sábado, 15 de junio de 2019

Cosas de chicas





La cuestión ético-civil más importante ligada a la cuestión sexual es la de la formación de una nueva personalidad femenina. Hasta que la mujer no haya alcanzado además de una real independencia frente al hombre, un nuevo modo de concebirse a sí misma y de concebir su papel en las relaciones sexuales, la cuestión sexual seguirá plagada de caracteres morbosos y será necesario ser muy cauto en toda innovación legislativa. Toda crisis de coerción unilateral en el campo sexual conduce a un desenfreno "romántico", que puede ser agravado por la abolición de la prostitución legal y organizada. Todos estos elementos complican y tornan dificilísima cada reglamentación del hecho sexual y cada tentativa de crear una nueva ética sexual, conforme a los nuevos métodos de producción y de trabajo. Por otro lado es necesario proceder a tal reglamentación y a la creación de una nueva ética. Es digno de hacer notar cómo los industriales (especialmente Ford) se han interesado por las relaciones sexuales entre sus dependientes y, en general, por la instalación de sus familias; las apariencias de "puritanismo" que asumió este interés (como en el caso del prohibicionismo) no debe conducirnos a error; la verdad es que no puede desarrollarse el nuevo tipo de hombre exigido por la racionalización de la producción y del trabajo, mientras el instinto sexual no haya sido regulado de acuerdo con esta racionalización, no haya sido él también racionalizado.

Es el final de un apunte que, con el título Algunos aspectos de la cuestión sexual, dejó escrito el sardo Antonio Gramsci en sus Cuadernos de la Cárcel (en las obras completas, tomo 3, 294, 1935).


Hace poco me preguntaban de dónde había salido toda esta cuestión del género, su ideología, los empoderamientos femeninos, la demolición del patriarcado y más y más de esas andanadas que aperplejan a tantos por estos días.

Creo que parte de la respuesta -parte solamente, no es todo...- está en estas reflexiones del presidente del Partido Comunista italiano en la década de 1920. Hay que notar la lucidez (torcida y partisana) con la que en pocos trazos reúne las cuestiones de familia, moral, producción. La hermenéutica es marxista, eso queda claro. Pero detrás de las cuestiones de estructuras económicas y superestructuras culturales y políticas de la sociedad civil, amanecen otras que fueron consolidándose con el tiempo, que fueron amasándose con harinas de distintos granos hasta formar el pan nuestro cotidiano que sirve de alimento insusutituible de la tópica con la que el hombre común está obligado a pensar. Lo hacen los referentes políticos, lo hacen los "hombres del pensamiento", los "hombres de la palabra", los hombres y mujeres de a pie, los educadores (y muchos educadores religiosos y en particular educadores católicos); y lo hacen tantos padres de familia que, si no lo hacen por entera convicción, como muchos de todos los que menciono, lo hacen por terror al control social, a la "policía del pensamiento" (que dijera Orwell en 1984), por terror a una tópica que lentamente se ha vuelto ley, primero no escrita y después codificada. Y en todo el mundo es igual, en particular en el mundo occidental. En el mundo oriental marxista, la situación de la mujer se iguala de hecho y de derecho con la del varón, ambos igualmente oprimidos por el Partido en función del Partido y de sus intereses. La producción en esos lugares es solamente un ámbito en el que se muestra esa igualdad. Al mismo tiempo, allí, los crímenes sexuales se castigan con dureza, pero no por la consabida moralidad puritana de los revolucionarios solamente, sino por lo que supone de debilitamiento de la disciplina revolucionaria. Claro que eso afecta allí principalmente al proletariado; pero no solamente, como se ha visto no hace mucho con la condena a dirigentes por asuntos de este tipo.

Es notable que, tanto en los análisis ideológicos como en las obras de ficción distópicas, la cuestión sexual adquiera el carácter de quicio, de gozne cardinal necesario para articular la rebelión del hombre ya frente a lo natural como a lo sobrenatural. Inmanencia, historicismo y materialismo se conjugan en esa rebelión de modo que se haga posible la "construcción" de un "hombre nuevo".


Ahora bien. 

Sería un error, claro está, adjudicarle a la izquierda in genere la primacía en estas oleadas revolucionarias. Porque ninguna de esas tres notas (inmanentismo, historicismo, materialismo) es propiedad de la izquierda en exclusiva. Esas tres notas, y los modos que adquieren en distintas corrientes, son patrimonio de una revolución honda, teológica. Una revolución de la cual la izquierda es solamente una de las expresiones.

Cualquiera que se considere "de derecha" (a esta altura, en cualquiera de las acepciones que se le dé al término) tendrá que cuidarse muy bien de caer en el engaño fatal de creer que todo lo malo, sucio, tuerto, cruel es de izquierda por definición.

Pues, desde que se considera frívolamente de izquierda todo lo que no es de derecha, la verdadera rebelión de la ciudad del hombre campea oronda, afiliando a su lado a cualquiera que profese -sabiéndolo o no- el catecismo de la verdadera rebelión. Un catecismo revolucionario que tanto puede mandar el consumo idiota al modo capitalista, como la lucha armada cruel al modo de los ejércitos de liberación.

Todos ellos tienen en último término un mismo enemigo. Porque todos ellos pretenden la construcción de un hombre nuevo.

A contraluz, así lo veo en las 26 páginas de un documento reciente que la Congregación para la Educación Católica de la Iglesia difundió para salir a dialogar, según insiste en proponerse, con la ideología de género, en particular en el ámbito educativo.

Varias de las cosas que allí se afirman, al margen de la inarrugable voluntad dialongante, son de la más rancia doctrina natural y de Fe, en lo que se refiere a Dios, el varón, la mujer, la familia y la educación. Y está muy bien que se hayan proclamado.

Pero eso mismo es lo que resulta contradictorio. Porque desde el título mismo del documento ya aparece la insoluble contradicción con el diálogo: Varón y mujer los creó. Tres palabras indebidas, inadmisibles, políticamente incorrectas, cuyo entero significado (por separado cada una y más las tres en la misma sintaxis) inhabilita el diálogo. Y el contenido del documento, en lo que tiene de posición terminantemente adversa a la ideología de género (que es su parte central y substantiva), tanto más inhibe siquiera una conversación, cuanto más el diálogo, en los términos corrientes en los que esa palabra se usa.


  

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Dejo aquí el principo del apunte de Gramsci:

Algunos aspectos de la cuestión sexual.

Obsesión de la cuestión sexual y peligros ocasionados por esta obsesión. Todos los "autores de proyectos" ponen en primera línea la cuestión sexual y la resuelven "cándidamente".

Es preciso subrayar la parte extensa, frecuentemente preponderante, que ocupa la cuestión sexual en las "Utopías" (la observación de Croce señalando que las soluciones aportadas por Campanella en La Ciudad del Sol no pueden explicarse por las necesidades sexuales de los campesinos calabreses, es estúpida). Los instintos sexuales fueron los más fuertemente reprimidos por la sociedad en desarrollo; su "regularización", debido a las contradicciones a que da lugar y a las perversiones que se le atribuyen, parece la cosa más "innatural", de allí que las referencias a la "naturaleza" sean más frecuentes en este campo. La literatura "psicoanalítica" es también un modo de criticar la reglamentación de los instintos sexuales bajo una forma a veces "iluminista" [luz divina interior en vez de sacramentos], con la creación de un nuevo mito del "salvaje" sobre una base sexual (incluso las relaciones entre padres e hijos).

Gran diferencia en este terreno entre ciudad y campo, pero no un sentido idílico en lo que concierne al campo, donde ocurren los crímenes sexuales más monstruosos y frecuentes, donde la bestialidad y la pederastia están muy extendidas. En la encuesta parlamentaria sobre el Mezzogiorno [sur] hecha en 1911, se dice que en los Abruzzos y la Basilicata (donde es mayor el fanatismo religioso, y el patriarcalismo, y menor la influencia de las ideas de las ciudades, tanto que en los años 1919-20 según Serpieri no existieron allí agitaciones campesinas) se encuentra incesto en el 30 por ciento de las familias y no parece que la situación haya cambiado en estos últimos años.

La sexualidad como función reproductiva y como sport: el ideal "estético" de la mujer oscila entre la concepción de "productora" y la de bibelot [mini adorno, dije]. Pero no es sólo en la ciudad donde la sexualidad se ha convertido en un "sport"; los proverbios populares tales como "el hombre es cazador, la mujer es tentadora", "quien no tiene nada mejor se acuesta con su mujer", etc., muestran la difusión de la concepción deportiva del sexo también en la campaña y en las relaciones sexuales entre elementos de la misma clase.

La función económica de la reproducción: no es solamente un hecho general, que interesa a toda la sociedad en su conjunto, que reclama una cierta proporción entre las diversas edades a los fines de la producción y del mantenimiento de la parte pasiva de la población (pasiva de una manera normal, a causa de la edad, invalidez, etc.), sino también un hecho "molecular", que se encuentra en el seno de los más pequeños agregados económicos, tales como la familia. La expresión "el sostén de la vejez" muestra la conciencia instintiva de la necesidad económica de que exista una cierta relación entre jóvenes y viejos en toda el área social. El espectáculo de cómo son maltratados en los pueblos los viejos y las viejas sin hijos, incita a las parejas a desear la prole (el proverbio de que "una madre alimenta cien hijos y cien hijos no sostienen una madre" muestra otro aspecto de la cuestión): los viejos sin hijos, en las clases populares, son tratados como los "bastardos". Los progresos de la higiene, que han elevado el promedio de la vida humana, coloca cada vez más la cuestión sexual como un aspecto fundamental y autónomo de la cuestión económica, aspecto tan importante que a su vez puede llegar a plantear complejos problemas del tipo de "superestructura". El aumento del promedio de vida en Francia, con la escasa natalidad y con las necesidades de hacer funcionar un aparato de producción muy rico y complejo, plantea ya hoy algunos problemas ligados a la cuestión nacional. Las viejas generaciones se encuentran en relaciones cada vez más anormales con las generaciones jóvenes de la misma cultura nacional, y las masas trabajadoras son engrosadas por elementos extranjeros inmigratorios que modifican su base: se verifica ya como en América, una cierta división del trabajo (empleos calificados para los autóctonos, además de las funciones de dirección y organización; empleos no calificados para los inmigrantes).

Una relación similar, pero con consecuencias antieconómicas, muy importantes, se establece en toda una serie de países entre las ciudades industriales de baja natalidad y la campaña prolífica: la vida de la industria exige un aprendizaje general, un proceso de adaptación psicofísica a determinadas condiciones de trabajo, nutrición, habitación, costumbres, etc., que no es algo innato, "natural", sino que debe ser "adquirido, mientras los caracteres urbanos adquiridos se transmiten de manera hereditaria o son absorbidos en el curso de la infancia y de la adolescencia. Así, la baja natalidad urbana exige un gasto continuo e importante para el aprendizaje de los nuevos elementos urbanizados y comporta un perpetuo cambio de la composición político-social de la ciudad, planteando permanentemente sobre nuevas bases el problema de la hegemonía.