viernes, 29 de abril de 2011

Linhas tortas (IV)

El otoño no ayuda.

Las cosas van como apagándose en una hoguera de borgoñas, amarillos, ocres. Nieblas matutinas que difuminan verdores y, a su vez, hacen más brillante y perlada la opacidad de todas las cosas. Anocheceres más húmedos y ambivalentes, que obligan a terminar el día antes. La misma luz que va muriendo, de camino al solsticio.

Tal vez por eso mismo no sea un mal momento para leer con detenimiento uno de los textos centrales de Castellani sobre las cuestiones de que se trata aquí.

El arte de las párabolas es un apéndice que aparece al final de Doce parábolas cimarronas que, como se sabe, son parábolas que Castellani no trató en Las parábolas de Cristo y que dejó para "hacerlas" literariamente en este otro libro, aparecido en 1960.

Y no se crea, amigo, que falta mucho más. Si acaso, un papel, no mucho más.

Pero.

Lo difícil viene después.

martes, 26 de abril de 2011

(Mientras...)

¿Qué se hace mientras se espera y no se hace nada y nada se puede hacer, porque hay que esperar?

Pues, nada.

Se oye música, si hay cómo, que es una de las formas de oír. La otra posibilidad, tanto o más sonora, y mejor, es el silencio. Claro.

Por ejemplo.

Una especie de canción de cuna -por raro que suene-, Tolige, cantada en un sureño dialecto original por Kelaptari, un conjunto de música floklórica georgiano.



ver

Tolige

Si rek chkimi gurish mangi
Uskanet vamoko rina ma
Memidinu tols sinatlek
Var dzire-ni mu pkimina, nana
Mudga dğasu şerxvadi-ni
Dardi mapu gorçkineli,
Tolige, skani chiri ma
Amdğa, amser tisi pivkrenk,
So şerxvade, so rdzire-ni
Tolige, skani chiri ma
Vou nana,
Vadmarine uskaneti,
Vagabrzuku ma,
Mucho çxomi utzkareti,
Skani chiri ma.
Nana... golvapiro…
Skani chirima
Gichkidasu uskanoba
Vegnmağine, tena vara ma
Skan tolepiş inocinaş
Met ma mutun va moxvaru, nana
Mu re, ukule, golvapiro,
Kotkuana oşinersu
Tolige, skani chiri ma!
Çkim yoropa ucgu xolo,
Ulirsu do goşinersu
Tolige skani chrima
Vou nana,
Vadmarine uskaneti,
Vagabrzuku ma,
Çkimi toligvira boşi,
Skani chiri ma.
Nana… golvapiro...
Skani chirima


Por cierto, fado nunca falta: es como el tango. En este caso, uno que se llama Poetas y que canta Mariza. Y por supuesto que tiene esa cosa que tiene el fado, que si no llora, no es fado…



ver
Poetas

Ai as almas dos poetas
Não as entende ninguém;
São almas de violetas
Que são poetas também.
Andam perdidas na vida,
Como as estrelas no ar;
Sentem o vento gemer
Ouvem as rosas chorar!
Só quem embala no peito
Dores amargas e secretas
É que em noites de luar
Pode entender os poetas
E eu que arrasto amarguras
Que nunca arrastou ninguém
Tenho alma pra sentir
A dos poetas também!


Pero oigo también cantar a la catalana Marina Rosell La barca del temps, un poema del poeta catalán Salvador Espriu para su amigo Bartomeu Roselló, muerto tempranamente.



ver
La barca del temps

Estimat Rosselló,
si podies
venir,
amb la barca del temps,
amb el vent de llevant,
a l' Alguer,
i senties amb mi
com és viu,
i arrelat,
i tan clar,
aquest nostre parlar català de l' Alguer,
com et diu el teu nom
i somriu la ciutat de l' Alguer,
allunyat amic meu
que ara ets als xiprers,
a l' indret on comencen
a obrir el record i el veler
el camí que et va ser sempre car,
el camí de la mar de l' Alguer.


En un rincón, suena Mercedes Sosa cantando con Milton Nascimento Volver a los diecisiete, que fuera de Violeta Parra y cuya versión original es tanto más rústica y sentida, diga lo que mejor le parezca.



De a ratos, se cuela un Paco Ibáñez joven haciendo Mi niña se fue a la mar, versos de Federico García Lorca, con esa poca de gracia áspera que suele tener, lo digo de Ibáñez.



Y está Irlanda -pacífica o belicosa-, siempre la de las guerras y el amor, que tiene parte en el asunto también ella.

Como en esta canción que canta Séan Tyrrel, Lament for the children, también llamada The 12th of July, poema de John Frazier, nacido presbiteriano y muerto católico a mediados del siglo XIX, en Irlanda se entiende, y en el Norte, como se ve por lo del 12 de julio.



ver
Lament for the children / The 12th of July

Come pledge again your heart and your hand
One grasp that never will sever
Our password be our native land
Our motto, love forever
And let the orange lily be
Your badge, my patriot brother
It's the everlasting green for me
And we for one another
Behold how green the gallant stem
On which the flower is blooming
How in one heavenly breeze and beam
Both flower and stem are glowing
The same good soil sustaining both
Makes both united flourish
But cannot give the orange growth
And cease the green to nourish
The more the hand that plucks that flower
Will vainly strive to cherish
In that hour the stem blooms on
The flower, it begins to perish
Regard them then of equal worth
While last their genial weather
The time's at hand when deep in earth
They will both sink together
And though it be in our country's cause
Our party feelings blended
'Til lasting peace from equal laws
On both will have descended
'Til then the orange lily be
Your badge, my patriot brother
It's the everlasting green for me
And we for one another
And we for one another


Al fin, no desmerece tampoco esta otra que dice Sinéad O’Connor, In this heart.



ver
In this heart

In this heart lies for you
A lark born only for you
Who says only to you
My love
My love
My love

I'm waiting for you
For only to adore you
My heart is for you
My love
My love
My love

This is my grief for you
For only the loss of you
The hurting of you
My love
My love
My love

There are rays on the weather
Soon these tears will have cried
All loneliness have died
My love
My love
My love

I will have you with me
In my arms only
For you are only
My love
My love
My love



Y así, mientras, pasa el tiempo, un poco.

Porque el mientras siempre pasa, como es su natura.

lunes, 25 de abril de 2011

Linhas tortas (III)

Lo dicho: hay que mirar y ver, antes de hablar. Y pensar, después. Después de mirar y ver, claro: no después de hablar.

En todo caso, después de hablar hay que callarse. Y después seguir pensando hasta ver lo que se está mirando.

Para no demorar el acopio, van otros dos textos; y falta uno, creería, a lo más, dos.

También los de ahora son de aquella edición primera de Crítica literaria, del ’45, que ya vengo citando.

En uno, comenta un libro de versos de Juan Oscar Ponferrada, Flor Mitológica, aparecido en 1938.

El otro es una especie de carta-respuesta a Tomás de Lara, en la que Castellani opina sobre el Cántico de Jorge Guillén, en la primera versión del poemario del español, que es la de 1928. Como se sabe, éste fue una especie de libro-vivo que Guillén republicó engrosado en 1936, 1945 y finalmente en 1950. El del ’28 tenía 75 poemas; el último, 334.


Está bien. Ahora, dígame, a ver si entiendo antes de seguir: ¿todo esto es sobre poesía, y a causa de la poesía?

No, mire: a causa de y sobre, puede ser. Pero créame que no es sólo de poesía de lo que estoy hablando.

Y Castellani tampoco, hasta donde veo. Y ahí está la cosa, precisamente.

sábado, 23 de abril de 2011

Linhas tortas (II)

No sé si no me voy a meter en un lío: ¿Discutir con Castellani? ¿Y sobre la belleza y la poesía? ¿Sin saber del todo si el asunto no me va a llevar hasta las puertas mismas de todas las cosas? ¿Esjatología y Parusía, incluso?

Mire: discutir, no sé si tanto. Conversar un poco (sufrido leyente: ni poco, ni corto...), eso puede ser.

Y, sí: me voy a meter en un lío, me barrunto.

Dios ayude.

Y no hay remedio: sin textos, no se puede, así que tengo que traer algunos aquí porque a ellos me tendré que referir.

Por lo pronto, el primero que dije: El arte sacro de Víctor Delhez (*). Pero algunos más tendrán que ser, si hay que ser serio... Aunque, no se asuste, cumpa: son bastante breves.

Dudo en ponerle otro título a esta serie. Linhas tortas está de lo más bien -y ésas líneas torcidas, que no sé si alcanzarán a escribir derecho- son las mías, claro, ni falta que hace explicar por qué.

Pero.

Si tuviera que ponerle otro título (a mí mismo me lo llamo así a este asunto que tiene su mayor importancia), lo llamaría ¿De qué lado está Castellani...?

Basta, que cada vez me entierro más.


Y Santas Pascuas.


---------------------------------------
(*) Espero que sirva el sistema primario que elegí para poner los textos a mano. Si no funciona, algún avisado ya tendrá a bien avisar. Para quienes tienen la edición que digo, o la más nueva de Dictio, del '76, con distinto índice respecto de la primera, vayan al papel que siempre es mejor.

miércoles, 20 de abril de 2011

Linhas tortas

Recuerda Leonardo Castellani que dicen los brasileños: Deus escreve direito per linhas tortas.

Y es como la conclusión de un ensayito breve (11 páginas en la edición de 1945 de Crítica Literaria, ediciones Penca). El trabajito está fechado en 1940, y se ocupa de la obra del grabadista belga, muerto en la Argentina en 1985, Víctor Delhez, como que se titula El arte sacro de Víctor Delhez. Es una verdadera clase, magistral al modo de Castellani, acerca de asuntos terriblemente difíciles en torno a la belleza y Dios, con el hombre en el medio.

Hace años que lo leí y tomo como un regalo pascual encontrarlo ¿casualmente? hoy.

Quedé tan impresionado con algunas cosas que allí dice (y con lo que me parece que significan) que querría dedicarle más atención al artículo y hasta transcribirlo, aunque, por corto que resulte en papel, dé largo aquí.

Regalo pascual y todo lo que quiera, creo que tendrá que ser cuando llegue la Pascua y la Resurrección con ella.

Ahora, el tiempo es morado.

Pero, fíjese: hasta para eso viene bien el artículo que digo. Porque en una de esas vueltas en el aire propias de Castellani, el texto termina con una cita de Le soulier de satin, la obra de teatro de Paul Claudel (que alguna vez el propio cura tradujo feamente como La chinela de raso…), ambientada en el siglo XVI.

La cita –traducción de LC- procede del principio de la obra y son las palabras finales de una oración más extensa que allí pronuncia Ignazio de Azevedo, jesuita y mártir, que, con esta oración final, reza, en sus últimos momentos y antes de ser martirizado, por su hermano Don Rodrigo, díscolo protagonista de las aventuras y desventuras de la obra.
Pero, Dios mío, no es fácil escapar de ti.
Y si él no va a ti por donde es claro, que vaya por donde es oscuro.
Y por lo que es directo, que vaya por lo que es indirecto.
Y por lo que hay de simple,
¡que vaya por lo que hay en él de numeroso y laborioso y entreverado!
Y si él desea el mal, que sea aquel mal que está condicionado al Bien.
Y el desorden, que sea aquel desorden que implica el temor y el resquebraje de esos muros en su torno que le trancan la vida…
Él ya aprendió el deseo, pero ni sueña todavía qué cosa sea el ser deseado.
¡Haced de él un hombre herido, porque una vez en la vida ha visto el rostro de un ángel…!
Y lo que él tentará decir míseramente en la tierra, allá estoy yo a traducirlo en el cielo.

Y, sí.

Ya querría que alguien rezara así por mí y que, finalmente, con mis propias linhas tortas, Dios escribiese en mí direito.

Y más aun, tal vez, ya en el colmo de la petulancia y de la impertinencia (salvando el último verso, claro, que le pertenece por entero a San Ignacio de Azevedo…), querría aplicar esa oración a alguna que otra persona, a algún Rodrigo que uno bien se sabe, en quien querría verdaderamente que Dios escribiese direito con sus propias, oscuras y dolorosas, linhas tortas.

lunes, 18 de abril de 2011

Ex libris (IX)




Getsemaní

Primero, el huerto. Y el amor deshecho;
su voz, serena y recia, suplicante.
Como en la cruz o el lecho del infante:
sin techo, sólo el Cielo como techo.
Getsemaní..., el del amor sangrante,
manantial de su frente y de su pecho.
Del huerto, vivo y en amor quemante,
lo llevan a ser muerto y ser desecho.
(A pura luz y paz lo confortaba
un ángel, a los pies de aquel olivo.)
Su Padre lo miraba, y más lo amaba.
Le decía un secreto, que Él sabía:
con su muerte, la muerte moriría,
y Él quedaría, con su muerte, vivo.

sábado, 16 de abril de 2011

Ex libris (VIII)




Al otro lado

Hace tiempo que andamos y tenemos,
corazón, esa pena que ocultamos.
Hace tiempo que andamos y que andamos.
Y es inútil mirar, porque no vemos.
Hace tiempo que al tiempo le tememos
porque el rastro de amor que tanto amamos
no sabe del reposo que buscamos.
Y luz más alta y otro amor queremos.
Hace tiempo que ya nos entregamos…
(sobreviviendo, corazón, cantamos
para ver si en silencio florecemos…)
¡Ay, estrella sin luz, barca sin remos!
El fin no será el fin mientras no demos
nuestro madero al mar, si naufragamos.



Tarde de la vida

Se dice que en el tiempo se modera la sangre,
se destiñen las horas, como nuestras cabezas,
y se aclaran los ojos, la mirada se angosta
para mirar más lejos, más lento, más seguro.
Es verdad. Son los años… (y manos que tantean
melancólicamente un almohadón sin dueño,
una pipa quemada, el lomo de unos libros,
un cuadro, un alfiler de corbatas raídas…)
Es verdad, son las horas que tan breves se alargan,
sentados como estamos al costado del tiempo,
a la orilla del aire, viendo pasar la historia.
Y se dice que, a veces, el final del combate
inquieta y estremece, nos abate y rebela,
haciendo que olvidemos más allá de la muerte.



Ex libris (VII)




Últimas horas de Aquiles

Lo más alto del día ya pasaba.
Y tú eras el dolor de los mortales que piensan
que valen más que el sol que a todos ilumina.

(Ulises ya se yergue sobre el risco
o sobre la cubierta de brea que parece
la suerte negra del amor secreto
o la perfidia helada, condena de los simples.)

Briseida no es verdad. Patroclo ha muerto.
Es la furia, o el torvo desatino,
que aguijona el dolor de la muralla
y arrastra unos despojos sin penacho.

Lo más alto del día ya pasaba.
Y tu condenación invulnerable
es abrazo sin luz para tu sombra
y lamento sin fin para tu estirpe.

(Néstor cavila, al fin, quieta la lanza.
Y en ese pedestal, que bajo plantas regias
le ha levantado a Agamenón el tiempo,
todo un poder reposa, inconmovido.)

“¡Dolor, dolor!” Silencio, desconsuelo.

El mortal que te mira desde el llano
-lo rodean escudos y cascos sin cabezas-
se amaña con su suerte y espera una venganza
ardida en polvo y furia, como tú la quisiste.


¿Es presunción tu fuerza? No sabemos.

Injusta tu esperanza rebelada,
eso sí. Por eso es que lastima.



Ex libris (VI)



El pan

El pueblo huele a pan. Es noche entera.
El cerro esconde estrellas. Viene el alba
y huele a menta, a pájaro y a sábana,
a rosa en los jardines y a alhucema.
El pueblo duerme un pan cocido apenas.
Huele a araucaria el aire. El cielo aclara
con timidez la sombra demorada
en un rincón del lago. Huele a niebla.
Lejos del pueblo (nunca sabré cuánto),
hay otro aroma. Un pan que me alimenta
está en otro aire lejos de lavanda.
Yo no sé si lo sé. Va el tiempo. En tanto,
el pueblo huele a pan de la mañana.
Y el corazón a noche y a alhucema.



viernes, 15 de abril de 2011

Ex libris (V)




A la Conquista, de Anzoátegui

IBA, in memoriam.


Rodajas de la mar cortó la prora
en su alarde de audaz marinería
hasta alcanzar sonantes y sonoras
reminiscencias de trompetería.
Trompetas en el cielo, algarabía
de una espada festiva y fundadora
que fundó otro poniente y otra aurora
y entre medio una tierra angosta y pía.
Y espadas que en sus cruces dan ardores,
sin más ostentación que la sencilla
proclama de hijosdalgo rezadores.
(Alguien trajo también cristianas viejas
que, en las dulces palabras de Castilla,
cultivaron donaires y consejas…)


Ex libris (IV)



El loco
No fue por la distancia o el rumor de la muerte,
ni el avaro vagido de las cosas perdidas.
Tal vez sus soledades en desiertos sin gloria
le hirieron la sonrisa, le apagaron el alma.
No por espeluznadas y aromáticas voces,
ni furias aturdidas, ni un eco demorado.
Tal vez el brillo huero de un nombre no entendido
le cegó la mirada, lo anegó en el silencio.
Y al fin, bajo una sombra y al peso de los días,
restaurado el recuerdo de la infancia primera,
alejó los fantasmas y una vejez febril.
Y retomó el instante del caballo de escoba
arriando imaginarias flores y matorrales,
sonriendo por el patio redondo de este mundo.


jueves, 14 de abril de 2011

Ex libris (III)



Los alazanes
En el aire que trazan, una línea
dibuja a su galope nubarrones:
nube de polvo rojo es su broncínea
luz de arrebol, que espanta cerrazones.
Ya en su carrera van. Ya nos verdea
un oleaje de trébol y azafranes
que viene alzando el campo en su marea.
Y en un campo mejor, los alazanes.
Crines como oriflamas sobre el cielo;
los belfos resoplando aire crispado,
y ancho ese llano de ojos extendidos.
Los cascos baten sombras, y en su vuelo
trinan un trote limpio, acompasado,
de alazanes de viento, enardecidos.

miércoles, 13 de abril de 2011

Ex libris (II)




Señora
Sentado en la ribera se recogió el sayal.
Hundidos en el agua los pies en balanceo
del preste de La Rioja, Gonzalo de Berceo,
descansan del camino (descansan poco y mal...)
Las manos son callosas y a pulso firme y duro
se aplican a ternuras sobre la Madre Santa
(su prado bien
sençido enamora y encanta,
y arroba y emociona al devoto inseguro).
Casi pierde el Oficio por hallar la preciosa
imagen hecha verso y hecha rezo, también.
Dejó el arroyo claro, camino del convento,
cantando tantas veces como amó a la Gloriosa.

Por eso te pedimos que al preste grave y lento
lo tengas en tus prados, entre gozos. Amén.



Égloga

Ya lejos de la tierra y de su bruma,
yo no sé, Galatea, si supiste
que al empíreo del tiempo te subiste
por fuerza de la sangre de una pluma.
Si a algún amor, Elisa, te rindieras
en vida, nuevamente cortejada
con esa devoción que dio su espada
por ti al siglo y su fama, ¿qué no hicieras?
Y si al prado que vieron confidente
volviesen por un cauce rumoroso,
¿no verían acaso, entre la quieta
espesura del bosque, a mi poeta
ensayando a Salicio, su doliente,
y en lágrimas bañando a Nemoroso?



martes, 12 de abril de 2011

Ex libris

Aparecieron de pronto, cuando buscaba unos papeles de familia.

El día ya había sido bastante bueno. Un almuerzo temprano con mi madre. Un almuerzo de trabajo, diría.

Hablamos de su muerte, esta vez, y de los aprestos de las cosas de su muerte. Solos los dos, en su comedor luminoso y minimalista, signado de recuerdos sutiles pero impregnantes, con un excelente vino como invitado de honor.

Una escena difícil de entender, tal vez; una conversación para otros quizá algo incómoda, si no se tiene la llave que abre esas puertas. Cosas de familia, claro. Todas tienen su tono y sus guiños. Y su estilo, por cierto. En la de mi madre, por ejemplo, esos asuntos de la muerte tienen la naturalidad de los asuntos de la vida; de modo que, cuando se habla de los asuntos de la muerte -de la muerte propia, se entiende-, no se espera, ni se da, ningún gesto que le permita adivinar a un foráneo de qué se está hablando con esa tan animada, cordial y simpática concentración.

El tramo impagable fue cuando, con el poco aire que la risa le dejaba, leyó durante cinco minutos los detalles de los servicios del sepelio que sus seguros de vida le ofrecían. Si ya no hubiese escrito Los seres queridos, Evelyn Waugh habría querido incorporar la escena.

* * *

Cuando llegué a casa, tuve que ponerle ganas a los papeles que -secuela del almuerzo de trabajo- había que recolectar y ordenar, cosa que -no importa el motivo o asunto que obligue...- siempre es tarea aburrida.

Hasta que aparecieron.

Entre los varios carpetones, dos. Ambos con escritos de hace muchas décadas. Creo que llevan allí, sin que vuelva a ellos, el mismo tiempo.

Tienen un sabor extraño. No sabía que todavía existían. Muchos de ellos tienen la gracia inmóvil y expectante de haber quedado escritos en trozos de papel de ocasión: media hoja de un cuaderno de apuntes, el dorso de un formulario, la servilleta de un bar, márgenes de un programa de concierto, trazas de una agenda.

Ahora me parece, a lo que veo, que les llegó la hora de hacerse notar en esta bitácora. Porque, por antiguos que hayan sido hasta hoy, de pronto han desempolvado la ciudadanía que tuvieron hace tantos años. Casi todos los que la mirada vio, y quiso volver a ver ahora, tienen el aire de un tiempo que es tan mío como el presente. Pero que ya no es presente, y se les nota -a algunos más que a otros- en sus gestos, en su dicción, en el registro fresco de la voz. En fin, en los años que tienen y que son muchos menos que los que tengo.

De esta guisa, y como el que avisa no traiciona, si en tiempos venideros ven el signo que ilustra la presente, sabrán a qué atenerse.

Y para no dejar baldía la mención, y la amenaza, aquí va lo primero de una serie que ya veremos si es posible hacerla yugo leve y carga ligera, cosa que dudo.

Memorandum

Presento una moción: postulo al aire
porque puede ser viento y ser tormenta
y azotar la flamante arboladura
y ser brisa además entre los pétalos.

Y vengo a proponer, como transcurso,
la pausa del barbecho, o bien la siembra,
la eternidad del beso del amante,
o el tiempo del madero hasta la Cruz.

Y, si nadie se opone, yo sugiero
establecer la piedra, el fundamento,
en un puesto elevado y coronado,
restaurando los sitios inmortales.

Si acaso no incomoda, pediría
que agregaran lugar para el guerrero
de rodillas velando un estandarte,
bajo un cielo de estrellas complacido.

Si hay un espacio aún, que la mañana
reverbere de azul, que se alce el bosque
y se inicie al auspicio vespertino
un coro de color entre las flores.

Al fin, por no abusar de quien me atienda,
considero de veras necesario
conceder a los hombres moribundos
la ocasión de elevar un "De Profundis".

No habiendo otras urgencias de momento,
sino las postuladas precedentes,
saludo atentamente.

domingo, 10 de abril de 2011

Quietud

- Está lindo acá, dijo Inés, tranquilo, así, todo quieto, el sol, vientito, los pájaros…, lindo…
Estaba en el jardín, al sol de un día de gloria, de esos tibios del otoño del sur. Domingo. Moroso el día, arrullos de palomas cansinas, aire de ocio, sin apremios más que los de la supervivencia.

Me paré cuando me habló, iba camino a la cueva. La miré fijo unos segundos.
- ¿Está todo quieto? ¿Te sentís quieta?

- ...

Se había apoltronado sobre una cama elástica, circular, como una órbita. El sol de la tarde, que se iba por el cielo al poniente, le llegaba a la cara, pasando entre las hendijas de las ramas del tala, de un laurel y un tilo.

Se incorporó apenas y, durante una eternidad, me miró, expectante.
- Mirá: esta circunferencia de la cama es como si dijera la órbita de la Tierra alrededor del Sol, que sería ese círculo que está en el medio, ¿ves? Hay que recorrer unos 900 millones de kilómetros para dar toda la vuelta. Y si vas a unos 107.000 kilómetros por hora, esa distancia se hace en un año. Que es lo que hacemos.
- ...
- Pero, además, la Tierra gira sobre sí misma y tiene unos 40.000 kilómetros de circunferencia. Los recorremos en un día, a unos 1.700 kilómetros por hora de velocidad, al menos en el Ecuador, a nuestra altura del planeta, acá en el sur del sur, tal vez a unos 1.000 u 800 kilómetros por hora, ¿entendés?
- ...
- Y acá estamos, ¿ves?: viajando por el espacio a 107.000 kilómetros por hora y dando vueltas como un trompo, a la vez, a unos 1.000 y pico de kilómetros por hora...

- ...
Seguía mirándome, los ojos muy abiertos, como tratando de sentir el vértigo que estaba imaginando.
- ¿Te sentís quieta todavía?
- Ahora no tanto...

Y volvió a apoltronarse. Inés es así, parece indiferente.


Desde siempre tuve esa idea en la cabeza.

Como si dijera el vértigo de esa quietud. Como si, montado a horcajadas sobre el Planeta Azul, viajara cortando el viento, y haciendo caracolear vigorosamente al planeta sobre sus remos traseros, lanzado a la carrera por la órbita terrestre alrededor del Sol.

Una imaginación pueril, me dirá. Puede ser.

Pero le garanto que, de vez en cuando, pone las cosas en otra perspectiva. Palabras como ‘quieto’, sin ir más lejos, de pronto toman otro significado. Casi místico le diría, si no fuera un abuso o una pedantería.

En ese registro, ‘inmóvil’ se vuelve casi un sarcasmo; al menos, seguro, una ironía.

Ya en sentido cósmico, y hasta en sentido histórico, ese movimiento a esa velocidad deja mucha tela para cortar.

Pero haga la prueba de pasar todo eso a términos espirituales, a ver qué le parece que da, qué le parece que podría decir el dato, en términos simbólicos, claro, aunque no sólo ni tanto.

Y después me cuenta.

viernes, 8 de abril de 2011

Tarde de truenos



El cielo escaso, el aire, esta primera
anunciación del rayo, este profundo
y ronco resplandor que azota el mundo,
y el agua vuelta en luz que reverbera.
La sombra de esa nube sobre el campo,
el viento en los ramajes, los sutiles
aromas y sonidos que de a miles
resabian y coronan este lampo.
La tarde sola y brava y gris, y el día
que ruge su silencio, la tormenta
que abrasa la mirada y la oscurece.
El fuego en humo, el frío, una violenta
resurrección que estalla y la alegría
de una llama que aquieta mientras crece.

martes, 5 de abril de 2011

French potatoes (II)

Me parece que no hay remedio para eso: entonces, ¿a qué afligirse?

A veces, todo el asunto aparece con una cuota módica de heroicidad cínica, como ésa de las películas al uso en las que, el antihéroe necesario para la trama, le escupe entre dientes al que le pide ayuda: “No es mi guerra…”

Pasa algo así, por ejemplo, cuando se acumulan asuntos, temas, cuestiones disputadas.

Y guerras.

Y uno tiene que ver (¿sí? ¿tiene? ¿qué quiere decir exactamente que uno tiene…?) si habrá de ocuparse o no.

Parece que se dice en este caso que uno tiene que ocuparse, pero más que nada creo que se dice que hay que mostrar que uno se ocupa, claro. Porque si uno se ocupa y no se nota, no hay nada que discutir; o en todo caso, hay otra cosa que discutir que no es eso.

Y allí aparece entonces la cuestión aquella de si es mi guerra o no es mi guerra.

Hay algunas cosas ciertas a estos respectos.

Por ejemplo.

Soy humano (argentino, católico y un etcétera a su placer…), entonces nada de lo humano (argentino, católico y un etcétera a su placer…) me es ajeno.

Es verdad: estar en este mundo sublunar obliga a mirar de tanto en tanto en 360°, si acaso no obliga de algún modo a mirar así todo el tiempo; pero eso es lo que más o menos de un modo u otro uno hace, sin que se lo digan y hasta donde alcanzo a ver, como dicen los franceses, ce n'est pas la mer à boire, esto es: no mata a nadie.

Otra cosa cierta es que los modos son los modos. Y no da igual un modo que otro modo.

Porque tengo por cierto que quien dijo (también en francés) que c'est le ton qui fait la musique, dijo bien. A veces, la cuestión es ocuparse o no de algo. Pero siempre –y como es el tono el que hace la música…- la cuestión es la forma en que uno se ocupa –o no se ocupa- de algo.

Es claro que con los mismos temas y las mismas palabras –o silencios- se puede hacer el cielo o el infierno. Y no es tanto que pueda hacerse uno para uno mismo el cielo o el infierno, sino que puede hacérselo a los demás, que no es lo mismo y es peor.

De allí que hace tiempo pienso si uno tiene que ocuparse de todo o de tantas cosas, y escribir sobre todo y tantas cosas, nada más que porque soy humano (argentino, católico y un etcétera a su placer…), y entonces nada de lo humano (argentino, católico y un etcétera a su placer…) debe resultarme ajeno.

Aunque es verdad, como ya se dijo pero conviene repetir, que una cosa es que me resulte ajeno y muy otra es que escriba sobre ello, porque bien puede pasar, y pasa, que no de todo lo que ocupa y preocupa anda uno escribiendo cosas. Y más todavía: ocuparse o no, y decir algo o no, pero sobre todo de qué modo, con qué maneras, que a estas altura ya deviene asunto central y raigal. Y tan central como el por qué y el para qué de una cosa u otra, que la final es la primera de las causas.

Y así es que a veces me pregunto, con don Odón de Rigaud, si en esta cuestión podría aplicarse su apotegma de que entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem (*), siendo que, si hay tantos que se ocupan de tanto, poniendo tanto ente en existencia, ¿a qué multiplicar los entes? En este caso, se entiende, los entes son las palabras que se agregan a las palabras que tantos dicen sobre tantas cosas, claro.

Claro.

Si no fuera que.

Si no fuera que hay que ser cuidadoso asaz y atender a eso de praeter necessitatem, pequeña cláusula modal, y en realidad causal, que es precisamente el tono de esta música.

Entonces la cuestión no termina tan rápido ni tan fácil.



-----------------------------------

(*) Los entes no han de multiplicarse, salvo necesidad (o más allá de lo necesario).

French potatoes

Hay una expresión gala: boire à tire larigot. Al menos así se la encuentra usada habitualmente, aunque no siempre se refiere a beber (boire). Ese à tire larigot quiere decir, simplemente, mucho. Hacer algo à tire larigot quiere decir hacerlo en gran forma, a toda orquesta.

No se ponen de acuerdo los que cuentan de dónde sale.

Dicen unos que el dicho se refiere a un diminuto instrumento de viento, larigot, especie de flauta a la que hay que sacarle su agudo sonido con sumo esfuerzo y dedicación. Si fuera así, el dicho quiere decir que se bebe (se trata de sacar el líquido de la botella…) con la misma dedicación y empeño con que se intenta sacar el sonido de la flautita.

Otros, en cambio, dicen que la expresión original cambió con los siglos y cuentan otra historia.

Odón de Rigaud (o Rigaut) fue un fraile que llegó a arzobispo de Rouen en el siglo XIII. El caso es que donó o hizo traer a la catedral de la ciudad una campana. Bellísima, pero tan pesada que hacerla sonar era empresa poco menos que imposible. Así las cosas, y advirtiendo que la acción se lubricaba mejor con mosto, Odón traía de su finca, en Beaujolais, ingentes cantidades de vino y lo repartía entre los hombres sonadores; con ello incentivaba a los campaneros que, brindando a troche y moche, parece que hacían sonar mejor la campana. Claro que eso solamente ocurría cuando los hombres habían bebido à tire la Rigaud (en francés, claro, suena igual que à tire larigot), aunque en este caso significaba otra cosa, algo parecida a la anterior versión, pero más simpática: beber de tal modo que pudiera uno arrancarle sonido a la campana terriblemente pesada, al tiempo que se sacaba de la botella todo lo que se podía, esto es: mucho.

Gracioso me parece. Y más me lo parece lo que sigue, por lo paradójico, fíjese lo que son las cosas.

Odón, además de notable franciscano, consejero de san Luis rey, representante francés en el concilio de Lyon, teólogo y más cosas, es conocido por haber acuñado una frase filosófica, pues era filósofo famoso también este discípulo y sucesor de Alejandro de Hales: entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem.

La idea no es enteramente suya, dicen los eruditos y sostienen que ya está en parte contenida en una expresión aristotélica: la naturaleza toma siempre el camino más corto. Parece que algo parecido anduvo por Maimónides y seguro por Juan Duns, el escocés: Pluralitas non est ponenda sine necessitate.

Hasta que llegó al inglés Ockham en la forma de su famosa navaja: Numquam ponenda est pluralitas sine necessitate. Y, de allí en más, ya con la impronta nominalista de fray Guillermo, hizo una notable carrera entre las togas de este mundo, especialmente en el mundo de los señores de este mundo.

En cada uno de ellos, la frase significa cosas distintas, incluso por motivos diferentes. Y no hay por qué meterse con toda la historia de esta cuestión, que tiene su importancia, cómo que no, porque es mucho lo que muchas de las ideas de nuestros últimos 600 años le deben a la concisa frasecita. Pero sí, por lo menos, debo decir que el principio, en sus formulaciones más duras y recientes, se me hace mezquino. Amarrete, diría.

Y que quede así, por ahora, hasta que tenga un poco más de tiempo para decir por qué anda la cabeza por esos caminos, como al descuido, pero no tanto.