miércoles, 29 de junio de 2022

Cielos de una mujer


Entre ambos cielos vas, mientras me llevas
de un cielo al otro cielo, conmovido
por un celeste en todo, renacido
en tu universo de galaxias nuevas.
En un cielo, hay la luz en la que abrevas
y quedo pleno en luz, de ti encendido.
En otro cielo, el gozo he comprendido
ascendiendo por ti, porque a él me elevas.
Entre ambos cielos voy. Cuando me miras,
me clavas en el pecho un sol ardiente
y en mis entrañas ruge un firmamento.
Respiro cielo porque tú respiras.
Y el corazón no sabe exactamente
cuándo es amor o cielo lo que siento. 


 

martes, 28 de junio de 2022

Mar de una mujer


Y llegamos al mar. Pero sabíamos
que no era nuestro el mar y que nosotros
éramos piedra y trigo y bosque y potros
y que nada a ese mar le dejaríamos.
Mirábamos el mar y nos decíamos
la dulzura del cerro... El mar es de otros
que no somos nosotros. Y nosotros
en la luz de otro mar sin mar vivíamos.
Y nos fuimos del mar. Atardecía.
Delante de tu paso se sembraba
el cielo y una luna demoraba
la noche. Lentamente, yo te sigo.
Vas por tu mar de lino tan callada
que te pierde entre sombras la mirada
y te encuentra en la playa de mi abrigo.


lunes, 27 de junio de 2022

Río de una mujer


Esta orilla, mujer, entre juncales,
deshace el tiempo ajado de esta vida:
bajo este cielo gris todo se olvida
y las horas son todas esenciales.
Por este cauce, boga amanecida
tu sonrisa de notas musicales
y dice que ya somos inmortales,
sin muerte y sin dolor y sin herida.
Río en la orilla de este río y digo
palabras que naufragan a tu lado.
¿Con qué palabras llegaría a hallarte?
Porque el silencio que nació contigo
basta para saber que soy amado,
como basta tu río para amarte.


 

domingo, 26 de junio de 2022

Mugre, belleza y Gramsci



En el blog del periodista y escritor italiano Antonio Socci, leo la nota del día sábdo 25 dedicada a la invasión de jabalíes en una Roma que, por la mugre y los basurales a los que van a saciarse aves de rapiña y los chanchos salvajes, es una verdadera porquería, según parece.

En 2025 habrá un Jubileo de la Iglesia de Roma y el gobierno le ha encargado al 'sindaco di Roma' Roberto Gualtieri la organización de las festividades en la ciudad que será sede, aunque parece claro que ni siquiera puede barrer la ciudad que le encomendaron en 2021. El 'sindaco' es un comunista y profesor de Letras e Historia que procede del Instituto Gramsci.

Se pregunta Socci qué diría Gramsci al ver la roña de la Eterna de estos días. Allí mismo empalma, en la última parte de la nota, precisamente con unos escritos tempranos de Gramsci que están publicándose.

La cita es ésta:

Da la casualidad de que la respuesta a esta pregunta (sobre qué pensaría Gramsci) ha llegado justo en estas horas desde las columnas del "Fatto Quotidiano", donde Gad Lerner, dando una auténtica primicia, está publicando tres escritos juveniles (inéditos) de (Antonio) Gramsci .

En el primero, publicado ayer, dice: "Creo que el error de la Edad Moderna es haber separado el arte y la belleza de la vida común, haber relegado a los museos todas las expresiones más bellas del sentimiento artístico".

Entonces el joven Gramsci elogió las "ciudades jardín" diseñadas en Inglaterra, comparándolas con desaliento con las casas de algunos de nuestros centros habitados, "costosas, sucias y sin adornos".

Finalmente observó: “cuán lejos estamos de la vida de los griegos y de la de nuestro Renacimiento: la euritmia dominaba en todas las manifestaciones de la vida ; aun durante los trabajos más rudos el ojo se posaba en una línea graciosa, en una figurilla estilizada y elegante y la pupila se dilataba de placer y el alma se endulzaba”.

El intelectual de 20 años señaló que vivir en una ciudad inhóspita, sucia y ruidosa tiene efectos desastrosos en la vida personal y social. Mientras, viviendo en un contexto hermoso, humano y limpio , “habrá una catarsis aristotélica… y entonces el alma se purificará de malas pasiones, y soñará con ideales más elevados”.

(https://www.antoniosocci.com/gualtieri-gramsci-e-la-grande-monnezza/)


Celebro las palabras del joven Gramsci.

Y, a la vez y por lo mismo que celebro esas palabras, lamento que muchos católicos -especialmente pero no sólo en las redes (una especie de segunda casa o ciudad para tantos, si no la primera...)- no cuiden un poco más la estética de sus publicaciones y de sus sitios.

Como si lo bello no tuviera que llegar hasta allí, como si sus mensajes pasaran por alto esa dimensión de lo real y de lo humano. Como si la belleza no fuera uno de los nombres de Cristo y mereciera ser parte de la catequesis a la que se obligan, con buena intención, seguro, pero atolondradamente.

Pero a veces, curiosamente por el contrario, lo que lamento es la preocupación por embellecer sus producciones con una estética kitsch, desmañada, o por acumulación sin criterio o sin ton ni son.

Está el hecho claro de que se ha dejado a "los otros" la poiesis de lo bello. ¿Por qué? Tengo mis razones y las dejo para otro día. Lo cierto es que, en vez de hacer belleza hoy, se contentan con alabar la belleza de ayer. Y eso supuesto que lo que estén haciendo sea sólo eso. Porque en tantísimos casos lo que se hace es o elegir lo que a cada quien le gusta (con la sola condición de que sea pasado) o ir por los caminos de lo políticamente correcto para cierta mentalidad conservadora (sí, también allí hay corrección política...) y difundir "lo que hay que difundir". Y todo eso no está bien. No del todo, al menos, ni en la mayor parte.

Como si bastara con hablar de la belleza y elogiarla.

Sé que de gustos y colores no disputan los doctores.

Pero sé también que el mal gusto existe y que suele hacer más daño que la inexistencia de belleza. Porque, de algún modo, queriendo o sin querer, falsea la verdad y la afea.

Y aunque el Espíritu sopla donde quiere, no deja de ser gracioso que venga a recordarlo un joven de 20 años y de izquierda, llamado Antonio Gramsci.




viernes, 24 de junio de 2022

Grita en el desierto



En el Prólogo de su Evangelio (Jn. 1), san Juan nos presenta la figura de su homónimo, precursor de Aquel que es Luz. Nos advierte que no es él la Luz, sino quien da testimonio de ella. Como, podría decir teniendo ahora en cuenta nuestro propósito, la belleza que nos señala la Belleza que la creó.

Hubo un hombre, enviado por Dios,
que se llamaba Juan. Este vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran en Él.
No era él la luz,
sino quien diera testimonio de la luz.
La Palabra era la luz verdadera
que ilumina a todo hombre
que viene a este mundo. (vv. 6-9)

Juan Bautista es la llamada, es la avanzada de Aquel que viene.

Estamos ante su Primera Venida, claro. Pero en ella y en lo que a ella rodea, creo e insisto en decir, está también la figura de las cosas que habremos de contemplar respecto de la Segunda Venida. Y prestar atención a estas cosas nos permite, nos ayuda a entender las venideras, incluso las actuales en relación con las venideras.

Juan da testimonio de Él y clama:
Éste era del que yo dije:
El que viene detrás de mí
se ha puesto delante de mí,
porque existía antes que yo. (v. 15)

Como las cosas que llevan la huella y la voz de su Autor que nos llama, el Bautista lleva también él la voz que nos convoca y nos Lo señala. Su aspecto, sabemos, era austero, su modo era parco pero intenso, su vida recia, apartada y contemplativa. Su prédica: la preparación, el anuncio, la penitencia, limpiar las vestiduras, embellecer el alma, limpiar el corazón y la mirada para recibir y contemplar Al que viene.

Pero era tal la impresión que causaba a todo quien lo veía, que entre los judíos se corría la voz de que podía ser algo más que un penitente extraordinario, algo más que un posible nazareo adusto y consagrado. Por eso, como quien no puede quitarle los ojos de encima, le preguntan interesados los fariseos –le hacen preguntar– si esa imponencia suya era la de Quien ha de venir. Y san Juan Bautista les responde:

Entonces le dijeron: “¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?” Dijo él: “Yo soy voz que clama en el desierto: rectificad los caminos del Señor, como dijo el profeta Isaías”. Ellos habían sido enviados por los fariseos. (vv. 22-24)
Sabemos que Juan el Bautista se refiere aquí al capítulo 40 de Isaías (40, 1-8):

“Consolad, consolad a mi pueblo
–dice vuestro Dios–;
hablad al corazón de Jerusalén,
gritadle,
que se ha cumplido su servicio
y está pagado su crimen,
pues de la mano del Señor ha recibido
doble paga por sus pecados”.
Una voz grita:
”En el desierto preparadle
un camino al Señor;
allanad en la estepa
una calzada para nuestro Dios;
que los valles se levanten,
que montes y colinas se abajen,
que lo torcido se enderece
y lo escabroso se iguale.
Se revelará la gloria del Señor,
y la verán todos los hombres juntos
–ha hablado la boca del Señor–”.
Dice una voz: “Grita”.
Respondo: “¿Qué debo gritar?”
”Toda carne es hierba
y su belleza como flor campestre:
se agosta la hierba, se marchita la flor,
cuando el aliento del Señor
sopla sobre ellos;
se agosta la hierba, se marchita la flor,
pero la palabra de nuestro Dios
permanece por siempre.

Y creo que, sin forzar demasiado el texto, no puede dejar de notarse que el profeta convoca a un, diríamos, adecentamiento del cosmos, a una preparación tan extensa como intensa, y si acaso, tan exterior como interior. No es solamente la expectativa del hombre por la Venida. Toda la Creación debe disponerse a recibir la manifestación de la Gloria del Señor.

Las cosas serán trasmutadas en Gloria y deben prepararse en ese mismo registro. Y es el hombre el que debe ocupar el puesto de ministro y aun de ministril en ese adecentamiento.

La penitencia endereza lo torcido en nosotros, allana calzadas en las estepas del alma, levanta los valles y los hondones del corazón, iguala lo escabroso en nuestro interior, prepara, en fin, un camino al Señor.

Pero parece que hay algo más. Y así lo vio la beata Ana Catalina Emmerich, cuando vio la figura del Bautista en sus visiones. Su relato acerca de este personaje tan impresionante, tiene arrestos de una ternura impensada. En particular, creo que es notable y significativa su visión acerca de cómo aplicaba Juan el clamor del profeta Isaías, mostrándonos una faceta como artística y casi diría franciscana del Bautista, un aspecto al que no estamos habituados y que creo convendría meditar.

"En ninguna parte se paraba mucho. Anduvo por los caminos de Galilea, alrededor del lago, sobre Tarichea y el Jordán, por Salem, en el desierto hacia Betel, y cerca de Jerusalén, que no quiso tocar en toda su vida ya que sus quejas y lamentos estaban dirigidos muchas veces contra la ciudad depravada. Aparecía siempre clamando: ‘¡Penitencia!

¡Preparad los caminos del Señor! ¡El Salvador viene!’.

Tres meses antes de empezar a bautizar recorrió Juan el país, por dos veces, anunciando al que habría de venir después de él. Su andar era acelerado, con pasos ligeros, sin descanso, pero sin agitación. No se asemejaba al caminar tranquilo del Salvador.

Las palabras ‘preparad los caminos del Señor’ no eran sólo figuras retóricas. He visto que Juan recorría todos los caminos que Jesús y los apóstoles hicieron después, removiendo los obstáculos y allanando las dificultades. Limpiaba de matorrales y piedras los caminos y hacía sendas nuevas. Colocaba piedras en ciertos lugares de vado, limpiaba los canales, cavaba pozos, arreglaba fuentes obstruidas, hacía asientos y comodidades, que después el Señor usó en sus viajes.

Levantó techados donde Jesús más tarde reunió a sus oyentes o  donde descansó de sus fatigas."


______________________________

(De La Belleza como Esperanza.)



1. Parece innecesario aclararle al lector interesado que este “error” habitual en la traducción del pasaje de Isaías (en el desierto, etc.), es obra de la Vulgata Latina.

2. La cita de Ana Catalina Emmerick es de Visiones y revelaciones completas; BuenosAires, Guadalupe, 1952 (f/c); tomo II. Cuarta parte, época segunda: Desde el comienzo de la vida pública de Jesús hasta la primera Pascua, capítulo XXVII, págs. 394-395. En los capítulos del XXV al XXXVI de esta misma parte y época hay abundante material sobre san Juan Bautista, de idéntico tenor al que cito. Son numerosos los ejemplos en los textos de la beata vidente alemana de los trabajos manuales del Bautista sobre las cosas de este mundo, en preparación amorosa y obstinada del cosmos para el paso del Cordero.



miércoles, 22 de junio de 2022

Llano de una mujer


Inmensidad. La luna te ha cubierto,
manto sedoso y plata. Tu cintura,
tenue en su valle, fiel en su hermosura,
es el rincón feliz de mi desierto.
Estoy despierto, amor, y he descubierto 
el llano y el sabor de la llanura;
mientras, en la intemperie, nos conjura
el frío cierto de este invierno incierto.
Lomas de suavidad en nácar puro,
la mirada en estrellas de este cielo,
dulzura en el suspiro, abrazo ardiente.
Mujer, es este llano claroscuro
refugio y abandono. En este suelo,
sembré futuro para ser presente.


 

jueves, 16 de junio de 2022

Romances

 


En este libro, Romances, hay 12 romances y romancillos, 11 de los cuales aparecieron en está bitácora a principios de junio de 2022.



sábado, 11 de junio de 2022

Romancillo de un secreto


Yo tengo un secreto,
pero no lo digo.
Sé que monte adentro,
bajo cuatro olivos
(paredes de plata
como de un castillo),
de envidia y de celos
vive protegido.
Sorpresa secreta
que trama el destino:
pasan vendavales
de veras dañinos,
pasan aguijones
de veneno antiguo,
pasan resplandores
secos y vacíos,
pasan los desiertos,
pasan los caminos,
pasan voces huecas,
pasan ciegos ruidos...
Sorpresa secreta
que como un alivio
de guerras sin sangre,
es un armisticio
dulce, tierno y claro
como si de trigo
fuera las mañanas;
suave ardor de un vino,
luz de atardeceres,
nueva luz que ha sido.
Yo tengo un secreto
que viene conmigo,
que sabe mi paso
feliz, que ha nacido
dentro de una estrella
de silencio límpido,
buena como el aire
blanca como un lirio,
azul como un cielo
que germina en lino;
de un rincón del mundo
lejos y escondido
de toda mirada,
de cualquier castigo,
de penas que vagan
por un mar vencido
que ha salado el tiempo,
vasto, oscuro y frío...
Yo tengo un secreto
pero no lo digo.
Porque es inefable,
y no sé decirlo,
no digo su nombre.
Pero no lo olvido.



viernes, 10 de junio de 2022

Romance de un jardinero y la rosa


Años tuvo ese jardín
dos manos que lo alegraban
con sus mimos de tijeras,
con su pasión de guadaña,
con abonos y carpiendo
malezas de esas que guardan
venenos tristes que quiebran
brotes nuevos, suaves ramas.
Años de glorias en verdes
y aromas que coloreaban
con el color de las flores
abejas, que en sus entrañas
maduraban las dulzuras
tibias, mientras zumban alas
que ronronean las siestas
o son el son de mañanas.
Un día, casi el otoño
terminaba su sendero,
andaba el suyo cantando
de pura alegría el viejo.
Heliotropos silenciosos
esperan que pase el tiempo
que se agazapa en las nubes
mientras acecha el invierno.
Hay maderas olorosas
en un rincón donde hay fuego
de unas hojas que en hogueras
con el humo espeso y lento
ponen el aire de blanco
y dan aromas al vuelo,
como si fueran las misas
en las que queman incienso.
Goza planeando las podas
que hará en los lindes de fresnos,
ve caminos que abrirá
cuando el sol esté volviendo,
taja los brotes de vicio
como si fuera un maestro
que corrige en el papel
lo que un discípulo ha puesto.
Y pasó por los frutales
y un gajo del limonero
le dio frescor y perfume
a los bordes del sombrero.
La tarde pasó de largo
sin avisar su partida
y con las últimas luces,
detrás de un seto de achiras,
vio un rosal que no había visto
que de la nada crecía.
No era tierra de las rosas.
Esa está casi escondida
tras las matas de lavanda,
jazmines y siemprevivas
junto a las piedras plateadas
que puso para una pirca.
Se detuvo, enamorado
súbitamente. Y lo mira.
Ve que hay un brote brotando,
y en el brote, en carne viva,
hay un capullo de rosa
de sangre pura encendida,
tinta de un vino que beben
sus ojos con tal delicia
que parece que bebieran
a sorbos la vida misma.
Tímidamente, se acerca.
No la toca por no herirla
y apenas siente el aroma
pone en tierra una rodilla
y quitándose el sombrero
lagrimea y se persigna.
Sabe que pasa el otoño
en el jardín y en la vida.
Y ahora sabe que llega,
aun en otoño, la dicha
de una caricia encarnada,
con ese aroma a primicia.
Tiene los ojos velados
pero ve el jardín que brilla,
aunque la noche se asoma,
se cuela por las hendijas
de azaleas, rododendros,
de jazmines, siemprevivas,
y va entre piedras de plata
hasta oscurecer la pirca.
Pero no cubre a la rosa
que junto al viejo dormita,
fragante, de puro nueva,
pura luz, de tan querida.




jueves, 9 de junio de 2022

Romancillo de un amor de luna


¿Dónde está la luna?
En tus ojos tiernos.
¿Y por qué no brilla?
Porque brillan ellos.
¿Ella tiene rayos
como el sol de enero?
No, pero sus manos
van sobre tu pelo
y se te hace luz
el don de tu cuerpo.
¿Siempre hay una luna
viviendo en el cielo?
Como yo contigo
siempre estoy viviendo.
¿Nunca está llorando?
No conoce el duelo.
¿Siempre está feliz?
Siempre está riendo.
¿Amas a la luna?
Amo lo que veo
cuando tu mirada
va como de vuelo;
y creo que es luna
tu voz, tu silencio,
tu piel aromada
de luz y romero.
Y la yerbabuena
que das por el beso
con que cada noche
digo que te quiero.


 

miércoles, 8 de junio de 2022

Romance de un día


Hay niebla y está cantando
tristezas de la mañana,
que pasó lo oscuro en vela
y mirándose en las llamas
de un madero casi negro
y un fuego que no se apaga.
Un contoneo de chispas
azules, rojas y gualdas,
se siembran por todo el aire,
cimbran erguidas y danzan
unas cadencias de un vals,
mientras la mañana calla.
Nubes grises la rodean,
y gris ya tiene la espalda,
sin sol que le alumbre el cielo
o estrellas como metralla,
que acribillen tiernamente
el frío de la distancia.
Demoras de la llovizna,
que son rémoras de lágrimas,
hacen brillar en el suelo,
pálidamente, esperanzas
que la empujan hora a hora;
ya busca con la mirada
un horizonte que luce
la túnica de un fantasma
que ronda el campo y el bosque
como si fueran guirnaldas
sedosas, leves y húmedas,
todas cubiertas de gasa.
Un viento suave al oeste
viene arreando las manadas
de rocíos, que se inquietan
cuando el viento los arrastra,
para que tenga color
y luz la tierra mojada.
En un puesto guarnecido
que el día ha puesto de aduana,
la mañana deja el día.
La tarde ya está de guardia.
Toma el timón de su tiempo,
la proa bien enfilada
primero a una siesta niña,
que ya parece acunada
por un aroma de pinos
que le van cantando nanas.
De camino a la oración,
ya la tarde se prepara
oyendo bueyes, que mugen
melodías embarradas,
que vienen del campo arado
con la cerviz adornada
de un yugo que, en su madera,
trae un ave que les habla
trinos de bruma en la tarde,
silbos de antiguas nostalgias
que germinan cuando el sol
hunde su frente astillada,
bermeja, noble y sufrida,
de andar el cielo, cansada,
con el cansancio de un rey
que se ha impuesto en la batalla.
Cruza el río del olvido
el día entero en su barca
y ya se interna en lo oscuro,
en la noche que lo ampara,
donde guarda los secretos
que a la luz jamás declara.
Ya se arropa tras un monte
que púdicamente guarda
la desnudez de este día
que, mientras duerme, se acaba.



martes, 7 de junio de 2022

Romancillo de un año


En cada primavera,
milagro verde,
florecen en panales
brisas y mieles.
Las brisas son tus manos
como claveles;
las mieles son tus ojos
tan dulces siempre.
En cada otoño seco
algo florece:
la sangre de los robles
que mana y mece
el viento, como al oro
de los alerces.
Y en tu sangre está el viento
que dora mieses
cuando llega el verano
tibio a mi frente,
para que no me olvide
que en mí se vierte
ese tiempo de gracia,
seguro y muelle,
de tu breve cintura,
para que sueñe.
Cuando nazca el invierno,
verás que llueven
mariposas de hielo
sobre tus sienes.
Y serán tus amores
copos de nieve,
blancos, leves y agudos
como estiletes.
Y habrá fuego en el aire,
mientras te espere
un corazón amando
hasta que llegues.



lunes, 6 de junio de 2022

Romance de un marinero


Cala de mar tumultuosa,
mar de plomo y encrespado,
viento azul, nube de hielo.
redes de viento y sargazos.
Cormoranes y gaviotas,
golondrinas y mil pájaros,
van por el aire con duelo
profetizando algún náufrago.
Espumas que se atropellan
sólo por ver si hacen daño
a promontorios oscuros
que tiene muy fieros brazos;
como los garfios, el filo;
como dientes afilados,
como agujas espumosas
y aguijones de basalto.
El mar revuelve la ría
del río que, acobardado,
retrocede haciendo muecas
y agitando el lecho pardo.
Proa de hierro y madera
anda por el mar salado,
que sala manos y frente
y azota un pecho callado.
Se queja el timón de roble,
gime como un niño el palo,
y a cada oleaje de miedo
se espanta ceñudo el barco
y enfurecido de espuma
se encabrita cabresteando.
Del horizonte, entre ráfagas,
una pared, casi el alto
de acantilados de tosca
sobre ese lomo acerado,
trae el mar para rendir
al insolente que, cuando
la ve venir, vira fuerte
para domar aquel páramo
furioso de agua que arde
y que congela de espanto.
Entre ventiscas que tajan,
todo el cuerpo arrebujado
en un mantón ocre y negro,
hay una mujer mirando.
En la costa levantada,
su cuerpo se va empinando,
clavel que suspira lágrimas
y que sangra azahares blancos
que abrazan al marinero
como se abraza al amado.
Los ojos son como luces
que ya quisieran ser faro.
Los labios grises de frío
se muerde por no llamarlo.
Y el corazón en tormenta
le atraviesa el pecho cuando
ya no se ve cosa alguna
que el mar no se haya llevado
quién sabe al hondo de dónde,
sin dejar huellas ni rastro.


 

domingo, 5 de junio de 2022

Es día de corazones


Pentecostés, 2022


Es día de corazones
que son una cosa una.
Es un día de Consuelos
sin que haya pena que sufra.
Es día de Dones fuertes
que, aunque la vida sea dura,
hacen más fuerte la vida
y al alma la hacen más pura.
Es el Amor. Mil amores
crecen porque Él los alumbra
para curar las heridas
y así, cada cosa oscura,
quede a la Luz y sea Luz,
con la misma Luz que es Suya.
Es día de corazones
que Él ha creado y que junta
haciendo viñas con ellos
para que den fruto en uvas
que darán un Vino en gracias
que son de Cepa segura.
Es el Amor. Los amores,
que su Voz de Amor escuchan,
esperan con Esperanza
que sus amores se cumplan
cuando, al fin del fin de todo,
sean Su misma Figura.




sábado, 4 de junio de 2022

Romance de una despedida


Se disputaban azahares,
magnolias y siemprevivas,
abejas de cien enjambres
que, apenas amanecía
y furiosos de dulzores,
andaban a la deriva.
Él mira a ninguna parte,
ella ve pasar el día.
Se citaron con ternura
pero con su pena tibia,
que era como un aguijón
hincándoseles, herida
que no querían sufrir
pero siempre sufrirían.
Ella, un vestido azulado;
él, pantalón y camisa
y una boina verde musgo
de las que ella tejía.
La tarde paseó dolores,
y los sembró por la villa:
finas guirnaldas de lágrimas
que secaban alegrías.
Él caminó la vereda
para llegar a esa esquina,
cadalso de su esperanza;
ella anduvo por la orilla
de la acequia que lloraba,
o eso al menos parecía.
Ella demora su paso;
él, llegar tarde quería:
ilusión de que faltando
él, la hora convenida
ha de pasar y aquel pacto
que hicieron en noche fría,
será como polvo al aire
y ya no se cumpliría.
Pero tardaron los dos.
Juntos ya están en la cita,
con una sorpresa triste
por ambas tretas fallidas.
Él ya cruza por la plaza,
ella, del este venía.
Él va, su cabeza gacha;
ella finge la sonrisa.
Él, corazón desgarrado;
ella, en su dolor sumida.
Él que quiere alzar sus ojos;
ella, cerca, no lo mira.
La tarde se ha puesto roja,
mientras susurran sus cuitas.
Lo mucho que se querrán
de aquí y en más, de por vida.
Que el destino los separa,
que se muda la familia,
que la distancia es enorme,
que el amor jamás se olvida,
que el que ama siempre espera,
que no habrá otra, querida...
La tarde ya gris prepara
abrazos, besos, caricias,
y un vendaval de nostalgia
que pronto los regaría.
El momento, como un filo,
los taja con hoja fría
y les separa los cuerpos
lentamente, con malicia,
como si el tiempo gozara
el desgarrón, la partida,
las manos que se desanclan
y ya navegan vacías.
Ella camina al oeste,
él, hacia la plaza hundida
en un mar de soledad
al que azota la llovizna.
Ella no puede llorar.
Él, apenas si camina.
La noche canta en silencio.
Hay torcazas comedidas
con grillos tristes a coro
que ensayan la melodía.
El cielo se estrella oscuro.
Constelaciones dormidas
susurran como un enjambre
su canción de despedida.



viernes, 3 de junio de 2022

Romancillo de un perro sin pastor


Anda por las noches
detrás de las huellas,
sospecha unos pasos,
por esas veredas
que traza el vacaje
por sobre la hierba.
Cada noche busca,
cada noche deja
rastros que le alumbran
un millón de estrellas
y ha perdido todo
y ya nada encuentra.
Ni el amo que había
ni sus veinte ovejas,
ni las 15 cabras
de moras guedejas.
Ni aúlla ni ladra,
guarda sus endechas.
Tal vez se despierte
la serpiente negra
que caza de noche
suculentas piezas.
Huele los juncales,
rodea las peñas,
demora su paso
si algo se queja,
tal vez un borrego,
o una liebre de esas
que andan por el rumbo
cada primavera.
Cuando la mañana
ya se despereza
vuelve por el monte
hasta la dehesa.
Se echa en las pajas
que dejó la avena
y con ojos tristes,
sueña que te sueña,
cree oír el tranco
del amo que llega
y se alza de un salto,
y alza las orejas
y, la cola en ristre,
corre a hacerle fiestas.
Sobre el campo fresco
no ve más que niebla
y el vaho en los robles
le abre la tristeza
de la soledad.
Y otro día empieza.



jueves, 2 de junio de 2022

Romance de un telar


Salía nomás clareaba
o en el invierno a lo oscuro;
un ponchito de vicuña
sobre los hombros menudos,
apenas las alpargatas
para los pies diminutos
y un dulce aroma de rancho,
aroma de pan y de humo,
que la envuelve como un halo,
o mejor: como un escudo.
Camina por un sendero
sin piedras, barro ni yuyos
y va al telar bajo el techo
del quincho de palo duro.
Lo tiene tan caminado
que le conoce el dibujo
aunque la noche se quede
porque el sol perdió su rumbo
y ande quién sabe por dónde,
por un cielo negro y curvo
enamorando a una estrella,
invitando a un desayuno
de rayos tibios, dorados,
requebrándola con lujos.
Las manos, como racimos
de huesos flacos y agudos,
se relamen con los hilos
que habrán de hilar como un culto;
mientras, la boca sin dientes
sisea coplas en crudo
que se le van ocurriendo
de puro vieja, de puro
gustar las coplas que inventa
y da como quien da el fruto
de un árbol antiguo y bueno,
que es pura miel, de maduro.
Hay velas que son de un cebo
que sacó de un toro eunuco
que despenó una tormenta
con un rayo como un chuzo
y le quemó la cerviz
al pobre viejo toruno.
Ella enciende los velones,
se acomoda sobre el puyo,
mira la vieja madera
con aire meditabundo
pensando qué tejerá
con aquel hilo blancuzco
de lana, que con sus manos
fue sacándole los nudos
y haciéndole en hebras suaves
torres finas con el huso.
El telar duerme soñando
ponchos que abriguen futuros
y que cobijen las noches,
que anden pidiendo tapujo,
de algún paisano tropero
durmiendo sobre un macuto,
mientras el fuego lo guarda
y lo espera su lobuno.
O será que entre sus varas
el telar irresoluto
quiere tejer un mantón
con todos sus atributos
para una niña que sabe
que anda precisando uno,
porque viene a cortejarla
un pueblero campanudo
que anda rondando sus ojos
haciéndose el oportuno...
Ella adivina y comienza
con movimiento difuso
hasta que llegue la idea...
Todavía es prematuro
saber qué cosa querrán
en el telar taciturno
los hilos que también callan
hasta que digan, seguros,
qué harán con ella ese día,
que para eso él es ducho.
Cuando el sol se vino alto
y el aire como de musgo
perfuma el cielo y la tierra,
seco, áspero y profundo,
siembra con arte la traza
sobre el telar, que es un surco
donde germina el tejido
que ya mira con orgullo.
La tarde, que la atropella
con el ladrido de un cuzco,
se está sometiendo al viento
que la enfría con su arrullo.
Jilgueros que van chillando
por ganas de hacer tumulto
tal vez, o porque ya es la hora
de andar buscando mendrugos,
le dicen que se termina
el día y con un susurro
siseando otras coplas nuevas,
protegiendo el rostro enjuto,
se vuelve por el sendero
sin piedras, barro ni yuyos,
para el rancho que la espera
con aroma a pan y a humo.
Hasta que pase la noche
y vuelva al telar astuto,
que le sabe sus secretos,
y le conoce los trucos,
y le dirige la mano
y le regala triunfos. 





miércoles, 1 de junio de 2022

Romance de un crespín


En un aromo vivía
un crespín que he conocido
cantando, de tarde en tarde,
su canto que, junto al río,
le daba tibieza al agua
y al agua le daba un ritmo
melancólico y marrón,
y como el río, cansino.
Y parecía feliz
en su monte y su dominio,
saboreando madrugadas
que oteaba, cuando hace frío,
desde la rama más alta
del aromo entumecido.
¿Quién sabe qué cosa haría
que gorjeara como aviso
quizá la lluvia viniendo, 
quizás el viento o alivios
de un resplandor como fuego
atronando sus sentidos?
El crespón de su cabeza,  
color pardo y blanquecino,
huesos pocos, patas flacas,
pocas plumas, cuerpo chico,
mirada vivaz y alerta:
prendas eran de su estilo
de vestir, sin mucho adorno,
de andar apenas vestido.
Como no podía amar,
nunca se armaba su nido.
Y si había que empollar
los huevos que eran sus hijos,
al nido de otro los daba
y jamás criaba él mismo.
Pero era lindo su canto,
con gracia: cantaba lindo:
era como esa tristeza
que a algunos les da el domingo, 
que podría ser nostalgia
de un tiempo que no ha venido.
Tal vez no fuera una pena
lo que decía su trino.
Tal vez era soledad,
tal vez no tener destino
o ni siquiera tener
el amor que dan los críos.
Tal vez el crespín fingía
un dolor que no ha sabido.
Tal vez, en noches sin luna,
cuando todo oscurecido
cubre el monte, apaga el llano
y confunde los caminos,
el crespín canta una copla
con otro canto distinto,
y sueña que no está solo
y que hay un nido tranquilo
en el que duerme su sueño
sin que nadie lo haya visto.
Pero, cuando sale el sol,
vuelve a su trova y herido
sangra cantando y sufriendo,
para que oigan sus vecinos
cómo el hondo corazón,
como si fuera un castillo,
encierra melancolías
que se tejen con los hilos
de quién sabe qué telar,
como si fueran los signos
con los que llama en silencio
a quien pueda darle abrigo.
No seré yo, que hace un tiempo
dejé aquel monte y habito
entre arrayanes y robles,
cerca de un bosque de pinos,
donde he visto que hay un pájaro,
que no me era conocido,
de canto alegre que canta
nomás un canto festivo,
cada mañana y su tarde
y en noches sin laberintos.
Recuerdo sí del crespín
la tristeza que le he oído.
Algo de ella habrá dejado
para que venga conmigo.