jueves, 30 de septiembre de 2010

Canción de silencio

En la cordillera, tuve algo de tiempo para unas charlas que se me hicieron de lo más sabrosas. Muchas fueron a propósito de viejos asuntos urgentes. Como el de la belleza, por ejemplo.

También se coló Leonardo Castellani en las pláticas y cosas de decir que hubo en esos días. Hubo que levantar una vez más la bandera de su poesía maltrecha, pese al diktat del insigne tucumano que, estoy seguro, me amonestaba cordialmente desde el cielo de los poetas, negándole la entrada en verso..., porque en prosa dice el tucumano que es buen poeta.

Ya en la pampa, me quedé repasando algunas páginas del buen cura, para hacerle toda la justicia perfecta que un mortal podría hacer. Volví a leer su poesía y otras líneas.

¡Qué cosa difícil es! ¡Cómo no se deja enlazar el hombre! Uno quiere hacer el bien y él dale que sí y dale que no, y se resiste y contradice y, al fin, lo que es más desalentador, parece empeñado en darle la razón al insigne...

Pero me pasó que encontré unos versos que había olvidado por completo.

Hace varios años, conseguí la segunda edición de Las muertes del Padre Metri. Es de 1942 la primera y se llamaba Las 9 muertes del Padre Metri. Ésta que tengo entre manos es la de 1952 (hay una tercera de 1978) y tiene una cantidad de agregados. Calculo, por los tópicos de algunos textos, que volcó allí lo que destiló en los años que van de la primera a la segunda y que son los más duros de su vida. En poemas agregados, por caso.

Allí estaban entonces estas décimas.

ver

Canción de silencio (*)

Mi mal tomó condición
de desesperado asedio:
si lo callo, no hay remedio;
si lo cuento, no hay perdón.
A callar, pues, corazón,
y que la fe lo digiera,
pues la pena echada fuera
se pudre, y echada al centro,
limpia el corazón adentro
como una fiera salmuera.

Sé generoso de todo,
menos del propio dolor;
Déso hay que ser guardador
y avaro en supremo modo.
Movido, se vuelve lodo;
quieto, se vuelve argentino.
Es tu tesoro divino,
que nadie puede robar,
pues cuando está quieto el mar,
lo visten de azul marino.

Te has quejado demasiado
y a muchos; y tu castigo
ha sido el tedioso amigo
y el consolador frustrado.
¡Ay, tengo sed!... y te han dado
vinagre, y jamás dan más.
El vino sólo obtendrás
de Dios, cuando Dios te encuentre
solo, y digiera tu vientre
las dos onzas de aguarrás.

Antes de ser aceptada,
la muerte es muerte, después
no sé lo que pasa; no es
ya muerte, es vida pasada.
Todo lo pasado es nada;
la sangre es nuevo bautismo.
Si te parece un abismo
tu mal, no lo dejes que hable:
del dolor, lo insoportable
es lo que pone uno mismo.

Dolor que ya reverencio,
envuélveme como una
tumba que fuera una cuna
en sudario de silencio.
Que me valga San Crescencio,
santo de mi natalicio.
Yo ordenaré mi estropicio
como un buen rompecabezas:
he visto brotar cerezas
de un montón de desperdicio.

Y si tienes que dejar
l’última esperanza a un lado,
es fácil morir callado
cuando es inútil hablar…
Es más fácil expresar
el sér en un comedido
gesto de león herido
que se tumba con desdén,
que andar a explicarse a quien
nos odia y nos ha perdido.


Y claro: lo de siempre.

Hay momentos difíciles de salvar y otros condensados y felices que, admito, no son ni todos ni la mayoría. Pero suele ser que cubren la nube de sus faltas líricas la potencia de lo que dice y el acierto de síntesis, urdido más allá de la técnica, por cierto.

Si fuera que Dios le diera más acierto en la herramienta...



_______________
(*) En la edición de 1978, el título es Canción del silencio. Si fue él quien lo cambió, no hizo bien, me parece: es mejor el viejo.

Actualizo la entrada porque, siempre atento y de memoria envidiable, Hernán me apunta que con el nombre algo mejor de Las décimas del silencio, la canción está en El Libro de las oraciones, página 393. Es cierto que para entonces, Castellani le había cambiado el final y no creo que para mejor:

Y si tienes que dejar
la última esperanza a un lado
es fácil morir callado
cuando es inútil hablar…
Es más fácil expresar
su ser en un comedido
gesto de león herido
que se tumba con desdén
que andar y explicarse a quien
nos odia y nos ha... fundido.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

No más, nomás

...tejedor de humo, desde mi niñez…

Adán Buenosayres, V, III



No más, nomás le dice Adán un día
al alma que ha tejido al literato
que teje penas, trama la alegría
con hebras de palabras, insensato.
No más, nomás repite y le porfía
Adán al alma que llamó a recato.
Y deja todo y busca en otra vía
un Guía sin doblez y sin ornato.
No más alivio falso a falsa pena.
No más vida sin vida que fenece.
No más el corazón en lo que falla.
No más, nomás suspira y se serena.
No más, nomás lo piensa y amanece.
No más, nomás lo dice y todo calla.


lunes, 27 de septiembre de 2010

Futuro perfecto (XII)

Andando por la provincia de Buenos Aires, en aquel invierno, recuerdo bien haber oído una milonga de Omar Moreno Palacios, que sonaba sin sonar.

Futuro perfecto (XI)

Hablaba por aquella época de un disco que habían grabado en una presentación de Atahualpa Yupanqui.

Y de la glosa a La Humilde, chacarera de Cachilo Díaz, glosa que vale lo que la música, diría.



Y de las zambas del viento que menta allí Yupanqui, porque no se les conoce el autor o son demasiados. Como ésta.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Futuro perfecto (X)

No es la versión que cité, y ahora se me figura que hace milenios. Pero se le parece mucho.



Es bastante vieja, por lo que vi. Tal vez la cante aquí Bobby Clancy, joven, claro.

Es verdad que, quien haya sido el intérprete, no dijo al final I rest..., como en aquella versión decía el Chieftain.

Pero no le hace.

Si vamos al caso, ¿quién podría decirlo así como así, hoy por hoy?


¿I rest...?

No, mi amigo: no se haga ilusiones.

Eso será cuando sea, que no es ahora.

Nada de la última copa: cuando sea la del estribo, ya se dará cuenta.

Y yo también.

Nada termina antes de que termine, se lo garanto.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Futuro perfecto (IX)

Conviene oír a la Bartoli, en aquella joya de Antonio Vivaldi, que mencioné alguna vez.



Había más cosas allí y en otros lugares de esta bitácora sobre ella, tal vez las encuentre y pueda traerlas, porque son de las que uno quiere conservar. Cosas del futuro perfecto, con suerte.

Algunas, veo, ya no están a la mano. O desaparecieron de la cueva o tal vez las he perdido o prestado, sin acordarme ahora a quién, algo habitual (de ida y de vuelta, no se crea...)

Ahora, mientras con una mano preparo unos papeles para llevar a la cordillera y con otra termino de corregir unos trabajuchos de clases, con la otra revuelvo cajas de discos y archivos y con la otra le sigo el rastro a un ensayo de C. S. Lewis. Porque en algún lugar le he oído decir algo acerca del efecto lacerante y desgastante para el espíritu de la repetición y de la posibilidad de la repetición mecánica. Y hablaba también de la música.

Pero, aunque pudiera tener cuatro manos, apenas tiene uno media cabeza. Y no se puede todo.

Hay millaje por delante para pensar en eso.

Futuro Perfecto (VIII)

Como digo, de todo se puede elegir algo.

De la cosecha 1956, por ejemplo.

Esta Última curda vale porque viene con Piazzola incorporado.




Pero, si es un sermón de vino..., tiene que ser ésta.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Futuro perfecto (VII)

No, señor: no es a todo o nada.

Si no puede ser todo, al menos, y por ahora, vale la pena una parte.

Y la que más me guste, y como más me guste.

¿Por qué no?


Futuro perfecto (VI)

¡Eso habrían de envidiarle
los otros, si lo supieran!

Y es verdad lo que dice la copla.

Entonces, es cosa de oír.


Futuro perfecto (V)

Acá llega en tropel un contingente hispánico y le doy paso, qué otra cosa se puede hacer.

Son el hijo de Cádiz, Camarón de la Isla, otra vez el gallego Amancio Prada con aquel soneto de Luis López Álvarez y la elegante catalana Marina Rossell.







miércoles, 22 de septiembre de 2010

Futuro perfecto (IV)

Nada es tan perfecto como uno querría.

Por ejemplo.

Para poder oír una buena versión de este tango tan bisogno de Homero Manzi, algo hay que resignar.

Pero creo que, con todo y eso, este tango se canta así, como lo canta ya casi al final de sus días Roberto Goyeneche.

Futuro Perfecto (III)

Es cierto que dije que Gardel y esas guitarras tienen algo que no tienen otros, pero, pasados los años, me cae muy bien la versión de Edmundo Rivero de este tango terrible.



Mauseolo

Discretamente furiosa, se me alzó en armas doña María de Zayas.

Por cierto que uno anda en cosas de aquí para allá, con un pie en el estribo y otro en el aire y sin tiempo para atender la ventanilla de reclamos de proveedores.

Pero una dama es una dama. Así que nada de despacharla así nomás.

Viene entonces y me reprocha con acritud: que ella no escribió eso, que ella escribió mauseolo que sí rima con Apolo, y que era verba usada entonces y que otros además de ella la usaron, y que después de todo es admitida por la Academia, y eso en mis días que no en los suyos, porque la señora Academia es más joven que la señora de Zayas, para que lo vaya usted sabiendo, cosa que ella, la señora de Zayas, tiene a grande honra, pese a ser mujer, tan pintiparada y coqueta como se la ve. Y me dice que me la tome con los eruditos que citan mal las fuentes o con los copistas que copian mal las copias o con quien me diere en gana: mas no con ella. Y me manda que en desagravio copie aquí la misma estrofa y ponga mauseolo en vez de mausoleo, que es como debe ser.

Y, verá usted, con buen talante y firmeza, le he dicho que no, que después de todo debe uno hacerse respetar, qué tanto. Y que si escribió mauseolo y no mausoleo bien está y así se quede, como si dijera que la estrofa suya de ella decía cuando la pergeñó:
Si mi llanto a mi pluma no estorbara
¡oh, Fénix de la Patria!, ¡oh, nuevo Apolo!,
de mi lira te hiciera un mauseolo,
que tu inmortalidad aposentara.
Y le he dicho además sin titubear que si los eruditos copiaron mal, mal está, y que ellos se las arreglen y pidan perdón donde estuvieren ahora, por atender mal su oficio. Y le he dejado claro asaz que en la falla de los copistas y eruditos nada hay que manche su honra lírica, que no está ni estuvo jamás en discusión.

Mientras tanto, y por debajo de un pañuelito primorosamente bordado que había junto a su copa, con un vino de Rioja que ella bebía con una severidad exquisita, le deslicé unas rimas que escribía mientras hablaba, para cuando se le pase el furor, que no fue poco aunque bien disimulado, y que dicen:

No disputes con mujer
que siempre armará jaleo
y tendrás las de perder.

Y menos disputes sólo
por esa voz mausoleo
que dizque fue mauseolo.

Hazla sentir bienvenida
y que no quiera guerrear.
Sólo dile: sí, querida...




Mausolo


Si mi llanto a mi pluma no estorbara
¡oh, Fénix de la Patria!, ¡oh, nuevo Apolo!,
de mi lira te hiciera un mausoleo,
que tu inmortalidad aposentara.

Así vemos que dice -y también en más de una edición (y alguna es edición crítica y erudita)-, el soneto de María de Zayas que puse días atrás.

No seré yo quien vaya a disputarle a esta señora su lira, eso sí que no...

Pero que no rima, no rima; y digan que es licencia, si quieren, pero no digan que es rima.

Salvo que.

Mausoleo es el nombre que por antonomasia se le da a las tumbas y cenotafios. Con el tiempo, viene a ser una de las llamadas siete maravillas del mundo. Y eso por el que está en Halicarnaso, capital del reino de Caria, del cual reino era sátrapa Mausolo, bajo el gobierno del rey persa Artajerjes II, allá por el siglo IV antes de Cristo.

Fue Artimisia, su hermana y esposa (así como se lo digo...), quien por amor a él mandó a construir a su muerte ese monumento funerario que, por el nombre de su inquilino Mausolo, pasó a llamarse, precisamente mausoleo.

Detalles al margen: entonces sí, doña María.

Porque si por mausoleo debería yo entender mausolo, en una sinécdoque abarrocada, rara y extravagante, aunque queda forzadillo el ritmo del endecasílabo, creo que se lo dejo pasar.

Si no, nones.

Usted verá cómo lo resuelve, doña...

Una copla




Y aquí se acaban las coplas,
de la última a la primera.
Coplas que siembra el invierno
y dan flor en primavera.






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martes, 21 de septiembre de 2010

Tres coplas

Pobrecito don maicito,
también tiene su desdicha,
lo llevan para el molino
lo muelen y lo hacen chicha.



Copla popular




No cura penas el vino,
las adormece.
Se duerme machado el hombre.
La pena crece.

* * *

Del sol vienen esos rayos
que nos dan luz y calor;
y de la uva este vino
que me alegra el corazón.

* * *

- Fresca y graciosa esa boca,
como agüita pa’ beber...
- ¡Qué pena me da, mocito...!:
Se va a quedar con la sed...






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Futuro perfecto (II)

Ya estaba la letra de esta historia alpina de la regina y el capitano.

Y, como corresponde a los antiguos usos de esta bitácora, faltaba la música.




Ahora (y mientras la música no falte...) la música no falta.

Dos coplas

Con el número dos nace la pena.

Leopoldo Marechal



Una copla anda pidiendo
que alguien la quiera cantar.
Una copla no hace daño,
si es una copla nomás.

Pero otra copla ha venido
diciendo que es copla buena.
Yo sé que una copla es gozo
y sé que dos se hacen pena.




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Cuatro coplas

Pa' las cuestas arriba
quiero a mi mulo;
que las cuestas abajo...
yo me las subo.



Copla popular



Cuando al mundo llega el hombre
lo saluda con un llanto.
¿Será que este mundo es triste?
¿O no será para tanto?

* * *

Aunque cerrada, la noche
se hace luz al aclarar.
No ha de haber suerte tan negra
que no se llegue a blanquear.

* * *

Pa' cuando llega el verano
el piquillín ya está oscuro,
y por más que tenga espinas
está sabroso y maduro.

* * *

Hay que ser como aceituna
cuando llega el sufrimiento:
se machuca por afuera
y lo duro sigue adentro.





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Futuro perfecto

Me va pareciendo que, como siga encontrándome con huecos en la bitácora, más tarde o más temprano va a quedar tersa.

Lo menos simpático de este asunto, diría yo, es que mire las fechas y, de buenas a primeras, caiga en la cuenta de cuánto tiempo hace ya que anda uno fatigando a los lectores pacientes con esto y aquello.

En este caso de ahora, dejé aquí no hace mucho la música que Amancio Prada le había puesto a unos versos del segrer gallego Bernal de Bonaval.

Pero resulta que, en el descuido, deje sin voz a Prada cantando los versos de don Juan del Encina que allá mismo había puesto.

Y eso no está bien.




Tal vez, el día que parezca tersa y sin huecos (¿será eso así alguna vez…?) vendrá el tiempo de finir.

Mientras tanto, como hoy ya es aquel mañana, y se ve que por entonces dejé para mañana lo de aquel hoy, habrá que apechugar y hacer lo que no se hizo.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Una de dos (II)

Muy alabada en sus días del siglo XVII, y con vida que se pierde en el misterio, sin embargo, allí está María de Zayas Sotomayor, que navega sola en el tomazo de los imperiales y con un solo soneto, que ni título le han puesto, supongo que por errata.

A la muerte de Lope de Vega, en 1635, esta mujer tan talentosa como llena de un fuego avasallador y agridulce (como su homenajeado Lope, digámoslo…), le escribió este Epigrama:
Si mi llanto a mi pluma no estorbara
¡oh, Fénix de la Patria!, ¡oh, nuevo Apolo!,
de mi lira te hiciera un mausoleo,
que tu inmortalidad aposentara.
Mejor que yo ninguno te alabara,
que como tú del uno al otro polo
el único naciste, el sol y el sólo,
sólo mi amor por solo te igualara.
¿Mas, cómo cantaré cuando te lloro
sin esperanza de ningún consuelo
o ya ternura sea, o ya decoro?:
pues pierden hoy, porque te gane el cielo,
Mantua su prenda, España su tesoro,
su Dios las Musas y su vega el suelo.
Diga lo que quiera. Pero no diga que no es una mujer la que escribió este soneto. Y esa mujer.

Un segundo asunto fueron los versos de Gabriel Bocángel y Unzueta, quien aporta a los imperiales al menos dos sonetos sobre un mismo tema, de los cuales tomo uno que se me hace de mejor factura, en lo que coinciden otros mejores que yo o de veras peritos.

El asunto es raro y bien curioso, como se le ve la traza en el título.

Y está además el ademán imperdible, tan hispánico, de saludar el gesto, claro que sí:
A un soldado de quien se refiere que,
matándole en un hecho de armas,
se quedó un rato de pie después de muerto


Tu obstinado cadáver nos advierte
que hay vida muerta, pero no vencida,
pues sólo tu valor, sólo en tu vida,
algo miró después de sí la muerte.
Fuerte es la Parca, pero tú más fuerte;
no se debió a su golpe tu caída;
tú contra ti la ayudas ya rendida,
que ¿quién pudiera sino tú, vencerte?
tú dividiste el trance indivisible
de morir y postrarte tan altivo,
que en el daño común no hallas ejemplo.
¿Cuánto más que inmortal y que invencible
contemplaré que fuiste cuando vivo,
si el cadáver intrépido contemplo?
Pues, estamos de acuerdo: bien por él.

Pero.

No me iré del tomazo si no me acompaña hasta la puerta Francisco de Quevedo. Y que sea con esta...
Advertencia a España de que así como se ha hecho
señora de muchos, así será de tantos enemigos
envidiada y perseguida, y necesita de continua
prevención por esta causa


Un godo, que una cueva en la montaña
guardó, pudo cobrar las dos Castillas:
del Betis y Genil las dos orillas,
los herederos de tan grande hazaña.
A Navarra te dio justicia y maña,
y un casamiento, en Aragón, las sillas
con que a Sicilia y Nápoles humillas,
a quien Milán espléndida acompaña.
Muerte infeliz en Portugal arbola
tus castillos. Colón pasó los godos
al ignorado cerco de esta bola,
y es más fácil, ¡oh, España!, en muchos modos,
que lo que a todos les quitaste sola,
te puedan a ti sola quitar todos.



Una de dos

Las lecturas de los imperiales se me van terminando.

La cosecha no irá a los trojes, me parece: son algunas pocas cosas para ir comiendo en breve. Lástima: siendo lo que son 800 páginas de versos...

Dos o tres sonetos, si acaso, porque alguna que otra cosa me parece que vale la pena de ellos.

Me quedan, claro, aquellos prólogos que decía de Rosales y Vivanco.

Y hay también una Selva militar y política del conde Bernardino de Rebolledo, por años embajador que fuera de Felipe IV en Dinamarca, donde dicen que escribió casi toda su obra, conceptista a lo Quevedo; parece prometer. En cuatro partes en verso, va tratando de los ángeles a la política, en sentencias que suenan con miga. Veremos.

Pero no por ahora, que hay mucho que hacer y mucho que no hacer, y no está este eón del mundo para zonceras de muchas líricas, qué tanto...

Total que, al final del tomazo, por fin, un para mí desconocido –y se lo ve bien barroco- Francisco de la Torre Setil aparece componiendo entre otras cosas dos como décimas octosílabas.

La una tiene gracia y está bien dicha.
A Cristo y a la Cruz

Son Cristo y Cruz que consuela,
él la víctima, ella el voto;
ella nave y él piloto;
ella el árbol y él la vela;
él los cortes, ella tela;
ella la vara, él la flor;
ella el cayado, él pastor;
ella el cetro, él noble rey;
ella la tabla, él la ley,
ella flecha, y él amor.
La otra tiene una arista por allí que habría que ver (no porque sea nueva, claro...), y es cuando compara el oficio del teólogo al del político. Dicho sea de paso, no dice nada que no haya dicho Michael Al Pacino Corleone en El Padrino, parte tercera: "...que nadie sepa jamás lo que estás pensando...":
Mal su ciencia desempeña...

Mal su ciencia desempeña
el teólogo profundo
que debe ser luz del mundo
si enseñando, no se enseña;
y al revés, no ha de dar seña
jamás de su oculto intento
el que es político atento:
que en las máquinas que obra
le derribará la obra
quien le toque el pensamiento.



Soneto neto

No todo es del todo fatiga en la lectura de los heroicos imperiales.

No todo, pero la mayor parte, déjeme decirle; y no se amosque, muchacho: que versos son versos y poesía es otra cosa.

Y de tanto en vez, muy de tanto en vez, un refrigerio.

No es tan raro en este caso.

Porque empieza bien el hombre que tiene por nombre un endecasílabo: Cosme Gómez Tejada de los Reyes, que hasta ganas le dan a uno de aprovecharlo en una rima...
Tu nombre se destaca entre los bueyes,
Cosme Gómez Tejada de los Reyes.

Autor de prosas más que de líricas, hombre de la primera mitad del siglo XVII, enemigo acre de los culteranos, parece ser que fue un conceptista exquisito y erudito.

Aquí se lo ve ingenioso, diría yo, aunque no falto de cierta gravedad sentenciosa y contenida. Y apenas distraído en su artificio de rimas, que es lo que tiene de gracioso este soneto, a mi sabor.
¡Oh vana, oh loca, oh atrevida vida
del hombre ciego que en prestado estado
vive muriendo desterrado, errado,
su gloria luego que es venida, ida!;
el alma noble aunque oprimida mida
con sus obras aquel sagrado grado,
que hará dichoso el desdichado hado,
y a Dios, que su impiedad no impida, pida:
Si al que navega tan estrecho trecho,
mar, cuyo viento desengaña, engaña,
y juzga que su puerto es tierra, yerra:
Pague a la muerte sin despecho pecho,
que nunca al justo su guadaña daña,
pues quien del Cielo le destierra es tierra.



D'ä mæ riva

Doble el olvido.

Nunca puse la traducción... Al italiano, claro. Ni puse algo del genovés. Y era una promesa.


ver
Dalla mia riva

Dalla mia riva
solo il tuo fazzoletto chiaro.
Dalla mia riva...
Nella mia vita
il tuo sorriso amaro.
Nella mia vita.

Mi perdonerai il magone
ma ti penso contro il sole
e so bene stai guardando il mare
un po' più largo del dolore

E son qui affacciato
a questo baule da marinaio;
e son qui a guardare
tre camicie di velluto,
due coperte e il mandolino,
e un calamaio di legno duro,
e in una berretta nera
la tua foto da ragazza
per poter baciare ancora Genova
sulla tua bocca in naftalina.


Ahora, sí.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Seis coplas

Pa’ la muerte no hay remedio
ni menos pa’ la vejez;
pa’ l’ amor no digo nada...
Pudiera ser que tal vez...


Copla popular



Andan diciendo en el pago
que una moza enamorada
puso una cinta en mi puerta.
Pero yo no he visto nada.

* * *

Misterios tiene la vida,
misterios hay en el mundo;
pero misterio tan grande
como el amor, no hay ninguno.

* * *

Ay, florcita de romero
te dije un día
que no le digas a nadie
que la quería.

* * *

Puede el hombre muchas cosas
pero una sólo Dios:
crear por amor dos seres
y hacer uno de los dos.

* * *

Al pie de una sierra vive
la dueña de un corazón:
voy a ver si no es el mío,
que lo he perdío.

* * *

Hice promesa a una moza:
que de amor me iba a morir.
¡Qué triste andará la prenda
si se la llego a cumplir!






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sábado, 18 de septiembre de 2010

Bastardo



Ésta es la Fantasía número 10 de Alonso Mudarra, obra ya muy socorrida que el español compuso antes de 1546, que es cuando la publicó en un famoso libro para vihuela. Se llama en realidad Fantasía que contrahaze el arpa en la manera de Ludovico.

¿Y qué hace aquí?

Un homenaje sencillo a mi señor Don Juan; porque sí, porque siempre lo merece y porque, después de todo, la Fantasía y él nacieron juntos.

Y todo gracias a que, en estos días, van y vienen libros de toda suerte de gentes que por una razón u otra tienen que desprenderse dellos. Y un servidor aprovecha, claro que sí.

Muy variadas son las cosas que consigo y algunas me resultan bien raras.

Así, al atardecer de hoy día, después de la fatiga y mordiendo mis manos el polvo de la ricerca, abrí un tomazo que me traje de una de las últimas partidas de caza: Poesía Heroica del Imperio. Una antología de 1943 (el tomo II, en realidad) que viene con unos prólogos de Luis Rosales y Luis Felipe Vivanco, unas 70 páginas enormes, que me reservo para leer paladeando cuando me sea propicio el tiempo y la vista, que no es hoy, ni por ahora.

Pero no vaya a creer que mi natural se solaza en esas cosas.

De veras que a veces pienso: ¿quién quiere tanto un imperio si el cosmos le pertenece?

Y por más que Don Juan es un ejemplo elegante de eso mismo, en seguida mudo de línea y enmudezco, porque sé que, pese a su enormidad, el argumento dizque minimalista de fondo que eso supone, le deja escozor en la piel a más de uno. Y no tengo ganas de andar molestando con esas cosas a los buenos parroquianos, aunque piense -como pienso- que el escándalo en esos casos corre por cuenta del que tropieza.

Con algo de culposa displicencia y bastante curiosidad, le entro al tomo heroico. Por momentos la empresa lírica se vuelve épica, veramente. Y no importan las firmas impresionantes de aquellos siglos del siglo de oro que hay al pie de las versadas.

Lo dicho: no es mi natural.

Hasta que.

¿Le habrán dedicado unas rigas a mi buen Don Juan?, me pregunto.

Y busco. Y encuentro al menos uno: este soneto de Lope de Vega que mi ignorancia no conocía y debería conocer.
A Don Juan de Austria
Nací en la Alta Alemania, al mundo espanto,
gloria a Felipe, a Carlos esperanza;
viví en España, humilde entre labranza,
que rayo de tal sol encubrió tanto.
Para bañar al moro en sangre y llanto
tomé en Granada la primera lanza,
y en cuanto la memoria humana alcanza,
la victoria mayor gané en Lepanto.
Rompí a Túnez; vencí, volviendo a Flandes,
mil guerras, mil rebeldes, mil engaños,
y tuve de ser mártir santo celo.
No quise a Irlanda con promesas grandes;
muero en Brujas, viví treinta y tres años,
fui César de la Fe, triunfé en el Cielo.


Y que sea el bastardo más glorioso de la imperial España gloriosa de aquellos siglos gloriosos.

Y que la gloria de aquellos siglos sea para un bastardo...

¡Ah, señor Don Juan!

¿Lo sabrían? ¿Lo habrán sabido? ¿Habrán aprendido algo de eso?





viernes, 17 de septiembre de 2010

Cinco coplas

¿Qué querís que te traiga
de la otra banda?
Una paloma negra
con alas blancas.


Copla popular



Mañana, dice, mañana...
el que no quiere querer.
Y nunca le llega el tiempo
y hoy y mañana es ayer.

* * *

Palomita blanca
del peregrino,
llevale una copla
para el camino.

* * *

Imita el canto de todos
la calandria cantadora.
Llora unas penas ajenas
y sin amor se enamora.

* * *

Palomita negra
que vas al vuelo,
llevate mi copla
para tu cielo.

* * *

Que suene dulce tu canto
como el dolor del zorzal.
El crespín llora cantando,
es la forma de llorar.




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Zajdi

El cine, muchas veces, hace esas cosas: estragos.

Y fue casual, créame: culpa de alguien viendo algo (porque, como siempre, dijera Sartre, el infierno son los otros...)

El caso fue que en una de las últimas escenas de 300 (no insistan: no me sacarán una palabra sobre la película…), la reina Gorgo, mujer de Leónidas, rey de Esparta, recibe la noticia de la caída de los espartanos en el paso de las Termópilas y de la muerte del rey ante Jerjes y sus persas.

La escena viene acompañada por unos sones bastante impresionantes, a mi sabor.



Entonces, empieza el jaleo.

Que Tyler Bates, el musicalizador de 300, en realidad plagió una antigua melodía macedonia. No, que es antigua pero no es macedonia sino búlgara… ¿Búlgara? ¡Ja! Ma-ce-do-ni-a… Que no y no: búl-ga-ra…

Así estallaron los Balcanes y sus alrededores.

Las oleadas del persa y el encarnizamiento del espartano fueron verduras de las eras frente a la virulencia de los cruces entre búlgaros y macedonios por la lírica.

Definitivamente abrumador. Pero también envidiable, no me haga hablar…

La canción original de marras, más allá de cualquier tumulto, es muy para oír y muy sentida. Una especie de Carpe diem amargo, con trazas lastimeras de Ubi sunt? y unas huellas marcadas de triste Tempus fugit.

No me sacaron palabra sobre 300, menos me van a poner a laudar en el asunto de Zajdi, Zajdi jasno sonce...

Sólo diré al pasar que, en el poema, alguien, melancólicamente, le pide al sol que se ponga, a la luna que se oscurezca y al bosque que haga tan brunas sus hojas como la noche, así como se oscurece la vida con la juventud que se fue. Pero si acaso la foresta puede reverdecer, no florecerá la vida de quien ha perdido para siempre los años verdes...

Hace ya varias décadas, búlgaros y macedonios cantan una versión que compuso el macedonio Aleksandar Saraievski y que se ha vuelto muy popular (aunque a las trompadas, claro...) en los Balcanes y en la propia Bulgaria.

Desafiante, dejo aquí dos modos de cantarla. La primera es una versión más bien macedonia. La segunda, tiene los tonos inequívocos de El misterio de las voces búlgaras.






¡Ah! ¿No le dije?

En la música de la película, la que canta el brano de la discordia es ni más ni menos que Azam Ali, una cantante…persa.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Luna

¡Qué día! Duro de cosas buenas y sin demasiado que lamentar.

¿Cómo pasa que uno termina agradeciendo al final de un día que los planetas evolucionen sus órbitas alrededor del sol, al fin de cuentas, y cada uno en su naturaleza, cada cual en su lugar, aunque vivan envueltos en nubes gélidas o en lavas ardidas, inertes los más pero en su cosmos?

Es curioso, pero es así.

Un ave noctámbula y valiente, de a ratos, está ahora en sus ensayos. Pasó la medianoche hace apenas una hora y media, pero ella ya tiene el día cantado, parece. Y promete seguir.

Me queda algo de mate, los restos.

Me queda sobre la mesa un cigarro de hoja que me regalaron hace un tiempito, de buena hoja, viera. Algún día le entraré a bocanadas de humo.

Cierro la cueva por esta noche. No hay más remedio. La jornada está hecha.

Salgo al aire y veo, sin ver y a mis espaldas, una luna pasada de creciente, a medio vuelo, en el oeste, brillante como la sonrisa de un chico.

No.

Entonces, no.

Todavía queda esta parte de la noche.

Vuelvo a la cueva, pongo música, me siento al sereno, enciendo el cigarro: le llegó la hora.

Unos mates más.

Y las cosas de Sicilia y Nápoles que oía de chico, cuando oírlas me ponía la cara como la sonrisa de esta luna pasada de creciente.

Lindo el aire.

Modugno, la bellísima y reciente Lina Sastri: suficiente...







Mire, ¿los ve?

Ahora sí que los planetas giran.

Fin de un día, entonces.

martes, 14 de septiembre de 2010

Siete coplas

Me dijo un sabio profundo,
con experiencia madura,
que no se hace pan sabroso
sin amarga levadura.


Copla popular



Los ríos van hacia el mar
como el humo sube al cielo.
Y así canta el corazón
para buscarse consuelo.

* * *

Agüita clara del cerro,
manantial de los arroyos,
como la voz que en el alma
hace brotar los cogollos.

* * *

La mañana tiene luz
y la noche tiene estrellas,
pero hay luceros que lucen
aunque la noche sea negra.

* * *

Todas las coplas del mundo
saben cantar y decir
la pena del que ha partido,
que algo se muere al partir.

* * *

Al que quiere caminar
el camino no le alcanza;
no hay distancia para el pie
si lo lleva la esperanza.

* * *

Como esa flor que florece
sólo cuando está a la sombra,
hay nombres que sólo suenan
porque ya nadie los nombra.

* * *

Ramita del sauce verde
que el viento agita silbando,
decime qué, cómo y dónde,
por qué razón y hasta cuándo.





http://es.scribd.com/doc/119022688/Coplas

Estas Coplas fueron editadas digitalmente por su autor, un servidor, en el año 2013 y están a disposición de los lectores interesados.


lunes, 13 de septiembre de 2010

El aire se serena

Pero la música no suena, maestro Salinas.

Hablemos de intimidades, entonces (se entiende que de las tecnológicas, obviously...)

En efecto, damas y caballeros: la música no suena.

La bitácora -tan musical que se nos viene poniendo- dizque ha enmudecido; y en 9 de 10 casos, aunque estiremos la mano, no alcanzamos el aire sonoro.

Digan unos que es impericia de un humilde servidor. Digan otros que es un servidor humilde e imperito (que no es este humilde servidor...)

¿En qué cambia?

La música no suena.

Y esos inevitablemente deslucidos rectángulos que me obligo a poner para que el aire se serene -y cuya gloria única es nada más que dejar pasar la música que suena- gritan desde hace días una rebelión muda: de puente que fueron se han vuelto ahora barricada y piquete de silencio.

Y la música no suena.


Pero sonará, mire: ya sonará.

Y entonces, un día cualquiera de estos días, verá que esta ascesis y lejanía de aire sereno pasará.

Y ya que estamos en tren íntimo tecnológico, permítame una confidencia, aunque sea una confidencia tecno.

En algunas de mis horas de faenas, miró al oriente.

Y entonces oigo bajar los sones graves de otra música que suena.

Y le diré que por momentos vuelvo a ver el aire vestirse de hermosura y luz no usada.

Cosa mía, seguro.

O será que sin aire sereno, sin hermosura y luz no usada, no se puede vivir.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Tristitia

Il me conduit ainsi, loin du regard de Dieu,
haletant et brisé de fatigue, au milieu
des plaines de l'Ennui, profondes et désertes,

et jette dans mes yeux pleins de confusion
des vêtements souillés, des blessures ouvertes,
et l'appareil sanglant de la Destruction!


Charles Baudelaire, La destruction




Qué le pesa en su pesar
Qué sombra asombra al sombrío
Qué pena pena al penar.

Qué varió en su desvarío
Qué lo aquejó en su quejumbre
Qué extravió en su extravío.

Qué hierro herrumbró su herrumbre
Qué llanto lloró al llorar
Qué saló su salsedumbre.

Y así, triste de tristuras
y con la sal del hastío,
la queja y la incertidumbre,
ahogándolo en amarguras
la pena apagó su lumbre,
secó el corazón y el frío
vació nada en su vacío.




----------------------------------------

*Así me conduce, lejos de la mirada de Dios,
jadeante y destrozado de fatiga, al centro
de las llanuras del hastío, profundas y desiertas,

y lanza a mis ojos, llenos de confusión,
sucias vestiduras, heridas abiertas,
¡y el aderezo sangriento de la destrucción!


(De Les Fleurs du mal)

sábado, 11 de septiembre de 2010

Καθαρή Δευτέρα

Katharé Deutéra dicen, y es algo así como Lunes puro o Lunes limpio.

En la ortodoxia y en las iglesias orientales, la primera semana de Cuaresma, que se llama también Semana Limpia, comienza precisamente un lunes, al que se llama así: lunes de ceniza, lunes verde, o lunes de pureza o puro.

Es una semana especialmente penitencial en medio de un tiempo penitencial. Se dice que su nombre está tomado de un texto del profeta Isaías (1, 18):
Aunque sus pecados sean como la escarlata,
se volverán blancos como la nieve;
aunque sean rojos como la púrpura,
serán como la lana.
Entre los judíos hay algo parecido.

En la preparación para la Pascua, durante ocho días, no sólo tienen mandado comer panes ázimos e interdictos los panes con levadura, sino que tienen mandado buscar y revolver por la casa entera hasta dar con cualquier migaja de levadura, según un texto del libro del Éxodo (12, 15):
Durante siete días comeréis ázimos; ya desde el primer día quitaréis de vuestras casas la levadura.

Pero muy lejos en el tiempo también hay rastros de cosas semejantes.

Entre los antiguos persas, por ejemplo, Nowruz era una fiesta mayor que se consideraba establecida por el propio Zoroastro. Y era el último de siete grandes festivales, en torno al equinoccio de primavera; con esa festividad, además, empezaba el año persa, símbolo del comienzo de todas las cosas. También entre ellos, como entre los indopersas y otros pueblos del Asia y hasta del este europeo que festejan lo mismo a lo largo de los milenios y por una razón u otra, con idéntico origen o diverso, se usa la purificación asociada a la preparación para llegada de la primavera y de un tiempo nuevo.

Las Pascuas de cristianos y judíos –en el norte del planeta, que es donde la historia ha transcurrido- caen, como se entiende bien, en tiempos de primavera y por eso mismo alrededor de los meses de marzo y abril.

Por supuesto que la asociación de la primavera con la llegada del Mesías, con su Muerte y Resurrección, es la asociación de un tiempo del año con el nacimiento de una Primavera epónima, una novedad de savia, flor y fruto completamente nuevos y superabundantes. La Cuaresma, decía, es ese tiempo que prepara la llegada de la Primavera y que sirve para dejar atrás el invierno.

Entre muchos pueblos del norte de Europa -no sólo entre ellos, pero es razonable que así sea entre ellos-, un invierno crudo mantiene a las gentes en sus casas. Los primeros aires bonancibles, los primeros vientos templados, algo de sol, permiten airear las estancias, abrir ventanas, deshacerse del entumecimiento invernal, que se pega a las paredes como al alma. Olores rancios, mugres varias y enconadas, aires con sus vicios.

En inglés hay una expresión para esto: Spring Cleaning. Una limpieza de primavera. En distintas lenguas hay expresiones así y se refieren siempre a la limpieza de la casa (a veces, se usa también ‘dar vuelta la casa’, con el mismo sentido.)

Por cierto que todo esto está asociado a los ciclos de la naturaleza y a la llegada de una floración nueva, a una vida pujante, a nuevos aromas y frutos, que requieren y harán nuevas cortezas, savias que despiertan, colores nuevos y frescos, vigores nuevos para una vida que nace.

Bien podría entenderse que los ciclos naturales son la materia de otros signos con significados mayores.

Y así, como decía, la Pascua es la Primavera por antonomasia. Y la Cuaresma es una especie de Spring Cleaning del corazón del hombre, no menos que del cosmos.

Así es.


Pues bien.

Estamos ahora y aquí en tiempos cercanos a nuestra primavera sureña, que no es marzo, ni abril, sino septiembre.

Pero también estamos en un año, que no es el año de días sino un año de años; y así resulta que estamos en tiempos de preparación para la llegada de primaveras. Y de una Primavera.

¿Buscaremos por toda la casa del alma -y de la historia, por qué no...- las migajas de levadura que nos andan levando más de una cosa que no deberían? ¿No será buen tiempo para un Spring Cleaning del corazón y de la mente y del espíritu? ¿Podremos en estos días, un katharé deutéra de estos días, empezar una ‘semana limpia’ de preparación para una primavera que puede llegarnos en cualquier momento? ¿Nos animaríamos a ‘dar vuelta la casa’?

Y usted cree que estoy hablando sólo de religión...

Y se equivoca, mire.

Porque hay tanto que preparar antes de que llegue la primavera...

Tanto...

Entre los ortodoxos y orientales, por ejemplo, la liturgia de ese lunes de pureza, empieza al atardecer del primer día de la semana, del domingo. Y empieza con cenizas. Cenizas de penitente contrito. Se lo llama entre ellos ‘domingo del perdón’, que es como uno se prepara para prepararse. Es un reconocimiento, al menos.

Se empieza así o es muy difícil empezar: ¿cómo saber qué hay que purificar? ¿Cómo saber qué hay que limpiar? ¿Cómo saber qué de la casa hay que ‘dar vuelta’?


Por eso digo.

Es cosa de ir viendo.

Llega la primavera.

Algún día de estos días, mientras espera uno, con el atardecer a la vista de un domingo de perdón con el que empieza la semana, tendrá que ser el Καθαρή Δευτέρα.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Chacabuco chacarero

Su sangre es la sangre más al sur que llevo en mi sangre. Al sur del sur, tan cerca de Il Mare, pero entre cerros que se nievan en invierno, con bosques y torrentes de manantiales recónditos de peñas y honduras, al final de los Apeninos.

Se llamó Nicolás, nació en nuestros llanos y hoy es su santo y su cumpleaños, como se estilaba hace 106 años.

Rubión (‘colorao’, dirían los chacareros), unas espaldas anchas, tremendas, en las que cabía todo el trabajo del mundo y dos chicos en andas por lado.

Bueno, sencillo, linda risa, orgulloso de sus cosas, hábil en todas las cosas de las manos, buen carpintero, gozoso de la vida. Un hombre justo. Y recto.

Alegraba de nomás verlo. Y, todavía, recordarlo es para felicidad.

Era hombre feliz. E indoblegable, salvo en tiempo de cosecha, y eso por gusto y amor a la tierra.

De él heredó mi madre los arcanos de plantas y flores. Y de ellos me viene mi amor por lo que crece.

Un héroe para mí, estando chico. Y todavía. Inmenso.

Murió una tarde de enero hace una punta de años. Ayudaba la misa de 7. Murió mientras se rezaba el Padre Nuestro.

Bien por él.

Le vamos a regalar una chacarera al chacarero. Al menos eso.

Después de todo, dicen los que dicen que saben que de Buenos Aires se fue al norte. Que chacarera era en las pampas de los chacareros y chacarera fue a ser al monte de los santiagueños.

¡Y cómo floreció en Santiago!

Que pasen Los manseros santiagueños, entonces.

Y la yapa que venga con el Dúo Coplanacu.








Dios me lo guarde y guarde a los de su sangre.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Bandera

A ver si me explico alguna vez.

Y se lo vua’ decir en inglés, que es lingua franca universalis: el mundo se divide en dos: están los que se vuelven locos por la chacarera santiagueña y lo demás es el resto del mundo.

Y si más en gringo lo quiere, ahí le va: el mundo de los que se vuelven locos por la chacarera santiagueña se divide en dos: están los que prefieren a Los manseros santiagueños y lo demás es el resto del mundo.

Usted verá qué bandera le viene bien.

Mientras lo piensa, acá le quedan las señas: La atamisqueña, Santiagueñadas, Chacarera del Chilalo, La olvidada y el Puente Carretero.












¿De qué lado estoy yo?

Del lado bueno, claro.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Señora

En Su cumpleaños, queda a Sus pies este Ave Maria. Es de Bartolomeo Tromboncino.



Y este pedido, con los versos de Carlos Sáenz.

Ahora y en la hora de nuestra muerte

Cuando me llegue el momento
de entonar mi propio oficio
uniendo mi sacrificio
al divino sacramento,
no sé si el entendimiento
se hallará libre o turbado...
Por eso va este recado
para la Madre de Dios:
que si me falla la voz
cante por mí lo callado.

martes, 7 de septiembre de 2010

Tormentas y tormentos (VII)

No sólo por puro gusto, vayamos unos siglos hacia atrás en el tiempo.

Hay una melodía que ha venido repitiéndose durante más de 400 años: es un aire tradicional irlandés, que según parece recién es publicado allá por el 1580 y tantos: Cailín Óg a Stór (El ajuar de la doncella) y que al parecer tiene otra versión Cailín Ó Cois tSúire Mé (Soy una muchacha de las orillas del río Suir). Por ejemplo, en la obra Enrique V, de William Shakespeare, y en otras citas de la época, aparece mencionada como algo popular y bien concocido, que ya había cruzado de la isla verde a la isla blanca.

Muy bien.

En 1798, hubo un levantamiento sumamente cruento en Irlanda, que encabezaron principalmente irlandeses republicanos, animados por ideas francesas y norteamericanas y sus respectivas revoluciones. De esas luchas, que se llevaron en apenas tres meses y decenas de batallas a decenas de miles de muertos, surgió -cuándo no...- una balada a una especie de soldado desconocido: The croppy boy. Según se dice, tanta era la moda francesa por entonces que el apelativo de croppy para un rebelde venía de que los jóvenes revolucionarios republicanos se cortaban el pelo a la francesa y por eso eran llamados así: los del pelito corto, diríamos.

Según cuenta esta historia, este muchacho combatiente, y protagonista de esta balada, hace un alto en las luchas y entra a una iglesia. De pronto, ve movimientos en el confesionario y se acerca a rendir cuentas de sus faltas y pecados, pensando que sería oído en confesión por un cura. Pero no había un cura: había un soldado inglés arrebujado que se había ocultado allí de las refriegas. El inglés oye la confesión, claro, pero al terminar toma prisionero al croppy, lo lleva a encarcelar y finalmente es ejecutado.

Corrieron muchas versiones populares de esta balada después de la derrota irlandesa, hasta que en 1845 aparece una letra más o menos establecida, que asentó Carroll Malone.

Good men and true in this house who dwell,
to a stranger bouchaill (muchacho, en irish) I pray you tell:
is the priest at home, or may he be seen?
I would speak a word with Father Green.
The Priest's at home, boy, and may be seen;
'Tis easy speaking with Father Green.
But you must wait till I go and see
if the Holy Father alone may be.
The youth has enter'd an empty hall;
what a lonely sound has his light footfall!
And the gloomy chamber's chill and bare,
with a vested Priest in a lonely chair.
The youth has knelt to tell his sins:
"Nomine Dei", the youth begins!
At "mea culpa" he beats his breast,
and in broken murmers he speaks the rest.

At the siege of Ross did my father fall,
and at Gorey my loving brothers all.
I alone am left of my name and race;
I will go to Wexford and take their place.
I cursed three times since last Easter day;
at mass time once I went to play;
I passed the churchyard one day in haste,
and forgot to pray for my mother's rest.
I bear no hate against living thing,
but I love my country above my king.
Now, Father! bless me and let me go
to die, if God has ordained it so.
The priest said nought, but a rustling noise
made the youth look above in wild surprise;
the robes were off, and in scarlet there
sat a yoeman captain with fiery glare.
with fiery glare and with fury hoarse,
instead of blessing, he breathed a curse:
'Twas a good thought, boy, to come here to shrive,
for one short hour is your time to live.
Upon yon river three tenders float;
the Priest's in one — if he isn't shot!
We hold his house for our Lord the King,
and, amen say I, may all traitors swing!
At Geneva Barrack that young man died,
and at Passage they have his body laid.
Good people who live in peace and joy,
breathe a pray'r and a tear for the Croppy Boy.

La balada, mire usted, se cantaba con la melodía de aquel aire tradicional Cailín Óg a Stór, precisamente.

Aquí hay una versión áspera de The Dubliners, pero muy representativa.

It was early, early in the spring
The birds did whistle and sweetly sing
Changing their notes from tree to tree
And the song they sang was Old Ireland free.
It was early early in the night,
The yeoman cavalry gave me a fright
The yeoman cavalry was my downfall
And I was taken by Lord Cornwall.

'Twas in the guard-house where I was laid,
And in a parlour where I was tried
My sentence passed and my courage low
When to Dungannon I was forced to go.

As I was passing my father's door
My brother William stood at the door
My aged father stood at the door
And my tender mother her hair she tore.

As I was going up Wexford Street
My own first cousin I chanced to meet;
My own first cousin did me betray
And for one bare guinea swore my life away.

As I was walking up Wexford Hill
Who could blame me to cry my fill?
I looked behind, and I looked before
But my aged mother I shall see no more.

And as I mounted the platform high
My aged father was standing by;
My aged father did me deny
And the name he gave me was the Croppy Boy.

It was in Dungannon this young man died
And in Dungannon his body lies.
And you good people that do pass by
Oh shed a tear for the Croppy Boy.




Y fíjese lo que son las cosas de la vida tormentosa entre irlandeses e ingleses. Y mire por dónde...

En ese mismo año de 1845, un personaje aventurero y famoso en Inglaterra, el marino sir John Franklin, recibe del almirantazgo británico el encargo de buscar el paso noroeste por el Ártico. Y hacia allí va en esa empresa un poco alocada, pero se nota que a la medida de las ambiciones imperiales del imperio…

Salió una bonita mañana de mayo de Baffin Bay y nunca más volvió ni se lo vio más en esta tierra de sombras. Una tras otra, las expediciones salieron a buscar al marino osado, admirado, venerado y llorado por toda la rubia England, pero sin resultado.

Jane Griffin, su segunda esposa, sin resignarse a perderlo para siempre jamás, pagó finalmente de sus arcas algunas expediciones que le dieron por resultado la certeza de que su amado Lord Franklin había muerto en junio de 1847, presumiblemente habiendo encontrado el pasaje por el Ártico que andaba buscando.

Y de nuevo surgieron los lamentos en versos. Esta vez, y casi desde el comienzo, en varias versiones también, casi todas atribuidas a la tristeza e inspiración de su viuda, cosa que no se podría negar, ni afirmar.

De hecho, entre otros títulos, se conoce la canción como Lady Franklin's Lament.
We were homeward bound one night on the deep
Swinging in my hammock I fell asleep
I dreamed a dream and I thought it true
Concerning Franklin and his gallant crew
With a hundred seamen he sailed away
To the frozen ocean in the month of May
To seek a passage around the pole
Where we poor sailors do sometimes go.
Through cruel hardships they vainly strove
Their ships on mountains of ice were drove
Only the Eskimo with his skin canoe
Was the only one that ever came through
In Baffin's Bay where the whale fish blow
The fate of Franklin no man may know
The fate of Franklin no tongue can tell
Lord Franklin alone with his sailors do dwell
And now my burden it gives me pain
For my long-lost Franklin I would cross the main
Ten thousand pounds I would freely give
To know on earth, that my Franklin do live.

La versión que dejo aquí es la que hacen los irlandeses Kevin Burke y Micheál Ó'Domhnaill, muy popular desde hace algunos años en Irlanda, curiosamente.

Como se ve, la melodía también proviene de aquel aire irlandés -ya viene así desde los orígenes de esa balada sobre Lord Franklin-, y no es otra que la antigua Cailín Óg a Stór.




Y así es.

Idas y vueltas de sones y lamentos, prestándose unos a otros melodías y aires para decir los infortunios y las desdichas.

Notables son las hebras de la historia de estas historias que tejen dolores tan distintos con el mismo aire.

Si bien se mira, se me hace que tal vez algo se puede sacar en limpio de tramas tan distintas y distantes, tejidas con un solo hilo musical.

domingo, 5 de septiembre de 2010

'A vucchella

Si algún italiano no cantó 'A vucchella alguna vez en los últimos 100 años, creo que todavía no cantó.

Y si un napolitano no la conoce es porque, apenas nacido en Nápoles, con seguridad lo llevaron a Petrogrado y nunca más volvió in Patria.

Porque la cantaron todos los que cantan en Italia y la conocen todos los napolitanos.

Y, miré usted qué cosa, no la compuso un napolitano sino el pescarense Gabriele D’Annunzio, ni más ni menos.

Fue hacia 1892, producto de un desafío de un compositor napolitanísimo, Ferdinando Russo, que azuzó al hijo de los Abruzos para que compusiera una canción en dialecto napolitano, a ver si se animaba. D’Annunzio se hizo cargo y escribió los versos sencillos de 'A vucchella, dedicados a una boca di rosa, dirían en la península. Se los dio entonces a Russo con el encargo de que un compositor de música muy famoso también, Francesco Paolo Tosti, los hiciera canción, cosa que ocurrió finalmente en 1904. Y se canta desde entonces.
Sì, comm'a nu sciorillo...
tu tiene na vucchella
nu poco pucurillo,
appassuliatella.

Méh, dammillo, dammillo,
-è comm'a na rusella...-
dammillo nu vasillo,
dammillo, Cannetella!

Dammillo e pigliatillo,
nu vaso piccerillo
comm'a chesta vucchella,
che pare na rusella
nu poco pucurillo,
appassuliatella.

Y me pasó, en este día de reposos, ir a encontrarme con una versión que no conocía. Estaba la que mi padre cantaba, estando yo chico, y que era la que me sonaba en la casa, además de la de Enrico Caruso, en disco de pasta, muy parecida a ésta que es grabación de 1919.



Mis preferidas en materia de tenores fueron después la de Tito Schipa, y algunas otras más recientes, como las impagables de Pavarotti o Franco Corelli. Pero, y porque tiene su aire, dejo aquí una de Andrea Bocelli que le hace favor.



Claro que hay que ser napolitano para cantar esta tonadita, y eso para que salga mejor, pese a su origen.

Por eso mismo, no se puede seguir con otros si uno no se llega hasta el infaltable Roberto Murolo, que hace una de las versiones populares napolitanas más finas que he oído, quién lo duda.



Como decía, pasó que, a la tardecita de hoy, llegaron sin avisar el eterno Sergio Bruni, ya desaparecido, y su hija, que lo acompaña en esta versión nueva para mí.



Y así, sonora y mansa, pasa la tarde de este día y va entrando la noche.

Cada cual, mi amigo, descansa como quiere. O como puede.

En lo que me toca, de tanto en tanto, librado ya de trajines por lo menos hasta que amanezcan los zorzales, tengo que pasarme siquiera algunas horas en Nápoles, oyendo el aire y oliendo una guitarra.

Entonces, sí.

Il Trionfo del Tempo e del Disinganno (II)

Ya en el llano, otra vez. Y así es como tengo sol al este de las pampas y queda lluvia y algo de nieve allá, al sur. Y creo que sé por qué. Pero mejor no me pregunte.

Vengamos a lo de hoy.

La primera parte de esta nota apareció en enero de este año y se refería al oratorio de Haendel que lleva ese título, obra de juventud (de la juventud de Haendel, claro…) Dicho sea de paso, veo que dejé incompletas allí algunas cosas que no retomaré ahora, pero que tienen su miga. Por ejemplo: sigo creyendo que Belleza triunfa del Tiempo y el Desengaño y que Haendel diga lo que mejor le pluguiere decir. Pero, no. No trata de nada de eso esta quisicosa hodierna.

(Y entonces aquella entrada no viene siendo la primera parte de nada, en realidad; de donde tampoco ésta es la segunda, bien se entiende...)

Porque lo que me preocupa ahora es que tal vez dejé traslucir aquella vez algún desdén por mi querida Cecilia Bartoli, que me apuro a reparar, si acaso fue eso, que no creo. El daimon de la Bartoli, se ve, se asoció con el mío propio para que presto desfaga ese entuerto, sin más dilación.

Pero también está el hecho de que, ya que andamos de paso, dejaré aquí dos interpretaciones de la Bartoli que tienen la misma música aunque distinta letra y que pertenecen a obras distintas. Y eso porque así lo quiso Haendel que compuso, unos tres años después de Il Trionfo, una ópera inspirada en asuntos y personajes de Torcuato Tasso y su Jerusalén liberada, ópera que se llamó Rinaldo, y que tenía por agonista primero a uno de los personajes de il Tasso, Rinaldo precisamente, héroe cristiano del 1100 que se alista para conquistar Jerusalén, en manos sarracenas, y por pedido de Godofredo quien, para incentivarlo, le ha prometido para la ocasión la mano de su hija Almirena. Ella es la que canta una de estas arias que traigo a cuento, cuando, raptada por los moros, le pide al rey musulmán que la libre y le permita volver con su amado Rinaldo.

Esta obra de Haendel no me entusiasma asaz, justo es decirlo. Pero, pero…: no olvidar que esta cuestión es lateral y la Bartoli es central.

Más allá de todo, permítame un bocadillo. Porque, mientras oía las comparanzas, me quedé pensando qué diría de sí mismo un compositor de estos tiempos nuestros (y qué dirían de él su público y los críticos y…) si, como Haendel, usara la misma melodía para dos obras distintas en apenas 4 años.

Si hiciera falta, es una curiosa muestra de la distancia entre nuestros días y lo que se entendía por originalidad antes de que llegáramos a este valle, con tantas y tantas de nuestras originalidades.

Oiga, buen hombre, muy interesante todo, pero, ¿sigue hablando zonceras o…?

Disculpe, caballero… Mil perdones, vea. Tiene toda la razón.

Distinguido auditorio: a continuación Cecilia Bartoli interpreta, en primer lugar, Lascia la Spina, aria de Il Trionfo y, en segundo término, Lascia chio pianga, aria de Rinaldo, ambas de Jorge Federico Haendel.






A la salud de vuestras mercedes.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Flor de estos días

Y así va siendo.

Apenas un poco de sol nítido sobre los cerros, entre la nieve y el bosque; y eso apenas una tarde de un día.

Hasta que la piedad del aire y del cielo trajo algo del temporal del que vengo, y que vino a florecer en este desierto de almas, quizá para mi contento.

Los días de trabajos van pasando. Intensos y reñidos. Con almas en desierto que dudan de ser almas todo el tiempo y de mil formas. Y afirman sus dudas con una melancolía que parte el alma.

Tal vez esta llovizna de hoy, que me sigue como un perro fiel, riegue las penas de estas buenas gentes. Un servidor no puede eso. Apenas mira el desierto de almas que ve y quiere carpir aquí o hincar la pala allá, más abajo, pasando la tierra helada. Por si debajo de la nieve gastada y lustrosa de las sendas grises, diera con un poco de arena, siquiera para que se aferre una raíz de flor, una brizna siquiera verde. Apenas eso. ¿Quién sabe?

Las buenas gentes la vislumbran y sonríen. La adivinan y bajan la cabeza. Discuten, guerrean contra su tristeza, levantan su puño tembloroso e increpan a su nostalgia de quién sabe qué, de qué felicidad negada en algún lugar del que ya creen que no son y al que no saben volver. Lugares de la tierra y del cielo.

Y está eso de que uno tenga a la vez que gozarse en la dicha del aire liviano y el frío todo en torno, con su vigor de montaña entre el silbido de los árboles olorosos; y eso de que tenga uno que caminar feliz sobre la nieve que se demora y que lo deja a las puertas del cobertizo en el que guardan estas buenas gentes sus perplejidades y dolores, mientras un cerro majestuoso y blanco mira por la ventana el drama de estas vidas, silencioso, olímpico. Misericordioso.

Dejo las suyas ahora. Vuelvo a mi propia noche por hoy. Finó este día. Un vaso tibio de un vino noble me espera paciente mientras ordeno mis notas del día y las de mañana, que se me hacen superfluas, insuficientes. Por la puerta abierta, entra tumultuoso el frío seco y se oye el vaivén del lago que al viento suave de la noche mueve piedras que suenan como cuentas de una oración que parecería nadie rezarle a nadie. Toda la estancia huele a madera nueva.

Hay una como soledad silenciosa, serena. No deja que uno se engañe, sin embargo.

En algunas partes de la villa, en el silencio rumoroso de esta noche, tal vez ahora mismo haya gentes entrecerrando sus asuntos hasta ver si algo de alguna luz de alguna parte les amansa el alma.

En silencio yo también, los homenajeo con unas músicas ásperas, qué más puedo hacer; algo de eslavos, expertos en decir esas cosas. No se me ocurre más.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Mathoms

Cuando a una historia se le puede entrar por varios lados, el escribiente se complace. Es simpático ese mareo al ver que tantas cosas pueden hacer siquiera una constelación extravagante. En la cabeza de uno, al menos, ¿quién sabe?

Por ejemplo.

Hace unos años, en Jalisco, un médico buenazo y muy curioso, que cursaba la filosofía del lenguaje que le daba, me trajo de regalo al final de una clase un disco que había grabado para mí: Cansiones, de Joan Manuel Serrat. Y me pregunto ahora qué habré dicho –Dios no me lo tenga en cuenta...- que lo haya movido a eso, y no que no se lo agradezca. Aunque tal vez fuera pura amistad y benevolencia del buen hombre.

Una canción de aquel disco, fue mencionada aquí hace unos años, por muy otras cuestiones, claro.

Me acordé de ella esta mañana, cuando me calentaba las manos con un cigarro, mientras el viento y la garúa cortaban la piel, contenta de tan fría.

Como ya aprendí, y nunca más me fío de mis años, fui a ver adónde era que estaba, ya resignado a estar seguro de que no había puesto la música. Hice bien: no estaba, claro. Y tenía dos versiones para poner…

Aquella del Serrat de Jalisco.



Y otra del Dúo Coplanacu, que no desmerece en absoluto.



(Conviene que sepa el lector interesado y coleccionista que guardo copia de la versión original del chileno Víctor Jara. Y que está a su disposición…)

Y en eso estaba, a las corridas por las cansadas páginas de esta bitácora, y con el pie casi en un estribo sureño, que me dejará enterrado en la nieve de la tierra sin monasterios por unos días.

Fue entonces cuando un buen amigo, atrevido y mal pensado, asomando apenas su pluma por una ventana, me acusó, con unos simpáticos versetes, de que la salutación a septiembre era un subterfugio que escondía, según él, la intragable vanidad de colar entre los trinos de zorzales y los brotes de tilo, una mención críptica de mi cumpleaños, que a él, cómo no, se le hacía transparente.

Un canalla, sin duda. ¿Quién quiere amigos así?

¿Septiembre no se basta solo? ¿No ha hecho mérito bastante? ¿Necesita semejante alusión, dizque oblicua mención? ¿Es su culpa, al fin de cuentas, y tiene que cargar con eso? ¿O es que septiembre y un servidor son sinónimos ineludibles?

No. Y no. Y ya hace no quiero decir cuántos años que no.

Septiembre es septiembre.

Y listo.

No me molestó, claro.

Si todavía todo alrededor del mundo tengo a la garúa que sigue navegando a los bandazos por el viento de septiembre, fiesta del aire... ¿Qué más se puede pedir?

Pero.

Yendo de los zorzales a Jalisco, lluvia en los ojos y cigarrito en mano, y riéndome del botarate de mi buen compagno, me acordé.

Sí: en aquel disco médico, Serrat canta una canción en guaraní (y sí..., casi como Discépolo haciendo teología...)

A mi gusto, diga lo que quiera, creo que logra una versión como para regalo, realmente.

Cosa que, además, viene muy bien, por cierto.

Porque, como hacen bien los hobbits, debe uno tener a mano algunos mathoms para regalar a la amable y sufrida platea, cuando le llegue a uno su cumpleaños, lo que puede ocurrir en cualquier momento, como todo el mundo sabe, septiembre más o menos.

Por lo que, entonces, allí les va.



ver

Che pykasumi (Mi pequeña torcaz)
Che pykasumi reveve vaekué chehegui rehóvo
oúva ne ange cada pyhare che kéra jopy;
rohayhúgui ai ajepy'apÿva che ne ra'arôvo,
michínte jepépa ndaivevuivéi che mba'embyasy.

Ne añaitégui ndénte aikóva ko'âicha aikove asy
jaikóma rire ku juayhu porâme oñondivete;
resê reveve che rejarei, che motyre'y,
aico cikorey ndavy'amivéi upete güive.




Septiembre

Septiembre nace frío, húmedo y barroso, con una llovizna ínfima, mojadora. Y el viento.

Pero es septiembre.

Y temprano tiene que ser: a oír la madrugada, mate y cigarro en ristre, se va temprano.

Porque empezó el tiempo en el que la mañana se oye antes de que se la pueda ver.

Es el zorzal que vuelve.

Septiembre está pariendo zorzales por el aire.
Y ellos respiran cantos que trinan como luces
en medio de una noche que, inquieta todavía,
ruge vientos que lloran lloviznas en la hierba.

Septiembre llega y nace. Un zorzal pregonero
proclama, entre las hojas de un sauce que murmura,
que agosto dio sus días, y que su sangre corre
ahora por las venas de ciruelos y tilos.

Septiembre cruza el tiempo y deja atrás la noche.
Y siembra por las ramas de su invierno natal
brotes verdes, zorzales, una luz quieta y niña.

Septiembre ya es septiembre. Ya es el mundo en septiembre.
Lo han dicho los zorzales. Mi corazón lo ha dicho.
Y se oye que es septiembre en la voz de este día.