domingo, 30 de agosto de 2020

Soneto /IV

 

A un paso la frontera, allí adelante.
Siempre anhelantes, y calladamente,
los pies y el corazón, manos y mente, 
pronto verán el hito emocionante. 
Será todo inquietud y, en el instante
en que nazca una vida diferente,
habrá de serenarse nuestra frente,
abrasados de luz, gozo mediante.
Y toda antigüedad será flamante.
Y no habrá pena para el penitente.
Y manará la voz de clara fuente.
En puerto al fin el alma navegante,
amar no podrá ser sino inocente.
Y lo que habremos nos será bastante.


 

En desorden mundano

 

Expondremos el canto de clásicas medidas. 
Conocemos los ritmos de las aguas cantoras; 
veloz es la materia de los sueños presentes. 
Contenemos las leguas, los tambores, 
los diversos sonidos de la tarde,
la posición del alba 
las variables distancias 
los vientos moderados.

Se corren las estrellas, 
retroceden los cielos en señales de guerra.
Aflojaron las tierras 
y soltaron las cabras 
confusión de las castas en desorden mundano.


Está en Romance del vértigo perfecto.

El 20 de enero de 1960, Jacobo Fijman dedicó este poema a Eduardo Bullrich, que imagino que es quien había sido codirector de las revistas Martín Fierro y Proa y Sur más tarde. Era abogado, escritor,  bibliófilo destacado, entendido en artes plásticas y otras cosas del género. Un hombre de humanidades, diría.

La razón de la dedicatoria no la conozco, aunque, puestos a conjeturas, hay algunas pistas sugestivas en el poema.


 

sábado, 29 de agosto de 2020

Todas las novias

 

Todas las novias cuidan la flor de las palabras;
abriendo los latidos.
Ah, corazón que nace entre las albas
asombrando las calles y los pueblos.
Ah, corazón que nace entre las albas
corazón de las novias arrobado de estrellas.

Aún la primavera tiene cielos
y los ojos milagros,
aún bajo las nubes
hay mujeres y novias;
y sus manos aprietan
el amor en la paz que duerme entre los sueños.

Aún las novias cantan
y recogen el habla de sus cantos;
y las glosas antiguas
se vuelven en el llanto
con las cosas de siempre verdes de primavera
de soledad y mundo.


Jacobo Fijman
(De Romance del vértigo perfecto)



En el mundo hay –siempre ha habido– verso y poesía. 

Si no lo dije una vez, lo dije mil: no es lo mismo. Para escribir versos basta saber contar o tener un poco de oído. O no completar renglones, para que parezca poesía.


Pero esto de Fijman es poesía, en verso.




Soneto /III

 

Con el ángel me llegas cuando miro
al oriente de mí y hay sol entero,
mientras el alba de tu voz respiro.
Con el ángel callado delibero,
de pie en su aguja toda de zafiro,
quilla de plata para mi crucero.
Con el ángel te vas y me retiro 
y en cada rayo quedo prisionero
en la prisión de sol de tu suspiro. 
Con el ángel, destino marinero,
atado al remo de tu voz expiro,
ala de luz y aroma de romero.
Con el ángel, tu nombre: en él me inspiro.
Con el ángel, tu amor. Y te requiero.




viernes, 28 de agosto de 2020

Romance del vértigo perfecto


Se tornaba la angustia
de flor a soledad.
En el río brillante
tus manos hablan lengua de llanura,
Los dementes granizos
rompieron los vestidos.
Ya no oirás las blasfemias
de la sangre reseca,
ni cantar a los vinos
en vocales labriegas.

El sudor ha cubierto la doliente razón
del amor y la muerte.

Un amigo descubrió hace un tiempo un libro nuevo que trae versos no conocidos de Jacobo Fijman.

Se publicó en 2012 y tiene por título Romance del vértigo perfecto, tomado de estos versos que hay más arriba. Hay allí poemas y dibujos del poeta que parecen ser del período que va de 1957 hasta un poco más allá de 1960. Uno de los dibujos a carbonilla queda al final.

Hace días que tengo el libro prestado y lo voy leyendo como quien visita un cosmos recién hecho.

No será la única vez que hable de esto.






lunes, 24 de agosto de 2020

Belleza y sacrificio


Cuando una mujer me parece bella no tengo nada que decir. La veo sonreír, eso es todo. Los intelectuales desmontan el rostro para explicarlo en función de los fragmentos, pero entonces ya no ven la sonrisa.

Conocer no es desmontar ni explicar. Es acceder a la visión. Mas para ver conviene antes participar. Duro aprendizaje...
(Piloto de guerra, VI)
*   *   *

Sin embargo, mi civilización había invertido una energía y un genio considerables para salvar ese culto de un Príncipe contemplando a través de los individuos, así como la excelsa cualidad de las relaciones humanas que fundaba ese culto. Todos los esfuerzos del “Humanismo” sólo han tendido a ese fin. El Humanismo se ha dado por misión exclusiva el aclarar y perpetuar la primacía del Hombre sobre el individuo. El Humanismo ha predicado el Hombre.

Pero cuando se trata de hablar del Hombre, el lenguaje se torna incómodo. El Hombre se distingue de los hombres. Así como no decimos nada esencial acerca de la catedral si nos limitamos a hablar de las piedras, así tampoco decimos nada esencial acerca del Hombre si tratamos de definirlo exclusivamente por las cualidades del hombre. El Humanismo trabajó así en una dirección que estaba obstruida de antemano, intentó captar la noción de Hombre por medio de una argumentación lógica y moral, para transportarla luego a las conciencias.

No hay explicación verbal que reemplace nunca a la contemplación. La unidad del Ser no se puede trasponer en palabras. Si deseara enseñar a los hombres cuya civilización lo ignorara, el amor de una patria o de un dominio, no dispondría de ningún argumento para convencerlos. Son los campos, los pastos y el ganado las cosas que componen un dominio. Cada uno, y todos en conjunto, tienen la función de enriquecer. Sin embargo, hay en el dominio algo que escapa al análisis de los materiales, puesto que hay propietarios que, por amor a su dominio, se arruinarían para salvarlo.

Por el contrario, ese “algo” es el que ennoblece los materiales con una cualidad particular. El ganado, las praderas, los campos, se convierten en ganado, en praderas y en campos de un dominio...

Del mismo modo el hombre se convierte en hombre de una patria, de un oficio, de una civilización, de una religión. Pero para apelar a tales seres conviene, ante todo, fundarlos en sí mismos. Y allí donde no existe el sentimiento de la patria no hay lenguaje que pueda transportarlo. Únicamente mediante actos se funda en sí mismo el Ser al que se apela.

Un Ser no pertenece al reino del lenguaje, sino al de los actos. Nuestro Humanismo ha descuidado los actos, ha fracasado en su intento.

El acto esencial recibe aquí un nombre: sacrificio.

Sacrificio no significa amputación ni penitencia. Es esencialmente un acto, es un don de sí mismo al Ser al que pretendemos apelar. Sólo comprenderá lo que es un dominio aquel que le haya sacrificado una parte de sí mismo, aquel que haya luchado para salvarlo, y penado por embellecerlo. Entonces vendrá a él el amor del dominio. Un dominio no es la suma de intereses —ahí está el error—, un dominio es la suma de dones.

En tanto mi civilización se apoye en Dios, habrá salvado esa noción del sacrificio que fundaba a Dios en el corazón del hombre. El Humanismo descuidó el papel esencial del sacrificio; pretendió transportar al Hombre mediante palabras, no mediante actos.
(Piloto de guerra, XXVII)

 

Estoy dándole vueltas a estos fragmentos de Antoine de Saint-Exupéry.




 

domingo, 23 de agosto de 2020

Soneto /II

 

Hay medida de luz para el espacio
y más y más millones que lo miden.
Complejas ecuaciones que suponen
qué dimensión soporta el universo.
Donde el ojo no alcanza lo visible,
desde una casi nada al casi todo,
el espacio (y el éter filosófico)
padece la mensura del geómetra,
del físico, el astrónomo, los mapas,
o de un arte que viva del volumen.
Y hay longitudes: metros, leguas, millas,
o el sutil continente especulado
en el que existen seres sin materia.
Tan sólo el corazón mide distancias.




sábado, 22 de agosto de 2020

Soneto


Hay dos maneras de medir el tiempo.
Arena, sol, el agua o las agujas,
son el modo habitual, la forma rústica,
la medida pueril, crónica y útil.
Los hombres con ingenio, necesario,
saben hacer las máquinas que rigen,
año tras año, la existencia y todo
y así en milenios, siglos o minutos.
Ellos miran estrellas o los átomos,
tienen reglas y números, calculan,
y son precisos en instantes mínimos. 
Hasta un niño conoce esa medida.
Pero hay dos modos de medir el tiempo.
Y el otro modo es padecer la ausencia.




viernes, 21 de agosto de 2020

¿Chesterton "conservador"? ¿De veras?




Entre las lecturas que me llegaron de ultramar últimamente, hay una serie de textos que me interesaron más que otros, por el asunto (en cierta medida) y por el personaje del que tratan esas letras, principalmente.

Los escritos son de un doctor en filosofía de Comillas, la universidad que regentean los jesuitas en Madrid, pero que viene de un seminario de la Cantabria en el XIX, en tiempos de León XIII, y que se hizo Pontificia como unversidad bajo san Pío X (cuya fiesta la Iglesia celebra hoy mismo).

Un creo que todavía joven pero aplicado Mario Ramos Vera se ocupa, en los papeles que tengo a la vista, del conservadurimo anglosajón, del concepto de utopía en distintos registros y de autores como Chesterton y Lewis, entre otros, además de los representantes de los diversos conservadurismos de la isla, desde Edmund Burke, en los inicios, hasta Roger Scruton, Russell Kirk, John Gray o Michael Oakeshott, en nuestro tiempo, aunque todos estos últimos de capillas hasta bastante diferentes.

Van a tener que creerme: el asunto del conservadurismo (tema de conservadores y de anticonservadores, en todo caso) en modo alguno me quita el sueño (ni a favor, ni en contra), pero me interesaron – por ahora – dos trabajos de este autor que dedicó a Chesterton en relación con el posible maridaje del conservadurismo y la utopía, en un cruce interesante. 

Uno de esos escritos es una extensa tesis doctoral que le dedicó precisamente a esos tópicos en relación con Chesterton como conservador utópico, según él. En ese trabajo y en un artículo posterior sostiene a propósito de esa juntura que Chesterton es un ejemplo de que la utopía en estos tiempos no es patrimonio de la izquierda, pues el caso de GK prueba que un escritor conservador (que, según el autor, eso sería Chesterton) tiene planteos fundamentales en ensayos y textos liteararios que expresan un pensamiento utópico por fuera del cliché político o cultural de utopia-izquierda.

Insisto: los trabajos que leí me fueron interesantes y son abundosos en los resultados de la tarea de scholar que exhibe Ramos Vera.

Pero. 

Pero hay algo en la tesis central de sus exposiciones que no tengo más remedio que poner entre comillas, porque no me convenció en absoluto y ya diré por qué, Dios primero.

¿Chesterton conservador?

¿Lo digo otra vez? Son dos escritos muy interesantes y muy documentados (aunque el artículo sigue la línea de la tesis doctoral, como otros títulos que me han enviado del mismo autor, que se ha especializado en conservadurismo anglosajón contemporáneo y las diversas vertientes de la utopía, a su sabor). Hay una serie de consideraciones y desarrollos teóricos y aplicados que son de lo más útil y sugestivo que he leído últimamente al respecto, para pensar en asuntos de estos tiempos y las opiniones sobre los asuntos de estos tiempos. Y útiles y sugestivos quiere decir... útiles y sugestivos. Y, para lo que importe, digo que no necesariamente estoy de acuerdo.

Ahora bien.

Siempre, primero, hay que ir a los textos, por largos que resultaren (si es que, claro, de veras le interesa el asunto más allá de usarlo como tema de conversación civilizada y circunstancial...) Y eso porque no es leal con usted, amigo mío, que dé mis opiniones y usted como si tal cosa, que ni se entera de qué dijo este doctor y sólo tiene que soportar mi opinión sobre lo que él doctor dice.

Aquí los he dejado para que se sirva Ud. a voluntad. Nobleza obliga.



El artículo de la Revista Miscelánea Comillas:

La tesis doctoral de Mario Ramos Vera (2017, 445 páginas):






martes, 18 de agosto de 2020

Agosto


En la luna montado, puro brío,
llegó, todo en promesa.
Lleva arreos de vientos y de rosas,
y espuelas de rocío.

En el aire gobierna mariposas.

Canta y su voz es brasa, luz, pavesa.
Y su canción, navío.
Y suena a mar, en olas poderosas.
Y vierte entre las cosas
esa tormenta de su amor bravío
que llega al alma y cesa,
y es carga que no pesa.

(Empresas amorosas,
dulce empresa:
librar con fuego al corazón del frío,
y con hebras celosas
–arte sutil y gozo de princesa–
volverlo al señorío.)

Las horas luminosas,
sus noches de silencio y amorío.
Y una dicha sin tiempo que regresa,
el don y la sorpresa,
nuevas palabras viejas, misteriosas.

Agosto y su promesa.
Agosto como un claro y quieto río.
Agosto en las miradas temblorosas.

Y unas manos ansiosas.
Y este vino tardío.
Y una boca que besa.

 

 

lunes, 17 de agosto de 2020

Noche


Al fin la noche oscura de tu pelo.

Puerto. Abrazo. Posada.
Espuma. Muelle. Sombra perfumada.
Caricia. Terciopelo.
Misterio. Cercanía.
Paloma. Paz. Sonrisa. Instante. Vuelo.
Llama. Laurel. Silencio. Poesía.
Torbellino. Reposo. Madrugada.
Canción enamorada.

Al fin la noche oscura de tu pelo.

 

 

domingo, 16 de agosto de 2020

Herida cegadora


Voz de la tarde, cada tarde. Ahora.
Lirio azul y vibrante.
Nube y rubor de nube.

Nostalgia de rocío cuando llora
feliz de mí, tu melodía amante.

Torbellino. Un instante.

Y subo al filo de tu amor que sube,
ay cima tajadora,
herida en gozo el alma, cegadora.
Llama y delicia, súbita y constante.

 

 

Madrigal de la luna


Pastora de los días.
Risa en la cumbre de las alegrías.

A dulce mando sirvo y me someto.
A tu guía sujeto.
Tus manos sabias como timoneles.

Refugio verde. Tu decir discreto.
Los labios. Los claveles.
Tu gracia. Tu secreto.

Las horas de saber que tú serías.

Y dejo que me veles,
luna fragante de mis travesías,
el sueño, la mirada, el amor quieto.




sábado, 15 de agosto de 2020

Madrigal tinto


Miré brotar la luz, campos de lino.
Miré con tu mirada.
Tus ojos de pradera arrobadora.

Alma de cedro, por mi amor amada.

Ruiseñor y camino.
Trigos y paz, cantora.

Huella en mi senda, resplandor del trino.

Mosto de estrella en plata brilladora
y cepa de mi vino.



Viento y flores


Nacidos en invierno.

Tu mes, del viento; el mío, de las flores.

Con un silencio tierno,
como tú y yo sembrados lado a lado,
se han tramado de tiempo los amores.

Tu corazón de viento me ha cantado.
Alivio en los dolores
al corazón llagado.

Yo maduro en mi tierra mil colores,
los aromo y gobierno:
disciplina de flor a tu mandado.

Y el pecho sosegado.



viernes, 14 de agosto de 2020

Enhiesta soledad


En el aire, la flor.

Ardor que sangra aromas de azucena.
Silencios de verbena.

Crisálida que espera en su rumor.

Entrega sin temor.
Alma por ti morena.
Son de tu canto, fuego, beso y vena.
Canto que alivia, abrasa mecedor.

Enjambre en miel sin pena.
Susurro de verdor.

Soledad de estos tiempos del amor.

Encanto que serena.



Brutos simbólicos


Uno no tiene la culpa de que haya gente bruta.

Los hay brutos por falta de luces, no tienen la culpa de ser brutos, y en ese caso bruto es hasta cariñoso.

Cuando el falto de luces simula inteligencia o conocimiento, ya no cae tan simpático. Cuando es petulante, pedante y pontifica memeces, ya no es tanto bruto como mala persona.

Y cuando la soberbia del iluminado deja ver, sobresaliendo por debajo del vestido, su brutez y torpeza, se vuelve grotesco. No que no fastidie. Pero hace gracia, bien que una gracia amarga y arenosa. Una gracia infeliz.

De habitual, en cuanto puede, uno se aparta de esas gentes. Todo lo que puede.

Hasta que gentes así insisten en venir hasta nuestra puerta.

Más abajo, mis queridos, verán una comunicación oficial hecha a las apuradas por un señor pomposo que, en una jerga inmunda y à la page, pontifica sobre el cielo y la tierra desde su sillón ministerial, bajando línea a todas las escuelas y tratando de justificar un delicioso impulso de oportunismo revolucionario de mercachifle.

Habla del día del niño y se mete en jardines que no conoce y pisotea las flores que conoce.

Habrá quien crea que es un hijo de puta, esputo del Averno, agente del Anticristo, sulfuro del Infierno, súcubo de Satanás y más y más posibles cosas.

No lo niego. No tengo modo de negarlo. Y si me apuran, no me costaría creerlo.

Pero un rato antes que todo eso, él y los como él que están a su alrededor, son brutos. Y más brutos son porque no saben que lo son.

Un discurso vomitivo y perverso: basta de Día del Niño, cambiémosle el nombre. Basta de niño o niña. Más derechos para las diversidades y bla, y bla, y bla...

Denme 45 segundos y les hago el mismo discurso y mucho peor, si cuadra. Se consigue uno el vademecum progre y le sale con los ojos cerrados.

Basta.

A qué hacerles la crítica. ¿Qué tengo que ponerme a hacer lo que ya hay quien lo haga?

Hay batallones de voces que, si lo descubren, ya se harán el festín del caso, sesuda, piadosa, pomposa, irónica o hasta estúpidamente, que tiene que haber de to'....


Una sola cosa diré que es lo que me interesa decir al respecto.


Los símbolos, mis cuates: los símbolos.

Como un alarde atrevido, inaugural, fundacional, los hijos de la Neolengua (que se creen sus padres), proponen (¿pro? no, im...) renombrar el socorrido Día del Niño (que no interesa una puta mierda, déjenme que les diga...) y llamarlo Día de las Infancias.

Los símbolos, mis cumpas: los símbolos.

No hace mucho me referí en otra parte a una española y pseudoculta conferencia abominable sobre la naturaleza del cristianismo que me habían hecho oír, diciéndome que era excelente, en la que un gurú hablaba de lo que no entendía, con palabras que no sabía lo que querían decir (y fue claro para mí que quien la oyó para recomendarla, tampoco...). Y me volvió a las mientes el episodio otra vez porque los casos se parecen en el derroche brutal de brutez.

Las razones para el cambio de nombre del Día del Niño pueden leerlas abajo, si quieren. O en este reportaje hecho a propósito.

El asunto ahora es el neonombre: Día de las Infancias.

¿Así que esto es para ampliar derechos? ¿Y niño no alcanza y no sirve y hace mal? ¿Así que la etimología de niño es pobre porque es vertical y trata a los sujetos como menores, sojuzgados dependientes, despreciables, exclusos, como cuando se dice chico y otras de ésas? ¿Así que se necesita una palabra que abandere los derechos, visibilice las diversidades, impulse la lucha y tal, y tal...?

Ajá...

¿Una palabra que le dé voz al colectivo diverso que son y que no puede permanecer mudo y pasivo y tiene que asumir su lucha continua frente a las discriminaciones y a los adultos?

Ajá...

Hmmm...

¿Y la palabra infancia, qué tal...? ¿Y la etimología de la redentora palabra infancia?

Porque significa que no habla, que no puede hablar.

Así que el primer homenaje es llamarlos al silencio, es darles el nombre del silencio. Y recordárselos de ahora en más. Súbditos que deben callar porque son del silencio y que deben agradecer que les concedan la oportunidad y el privilegio de dejar de ser niños, para poder llegar al estadio luminoso de ser mudos.

Será para que reciban esta condena como quien recibe un sofisticado regalo "liberador".

Será un ejemplo más de aquello de que toda revolución se devora a sus hijos.

Todo un símbolo. Y no advertir los símbolos también es todo un símbolo.

Un nombre es un destino, zopencos. ¿No saben eso? ¿Y quieren terciar en la batalla cultural?


Mire que hay que ser bruto.


_______________________________________________

 
 

 
 
 
 
 

jueves, 13 de agosto de 2020

Declaración


Me ronda un cielo claro.

Silencio en todo y, en amor, renuncia.
Que la voz se serene.
Ya de todas las voces me separo.

La brisa abrazo que tu cedro anuncia,
es arrullo y amparo.
Y la luz te contiene.
Y el aire te pronuncia.

Y, al verde quieto que en tus ojos viene,
con palabras de niño me declaro.



De tu victoria


Día tras día llega tu presencia.

Agosto está en su gloria
de puro viento, a su sabor asido.
Y a su paso germina tu memoria
y el tiempo se silencia.

Voy a tu voz vencido.

Celebro mi derrota y tu victoria
sobre este corazón feliz y herido,
y acato tu sentencia
de amarte siempre, como penitencia.

 

 


miércoles, 12 de agosto de 2020

Madrigal sin cadenas


Esta prisión sin quejas:
sin cadenas, sin llaves y sin rejas.
Vivir en tu misterio.

Murmullo de jazmines y de abejas
en la alegría de tu cautiverio.

Heridas sin cauterio.
Cicatrices bermejas,
sangre hecha nueva de memorias viejas.

Y el oriente en tu voz, como un salterio.


martes, 11 de agosto de 2020

Guardiana


La noche del zorzal en tu ventana
y era tu voz conmigo.

La luna soberana
hizo de plata el cielo de tu abrigo.
Hubo el zorzal testigo
y en tu nombre silbaba la mañana.

Como un mendigo fui, feliz mendigo,
hasta tu luz serrana.

Tibia tu mano en su delicia arcana,
desde entonces guardiana
del corazón que se quedó contigo. 



Tú en el cedro


Cedro y el resplandor.
Cedro ya pronto y en septiembre un día.
El cedro, tu alegría.
De ti en el viento, libre, triunfador.

Erguido y en tu sangre, cedro altivo.

Y en tus ojos cautivo,
v
erdece todavía
.

Verdes tus ojos, savia, don y amor.

Más tierna que la luz del mediodía,
va a tu sombra de cedro, fugitivo,
mi corazón festivo.

 


lunes, 10 de agosto de 2020

Julio, 1982


Un árbol aterido.
El silencio en silencio lo ha nevado.

El fuego ha revivido
en llamas, en la noche enamorada,
que ha quedado a mi lado

velando el sueño al corazón dormido,
junto a mí recostada.

Bosque de ñires, cerro amanecido.
Humeante de alborada.
Sendero desusado.

Despierto con la voz que me ha cantado.

Y vuelvo a ser aquel que siempre he sido.



domingo, 9 de agosto de 2020

Urakami


Hay demasiado escrito y dicho.

¿Qué podría agregar un servidor que valga la pena agregar?

Y más todavía si en el asunto hay mezcladas notas simbólicas, con las que es tan fácil patinar y desbarrancar.


Por mi parte, apenas sólo una consideración.


Fueron los Estados Unidos los que dijeron que con los bombardeos de agosto de 1945 en Japón se ahorraban vidas. Una mentira. Y perversa, además. La guerra había terminado en Europa y el propio Japón estaba virtualmente derrotado para julio de ese año y por eso negociaba su rendición, mientras trataba su supervivencia con una URSS que terminó traicionándolo. Después se hizo decir que, por lo mismo que las bombas eran bélicamente inútiles, esa brutalidad era un mensaje para la URSS de aquellos años y para el comunismo pujante por esos días. Y de paso, para cualquiera. Aun para Europa.

Si me preguntan hoy, diría que el 9 de agosto de 1945, a las 11 de la mañana, en Nagasaki, al sur de Japón, empezó – con un gesto simbólico que aterrorizó al entero planeta – una época.

Y hoy somos testigos del terror del mundo que de ese modo inauguraba ese período consagratorio de su reinado.

En Nagasaki, pese al poder del plutonio desatado, ese día murieron "sólo" unos 40.000 y unos 80 mil para fin de ese año, más las secuelas en muchos. Podrían haber sido muchos más. Dicen que la geografía evitó un número mayor de muertes. Hay algunos pocos que fueron bombardeados dos veces, porque estuvieron el 6 de agosto en Hiroshima y tres días después en Nagasaki.

Lo que llaman la zona cero de la explosión no fue la que dijeron que habían previsto, según las intenciones militares de herir a Japón en parte de su complejo industrial de guerra. Fue casi en el centro de la ciudad civil, en Urakami, a unas 4 ó 5 cuadras de la mayor catedral católica de Japón y una de las mayores del Asia oriental por aquellos años. Está dedicada a la Inmaculada Concepción y fue reconstruida casi 15 años después. Nagasaki (heredera de la fe de san Francisco Javier) era todavía en aquellos días, la mayor concentración católica del país, que durante siglos había perseguido cruelmente al cristianismo y en particular a los católicos. En las ruinas de la catedral de Urakami, el 23 de noviembre de aquel año, una misa reunió a los fieles que quedaban.

Tres años después, los EE. UU. crearon un instituto y con él programaron estudios para ver cuáles habían sido los efectos de las explosiones. Se interesaron particularmente en las embarazadas. Varias veces se ha dicho que esos programas sólo asistían a los casos estudiados, y a nadie más que lo necesitara, para no arruinar las investigaciones en casos reales que, de recibir asistencia, no habrían mostrado genuinamente los efectos. No lo sé, pero no me extraña.

En días como los de 2020, 75 años después de aquellos días, el terror (aunque le fascina hacerlo) ya no necesita destruir edificios.

Los vacía. Hace lo mismo con los hombres.

Y lo mismo ha hecho con los templos, basílicas y catedrales.








Noche de primavera


El aire aquel de aquella primavera,
cuarenta años atrás.
El silencio, la espera.

Y estar al fin después donde tu estás.

La pura noche, la sonrisa pura,
saber que allí sabré tu voz primera.
La flor de una hermosura.

Y estar al fin después donde tu estás.


Y nada más.

 

 

sábado, 8 de agosto de 2020

Principio


Noche de octubre y tibia la mañana.

Estaba a tu reparo,
en el silencio ansioso de tu pecho.

Y un cerro en niebla hasta la luz temprana.

Ni pena, ni temor, ni desamparo.

Y el amor al acecho.

 

 

Madrigal en vilo


El tiempo, vuelto en años,
me ha llevado a una edad que aún no ha muerto.
Por caminos extraños,
vierte tu voz de trigo renacida,
germina los desiertos
y sostiene la vida
del alma en vilo, amante y conmovida.

Tus ojos, en concierto
con tu voz, son tan bálsamo en la herida
que, al corazón despierto,
años de sin razón y desengaños
se le tornan el sueño que se olvida;
y una niebla de amaños
se disipa a tu luz, sin duelo y daños.



jueves, 6 de agosto de 2020

Cancelación



Ninguna pretensión. Simplemente, ir viendo, ir mirando, con los ojos entornados.

Las ideas son como las corrientes marinas: pueden llevar las naves al garete y esa deriva, sin embargo, a algún lugar las lleva. Y así es de algún modo la vida del hombre en el tiempo también. Él cree que es su ingenio el que le permite navegar, y el mar del tiempo hace lo suyo, sin que él lo advierta casi. Hay más de una cosa que hace que la nave humana navegue por el tiempo.

¿Y adónde van las cosas en nuestros días? Hay que ver. ¿Todas las cosas? No, sólo algunas, las que un servidor cree que cuentan, porque se miden con el Origen y el Fin de lo que llamamos historia, con cierta petulancia, como si fuera un asunto enteramente o principalmente humano.

  

Así se aclara la finalidad de estos apuntes en la página que los presenta, acopiados ahora en este volumen breve.




martes, 4 de agosto de 2020

La amada lejos


Me mirarán tus ojos, tan vestidos de mar;
perfumarás tu pelo que es la noche en jazmines;
tu voz irá encendida de ángeles serafines,
me adiestrará tu canto en tu arte de amar.
Te miro a la distancia que el tiempo nos ha dado.
La oliva de tus manos sutiles y morenas
da al aire las caricias que tú desencadenas
y a la distancia siento que estás a mi costado.
Miramos hacia el cielo por ver la misma luna,
pronunciamos requiebros que van con las estrellas
diciendo la presencia en esta lejanía.
Miramos y no vemos y no hay ausencia alguna,
porque hallamos en todo aromas y las huellas
por donde llegaremos hacia lo amado un día.




domingo, 2 de agosto de 2020

Dos minutos de odio (IV y final... final)




Fue el 7 de julio, 2020. La revista estadounidense Harper's creyó oportuno publicar en su edición digital una carta firmada por una cantidad de representantes del mundo mundano, de todo pelo y laya, desde -el infaltable- Noam Chomsky y Francis Fukuyama hasta Wynton Marsalis, Salman Rushdie o Margaret Atwood, entre los casi 150 firmantes, todos procedentes del mundo de los medios o de la educación y dizque la cultura.

El contexto (y pretexto) fue la muerte de George Floyd y la aparición del movimeinto Black Live Matter y las marchas ÿ desmanes consecuentes (que todavía duran), además de la cantidad de actos simbólicos estridentes que se espacieron por el planeta a ese respecto. Actos simbólicos pero no por eso menos operantes. Junto con ese motivo, como quien saca la lata de abajo de la pila, aparecieron otros en cascada que llenaron el pasiaje. Incluso, otras iniciativas anteriores de temas diversos fueron a dar a una nueva modalidad de combate cultural, de la que ya hablaremos.

El tono de la carta de Harper's era más bien el del talante de la modernidad y del progresismo democratista: racionalidad y libre discusión de ideas contra la censura de los fundamentalismos de la corrección política, para decirlo fácil. La palabra que amparaba la iniciativa era, por cierto, democracia. El enemigo al que apuntaban, la cancelación. Enemigo velado en parte en la carta, porque en ella también se postulaba la discusión sobre los derechos vulnerados y la agenda mundana de la nueva moral.

Sin embargo, no faltaron quienes -tarde- le vieron la pata a la sota. Algunos firmantes se arrepintieron y despotricaron cuando notaron que la carta estaba envenenada y finalmente era un artilugio. Ellos, los protestantes, estaban más allá de la propuesta discusión libre de ideas con respeto y tolerancia democráticos: porque -sostienen- al enemigo, ni justicia.

Una de las firmantes de la carta fue la inglesa Joanne Rowling, la de Harry Potter. Ella no se arrepintió de nada.

Ahora bien. Su caso es interesante y ejemplifica. Ya le había pasado en otra ocasión pero, en lo inmediato, venía de un escandalete de tenor parecido, apenas un mes antes. Había hecho una afirmación respecto de la "femineidad" de las mujeres que, como dicen, se autoperciben varones, lo que en ciertos círculos militantes se entendió como una expresión transfóbica y Terf (lo quiere representar, en inglés, que es una feminista radical que excluye a personas denominadas trans). Quiso dar como si dijéramos explicaciones. Inútilmente. Había dicho las palabras indebidas para referirse al asunto y desató el vendaval de los puristas de la ampliación irrestricta de derechos, que en el fondo parecían sancionarla por el uso de un lenguaje difuso y perversamente "antiderechos", en vez del inequívoco y total que debería haber usado en la materia, para aguantar los trapos de la completa y absoluta diversidad.

El propio Harry, Hermione y otros actores de las películas que encarnan personajes de sus libros, la dejaron colgada del pincel. Tembló un poco la compañía que filma sus cosas. Escritores que convivían con ella en la agencia que la representa, se fueron a otras, disconformes con sus dichos. Sus ventas no subieron lo esperado y comenzaron a bajar. En el camino de Potter, en Edimburgo, la baldosa en la que plasmó sus manos apareció manchada con pintura simil sangre y una banderita que representa al colectivo trans. Los trabajadores de la editorial de un libro último que está para salir, se niegan a seguir trabajando en él. Hasta Stephen King la maltrató en Twitter, sumándose a una larga lista de puteadas. Y la tragicomedia de "sanciones" no terminó todavía.

A todo esto, Rowling es feminista declarada y apoya los movimientos y asociaciones LGBT y siguiendo con las letras... Un galimatías, una interna, una grieta. Pero, ¿qué dijo la escritora, que le trae tantos quebrantos? Que solamente las mujeres menstruan. Y que el sexo biológico es la única forma de conocer el sexo de una persona. Alambicada postura que afirma sin negar y niega sin afirmar. A los gritos y con espuma en la boca, le constestaron una estupidez: las mujeres que optan por decirse varones, deben considerarse varones y también tienen su período lunar, esto es, en jerga trans: varones que menstruan.

Mientras tanto, a la carta de Harper's se le sumaron otras repercusiones, está vez en la lengua de Castilla. Los mascarones de proa fueron personajes como Vargas Llosa y Savater y sus definiciones fueron algo más jugadas que el manifiesto algo sinuoso de la revista yanky.

*   *   *

El caso es que este asunto dejó al descubierto un capítulo importante de una batalla cultural al interior de la rebelión. 

Tal vez, algo de algún modo similar a lo que pasó en la España que conoció George Orwell, en la que anarquistas y comunistas se trenzaron a morir (literalmente...), bastante antes de que la República se enfrentara con los nacionales de Francisco Franco, aunque en algún momento esos encontronazos a dos manos fueron simultáneos. O similar a las infinitas guerras de orcos en medio de la revolución francesa entre duros y blandos o semiduros y semiblandos. O las interminables escaramuzas entre las numerosas militancias marxistas en el entero orbe por ver quién se queda con más pelos de la barba del profeta.

En nuestros últimos años, la modernidad casi tuvo más enemigos ad intra que ad extra. Puede parecer curioso, pero es bastante comprensible, al fin y al cabo.

Esta batalla de nuestros días tiene antecedentes, claro. Pero lo notable es la aceleración con la que se han ido trabando en lucha.

La modernidad tradicional (pavada de oxímoron...) disuelve y reformula la naturaleza humana, para empezar, y la naturaleza a secas, al fin de cuentas. También viene erosionando (a veces a los hachazos...) el mundo sobrenatural ya hace algunos siglos, claro que sí. Porque, valga decirlo, ése es, en definitiva, el premio mayor, el sentido último de la rebelión.

Sin embargo, como un líquido en un embudo, todo va a parar al mismo lugar. Es por allí que debe salir lo que ha entrado por la parte opuesta. De habitual, la entrada es ancha y caben en ella muchas cosas diversas que van girando y mezclándose rumbo a la salida. Pero la salida no es ancha y tiene su protocolo, de modo que, no importa qué entre allí y qué se mezcle en el proceso, sólo saldrá lo que el embudo permita.

No es ahora el lugar para el pormenor respecto de las constantes de la modernidad. Sólo importa el apunte somero, y eso para mirar amplificado este último tramo del devenir de la rebelión.

*   *   *

En su propio diccionario, la modernidad mimó términos como razón, racionalidad, ciencia, luz, tolerancia, diálogo, democracia, libertad, igualdad, prosperidad, derechos (humanos), paz, bienestar, humanidad (epicentral, por cierto). Y la lista sigue, pero con eso basta para darse una idea.

Más temprano que tarde, el moderno epónimo advirtió que había una inconsistencia en su decálogo. Aunque pudieran hacer esfuerzos retóricos para juntar en las palabras cosas que no se juntan, en los hechos no ocurría lo mismo. Y así como se acuñó aquello de que la revolución es como Saturno, que devora a sus propios hijos (lo haya dicho Robespierre o algún girondino, tanto da...), la rebelión entendió que sus postulados vivían en tensión permanente y la mayor parte de las veces producían incongruencias insolubles.

Éste de ahora es un epígono de lo que siempre estuvo latente en la rebelión. Y la carta de Harper's y las reacciones de los militantes de la cancel culture, no son más que un emblema de ese epígono.

Pero, un momento: ¿qué es la cancel culture? Dejo el rastreo para el lector ávido. Baste decir que es la vertiente escarpada e inclemente de lo mismo.

Digámoslo así: desde hace unos años, se ha venido consolidando un talante prepotente que se trama con hebras de distintas procedencias.

En términos del discurso político y de la tópica cultural, primero fue la consideración de las minorías. Había que dejar un espacio para ellas. Y debía plasmarse en el plano más alto: una legislación inclusiva. Una cultura incluidora debía ser para todos y todas y las minorías debían tener una parte de la torta. En esa concepción, minorías ya empezaba a ser una boca ancha capaz de tragar toda suerte de "diferencias". Legislar se debía incluyendo un apartado para los pobres, los paralíticos, los negros, los gordos, las pelirrojas, los ciegos, los migrantes, los aborígenes, las mujeres in toto, los musulmanes, los niños, los celíacos. Y así siguiendo, porque cada diferencia por minoritaria que fuere, debía ser atendida. Tímidamente apuntaban los diferentes "morales", divorciados, prostitutas, presos (todavía considerados reos de algún delito). La homosexualidad y los dislates de género tenían sus dificultades de aceptación y fueron las últimas cosas en aparecer en el menú. Todo eso, todavía, se hacía al amparo de la palabra talismán de la modernidad: democracia. De modo que aquel dogmático gobierno de las mayorías se perfeccionaba ahora con la inclusión democrática de las minorías.

Pero pronto comenzó el deslizamiento. Y éste se produjo cuando se invirtió la relación entre minorías y mayorías, reclamando para las primeras no sólo un lugar, sino el lugar preferencial. La argumentación no venía sola, la acompañaba la furia y el rayo. Porque la panacea de la tolerancia democrática tenía que ser puesta bajo el rigor que requerían los derechos que se proclamaban conculcados. La libertad estaba muy bien, pero sin igualdad (y justicia, esto es, el nombre rebelde para reclamar "derechos"), esa libertad se vuelve incluso el nombre mismo de la opresión para los que se considera vulnerables y marginados. Habrá verdadera libertad cuando haya absoluta igualdad. Pero para que haya igualdad, los que han sido oprimidos tienen que hacer valer sus derechos a como dé lugar y arrebatar a los privilegiados el primer privilegio: dictar la ley. Claro que, cuando eso sea así, ya no habrá igualdad. Pero ya no importará porque la igualdad, en ese caso, será un postulado obligatorio. Se impondrá por el rigor y la impondrán unos que no serán iguales a los que deben ser iguales por decreto. Y quien no acepte esos términos, será cancelado.

Es difuso el origen de esta cultura de la cancelación, y con el correr del tiempo ha tomado nombres diversos, pero digamos a grandes trazos que es una secuela de la inconsistencia de concepción para asuntos como la libertad y la igualdad.

La cuestión parece esparcirse a través de las redes virtuales, preferentemente, y en el mundo extendido de los personajes públicos. Pero no es verdad que sólo sea así. Es verdad que todavía es un aire y un espíritu sulfuroso que va llenando todo ámbito difundiéndose como un viento, aunque produciendo hechos y acciones bien tangibles y visibles. Dañando famas, ridiculizando ideas, estigmatizando con ferocidad.

Pero ya está en distintos rubros y se manifiesta de diversas maneras, todas similares. La substancia del asunto es arrinconar ideas y acciones que se estimen despreciables (y a las personas que las sostienen) para desterrarlas o categorizarlas de modo absolutamente negativo hasta volverlas inoperantes e inexistentes. La burla, la ironía, el insulto, el escrache, son apenas algunas de las armas en esta táctica. La mentira ayuda, la caricatura y el estereotipo, también. La agresividad, siempre. Y eso precisamente perturba el democratismo de los modernos racionales que se quejan insólitamente de la tiranía de lo políticamente correcto y del pensamiento único. 

Mientras tanto, son legión los "arrepentidos" (y van en aumento) que no quieren verse vapuleados por los dos minutos de odio social que les propinarán por sus fechorías pasadas. Y no importa cuán pasadas. Ejemplo tonto: correr a retirar "Gone with the wind" por un tiempo y volver a reponerla ahora con un cartel en el que se advierta y se censure la forma en que se presenta la esclavitud en la película, es un caso apenas y vale lo mismo. De eso se trata. Los cómicos deben pasar por la oficina de arrepentimientos y jurar que no volverán a hacer los chistes que hacían, Así como se pide perdón por mostrar estereotipos familiares naturales, o se asigna en los productos del espectáculo masivo una cuota (se la llama así en la industria de Hollywood) para negros, orientales, étnicos en general, homosexuales o cualquiera que sea considerado una minoría avasallada por la historia, venga a cuento esa presencia o resulte extravagante. Y hay más. Ese terror al odio social promovido y a la cancelación llega hasta el pedido de perdón -en grados y modos diversos- por la Evangelización.

Suele citarse como una broma macabra la Ley constitucional contra el odio, por la convivencia pacífica y la tolerancia, sancionada en la Venezuela bolivariana, en 2017, que establece penas de hasta 20 años de prisión para quien odie y promueva el odio, en resumidas cuentas. Pero ya dije, en otra parte de esta serie, que la táctica es endilgarle al otro el odio, la intolerancia, el ser "antiderechos". Esa ley es un producto de la cultura de la cancelación.

Debajo de muchos nombres se empolla el huevo de la cancelación como instrumento de vasallaje y avasallamiento y la promoción del odio que amedrente: populismos, multiculturalismos, garantismos, feminismos, globalismos. Todos ellos comparten el recurrir a esta táctica retórica.

Quien crea que es una cuestión de jugadores de fútbol que se arrodillan en homenaje a George Floyd y en protesta por una sociedad anquilosada y perversa que oprime a los diferentes, un gesto que supone además mirar mal al que no lo hace, se equivoca de medio a medio.

El impulso cancelatorio no se limita a pequeñas parcelas del submundo de miríadas de influencers de toda laya. Allí es donde hace más ruido. Pero su verdadera importancia está en ámbitos más duros: la política, la ciencia, la educación, la historia, las artes y la cultura en general, la propia moral, el derecho y, finalmente, claro, la religión y, particularmente, la religión católica.

Con esta herramienta se logran fenómenos potentes en la opinión común. El feminismo logra (y pretende, debo decir...), más que derechos para las mujeres, cancelar al varón. Lo negro logra cancelar a lo blanco. El homosexual y sus variantes, cancelar al heterosexual. El género cancela al sexo. El migrante al nacional. El ateo o el escéptico o el agnóstico al creyente. Y así.

De este modo, por ejemplo, un varón blanco heterosexual amante de su nación y su historia y además creyente, corre serios riesgos y está, por definición, cancelado, de lo cual se va a enterar en cualquier momento. Y más si aduce que cualquiera de esas notas son de suyo buenas en sí y que no cargan con ninguna culpa. Anatema sit, para la cancelación.

Entre otras cosas raigales, también hay anatema para la familia natural (y para lo natural...), también para la maternidad natural. Para un ama de casa que ame su papel en el hogar, como para la filiación natural, o la autoridad legítima y lícita.

Pero, en particular, y como ya he dicho en otra parte, la pretensión de cancelación del patriarcado (el plato fuerte) tiene en último término y como finalidad, enfrentarse a un adversario mayor que no es de este mundo.

Todo esto está en ebullición en nuestros días y la batalla entre el manifiesto de Harper's y los canceladores es una prueba de que los bandos no se han sacado ventajas definitivas.

Pero, ¿entienden los firmantes de la carta de Harper's -hombres y mujeres de la intelligentzia- que su pretensión de libre discusión y sin censuras, es la raíz de aquello de lo que se quejan? ¿Serán capaces de advertir -y de admitir- que sus ideas libertarias y tolerantes han engendrado hijos que pretenden devorarlos también a ellos?

¿Podrán reconocer en su propio germen rebelde la floración de esas otras rebeliones más violentas y agresivas que ahora los preocupa y los asusta?

Una advertencia que hago a desgano por lo obvia. En los comentarios de los últimos años sobre varios de estos fenómenos, suele atribuirse a la izquierda más agresiva la táctica de la cancelación, como parte de una estrategia mayor de dominación y de imposición de un pensamiento único y prepotente. Suelen ser los mismos que creen que el liberalismo, los conservadurismos in genere, el capitalismo, y cosas similares, son mejores que la izquierda. Casi exclusivamente porque no son la izquierda.

Permítame, mi estimado, que dude de que eso sea así.

Para las corrientes de izquierda dura, sin duda, la cancelación es un método afín. Les gustan las cosas brutales.Y creen, más bien, aquello de que autoridad que no abusa, pierde prestigio.

Pero lo que creo que estamos viendo es la versión desprolija de un estado de cosas que se pretende más "ordenado" y definitivo, en el que la cancelación sea un acto de amor. Y eso no es patrimonio de la izquierda, ni dura ni blanda. Es patrimonio de la rebelión de la modernidad. Y -por nombrarlos en términos de nuestros días- los neoliberales resultan tan rebeldes en el mismo sentido, como lo es la izquierda. Ambos creen que sus atropellos son actos de amor a la humanidad.

Y lo digo así, aplicando las ironías de George Orwell. El protagonista de su novela Winston Smith, así como su amada Julia, terminan la historia cancelados en la Habitación 101 del Ministerio del Amor (que es donde se tortura a los remisos y traidores) y eso por haberse rebelado contra el partido, custodio del bienestar de todos y todas...

Todavía, todo eso que es en varios sentidos una realidad y que ya opera y es tan agresivo como edulcorado, según quienes lo pongan por obra, todo eso que ya se va transformando en leyes y mandatos sociales y en prácticas y opiniones comunes y en un pervertido sentido común de muchos, todavía, digo, y por extendido y arraigado que esté, todo eso es como si dijera informal.

Los dos minutos de odio, establecidos y obligatorios, no son la práctica universal. Lo que esos dos minutos de odio significa todavía es desprolijo. Todavía hay una batalla en curso y es principalmente la propia modernidad (la racional de izquierda y la racional del otro lado) la que se encabrita y censura a los censuradores, que parecen una avanzada de algo que, emprolijado, tiene aspecto de volverse ley universal en cualquier momento.

Pero, aunque pueda parecer que una porción de la rebelión moderna se resiste a que se establezcan esos dos minutos de odio formalmente (la cultura de cancelación por ahora resulta apenas un ensayo, por brutal y estridente que resulte), y aunque chillen y pataleen contra los orcos más babeantes de la cancelación, es a la vez improbable que admitan que la harina con la que se amasa esa hogaza del pan amargo del odio, ya ha sido molida. Y lo fue determinadamente durante los últimos quinientos años. Y son las capillas de esa religión rebelde, que es lo que en substancia es la modernidad, los molinos donde se ha ido produciendo la molienda.

Chesterton, entre otros, en su Autobiografía y poco antes de morir, había advertido con agudeza acerca de la raíz de la modernidad. En el capítulo La sombra de la espada, cuenta con detalle un episodio en apariencia anodino. Su propuesta para erigir, en un sitio central del pequeño Beaconsfield, una Cruz en homenaje a los caídos en combate y que hubieran sido hijos de esa comarca. Infinitas reuniones y propuestas absurdas de toda clase de iniciativas que, en el homenaje que nadie rechazaba, subsituyeran a la Cruz, por el hecho de ser una Cruz. Pocas estridencias, más o o menos buenos modales y buen tono, argumentos especiosos y de conveniencia. Sí. Pero, la verdadera violencia era el subterfugio y las sinuosidades que escondían el odio a la Cruz, porque era una Cruz. De allí es una sentencia de Chesterton que se ha hecho característica: "La primera nota característica sobresaliente de la nota moderna, es un cierto efecto de tolerancia que se manifiesta por la timidez. La libertad religiosa podría significar que todo el mundo es libre de discutir acerca de la religión. En la práctica, significa que casi nadie tiene permiso para mencionarla."

Tal vez, en el curso de nuestra vida, veamos establecerse ut sic esa práctica de los dos minutos de odio. Y seguramente, de ocurrir, ante nuestros ojos pasarán disciplinada y formalmente decenas o cientos de objetos que hayan sido calificados como odiables.

Si eso pasa (si eso ya hace tiempo que empezó a pasar...) lo que queda esperar, al menos, es poder distinguir, poder reconocer la verdadera cara que está detrás de cada uno de esos objetos, elegidos tal vez arbitrariamente, pero con la intención de disciplinar el odio de la sociedad a la única cosa que al poder inicuo le resultará odiable en último término verdaderamente.

Y entonces, más allá de lo que cada quien crea que haría si se enfrentara a esa cuestión sin poder eludirla, allí veremos realmente cuántos pares son tres botas. Y que el buen Dios nos asista.



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Dos notas.

Por una parte, la ilustración de esta entrada campea por distintas publicaciones, desde centones feministas contra la opresión del patriarcado a grupos de opinión antibolivarianos. Ambos se atribuyen el amor y la lucha por los derechos y le atribuyen al opuesto el odio y ser antiderechos.

Por otra parte, quedó larga esta última parte, así que no hay problema en que copie aquí los dos manifiestos a los que aludí, para quien los quiera leer.


La carta de Harper's

Una carta sobre justicia y debate abierto

(https://harpers.org/a-letter-on-justice-and-open-debate/)
 
7 de julio de 2020

La siguiente carta aparecerá en la sección de Cartas del número de octubre de la revista. Agradecemos las respuestas a letters@harpers.org

Nuestras instituciones culturales se enfrentan a un momento de prueba. Las poderosas protestas por la justicia racial y social están llevando a demandas atrasadas de reforma policial, junto con llamamientos más amplios para una mayor igualdad e inclusión en nuestra sociedad, especialmente en educación superior, periodismo, filantropía y artes. Pero este ajuste de cuentas necesario también ha intensificado un nuevo conjunto de actitudes morales y compromisos políticos que tienden a debilitar nuestras normas de debate abierto y la tolerancia de las diferencias a favor de la conformidad ideológica. Mientras aplaudimos el primer desarrollo, también levantamos nuestras voces contra el segundo. Las fuerzas del iliberalismo están ganando fuerza en todo el mundo y tienen un poderoso aliado en Donald Trump, que representa una amenaza real para la democracia. Pero no se debe permitir que la resistencia se endurezca en su propio tipo de dogma o coerción, que los demagogos de derecha ya están explotando. La inclusión democrática que queremos se puede lograr solo si hablamos en contra del clima intolerante que se ha establecido en todos los lados.

El libre intercambio de información e ideas, el alma de una sociedad liberal, se está volviendo cada vez más restringido. Si bien hemos llegado a esperar esto en la derecha radical, la censura también se está extendiendo más ampliamente en nuestra cultura: una intolerancia de puntos de vista opuestos, una moda para la vergüenza pública y el ostracismo, y la tendencia a disolver cuestiones políticas complejas en una ceguera moral cegadora. Mantenemos el valor de la contra-voz robusta e incluso cáustica de todos los sectores. Pero ahora es demasiado común escuchar llamados a represalias rápidas y severas en respuesta a las transgresiones percibidas del habla y el pensamiento. Más preocupante aún, los líderes institucionales, en un espíritu de control de daños en pánico, están aplicando castigos apresurados y desproporcionados en lugar de reformas consideradas. Los editores son despedidos por dirigir piezas controvertidas; los libros son retirados por presunta falta de autenticidad; los periodistas tienen prohibido escribir sobre ciertos temas; los profesores son investigados por citar trabajos de literatura en clase; un investigador es despedido por distribuir un estudio académico revisado por pares; y los jefes de las organizaciones son expulsados por lo que a veces son simples errores torpes. Ya estamos pagando el precio con mayor aversión al riesgo entre escritores, artistas y periodistas que temen por su sustento si se apartan del consenso, o incluso carecen de suficiente celo en el acuerdo.

Esta atmósfera sofocante dañará en última instancia las causas más vitales de nuestro tiempo. La restricción del debate, ya sea por parte de un gobierno represivo o una sociedad intolerante, perjudica invariablemente a quienes carecen de poder y hace que todos sean menos capaces de participar democráticamente. La forma de derrotar las malas ideas es mediante la exposición, la discusión y la persuasión, no tratando de silenciarlas o desearlas. Rechazamos cualquier elección falsa entre justicia y libertad, que no puede existir la una sin la otra. Como escritores, necesitamos una cultura que nos deje espacio para la experimentación, la toma de riesgos e incluso los errores. Necesitamos preservar la posibilidad de desacuerdos de buena fe sin consecuencias profesionales nefastas. Si no defendemos exactamente de lo que depende nuestro trabajo, no deberíamos esperar que el público o el estado lo defiendan por nosotros.

(Las firmas no las copio aquí, puede verlas el que quiera en la dirección que parece a la cabeza. tampoco las firmas de la adhesión de hispanohablantes.)


La adhesión de Vargas Llosa, Savater, et al.


Somos de la opinión que la carta remitida a HARPER’S por escritores e intelectuales de diversas procedencias y tendencias políticas, dentro de una corriente liberal, progresista y democrática, contiene un mensaje importante.

Queremos dejar claro que nos sumamos a los movimientos que luchan no solo en Estados Unidos sino globalmente contra lacras de la sociedad como son el sexismo, el racismo o el menosprecio al inmigrante, pero manifestamos asimismo nuestra preocupación por el uso perverso de causas justas para estigmatizar a personas que no son sexistas o xenófobas o, más en general, para introducir la censura, la cancelación y el rechazo del pensamiento libre, independiente, y ajeno a una corrección política intransigente. Desafortunadamente, en la última década hemos asistido a la irrupción de unas corrientes ideológicas, supuestamente progresistas, que se caracterizan por una radicalidad, y que apela a tales causas para justificar actitudes y comportamientos que consideramos inaceptables.

Así, lamentamos que se hayan producido represalias en los medios de comunicación contra intelectuales y periodistas que han criticado los abusos oportunistas del #MeToo o del antiesclavismo new age; represalias que se han hecho también patentes en nuestro país mediante maniobras discretas o ruidosas de ostracismo y olvido contra pensadores libres tildados injustamente de machistas o racistas y maltratados en los medios, cuando no linchados en las redes. De todo ello (despidos, cancelación de congresos, boicot a profesionales) tienen especial responsabilidad líderes empresariales, representantes institucionales, editores y responsables de redacción, temerosos de la repercusión negativa que para ellos pudieran tener las opiniones discrepantes con los planteamientos hegemónicos en ciertos sectores.

La conformidad ideológica que trata de imponer la nueva radicalidad –que tanto parecido tiene con la censura supersticiosa o de la extrema derecha- tiene un fundamento antidemocrático e implica una actitud de supremacismo moral que creemos inapropiada y contraria a los postulados de cualquier ideología que se reclame “de la justicia y del progreso”.

Por si fuera poco, la intransigencia y el dogmatismo que se han ido abriendo paso entre cierta izquierda, no harán más que reforzar las posiciones políticas conservadoras y nacionalpopulistas y, como un bumerán, se volverán contra los cambios que muchos juzgamos inaplazables para lograr una convivencia más justa y amable.

Desde estas líneas recabamos el apoyo de quienes comparten la preocupación por la censura que se ejerce sobre el debate acerca de determinadas cuestiones que quedan convertidas en nuevos tabúes ideológicos, que se suponen intocables e indiscutibles.

La cultura libre no es perjudicial para los grupos sociales desfavorecidos: al contrario, creemos que la cultura es emancipadora y la censura, por bienintencionada que quiera presentarse, contraproducente. Tal como opinan los firmantes del manifiesto Harper’s, “la superación de las malas ideas se consigue mediante el debate abierto, la argumentación y la persuasión y no silenciándolas o repudiándolas”.





sábado, 1 de agosto de 2020

Hablan de amor


Entre los antiguos, la ejercitación era un momento fundamental en la adquisición de las reglas de un arte de la palabra. Desde hace ya tiempo, no lo es. Y en todo caso es algo prohibido o poco menos.

Esa parte del arte significaba, ni más ni menos, imitar a los modelos clásicos o superiores. Imitación casi servil, pues era cuestión de volcar en sus moldes y estilos los temas que se le proponían al aprendiz, como si dijéramos componiendo desde adentro mismo del autor imitado.

Con el tiempo, y con desquiciados modos de entender la originalidad, ya no fue posible. Un error grave. Si el aprendiz tenía talento y voz propia, ya surgirían ambos a la luz. Si no tenía talento, en cualquier caso habría aprendido de sus mayores buenos modos de decir, que a él no se le ocurrirían sin esa ayuda estilística.

Estos doce sonetos son el homenaje de un servidor a la ejercitación tal como la entendían los antiguos, poco más o menos. Y es claro que, si el resultado no conforma, no es por culpa de los autores que han servido de modelos.


Así dice la presentación de este breve volumen de versos que aquí queda. Y es verdad lo que dice.