lunes, 16 de agosto de 2004

Me acicatea un lector. Y veo que no puede quedar así como así aquello de Mitre sobre que:

"Mejor es reconciliar los antagonismos por el amor y por la necesidad de vivir juntos y unidos, que hacer fermentar los odios..."
con lo que amonestaba a José Hernández por el Martín Fierro, en 1879.

Y cómo no: Juntos y unidos, reconciliar antagonismos por el amor...

El problema es que Mitre nunca hizo otra cosa sino lo contrario de lo que dice: las matanzas de caudillos, la cruel "guerra de policía" contra el gauchaje, la intervención en la Banda Oriental, la infame Guerra del Paraguay. Solo, con sus partidarios o usando de las traiciones y venalidades de otros, como las del propio Justo de Urquiza.

Convengamos en que Hernández no era un gran político, y, hasta donde conocemos su obra literaria y periodística, nada en ella tiene siquiera parecido con la calidad del Martín Fierro, especialmente en la Primera Parte, la de 1872.

Fue escrita en pleno triunfo del mitrismo, tras diez años terribles después de la batalla de Pavón, donde Buenos Aires y el porteñismo se alzan con el poder que buscaban. Y allí sale a la luz el poema como un fuerte alegato.

Y como respuesta literaria de lo que queda de los federales a las acciones de los unitarios y liberales, encabezados por el mismo Mitre y con Sarmiento como ariete (aunque, a juzgar por sus artículos y escritos de los dos últimos dos años de su vida, a partir de 1886, Sarmiento no se ufanaba, antes bien se lamentaba, del triunfo liberal).


"Mejor que entenderse con el animal de Peñaloza es voltearlo, aunque cueste un poco más. Aprovechemos la oportunidad de los caudillos que quieren suicidarse, para ayudarlos a bien morir..." (Carta de Bartolomé Mitre a Marcos Paz, el 10 de enero de 1862)
"He aplaudido la medida (del asesinato de Peñaloza), precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro, y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían inquietado en seis meses". (Carta de Domingo F. Sarmiento a Bartomolé Mitre, del 18 de noviembre de 1863)
"El candidato es el Partido Liberal... Eliminando candidaturas del calibre de la de Urquiza, es como yo entiendo que puede y debe hacerse una elección libre". (Bartolomé Mitre en su Carta de Tuyú Cué, del 28 de noviembre de 1867)
"Necesito ir a las provincias, usted sabe mi doctrina. Los candidatos están hechos de antemano... No trate de economizar sangre de gauchos. Éste es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de humano..." (Carta de Sarmiento a Mitre, del 20 de septiembre de 1861)

Todo un programa de reconciliación y unidad.

En realidad, muy buena parte de todo esto pendía de la prédica de Juan Bautista Alberdi.


"Necesitamos cambiar nuestras gentes incapaces de libertad por otras gentes más hábiles para ella. Con tres millones de indígenas, cristianos y católicos, no realizaréis la República, ciertamente. No la realizaréis tampoco con cuatro millones de Españoles peninsulares, porque el Español puro es incapaz de realizarla, allá o acá. Si hemos de componer nuestra población para nuestro sistema de gobierno, si ha de sernos posible hacer la población para el sistema proclamado que el sistema para la población, es necesario fomentar en nuestro suelo la población anglosajona. Ella está identificada al vapor, al comercio y a la libertad, y nos será imposible radicar estas cosas entre nosotros sin la cooperación activa de esta raza de progreso y civilización. Esta necesidad es anterior a todas y base de todas. La América del Sud posee un ejército a este fin, y es el encanto que sus hermosas y amables mujeres recibieron del cielo andaluz, mejorado por el cielo espléndido del Nuevo Mundo. Removed los impedimentos inmorales que hacen estéril el poder del bello americano, y tendréis realizado el cambio de nuestra raza. Crucemos con ella (con la raza anglosajona) nuestro pueblo oriental y poético de origen: le daremos la aptitud del progreso y de la libertad práctica". (Las Bases, capítulo XXX)

Lo cierto es que Hernández, a partir del segundo Martín Fierro, el de 1879, se echa atrás, algunos dicen que porque entró a la masonería. Se reconcilia con Sarmiento -quien le ofrece algunos cargos- y con Mitre, a quienes prodiga elogios. Hay quienes creen que la acción constante del poder del mitrismo, y después de Julio Argentino Roca, fue la causa que minó las resistencias.
Otros, en cambio, tal vez más atentos a los escritos del propio Hernández, sostienen que los federales se cansaron de pelear.

Martín Fierro quedó, sin embargo.

Tal y como se lo lee. De lo demás, pocos o casi nadie se acuerda. Aunque en estas cuestiones no andemos hoy muy distinto a lo que entonces, bien que más decadentes.

Pero, en materia de signos (aunque todavía gobiernan Mitre, Sarmiento, Roca y Alberdi), y con todo y eso, yo no sé, pero no debería de causarles gracia a los liberales que, por ejemplo, a cada rubio anglosajón de visita por el país se le regale un ejemplar del poema, como recuerdo de lo que es la Argentina.