente la tenía de apoyabrazos para una frase ingeniosa, si acaso. No eran malas algunas de esas frases, y, aunque él no se diera cuenta, eran además sumamente políticas en un sentido que Marechal entendía perfectamente y me parece que él no, con todo lo inteligente y fino que fue.

Marechal, en un sentido bastante trágico, dio la vida por la política, y no porque le interesara más que la poesía (porque, en todo caso, sabía perfectamente cuánto había de una en la otra y viceversa...) pero creo que, mal que bien, la vida de Marechal era una sola cosa, equivocado en esto de más acá o acertando en aquello otro de más allá. Y no me parece que la frase de Borges haya entendido eso. Porque si lo hubiera entendido, se habría dado cuenta de por qué estaban separados.

Hay mierda en la política, cierto. Y hay una mierda grande y honda en la política. Y hay una forma de entender y hacer políticamente que es una mierda, sin atenuantes. Y no hay que negar eso. Mucho menos si uno es argentino.

Pero, incluso en lo que tenga de universal o particular, lo que Borges decía lleva una injusticia para con el propio Marechal, y hay hasta un cierto inocente desprecio, en lo que tiene de reproche.

¿Vale la pena separarse de alguien por la política? ¿Alcanza la política para separar gente? ¿No es una mierda la política cuando separa gente? ¿Es la política de mierda la que separa gente y la otra no?

No sé. Me parece que lo que Borges no entendió es que la política importa.

Importa mucho. No solamente a una persona tal o cual -caricaturescamente retratada- que por razones ideológicas, u otras razones más bajas o más hondas, se aferra a su bandera partisana o a cosas peores.

Hay algo para decir del que sufre esa estolidez ideológica -de cualquier signo, sí...- que lo vuelve predicador y fiel de una religión al menos tuerta y renga, cuando no perversa, pero no ahora.

Porque la política importa por buenas y grandes razones, sin llegar a esas marginalidades muchas veces frívolas. Y entre las buenas y grandes razones hay una: en la política hay mucho más que política. Lo hay para todos, sepan o no de política, se interesen o no en ella. Y a veces lo hay de un modo tan personal además que las convicciones de quien sea bien nacido y bien intencionado, son casi casi su vida misma y las aprecia y las resguarda y sostiene como si fueran su vida misma. Y ojalá que así sea cuando habla de política o se mete en política, diciendo y profesando que le interesa lo político.

No tiene por qué hacerlo ni a los gritos ni a las trompadas, salvo que haya menester y la ocasión lo pida. Pero no tiene modo de no hacerlo si es bien nacido y de buena leche. Lo otro sería -ni siquiera un matrimonio...- un concubinato sin amor, de pobre conveniencia. Pero el que ama algo, si de veras lo ama, tiende a dar la vida por ello y no se le ocurre preguntárselo: va y lo hace. Como se hace cuando se ama. Y es así porque lo que se ama se hace la vida misma del que ama, en todo, o en buena parte. Y si lo que ama es cosa grande y noble, más.

La vida se da de muchas maneras, no solamente muriendo.

Ahí está el caso del propio Marechal, que murió pacíficamente en su cama y no en una rumbosa carga de caballería ni baleado en un alzamiento. Pero, y en un sentido real, dio su vida por la política lo mismo, porque sus opciones políticas lo hicieron indeseable para muchos en la vida común y entonces lo extirparon de la vida común por años.

No quiero decir que Borges se amara más a sí mismo que a la patria. Eso no lo puedo decir de cierto. Pero de tanto en tanto así parece. Y si tenía algún amor a la patria, tal vez amara más el amar a la patria o aun el verse a sí mismo amando a la patria que a la patria misma.

Y eso no pasa solamente en la política: puede pasar con todos los amores. Y cuanto más grande es el objeto amado, más se ha de notar. Y cuanto más noble sea el objeto amable, peor estará eso.

Pero está lo otro.

¿Es verdad que la política -la de mierda, dice Borges, pero yo digo la política a secas- hace que la gente deje de quererse?

Podría, claro que sí.

La política de mierda mucho más, claro; siempre diría, salvo en el caso de que, de tan mierda, sea lo suficientemente cínica como para que no haya separaciones ni desafectos, porque no hubo nunca uniones y afectos. Porque, entre otras razones importantes, por eso es una mierda: sus amores son de mala calidad, si acaso los hay allí. Un político de mierda no se pelea jamás con nadie, ni se separa de nadie y más bien tiende a amancebarse con cualquiera. Y eso es porque, más allá de que él sea o no una mierda, su política lo es.

Pero no necesariamente la política tiene que mover al desamor. Y, sin jugar con las palabras, lo más probable es que sea al revés si es de la buena.

Una persona recta, con amores sanos, no deja de amar nada amable por la política, menos a los que no piensan y sienten a la patria como él la piensa y la siente. Ni en política ni en nada. No debería si es persona recta y sus amores son sanos.

El propio Borges, si vamos a ver, es un ejemplo. Se habrá separado de Marechal por el peronismo, dejaron de hablarse, dejaron de frecuentarse, pero dice Borges que lo quiso mucho.

Es un poco infantil el planteo. A Borges parece que le cuesta entender que el camino de Marechal no era el suyo, afecto más o menos. Y que, aun cuando el afecto sobreviviera a esa diferencia, el camino de cada uno pudo llevarlos en direcciones distintas, como de hecho los llevó en direcciones distintas. Y eso es una consecuencia de lo primero: si uno quiere sostener sus convicciones, finalmente lo hace y anda su rumbo. Podrá lamentar que otro no lo haga, podrá lamentar incluso que aquellos a quienes ama o admira no les importen las mismas cosas o no les importen las cosas de la misma manera. Lo más probable es que no se detenga allí y su amor a lo que ama lo lleve en la dirección por la que va, que no es la dirección que otro pudo haber elegido y -ojalá- sostenido.

Borges respetaba, por ejemplo, a Castellani y hablaba con afecto de él y con admiración. A lo Borges, pero lo hacía. Y en parte Castellani también lo trata con afecto y respeta su talento, aunque tenga cosas para decirle y se las diga. ¿Acaso eso hizo que no se separaran? Y más precisamente, ¿acaso se unieron por eso?

En algún otro lugar, me ocupé de la relación de Borges con Chesterton. No fueron amigos, pero tal vez Borges vivió su admiración como si lo hubieran sido. Y estoy seguro de que Chesterton lo hubiera querido a Borges como quiso a Bernard Shaw, de quien lo separaban la política y cosas mayores. Como a Borges lo separaban de Marechal asuntos parejos a esos, política incluida. Y también de Chesterton, es verdad, como de Castellani, claro.

Para el caso, distintos por el diámetro y todo, nunca oí que Shaw no quisiera a Chesterton. Oí siempre lo contrario. Y creo que Shaw era sincero en eso. No estuvieron menos separados por el hecho de que se respetaran y quisieran.

Pero es verdad que, hasta donde se sabe, Borges y Chesterton no tenían nada que ver en las cosas que importan, política incluida. Y Borges en nada siguió el camino de Chesterton, hasta dónde sabemos, aunque ojalá que sí, porque el de Chesterton era en cosas importantes mejor que el de Borges.

Borges podía admirar a Marechal, podía quererlo como creo que sinceramente lo ha querido y apreciado, pero no fue por el camino de Marechal, sino por el suyo propio.

Amaban, si acaso, cosas distintas y de maneras diferentes.

Y por eso es verdad que no se separó más Marechal de Borges por sus convicciones y opciones -políticas y más- que lo que Borges se separó de Marechal por las suyas.

Y, si me pregunta, creo que está bien. O al menos es consistente, que no es poco y es mucho. Porque al menos esa consistencia significa algún amor.

Desembarcar a la política en el primer puerto como si fuera una molesta pasajera de mierda que no nos deja conversar tranquilos con el capitán sobre la pesca de berberechos en Malasia, eso es una triste figura: de persona, de política, de amores y de todo.

Por mi parte, prefiero la consistencia honesta y sincera. Respeto incluso eso y lo otro no, si me pregunta. Prefiero verlo a Borges bajándose del barco y seguir a pie por la playa su propio rumbo, si es que el precio de un afecto que a él lo contenta es que la que tenga que bajarse sea una cosa que importa. Aunque Borges no se diera cuenta de eso, preferiría verlo tener alguna convicción que mantener. Hasta sería un signo de respeto por la persona que decía querer tanto y de la que no podía sino separarse por esas mismas convicciones.

Lo otro supondría algo indeseable en el orden de los amores grandes: que la política no importa. Y que no importa incluso porque por ser política sin más ya es una mierda.

Y otra cosa indeseable supondría, también en el orden de los amores grandes: que a una persona se la puede desguasar como a un artefacto y quitarle las piezas que me incomodan, no me sirven o no me gustan y llevarme a casa las que me caen simpáticas a mí, por mis razones o gustos o berretines.

Estoy seguro de que todos los argentinos nos perdimos algo con esa separación de Borges y Marechal. Y algo grande. Como con tantas otras separaciones nos perdimos algo grande.

Pero estoy seguro también de que, si las cosas hubieran sido sin más como Borges las deseaba, nos habríamos perdido por lo pronto a Marechal.

Y ya eso sólo se me hace que es pagar un precio demasiado alto con tal de darle el gusto a Borges.

O a cualquiera.
 

martes, 25 de septiembre de 2012

La soledad de María




Meditación de la Soledad de María

Composición de lugar

Palidecidas las rosas
de tus labios angustiados;
mustios los lirios morados
de tus mejillas llorosas;
recordando las gozosas
horas idas en Belén,
sin consuelo ya y sin bien
que sus soledades llene...
¡Miradla por donde viene,
hijas de Jerusalén!

Meditación

Virgen de la Soledad:
rendido de gozos vanos,
en las rosas de tus manos
se ha muerto mi voluntad.
Cruzadas con humildad
en tu pecho sin aliento,
la mañana del portento,
tus manos fueron, Señora,
la primer cruz redentora:
la cruz del sometimiento.

Como tú te sometiste,
someterme yo querría:
para ir haciendo mi vía
con sol claro o noche triste.
Ejemplo santo nos diste
cuando, en la tarde deicida,
tu soledad dolorida
por los senderos mostrabas:
tocas de luto llevabas,
ojos de paloma herida.

La fruta de nuestro Bien
fue de tu llanto regada:
refugio fueron y almohada
tus rodillas, de su sien.
Otra vez, como en Belén,
tu falda cuna le hacía,
y sobre Él tu amor volvía
a las angustias primeras...
Señora: si tú quisieras
contigo lo lloraría.

Coloquio

Por tu dolor sin testigos,
por tu llanto sin piedades,
Maestra de soledades,
enséñame a estar contigo.
Que al quedarte Tú conmigo,
partido ya de tu vera
el Hijo que en la madera
de la Santa Cruz dejaste,
yo sé que en Ti lo encontraste
de una segunda manera.

Yo en mi alma, Madre, lavada
de las bajas suciedades,
a fuerza de soledades,
le estoy haciendo morada.
Prendida tengo y colgada
ya mi cámara de flores.
Y a husmear por los alcores
por si llega el peregrino
he soltado en mi camino
mis cinco perros mejores.

Quiero yo que el alma mía,
tenga de sí vaciada,
su soledad preparada
para la gran compañía.
Con nueva paz y alegría
quiero, por amor, tener
la vida muerta al placer
y muerta al mundo, de suerte
que cuando venga la muerte
le quede poco por hacer.

Oración final

Pero en tanto que Él asoma,
Señora, por las cañadas,
-¡por tus tocas enlutadas
y tus ojos de paloma!-
recibe mi angustia y toma
en tus manos mi ansiedad.
Y séame por piedad,
Señora del mayor duelo,
tu soledad sin consuelo,
consuelo en mi soledad.


José María Pemán



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Poco más o menos así mismo como lo presento ahora, recibí de un fino y buen amigo esta mañana esta imagen y unos fragmentos de la Meditación de Pemán, que aquí dejo completa. 

Estoy viendo de rastrear este ícono impresionante en su versión original, si es que la hay y si eso es posible. Tiene mucho más que una belleza conmovedora. No conocía esa imagen y me alegro de haberla conocido, gracias a la intercesión del buen JIL.
 
Lo que creo que no le diré a mi estimado amigo es que, quieras que no, me hizo tres regalos en un solo envío, cada uno mejor que el otro.


domingo, 23 de septiembre de 2012

Septiembre y la tarde

Septiembre,
ay septiembre,
país de los estruendos que bullen en la sangre
y en las venas
de esta tierra del sur...

Septiembre lisonjero,
tenorio de la savia que va por cada cosa;
septiembre, el atrevido,
el joven invasor.

Septiembre, capitán
de ejércitos de brotes en las ramas de todo,
general de las flores,
corifeo del aire,
padre de las semillas,
mariscal en el cielo de las aves
que ya braman su celo.

Así viene.

En su monta briosa,
en su jaca de nardos renacidos,
brillante en sus arreos de jazmines y salvias,
septiembre el insolente cruza el aire nublado de esta tarde
y lanza la conquista de la tarde del mundo,
en proclamas de vientos
que agitan oriflamas de viñas, de geranios.

Y septiembre comanda
hordas que claman vida
y reclaman el mundo atardecido:
lo quiere su jardín, quiere el mundo en septiembre,
para siempre septiembre.

La tarde permanece,
respira lentamente,
hondamente respira
un silencio más sabio, más hondo
que el aire de este mundo.

El sauce la requiebra y la enamora,
el cedro azula el cielo en su homenaje,
los fresnos la cortejan;
hay mistos y zorzales melodiosos,
pudorosas calandrias,
y rumores torcaces verde y oro
en los brazos tremantes de los tilos
que cercan a la tarde.

Abejas, colibríes,
las astutas patrullas de insectos entusiastas,
rumores deliciosos en el humus
de esta tierra,
cómplice y artera,
asaltan a la tarde.

Voces de miel,
frescuras de agua clara,
lavandas y canela,
limoneros que estallan,
romeros olorosos,
los mirtos y sus tenues tornasoles:
artillerías del aire,
brigadas con sus vestes aromadas y vivas,
invasoras,
asedian a la tarde.


Incólume y serena,
benévola,
distante,
generosa,
la tarde sabe un tiempo que septiembre no sabe
y vaga en su esperanza,
ya libre por el campo,
libre la voz y libre la mirada.

Libre va el corazón,
antiguo,
doliente y animoso
de la tarde.


Ya sus prendas rasgadas, sus armas esparcidas,
septiembre llora solo
un mar de sal y lágrimas saladas.
Agua y sal.
Bajarán por su faz como un bautismo nuevo.

Va añorando la tarde y su silencio,
ya seductor vencido, sus tropas agobiadas,
se extenuará su empeño de furia de septiembre.

Extraña a su enemigo,
tiene nostalgia de la bruma,
del combate a vida con la tarde.

Sabe que él pasará.

Sabe
que ella será el fin,
al fin,
en la tarde del mundo.

Y en la tarde, el amor.


Ahora, en la noche del día,
bajo estrellas frías y calladas
-son su estado mayor-,
septiembre estudia con tibio desengaño
sus inútiles cartas de guerra,
repasa su estrategia
avariciosa,
incosistentemente enamorada,
errada febrilmente.

Recuenta municiones de flores y de pájaros,
enumera sus bajas entre ayes,
y pronuncia uno a uno
sus nombres ya caídos,
sembrados en barbechos de la tierra
que cobijará los brotes, los frutos,
las simientes por generaciones,
felices
de ir hacia la tarde de esta tierra y del mundo.

Y en la tarde, el amor.

Ya calcula septiembre el infinito
y amoroso rigor de su derrota,
implora la clemencia de la tarde del mundo
y ha teñido su frente
despejada de vientos, florecida,
con las cenizas de su penitencia.


Septiembre se serena.

Ya lo sabe.


Ser septiembre no basta.


sábado, 22 de septiembre de 2012

Basta

Apenas el silencio y sus rumores,
sólo el aire sin voz, y en nada ausente
todo. La luz que pasa mansamente,
y mansamente gozos y dolores
que apenas reverberan sin ardores.
Y heridas que no matan y, en la frente
sin recuerdos, el sol que tibiamente
mide el tiempo sin odios ni rencores.
(Y apenas pan, y vino sólo apenas
y apenas flores, como apenas fuego
y un apenas de leña en la canasta.)
Dejar correr la sangre por las venas,
mirarlo todo limpio y en sosiego
esperar. Y esperar. Con eso basta.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Romance de los marineros

La mar lamenta el otoño
y llora espuma en la playa
porque el invierno la estruja
rasgando la piel del agua
con agujas de su frío
y con fieras dentelladas.

Un huracán de salitre
está batiendo cabañas
de marineros que, al fuego,
sentados en ronda, aguardan
un grito del corazón
y del pecho la llamada
para salir a una noche,
que ya tramó su celada.

Y el día en que la tormenta
a mandobles azotaba
la tierra helada y vacía
de toda cosa y de almas
-y más que nunca esa noche
oscura, ruidosa y brava-,
acantilados y esquifes
se trabaron en batalla.

Pescadores a la mar
salieron antes del alba
silenciosos y ateridos
por los bordes de la cala
para que nadie los viera
atrever sus redes blancas
y para no despertar
a la mar y se irritara.

Un viento que traza hielos
en las manos y en las caras,
mira ceñudo las proas
insolentes de las barcas
y a bufidos de su furia
abofetea con ráfagas.

Los marineros lo miran
y oyen sus roncas palabras
que sisean en las velas
maldiciones y los taja.

Los marineros se miran:
sólo se miran, no hablan:
unos los cabos sostienen,
otros sostienen la caña
de un timón que vaga inútil
por la horrible marejada,
y otros rezan los conjuros
que saben que los amparan.

Ya la mar abierta muerde
las quillas alquitranadas
que negramente la surcan,
insolentemente majas.

Ella ofendida les ruge
porque, rabiosa y airada,
ve que la montan jinetes
que, aunque le temen, le clavan,
mientras la doman, arpones
de fuego con sus miradas.
Ella se revuelve ardida,
ella sacude sus tablas:
con bocas negras de espuma
parece que se los traga.


En una boda de espanto
el viento y la mar se casan
y festejan esponsales
ajetreando con saña
barcas niñas que resisten
sus requiebros y sus danzas.

A su jolgorio en tormenta,
que celebran mientras braman,
ya van sin ser invitados,
ya llegan luciendo galas,
corazones marineros 
que son de la mar compaña
y del viento que los cruje
rivales, porque, a su amada
-la mar que tanto los duele
 y que tanto los maltrata-
con amor bueno la sirven,
con voces de amor le claman,
sobre su piel navegando
o hundiéndose en sus entrañas.

martes, 18 de septiembre de 2012

Vino de luz

Racimos de tormentos, manantiales 
que brotan en sarmientos doloridos
de viñas viejas, pámpanos heridos
tintos de pena, ahogados en zarzales.
Serán surcos de luz y matinales:
relámpagos de amor, amanecidos
en plena noche azul y renacidos
de otras brasas de fuegos celestiales.
Viene en su luz el vino que se escancia
en el cáliz del alma cuando llora
y sufre y gime el corazón ajado.
Ya de ese vino exhala una fragancia
que es dolor en trapiche y, añejado,
sabe a gloria de luz consoladora.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Romance chico

La luz de sus ojos
cantando se fue
y nadie le dice
cómo ni por qué.

La sierra de sus amores,
fragante de yerbabuena,
se despertó esta mañana
con sus galas de verbena.

Canta el agua un romancillo
y el chopo por petenera;
fandangos las aves cantan;
por soleares, las peñas.

La luz de sus ojos
cantando se fue
y nadie le dice
cómo ni por qué.

Ya va llegando al bohío,
tiembla la sangre, ya llega…
Todo el silencio del mundo
en el pecho le resuena.

¿Dónde, el amor de mi vida?
¿Dónde, tu voz? ¿Dónde?, ruega.
¿Dónde, mi sol, te me has ido?
¿Dónde? ¿Dónde…?, desespera.

La luz de sus ojos
cantando se fue
y nadie le dice
cómo ni por qué.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Romance de la casa vacía




El muro blanco dormita
al sol tibio de la siesta
y vigila con un ojo
la calle empinada y seca.

Busca unos pasos de alondra
que tantas veces oyera
correr por el huerto adentro,
refrescarse en las acequias,
trajinar por la cocina,
descansar bajo la higuera.

(Y hubo otros pasos de roble
que anduvieron por las sendas
del monte yendo a la caza
de venados y corzuelas
y que al alba ya se oían
volver a la casa quieta.)


La voz que el muro esperaba
oír en la tarde, en vela,
y que al tomillo del aire
enamoraba de veras,
ya es un silencio de cal
porque la voz ya no suena.

(Hubo otra voz que tronaba
como en el río las piedras:
el río secó su cauce
y aquella voz que trajera.)


Allí vivían dos ojos
como los que nadie viera
y un corazón que, de amante,
otros diez más parecieran.

(Hasta el muro se llegaban
dos ojos de luz tan recia
que, si siempre fuera noche,
con ellos jamás lo fuera;
  tan dulce en ellos latía
el amor que va en sus venas.)


Van diciendo los susurros
-siempre lo mismo: las viejas...-
que, un día, una mujeruca
que andaba encorvada y renga,
que se la vio por la villa
y nunca más se la viera,
como al descuido dejó
embrujos junto a la puerta
y en las hendijas del muro
sembró conjuros y hierbas.

Y al tiempo ni voces tuvo,
vacía la casa en pena.
Ya nadie caza en el monte.
Ya pasos no hay en la huerta.
Dos corazones había
y ahora ninguno queda.

Blanco el muro y la ventana
sus soledades bosteza,
sin nadie más que una sombra
que la guarda desde afuera.
Hay otra sombra que adentro
nada guarda y nada espera.



lunes, 10 de septiembre de 2012

Romance de la niña

Apenas cubre septiembre
la gala gris del invierno,
ya las abejas sospechan 
la flor blanca del almendro
y en luz borgoña se lucen
rosedales de cerezos.
Sangra una miel luz de cobre,
dolorosamente enhiesto,
un ciprés junto al camino,
que serpea polvoriento,
y mece en rumor y aroma
a los campos verdesecos.
Lejos del mar, cien gaviotas,
como escuadrón de lanceros,
ya rugen sal en el aire
azul y plata del huerto
y entre sus ramas celebran
primicias de limoneros.

Arrullada de claveles
y de azahares copleros,
que apenas llega septiembre
le florecen en el pecho,
la niña duerme en amores
sobre grama de silencio.

Sueña una jaca azabache,
sueña unos ojos de fuego,
sueña una torre de piedra,
sueña  delicias de enebro,
sueña sierras, sueña prados,
sueña un claro caballero.
Y mientras sueña que sueña,
va soñando que no es sueño.

El corazón de la tarde
murmura un latido lento.
Y un manantial en la peña
repica un cante tan fresco
que da un rocío que vibra
alrededor como un eco.

La niña duerme septiembre
como si no fuera invierno.
Y mientras sueña que sueña,
va soñando que no es sueño.



domingo, 2 de septiembre de 2012

Con el número dos

Ni llanto ni bajel ni lejanía.

Leopoldo Marechal, Del Amor navegante



                             1

Hay un hondo clamor en las manzanas:
es un grito fragante y acordado
que traspasa este tiempo desalado,
y de la noche en flor hace mañanas.
Hay sombras que de amor samaritanas
dan aceite de luz sobre el pasado
herido y seco y de un sabor amado,
huella sin voz en barbas pelicanas.
Hay una estepa azul, un mar dormido,
el olvido de un beso, un sauce ardiente,
y horas de plata y sangre como arena.
Hay un ay y hay un ay enternecido:
viene a parir su lágrima sonriente,
si del número dos nace la pena.
                   

                            2

No está el amado en el amante ahora
y un vagido levanta del futuro
la luz que estalla en un dolor oscuro:
tibia, en silencio, lenta y redentora.
No está el amante en el amado y llora
y navega en la sierra un llanto puro,
y al aire da en los bosques un conjuro
que al Amor en el aire el mar rumora.
Va navegante Amor y es atrevido:
sobre las olas ríspidas, sonríe;
su nave ruge y va, sola y serena.
Y es gozo ver que Amor bregue y porfíe
la derrota del mar y su bramido,
si del número dos nace la pena.



sábado, 1 de septiembre de 2012

Promesa

En 1937, la entonces Comisión Nacional de Cultura le dio a Leopoldo Marechal el tercer Premio Nacional de Poesía, por sus libros Cinco poemas australes y Laberinto de amor.

Marechal pronunció un discurso breve en el acto: El Poeta y la República de Platón. Al año siguiente, en 1938, el discurso apareció en el primer número de la revista Sol y Luna.

En 1940, Marechal publicará El centauro y Sonetos a Sophia y con ellos le darán esta vez el primer premio.

Prometí hace poco que dejaría aquí ese discurso y aquí lo dejo.

Otro día hablamos.