miércoles, 20 de julio de 2022

Nostalgia del mal




Bilbo: Tell me again, lad, where are we going?
Frodo: To the harbour, Bilbo. The Elves have accorded you a special honour, a place on the last ship to leave Middle-earth.
Bilbo: Frodo, any chance of seeing that old Ring of mine again? Hmm? The one I gave you.
Frodo: I’m sorry, Uncle. I’m afraid I lost it.
Bilbo: Oh. Pity! I should like to have held it one last time. (*)


Este diálogo está solamente en la tercera película que filmó Peter Jackson sobre El Señor de los Anillos. No está en el libro. 

Hace días que lo tengo en la cabeza y le doy vueltas. Llegué a una primera conclusión: Jackson se metió en un lío y diría que sin querer. Sin querer significa que tocó un asunto que lo excede por completo y que ni siquiera se dio cuenta. 

En el nivel bajo de las sensaciones, es posible que haya querido "cerrar", con algún toque de efecto emotivo, la vida de ambos: Frodo contestando apesadumbrado a una pregunta "inocente" que le trae a la memoria sus mayores dolores y vergüenzas, Bilbo como saboreando en la boca las últimas hebras de un caramelo antiguo. Con la nostalgia de cuando lo probó al principio, con la nostalgia de volver a sentir su gusto primero.

Jackson no es teólogo, claro. Ni siquiera sé si es creyente. Pero es evidente que no pesó el sentido de ese diálogo. Dejo de lado la inconsistencia de la cuestión así planteada, aparte el hecho de haber traslocado algo parecido y llevarlo a un momento completamente distinto, con lo que el sentido cambia radicalmente. Puso a un Bilbo decrépito y senil que con trazas de Alzheimer alumbra de repente la materialidad del asunto, sin nada de la formalidad intrínseca del Anillo. Bilbo que no parece haber sentido nada en sus entrañas cuando el Anillo fue destruido, pese a la trabazón espiritual que el objeto genera con sus portadores. Bilbo que moraba entre los elfos de Rivendel y jamás tuvo noticias de la aventura y la suerte que corrieron su sobrino y su carga. Disparate.

Como dije, algo parecido pero completamente distinto en cuanto al significado ocurre en la novela cuando Frodo, herido en la Cima de los Vientos, pasa el Vado del Bruinen y es llevado a curarse a Rivendel. Allí se encontrará con Bilbo antes del Concilio de Elrond y, en un aparte, efectivamente, Bilbo querrá ver otra vez el Anillo. Pese a su estancia en aquel bosque mágico y bendecido, a Bilbo le queda todavía el apetito que fogonea el propio Anillo. Frodo, dolido, ve a un Bilbo tal como es cuando la codicia lo transfigura y se aparta de él. Bilbo pide perdón y no se vuelve a hablar del asunto. Pero entonces no había ocurrido nada de lo que ocurrió después. Tampoco habían pasado los 20 años que pasaron hasta que Bilbo y Frodo vuelven a encontrarse de camino a los Puertos Grises. El pasticcio de Jackson hizo el resto, juntando dos momentos distintos y poniendo donde no debería el apetito de un Bilbo inverosímil a esa altura de la historia.

La falta de densidad de ese pasaje sentimental del film puede ser que venga de la traducción cinematográfica (y su necesidad de espectáculo) de un texto que tiene otra gravedad. Y otro sentido. No es la primera ni la última falla de Jackson. Pero ni él ni sus fallos son lo que me interesa ahora. Porque el asunto que deja planteado (como si hablara una burra del Antiguo Testamento) es interesante. Al menos para un servidor.

De modo que hablo respecto de lo que presenta con líneas torcidas el señor Jackson y sus guionistas. Y no tengo un nombre mejor que el del título: la nostalgia del mal.

Porque creo que de eso trata la cuestión. En cierto sentido, en el pasaje, Frodo dice algo verdadero y que, en buena medida, es la causa de su gesto sombrío: 

I’m afraid I lost it. 

Lo "perdió", efectivamente. No lo arrojó a la Grieta, no lo soltó por propia voluntad. Lo perdió, le fue arrancado, apartado. Y fue a manos de Gollum, que así cumplió el papel más importante que le fue asignado en esta historia, perdiéndose él mismo con la Carga, y agrisando de ese modo el corazón de Frodo, que deberá curarse (no en este mundo) de esa herida, la más honda que lleva.

Pero eso no es lo más serio. Porque está Bilbo.

¿Lo perdiste? ¡Qué pena! Me habría gustado haberlo tenido en mi mano por última vez.

¿Qué cosa, Bilbo? ¿El Anillo? ¿El Único? ¿Ahora? ¿Después de todo lo que pasó por culpa del Anillo? ¿El Anillo que fue forjado para someter a todos y a todo? ¿El que Gandalf te obligó a soltar? ¿El que dejaste en herencia a Frodo y con eso quedó a prueba, expuesto a la terrible prueba que tuvo que soportar y en la que de algún modo fracasó? ¿El que movió ejércitos inmensos de seres inmundos? ¿El que despertó a los perros de una guerra cruel? ¿El que asedió y avasalló Rohan, Gondor y la misma Comarca? ¿El que trasegó cadáveres de hombres y elfos? ¿El que despertó monstruos espantosos y perversos? ¿El que instigó la "muerte" de Gandalf? ¿Ese Anillo? ¿La encarnación misma del poder de la maldad y del Malo?

¿¡Qué pena!? ¿De veras te es una pena que se haya perdido? ¿De veras te habría gustado sostenerlo en tu mano una vez más? ¿Por qué? ¿Para qué?

¿Perdió la memoria al final? ¿No sabe lo que dice? ¿Miente Bilbo? ¿Finge desmemoria y echa un comentario casual, descafeinado, para ocultar una llama que, algo débil y todo, aún lo quema?

¿Eso hace el mal? ¿Deja en el corazón algo de esa nostalgia del mal?

Frodo no la tiene. Ni en la novela ni en Jackson. Hay sí algún rastro de melancolía. Pero, repito: se refiere a él, no al Anillo.

Es verdad, a la vez, y hay que decirlo, que si alguno de los dos hubiera dicho en ese momento final lo que Bilbo dice en la película, ese sería tal vez el propio Bilbo. No hay que olvidar el diálogo que compuso Tolkien para la despedida de Bilbo y Gandalf, en El Hobbit:
¡Entonces las profecías de las viejas canciones se han cumplido de alguna manera! —dijo Bilbo. 
¡Claro! —dijo Gandalf—. ¿Y por qué no tendrían que cumplirse? ¿No dejarás de creer en las profecías sólo porque ayudaste a que se cumplieran? No supondrás, ¿verdad?, que todas tus aventuras y escapadas fueron producto de la mera suerte, para tu beneficio exclusivo. Te considero una gran persona, señor Bolsón, y te aprecio mucho; pero en última instancia ¡eres sólo un simple individuo en un mundo enorme! 
¡Gracias al cielo! —dijo Bilbo riendo, y le pasó el pote de tabaco—
Por cierto que Tolkien no es responsable de lo que inventó Jackson, porque ni lo dijo así, ni aun siquiera lo planteó como el cineasta lo hizo, algo atolondradamente, creo.

Jackson no sabía lo que decía ni lo que hacía.

Pero si él no lo supo, yo sí lo sé.

Insisto: las inconsistencias me vuelven más superficial ese pasaje de la película. Pero no me parece superficial lo que deja como una estela a su paso respecto de la nostalgia del mal.

Por eso hace días que lo tengo en la cabeza y le doy vueltas.

Y me pregunto si el mal efectivamente tendrá esa capacidad de sugestión que haga ver deseable un daño hondo y horrendo. Y que haga ver un mal perdido como un bien perdido. 

Y creo que sí.

Entonces, siendo así, tal vez no solamente Frodo deba irse para curar la herida espiritual que le dejó su empresa heroica y fallida. 

Tal vez también Bilbo (sólo un simple individuo en un mundo enorme), deba irse porque sólo así podrá curarse de la "felicidad" que le dejó la posesión del Anillo.


__________________________________

(*)
Dime de nuevo, muchacho, ¿adónde estamos yendo?
A los Puertos, Bilbo. Los Elfos te han concedido un honor especial: un lugar en el último barco que dejará la Tierra Media.
Frodo, ¿habrá alguna posibilidad de ver otra vez aquel viejo Anillo mío? ¿Hmmm? El que te di...
Lo lamento, Tío. Me temo que lo perdí...
¿Lo perdiste? ¡Qué pena! Me habría gustado haberlo tenido en mi mano por última vez.




viernes, 15 de julio de 2022

Autobiografía



Hablando de su Autobiografía, Chesterton decía algo así como que no sería honorable ser demasiado exacto y preciso con los datos de su propia vida, cuando había sido tan impreciso e inexacto con los datos de aquellos a quienes les había dedicado una biografía.

Bromas aparte, y salvo contadísimas excepciones, no me gustan las autobiografías. Es muy difícil que el autor no sea allí un mentiroso (sutil o brutal), un chismoso o simplemente impúdico. Insisto, salvo contadísimas excepciones en las que esto no se cumple.

También ocurre que, entre otras cosas, en una autobiografía hay habitualmente otras biografías, que no son las del autor sino las de otros a quienes él conoció o trató.

Y hay allí dos asuntos que pueden ser escollos para que la obra valga la pena de ser leída, y que no cualquiera puede solventar honestamente: 1. no decir suficientes verdades sobre uno mismo, y 2. decir demasiadas verdades acerca de quienes hemos conocido o nos han rodeado en nuestra vida.

Creo, con todo y eso, que podría escribir una, sorteando lo más posible ambos escollos. Pero resulta que lo más posible nunca es posible, porque, de ser así, el libro debería quedar bastante flaco.

Y por eso no voy a escribir ninguna autobiografía.

Chesterton escribió la suya, aunque el libro vio la luz un poco después de que hubiera muerto, de modo que, a cualquier efecto, no había a quien patalearle, si hubiera sido el caso. Y no hubiera sido el caso porque su caridad y amabilidad limaron asperezas aunque haya dicho verdades sobre quienes habló, contando su propia vida de él.

Ahora bien.

Si a pesar de mi propósito firme de no hacerlo jamás, alguna vez escribiera semejante obra (de bastante poco interés, salvo para un servidor y eso por algunas pocas líneas...), sólo autorizaría su publicación recién cuando ya no estuvieran en este valle todas las personas que haya mencionado en esas páginas.

Porque sería injusto que se encontraran allí con algunas verdades sobre ellas mismas y no tuvieran oportunidad de enojarse con el autor. O de darle la razón, algo igualmente penoso para la mayoría de las gentes, hasta donde mis años me informan.



lunes, 11 de julio de 2022

Carta sobre la tradición




En julio de 2001 (tiempos difíciles y felices, todo a la vez...), escribí el texto que dejaré más abajo.

Pasaron 21 años que, en términos de la historia de los hombres, es apenas un segundo. Y publicarla ahora, otra vez, de alguna manera me sorprende, porque hoy volvería a escribirla sin quitarle una iota, como que en nada la he modificado.

Y digo otra vez porque circuló suelta hasta 2006, año en que se publicó en el primer número de la revista Bueyes perdidos; más tarde, integró el tercer Cuaderno de ens, El Reino, una colección de ensayos (no todos publicados en la bitácora), sobre teología de la historia, escatología y asuntos del género.

Hace unos días, alguien me recordó esa Carta, porque alguien se la estuvo mentando, y de allí que volvió a aparecer.

sábado, 9 de julio de 2022

i.

 



Este libro, i., es una miscelánea de versos. Hay allí 10 sonetos, que fueron apareciendo en esta bitácora, y 14 coplas, que fueron apareciendo en otra parte, también digital. 

Se compusieron entre junio y julio de 2022 y se editaron en este último mes y año.




viernes, 8 de julio de 2022

Verdad de una mujer

 

Eres toda verdad. Verdad entera.
No hay falsedad en ti y nada es mentira.
Tu mirada es verdad cuando me mira.
Y tu palabra es siempre verdadera.
Es verdad tu suspiro si suspira.
No hay caricia que en ti no sea sincera.
Ni un beso falso me besó siquiera.
Sólo lo que es tu corazón respira.
Tu silencio es el aire verdadero.
Y si cantas, es música, no más.   
Y no hay partes de ti, todo es entero.
Nada quitas de todo lo que das.
Sé que estarás si dices: yo te espero,
y me querrás si dices: yo te quiero



miércoles, 6 de julio de 2022

Esperanza de una mujer


¿Quién te podrá quitar esa sonrisa?
¿Qué noche? ¿Qué tormenta? ¿Qué desierto?
¿Qué soledad de mí y a campo abierto?
¿Qué pena fantasmal, gris, imprecisa?
¿Qué lágrima de sal? ¿Qué llanto incierto?
¿Qué angostura? ¿Qué riesgo? ¿Qué cornisa?
¿Qué furia en vendaval que el cielo avisa?
¿Qué naufragio de sol? ¿Qué mar sin puerto?
Nada, mujer, a ti nada te alcanza.
Es tan honda tu altura y tan segura
que no hay raíz que en ti no haya crecido,
como crece en tus centros la esperanza,
que vuelve más hermosa tu hermosura,
y que por ti en amor he conocido.



martes, 5 de julio de 2022

Canción de una mujer


Tu voz entibia inviernos y me llama;
tu voz pastora de mi amor adentro,
en el árido campo de mi centro;
tu voz zorzal en tímida retama. 
Tu voz canción, melódico epicentro
del corazón que entona y que en su llama
es bálsamo que quema, canta y ama,
y hace feliz en música el encuentro.
Así, con tu canción, me conquistaste:
ejército que vence en la llanura
fresca y sutil que traza tu figura.
Así, con tu canción, me conquistaste
y soy tu prisionero y me he rendido
al sonido, mujer, de tu sonido.



 

domingo, 3 de julio de 2022

Amor de una mujer


Ya ves. Esto es amar. Habernos visto
esperar que la tarde se encendiera
en rojos otoñales; que dijera
que por tus ojos ahora sé que existo;
que la torcaza en su rumor supiera
que su aleteo trae el imprevisto
amor; que con nombrarte, reconquisto
mi nombre y tu alegría verdadera.
Esto es amar, mujer, pequeñas cosas,
mano en la mano, azul sin estridencias,
no saber que existías, ser conmigo,
domarme con sonrisas misteriosas
y oír tu amor rugir cuando silencias
tan suavemente el beso que persigo.  


 

Silencio de una mujer


Ya tengo por delante mi camino.
No miro atrás. Si miro, no podría
dar otro paso más. Me volvería
y cambiaría el tiempo y el destino.
En el aire, tu viento campesino
esparce invierno gris. Y tu alegría
va germinando por la tierra fría.
Y es un futuro azul, un mar de lino.
Va a mi lado el silencio que dejaste
y que llevo conmigo hasta que vuelva
y otra vez la distancia se disuelva
y me envuelva la voz con que nombraste
el nombre nuevo, que el silencio guarda,
milagro azul en esta tierra parda.



 

sábado, 2 de julio de 2022

Tiempo de una mujer


Este día, mujer, y en cada hora,
eres cada minuto. El tiempo mismo
se horada si no estás, el tiempo mismo
se vacía y me opaca y me devora.
Sin ti, un segundo fragua un espejismo
que finge tu figura y me enamora
y simula tu voz conquistadora.
Y sólo es un fantasma en un abismo.
Abrazo el tiempo ahora, en tu presencia,
y aroma a eternidad sin sucesión:
es puro instante puro interminable.
No es duración el tiempo, es existencia
feliz y atemporal, amor en don,
inefable infinito deleitable.