jueves, 30 de noviembre de 2023

Romance de su presencia


Está la tarde sin ruido
y anda la lluvia en barbecho
arreando nubes de plata
que van por campos de cielo.
Y afinan mil voces roncas
con las que darán el trueno,
mientras susurra en sordina
un coro como de viento.
Con la luz que mengua el día
rozando unos trigos tiernos,
miro la luz de unos ojos
que estarán mirando lejos,
pensando que yo los miro,
sabiendo que yo los veo.
Un aire como del mar
entra acariciando el pecho:
parece sal y es jazmín
que aroma como su pelo
oscuro de luna buena,
vetas de luz y romero,
que en ondas de viento limpio
dejan mi amor al acecho.
El aire que es mar y llano
todo florecido en trébol,
de puro gozo se arroba,
insomne de amor despierto, 
y abre las venas dormidas
y les deja sangre adentro,
perfumada, roja y dulce
como las flores del ceibo.
Camino cada camino
como si fueran recuerdos
y a cada paso que doy,
todo es ella lo que encuentro:
están su risa y su voz,
el día del primer beso,
su mano trenzando lilas,
su temblor y un reverbero
con el que llama a mis manos
y pone en ellas un fuego
tibio de ser a su lado,
dorado de ser tan nuevo.
Ella es la nube y el ave,
mi pie, la arena, el sendero,
la soledad de este día
y su presencia en mis centros,
la sombra de mi costado,
ese rumor que arde fresco
si me retraso y la miro
estar sin estar. Y luego  
va por delante y se vuelve
y pronunciando en silencio
dice mi nombre sin voz
y sin voz dice "te quiero..."
para que nadie lo oiga,
sólo yo. Con su pañuelo,
que lleva el signo invisible
de que su andar es mi sueño,
fue recogiendo unos lirios
rosados, como sus dedos,
bordes leves, finos, gráciles 
que germinan de su cuerpo.
Y en una loma tan verde
que la lluvia verde ha puesto,
su figura se deshace
como si fuera de vuelo...
Sé que no está, que es nostalgia
de su nombre. Pero es cierto
cada rumor de su paso
de torcaza en mi regreso,
que creo ver y no está,
que digo que está. Y voy ciego.
Y dice la voz del mundo
saudades que va sintiendo
y que punzan con mil flechas
como su flecha que siento
donde nace el corazón,
que por no estar luce muerto.


 

domingo, 26 de noviembre de 2023

No le crean




No le crean es una sentencia funesta cuando se refiere a una persona pública, a quienes ejercen la conducción de hombres, en cualquier ámbito, pero en el político especialmente. De hecho, no le crean es una sentencia funesta cuando recae sobre cualquier persona que se hace acreedora de la sentencia. Pero hablo de retórica particularmente, un arte desprestigiado y sin embargo muy importante desde el siglo V antes de Cristo. Para algunos iniciado por Empédocles, para otros por Córax y Tisias de Siracusa, lo cierto es que no fue hasta que Aristóteles se lo tomó en serio que se establecieron las reglas y contenidos del arte que –aun pasando por modas y modalidades, escuelas y corrientes– viven todavía, claro que, hay que decirlo, ahora desgajados de cualquier moralidad y adecuados a otras finalidades persuasivas y con otros medios. Ahora bien, la credibilidad a través del discurso es algo que Aristóteles trató en particular en el libro II de su Retórica, junto con el movimiento de las pasiones a través del discurso: el ethos y el pathos, como tipos de pruebas, hay que decir, según el Arte. Lo que corresponde al logos –el modo de argumentar sobre la materia de que se trate– lo trató en el libro I. En cuanto al ethos, no se trata allí de las cualidades morales, en realidad, sino que se refiere a cómo el rétor genera credibilidad a través de su discurso. Aunque es más propio del arte tal como él lo concebía (y no según la modalidad primitiva o la sofística) que la persona sea lo que parece ser, porque de ese modo su credibilidad es más firme, más persuasiva y menos vulnerable. En eso coinciden todos los clásicos a partir de Aristóteles, por otra parte. Es útil releer la historia de esa disciplina y muy útil repasar las consideraciones de Aristóteles, porque el arte del que se trata no es simplemente un "recurso eficaz" para persuadir, sino un modo de tratar la verdad contenida en opiniones ante quienes oyen (y en nuestros días además ven) y deben formar su propio juicio, sin que necesariamente conozcan específica ni mucho menos exhaustivamente las materias de las que tratan los discursos. Un juicio formado incluso sobre los asuntos sobre los que suele conversar y tener opinión el hombre común. Y, por eso mismo, un juicio que, bien señala Aristóteles, no se forma sólo por la argumentación sobre el asunto, sino por la credibilidad que le merezca quien lo dice o por el estado de sus pasiones al oírlo, movidas también por lo que oye o ve. Con todo y eso, es un arte de la mente razonando y conociendo y distinguiendo, tanto la mente de quien habla como de quien escucha, es un arte que acomoda las pasiones que pueden incidir en la formación de las opiniones y es un arte que disciplina al propio orador. Y eso aplicado no solamente a la vida pública, sino a cualquier conversación entre hombres y hasta a la enseñanza. Por eso, no le crean es una sentencia funesta cuando se refiere a una persona pública, y a la dirigencia de hombres, en cualquier ámbito, pero en el político especialmente. Y, claro, es una sentencia funesta cuando recae sobre cualquier persona que se hace acreedora de la sentencia.

jueves, 23 de noviembre de 2023

El ruido del mar




El mar, dice la mayoría de los exégetas, es el mundo en las Sagradas Escrituras. Así Rábano Mauro comentando una tempestad calmada en san Mateo (la vorágine del mundo, dice más exactamente); y similarmente san Beda, en el comentario al mismo pasaje en san Marcos y más extensamente en el comentario al pasaje en san Lucas; así como san Ambrosio. Y otros.

No el mundo creado sin más, claro. La vorágine del mundo, la mundanidad del mundo opuesta al designio original que lo creó. La agitación tenebrosa y amarga de este mundo, que confirma san Beda, explicando el sentido alegórico de los elementos del pasaje. "Tú dominas el poder del mar, y calmas la agitación de sus olas", cita san Cirilo el Salmo 88, en el mismo sentido.

Poder y agitación. Pavorosos en el mar. Otro poder y una quietud gloriosos en Él.

En ese sentido, el mundo es por sí mismo ruido. Un ruido tan ensordecedor como sutil. Tan evanescente como poderoso. Tanto estrépito como susurros.

Batirse de vientos y olas parece ruido fuerte. Cualquiera que haya visto el mar lo sabe, nada más fuera parado en sus orillas, frente a su poder y su ruido. El que navegó una tormenta en el mar, lo sabe; siquiera quien vivió un mar ‘picado’ navegando sobre él, lo sabe. Y hasta el que navegó a secas lo sabe. Ese poder tan raro, ese dominio, esa seducción del mar.

Es poderoso el mundo mar. El mar del mundo.

Dicen también los exégetas que este mar bravo es tentación y tribulación. No sólo ruido de sonidos, sino vacíos de negrura y desesperanza. Olas de preocupaciones y agitaciones. Amargas, al fin, aunque tal vez dulces un tiempo en la boca, como el Libro de la Revelación que dice el Apocaleta, en otro sentido.

Tinieblas de mar, tinieblas de viento en el mar.

También se entiende así, por ejemplo, ante las dos pescas milagrosas, con un signo muy fuerte en la segunda y última pesca, Jesús resucitado en la playa y los hombres en el mar, como comentan san Gregorio, san Agustín, san Jerónimo y otros. Lo espiritual y el mundo.

Pobre mar, dirá más de uno. Y sin embargo, allí lo tenemos, campante en su símbolo.

Pero el ruido del mar es lo que importa ahora.

La agitación del mar. La agitación –con ruido o sin ruido–, el ruido como tiniebla y desazón, el ruido como angustia y ansiedad, el ruido como soledad estéril, el ruido como palabras huecas y movidas por la acedia y la desesperación. El ruido del mar en medio de los ruidos del mundo, la misma cosa. En la oscuridad del alma que teme quién sabe cuántas cosas del mundo mar, que teme según la mundanidad del mundo mar. Que teme los sustos mundanos, que se ahoga en las esclavitudes del mar. Que se ahoga, sin más.

Amarguras, ansiedades, temores, dolor, angustias, vacíos, soledades, desesperanzas.

El ruido del mar. El ruido sin ruido del mar. El ruido oscuro del mar que agita y nos agita. La tiniebla del ruido del mar. Tribulaciones sordas del ruido del mar. Preocupaciones vanas del ruido del mar. Angustias prepotentes del ruido del mar. Falsas ocupaciones oyendo el ruido del mar. Inquietas preocupaciones que son más ruido en el mar. Los vientos vanos sobre el mar y dentro del corazón ruidoso frente al mar ruidoso, agitado, amargo, oscuro.

¡Calla!”, dijo Jesús.

Y el viento se calló. Y el mar se calmó.

En una de las tempestades calmadas, Jesús deja a los hombres toda la noche en el ruido del mar, en la agitación amarga, en la tiniebla. Dicen los Evangelios que, recién a la cuarta vigilia, fue a ellos caminando sobre el mar tempestuoso e hizo ademán de pasar de largo (en otra noche triste y ventosa, en Emaús, haría el mismo gesto, ya resucitado).

San Hilario dice, comentando este pasaje de san Mateo, que la cuarta vigilia de la noche es la última anterior al día, esto es, el tiempo de la venida en Gloria de Jesús al final del tiempo. Los hombres han estado toda esa noche anterior batidos por las olas, aterrados y descorazonados por los ruidos del mar. Y por los silencios de Dios. Y por los silencios ruidosos y agitados de su propio corazón, que no son el mismo silencio.

Habló Jesús esa vez a los hombres que estaban sobre la barca agitada, les dijo que no temieran, que era Él y así lo reconocieron. Tanto que Pedro pidió ir a Él en medio del ruido del mar y la agitación del viento sobre el mar. Y fue, pero aunque no había temido lo más, que era caminar sobre el mar, temió lo menos: temió el ruido del mar y el ruido del viento feroz y así comenzó a hundirse, hasta que Jesús tomó su mano y lo rescató.

Esta vez, al poner Jesús un pie en la barca, el ruido cesó, el viento se aplacó y la nave fue muy rápido al punto de la playa de la tierra al que iban.

El ruido del mar es hoy también el mundo en su agitación amarga y tenebrosa. Y el eco de esas tinieblas y amarguras en nuestro corazón, también es el ruido del mar.

Nuestro silencio estéril, nuestras vocinglerías estériles. Nuestra angustia, nuestra desorientación y desazón. Nuestras presunciones, nuestras desesperanzas.

Ruidos de mar.

Ese ruido se detendrá cuando Él lo mande, claro.

Cuando le impere “¡Calla!” al mar y al viento. Cuando ponga un pie en la barca, en la cuarta vigilia.
A veces tratamos de tapar el ruido del mar con más ruido. Pretendemos aquietar la agitación con nuestras propias agitaciones e inquietudes.

Vana cosa. Vana luz tenebrosa, vana quietud inquieta, vano coraje temeroso, vana impavidez temblorosa.

Es parte del tiempo, se ve. No importa de dónde viene el ruido del mar. Un día serán las hipotecas tóxicas, otro las guerras y sus rumores, otro K o el neoliberalismo, otro el tsunami, otro la sequía, otro la precariedad de la vida, otro la Iglesia y sus cosas y sus dichos y silencios y sus hechos y omisiones, otro las pandemias, otro la muerte y los desamores, otro y otro y otro más. Y nuestros propios ruidos que cada quien sabe y oye, y nuestras agitaciones propias que cada quien sabe y mueve. O todo junto.

Se agita el mar. El ruido es espantoso. En el corazón del mar y en el mar del corazón. La furia del viento barre el aire y seca el alma.

Sí.

Pero más grito sólo será más ruido. Más agitación sólo será más viento.

La noche es larga.

Y el que duda se hunde, así como el que estira su mano es rescatado.

Llegará a la cuarta vigilia de la noche, o dormirá sobre un cabezal en la popa mientras el mar grita ruidos de mar y el viento azota vientos sobre el mar. Pero llegará.

Y dirá “¡Calla!” y se callará. Pondrá un pie en la barca y todo será calma.

Un día, un preciso día, lo hará. Lo volverá a hacer, como lo hizo en Genesareth.

Pero lo hace ya, lo está haciendo cada vez. Cada vez que alguno sabe que Él puede decir “¡Calla!” al mar y al viento, aunque no lo diga cuando yo quiero. Cada vez que alguno sabe que al poner el pie en la barca habrá ya calma, aunque no lo haga cuando yo quiero.

Cada vez que uno confía en que lo hace. Y en que Él es el único que lo hace.

Lo demás es ruido de mar.



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¿Por qué no volver a publicar ahora lo que ya publiqué aquí mismo en julio de 2009

Si el mundo siempre será mundo hasta que ya no sea mundano. Si el mar será el mar, hasta que no exista más, que dice san Juan. Si tormentas y tempestades hay. Si ruido de mar hay. Si Él es Él, siempre.



lunes, 20 de noviembre de 2023

Tu nombre, celos, rapto




Suele pasarme con algunos trabajos o libros: demoro el final. No quiero que se termine. Pienso siempre que ya no tendré a qué dedicarme, qué leer, sobre qué escribir. Y nunca es verdad.

En estos días, compongo una obrita sobre sonetos desconocidos de Miguel Hernández. Y queda poco para terminarla y hasta esta mañana, otra vez, demoraba el final, triste de que se fuera al fin. Y "obrita" digo porque me refiero al autor, su servidor, no por los bellísimos sonetos de Miguel Hernández que hay en ella, se entiende.

Vieran ustedes: una mudanza es casi siempre un tropel de vida que no viene del pasado, sino del futuro. Porque hay cosas que están años esperando que volvamos a encontrarlas y que andando los años nos topemos con ellas. Y así fue.

Durante los últimos 20 años creí que había perdido: las copias de unos cuadernos y papeles, la obra completa manuscrita de Augusto Falciola, espléndido, eximio, finísimo sonetista. Una primera versión limpia mecanografiada me la había regalado el propio Augusto en una ocasión porque se enteró de mi preferencia por sus versos. Me robaron esa carpeta en otra mudanza, poco después de ese encuentro. Con los años, ya muerto Falciola, sabiendo su hija de mi pena enorme por la pérdida, había tenido la generosidad de copiar para mí todos sus cuadernos y papeles. Eran más de 500 páginas, pero los sonetos son muchísimos menos. Había allí muy ordenadamente la historia de sus versos: en varias ocasiones eran más de 20 ó 30 páginas de versiones y correcciones de un mismo soneto.

Hoy mismo, extrañando ya la obrita que todavía no terminé, en medio de la mudanza encuentro un enorme bulto, prolijamente cerrado: la obra "perdida" de Falciola.

Todavía estoy demorando la obrita que decía antes, saboreándola muy lentamente para no terminarla. Pero ahora no sólo para no dejarla ir, sino también porque tengo que moderarme para no zambullirme en el medio millar de páginas que vinieron a mis ojos y mis manos desde el futuro de lo pasado.

Hace unos 20 años, cuando principiaba esta bitácora, hablé en estas páginas del primer soneto que me lo hizo conocer, que es, el que ilustra esta entrada. En los papeles originales, además de al menos dos versiones distintas, tiene varios nombres: A tu nombre, Tu nombre, Celos, Rapto

Y es así que no hay cosa que pase al alrededor, hoy y por bastante tiempo, que me quite la media sonrisa de la cara y la alegría agradecida del alma.



miércoles, 15 de noviembre de 2023

Florecillas electorales para el mes de noviembre (III): Brutti, sporchi e cattivi




Feos, sucios y malos. En italiano suena magníficamente bien, magníficamente mejor quise decir...

La película de Ettore Scola es de 1976 y la actuación de Nino Manfredi es colosal. La remasterizaron (questa brutta parola...) no hace tanto.

¿Qué? ¿Si voy a comentar el filme? De ninguna manera. Sólo me interesa la tríada del título. Ustedes, compagni, véanla si no la vieron, vale la pena, incluso porque dice bastante de nosotros los argentinos.

Es que me acordé de esa tríada porque está ese asunto vigente y machacón de que Javier Milei está loco, es un mentiroso y será un inútil cruel: pazzo, bugiardo e inutile crudele.

Será o no. Pero lo que pasa es que creo que las tres cosas no se puede a la vez. Si está loco no puede ser mentiroso, por ejemplo. Si es un inútil, ¿qué crueldad le saldría bien o a quién podría engañar?

Ettore Scola, para titular la película, juntó tres adjetivos que pueden convivir. Es verdad que Scola no estaba en campaña (y no era peronista, obviamente...).

Pero Sergio Massa, principal pero no únicamente, acumula munición contradictoria sin problema. Munición útil. Porque lo que le interesa es la munición. Alguna de las tres cosas puede que le pegue. Y él quiere a como dé lugar eliminar a su enemigo en beneficio de sí mismo. La pureza o lógica de sus calificaciones o argumentos no son una preocupación de campaña. No sólo para el peronismo, se entiende. La lógica interna del sistema político no sólo lo permite: lo exige.

Personalmente –aparte el hecho de que el argumento me tiene harto–, no creo que Javier Milei esté loco. Tiendo a pensar que un loco no tiene sentido de la realidad, está desconectado, como diría Chesterton. No que no pueda razonar: puede, claro que sí. Y eso –otra vez GKCh– porque lo único que le queda a un loco es la razón razonando en seco, sin el lubricante de lo real, pura intramentalidad donde todo es posible y donde todo puede ser lo disparatadamente irreal que quiera el loco.

Pero lo cierto es que Javier Milei es un liberal libertario y es un error o una astucia rastrera identificar eso con una patología mental. Como liberal libertario tiene un cuerpo de ideas –que son el núcleo duro de su doctrina– acerca de lo que es la sociedad, de lo que debe ser. Y de lo que debe ser la economía (primero, la economía, siempre..., ay), la política, la educación, la cultura, la religión y el deporte o el espectáculo. Es un corpus, ¿se entiende? Un sistema homogéneo, que se estructura a partir de concepciones. Un organismo que, como todo organismo, funciona orgánicamente, con una coherencia interna que organiza el conjunto y que en la palabra y en la accción desborda hacia el exterior, de acuerdo con principios, apotegmas y hasta pseudodogmas, que rigen y articulan el pensamiento y la acción. Y a veces hasta los afectos.

Eso no es locura. Como la ideología marxista no es locura stricto sensu. Milei y cualquier marxista están igualmente locos, si la locura supone ese dar la espalda a la vera y entera realidad del hombre, de la sociedad y del completo universo, por razones ideológicas. Inmanetismo, historicismo y materialismo son una estructura bastante pobre de lo real, en las cosas y en la historia. Pero no parecen locuras y hasta suenan sesudas, filosóficas, imponentes y sensatísimas a muchos. Pasa que sin esas tres notas el marxismo no existiría. Y el liberalismo tampoco, dicho sea en su homenaje. 

Claro que si usáramos el sentido cristiano medieval de loco y de locura no se salva nadie. Pero no es en ese sentido en que se dice que Javier Milei, por lo que dice y propone, está loco. Las clínicas psiquiátricas de la URSS estaban llenas de locos parecidos a Milei y su patología era simplemente oponerse a la ravolución bolchevique y a sus inmensos beneficios para el pueblo ruso y aledaños... (risum teneatis).

¿Loco peligroso? Paso lo primero, concedo bajo condición lo segundo. Si no lo hubiera dicho tantas veces, lo diría por primera vez: lo que alguien piensa y propone es lo primero que me tomo en serio en el análisis. Y haría lo mismo con un maoísta, un masón o un realista ortodoxísimo y prístino en su doctrina. 

Milei es consecuente con ideas que no son propias, que él no inventó. Será conveniente calificar de locura esas ideas. Pero no es verdadero. Porque la palabra que habría que usar podría ser perversión y no en sentido clínico. Sostengo que las ideas de Milei, como las del peronismo o del marxismo, son en definitiva perversiones de ideas mejores. La indignación ante la injusticia, el bien común, la libertad, la propiedad, la representatividad política en la sociedad.

Detrás de la concepción liberal libertaria hay una idea pervertida y pervertidora del hombre y su vida en sociedad. Esa idea puede desnudarse hasta hacerla patética, puede deformarse hasta hacerla monstruosa, puede tergiversarse hasta hacerla ridícula. Lo que se quiera. pero es verdaderamente una concepción.

Y ha ocurrido, desde que apareció Javier Milei y se puso a hablar, que hay quienes –ya lo dije varias veces– oyen palabras que les suenan conocidas porque las oyeron en otros ámbitos, en otros contextos y, lo más importante, con otros significados. Libertad y propiedad, por ejemplo. Y es el ejemplo capital en el caso de Javier Milei. Y es una de las razones por la que muchos conservadores lo siguen. Personas que confunden el significado de las palabras que oyen, en el mejor de los casos.

Lo que piensa y sostiene Javier Milei sobre esos dos asuntos cruciales no es simplemente tópico, o robótico, o puramente formulario. Lo piensa de veras. Y lo que piensa lo quiere ver realizado de veras.

Quiere ver un día –como repite frecuentemente– a todos cuantos más mejor abrazar lo que llama (ahora sí con un slogan descafeinado) "las ideas de la libertad". Quiere, como dijo hace poco con entusiasmo más parecido a una visión dorada, ver pronto a los jóvenes marchar por las calles con pancartas que digan "¡Viva Alberdi!". Y lo quiere de verdad, no porque no le dé bien el psicotécnico.

Es fácil decir que está loco, es fácil consolarse como hacen algunos hipócritas diciendo que "muchas de las cosas que propone no va a poder hacerlas, pero no importa, hay que votarlo lo mismo..." Es fácil asustar con la figura algo ridícula de un sujeto que pareciera que "se produce" precisamente para ser ridiculizado, para ganar con esa extravagancia el aire disruptivo que ha adivinado o intuido o que le han dicho que es lo que la apatía doliente de los más (y de los más apáticos, los jóvenes) pide, como quien pide una gota de agua, aunque sea sucia, en medio del Kalahari.

Otra cuestión es si el organismo personal psicofísico de Javier Milei está desquiciado. Pero eso a nadie le interesa demasiado porque no es ése el psicofísico que interesa demasiado ahora. La calificación y el certificado médico es solamente munición. Un ejercicio de patetismo retórico para producir la pasión que sea más útil en esta hora: el miedo. Milei está más loco porque podría ganar con todo y sus ideas estrafalarias. Milei está loco porque dice odiar a la casta política. Milei está loco porque se exaspera y descontrola. Milei está loco porque se contradice. Milei está loco porque le gusta el rock. Milei está loco porque tiene 5 ó 6 perros vivos y alguno muerto y porque habla o duerme con ellos. Milei está loco porque practica sexo tántrico.

Se me hace demasiado. Para cada una de esas cosas tengo nombres distintos a loco. Y tengo además una lista de personas de todo tipo y en todos los ámbitos de la vida pública que entran a paso firme en cada uno de esos gustos y de otros peores y a los que nadie llama locos, sino que se los aplaude y se los exhibe como arquetipos o se los emula servilmente.

No, repito: no pienso ni creo que Javier Milei esté loco.

Creo sí que, lo consiga o no, está completamente determinado a intentar hacer lo que cree que vino a hacer en este momento de la historia del país.

Y eso se me hace peor que la locura.

Claro que también pasa que Brutti, sporchi e cattivi, es una tríada con la que sin reparo alguno se podría calificar a la inmensa mayoría de nuestra dirigencia en todo ámbito.

Y eso ha llevado a Javier Milei a poder competir por la presidencia de la nación. Pero, a la vez, también eso puede llevarlo a transformarse en breve y muy posiblemente en otro más a quien le quepan sin contradicción alguna los tres adjetivos de la película de Scola. 

Las ideas para que eso pase y sea uno más de ellos, ya las tiene.



martes, 14 de noviembre de 2023

Florecillas electorales para el mes de noviembre (II): Excursus sobre una amante


Hay un asunto: los radicales.

Y tengo que advertir que no tengo ninguna obligación de rendir tributo a la correción política de considerar al radicalismo una egregia institución patria. Si acaso en sus orígenes pudo haber tenido hebras de ideas y sentimientos mejores, con la gran mayoría de sus ideas y gestiones hay una cuestión y más de una. Fundamentos filosóficos, definiciones antropológicas, concepciones de lo político, lo social, lo cultural, lo educativo y hasta lo económico: todos capítulos que requieren revisión. Y de esa revisión con parámetros patrióticos y fieles a la naturaleza de lo argentino, el radicalismo no sale bien parado. Un difuso sentimiento de lo nacional y del pueblo, es parte de aquellas hebras que le llegan de algunas raíces que tiene hincadas en un pasado del que habitualmente reniega.

Tal vez por eso, saldrá mejor parado circunstancialmente frente a credos liberales (que tampoco le son ajenos, principiando por su defensa acérrima de la democracia liberal y de su propia concepción peculiar de lo republicano, al modo radical). Pero eso sólo circunstancialmente. De religión, por otra parte, mejor ni hablemos.

Hombres buenos y probos hay en todas partes, menos en algunas. Y por eso hay algunos probos y buenos hombres que, como un accidente, son radicales. De modo que cualquier juicio sobre hombres y nombres se referirá a si son buenos y probos, pero también a su adhesión al radicalismo, también en cualquiera de sus versiones. Y esto dicho porque desde simpatías mazorqueras y rosistas, pasando por enamoramientos socialdemócratas o derechamente de la más rancia izquierda, hasta abrazos con el capitalismo más ramplón o con atajos militares, en el radicalismo hay de todo. Si no fuera tan distinto, parecería peronista.

Por eso: no voy a hacer una historia del radicalismo. Solamente diré algo que tiene relación con el presente. 

Según veo, el radicalismo ha venido cada vez más, y sobre todo en las últimas décadas, haciendo el papel de una amante. Es, como si dijera, la tercera. A veces la tercera en discordia, a veces sin discordia. Siempre, la tercera.

Se mete o lo meten en un matrimonio frecuentemente mal avenido. El matrimonio entre las dos fuerzas políticas dominantes en la Argentina, que tantas veces se pelea y a los gritos (o a los tiros...): el liberalismo y el peronismo (y lo que cada uno representa). Pero siempre es la otra, no la legítima. El poder no vive con ella. Tiene su propia casa y su familia y parientes. Ella es la otra. Y el poder recurre a ella cuando le hace falta, cuando tiene ganas, cuando no le queda más remedio. Pero es la otra.  

De tanto en tanto, se siente la señora del mundo (a veces se lo hacen creer) y se pone a ordenar cosas por las suyas. Pero no le sale o no le sale bien. Y la desalojan. Y el poder vuelve a su casa de él. Pero en la su casa de él cada tanto se arman líos –algunas veces hasta por ella, por la amante– y la legítima lo echa de la casa. Y él, el poder, se refugia en el pisito que le puso Maple, en el que tiene guardada a su querida. Y todo para volver después de un tiempo a desalojar de su casa solar a la legítima, ahora él. A veces vuelve porque la amante se creyó la legítima y si hay algo que al poder le fastidia es eso. Ella patalea, grita, le tira los platos y los jarrones por la cabeza y hasta arma un bolsito y se va a lo de su hermana por un tiempo. Al poder, mayormente, todo ese escándalo le parece más fastidioso que grave.

Pues, qué decir.

El radicalismo se me hace que cumple desde hace años esa figura: es una amante. La tercera. La otra.

Pero es la otra de cualquiera de los dos: a veces –como verbigracia en el pacto de Olivos–, Alfonsín se junta con un Menem peronista versión liberal. Otras veces se complica en el barullo que le arma en la cabeza un sector del peronismo que busca revancha, como pasó en tiempos de la Alianza, a fines y principios de centurias. Otras veces se recuesta en la misma cama con peronismo populista  y conversan animadamente sobre la izquierda que odia al neoliberalismo, como le pasó en la era K. Antes, en otras épocas, fue la querida de militares liberales y, entonces, despechada y acordándose de que ella es antiperonista (y olvidándose de que nació contra el Régimen) busca otros brazos. Y así, dolida por el maltrato del peronismo, vuelve a sus componendas con los liberales y se acollara un tiempo con Macri. Pero pasa el tiempo y él, que le había prometido que iba a dejar a su legítima e irse a vivir con ella, no da señales de querer nada serio. Y ella arma un escándalo y pega un portazo. Tarde: porque el nidito de los tórtolos ya estaba vacío cuando cerró la puerta furiosa, otra vez con el bolsito en la mano. ¿Y adónde fue? A lo de su otro "fiolo"...

Y así va de los brazos de uno a los brazos del otro: pero los dos tienen a su legítima y ella siempre resulta la tercera, la otra, la amante. 


 

lunes, 13 de noviembre de 2023

Florecillas electorales para el mes de noviembre (I)



Tal vez muchos no, pero confieso que un servidor, sí: me están aburriendo estos tipos. Y, aunque no lo espero con alegría, no sé cuándo vendrá lo importante, siquiera algo novedoso, inusual. Hasta ahora, nones.

De hoy en ocho (como dicen en México), todo este carreteo infame será historia, pequeña y sucia historia, sí, pero ya no será. Y lo que venga no tendrá mucho que ver con esto. Todos sabemos que las campañas electorales son el barrio vip de las mentiras, los engaños, la sofística, las zancadillas, los carpetazos. El sistema lo pide, lo exige y lo promueve. Todos sabemos que nada de lo que se dice en ese carreteo es mayormente verdadero. Como sea, un poco de verdad de cualquier tipo ha de haber: nada es químicamente puro en matería de falsía. Pero son simplemente "verdades oportunas", munición, placebos, o como prefieran. Previsible, aburrido. Si no fuera trágico, claro...

Así dicho, de todo este batifondo me quedan al final dos notas.

I. Sergio Massa es el candidato ideal para el peronismo. 

No, por favor: no empiecen con esa pavada de que el kirchnerismo no es el verdadero peronismo. Ni con la otra pavada de que Sergio Massa no es kirchnerista. No voy a gastar un párrafo para complacer a los que defienden a lo que llaman o creen que es el peronismo de Perón, como si fueran guerreros del arco iris defiendiendo a la Madre Tierra. Ni voy a gastar otro párrafo para analizar las "proezas" políticas astutas de Sergio Massa, porque no ha hecho nada que un peronista no hubiera hecho. Nada nuevo, en suma.

Me repito: Sergio Massa es el candidato ideal para el peronismo. Tiene, queriendo sin querer, un gen en su ADN que lo hace peronista en los 360° posibles del peronismo. 

¿Y eso qué significa? Que tal vez quienes ahora parecen muy preocupados por su posible triunfo presidencial, no deberían preocuparse tanto. Sergio Massa en cualquier caso será un custodio inquebrantable de... Sergio Massa. Primero, en el medio y al final. Y eso también lo hace peronista pur sang. ¿Puede hacer mucho mal? Claro que sí, obviamente. Y es lo que mayormente se presume casi con certeza que hará. Pero no creo que eso sea determinante. Bien y mal son resultados per accidens en el peronismo, no per se. Porque el único bien per se es tener el poder y el único mal per se, es no tenerlo. Es decir, en suma: Sergio Massa.

Algunos ven su stand up y se amargan. Otros paladean su stand up y se complacen en sus virtudes... peronistas: astucia, patoteo, eficaz verba hueca, entusiasmo nacional y popular, sarcasmo, patronizing, profeta del verdadero pueblo, dueño de la patria...

Qué decirles: esperen y verán.

Y una cosa más. Quienes se asocien a él, de pensamiento, palabra u obra, y no sean como él y no sean peronistas, serán –hay que decirlo– cómplices de algo más grave que un candidato de oportunidad (porque  Sergio Massa pasará, como bien adivinó Jorge Manrique en sus Coplas, allá por el siglo XV...).

La complicidad será grave y será complicidad con un sentido ramplón de la política y será complicidad mucho más grave con un sistema pervertido y pervertidor. Pero lo más grave es que quienes no hacen otra cosa, ni la proponen ni trabajan para que se logre, más allá de los discursos, en realidad quieren ese sistema y quieren ese sentido ramplón y exclavizante de lo político y de la tarea política.

No basta con poner cara de hombre práctico y sabedor de que la naturaleza del gobierno de los hombres resulta habitualmente en gris, más claro o más oscuro. No basta con sostener como manifiesto de prudencia supuesta que lo posible es la regla y tasa de lo agible en lo político. 

Porque lo que de veras resulta al final, lo que verdaderamente termina pasando, y lo saben, es que los hombres hábilmente prácticos han defendido atrocidades porque, dicen, si no era eso, eran atrocidades peores las que podrían venir. Pero ese gris que han defendido o apoyado está envenenado y envenena. Y lo saben. Pero es así como los hombres prácticos se justifican y cargan sobre sus espaldas sólo las batallas por venir, sin querer cargar con las batallas que pelearon del lado equivocado o perverso, que suelen ser las más.

Y porque resulta al final que eso que llaman hacer lo posible no es la puridad doctrinal, sino que tiene el único fin mayor (importan menos los menores) de mantenerse en la cancha y cerca del fuego sagrado donde se cocinan las cosas. No quedar afuera: eso es en definitiva lo posible en boca de un político prudente y realista, tal como se ve hasta aquí, tal como los conocemos, más allá de sus discursos públicos o privados.

¿Que todo esto que digo es injusto? Lo lamento. No he visto nada que me muestre lo contrario: más tarde o más temprano, los que entran en el barro de la política tal y como la conocemos y se practica de continuo, muestran que tienen su precio, aunque su precio sean esas miserables migajas que manotean agachados en el piso y que caen de la mesa del poder y que les hacen creer que también ellos son comensales en ese banquete.

Si llegaron hasta aquí, habrán notado que todavía no dije nada de la segunda nota, ni dije nada todavía de los liberales, de los libertarios, de Milei & Co.

Es verdad: todavía no.


viernes, 10 de noviembre de 2023

A ver esto de la Universidad del Sentido (II): Algo sobre Mar del Plata


Sabía que me hacía acordar de algo.

Fue hace unos años. Me junté a almorzar con uno de los responsables de la universidad de Fasta, de Mar del Plata, que quería conversar sobre un proyecto cultural-literario. Trabajaba cerca del río en aquel tiempo, así que lo llevé a una trattoria simpática y sencilla, casi sobre el agua misma.

No sé qué fue de aquel proyecto porque me desentendí del asunto. Pero, casi al final del almuerzo, ya hablando de cosas sueltas, me expuso su idea de cómo cambiar las materias teológicas que andan por las carreras de la universidad y pasar del formato habitual –que le parecía improductivo o ineficaz– a una modalidad distinta: dejar que los temas a tratar surjan de las conversaciones con los alumnos, que harían sus propuestas y expondrían sus intereses para formar con eso los nuevos temarios. Tal vez así se llegue más a ellos, fue uno de los  argumentos, visto que el "relleno" de las materias formativas no despertaba suficiente apetito. La cuestión, tal como la expuso, resultaba a mi entender, no solamente en abandonar el formato metodológico de la exposición de asuntos teológicos o filosóficos, sino pensar la realidad a partir de las cuestiones que les interesan a los jóvenes. Y apartar lo que no les interesa. Dicho eso, y a decir verdad, me pareció algo ingenua o acaso superficial la razón de que, con esa nueva metodología, se llevaría a los jóvenes a la teología.

En cualquier caso, lo que opiné entonces, y le dije, es lo mismo que opino ahora. El invento de la Universidad del Sentido me lo trajo al primer plano porque, no sólo las palabras de esa canción son casi idénticas en ambos casos sino que, además de la letra, la música es la misma. Tampoco sé si aquella idea cuajó en la universidad de Fasta, de entonces a hoy, o si mi interlocutor fue cambiando de idea. Aunque no me extrañaría incluso que, ahora, por su parentesco con el sentido nuevo del sentido que propone Francisco papa, cobre impulso, si no lo hizo ya. Pero de cierto no lo sé.

Como sea, lo que le dije entonces, en suma, es que no veía la ganancia, si el propósito era tratar de aumentar el interés casi nulo del alumnado por esas materias. Porque lo que está en juego no son materias, ni solamente, ni simplemente. 

Para ser breve ahora, argumenté que, precisamente, una de las cosas que deja a los jóvenes a la intemperie del sentido (del sentido más hondo y necesario para vivir), es que los temas que suelen preocuparles y los tópicos con los que piensan o sienten esas cosas, están, como ellos mismos, habitualmente huérfanos de una imprescindible columna vertebral, en primer lugar, y de ideas y formulaciones que podrían llegar a servirles para entender el "cosmós" del mundo, en segundo lugar. No sólo para entender la naturaleza de la historia desde el punto de vista teológico, sino para ordenar lo circunstancial y episódico con la referencia de lo raigal y permanente. Esto es: vivir de acuerdo con el sentido de la existencia, desde la creación hasta la resurrección de los cuerpos, la vida eterna. Y amén.

En síntesis: perplejidades ya tienen, confusiones ya tienen, angustias ya tienen, hedonismo ya tienen, consumismo ya tienen. Es decir, tienen un sumario de asuntos, pensados de una determinada manera, que conforman nada sutilmente la dictadura de un pensamiento que se pretende único. Un modo de ver la realidad que les habla y desde el cual hablan. Un pensamiento que se difunde e impone desde casi todas las bocas de expendio que los mismos jóvenes frecuentan y prefieren para "conocer" la "realidad" y obrar según lo que "conocen" de la "realidad".

Lo que mayormente no tienen es lo que convendría ofrecerles. Lo que se ha olvidado, suplantado o desplazado es lo que hay que ofrecerles. Lo que no tienen: lo que ya ni siquiera la propia Iglesia con sus propuestas educativas les ofrece.

La horizontalidad del mundo necesita de la verticalidad de la realidad, para que al menos se entienda que en ese cruce –en esa Cruz– hay un misterio que traspasa la historia y que tiene en el Logos el principio, el medio y el fin del sentido. En la historia y en este mundo temporal, y antes y después del tiempo.

Pero hubo algo más. Contemporáneamente, en esos mismos días, entre los alumnos del 6to. año secundario del colegio católico parroquial en el que daba clases (y en el que la casi totalidad se había formado desde los 5 años), había hecho una especie de encuesta acerca de cuáles eran los problemas del mundo, los verdaderos problemas del mundo, aquellos que verdaderamente hacían la vida humana más angustiante y difícil, los que realmente necestian entendimiento y solución para procurar que los hombres tengan una vida buena y no solamente una buena vida. Fui particularmente insistente en esa distinción que, obviamente, va mucho más allá de un aparente juego de palabras y que es verdad antigua y cierta. 

Las respuestas generales (todas menos una...) fueron una confirmación de mi argumento y, por eso mismo, le conté esa experiencia reciente a mi interlocutor.

La desaparición de los bosques, la falta de reciclado, el descuido del agua, la pobreza, la discriminación, tirar plástico en el mar y en cualquier parte, no usar productos biodegradables, el bullying, la violencia de género. Y, no: no esperen asuntos de otro calado. Eran esos. Y sólo esos (menos en un caso, repito, que fue algo más lejos y hondo, aunque no tanto...).

Ahora, unos cuantos años después, el resultado de la encuesta (que me sorprendió y me conmovió por lo uniforme y chato...), algo que había sido el disparador para tratar asuntos de Doctrina Social, se me hace repetido y amplificado, ya no como un diagnóstico del estado mental y espiritual de los jóvenes, sino como un "entusiasta e innovador" proyecto educativo de inspiración y promoción papal. Y, para entender esta última calificación, sugiero, a quien no lo haya hecho, tomarse el tiempo de leer los contenidos de los enlaces que dejé en la entrada anterior de esta serie.

Así las cosas, es posible –acordándome de aquella charla en aquel almuerzo– que tenga sentido la elección de Mar del Plata para iniciar efectivamente las operaciones de la primera sede de la Universidad del Sentido: al parecer, tiene los elementos y los agentes necesarios para que pueda prosperar un proyecto acofensional y horizontal, como el que han inaugurado allí hace unos días.



miércoles, 8 de noviembre de 2023

Décima del amor errante


Cima de piedra y de nieve
entre las nubes, contigo
de la mano y al abrigo
de la nada. Mientras, llueve.
Tan breve tu paso breve
me busca y me da el sendero.
Gozo en el gozo primero,
gozo de tu amor amante
al que llegué, caminante
y, hasta encontrarte, viajero.

lunes, 6 de noviembre de 2023

A ver esto de la Universidad del Sentido (I)


Por varias partes me llega desde hace unos días la cuestión: la Universidad del Sentido, un invento (hay que decir iniciativa...) de Francisco papa. 

Me adelanto a decir que, por esta cuestión y otras tal vez anejas y de inspiración similar, en ámbitos eclesiásticos o religiosos, a primera vista parece que sentido se ha transformado en un insumo discursivo lo suficientemente anodino como para que sirva para un barrido y un fregado. Modas en los modi di dire, diría. Corrientes y escuelas que se ponen creativas –y elusivas– a la hora de titular sus acciones. Finalmente inocuas, diría, si no fuera por lo que están suplantando con la neoverba.

Pero vayamos en orden. De hecho, tuve que revolver los rincones polvorientos de la red global para ver qué era todo esto. Y por lo que me costó obtener información, se me hizo claro que la gente no se vuelve loca tratando de seguir estas iniciativas (hay que decir inventos...), a las que hay que rastrear con tiempo y paciencia. Un servidor mismo, universitario y todo eso, desde hace decenios, apenas si me había topado con estos barrios.

Y aquí cabe una segunda aclaración: no quiero decir con esto que lo que se llegue a lograr con estas acciones sea indiferente o trivial, porque una cosa es que algo sea conocido y otra cosa es que sea operante. Así como existen santos anónimos que sostienen la historia, puede haber logias secretas, y por lo mismo ignotas, que buscan destruir lo que los santos sostienen.

Veamos, entonces. 

Hace algunos años, en agosto de 2013, apareció la idea de Scholas Occurrentes, una fundación que buscaba consolidar y difundir el eslogan francisquista de la Cultura del Encuentro, específicamente  entre instituciones educativas del entero planeta. Por cierto, no es una fundación confesional y la idea de que así sea también es de Francisco, lo que no deja de ser una curiosa pretensión para un Vicario de Cristo.

Después aparecieron las Cátedras Scholas (no me pregunten en qué idioma está ese nombre) que organizaron 8 encuentros desde 2016 hasta septiembre de este 2023, en diversas partes (Ciudad del Vaticano, Valencia, Jerusalén, Roma, Nueva York, Madrid, Santiago, Guadalajara). Más datos de lo que cocinan estas cátedras, aquí. Mientras, y para tener una idea de lo que se hizo en Santiago de Chile el año pasado con este asunto, aquí está la información oficial de aquella ocasión. 

En este segundo caso de las Cátedras Scholas, ya se apuntaba definidamente a tomar una dirección por fuera del sistema educativo formal a nivel universitario, en consonancia con el talante del asunto en general. El eslogan, mientras tanto, sigue siendo el de la Cultura del Encuentro y, siempre, con la consigna de que la movida no sea confesional. 

Esa misma dirección informal terminó de consolidarse con la creación, finalmente, de la Universidad del Sentido.

Con la excusa (y en parte motivo) de que la pandemia había dejado un tendal entre los jóvenes, Francisco planteó la necesidad de crear una universidad por fuera de las universidades, y con la condición de que no fuera en realidad una universidad stricto sensu. Parece haber ahí una definición algo sesgada de la noción misma de universidad, al plantear que esta nueva institución debe ser una universidad en salida, en escucha, con más otra fraseología de ese género de neoverba, formulación dialéctica que opone agresivamente modelos, aunque en el discurso público se hable de complementariedad. Todo el misterio innovador del programa es oír a los jóvenes y hablar con ellos y, a partir de allí enhebrar diálogos e intercambios. Al menos es lo que se dice.

De ser así, no sería más que actualismo, en suma y sin tanta vuelta. Una especie de "cultura a la carta" que devuelve lo que recoge porque concibe y piensa con los mismos criterios que el mundo le expone,  mientras se pliega a su mismo lenguaje, tantas veces difuso, líquido o insubstancial. Y siempre, claro, aconfesional, porque al parecer lo no confesional facilita o promueve algún tipo de Cultura del Encuentro. 

(Me gustaría, ya para matizar, esbozar algunas opiniones sobre las universidades y el mundo propiamente académico. Pero eso puede esperar, si acaso. Ahora, mayormente, los elementos de la cuestión. Después vendrán algunos comentarios. Aunque en este caso tratándose de una "universidad" que para nada quiere ser universidad, tal vez no valga la pena...)

El caso es que así fue como Francisco terminó estableciendo la Universidad del Sentido y la asentó en la Nacional de Córdoba –universidad laica, se entiende–, allá por junio del 2020. Para dejar una apostilla, habría que decir que el discurso-clase inaugural (virtual, claro, porque no vino a la Argentina para una ocasión tan importante...) estuvo a cargo del mismo papa, que eligió intencionalmente el Día del Ambiente para patear el kick-off de su creación. Los cordobeses proveen, además del rector de la nueva dizque universidad, la asistencia tecnológica, más alguna otra infraestructura virtual, porque es el vehículo elegido y privilegiado, en parte por apetito de globalidad, en parte porque no hay que ser universitario para acceder a lo que sea que se imparta, escuche o dialogue en ese ámbito universitario que no es universitario propiamente. Aunque la noticia se difundió en su momento, el impacto fue irrelevante. Algunos detalles de la cuestión aparecen aquí en esta nota de época de la propia universidad cordobesa.

Por último, hace apenas unos días, a fines de octubre y casi tres años y medio después, la fundación cordobesa parió su primera criatura. Y esta vez fue en colusión con la Nacional de Mar del Plata y el parte oficial de la universidad sobre el establecimiento de la primera sucursal, puede leerse aquí

Por qué en Mar del Plata que, a diferencia de Córdoba, tiene pocos y escuálidos títulos académicos, artísticos, políticos, económicos o sociales, para una sede como la que se pretende, es asunto que se le escapa a la sesera de un servidor. Por qué no en lugares en los que, en la Argentina, la pandemia ha hecho más estragos entre muchos más jóvenes en crisis que los que hay en Mar del Plata. La respuesta,  idem anterior. Y no que no se me ocurran algunas razones.

Pero, hasta aquí llego por ahora.

Los interesados pueden seguir el hilo a través de los enlaces y formarse su propia opinión. La de su servidor vendrá cuando venga la próxima entrada sobre el tema.



domingo, 5 de noviembre de 2023

Romancillo de los tientos


Te miro trenzar las hebras
de cuero, para esos tientos
que cruzas en mi costado
para anudarte en mis centros.
Te veo en la tarde roja
encender conmigo el fuego,
mientras arde cada llama
con tu corazón adentro.
Toda rescoldos, la noche
le siembra luz a tu cuerpo,
que es mimbre de pura gracia,
dorado como centeno,
vibrante y sedoso, altivo,
que cimbra a la par del viento.
Hay un alba gris morada
que espera y oculta el cielo.
Y hay la ternura en dos manos
que acariciaron el cuero,
en las horas que tuvimos
y que apartamos del sueño,
hasta hacer trenzas tan finas
que parecen ser silencio.


 

jueves, 2 de noviembre de 2023

Carta abierta al Padre Pepe


Estimado padre,

Como no lo conozco, lo que diga a partir de aquí tiene como única referencia el reportaje de 7 minutos que le hizo hoy Télam Radio, y a lo que dijo allí me voy a referir.

Y, como no lo conozco, digo que lo que me resultó más notable fue cierta falta de cojones en sus declaraciones: así como se refirió claramente a uno de los candidatos con firmeza, así como excomulgó el voto en blanco, debería haber dicho sin más vueltas que había que votar a Massa. Creo que no vale esconderse en elipsis. Ponga nombres (ponga huevos...), aplauda enloquecido, enarbole una pancarta en el obelisco, cante la marchita, lo que quiera, pero aguante los trapos. Porque, si va a militar una candidatura, debería decirlo sin subterfugios. Piense que usted es un sacerdote –aunque milite una candidatura– y lo están mirando y oyendo fieles de la Iglesia que tienden a seguir a sus pastores, muchas veces sin mucho o ningún fundamento. No querría pensar que su intervención es un caso de abuso de poder o de autoridad, poder y autoridad que le reconocen los fieles, los tengan realmente sus pastores o no.

Además, estimado padre, es una doctrina jabonosa y no muy limpia esa de identificar a Sergio Massa (sin nombrarlo) con la justicia social, con la recta doctrina política para católicos, con más el bonus track de la excomúnica personal suya de usted para quienes no lo van a votar, especialmente para los "cristianos y católicos" que no lo van votar y votarán a su rival o en blanco. 

Porque también está, padre, ese otro dedito suyo levantado para señalar a los que optan por el voto en blanco, dedito sin más fundamento que el de que... hay que votar a Massa. Padre, el voto en blanco es legal y podría ser una opción. Es claro que no para usted, pero eso puede deberse a que usted ha identificado (sin nombrarlo) a Sergio Massa con el apóstol de los pobres, los desplazados, los descartados, y no sólo eso: con el único al que en conciencia un creyente debe votar. No tengo por qué pedirle que sea muy agudo, pero ¿se dio cuenta, padre, de que, en un balotaje, las posibilidades son: votar a alguno de los dos candidatos, votar en blanco o anular el voto (con más la posibilidad ilegal, aunque no del todo ilícita, de no votar)? ¿Se dio cuenta de que sin nombrarlo eligió una de las posibilidades y defenestró las otras tres (y entiendo que la quinta que mencioné, también). Padre, de veras le pregunto: ¿se siente usted bien?

Y, padre, una cosa más: Francisco será todo lo jefe de estado que se quiera pero no participa en estas elecciones (como candidato, digo...). Ni siquiera se puede identificar las ideas que a Jorge Bergoglio se le ocurra desgranar de sus propia cosecha, creencia o militancia política, con una doctrina segura, y menos ponerle con eso a un católico la pata encima. 

Estimado padre, lo dicho: tenga sus preferencias y sus militancias y haga y diga lo que crea o siente o lo que sus referentes le digan. Pero, padre, hay que poner los huevos en juego y no ir de etéreo teólogo social por la vida, corriendo con la vaina. Se le fue la mano. Lo que no pueda decir derechamente (me disculpará el adverbio...), lo dirá torcidamente, como creo que pasó en este caso. Pero corre el riesgo, como en este caso, de que sus estratagemas sean demasiado evidentes.

Finalmente, padre, –y como usted tampoco me conoce– me gustaría informarlo de que he expresado reiterada y públicamente mi opinión crítica respecto de Javier Milei y respecto de quienes sostienen que es él y no Sergio Massa el candidato a votar, como mal menor o como mal mayor. Otro tanto he hecho con Juntos por el Cambio y con Unión por la Patria. Y, a mi entender, es lo que debía hacer en buena medida porque no había candidatos elegibles, cosa que se debe a que los católicos no se deciden a hacer lo que sí tienen la obligación de hacer, o porque hay quienes, como usted, padre, que ponen (y quieren imponer) sus propias ideas y las hacen pasar por doctrina social.

Atentamente, 


___________

El reportaje al que me refiero, aquí.



miércoles, 1 de noviembre de 2023

Auream quisquis mediocritatem diligit (IV)



Saepius ventis agitatur ingens
pinus et celsae graviore casu
decidunt turres feriuntque summos
fulgura montis.

(Castiga más el viento a los erguidos
pinos; peor caer desde altas torres,
y los relámpagos fulminan primero
las cumbres de los montes.)

Pero, sin embargo, la cuestión es que ad astra per aspera, pues se va a lo alto por caminos escarpados y difíciles. Y eso también porque bonum arduum est, pues procurar y alcanzar el bien es difícil.

¿Entonces, don Quinto Horacio? ¿En qué quedamos?

Quedamos en que quienes puedan, y deban querer porque pueden, (y en eso son pinos erguidos...) tienen que ponerse en situación de ser castigados por el viento. Y no es cuestión de no subir torres altas porque es peor caer de las altas torres, porque quienes puedan, y deban querer porque pueden, es mejor que empiecen a subir cuanto antes. ¿No subir a la cumbre de los montes porque allí los relámpagos fulminan primero a los que suben? Nones: quienes puedan, y deban querer porque pueden, deben ponerse en marcha hacia la cumbre.

Insisto: magnanimidad y la consecuente magnificencia. Dos notas que hacen al hombre virtuoso. Y debe hacer al hombre político en cualesquiera de las dimensiones de lo político. Al hombre que apenas abre la boca para hablar de lo político, para propagandear algo político, para procurar el bien común político. 

Empiece por ahí, porque por ahí se empieza.

Pusilanimidad es lo opuesto. 

Es sabido que se elige en razón de bien, aún cuando se elija el mal menor. Porque se elige evitar males mayores y eso da razón de bien. Pero quien va directo al mal menor es un pusilánime, porque antes debería haber arrancado por procurar el bien mayor posible.

Y entonces es presumible que no sea verdad que ha ido por el camino de la opción del mal menor, no hallando un bien: ha llamado mal menor a algo que en el fondo considera un bien sin más (siquiera para sí) y lo ha llamado mal menor para conveniente uso público. Y eso ya no es solamente pusilanimidad, es un artilugio fraudulento.

Y, como buen Licinio, se amparará en el consejo, porque le viene bien, "como anillo al dedo" (¿anillo de oro? no: dorado...):
Rectius vives, Licini, neque altum
semper urgendo neque, dum procellas
cautus horrescis, nimium premendo
litus iniquum.

(Vivirás más tranquilo, buen Licinio,
si en alta mar no bogas, ni tan cerca
de la orilla navegas, precavido, 
temiendo las tormentas.)
Entonces, entre un artero convenido y un pusilánime, no habrá mucha diferencia. Ninguna, si acaso. 

Salvo una.

El artero convenido, del signo que sea, puede tener algún rasgo que simule magnificencia y engañe a quienes crean que es magnificencia: será capaz de obtener su propósito a como dé lugar.

El pusilánime, por su parte, tendrá que conformarse con lo que quede en la mesa cuando ya terminó el banquete. Si queda algo.

¿Y todo por hacerle caso a Quinto Horacio Flaco y su pretendida aurea mediocritas

Y sí, tal vez sí: porque una cosa es algo dorado y otra cosa es algo de oro.