sábado, 27 de octubre de 2018

Pocos y mal armados


Pocos y mal armados se llamó una entrada antigua en marenostrum.

Está entre las músicas perdidas y que voy recuperando.

Pero no la pongo allá sino aquí, porque creo que sirve para estos tiempos.







viernes, 26 de octubre de 2018

¿Cualquier cosa? (V)


Está la cuestión del verso, en particular en la lírica.

Asunto por demás engañoso, si no se lo mira con cuidado.

Y lo digo porque es sabido que alguien puede componer versos con ritmo y rima y no componer poesía lírica, ni de ningún otra clase literaria. Como alguien puede ponerse un disfraz de cocinero o de religioso o de militar y no ser ninguna de las tres cosas. Muchas piezas publicitarias tienen versos. Y nada de poesía.
Qué lindos que son tus dientes
le dijo la luna al sol
y el sol contestó sonriente
me los limpio con Odol.
Si se disculpa la sencillez del ejemplo. Pero podría aparecer mucho más donoso el verso, con artificios de ritmo y rima más elaborados, y ser simplemente eso: un mero artificio que, pese a que puede producir un cierto agrado sensible, no es poesía.

Es claro que ritmo y rima son recursos, y que sólo intervienen en la calidad lírica cuando esa calidad ya está presente. Y aunque es verdad que frecuentemente van asociados a la poesía, no la hacen: la visten o la acompañan y hasta intervienen en la belleza que hace la lírica. Y aun eso en razón de algo que ya veremos.

Para el metro, el ritmo y la rima bastaría con tener oído y saber contar. Y tener algo de léxico (aunque con la existencia de los diccionarios de rimas, hay quienes pueden darse el gusto de ser pobres de inspiración y recursos...)

El verso es palabra contada por su extensión, timbre o acento y duración, asunto que en la prosa puede pasarse por alto, aunque es signo de dominio de los recursos tener una prosa rítimica. Esa extensión acotada y rítmica del verso tiene por objeto la eufonía por su musicalidad. El ritmo colabora con este propósito, y con el ritmo el metro. Y también la rima toma parte en la eufonía, porque el valor de repetición es uno de los elementos que puede producir agrado al oír. Puede producir, digo, y no digo produce necesariamente, porque existe la cacofonía en la lírica, esto es, lo opuesto a la eufonía. Tanto para el ritmo como para la rima. El poeta, que ciertamente puede recurrir a la cacofonía por algún designio de su arte, no puede caer en ella.

Es verdad que la rima tiene otro valor añadido. Al emparejar palabras que deben concordar en sonidos, los significados de algún modo se asocian o pueden asociarse también. Un logro del arte es que esa asociación no sea caprichosa o forzada. Como también es un logro que la concordancia no sea puramente material, sólo por los sonidos, obligados a seguir a su pareja aunque su presencia sea caprichosa o sin sentido. Una rima así habitualmente produce el efecto contrario: afea y desagrada. Cuando no es ridícula.

Hay muchas variedades de ritmo y de rima, incluyendo el hecho de que ambas cosas pueden servir como instrumentos nemotécnicos, esto es, cierta repetición que permite la memoria del texto. Los pueblos antiguos utilizaban estos recursos y, por poner un caso, las Sagradas Escrituras tienen ejemplos de ello, no sólo en el Antiguo Testamento, sino también en el Nuevo.

Es notable que esas formas poéticas aparezcan en materia religiosa y hasta en la práctica de cierta magia o invocaciones primitivas que se valen también de manifestaciones rítmicas y rimadas.

Si bien la rima es antigua, su uso se extiende en Occidente recién a partir de los siglos medievales.

Aquí dejo tres ejemplos de textos clásicos, tanto lírico como épicos, en los que el metro y el ritmo están presentes y la rima no.
Oda XXX, de Q. Horacio

Exegi monumentum aere perennium
regalique situ pyramidum altius,
quod non imber edax, non Aquilo impotens
possit diruere aut innumerabilis
annorum series et fuga temporum:
non omnis moriar multaque pars mei
uitabit Libitinam; usque ego postera
crescam laude recens, dum Capitolium
scandet cum tacita uirgine pontifex;
dicar, qua uiolens obstrepit Aufidus
et qua pauper aquae Daunus agrestium
regnauit populorum, ex humili potens,
princeps Aeolium carmen ad Italos
deduxisse modos. sume superbiam
quaestam meritis et mihi Delphica
lauro cinge uolens, Melpomene, comam.


Eneida, de P. Virgilio (primeros versos)

Arma virumque cano, Troiae qui primus ab oris;
Italiam, fato profugus, Laviniaque venit
litora, multum ille et terris iactatus et alto
vi superum saevae memorem Iunonis ob iram;
multa quoque et bello passus, dum conderet urbem,
inferretque deos Latio, genus unde Latinum,
Albanique patres, atque altae moenia Romae.

Iliada, de Homero (primeros versos)

μῆνιν ἄειδε θεὰ Πηληϊάδεω Ἀχιλῆος
οὐλομένην, ἣ μυρί᾽ Ἀχαιοῖς ἄλγε᾽ ἔθηκε,
πολλὰς δ᾽ ἰφθίμους ψυχὰς Ἄϊδι προΐαψεν
ἡρώων, αὐτοὺς δὲ ἑλώρια τεῦχε κύνεσσιν
5οἰωνοῖσί τε πᾶσι, Διὸς δ᾽ ἐτελείετο βουλή,
ἐξ οὗ δὴ τὰ πρῶτα διαστήτην ἐρίσαντε
Ἀτρεΐδης τε ἄναξ ἀνδρῶν καὶ δῖος Ἀχιλλεύς.
Nadie dudaría en calificar de eximia poesía a estos tres casos. Y sin embargo no tienen rima, es decir lo que se llama hoy verso blanco. No es el caso de estos tres ejemplos que tienen metro y ritmo, pero cuando desaparece la repetición del metro (no necesariamente desaparece por ello el ritmo) a eso se lo denomina verso libre.

Me gustaría traer también ejemplos de John Tolkien.

Una canción famosa que describe a Aragorn cuando todavía es Trancos/Strider.
All that is gold does not glitter,
Not all those who wander are lost;
The old that is strong does not wither,
Deep roots are not reached by the frost.
From the ashes a fire shall be woken,
A light from the shadows shall spring;
Renewed shall be blade that was broken:
The crownless again shall be king.
La última canción de Bilbo no incluída en el libro.

The last Bilbo's song

Day is ended, dim my eyes,
but journey long before me lies.
Farewell, friends! I hear the call.
The ship's beside the stony wall.
Foam is white and waves are grey;
beyond the sunset leads my way.
Foam is salt, the wind is free;
I hear the rising of the Sea.

Farewell, friends! The sails are set,
the wind is east, the moorings fret.
Shadows long before me lie,
beneath the ever-bending sky,
but islands lie behind the Sun
that I shall raise ere all is done;
lands there are to west of West,
where night is quiet and sleep is rest.

Guided by the Lonely Star,
beyond the utmost harbour-bar,
I'll find the havens fair and free,
and beaches of the Starlit Sea.
Ship, my ship! I seek the West,
and fields and mountains ever blest.
Farewell to Middle-earth at last.
I see the Star above my mast!

O la canción de los Caminantes (A walking-song) que cantan Frodo, Pippin y Sam.
Upon the hearth the fire is red
Beneath the roof there is a bed;
But not yet weary are our feet,
Still round the corner we may meet
A sudden tree or standing stone
That none have seen but we alone.
Tree and flower and leaf and grass,
Let them pass! Let them pass!
Hill and water under sky,
Pass them by! Pass them by!

Still round the corner there may wait
A new road or a secret gate,
And though we pass them by today,
Tomorrow we may come this way
And take the hidden paths that run
Towards the Moon or to the Sun.
Apple, thorn, and nut and sloe,
Let them go! Let them go!
Sand and stone and pool and dell,
Fare you well! Fare you well!

Home is behind, the world ahead,
And there are many paths to tread
Through shadows to the edge of night,
Until the stars are all alight.
Then world behind and home ahead,
We'll wander back to home and bed.
Mist and twilight, cloud and shade,
Away shall fade! Away shall fade!
Fire and lamp, and meat and bread.
And then to bed! And then to bed!
O los versos-conjuro de los Anillos de poder:

Three Rings for the Elven-kings under the sky,
Seven for the Dwarf-lords in their halls of stone,
Nine for Mortal Men doomed to die,
One for the Dark Lord on his dark throne
In the Land of Mordor where the Shadows lie.
One Ring to rule them all, One Ring to find them,
One Ring to bring them all and in the darkness bind them
In the Land of Mordor where the shadows lie.
O la canción en síndarin a Elbereth, con una combinación distinta de la rima y el metro.

A Elbereth! Gilthoniel!
silivren penna míriel
o menel aglar elenath!
Na-chaered palan-díriel
o galadhremmin ennorath,
Fanuilos, le linnathon
nef aear, sí nef aearon!
Tolkien utiliza allí más bien los ritmos propios de su literatura inglesa, con distintas combinaciones de ritmo y rima, en distintas variedades. Salvo el caso del poema a Elbereth.

Hace unos cuantos años, publiqué unos versos de Raquel Garzón que no he olvidado y que traigo ahora como ejemplo de verso libre y blanco. No me importan ahora sino como ejemplo de metro, ritmo y rima. Valdría como ejemplo de lo mismo volver a Mediodía, de Jacobo Fijman, que apareció en esta bitácora hace poco.
Argumentos de arena

No deberíamos amar nada que pase.
Nada que nos mate un poco
cuando sus signos mueran.

Es decir, nada que ría.
Nada que tiemble o se conmueva.
Nada que florezca para luego marchitarse,
de buenas a primeras.

Nada vivo, si apuramos conclusiones:
Duele tanto ver cómo lo que amamos
se deshace en nuestras manos vencido por el tiempo.

Es más,
no deberíamos amar, si lo pensamos.

Pero no lo pensemos.
Hoy no, al menos.

Un asunto espinoso a este respecto, y que dejé para el final, es la relación de metro, ritmo, rima y léxico y lo que llamamos habitualmente inspiración.

He dicho que la poesía procede -como otras formas artísticas de hacer belleza- de un conocimiento y de una percepción que se integra tanto con lo recibido como con la experiencia y los afectos de quien percibe. En ese encuentro nace lo poético. Una visión que conmueve de un modo determinado, no de cualquier modo, aunque no termina de determinarse hasta que se encarna. Algo que se percibe en lo real que resplandece y es recibido por el hombre que adjunta a ello el caudal de sus experiencias y emociones.

Eso mismo es lo que llamaría el alma de la obra. La forma, o lo que llamamos habitualmente el significado. Debe entenderse que no es la cosa misma el significado, sino la cosa en cuanto conocida por un hombre. Cuanto más completamente la conozca en todas sus dimensiones, cuanto mayor sea la captación del brillo que de ella emana, más hondo será el significado que para ser dado a luz debe encarnarse en algo perceptible, por cierto que para otros, pero también para el propio artífice.

Sin duda que ocurrirá con frecuencia -si no siempre...- que lo visto será mayor que lo dicho. Y de allí que con frecuencia el artífice pueda tener cierta decepción respecto de lo que ha hecho, cierta disconformidad. Es natural, en el paso de lo lúcido a lo opaco, algo se pierde y la materia, aunque sea la más sutil, como lo es el aire de la palabra, es opaca respecto del espíritu.

Como fuere, parece claro que lo más genera lo menos, la forma organiza la materia. Y el significado llama al significante.

Como diría Ëtienne Gilson, si bien existe el pensamiento puro, nos es poco menos que inaccesible. Pensamos con palabras, habitualmente. Y es el lenguaje el que organiza de algún modo las concepciones del espíritu. Primero insonoro, como imaginación de los sonidos, diría santo Tomás.

Un punto interesante en esta cuestión es que, en ocasiones, el hábito procede igual tanto ante seres extramentales, como intramentales, imaginaciones de seres que no existen en la realidad. De igual modo puede proceder respecto de palabras. Lo que quiere decir que una palabra puede disparar el hábito compositivo. Y esto es así en tanto pensamos o vemos interiormente también a partir de palabras. No es infrecuente, incluso, el que una palabra dispare la búsqueda de una rima concorde y que detrás de este mecanismo que parece accidental -y en cambio es un mecanismo propio del hábito compositivo- aparezca la composición de versos y hasta de un poema completo.

Esto dicho, hay que decir entonces que, si bien se da en planos distintos, de algún modo la percepción se acompaña ya de su carnadura. El poeta ve como intuitivamente lo que ve ya casi vestido de la materia que lo hará sensible a otros primero, e inteligible a la vez. Al menos con un rudimento intuitivo no sólo de las palabras que designan sus percepciones sino de cierta sintaxis, y cierto metro y ritmo y hasta de cierta rima, la que aparece no bien es llamada por los sonidos finales de una palabra que ha aparecido como iluminada en la mente del poeta, o en los sonidos finales del verso que se ha generado por un hábito en el espíritu del poeta.

El hábito práctico de hacer belleza con palabras está allí en su máxima expresión. Es él el escudero de la acción poética que ha nacido por encima de él, en un estadio más alto y más hondo. Pero él hace el verso, e interviene activamente en el metro y el ritmo y la rima que junto con las palabras encarnan las intuiciones.

Una especie de decisión práctica referida a lo que conviene en cada caso es lo que pone en marcha las obras del arte. El arte radica en el espíritu y es un hábito que determina la obra, en cuanto objeto exterior al espíritu, que primero tendrá palabras interiores como imágenes insonoras, pero que ya contiene no sólo la noción de los sonidos que la habrán de fijar, sino el estatuto que habrán de seguir para terminar formando el verso y el poema mismo. Pero hay algo que está más hondo en el espíritu y que ha disparado la imaginación de ese torbellino de palabras y sonidos y eso es la substancia de lo poético.

De igual modo, el artífice resuelve qué forma artística tendrá ese contenido en cuanto a las especies literarias posibles.

Todo eso ha se ha gestado en las actividades interiores del hombre desde la intuición e intelección hasta la imaginación, en un modo sinfónico, convergente, que, al darse a la velocidad de los actos del espíritu, se diría son un sólo impulso, un sólo acto, que sorprende por su determinación al artífice pero mucho más al auditorio o a los recpetores de la obra que celebran el don y la obra que es capaz de engendrar, como algo mágico. Algo capaz de conmover y mostrar lo contemplado, más allá del mero artilugio de la modulación de sonidos.




martes, 23 de octubre de 2018

¿Cualquier cosa? (IV): The secret Muse


The secret Muse

Between the midnight and the morn,
to share my watches late and lonely,
there dawns a presence such as only
of perfect silence can be born.
On the blank parchment fall the glow
of more than daybreak: and one regal
thought, like the shadow of an eagle,
grazes the smoothness of its snow.
Though veiled to me that face of faces
and still that form eludes my art,
yet all the gifts my faith has brought
along the secret stair of thought
have come to me on those hushed paces
whose footfall is my beating heart.

Es un soneto de Roy Campbell. Y, no puedo decir sino que providencialmente, es muy a propósito de lo que vengo tratando en esta serie sobre la poesía.

Una traducción por el sentido:
La Musa Secreta

Entre la medianoche y la mañana,
para compartir mis vigilias tardías y solitarias,
amanece una presencia tal como sólo
del perfecto silencio puede nacer.
Sobre el blanco pergamino cae el resplandor
de algo más que el alba: y un majestuoso
pensamiento, como la sombra de un águila,
roza la suavidad de su nieve.
Aunque velada para mi esa cara de caras
y aun cuando esa forma elude mi arte,
sin embargo todos los dones que mi fe ha traído
a través de la secreta escalera del pensamiento
han venido a mí en esos pasos silenciosos
cuya pisada es mi corazón palpitante.

Merece un comentario.

Porque, a mi gusto, están allí sobradamente contenidos los elementos de los que venía tratando.

Entre la medianoche y la mañana,
para compartir mis vigilias tardías y solitarias,
amanece una presencia tal como sólo
del perfecto silencio puede nacer.
Es este momento un momento interior. Nace en una oscuridad que no es falta de luz. Nace de un silencio. Es cierta actividad como inconsciente que rompe el álveo de su interioridad lentamente y emerge, guiada por la luz de la alborada que no es otra que, a la vez, la conciencia y el sentido, el significado, todavía desprovisto de significante material. Son las percepciones que han recogido lo que las cosas tienen para decir. Todavía no las ha expresado el poeta, ni con la voz, ni con el concepto. Pero ya lo han conmovido y la interioridad, en silencio, descansa en ellas en un torbellino de sentido que inquieta el alma del artífice y que la inquietará al menos hasta que haya dado con la carnadura de la expresión de esa experiencia. Porque las está aprehendiendo, tomándolas para sí, haciéndolas resonar en su interior. Y oyendo cómo resuenan con un estrépito sordo y potente a la vez. La inteligencia tiene allí una epifanía de significados que le es propia, significados que viven en la soledad de la mente y del corazón, pero que no están clausurados allí, sino que desde el momento mismo en que son adquiridos, pujan por salir, porque la manifestación es contenido y a la vez causa final. Los contenidos de la mente vienen de una manifestación y hacia ella se dirigen por naturaleza. Esto es, son expresables y comunicables.

Sobre el blanco pergamino cae el resplandor
de algo más que el alba: y un majestuoso
pensamiento, como la sombra de un águila,
roza la suavidad de su nieve.
Como decía, el pergamino es el alma, primero. Antes que el papel, la inteligencia. Y sobre ella cae la luz del sentido, del significado, del ser de lo real. Y eso es luz. Pero todavía es una luz demasiado potente. Aunque ya modula desde adentro la palabra. Porque su esencia es palabra también y de palabra busca vestirse para manifestarse. Palabra interior que dicen los filósofos, concepción de la inteligencia preñada por el ser de lo real. La suavidad de la nieve rozada por la sombra de un águila son las primeras encarnaciones de lo real en el espíritu. Y son nieve porque son luz. Y es águila porque se asienta en las funciones más altas y más hondas de la percepción intelectual. Un pensamiento majestuoso y regio. Ordenador a la vez que legislador. Del conocimiento primero, de la expresión material después.

Aunque velada para mi esa cara de caras
y aun cuando esa forma elude mi arte,
sin embargo todos los dones que mi fe ha traído
a través de la secreta escala del pensamiento
han venido a mí en esos pasos silenciosos
cuya pisada es mi corazón palpitante.
 En estos versos, creo, hay tres momentos importantes para la creación artística.

El arte, al decir de los filósofos, es un saber hacer. Pero es más que eso por su procedencia. Está la ebullición interior que provoca en un espíritu apto para esa alquimia entre la naturaleza de lo real -en su más amplia expresión- y el recipiente que destilará el significado para la mente, es decir, la interioridad espiritual del poeta. Porque esa recepción apta no es meramente pasiva. Tiene una luz que está en condiciones de hacer ver las cosas y más que eso: su cualidad significativa tanto como simbólica. Y de eso hablaré cuando trate sobre la metáfora. Esa actividad es a su vez sintética. Se hace con materiales recibidos, pero se logra en la interioridad con una suma actividad. A velocidades espirituales, el alma ve a la vez lo que las cosas son y lo que simbolizan. Y viste esos conocimientos con su propio bagaje de conocimientos y percepciones, amasando un pan de diversas clases de harinas, que han sido molidas en conocimientos anteriores y que se asientan ahora en las funciones más altas de la intuición. ¿Es plenamente consciente el artífice de esta elaboración? La respuesta es sencilla: No. ¿Es por eso mismo menos personalísima esa elaboración? Tampoco. Y más bien al contrario. Y eso está dicho allí en el último terceto:

a través de la secreta escala del pensamiento
han venido a mi en esos pasos silenciosos
cuya pisada es mí corazón palpitante.

El corazón palpitante es importante. De lo dicho más arriba viene la conmoción del alma en consonancia con la capacidad conmovedora de lo real. Y ésta es una particularidad de los artífices de obras expresivas de belleza. Pero la escala es secreta, que es como decir inefable. Y los pasos son silenciosos, esto es, íntimos en la más honda intimidad. Pero, a su vez, el conocimiento conmueve. Por cierto que al decir pensamiento no se trata sin más de la razón puramente raciocinante. Pero tampoco es solamente la inteligencia penetrante, sino un lugar personal de la intimidad del alma en la que el corazón -en términos agustinianos, por decirlo así- recibe las cosas amorosamente, gozosamente. Las intuye, las paladea, recibe de ellas luz y calor. Ellas iluminan y a la vez son iluminadas en el acto mismo de ser conocidas. De ese matrimonio proviene lo que llamamos inspiración o musa. Y de ese matrimonio procede la obra como un hijo palpitante, tan palpitante como la madre que lo ha parido: la inteligencia del hombre, o por mejor decir, el hombre mismo en todas sus dimensiones.




lunes, 22 de octubre de 2018

¿Cualquier cosa? (III)


A primera vista, parece que la narración y el drama permiten ampliar los temas y su expresión a cualquier asunto. No parece que -en términos comunes- la lírica permita semejante ampliación.

Hay de todo, se entiende, pero en general la lírica destila más finamente los temas y el lenguaje en que expresarlos.

Y en eso de que hay de todo habría que detenerse un momento.

Por decirlo rápido, la naturaleza primera de la lírica es el canto. Y entiendo por canto la expresión artística de una cierta percepción individual, instransferible en términos de percepción, aunque no en términos de expresión, claro.

La conmoción que una determinada percepción causa en el artífice es el cultivo del que surge la expresión de esa conmoción. De allí que la lírica se asocia a la subjetividad del artífice. Pero eso mismo podría llamar a engaño. Es la calidad y naturaleza de esa percepción y de la conmoción consecuente lo que está en la génesis del poema. Esto significa que no es cualquier percepción ni cualquier conmoción. De modo que no cualquier percepción y conmoción resulta en una expresión lírica. Por subjetivas que sean ambas realidades.

Visto de otro modo, hay que decir que el poema se origina ya en la percepción y en esa conmoción. Que es lo mismo que decir que el artífice o poeta es tal en la misma medida en que percibe y se conmueve ante lo percibido, de una determinada manera.

Hay algo en las cosas que es de las cosas y que el artífice percibe, algo que al percibirlo, conmueve al poeta. Pero aunque eso es del poema resultante, y también va a dar a él, no es lo único.

Se necesita una materia modulada, moldeada, que haga percepctible a otros esa percepción y conmoción. De no producirse ese descenso a la materia, de no encarnarse esa percepción, permanece inaccesible para todos cuantos no son el poeta mismo. Y vale aquí decir algo más.

El poeta tiene muchas más percepciones y conmociones espirituales y afectivas que las que van a dar a una obra, a un poema. ¿Se pierden? ¿Son inútiles y baldías? No. Son el sedimento y el acopio. De allí vendrán matices y formas que aparecen cuando aparece un poema. Podría decirse que es un entrenamiento del poeta, constante y hasta cierto punto involuntario, porque pertenece a su forma mentis, a su plexo perceptivo y asu capacidad de conmoción ante lo percibido. Una sensibilidad espiritual que va tomando formas que se hacen perceptibles cuando se encarnan. Porque la obra literaria -particularmente la lírica- es sintética por naturaleza. Y en cuanto tal, en gran medida está formada por múltiples momentos anteriores incluso a su composición y que van a dar a ella.

Los medios expresivos son otro asunto. Existen allí dos cosas. Las palabras que posea el poeta, que sean suyas en el sentido de que las conoce y puede hacer uso de ellas. Por otra parte, está la decisión práctica, la elección de esas palabras, porque el arte es antes que nada un producto del entendimiento práctico. Con la elección de las palabras aparece la figura, la imagen y, claro, la reina de la expresión lírica: la metáfora.

Pero de eso, tan importante, hay que hablar en otra ocasión, más adelante.

Ahora hay que concluir. Y a ese respecto creo que lo que hay que señalar es que la mera subjetividad no hace lírica. La expresión de la subjetividad, tampoco. Todos tenemos ambas cosas: subjetividad y su expresión. Pero no todos somos poetas por eso. De algún modo, esto vale también para la narración y el drama. Pero en un modo distinto y con un resultado diferente.El dominio del arte de narrar, así como el arte de representar un asunto, tienen ingredientes distintos a la lírica.

En una afirmación que podría resultarle a algunos arbitraria, creo que puede decirse que la lírica es el núcleo de la expresión literaria, la forma más alta de dicha expresión, no el único modo pero sí el modo más depurado de hacer belleza con palabras.




domingo, 21 de octubre de 2018

Apetitos




Cuentan que Roy Campbell tuvo que irse de la Provenza, en la que vivía con su familia, por una cuestión judicial -una cabra suya había destrozado un plantío-, lo que suponía una multa que en esos tiempos no podía de ningún modo pagar, razón por la cual, para no caer preso, se fugó solo a España y recaló en Barcelona, donde se uniría con los suyos meses después.

Pero ocurrió que, una vez allí, se cansaron de la ciudad condal y se fueron a Altea, cerca de Alicante, un pequeño pueblo, donde toda la familia abrazó el catolicismo. Todo eso fue en la primera mitad de la década de 1930.

Traigo el episodio a cuento porque me enteré hoy de que el ayuntamiento de Barcelona -con la alcaldesa Ada Colau al frente- quiere cobrar a la Iglesia Católica multas de 36 millones de euros por derechos de obra desde 133 años atrás a la fecha, por la construcción todavía inacabada del majestuoso templo de la Sagrada Familia, el emblema que Antoni Gaudí le dejo a la ciudad. Hay un plan de trabajos para terminar la dimensión vertical del templo en 2026 y quedan pendientes las obras en los alrededores, que figuran en el diseño original de Gaudí.

Todo el mundo sabe que el templo es visitado por millones de personas cada año y que es por lo mismo una de las atracciones mayores de la ciudad. Razón suficiente para despertar los apetitos de oro de cualquier funcionario municipal, de izquierda como en este caso, o de las derechas. Porque en esa hora se hacen amigos... 

Supe al mismo tiempo que un periodista italiano propone desmontar piedra por piedra el templo expiatorio de la Sagrada Familia (como se traslocó para la construcción de la represa de Asuan el templo de Abu Simbel, dice) y llevarla a Italia para evitar el pago, aplicando esa cifra al traslado. Tratándose de un italiano la razón no podía ser otra:
L’amministrazione (di sinistra) avrà le sue ragioni burocratiche, ma altre ragioni molto più alte e nobili dovevano prevalere: quelle della bellezza, dell’arte e della storia. E poi c’è il buon senso che avrebbe dovuto sconsigliare una tale controversia.
En resumidas cuentas: parece que hizo bien Roy Campbell en cansarse de Barcelona y mandarse a mudar a una granja apartada, de la que dijo tiempo después (hablando de su conversión):
Vivimos durante un tiempo en una pequeña granja en la sierra de Altea, donde los trabajadores eran mayoritariamente buenos católicos, y había como una fragancia y frescura en su vida, en su coraje, en su reverencia, que nos ganó a todos de forma imperceptible.



The Zulu Girl


When in the sun the hot red acres smoulder
down where the sweating gang its labour plies
a girl flings down her hoe, and from her shoulder
unslings her child tormented by flies.

She takes him to a ring of shadow pooled
by the thorn-tree: purpled with the blood of ticks,
while her sharp nails, in slow caresses ruled
prowl through his hair with sharp electric clicks.

His sleepy mouth, plugged by the heavy nipple,
tugs like a puppy, grunting as he feels;
through his frail nerves her own deep languor's ripple
like a broad river sighing through the reeds.

Yet in that drowsy stream his flesh imbibes
and old unquenched, unsmotherable heat-
the curbed ferocity of beaten tribes,
the sullen dignity of their defeat.

Her body looms above him like a hill
within whose shade a village lies at rest,
or the first cloud so terrible and still
that bears the coming harvest in its breast.

The Zulu Girl es uno de los poemas más conocidos y aplaudidos de Roy Campbell, que obviamente trae raíces de sus años sudafricanos.

Tengo varias razones para que me resulte, además de espléndido, próximo.




sábado, 20 de octubre de 2018

Retoños


Winter, the paragon of art,
That kills all forms of life and feeling
Save what is pure and will survive.

Autumn, Roy Campbell


Están por todas partes los retoños,
son tropillas de aromas y colores
que van enmudeciendo en los otoños
y en los inviernos, huérfanos de flores.
Están por todas partes: infinitos,
verdecidos, bisoños y potentes,
son nuevos cada vez, son inauditos,
los mismos cada vez y diferentes.
Están por todas partes. Vuelven nuevos
y dan al corazón una esperanza:
lo puro sobrevive a la inclemencia.
Son guardias de sí mismos y relevos.
Son de si mismos fuente y semejanza.
Son otro nombre de la Providencia.



Noche y el mar


Vi la noche y el mar y el pueblo a oscuras
entre la niebla gris; acacias blancas
perfuman la memoria de otros días,
de otros caminos por el campo a solas.
Vi junto al mar la furia monocorde,
la rítmica figura de sus aguas
en las arenas dibujando el tiempo,
la luz de un faro, médanos y estrellas.
Vi la noche cerrarse entre bramidos;
recuerdos y distancias, las ausencias
presentes en la noche desvalida.
Vi el mar alzarse hasta mis pies desnudos,
erguido como un mástil azotado
por un viento de sal que te menciona.




Campbell




Ya habrá que ocuparse de Roy Campbell, poeta entre otras decenas de cosas. Figúrese que hay quienes sostienen que su figura y carácter pudieron haber inspirado rasgos de Aragorn, en la saga de Tolkien, a quien conoció por cierto.

Por ahora, hay que decir que un designio raro de la Providencia quiso que tuviera un papel decisivo y
fundamental en el rescate y la guarda de los manuscritos de san Juan de la Cruz.

Un converso al catolicismo de hacía apenas 2 años, presbiteriano de origen, sudafricano por nacimiento, escocés por antepasados que reverenciaba. Inglés para las biografías.

Durante la Guerra Civil (de la que participó de varias formas), en julio de 1936, residía en Toledo y allí había hecho amistad con los carmelitas. Ante la avanzada de los republicanos, y para preservar aquel tesoro, los carmelitas le pidieron que se llevara en un baúl los manuscritos de san Juan. Unos días antes de que los republicanos arrasaran el convento y mataran a los monjes, Campbell se llevó a su casa el baúl. También él y su familia fueron objeto derequisas, pero los republicanos, providencialmente, a pesar de que vieron el baúl no lo revisaron.

En la requisa brutal, los Campbell estaban a merced de los partisanos. Roy se encomendó a san Juan de la Cruz y prometió que si salvaban la vida traduciría la obra poética del santo místico.

Y lo hizo.

Y aquí dejo una de sus traducciones, junto con el original castellano.

Noche oscura

Canciones del alma


En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada,

a oscuras y segura
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en sitio donde nadie aparecía.

¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
y en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

(Traducción de Roy Campbell)

Upon a gloomy night,
With all my cares to loving ardours flushed,
(O venture of delight!)
With nobody in sight
I went abroad when all my house was hushed.

In safety, in disguise,
In darkness up the secret stair I crept,
(O happy enterprise)
Concealed from other eyes
When all my house at length in silence slept.

Upon that lucky night
In secrecy, inscrutable to sight,
I went without discerning
And with no other light
Except for that which in my heart was burning.

It lit and led me through
More certain than the light of noonday clear
To where One waited near
Whose presence well I knew,
There where no other presence might appear.

Oh night that was my guide!
Oh darkness dearer than the morning’s pride,
Oh night that joined the lover
To the beloved bride
Transfiguring them each into the other.

Within my flowering breast
Which only for himself entire I save
He sank into his rest
And all my gifts I gave
Lulled by the airs with which the cedars wave.

Over the ramparts fanned
While the fresh wind was fluttering his tresses,
With his serenest hand
My neck he wounded, and
Suspended every sense with its caresses.

Lost to myself I stayed
My face upon my lover having laid
From all endeavour ceasing:
And all my cares releasing
Threw them amongst the lilies there to fade.

En la búsqueda de Campbell, di con un ensayo de Beatriz Villacañas Palomo, de la Universidad Complutense de Madrid. Queda aquí porque me pareció interesante su comparación de la traducción de Campbell con la del poeta irlandés Michael Smith, muerto en 2014, cuya traducción también trae.

On a dark night,
longing, with love inflamed,
O happy stroke!
I left without being noted,
my house in peace at last.

Safe and in the dark,
disguised and by the secret ladder,
O happy stroke!
In darkness and concealed,
my house in peace at last.

Upon the happy night,
unseen, unheeding aught,
such was my secrecy,
unled by any light
but that glowing within my heart.

This was my guide,
steadier that the noon-day sun,
to where I was awaited
by one I well knew
where nobody appeared.

O guiding night,
night dearer than the dawn,
night that united
lover and beloved,
beloved become her lover's like.

On my flowered breast,
kept entire for him,
there he fell asleep,
and I caressed him,
and the cedars' fan blew.

As I spread out his hair
the air from the turret
stroked me on the neck
with its gentle hand,
and robbed me of my sense.

I lay in self-oblivion,
my head laid on my love;
all ceased and I let go,
leaving my concern
unminded mid the lilies.

Creo que en buena parte le doy la razón a la académica española. No del todo, sin embargo.

Campbell tiene una merecida fama de gran poeta, tanto como de poeta desconocido y execrado  por su filiación política y religiosa. Últimamente algo se han recuperado sus obras del olvido. En parte ayudó a eso el ensayo que Joseph Pearce le dedicó y cuya traducción al español se publicó en 2012.

Para decirlo brevemente, creo que la extrema vitalidad de Campbell no es un demérito en su traducción de la obra de san Juan de la Cruz. Al contrario, significa algo que la propia Villacañas
reconoce y es que la experiencia mística requiere de palabras inefables. De allí que, por fuerza, en
términos místicos no puede decirse el amor que siente el alma si no es con palabras de amor humano, que a alguno podrá parecerle hasta de tono subidamente erótico.

Hay que recordar que durante mucho tiempo se excusó la traducción del Cantar de los Cantares. Y
que, por poner un caso, del hecho de haberlo traducido se tomaron en parte los enemigos de Fray
Luis de León para peseguirlo y hasta encarcelarlo.

Y se me hace claro que la culpa no es de Fray Luis, ni del escritor sacro. Ni de san Juan de la Cruz.

Y tampoco de Roy Campbell.

Ahora bien.

Me llama la atención que entre los ejemplos que analiza Villacañas, no se ocupa de un pasaje delicado del poema, en el que Smith acierta más que Campbell, debo decir. Está al final de la Canción o estrofa quinta:
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!
Dice Smith:
night that united
lover and beloved,
beloved become her lover's like.
Y dice Campbell:
Oh night that joined the lover
To the beloved bride
Transfiguring them each into the other.

Me acordé de una pieza de Loreena McKennitt en la que canta un poema inspirado en este mismo
que venimos viendo. Allí, cuando llega a ese pasaje, McKennitt dice:
Oh night that joined the lover
to the beloved one
transforming each of them into the other
siguiendo el criterio de Campbell, al parecer.




Pero lo cierto es que es más propio decir que la Amada se transforma en el Amado y no que la noche une Amada con Amado y transforma a cada uno de ellos en el otro, cosa que, si se dice, hay que aclararla, porque, aunque líricamente el verso causa un gran efecto, no se corresponde con la doctrina que contiene la canción de san Juan.


Esto dicho, queda pendiente ocuparse más de Campbell.






viernes, 19 de octubre de 2018

Flor de balcón


...y una vaca mugió sonoramente
allá, por las sonámbulas praderas.


El éxtasis
, Leopoldo Lugones


En un rincón del balcón,
bajo una sombra completa,
en una tibia maceta
se despereza un malvón.
El aire a menta y limón
de unos pisos más abajo,
es de un jardín del que trajo
la niña cuatro plantines
que crecen con los jazmines
y con la viña de gajo.

Hay canteros de lavanda;
y de ají putaparió
que de la nada creció
porque la tierra era blanda.
Mucho trabajo demanda
salvarlos de las hormigas
que siempre son enemigas
de las plantas cuando crecen,
de las flores que florecen
con cuidados y fatigas.

Al balcón de la vecina
ya no le caben macetas
porque tiene bicicletas
(es poco lo que camina...)
Si llego de la oficina
y entro a mi departamento,
con alegría ya siento
el aire de primavera
que la moza jardinera
me da desde su aposento.



¿Cualquier cosa? (II)


Hay que hacer más precisones.

Por un lado, hay que decir que, en materia de poesía, no todo es poesía lírica. Cualquiera sabe que hay poesía épica narrativa, por ejemplo.

Si hubiera que ser algo más preciso preceptivamente hablando, hay que aclarar que poesía es el nombre genérico de la composición literaria, y eso significa poesía en griego, porque ποιέω (poieō) es hacer o componer. Y las especies son poesía épico-narrativa (que incluye desde la Ilíada hasta el cuento y la novela); la poesía dramática (el teatro en todas sus formas) y por cierto la poesía lírica (lo que vulgarmente se llama poesía, sin más). Los cruces entre esas especies también existen. Por caso, el romance es una composición tradicionalmente épico-lírica.

Lo que distingue cada especie de poesía es en parte la materia sobre la que se poematiza y en ocasiones la forma que se le da a la composición. Por ejemplo, es propio de la poesía dramática la forma de acción representada con diálogos. Si un poema lírico o narrativo tuviera diálogos de cierta naturaleza, tendría un sesgo dramático, pero substancialmente sería un poema narrativo. Por ejemplo, el ciclo de romances de Los siete Infantes de Lara, intensamente dramático pero no por eso deja de ser un poema narrativo. 

Otra cosa es la distinción entre verso y prosa. A cualquiera de las especies poéticas le cabe la prosa o el verso. Aunque estemos acostumbrados a que la poesía (vulgarmente concebida, es decir la poesía lírica) se escribe en verso, hay que decir que La Ilíada o La Eneida o el Cantar de Mio Cid, todos ellos poemas épicos, están escritos en verso. Como también, por poner un solo ejemplo, el teatro de todo el Siglo de Oro español. Allí están Lope de Vega, Tirso de Molina o Calderón de la Barca. Al margen hay que anotar que existe la llamada prosa poética, esto es, lirismo en prosa y no en verso.

Pero en último término es la finalidad del autor lo que pondrá el sello de cualquiera de las especies a la obra. Si el autor quiere narrar, cantar o poner en escena un asunto, irá a su turno por alguno de los tres caminos, aunque haya elementos o momentos de los otros en el camino que ha elegido, sin que la intención predominante se vea afectada por eso. Como es verdad que, al optar por alguno de los tres, debe sujetarse a ciertos requerimientos que cada especie tiene, no por preceptiva sino por naturaleza.

Ahora bien.

¿Hay materias que piden preferente o exclusivamente alguna de las tres formas en las que se encarna una composición? Es decir, ¿para hablar de determinados asuntos tengo sí o sí que recurrir a la lírica, o al drama, o a la narración?

Y a decir verdad la respuesta es un rotundo no.

Así, por ejemplo, los trágicos griegos tomaron de los mitos y de las narraciones épicas asuntos que volcaron en moldes dramáticos.

Como así también se puede tomar de la tragedia de Hamlet al personaje y su peripecia y volverlo un poema lírico, enfocando su duda o el amor fatal de Ofelia, por mencionar dos asuntos.

Otra cuestión, ahora más próxima a nuestro problema.

¿Hay asuntos, objetos, situaciones que no son aptos para la poesía, en cualquiera de sus especies?

Y a decir verdad la respuesta es nuevamente un rotundo no.

Se puede cantar la gloria de la Santísima Virgen. Pero se puede cantar la soledad de una calesita a la que ya no van los niños, tragados por una tablet...

Todos los conflictos que se nos ocurran pueden ser materia de una obra dramática.

Cuentos y novelas se pueden hacer de cualquier asunto y cualesquiera personajes, reales o imaginarios.

Y para terminar por ahora con estas preguntas, ¿hay palabras que no es posible incluir en poemas líricos, narrativos o dramáticos?

Aunque hay que ser cuidadoso con las distinciones, que ahora no haré, lo cierto es que, por ejemplo, Marechal puede hacer un poema con Robot, así como a Lugones lo vimos muy suelto de cuerpo poner pantuflas o nene o clara de huevo en sus versos, más bien amorosos. Para extrañezas están los poemas contra la usura de Ezra Pound o la pícara poesía goliárdica medieval. Y ni que decir de algunas de las acepciones que ambiguamente trae del termino Will, el soneto 135 de William Shakespeare, que mencioné en otra entrada cercana.

Los ejemplos son infinitos para cualquiera de las tres preguntas. Pero quedan planteadas y sin mucho detalle respondidas para ver de embretar en algo el asunto.





jueves, 18 de octubre de 2018

Del arrullo simiente


como la voz de la paloma cuando
nos llega enamorada la paloma

De la sabrosa entrega, Leopoldo Marechal


Vi un derredor sembrado de tu arrullo,
cielos de lino, surcos como heridas
sangrando las espigas prometidas,
y más promesas, todas en capullo.
Todo en capullo en ti, todo en capullo:
ya en tallo las caricias florecidas
que me labran las manos sorprendidas
y laboran al ritmo de tu arrullo.
Y va creciendo, amor, ya va creciendo
el mundo ajado que quedó muriendo
y revive, si la tibieza asoma.
Y tu arrullo de miel está cantando
como la voz de la paloma cuando
nos llega enamorada la paloma.  




¿Cualquier cosa?


¿Se puede hacer poesía de cualquier cosa? ¿Con cualquier cosa?

Es un asunto nada fácil. El romanticismo confinó la poesía más bien al amor, la muerte y la libertad.

Antes y después del romanticismo la pluma es más libre. Por cierto, no es solamente escribir en verso. Tampoco es cuestión de sacar asuntos de la nada (o de la galera...)

Pero también es verdad que, en último término, los hombres no tenemos muchos temas y aunque se hable de asuntos varios, la intención puede reducirse al final a unos pocos tópicos. También hay que decir algo obvio: aunque puede haber un número innúmero de objetos sobre los que posar la mirada, no son demasiados los que van a dar al verso.

¿Eso significa que no se puede hacer poesía de cualquier cosa? Allí está la cuestión, precisamente.

¿Por dónde empezar a ver qué se ve? Por cualquier parte.

Entonces, Lugones.

Anoto estos ejemplos. No son todos los que pueden espigarse en la lírica del maestro. Pero sirven para empezar a repasar el asunto. Lo que habría que ver aquí es con qué elementos pinta sus cuadros, de qué objetos se vale para decir lo que quiere decir.


Segundo violín

La luna te desampara
y hunde en el confín remoto
su punto de huevo roto
que vierte en el mar su clara.

Medianoche van a dar,
y al gemido de la ola
te angustias, trémula y sola,
entre mi alma y el mar.


El éxtasis

Dormía la arboleda; las ventanas
llenábanse de luz como pupilas;
las sendas grises se tornaban lilas;
cuajábanse la luz en densas granas.

La estrella que conoce por hermanas
desde el cielo tus lágrimas tranquilas,
brotó, evocando al son de las esquilas,
el rústico Belén de las aldeanas.

Mientras en las espumas del torrente
deshojaba tu amor sus primaveras
de muselina, relevó el ambiente

la armoniosa amplitud de tus caderas,
y una vaca mugió sonoramente
allá, por las sonámbulas praderas.


Claro fue nuestro amor

Claro fue nuestro amor; y al fresco halago
plenilunar, con música indecisa,
el arco vagaroso de la brisa
trémulas cuerdas despertó en el lago.

En la evidencia de sin par fortuna,
dieron senda de luz a mis afanes
tus ojos de pasión, ojos sultanes,
ojos que amaban húmedos de luna.

Con dorado de joya nunca vista,
tu mirada agravaba su desmayo.
y removía su ascua en aquel rayo
la inquietud de león de mi conquista.


La cachila

Un gemidito titila.
Por el aire, donde en vilo,
como colgada de un hilo
va subiendo la cachila.

Allá cerca ha hecho su nido,
de la huella que en el barro
deja la mula del carro
al pasar cuando ha llovido.

Y así el pajarillo blando,
entre el riesgo y el estruendo,
vive volando y gimiendo,
muere gimiendo y volando.
Y he aquí un poema largo y substancioso que ahorra otros ejemplos. Tan substancioso que hasta tiene tintes narrativos, parece un cuento; y también algo de drama, resulta una escena tensa, con todo y sus diálogos.

Luna de los amores

Desde que el horizonte suburbano,
el plenilunio crepuscular destella,
en el desierto comedor, un lejano
reflejo, que apenas insinúa su huella.
Hay una mesa grande y un anaquel mediano.
Un viejo reloj de espíritu luterano.
Una gota de luna en una botella.
Y sobre el ébano sonoro del piano,
resalta una clara doncella.

Arrojando al hastío de las cosas iguales
su palabra bisílaba y abstrusa,
en lento brillo el péndulo, como una larga fusa,
anota el silencio con tiempos inmemoriales.

El piano está mudo, con una tecla hundida
bajo un dedo inerte. El encerado nuevo
huele a droga desvanecida.
La joven está pensando en la vida.
Por allá dentro, la criada bate un huevo.

Llena ahora de luna y de discreta
poesía, dijérase que esa joven brilla
en su corola de Cambray, fina y sencilla,
como la flor del peral. ¡Pobre Énriqueta!

La familia, en el otro aposento,
manifiéstame, en tanto, una alarma furtiva.
Por el tenaz aislamiento
de esa primogénita delgada y pensativa.
«No Prueba bocado. Antes le gustaba el jamón.»
«Reza mucho y se cree un cero a la izquierda. »
«A veces siente una puntada en el pulmón.»
—Algún amor, quizá, murmura mi cuerda
opinión...

En la oscuridad, a tientas halla
mi caricia habitual la cabeza del nene...
Hay una pausa.
«Pero si aquí nadie viene
fuera de usted», dice la madre. El padre calla.
El aire huele a fresa; de no sé qué espesuras
viene, ya anacrónico, el gorjeo de un mirlo
clarificado por silvestres ternuras.
La niña sigue inmóvil, y ¿por qué no decirlo?
mi corazón se preña de lágrimas obscuras.

No; es inútil que alimente un dulce engaño;
pues cuando la regaño
por su lección de inglés, o cuando llévola
al piano con mano benévola,
su dócil sonrisa nada tiene de extraño.

«Mamá, ¿qué toco?», dice con su voz más llana;
«Forget me not?...». y lejos de toda idea injusta:
buenamente añade: «Al señor Lugones le gusta.»
Y me mira de frente delante de su hermana.

Sin idea alguna
de lo que pueda causar aquella congoja
—en cuya languidez parece que se deshoja—
decidimos que tenga mal de luna.
La hermana, una limpia, joven de batista,
nos refiere una cosa que le ha dicho.
A veces querría ser, por capricho,
la larga damisela de un cartel modernista
eso es todo lo que ella sabe; pero eso
es poca cosa
para un diagnóstico sentimental. ¡Escabrosa
cuestión la de estas almas en trance de beso!
Pues el «mal de luna», como dije más arriba,
no es sino el dolor de amar, sin ser amada.
Lo indefinible: una Inmaculada
Concepción, de la pena más cruel que se conciba.

La luna, abollada
como el fondo de una cacerola
enlozada.
Visiblemente turba a la joven sola.
Al hechizo pálido que le insufla,
lentamente gira el giratorio banco;
y mientras el virginal ruedo blanco
se crispa sobre el moño rosa de la pantufla.
Rodeando la rodilla con sus manos, unidas
como dos palomas en un beso embebecidas,
con actitud que consagra
un ideal quizá algo fotográfico,
la joven tiende su cuello seráfico
en un noble arcaísmo de Tanagra.

Conozco esa mirada que ahora
remonta al ensueño mis humanas miserias.
Es la de algunas veladas dulces y serias
en que un grato silencio de amistad nos mejora.
Una pura mirada,
suspensa de hito en hito.
Entre su costura inacabada
y el infinito...








miércoles, 17 de octubre de 2018

Romancillo


Pastora dime, pastora,
si en las flores de tu ramo
viene el amor con que te amo.
Dime pastora que sí,
que de amores te reclamo
desde que te conocí.


Soneto


Por B.

Era tuyo el abril que perfumabas
con el paso del ángel y la aurora;
tuyo el mirar, la voz conquistadora,
la sonrisa que al aire le prestabas.
Era tuyo el abril cuando me dabas,
tan silenciosamente arrulladora,
la caricia de sol abrasadora
con la que tiernamente me abrazabas.
Tuyo el abril, me queda entre las manos
y tus pasos pequeños que he seguido
para verte y al verte reencontrarte.
Tuyo el abril, no existen los lejanos
días sin ti de todo lo vivido.
Y no existe mi amor, si no es amarte.




martes, 16 de octubre de 2018

Will, will, will... y etcétera


Leía en la Biblioteca del Soneto los de William Shakespeare. Don Ramón García presenta allí traducciones de los 154 atribuidos al inglés, aunque advierte que en rigor son 151, bien contados por su estructura clásica. Por otra parte, denuncia haber consultado varias traducciones, aunque especialmente la de Fátima Aguad y Pablo Mañé Garzón, publicada por primera vez en 1975.

Hasta que caí en uno complicado: el 135. Y eso nos devuelve por un momento al asunto de las repeticiones en poesía que venía diciendo.

Como se verá más abajo en el facsímil de la primera edición de 1609, en este soneto Shakespeare repite 13 veces la palabra Will, y lo pongo en mayúsculas porque alguna vez esa palabra designa un nombre propio, como que al propio autor así se lo llamaba en sus días.

Todos los traductores tropiezan fiero de una u otra manera aquí. Culpa de Shakespeare, claro. Y de la polisemia del término, como se verá.

Vayamos al original.





Veamos la traducción que publica don Ramón.

Otras tuvieron todo, tú tienes tu «deseo»,       
«deseo» ganador y sobrante «deseo»,       
yo sé que estoy demás, persiguiéndote siempre,       
por ver si tú me añades a tu dulce deseo.       

    ¿No querrás, tú, que tienes, un deseo tan amplio,   
que esta vez mi deseo en el tuyo se esconda?       
¿Te parece el deseo de los demás brillante,       
mientras el mío vive en plena oscuridad?       

    La mar que es sólo agua, aún recoge la lluvia,       
y con tanta abundancia acrecienta su mole;   
así, rica en «deseo» añade a tu «deseo»       
el mío y haz más amplio, tu ya vasto «deseo».       

    Que tu descortesía no mate a tus galanes,       
mete a todos en uno, y en tu «deseo» a mí.

Busqué otra, porque esa me parecía floja para resolver el caso. Fui a la edición de las Obras Completas, de Aguilar. La traducción es, como se sabe, de don Luis Astrana Marín, que traduce en prosa -tímido expediente- lo que está en verso.
Sea el que fuere tu deseo, tú tienes tu Will (voluntad), la Voluntad de ganar y la Voluntad (Will) en demasía; sé demasiado bien que te contrarío, viniendo así a añadirme a tu dulce Voluntad.
¿No quieres tú, cuya Voluntad es vasta y espaciosa, consentir por una vez en que mi Voluntad se oculte en la tuya? ¿Will (la voluntad) ha de ser siempre bien acogido en los otros y nunca mi voluntad se verá honrada con una bella aceptación?
El mar, que es todo agua, recibe, no obstante, la lluvia, que añade a los tesoros de su abundancia; dígnate, pues, tú que eres rica en voluntad (Will), unir a tu voluntad mi Will (voluntad), para devolverte tu Will más vasto aún.
No mates más a los suplicantes con tu cruel belleza. No pienses más que en un solo Will.
Como se ve, tampoco el afamado traductor logró solventar los problemas. Y no sé si no los complicó aún más. No aclare, don Luis, que oscurece...

Busqué entonces ver quién podía dar cerca del clavo siquiera. Ya se sabe que el traductor siempre se ve en figurillas al traducir poesía.

Y fui a dar a una traducción al menos ingeniosa.
Otras tienen quereres, un Will tú has obtenido,
y un Will que perseguir, y otro Will excedente;
más de lo necesario soy quien ha pretendido
que a tu Will dulce añadas lo que soy al presente.
¿Quieres, ya que tu Will es hondo y espacioso,
que mi Will en el tuyo por una vez esconda?
¿Podrá el Will en los otros ser correcto y gracioso,
y mi Will no hallará fulgor que le responda?
El mar, todo de agua, nuevas lluvias recoge,
y en su plena abundancia sus reservas aumenta;
así tú, rica en Will, a tu Will hoy acoge
este Will de mí mismo, que tu Will acrecienta.
No seas con quien te anhela tan descortés, tan vil:
toma a todos en uno, y en el uno este Will.

Es la traducción de William Ospina, que Norma publicó en Bogotá en 2003. Tiene al menos el mérito de haberse animado a alguna métrica (14 y no 11, como el original) y la rima consonante.

Pero como ocurre frecuentemente con esta pieza, Ospina se vio obligado a justificar en nota su decisión al traducir, aportando además una convincente razón que permite un cierto juego al lector, con lo que se volvería así cómplice de Shakespeare, quien presumiblemente se dirige a una dama que no le habría sido muy fiel. De allí el juego, donde la palabra en cuestión puede adquirir sentidos distintos y algunos punzantes y hasta guarros. Y eso, sobre todo, por lo que sabemos de esa última parte de los 154 poemas, dedicados a una mujer de la que casi nada conocemos de cierto, más que lo que en palabras veladas nos dice el propio Shakespeare.

Veamos el texto de la nota de Ospina y que en parte se refiere también al 136, donde aparece, aunque menos, el mismo recurso.

Dados los veinte significados que tiene la palabra Will en el soneto 135, es inútil intentar una equivalencia de ellos en español. Pero ya que, entre tantos sentidos, Will es el nombre del autor y también el del joven que le disputa el amor de su dama, juzgué permisible utilizar la palabra Will como nombre propio, y advertir al lector que ese Will también significa alternativamente deseo, querer, gana, voluntad, falo, vagina, y que es la forma auxiliar del futuro verbal. Tal vez esta versión arbitraria ayude mejor a advertir la riqueza de sentidos y la abundante malicia que el poeta condensó en los sonetos más ingeniosos de toda la serie.
No puedo dar fe, debo decirlo, de que haya la cantidad de 20 significados que dice Ospina para las 13 apariciones del término en el soneto. Le doy un crédito provisional atendiendo a la posibilidad casi manifiesta del doble sentido.

Es un caso curioso, convengamos.

Pero al cabo -Shakespeare que sí o que no- dice lo mismo que estuvimos diciendo. Por más que lo diga en grado extremo y modo bizarro.

Pero es lo mismo. Repetir, se repite con arte.





lunes, 15 de octubre de 2018

Como


un imposible espacio de reflejos
Los espejos., Jorge Luis Borges

Como la tarde que el silencio horada,
como la voz de un pájaro que muere,
como si alguna rosa nunca fuere,
como un tránsito ciego hacia la nada.
Como la noche tinta de presagios,
como el vívido ardor de verse herido,
como el misterio ingrato de haber sido
como sobreviviente de naufragios.
Como un tartamudeo de muchacho.
Como el tropiezo torpe del borracho.
Como pasar por este mundo a tientas,
como una nube hincada de tormentas,
como la altura fría del picacho,
como el tedio de calles polvorientas.



 

Comparaciones (y II)


Es una teoría personal, hay que advertir.

Pero si, pasados los 60, uno no tiene ya algunas teorías personales...

Empecemos por el principio.

Borges, a esa altura, andaba por los 20 y pico. Y otro tanto para Fijman. Uno era de 1899, el otro de 1898. Son casi de la misma edad, ninguno de los dos había cruzado los 30 todavía, cosa que a estos efectos algo importa.

Borges estaba sumergido todavía en aguas ultraístas, como se nota en su poema. Y coqueteaba con cenáculos tanto vanguardistas como clásicos. Era por entonces, sin mayores estridencias, lo que podría llamarse un hombre de derechas. Culturalmente, al menos. 

Fijman, lejano de escuelas y movimientos, ya había comenzado a padecer crisis mentales que, a partir de los años '40 y hasta su muerte en 1970, se harían permanentes.

Borges despuntaba ya con su tono melancólico, que con el tiempo viraría al escepticismo, y con algo de estoicismo erudito. Un alma triste, con una mirada que ya iba encegueciéndose, aunque sus recursos iban puliéndose. Siempre fue un sujeto perspicaz y de buen gusto estético.

Fijman, que se convertiría en católico unos pocos años después, tenía ya una -digámoslo así- pasión mística y mirada religiosa. Un alma contemplativa y celebrante, más allá de sus desequilibrios.

Muy bien.

La palabra clave ahora es el nexo comparativo como que introduce una comparación, claro.

Y la teoría personal de un servidor es que -según mi experiencia- esa estructura denota, cuando menos, cierta juventud en la pluma que la usa en verso, o en la voz que compone.

En 11 versos, Borges la usa 6 veces. Fijman apenas 2 veces en 32 versos. La estadística no define necesariamente. Pero confirma el hecho lírico de que, al sortear las comparaciones, el poeta va directamente a la metáfora, tal como se ve en Fijman. Lo cual supone una concentración mayor, una síntesis más pura, una mirada lírica más aguda y madura, además.

Como (la comparación en general, cualquiera fuere el nexo) es una tentación para el poeta, siempre. Es la puerta a una resolución algo insegura y cómoda, que exige menos, que facilita las cosas. Aparte el hecho de que puede exponer cierta anemia en la mirada inspirada del poeta y en los consecuentes recursos expresivos, que suelen ir juntos aunque no son la misma cosa.

Por otra parte, me veo tentado de decir que el uso de la comparación reiterada muestra cierta pusilanimidad lírica, cierta cobardía poética. Cierta timidez, como adolescente o juvenil.

Más condensada, más sintética, más consistente, la metáfora pura es, casi diré, un acto de valentía lírica. Y supone una mirada más penetrante. Y muestra a la vez cierta madurez compositiva.

Por supuesto. Otra cosa es el uso intencional de la comparación, aun repitiéndola en anáfora, como por ejemplo en este soneto de Enrique Banchs, que ya apareció en estas páginas alguna vez:
Imagen

Somos como la vieja torre cuando
saltan de sus ventanas golondrinas;
somos como la vieja torre cuando
cantan en sus campanas voces finas.

Somos como la cama de un enfermo
cuando alzándose en ella se ve el prado;
somos como la cama de un enfermo
que está viendo una estrella de acostado.

Pues nuestro corazón con ilusiones
como la torre es, que tiene sones,
que tiene golondrinas, pero es vieja.

Pues nuestro corazón siempre en desvelo,
es cual lecho que puede ver el cielo,
pero que lleva a uno que se queja.

Lo que de paso prueba otra madurez lírica: que se pueda repetir una expresión, sin que eso signifique falta de recursos, antes bien lo contrario. Porque, como diría Maritain que dice Aristóteles: en el arte, el artífice sólo tiene permiso para equivocarse adrede.




Comparaciones


A mediados de la década de 1920, Jorge Luis Borges publicó, en el periódico quincenal Martín Fierro, estos versos:
Montevideo

MI corazón resbala por la tarde como el cansancio por la piedad de un declive.
La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
Eres el Buenos Aires que tuvimos, él que en los años se alejó quietamente.
Eres remansada y clara en la tarde como el recuerdo de una lisa amistad.
El cariño brota en tus piedras como un pastito humilde.
Eres festiva y nuestra, como la estrella que duplica un bañado.
Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
Claror de donde la mañana nos llega, sobre la dulce turbiedad de las aguas.
Antes de iluminar mi celosía su bajo sol bienaventura tus quintas.
Ciudad que se oye como un verso.
Calles con luz de patio.
A la vez, en aquellas mismas páginas, Jacobo Fijman publicó este poema de su autoría.
Mediodía
El sol
hace un motín sangriento.
Paisaje apisonado.
Luces malavenidas.
Paladeos chispeantes del arroyo.
Tierras blandas de lluvias perfumadas
donde cavan las luces como perros.
Sosiego
de mediodía.
    Guía de carreteras bifurcadas.
Surcos. Plantíos.
     Distancias.
Todas las heredades interrumpidas,
como en un paradero
definitivo.
Se enclavan en el sosiego los blancos, verdes y malvas
del suave caserío.
     Distiéndese el paisaje
martirizado
de luz.
Una horda de árboles dispara
sus flechas de bramidos
contra el sol, agujero
inconcluso,
desolación iluminada.
     Perspectivas insospechadas
que lamen el horizonte sensualmente.
     El silencio le ha puesto al viento
un candado de horas.
Bocas temblonas
del río.
Señorea la luz del mediodía.

Creo que hay que prestar atención al uso que hacen ambos de la comparación.

Y después vemos.




domingo, 14 de octubre de 2018

De la sabrosa tregua


Así se llama este soneto de Leopoldo Marechal que está en los Sonetos a Sophia.

Cuando, ya sea en la mañana pura,
ya en la temida noche del espanto,
la mujer admirable de mi canto
se adelanta sin velo y atadura.

Descuida el alma su pelea oscura,
las armas rinde, y su fervor es tanto
que se aventura en un dominio santo
donde no tiene llanto la hermosura.

Y si la dueña de mi pensamiento
pone su labio en el oído atento
del alma, entonces su sabroso idioma

conmueve y mueve al que lo va escuchando,
como la voz de la paloma cuando
nos llega enamorada la paloma.

Lo tengo entre dientes hace unos días.

Me parece -siempre me pareció- dantesco. Y no sería de extrañar, siendo soneto de Marechal.

Y no sólo por las referencias a esa mujer admirable de mi canto que se adelanta sin velo y atadura, que suenan a lírica de trovador.

Lo que me lo hace más dantesco es eso de que la dueña de mi pensamiento ponga su labio en el oído atento del alma. Y también aquello de que su sabroso idioma conmueve y mueve al que lo va escuchando, que hasta la cadencia tiene del florentino.

Y si así fuera, ¿qué?

Nada importante. Salvo que Dante hizo un idioma para decir ciertas cosas, más allá de la cuestión de escuelas, el dolcestilnovismo y asuntos así.

Beatrice será siempre el tú de los poetas. Le hablen a Beatrice o no.

Todo tú de los poetas tendrá algo de Beatrice. Para la poesía, toda mujer tendrá algo de ella, sea quien fuere.

Dante le puso un nombre inmortal al tú de los poetas.


No puedo dejar esta página sin decir que
como la voz de la paloma cuando
nos llega enamorada la paloma
son versos de aquellos que ya quisiera uno haber compuesto.





sábado, 13 de octubre de 2018

En Lepanto


Humea todavía la luz del incensario
y en un rincón callado don Juan, en su cabeza,
imagina dragones mientras callado reza
lentamente sus preces, sereno, solitario.
No conoce del monstruo la horrible fortaleza,
se figura torrentes de fuego extraordinario
y mide su coraje en duelo imaginario
y el corazón se inflama de coraje y belleza.
Don Juan mira la mar con garra de templario
y el pomo de su espada aprieta con firmeza.
(Don Juan tiene en los ojos las hojas de un Bestiario
y el brillo que le brota de su sangre y nobleza.)
Don Juan en la cubierta sostiene su rosario.
Don Juan ya va camino de su gloria y grandeza.



Bestiario de don Juan




Descubrí un libro -de esos que llaman raros y curiosos- que no conocía.

Se lo titula como el Bestiario de Don Juan de Austria, pues para él fue compuesto, según parece, por Martín Villaverde, alrededor de 1570.

Hoy está en el monasterio de Santa María de la Vid, en Burgos, y se lo considera una verdadera joya, entre otras cosas porque es el único bestiario que hay en el mundo escrito en lengua de Castilla.

Villaverde, dicen, es el autor de los textos y las ilustraciones, que a los peritos les saben a naïf.

No hay plantas allí sino peces, mamíferos e insectos, algunos de ellos fantásticos, a lo largo de sus 484 páginas.

Dice Villaverde:
Tracé estas líneas para que Vra. Excellencia con pasallas y mirallas descanse un rato de los muchos que en la guerra a trabajado...

Y digo yo que imagino a mi queridísmo don Juan, repasando esas páginas e imaginando lo ancho y lo alto de un mundo real y misterioso, en medio de trajines y aventuras.



No era especialmente apto para la corte, en los peores términos políticos que pueda imaginarse para una corte. Y pienso si el libro en cuestión no le habrá dado verdaderamente momentos de descanso, como quería su autor.

Imagino que apenas unos meses después de tener el libro en sus manos, en 1571, navegando hacia Patras y Corinto, soñando con la gloria de Lepanto y sus batallas, habrá llevado consigo el Bestiario y habrá buscado en los largos días de navegación, seres del mar como los que allí se describen e ilustran.

Y también lo imagino sorteando las infinitas discusiones de los almirantes y capitanes, retirado a un rincón luminoso del castillo de popa, a hojear los dragones y endriagos, sirenas y basiliscos, como un entusiasmado Quijote, planeando darles guerra, nomás en cuanto la ocasión viniere.





 

Recuadro


En una Antología que Espasa-Calpe hizo de los poemas de Braulio Anzoátegui, allá por 1952, hay algunas piezas que merecen un recuadro, según yo. Ya dirá usted.

Junto a la puerta de la aurora

El aire que respiras,
la luz que se hace voz en tu garganta,
la música que miras
y por mirarla canta,
y el cielo que a tu encuentro se adelanta;

El trazo de tu mano
que suspende el crepúsculo de seda
con dedos de manzano,
el viento que se queda
preso en el sueño de la polvareda;

La tarde prometida,
la ausencia fiel y el ala vencedora,
todo lo tengo, Vida,
todo lo tengo; y llora
mi amor junto a la puerta de la aurora.


Canción

De la lejana sombra
tu nombre llega, dulcemente claro,
que el viento calla y el silencio nombra.
La noche del sentido
ya tiene, para el alto desamparo,
tiene su ruiseñor comprometido,
ya canta con el día
su secreto de viaje y bienandanza,
blanca de flores, mi marinería.

Canción, si bien amaste,
dame con la esperanza
la llave del silencio que ganaste.


Y un soneto que sor Juana Inés hubiera dicho que es suyo...

El amor que no quiere amar

Este querer amarte por quererte
y este miedo de amarte sin amarte
y este querer perderte por ganarte
y este querer amarte sin perderte

Y este ganarte sin saber perderte
y este perderte sin saber ganarte,
me dan miedo de amarte por amarte
cuando quisiera no querer quererte.

Este miedo de amarte sin ganarte
y este querer ganarte sin perderte
me obligan a perderte sin amarte:

Porque el miedo de amarte y de perderte
y el miedo de quererte y de ganarte
es el miedo de amarte hasta la muerte.




viernes, 12 de octubre de 2018

Del almirante


(Aire de ronda)

Tres carabelas, digo, tres carabelas
rumbo al poniente, madre,
tres carabelas
a las que lleva el aire, madre del cielo,
viento en popa y las velas,
tres carabelas.

Con el aire en las velas
y el sol delante,
van las tres carabelas
y el almirante.

El almirante, digo, que el almirante
busca tierra al poniente
nueva y fragante;
que el almirante sueña con tierras nuevas
cabe la mar que sueña
el almirante.

Con el aire en las velas
va el almirante
en la Santa María
que va adelante
de la Niña y la Pinta,
tres carabelas.




 

jueves, 11 de octubre de 2018

La alondra


(Aire de Lied)

Pastores de las sierras
azules de lavanda y de tomillo:
¿han oído la tibieza de la alondra?

Cuando canta,
despierta la mañana
y el mar se azula más y más se azula
el cielo.

Hay unos ojos,
en aquellas colinas de Provenza,
que con ella han cantado.





Canciones


I.

Quien no'stuviere en presencia,
no tenga fe en confiança
pues son olvido y mudança
las condiciones d'ausencia.
Quien quisiere ser amado,
trabaje por ser presente,
que cuan presto fuera ausente,
tan presto será olvidado:
y pierda toda esperança
quien no'stuviere en presencia,
pues son olvido y mudança
las condiciones d'ausencia.


II.

Yo callé males sufriendo
y sufrí penas callando,
padescí non mereciendo
y merecí padesciendo
los bienes que non demando:
si ell esfuerço qu'he tenido
para callar y sufrir,
tuviera para decir,
non sintiera mi vivir
los dolores que he sentido.


III.

Con dolorido cuidado,
desgrado, pena y dolor,
parto yo, triste amador
d'amores desamparado,
d'amores, que non d'amor.
Y el coraçón, enemigo
de lo que mi vida quiere,
nin halla vida nin muere
nin queda nin va conmigo;
sin ventura, desdichado,
sin consuelo, sin favor,
parto yo, triste amador,
d'amores desamparado,
d'amores, que non d'amor.

No escribió solamente las famosas Coplas a la muerte de su padre.

Jorge Manrique también compuso canciones como esas tres.





miércoles, 10 de octubre de 2018

A la niña de la Lis


A la memoria de Ignacio B. Anzoátegui
(1978-2018)



Toda un murmullo de Francia,
estáis de cielo y carmín,
toda silencio y distancia.
Muere el jardín de fragancia:
toda magnolia y jazmín
vuestra tímida elegancia.

Niña fragante de Francia.
Niña de la flor de lis.
Niña que estáis en París
y conmigo en la distancia.
Niña de la lis de Francia.

De lis, ay niña de Francia,
vestís aroma de lis
en la límpida elegancia
del aire, blanca fragancia.
Os digo: ¿por qué me herís
con más cielo y más distancia?

Niña de la lis de Francia.
Niña lis de este jardín.
Vuestra elegancia y distancia,
Niña, ya no tienen fin.
Niña fragante de Francia.

Niña de un cielo de lis,
decídme: ¿por qué me herís?



Georgina


Volví a leer en estos días Mitología y Víspera de Georgina. Es un libro -o dos en uno- de Braulio Anzoátegui, que Emecé publicó muy juiciosamente en 1949. Años tenía sin volver a leerlo.

Encontré unas marcas de entonces y me pareció graciosa la coincidencia. Los poemas que había marcado en la Mitología son efectivamente los que más me gustaron ahora.

Hércules

¿Qué ardor de muerte, que empinada pira
piden tus huesos ya para esconderte
de la temida ofensa de la muerte
que el fuego encoge y que la la llama estira?

¿Qué voz de hierro con rumor de lira
movió la flecha que abrasó tu suerte?
¿Qué sorprendida púrpura vencerte
pudo en la soledad de Deyanira?

Azul la carne de la sangre lenta,
la tierra azul, y el ancho panorama
lento de azul y torvo de tormenta.

Púrpura todo; y en el aire claro
un ruiseñor perdido que proclama
el alto cielo de tu desamparo.

Lamentación de Andrómeda

Canción del agua salada,
breve canción comedida
que no sirve para nada,
sino para ser cantada
en las honras de la vida.

Canción del alto velero
que, callando lo que quiere,
quiere del mar marinero
el jazminero de enero
para el agua donde muere.

Canción de sol y diamante,
limpia canción presurosa
que en la rosa del cuadrante
rompe ante el aire distante
el cuadrante de la rosa.

Canción del viento desierto...
No cantes, canción,
que ha muerto
la flor de Ilión.

Queja de Briseida a Patroclo

Ni
sí,
ni no;
ni tú, ni yo.

Ni mi sueño con tu sueño,
ni la boca repetida,
dulce dueño: dulce dueño
de mi vida.

Ni mi mano
con tu mano, ni mi sueño
con tu vida, ni el pequeño
soberano
dulce sueño;

Dulce dueño
de la boca dolorida,
pobre vida sin mi sueño
pobre sueño sin tu vida.

Pobre mano
que dibuja sobre el sueño
el silencio cortesano
de su dueño.

Ni
sí,
ni no;
ni tú, ni yo.

Sola yo: sola contigo
por amigo.


La segunda parte del libro (o el segundo libro) está dedicada a Georgina y es más de la mitad de la obra. Una serie de anotaciones como aforismos o memoria de amante, que incluye algunos pocos versos. Llena de requiebros, se nota allí lo que Aragón decía de él: sabe amonedar pensamientos.

Por ejemplo

La ausencia, nuestra fina profesora de amor.

Te escribo al oído.

Dime cuánto me quieres y te diré cuánto soy.

Y muchas más cosas del género.

Si tengo que elegir, me quedo con tres, breves.

Eres mi embajadora ante ti misma.

Tú me enseñaste a querer; yo te enseñé a ser querida.

Camino del prado,
perdí mi camino
por enamorado.

Por enamorado
seguí tu camino
camino del prado.

Camino del prado,
gané mi camino
por enamorado.


martes, 9 de octubre de 2018

Descontrucción


Fue en 1991, en otro de los simposios que organizaba Patricio Randle en Oikos, el centro de estudios que dirigía. El asunto general era La desconstrucción.

Llevé unas páginas sobre La desinformación.

Lo que me llamó la atención de esos papeles -además de haberlos encontrado- es que centran la mirada sobre la televisión. Es claro: el mundo digital e informático y todas sus aplicaciones y herramientas, apenas tenía extensión por aquel tiempo. Para nada era lo que ahora es, y es la razón por la cual casi no está presente allí. Pero. Es cierto también -algo no menos curioso- que lo que se dice de una cosa, bien se podría aplicar a la otra.

Juzgue el amigo lector, en cualquier caso, que aquí quedan esas páginas.





lunes, 8 de octubre de 2018

Coplitas


Requiebros dicen que son
como caricias al alma
y alivio del corazón.

*   *   *

Mientras la noche es la noche,
no vayas por las espinas.
La noche hiere esperanzas
y, la espina, al que camina.

*   *   *

Qué triste nuestro destino,
no tenernos que encontrar.
Yo no te he visto volver
y no me has visto llegar.

*   *   *

En el tiempo de este mundo
hay que mirar y entender:
de cada dolor que duele
algo se puede aprender.

*   *   *

Cuando el amor ha venido
todas las aves lo nombran:
por la mañana, jilgueros;
por las tardes, las palomas;
por la noche, los zorzales.
Y cada cual en su idioma.

*   *   *

Hay un lugar en la tierra
donde siempre se halla paz:
en el hueco de tu pecho.
No conozco lo demás.