martes, 20 de noviembre de 2012

Marenostrum


A ti voy por la costa antigua de mi sangre
como una barca sola, merodeando milenios,
aleteando tus siglos de cantos y conquistas
con las alas sin tiempo que sembraste y me diste.
A ti voy por los vientos que silban desde el norte,
por el aire quemante del desierto africano,
y en mi voz tú respiras albahaca y rosmarino,
y en mis ojos de salvia hay olivos y robles.
A ti se van mis pasos y el corazón nostalgias
de tu sal y tu arena madura lentamente,
hasta que todo en mí se presta a tus oleajes.
A ti se van las horas de esta distancia enorme
que cuento en los latidos que me quitan la vida,
mientras tu nombre hiere mi amor y mi memoria.


domingo, 18 de noviembre de 2012

Coplas

Vide la flor del limón,
y del naranjo el azahar.
Y yo sin nada que dar.
 

La albahaca regala aroma
y el mistol su fruto asoma.
Y yo sin nada que dar.

Fresca el agüita del río,
dulce el aire del chañar.
Y yo sin nada que dar.

Por la sierra y al rocío
triste canta el corazón,
tibio como una paloma
que quiere y no ha de volar.

Malhaya no haber qué dar.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Romance del adviento


Está sangrando a destajo
la sangre roja del ceibo
y un ardor de tierra en llamas
blancamente va poniendo
en la tarde unos jazmines
insolentemente abiertos,
y achiras borgoña y gualda
y agapantos azulejos
y verbenas y geranios
y en la noche unos arpegios
de las hojas de unos tilos
que, acompasadas al viento,
murmuran la primavera
que se esparce por el pueblo.
Furiosa la lluvia arranca
jirones de agua del cielo
y afrenta de tanto en tanto
el dolor sin voz del suelo
que con llanto a borbotones
la recibe en un silencio
que hace brotar en el aire,
húmedamente sufriendo,
jacarandaes de gloria
en sus colores de adviento.
Desde aquí ya voy mirando,
calladamente sintiendo
como una ansiedad de fruto
en la savia que va abriendo
una esperanza en la tierra,
más cierta que lo más cierto,
y que florece en los ojos
que, verdemente creciendo,
primaveralmente esperan,
aromada de misterio,
la novedad más antigua
que hace nuevo lo más viejo.

sábado, 10 de noviembre de 2012

54%

Es número mágico.

Parece la supremacía, y suena como si fuera; y se lo hace sonar como el chasquido de un látigo para disciplinar cualquier rechazo levantisco, todo gesto de disgusto. Y como un látigo en el lomo lo reciben los que lo reciben en el lomo como la caricia de un gato de nueve colas...

Número que acoquina a los perdedores, silencia a los indecisos, hincha como en vinagre a los que se lo apropian.

Pero.

En realidad, hoy por hoy, a mí me parece (y usted disculpe la extravagancia...), que el 54% es más que nada una especie de ruego que empieza a rugir como un aullido de pánico.

Pánico de los que se parapetan detrás del porcentaje mítico como si fuera suyo el contenido, como si fuera un derecho adquirido, como si con ese número jugado a la quiniela se hubieran ganado un país. Pero pánico también de los que se repartieron el 46 % que quedó boyando sin destino.

Pánico de quedarse sin laburo la dichosa clase política, la corporación de los dizque representantes corporativos de la corporación de los dizque representantes.

Porque no vaya a pasar que, de pronto, andando y andando las gentes por las calles sin jefes ni representantes, vengan a descubrir que de todas maneras no tenían jefes de ninguna clase.

Porque por ahí se les da por darse cuenta de que los que ganaron, al final de cuentas, no son más que unos cafishos usurpadores -que, encima, y para que no se les haga el campo orégano, les sacuden cada tanto unos cuantos chirlos a sus pupilas...-; o por ahí llegan a pensar que los que no ganaron son como maridos cornudos que, como todo marido cornudo, llegan tarde y cuando ya no hay nada que hacer...

Creo que, si resulta así, el 54% ya casi es un número fatídico para los que ganan y para los que pierden.

No vaya a ser cosa que un día cualquiera ya no alcance ni para asustar a los chicos y, de a poco, de marcha en marcha, de calle en calle y de casa en casa, anden las gentes diciendo por ahí que les importa un belín el 54%. Y otro belín el 46%. Y que les importa otro belín más los que ganaron y los que perdieron. Porque por ahí se le da por pensar a las gentes que, repartiendo porcentajes, los que parten y reparten se quedan con la mejor parte y los que pierden son siempre las buenas gentes.

Y entonces termine pasando que, los cafishos del 54 y los cornudos del 46, un día van y se quedan sin laburo.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Insoportablemente viva

No voy a comentar la protesta. No tengo tiempo ahora.

Digo solamente y al pasar lo que dijo Chesterton alguna vez y lo parafraseo desprolijamente: en líneas generales y hablando más bien de economía, de los socialistas me gusta lo que quieren destruir, aunque no me gusta lo que quieren poner en su lugar; de los conservadores, me gusta que quieran conservar pero no me gusta lo que quieren conservar.

Pero eso era Chesterton. Y era Inglaterra, claro. Y hace 100 años.

Insisto, no voy a hacer comentarios sobre la protesta en sí misma y sus consignas y el modo de convocar y lo que eso representa y el papel de la política y de los políticos y de las representatividades en la vida política. Y lo que vi y lo que no vi. Otro día, si cuadra. Hay tiempo, todavía.

Solamente me interesa un punto ahora.

Creo que el mundo K, y específicamente el sujeto K, tiene un síndrome: el del hijo bastardo o el del hijo no querido, tanto da, aunque no sea lo mismo. Al sujeto K le pasa también que, por principio, se siente necesario.

Así las cosas, resulta que le ha ido creciendo hasta la deformidad un narcisismo empujado por su nacimiento fallido, su autocomplacencia y su existencia relegada, cosas esas tres que le impiden digerir que no lo quieran, y mucho menos puede digerir que se lo digan.

Sin más comentarios que éste, diré que las últimas dos concentraciones de gentes son a mi juicio lo que una puteada sería. Una puteada larga y clamorosa, sí, pero básicamente una puteada.

(Insisto: de lo que significa esa puteada, otro día hablamos...)

Y el sujeto K -ése que (no lo saben todos ahora, porque la mayoría ni había nacido en los '60 y '70, pero así fue y es ése su origen) fue engendrado épico, pero por despecho y en tiempos de necesidad y después excecrado públicamente por su padre- no tolera que se lo recuerden. Y menos si la propia puteada es un recordatorio de que no es querido.

Es un condicionamiento afectivo profundo, una tara psicológica. Vive signado por su suficiencia en combinación corrosiva con el rechazo de su progenitor y así cualquier rechazo le enciende la furia de un Narciso desdeñado.

Tendrá proyecto, ideas, modelo, revolución en curso por hacer, ganas, lo que quieran. Se revuelve como gato diálectico entre la leña para zafarse del rechazo.

Pero lo cierto es que no puede tolerar el rechazo.

A esto se le agrega la personalidad de una jovencita muy atractiva a los 18 años, la que se sabía linda, la que sabía que podía elegir con quién bailar en la fiesta de egresados o en los asaltos de la época de la facu, la que tenía además el chamuyo para terciar en las discusiones y la ironía desfachatada para dejar boqueando a los varones humillados.

Sintiéndose un minón, acostumbrada al piropo, al festejo sobón y a los aplausos (y cargando además con el síndrome del hijo abandonado y excecrado), cuando la putean larga y clamorosamente, la piba -como todo sujeto genéticamente K- se siente insoportablemente viva.