jueves, 29 de febrero de 2024

Señores de la belleza

 

En una confesión conmovedora que sus discípulos encontraron entre sus papeles, Fray Mario José Petit de Murat (+ 1972) decía:

En un tiempo pensé que enseñando Filosofía del Arte atraía hacia los caminos del Señor; lo consideré un medio para preparar la conversión de las almas. La verdad es que el salto nunca llega. Se modifica alguna mala costumbre; se cambia alguna idea errónea, pero nada más. La completa entrega nunca llega. ¿Quién renació de verdad en esos caminos? (...) Mi sacerdocio ha sido profundamente ofendido. (...) Mientras alaban al hombre, hieren al sacerdote. Se tolera que lo sea, porque, al final de cuentas, enseña bien Historia del Arte. Cuando quiero pronunciar la Pasión y Resurrección de mi Señor, se me tapa la boca y los oídos se cierran: cuando enseño arte humano se me aplaude.
¡Ah, muerte y noche desolada! ¿Quién me iba a decir que me aguardaba tal esterilidad? ¡Ah, la desnudez del sacrificio levantado en medio de un pueblo ausente! (...) ¡Desdichado de mí: años estériles y resecos! Nada, Señor, ninguna cosecha para tus cielos. La gente que me recuerda, recuerda mi nombre, mi acción, mas no a Ti.
 

Ya sobre el final de sus días, unos 10 ó 12 años después, dijo en el pueblito tucumano en el que oficiaba de sacerdote:
 

Fue un acierto venir a Timbó: con razón todo lo que me rodeaba no pronunciaba otra cosa: lo único que cabía era el destierro voluntario. Todo, sin excepción, me lesionaba como hombre, como religioso, como sacerdote. Digo destierro voluntario pero se ha dado la paradoja de siempre: el destierro ha resultado un casi solemne retorno al universo de Dios y a las almas. Como al convaleciente de una grave enfermedad se me dan todas las cosas de nuevo: las estrellas tienen el tamaño que tenían en mi infancia; los follajes se elevan anhelantes y translúcidos como cuando los descubrí en mi adolescencia, y los ritmos que se multiplican y juegan en las cosas, las ramas, las nubes, las patas de los caballos, cantan la gloria de Aquel que los hizo. Todo viene a mí denso y jugoso: los patéticos telones de los crepúsculos de Tucumán "ignorados" que parecen prontos para correrse y darnos una nueva epifanía del Cristo.

Al despedirlo, un hermano suyo en religión, Fray Domingo Renaudiére, le dedicó estas palabras que hacen en parte a nuestro asunto, y que en parte le contestan al propio padre Petit:

Yo creo que el Padre sabía que él debía dejar algo.


Acaso muchos crean que muchas de sus obras han fracasado, o se han frustrado.
Pero hay una cosa más profunda en los hombres de Dios, que Tucumán todavía no conoce: pero yo se lo voy a enseñar.

Y es que hay hombres, hombres de Dios, que desean por lo que nosotros no deseamos, que quieren por lo que nosotros no queremos, que aman por nuestra falta de amor; que cumplen con una misión frente a nuestra sequedad. Para no morirnos de sed, ellos piden el agua, y claman, y la tienen en sus propios labios.

Y entonces un día, lo que ellos han deseado se cumplirá. No se cumplirá en sus vidas, porque ellos se han despojado hasta de los éxitos inmediatos, de sus deseos, o del cumplimiento de las cosas de su corazón. Los han entregado al aire de Dios; es otra cosa.

Pero un día se podrá cumplir; se verán obras; lo que hoy parece frustrado, surgirá, porque han deseado en el seno de un inmenso despojamiento.

Así son los hombres de Dios; éstos juzgan al mundo.

En estas palabras cruzadas de ambos dominicos, hay materia para nosotros.

Tiene en algo razón el padre Petit. Algo parecido decía Charles Baudelaire, nada menos, reflexionando sobre el gusto inmoderado por el arte y en cierto modo por lo bello extrínseco, en El arte romántico:

El gusto inmoderado por la forma conduce a desórdenes monstruosos nunca vistos. Absorbidas por la pasión feroz de lo bello, de lo gracioso, de lo bonito, de lo pintoresco, pues hay grados, las nociones de lo verdadero y de lo justo desaparecen. La pasión frenética por el arte es un cáncer que todo lo devora; y, como la ausencia neta de lo justo y lo verdadero en arte equivale a la ausencia del arte, he aquí que el hombre entero se hace humo.

También parecido es lo que dice Leonardo Castellani en 1931, comentando en la revista Criterio el libro Arte y Escolástica de Jacques Maritain:

El arte tiene una ventana abierta al infinito y en su mesa el resabio del paraíso terrestre; y por eso es grande y a la vez peligroso. En su casa es donde Dios y el diablo libran las más hondas batallas. Santa Catalina de Siena, prendada por el de su tiempo, lo estimó ministro de la contemplación; León Bloy, furioso por la corrupción del nuestro, lo creyó un parásito de la antigua serpiente.


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No puedo decir que encontré esto por casualidad.

Pensar (no sólo contemplar o gustar) la belleza es de cada hora y cada día. Sin mérito alguno, es porque lo merece el asunto. Sin la belleza el alma no respira bien. Y a veces ni siquiera respira, propiamente hablando. De modo que es casi un ejercicio de respiración. Del hombre entero.

Ordenando papeles (porque hay algunos interesados en esos temas y buscaba material para ellos), topé con la carpeta de charlas y escritos sobre el tema, propios y ajenos. Y, como pasa, me quedé leyéndolos. Y allí estaban estos fragmentos que dejo aquí.




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Los fragmentos que quería destacar ahora son del borrador de una conferencia de un servidor, de hace unos 12 años, como se ve allí.

Unas Reflexiones acerca del arte y la ideología.

Se menciona allí, al final, un discurso de Leopoldo Marechal: El poeta y la República de Platón.


lunes, 26 de febrero de 2024

En tu memoria





Hace exactamente 10 años, publiqué aquí un recuerdo de infancia que se hizo un lugar común en mi mente, mucho tiempo después. Y me es muy útil, todavía.

Ahora lo repito.

(Y yo sé por qué ahora lo repito.)


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El boxeador viejo
 

Son recuerdos que traigo de cuando era chico.

En mi pueblo, todavía por aquellos años, muchas casas alrededor tenían el aire de sus orígenes. Venían del tiempo de cuando el tren era de los ingleses. Vi después que en otras líneas, del norte y del sur, era igual. Las habían construido cerca de alguna estación para el personal muchas veces importado; ingleses había, claro, pero mucho irlandés, algún escocés y algún que otro galés, aunque menos. Mi lugar, por entonces, estaba plagado de Fox, Harnan, Dixon, Williams, Duggan, Jones, y así. De allí, se supone, la diferencia en tamaños e importancia que las casas mostraban. No había forma de no darse cuenta cuál era de quién.

Las casas que digo le daban un aire simpático a los barrios y a los pueblitos. Tan simpático como irreal, porque ciertamente no eran exactamente "de acá". Aunque también pasa entre nosotros, y desde hace casi más de un siglo, que hay muchos modos de ser "de acá".

Pero, sumando y restando, aquellas casas eran simpáticas y algunas cuadras, que mantenían el estilo, eran un buen paseo arbolado, enjardinadas ellas, bien puestas. Si me apuran, siguiendo a Chesterton (ya que de ingleses se trata), hasta creo que algo de la gracia del conjunto venía precisamente de que aquellas casas tenían alrededor otros estilos.

Para mis años niños, por mis pagos, ingleses casi no quedaban.

En algunas casas vivían irlandeses –y muy bonitas irlandesas, qué le digo...–, pero la gran mayoría había sido ocupada por dueños nuevos, de otras tribus. Con el tiempo, un poco por propio empeño, otro poco por el cholulismo vernáculo, los gringos súbditos habían prosperado (hablar inglés, y chapurrear castellano, parece que siempre ayudó un poco en las pampas...), y así fue como los hijos de los hijos de los que en sus días vinieron apelmazados en los barcos y fueron a dar a los hierros y durmientes de Vía y Obra, o a palear carbón o, acaso, con más suerte, fueron personal de estación o escribientes, habitaban ahora unos caserones bastante importantes a los que trataban de parecerse, con éxito dispar.

Pero había una casa, chica, muy, igualita ella a las que tenía a cada lado y a otras cuantas más de por allí.

No quiero irme del asunto que me trae los recuerdos.

Pero.

Creo que, puestos a hacer socialismo o como más le guste llamarlo, los ingleses harán un socialismo bonito, si quiere, algo vistoso (tanto como cruel, volviendo a Chesterton...) Hay quienes dicen que "saben vivir", que les gustan las casas, los jardines, los animales. Pero es socialismo igual. Es verdad, también: no pueden dejar de ser un tantico imperialistas, socialistas o no, y casi siempre. Y por más que lo envuelvan en ese decoro simpático y agradable de horses & hounds, de garden & flowers, a mi sabor despersonaliza lo mismo, por doble vía, porque ser socialista es una cosa y ser muy inglés, es otra (de hecho, con ser inglés, alcanzaría, pero..., un poco sobreactúan de tanto en tanto...)

Viendo esas casitas, a veces he pensado que esa maqueta a repetición y a escala menor -sensiblemente menor- de las casas grandes, reproducida en toda una hilera de casitas, más que mostrar el parecido en el estilo (de hecho las grandes y las chicas son muy inglesas, ambas), quiere mostrar en todo caso las diferencias y acentuarlas. Amable y civilizadamente, claro. Claro. Y dicho así, si de socialismos se trata, no sé si no prefiero la horripilez soviética. Ya sé que es bien discutible, sí; pero... Ahí lo tiene: en la frialdad aterida y tristona de la crueldad gris y rusa, el incauto tiene que ser medio pavote, o pavote y medio, como para confundirse. Pero, entre parterres y terriers, es más fácil que el incauto crea que la uniformidad es la medida humana. La uniformidad de los siervos, se entiende. Y de los natives, claro.

Pero, ya... Ya. No seamos injustos: el lugar era agradable y de buen ver, con todo y eso, que después de todo, los colores con los que estoy pintando los ponen en parte, en parte... mis ojos.

*   *   *

Y la casita que dije también era simpática, con un terreno irregular y un jardincito monono, y bastante más grande que la casa, que dos ancianos que vivían allí cuidaban con disciplina y alegría. Él era criollo, de familia hispana, les diría; ella, me parece que de familia italiana y tal vez italiana ella misma. Con el tiempo, mi madre me contó que algo había tenido que ver él con la herrería y presumiblemente por eso mismo había trabajado en alguna ocasión para mi abuelo. Dicen que alguna vez, en otro lugar y en otro tiempo,quiso pretender a una hermana de mi padre, pero eso no lo sé. Lo cierto es que la vida lo llevó a esos pagos y ahí vivió, creo que hasta morir. Su mujer era modista y costurera y supo hacerle algunas ropas a mi madre. Tuvieron una sola hija.

Y él, en alguna vida, más joven por cierto, había sido boxeador.

*   *   *

Por una razón u otra, una de las caras de mi primera infancia era la de A. T. (y lo digo así, A. T. porque... es mejor así...).

Era una cara redonda y plana con una inequívoca nariz de boxeador, asunto que mi padre me explicó hasta que lo entendí: le habían roto la nariz boxeando, cosa frecuente cuando se trata de vivir un tiempo a las piñas.

A. T. tenía los hombros anchos, muy anchos. Casi tanto como los de Nicolás, mi abuelo materno. Y eran casi de la misma altura y tal vez de la misma edad. Nicolás era gringo, blanco, rubio, de cara despejada y sonrisa fácil. A. T. tenía una perpetua mueca como de disgusto (que no era), mezclada con una sonrisa melancólica. Muy colorada la piel, se hubera dicho que vivía borracho o que recién terminaba una pelea en la que la cara había sido el paragolpes. Las cejas caídas, los ojos chicos y como hinchados, A. T. fue la cara del boxeador, cuando yo todavía ni sabía que existiera el boxeo.

Mis primeros años de colegio, los de jardín, fueron a la vuelta de lo de A.T., en lo de unas monjas. De modo que pasar frente a lo de A. T. era obligado al menos dos veces al día. Y cada vez lo veía, mientras mi madre saludaba al pasar o cruzaba unas palabras con alguno de ambos viejos, o con ambos, a los que, por alguna misteriosa razón, mi recuerdo los hace viviendo más en el jardín que en la propia casa, porque allí era donde estaban cada vez que pasábamos.

*   *   *

Y cada vez que lo veía, A. T. reproducía un ritual que me causaba un poco de gracia y una pena indescifrable, al menos de chico, que no después.

A. T. saludaba cada vez muy cortésmente a mi madre e inmediatamente (en medio del jardín, en la vereda...) adoptaba una posición de ring: abría un poco las piernas, subía la guardia, sonreía con su sonrisa melancólica, se le caían más las cejas, se le ensanchaba la nariz partida y me decía, resoplando y algo asmático: "A ver..., a ver ese campeón...., boxee, boxee, Eduardito, a ver cómo se defiende...", y todo entre fintas pesadas y movimientos lentos y sin compás de atleta.

*   *   *

Hace mucho tiempo de eso. Jamás lo olvidé. Y siempre fue el emblema de algo que recién pasados muchos años pude entender mejor.

A. T. hacía fintas de boxeador, pero ya no era boxeador. Y hacía fintas de boxeador joven y entrenado, plástico y ágil, vistoso. Pero ni era joven ni entrenado, ni plástico, ni ágil ni vistoso.

Un día lo entendí. 

Durante años, con la tierna imagen mental de A.T. y sus fintas de abuelo bonachón, algo torpes, mecánicas y desacompasadas, usé la expresión "como boxeador viejo". Y quería decir todavía lo hago que hay algo que no se puede repetir así como así. Que hay muchas cosas en la vida que querríamos que fueran siempre lozanas y frescas, si acaso. O siquiera que causaran la sorpresa y la emoción que causaron alguna vez. Incluso, como entonces, con buenas o malar artes (como en el boxeo...) Que pudieran repetirse siempre con la misma plasticidad. Que pudieran ser siempre eficaces. Como una agilidad, física, mental, afectiva, psíquica. Espiritual. 

O como la que en alguna época fue el arma infalible de quienes seducen, para lo que sea y lo siga siendo. Porque seducir puede ser algo de ese género. Y no siempre nos acompaña todo el tiempo de nuestras vidas, no todo el tiempo que querríamos o que parecemos necesitarlo. Y no es raro que nos abandone bastante antes de que dejemos de usar la herramienta. Con lo que, por fuerza y también en eso, nuestros gestos serán como los de "boxeador viejo": Tendrán el gesto, si acaso la mímica, pero nada más. Y, lo que es frecuente también, los demás verán que somos "boxeadores viejos", y un poco de pena daremos...

Muchos años he pensado en eso. Muchos de veras.

Siempre caigo en la misma conclusión y voy al mismo punto. Y, por alguna razón, el razonamiento se vuelve una petición, una especie de jaculatoria, que ni a oración llega.

Veo a muchos viejos que siguen, digamos así, boxeando. Y, lo que es más notable y digno de ver, siguen teniendo buena cintura, buenas piernas, buenos reflejos, rapidez para resistir o esquivar los golpes, y sin moverse ahora casi, experiencia para aguantar, y hasta sentido de la oportunidad para colocar un buen golpe. 

Claro. Han cambiado un poco su "plan de pelea": es que no tienen 20 años... Claro. Pero no son boxeadores viejos. Son viejos. Pero todavía boxean. Y no desmerecen, no.

Y también veo a muchos otros que han sido boxeadores y saben que ya no pueden boxear. Entonces no simulan boxear. No hacen fintas al aire, ridículas y algo vergonzosas. Miden sus movimientos. Han guardado su eficacia para otros asuntos. De otro modo. De mejor modo. Y lo hacen con gracia. Lo hacen con sabiduría. Y no se nota ni lentitud ni torpeza. Sólo experiencia. Bondad. Mansedumbre sabia.

Pasa en tantas cosas. Y en tantos. Y en todos, mejor decir. 

Hombre o mujer. 

Profesor o ingeniero o sacerdote o carpintero o médico o chofer o músico o albañil o amante o futbolista o padre o abuelo o amigo o...

Difícil, siempre pienso, llegar a la edad en que uno decide (de algún modo, vaya a saberse cómo, por qué...) si habrá de hacer el papel de "boxeador viejo". O no. Difícil saber cuándo es esa edad, cuándo es cuándo. Y qué hacer entonces. 

*   *   *

A. T. era un hombretón, manso, buena persona. Y tenía eso: su ritual de "boxeador viejo", que era un juego que me convidaba. Pero aquello, sin quererlo él, fue algo más que un juego. Y me heredó eso, también. Sin que supiera él, ni pudiera imaginar él, adónde irían a parar sus bamboleos como de marinero en tierra. 

Y me acuerdo de él (no de eso, de él...), cada vez que recuerdo aquellos gestos, aquellas fintas incompletas, vacías. Y se lo agradezco y me alegro de haberlo conocido. A. T. jugaba conmigo. Y jugaba con los juguetes que él tenía. Y se lo agradezco infinitamente. porque, como siempre, en los juegos se aprenden muchas cosas. Como jugando...

Y de allí viene la jaculatoria. Por él. Por mí. 

Y por cualquiera que tenga adelante un ring vacío, cuando le llegó la edad de saber si sabe lo que es un "boxeador viejo". O no.



 

Homenaje




Con arrebato de horda va el corcel formidable,
enredado a sus crines ruge el viento de Dios.
Sobre el bosque de hierro vibra en llamas un sable
que divide a lo lejos el firmamento en dos.

La montaña congénere donde el cóndor empluma,
sonreída de aurora despertó a ese tropel
de patria, y la simétrica marea ungió en la espuma
de un brindis gigantesco los flancos del corcel.

La tierra devorada por los cascos se abisma
en el tremendo vértigo que arrastra aquel alud.
Y el Himno natal surge del trueno con la misma
voz que estalló en clarines en los campos del Sud.

¡Tufo de potro; aroma de sangre; olor de gloria...!
La hueste bebe el triunfo cual sublime alcohol,
y la muerte despliega sobre su trayectoria,
acabada la tierra, la mar de luz del sol.

En 1910, Leopoldo Lugones publicó sus Odas seculares e incluyó estos cuartetos homenajeando a los Granaderos a caballo, y ése fue el título que les puso a sus versos. 

Las marcas de época, las notas líricas de época, están presentes. Pero el asunto no es tanto que los versos sean representativos de una estética. El asunto es si, con los instrumentos que tiene a la mano, el artífice hace o no hace una obra de arte. 

El Regimiento de Granaderos a caballo estaba de moda por esos años. Había sido restablecido hacía poco, en 1903, después de haber sido disuelto por Rivadavia durante su presidencia, en 1826. En 1908 se había establecido donde ahora está, en Palermo, después de que el gobierno hubiera comprado los terrenos y construido los cuarteles. La iniciativa fue del ministro de Guerra de Roca, Pablo Ricchieri, probablemente el primer militar definidamente "profesionalista".

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(En la foto, Granaderos en Mendoza, precisamente en 1910.)


sábado, 24 de febrero de 2024

Yerba con moraleja




Hace decenios, y por un año y algo, fui a dirigir periodísticamente el único diario que tenía Catamarca por entonces. Había allí un empleado que hacía las veces de jefe de redacción y que tenía una costumbre curiosa.

En las pampas, cuando la yerba se va lavando, se "arregla" la cebadura cambiando la yerba, una parte al menos. Y se vuelve a empezar. Pero este buen muchacho norteño arrancaba a cebar con muy poca yerba y echándole poca agua, proporcional a la cebadura. Pero poca de verdad, apenas el fondo de la calabaza. Cada una o dos rondas, de mate "corto", agregaba menos de una cuchara de té. Y así seguía cebando. Al rato, otra. Y más tarde, otra; y así.

Podía estar largo rato mateando y hasta buena parte de la tarde. El sabor siempre era como de recién empezado. Siempre con el mismo procedimiento, llegaba un punto en que los agregados completaban la capacidad canónica del mate y, recién cuando eso se lavaba, ahí venía el cambio completo, pero siempre de menos a más y nunca de más a menos.

Me acordé hoy al alba de aquel joven (tocayo de un servidor, fíjese lo que le digo...), mientras armaba el mate y tomaba la primera ronda, antes de salir a buscar leña, de la que hay que hacer acopio para cuando vengan los fuegos del frío que venga. Cebé a mi modo, no al de mi tocayo.

Pero, ¡cuánto dice ese modo! Y no estoy hablando del modo de cebar mate. De cualquier otra cosa en la vida. La educación. O la quinta y las flores. O el querer saber. Hasta los amores. 

Moraleja posible: Si quiere que algo le dure, vaya despacio y no lo apure.


jueves, 22 de febrero de 2024

Huevos de serpiente




(Salpicón misceláneo)


En la película de I. Bergman de los '70 (que, por supuesto, habla del surgimiento de Hitler a principios de los '20), un científico manipulador de vidas humanas, el doctor Vergerus, le dice al protagonista: “Cualquiera puede ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la fina membrana se puede distinguir un reptil ya formado”. Si quieren, y no la vieron, pueden verla. Es de Bergman, así que paciencia, porque no van a ver una de tiros y autos volando por el aire. Es "de tesis". Pero igual sufre del mal del cine, de 1945 hasta acá: poner la quintaesencia del mal en el nazismo, acción cultural muy conveniente. No importa ahora si el nazismo es bueno o malo. Porque el argumento es distinto: todo lo que sea malo será de un modo u otro nazismo. O fascismo, tanto da, que no es cuestión de andar con exquisiteces históricas o ideológicas. Nazismo y fascismo son tópicos, no palabras o conceptos. De este modo, cualquier otro mal pierde (o encubre o disimula) su propio nombre y su propia esencia y pasa a transformarse en "algo nazi o fascista". No estoy diciendo nada original. Solamente lo subrayo. Así, hasta Israel puede recibir el apelativo de nazi, tanto como el Islam, o Putin, o Kim Jong Un, o Benedicto, o Stalin, o Gerardo Morales o Maduro, o Bukele. O Mourinho, si se pone muy malhumorado en el vestuario. O Francisco, ahora que dicen que, quién sabe por qué, mandó a cortarle las alas a la furia sinodal de obispos alemanes. Como digo: acción cultural muy conveniente, porque, al fin de cuentas, bastará no ser nazi para ser bueno. ¿Y quién dice qué es ser nazi? Es fungible, mire. Nunca lo sabrá.

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Puede que sea error de percepción de un servidor. Pero de la famosa batalla cultural que traía en la mochila la libertad libertaria y su séquito de liberales y conservadores y hasta tradicionalistas, oigo que preferentemente se han dicho dos cosas:

1. Hasta ahora, cada vez que se habló de batalla cultural se habló de economía y finanzas. De guita. De cambiar una mentalidad respecto de la guita, de la administración de la guita, del equilibrio fiscal de la guita, de no gastar guita al pedo, de poner la guita donde dé ganancia y no pérdida, de controlar la guita que gasta el Estado (que quiere decir otra cosa...), de no querer recibir todo (la guita sobre todo...) del Estado, del déficit de guita, del próspero futuro en términos de guita, del ahorro de guita, de vivir con la guita que cada quien pueda conseguir, de no gastar más guita que la que se tiene. Y de impuestos que van y vienen. Y traidores que son traidores por guita. Y aledaños: corrupción con la guita, choreo de guita. Y así. Conclusión: al final la guita es cultural y es ahí donde principalmente se da hasta ahora la batalla. Cultural, claro. Hasta oí a un cura tratar de explicar el cambio cultural historiando cosas de guita en la Argentina de antes y ahora. Los oponentes, sea dicho, también contestan hablando de guita, claro. Porque la batalla cultural parece que se da entre dos modos de hablar de guita y obrar con la guita. El hombre de la calle también habla de guita, votara o no votara a la libertad libertaria. Pero al hombre de la calle lo que le pasa es que todavía no le llovió la leche y la miel que lloverá la libertad libertaria, y ya no tiene guita para comprarlas. Pero de otros asuntos no se habla en término de batalla cultural, como se habla de guita en términos de batalla cultural.

(¿De veras mandaron al vocero a que anunciara el desmantelamiento del INADI por cuestiones de guita, con argumentos políticos como que los gerentes son muchos y no son idóneos, que tienen muchos empleados y para ya no financiar más la rosca política? Lástima: era una oportunidad para dar la batalla cultural, ¿no?) 

2. Hasta donde se entiende en medio de la confusión enorme de lo que muchos dicen que está completamente claro, la batalla cultural se da para hacer triunfar las ideas de la libertad libertaria y para que la gente de bien disfrute la libertad libertaria. ¿Cuáles son concretamente esas ideas de la libertad? Bueno, eso después lo vemos. Los sustantivos libertad y gentedebien son como el adjetivo nazi. Así que nunca lo sabrá con certeza. Y tendrá que esperar que alguien, en cada ocasión, le diga qué es libertad y gentedebien y qué no, así como alguien le dice en cada ocasión qué es nazi y qué no.

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Guillermo Moreno, que de gil no tiene un sólo pelo del bigote, matizó su discurso y viró unos grados a estribor. Un peronista tiene la piel sensible a los humores del pueblo, aunque en algunos casos los exacerbe o en otros los enerve, según pinte y convenga. Moreno oye con una oreja el batifondo acéfalo del peronismo y con la otra lo que empiezan a esbozar los que llama "viejos lobos de mar" de los movimientos sociales (vbg. Emilio Pérsico). Y oye ruido de tambores de guerra. Y, por las dudas, solamente por las dudas, sugiere, aconseja, amenaza, manda el mensaje: la violencia política es una cosa, la violencia criminal es otra cosa. Y ve, dice ver, cree ver, quiere ver, un atisbo de emergentes de un entramado profundo de violencia política, que no es necesariamente ajena al poder narcopolítico. Y conmina a "estar preparados". El kirchnerismo funcional a cualquier cosa, no le hace asco al tema y lo mantiene tibio por todos los medios que puede. ¿Esto lo digo porque estoy haciendo un análisis político? No necesariamente. Me puso en la pista del asunto el almacenero de la vuelta. Hasta él llegó la cuestión, carne de la acción de los medios. Él, maltratado por la malaria y por eso abierto hasta las 11 de la noche, está preocupado. Quiere que a Milei "le vaya bien porque si le va bien nos va bien a todos...": ¡maravilla de los lugares comunes! ¡cómo le hacen el bocho a la gente: se puede decir de Alfonsín, de Menem, de De la Rúa, de Duhalde, de Néstor, de Cristina, de Macri, de Alberto, de Milei, y hasta puede decirlo, a su turno, la misma persona! Y hasta cierto punto está bien que lo diga: porque en el fondo inconsciente de su alma querría un buen gobernante al que le fuera bien para que a él le vaya bien. ¿Y qué es "que le/les/nos vaya bien"? Ah, eso es asunto para otro simposio. Pero también el almacenero de la vuelta cree que "algo va a tener que hacer porque así no va a andar, ahora me parece que mintió...; ellos dicen que él lo advirtió, que dijo que había que hacer un sacrificio y que la íbamos a pasar mal... pero mintió porque no dijo quiénes la iban a pasar bien, mientras la pasábamos mal..." 

Lo dejé hablar hasta que se cansó y terminó: "... a mí qué me importa ser libre para elegir la prepaga que quiera, si no puedo pagar ninguna o que el alquiler sea libre, si tampoco lo puedo pagar...".

*   *   *

Y ya que estamos en el barrio: Cristina, Massa, Alberto, Moreno mismo, los "Gordos" de la CGT. El peronismo olió un poco de sangre. Y no espera, se pone en marcha hacia lo que viene. Hacia lo que venga. Nadie me va a preguntar, pero si me preguntaran diría que no están ni tristes ni preocupados. Creo que están viendo que, cuando sea que pase este turno del péndulo (y ellos, diría, fantasean con que será dentro de no mucho...), Milei ya habrá hecho una parte importante del "trabajo sucio", hasta donde llegue a hacerlo. Creo que piensan que el revulsivo anarcocapitalista les permitirá barajar y dar de nuevo al interior de la bolsa de gatos del peronismo hoy día. Cristina ya avisó en su mamotreto: hay cosas que discutir sobre lo que hicimos mal, tan luego ella que ni con ella misma discute. Desde la derecha, Moreno quiere prepararse para cagarse a trompadas con la violencia política de izquierda. No de golpe, no enseguida. Cuando sea, Pero estar preparados. Porque si la cosa se pone fulera, nadie le va a pedir el certificado de buena conducta al que ponga un poco de orden y saque chapa de combatir a los revoltosos antipatria. Milei puede allanarle el camino al peronismo y creo que el peronismo ya lo sabe o está empezando a saberlo.

*   *   *

Y hablando de un poco de orden, ¿que tal el gobierno de Milei? ¿Gobierno? No hay gobierno. Al menos todavía. Cuando dejen de hablar de guita, veremos. Pero por ahora gobierno no hay. Además de los votos lábiles en el Congreso, ¿necesita a Macri para que se mueva la máquina que mueve a un gobierno? Capaz que sí. Pero si necesita a Macri para que haya gobierno, está frito. Y si se demora en salir el discordioso y adiposo DNU, peor todavía. Cada discusión que empioja la gestión, menos deja ver qué haría Milei gobernando. Y cuanto menos gobierne, más débil será. Pero arranque o no el gobierno de Milei, con las cuestiones de guita seguirá. Y no necesariamente bien, por cuestiones ideológicas especialmente. Pero no sólo por eso.

Más de uno debería tomar nota: no alcanza con proclamarse anti-k, anticomunista, antipopulista, antiperonista. 

Al fin: no vaya a pasar que la herencia que realmente deje Milei a la Argentina sea la serpiente.

La serpiente pasada, presente, futura.

La que lo envuelve a él mismo. La que ya se sabe que tiene más de una cabeza pero tiene un solo veneno; y que ya se ve formada a través de la fina membrana del huevo que la contiene.



miércoles, 21 de febrero de 2024

Sam Gamyi, los argentinos y la presa de conejo



—¿Se acuerda de aquella presa de conejo, señor Frodo? —dijo—. ¿Y de nuestro refugio abrigado en el país del Capitán Faramir, el día que vi el olifante?
—No, Sam, temo que no —dijo Frodo—. Sé que esas cosas ocurrieron, pero no puedo verlas. Ya no me queda nada, Sam: ni el sabor de la comida, ni la frescura del agua, ni el susurro del viento, ni el recuerdo de los árboles, la hierba y las flores, ni la imagen de la luna y las estrellas. Estoy desnudo en la oscuridad, Sam, y entre mis ojos y la rueda de fuego no queda ningún velo. Hasta con los ojos abiertos empiezo a verlo ahora, mientras todo lo demás se desvanece.


(El Señor de los Anillos, III. El Retorno del Rey, El Monte del Destino)
En su versión, Peter Jackson traduce así ese pasaje del libro:

—¿Se acuerda de la Comarca, señor Frodo? Será pronto primavera. Los huertos estarán todos en flor y en la avellaneda los pájaros tendrán listos sus nidos. Comenzará la siembra estival de la cebada en los bancales. La degustación de las primeras fresas con nata. El sabor de las fresas ¿lo recuerda?
—No, Sam, no recuerdo el sabor de nada, ni el arrullo del agua, ni el tacto de la hierba. Me... me... hundo en la oscuridad. Si... siento que no hay nada entre la rueda de fuego y yo. ¡Ahora le veo... con los ojos despiertos!
*   *   *

Están llegando al Monte del Destino, es casi el fin, están hasta el límite exhaustos ambos, pero más Frodo que carga el fardo insoportable del Anillo. Y que, además, carga con la mirada implacable de Sauron. La misma mirada que vigila y domina desde las "piedras que ven", los Palantírí que habían construido los Noldor, piedras peligrosas que, bajo el dominio de Sauron, atormentan a quienes acceden a ellas.

Pero miremos a Sam. Porque su tarea no es irrelevante: no podrá cargar el Anillo, pero puede cargar a su portador. Y eso hará, con fuerzas que no sabía que tenía. Con fuerzas físicas y espirituales que el Pan de los Elfos ha hecho crecer y que lo mantienen en la esperanza del fin. No piensa que podrán volver así como así. Y en todo caso piensa que no podrán volver, aun después de que la Misión fue cumplida. Pero la Misión se ha cumplido. Su Misión personal de cuidar a su amo y la misión "histórica" que le dieron a su amo, Frodo. Y eso es feliz para él.

Volvamos a mirar a Sam. Y ahora lo digo porque a muchos argentinos les conviene en estos tiempos mirar a Sam. Y mirar la presa de conejo. O las frutillas con crema de la Comarca, los pájaros entre los avellanos, la siembra de la cebada.

Todas esas cosas son reales y ciertas. Están ocurriendo en ese mismo mes de marzo en el que dos insignificantes hobbits se enfrentan al mal en el mundo y lo derrotan en una batalla épica: dos contra uno. Uno enorme, dos medianos. Y uno de ellos es Sam, el que no solamente tiene fuerzas para cargar al que carga la Carga, sino que tiene mirada para la belleza de los avellanos, para la frescura de los campos sembrados de cebada en esa primavera agridulce. Sam, que conoce lo agrio y lo dulce. Sam que en lo más agrio tiene fuerzas para saborear lo dulce, con casi la misma alegría con la que saborearía lo dulce en una Comarca pacífica, alegre, acogedora, ahora que están en el infierno menos acogedor y más hostil.

Mis estimados, aprendamos de Sam.

Los que tenemos enfrente la confusión y el mal, la injusticia y la crueldad, la hipocresía, lo inmundo y perverso, la corrupción, la mentira: miremos a Sam y aprendamos de Sam.

Mirar el Palantir es peligroso: confunde y desespera. Habrá quienes tienen que mirar la cara de lo vil, y mirarla mucho tiempo y casi todo el tiempo. Tienen esa misión, como que la tiene todo aquel que ha de batallar contra el mal en este valle de lágrimas, en su medida, a su modo, en sus cosas.

Pero también para él está la presa de conejo y el refugio abrigado. También existen. También están las frutillas, la cebada, los avellanos que cantan con el canto de los pájaros. También existen. Aunque lo que haya enfrente sea un estallido de lava y azufre, aunque esté en medio del paisaje inhóspito infectado de mal.

Está la presa de conejo y el refugio abrigado. Están las frutillas, la cebada, los avellanos que cantan con el canto de los pájaros.

Está la Belleza. Y el Bien.

Mirar el Palantir gobernado por Sauron puede desesperar y a muchos los desespera y esclaviza. Le pasó a Denethor, le pasó a Saruman, le pasó a Peregrin Tuk.

Los argentinos, en este tiempo, en medio de las laderas sulfurosas y escarpadas del Monte del Destino, debemos mirar a Sam.

Debemos ser Sam.

En acto, realmente. Ayudando a otros que cargan sus Anillos a soportar su carga. Y a quienes apenas son tocados siquiera por el reflejo de algún Palantir que los desespera y los angustia y entristece. En acto, realmente: mientras ayudamos a destruir el Anillo, recordarles las presas de conejo y los refugios abrigados, las frutillas, los campos de cebada, los avellanos en flor, el canto de los pájaros. Y no sólo recordar y hacer recordar. Mostrar y hacer ver. Y mover a que saboreen y gusten –aun en las laderas del Monte del Destino, doblados por la Carga– la Belleza y el Bien.

Como Sam.

domingo, 18 de febrero de 2024

En tierra de duendes


Allí no existe el mar.

Una meseta ensancha el horizonte, como si fuera un mar,
una circunferencia gris,
un roquedal sin nombre ni cercos ni semillas,
un desborde de espacio, 
un dispendio de leguas sigilosas, 
el infinito pálido de matas como peltre,
jamás bruñido.

El corazón se atiene al páramo del todo taciturno: 
sólo habla en el viento, inmenso soliloquio.

Allí todo es la línea 
y se cubre con la campana del cielo, protector y lejano,
que abraza siluetas diminutas que pastan ateridas, 
que corren sin sosiego,
que abrevan soledad entre las soledades.

Todo camino es áspero
y es un surco mudo en medio de la nada, 
única visión de que los hombres andan por el mundo,
la única señal de que allí dejó su huella
alguien que ama y sueña y espera.

La noche allí es un estallido de luces,
límpido el aire frío,
rugiente el aire frío barriendo la meseta,
intemperie de silencio, 
intemperie de estrellas, 
intemperie de ausencias.

Tengo el pie en el camino hacia una tierra de duendes, 
y hacia un río encantado 
que enhebra el valle con el bosque y la piedra;
un beso helado que besa la indiferencia de la montaña,
refrescando sus pies glaciales.

En la distancia, que mido en esperanzas y alegrías que vienen, 
adivino que estás cerca, en tu tierra de duendes, 
y que el agua del río te besa.

Antes de que mis pasos 
se mezclen con la altura que te mira y te guarda.

Antes de que mis ojos se cierren con el sueño exhausto
que sueña el fuego de tu hoguera. Y el reposo.



sábado, 17 de febrero de 2024

Bombardeos




Nada nuevo. Pero siempre malo.

Por ejemplo, una lista sucinta, muy incompleta.

El genocidio armenio por los turcos en 1915. Las masacres de los japoneses en Nanking y Shangai en 1937. Los bombardeos alemanes sobre Londres en 1941. El bombardeo aliado sobre Dresden en 1945. La destrucción atómica de los EE. UU. en Hiroshima y Nagasaki en 1945. La operación Rolling Thunder de los EE. UU. sobre poblaciones de Vietnam entre 1965 y 1968. Los bombardeos de la URSS en Afganistán desde 1979. Los bombardeos en Ucrania. Los cientos de víctimas civiles israelíes por Hamas en 2023. Las miles de víctimas civiles palestinas por los bombardeos de Israel en Gaza, en 2023 y 2024. Y contando...

Ahí la tienen: la práctica milenaria de atacar ciudades indefensas, y dejar el tendal de muertos, mutilaciones, violaciones, fusilamientos, prisiones, deportaciones. 

Civiles siempre, indefensos: hombres, viejos, mujeres, niños. 

No vale la pena contar, no vale la pena sumar números por millones.

Porque esos bombardeos no cuentan víctimas. Miden cuánto alcanzan a doblegar la moral y la voluntad del oponente, de la dirigencia que dirige los países y las guerras. O al que se opone.

Al adversario. Al enemigo.

(¿quién es realmente el enemigo de Milei?)

*   *   *

Vengamos a las pampas.

Aquí también hay adversarios, oponentes. Enemigos.

Y aquí también se bombardea a la población civil para doblegar la moral y la voluntad del enemigo (pero, ¿quién es realmente el enemigo de Milei?).

Que yo recuerde, la mayoría de los gobiernos de un modo u otro ha bombardeado a la población civil en la Argentina, cuando quiso, cuando le convino. 

Los miopes o los tuertos ideológicos, los partisanos y militantes obtusos, creerán que solamente se bombardea con bombas.

Y es el caso que en la Argentina he visto y veo vengarse –sobre las cabezas y los corazones de la población civil– las reyertas que hay entre los mariscales del poder, de los modos más sutiles, más burdos, más arteros, de maneras astutas, perversas, brutales. Tanto da.

Repito, por las dudas que crean que el único que hace esto es Javier Milei (que, por ahora, es nada más que el último de la lista, por un tiempo): casi no hubo presidente varón o mujer que no haya sometido a sus enemigos, a los díscolos, a los rebeldes, a los enemigos. A fuerza de carpetazos, a fuerza de negar lo debido, a fuerza de distribuciones discrecionales de beneficios para los amigos... y para los enemigos, ni justicia; armándoles conflictos en sus propias filas, lanzando los perros dogos judiciales contra ellos, comprando traidores, o promoviendo puebladas, saqueos, marchas, piquetes. O cercar al enemigo repartiendo entre sus enemigos negocios, cargos, prebendas. O temor. O terror.

Y, sobre todo y a la vez, siempre, bombardeando a la población civil, al hombre común. De mil maneras. Algunas dulces y"generosas", como repartir chapas, zapatillas, casas, heladeras y hasta comida (porque, digan si no: en muchos casos, esas cosas también son municiones... o cadenas para esclavos, otro modo de muerte civil).

Agreguen a la lista sucinta que puse más arriba las muertes que quieran, seguro que habrá quien prefiera una u otra, habrá quienes prefieran unas muertes y otras no les digan nada. O creerán que son para bien de la "gente de bien". O creerán que son para los gorilas, que se lo merecen. Lástima, porque todas son injustas. Aquí y en el entero mundo cuando golpean al inocente.

Pero ni vale la pena que se molesten en argumentar o vociferen slogans: los que di son solamente ejemplos.

Lo que sí podrían hacer es mirar una vez y otra vez a la Argentina. Mirar bien. Contar sus llagas. Y no tanto las bombas. Porque las llagas son más durables. Cuenten el envilecimiento, la abyección, la pobreza, la desesperación, la apatía, la ignorancia, la tergiversación de la historia, la destrucción de la verdad, la manipulación de lo moral, la esclavitud del dinero, del empleo, del alimento, de la salud, el adoctrinamiento. Todo eso cae sobre la población civil, como bombas en un bombardeo. Y siempre es por el bien de los argentinos, claro. Y cada bombardeo es por el bien de los argentinos, claro. Y hace tanto que es así.

*   *   *

Machaca Javier Milei que lucha contra la casta de políticos corruptos, ladrones, estafadores, coimeros,  que empobrecieron a los argentinos (es verdad: de Néstor y Cristina viene hablando poco y nada...). Y no es falso que todos esos enemigos existen en la patria.

Pero ya ven: cuando a esos mismos los llama a formar parte de su gobierno, o cuando hace negocios con ellos, los pinta con cal para que se vean blancos e impolutos. Cuando negocia con ellos en el Congreso, también negocia con eso que llama la casta y, sin que se le muevan el jopo y las patillas, se alía a la casta. Cuando dice que lo traicionan, corto mano, corto fierro, que te vayas al infierno. Pero nada más que hasta la próxima pirueta, hasta la próxima estafa. De ambas partes.

Y si no le salió la jugada, el tipo pega cuatro gritos, furiosos de narcisismo, desenfunda los tuits y hace que tira a matar contra la casta

Hasta la próxima pirueta, hasta la próxima estafa.

Y después va y bombardea a la población civil. Y les dice que es por su bien.


Nada nuevo.



viernes, 16 de febrero de 2024

Lunas de marzo


Nacerá con esa luz menguante de la luna:
perderá su alegría, deshojándose.
Un resplandor de espuma gris.
Un recuerdo sin horas.
Un eco en la sordina del aire del verano.

En un campo de siembras, 
el agua amanecerá oscura sobre la tierra agobiada:
así será en los días del regreso del año.

Será la sombra bajo el cielo.
Serán los caminos de piedra, envejecidos.
hiriendo al caminante que trashuma
el tiempo y la distancia.

Pero, una tarde,
en los ojos oscuros de la noche,
se verá que su ausencia novedosa ha renacido,
se verán las estelas invisibles anunciando esperanzas floridas.

Irá creciendo el fuego y será lentamente.
Ya nada impedirá su advenimiento,
su calor y su brillo en la madera que el mundo nos ofrece.

Y un silencio dormido
arderá mientras se esfuma entre las hojas dormidas.

Y cuando el sol más nítido aparezca,
sabré que trae el tiempo nuevo, 
la soledad definitiva,
la más gozosa soledad acompañada. 

Y veré que ha pasado,
y sabré que cada hora en el exilio del oeste tendrá su premio.

Y volverá plateado cada noche tu hábito de luna,
tu vuelo de paloma blanquecina;
los ojos negros con la luz feliz, también regresarán:
con la luz estridente de ese gozo
que las lunas de marzo han escondido.

Pero no para siempre.


jueves, 15 de febrero de 2024

Cristina Fernández de Alberdi




Bonito progresismo el de Cristina Fernández, viera usted. O qué paleo peronismo el de Juan B. Alberdi. Curioso: sin dejar de ser quiénes son, peronistas y liberales tienen como cruzas de sangre que parecería que los vuelven híbridos.

Vayamos por partes. Ni una palabra de análisis del novísimo brulote CFK de 33 páginas sacarán de la sesera de su servidor. No tengo tanta paciencia. Ni me da la ciencia, obviamente, para desmontar el cuento de la señora, minado de datos recortados y escogidos. Porque es un cuento, aunque ella –abrazada al Narciso, que no la suelta ni a sol ni a sombra– crea que ha impresionado al orbis terrarum con su amañada síntesis de la historia de la humanidad argentina. ¿Omisiones? Para hacer dulce. ¿Relato? Si no fuera que nadie le cree, otro capítulo de la misma serie.

Pero me late que podría permitirse tomar algunos riesgos (si los advirtiera su ambición), porque tal vez ella esté pensando oscuramente en dos cosas: 1. retomar protagonismo ahora que el gobierno libertario no termina de cuajar porque no empezó y, más que nada, porque el peronismo necesita algún liderazgo vigoroso, sin el cual es apenas una banda (o bandada) de depredadores inorgánicos; y no es la única que está pensando en hacerse con la jefatura espiritual de la banda (o bandada...), tiene competencia, cómo que no...; 2. si uno lee desapasionadamente su verborrea, tal vez coincida con un servidor en que, sobre todo hacia el final, hay una especie de puerta entreabierta, que da a un saloncito donde hay una mesita con un monono juego de té, un platito con unos sanguchitos y unas masitas dulces, todo listo por las dudas que tenga que sentarse con Javier Milei a negociar algo (a escondidas, claro: es un flagrante adulterio para ambos). ¿Que podría querer ella de él? Adivinen.

*   *   *

Como el escorpión, Cristina tiene que destilar ironías obvias que pretende punzantes, envenenadas, hirientes. No vayan a pensar que la chica de Tolosa es (pudo haber sido...) solamente una cara bonita (cuestión de gustos, claro...), y nada más que eso. Es ilustrada, rápida, verbosa, canchera. Dice ella, no digo yo.

Y la primera dizque estocada es la cita de Juan Bautista Alberdi con la que rompe el hielo a toda orquesta, que yo no soy ninguna boluda...:
Tomar capitales a préstamo para reemplazar los capitales destruidos por las crisis, no es remediar la pobreza, sino agravarla; la riqueza de otro no es la riqueza del país. La deuda representa más la pobreza que la riqueza. Endeudarse no es enriquecerse, sino exponerse a empobrecerse por la facilidad con que siempre se gasta lo ajeno.
¡Ay, Cristina, Cristina...! ¡Qué alberdiana y liberal nos habías resultado! ¡Quién se lo hubiera dicho a los gronchos que ululaban otrora tu nombre, Capitana!

Y verá, usted, compañero, por qué lo digo.

¿Por citar esa frase? No, eso es oportunismo, tal vez. Y si me apuran, hasta un requiebro es, más que una puñalada. Captatio benevolentiae, decían en Roma, hace más de 2 mil años. Citar a Alberdi. Un guiño, dicen los muchachos del bar de la esquina. Un centro, dicen los futboleros.

Y ni más ni menos que tomado de unos Estudios económicos del tucumano, que aparecieron a fines del XIX, unos cuantos años después de muerto el autor, y casi 20 años después de haber sido escritos.

Alberdi, por decirlo en francés, a esas alturas (fines de la década de 1870) estaba a las puteadas con la mayoría de los liberales contemporáneos y anteriores y se nota en las 300 páginas del volumen. Porque no eran suficientemente liberales. Truchos, dirían los argentinos de bien. Casta, diría Javier. ¿Liberales casta? Sí, señor. Lo dice Alberdi. Y ahí caen todos: desde Balcarce a Mitre y a Sarmiento y Avellaneda. Se salva Rivadavia , claro. Pero hay más. ¿Quieren elogios a la economía en tiempos de la "tiranía" del Restaurador? Vayan a buscarlos ahí, que ahí están. ¿Y pataditas suaves para el Libertador? También hay. Es un festival de mierda con ventilador.

Pero muy interesante el libro, les garanto. Léanlo o reléanlo, de veras. No es tiempo perdido. Entre otras cosas, por parte baja al menos, para ver la madre de donde brota Javier Milei. Y el desquicio tramposo de Cristina Fernández, su socia alberdiana. Pero, no se desilusionen, los apuntes de Alberdi dan para más que eso.

¡Pero, ay, Cristina Elisabeth! Te pregunto, por sí o por no: ¿Hiciste los deberes? ¿Leíste, m'hija, todo el Capítulo II, por ejemplo, de donde sacaste el párrafo? ¿Por qué, querida mía, no seguiste citando el párrafo siguiente y el otro y el otro...? ¿Así hacías en los exámenes de la facultad? ¿Tomabas un párrafo y podías perorar durante 33 páginas... a favor o en contra, según cómo venga la mano?

(Puso la firma debajo de este texto de Alberdi, pero no sólo esta vez. Lo hizo con la Constitución de 1853, pese a que fue constituyente de la de 1994.)

¿Leíste, querida, lo que dice Alberdi de la Constitución del '53? ¿De lo que quiso para la Argentina y para los argentinos hasta su muerte? ¿Leíste lo que pensaba de tus amados "grasitas"? ¿Todo eso también te gusta de Alberdi? ¿Y todo lo demás que dice de las raíces de la Patria? ¿Firmás al pie los textos de Alberdi porque la onda pintó alberdiana o tenés un mambo en la azotea, darling? ¿Vos también tenés la enfermedad económica y le rezás todas las noches a Adam Smith para que no te cure?

Cuidado. No todo es culpa de Alberdi; mucho, pero no todo. Ni siquiera creo que sea culpa de Cristina, que luce bastante insolvente, irresponsable. Y ambiciosa. Ni del peronismo siquiera, al que le viene bien cualquiera..., si gana.

Más bien es obra y gracia de la frivolidad y de la superficialidad de la gran mayoría de las dirigencias argentinas. Y no de ahora.

*   *   *

Pero no me crean: tómense el trabajucho y lean lo que aquí les dejo, un fragmento del Capítulo II; incluí al final un enlace al libro completo. Con eso, de paso, se probarán a sí mismos que se toman en serio los días y las miserias de nuesta Patria, con toda su historia de cimas y simas.

Por lo demás, no desesperemos, que aunque tengamos que ocuparnos de cosas de este mundo, no tenemos la esperanza puesta en este valle de lágrimas bajo la luna, ni los huevos que importan puestos en las canastas de las redenciones fallidas de los (y las) mesías de ocasión.


*   *   *






miércoles, 14 de febrero de 2024

Soledades del río


Sembró arrullos del agua lenta,
libró la alfombra cristalina y rumorosa del valle,
un esplendor en el ramaje que se agita,
una danza de hojas, 
el requiebro sin fin de la torcaza.

¿Cuántas horas de río la soledad modela?
¿Qué arcilla de agua forma los minutos
hasta hacerlos morir junto a la noche?

Una senda de trébol,
una sombra de fresnos y de álamos, 
la inmensidad del aire:
toda una alcoba que la brisa custodia  
mientras un ángel vela la soledad del río, 
la soledad dormida del amante, 
la soledad azul de la guardia de los cipreses,
la sola soledad de la presencia, 
vivaz como un oleaje que acaricia las márgenes.

Queda un huella clara dando forma a la hierba, 
una señal teñida de tu misma figura,
el molde vegetal de tu silencio
al que vuelve mi memoria de pájaro
a beber la melodía de tu voz.

Queda la sed de río y sombra, 
la sed de la frescura y el olvido del mundo,
la sed de ser saciado de silencio.

Sitiado por las huestes de la ausencia, 
cercado por recuerdos luminosos de una tarde cualquiera, 
aún oigo la mansedumbre, compases de latidos armoniosos y claros,
un infinito ciclo que está en alguna parte
y brota como un río sin sosiego ni prisa,
y llega a mí como la revelación de la nostalgia.




martes, 13 de febrero de 2024

Los refugios de piedra


La piedra quedó atrás,
la piedra ahora está en su altura,
y es el sur de la piedra que canta en el viento,
y son heridas las hendijas que callan el viento de la piedra 
y silban las distancias que nos esperan.

La piedra está al acecho del cielo, 
y abre sus brazos,
inútilmente,
con sus raíces de piedra
tan hondamente hincadas en la arena,
confundidas entre las raíces infinitas de bosques a sus pies.

Inútilmente
la piedra está alzando su mirada hacia el cielo,
sorbiendo el aire, 
acunando tormentas y otras nubes,
mirando apenas, inmóvil y majestuosa, los valles en su torno.

La piedra quedó atrás, 
la piedra ahora nos recuerda en su altura.

La piedra a la intemperie del tiempo, 
como un vacío en huecos tacirtunos en sus moles agrisadas,
luciendo oquedades que la lluvia urdió, 
que el invierno labró,
que la soledad, siglo tras siglo, cubrió tan silenciosamente. 

¿Cómo pudimos estar allí sin estremecernos?
¿Estuvimos allí sin estremecernos?

¿Nos habremos estremecido 
creyendo que el temblor era la presencia de lo tan amado?

¿Verdaderamente habremos oído el viento 
que ásperamente lame la piedra en esa altura
y hablaba de nosotros?

¿Eran nuestras voces?
¿Éramos nosotros enhebrando querencias en susurros?

¿Qué vieron nuestros ojos de aquellas majestades de piedra,
qué lloraron nuestros ojos
además de la alegría de nuestros corazones,
reverberando en los ojos entornados de amor,
viéndonos sin mirarnos,  
refugiados en la altura que nos elevaba como una ofrenda?


viernes, 9 de febrero de 2024

El aborto de las leyes



Antes de pasar adelante, ¿de veras el gobierno de Javier Milei y Victoria Villarruel quiere todo lo que dicen y han dicho querer? Podría decirse de un modo un poco más ácido: ¿existe verdaderamente un solo gobierno? Y, claro, en la primera pregunta la palabra significativa es todo. En la segunda, un.

La ley alberdiana que empujaba Milei no mereció mayores comentarios por parte de Villarruel. Su aborto, tampoco. Del DNU –que subrepticiamente atesora la doctrina dura–, un adelanto discrecional que hacía pendant con la ley alberdiana (si no era una cosa era la otra y el premio mayor era ambas triunfantes..., que no fue), tampoco Villarruel dijo cosa demasiado notable, salvo una especie de chicana para instar a la formación en la cámara baja de la parte diputada de la comisión bilateral (la de senadores ya estaba integrada) para tratar y seguir la suerte de ese DNU.

Dejemos de lado los estilos, sobre todo los que florecen tanto en la ebriedad de las victorias como en la furia de las derrotas. Y no que no tengan un patrón, pero ese mismo patrón fluctúa, como un ebrio fluctúa cuando camina o habla, precisamente.

Pero, como sea, admitamos que toda la gestión, desde el 10 de diciembre, está envuelta en una niebla que confunde y atrofia el juicio, hasta el juicio de los más benevolentes. Y aun el juicio y las acciones de los propios. Llamen a eso un estilo, si quieren. Lo más penoso no es cómo salen al rescate de los disparates los propios, los dueños o hijos del libertarianismo liberal. Lo más penoso es ver a los inquilinos por una o dos noches, los que quién sabe por qué fueron a parar a ese hostel. Y no estoy hablando de peronistas capitalistas, ni de liberales del PRO, ni de las huestes de Carrió, ni de algunos radicales PRO, ni de otras minorías representadas y aliadas, por ahora y en esto y aquello.

*   *   *

Ahora bien, cuando el cadáver de la no nacida ley alberdiana salía del recinto para ir al panteón de las comisiones, presumiblemente para ser sepultada allí, al mismo tiempo y por la misma puerta entraba un proyecto para derogar la ley del aborto libre, presentado por una diputada santafesina bisoña, aliada de los alberdianos, de modo curiosamente confuso y algo irregular, si es verdad que las firmas de algunos o todos los que decía que lo acompañaban, no eran verdaderas, dejando al margen las opiniones personales sobre el asunto de los que firman o no firman, que ya no sé si sí o si no.... Si digo que hasta el texto está descuidado gramaticalmente, me llamarán purista y tilingo. Pero lo cierto es que un asunto que parece ser taaaan importante para el gobierno merece el tratamiento de un aparato lujoso de relojería, en la precisión y la contundencia, por la materia que trata. Y en la redacción lo mismo, claro. No es un signo auspicioso que no esté bien escrito, y hasta en los puntos y las comas.

¿Es razonable, astuto, prudente, proponer semejante asunto al debate con la presunción nada exagerada de que va a recibirse una paliza legislativa en berve en la ley que esta en tratamiento? Una vez que la oposición a los alberdianos acaba de mostrar que la furia del león queda oscurecida e insonora con unos cuantos votos, ¿no es estúpido haber tirado a la parrilla nada menos que el aborto? Y más preguntas: ¿es un globo de ensayo echar al ruedo la cosa de ese modo? Conspiremos un poco más: ¿alguien le dijo que largara el asunto a rodar para ver qué pasaba, para apretar a Milei o no sé para qué? ¿Servirá como un 2 x 1, como dicen por allí? Para poder decir que la casta lo impide todo desde la libertad y el bienestar de los argentinos (de bien) hasta el cuidado de la vida de los argentinos. ¿Será una muestra de buena voluntad, pensada para servirla en la visita a Roma en bandeja de plata, aunque no se piense en hacer ningún esfuerzo por sacarla?

La ley 27.610 que hoy por hoy libera de toda culpa a aborteros y abortadores, presentada a consideración en su segundo round por iniciativa del presidente Alberto Fernández, nació en el senado a las 4:12 de la madrugada de un 30 de diciembre de 2020. Un tiempo antes, el 11 de diciembre, la había aprobado la cámara baja.

En febrero de 2018, Mauricio Macri había hecho sus fintas en un primer round para sacar una ley similar, un año antes de que terminara su mandato. En junio la aprobaron los diputados y en agosto de ese año la rechazaron los senadores. Y se enterró hasta dos años después.

Pero, ¿por qué no pudo hacerse eso mismo durante el mandato de Néstor Kirchner y después durante los mandatos de Cristina Fernández? Las mismas y bullangueras huestes verdes y feministas aliadas del peronismo, ¿no pudieron hacer nada durante 12 años de gobiernos peronistas, que empujaban los encuentros de mujeres por todo el país para promover esa ley y que inventaban derechos para diversidades a troche y moche? ¿Quién no dejaba que semejante bocado ideológico (y criminal) se presentara en la mesa del festín de esos años? Qué sé yo.

Y ahora, el proyecto de derogación, que tiene puntos raros, como ciertas licencias abortivas que permanecen, cuando en realidad se dice que se busca reformar hasta el propio código penal al respecto. Más el asunto de las penas propuestas para penar lo que de hecho se estima allí mismo como un homicidio, aunque al final no se propone penarlo como tal.

*   *   *
Me pregunto si en realidad vale la pena un análsis delicado y dedicado de toda esta cuestión –peludo de regalo por estas horas–, en medio de estos que ya van siendo continuos dislates gubernativos de la dupla Milei-Villarruel.

Él, a esta altura, creo que mira la motosierra como una antigüedad o un juguete de plástico para niños. Sus últimas expresiones y acciones parecen anunciar que irá mutando a herramientas más agresivas. ¿Veremos cárceles psiquiátricas para los desquiciados que no entienden los beneficios de las ideas libertarias? ¿Campos de reeducación para que los zombies esclavizados puedan al fin entender y abrazar la libertad libertaria? ¿Llegará a afilar alguna guillotina de sus antepasados jacobinos para castigar a díscolos, enemigos o traidores?

Ella, por lo que se oye y se ve, ni abre la boca y mira para otro lado. ¿Por qué? ¿Esperará que su cónyuge político enfurezca como un déspota, con las consecuencias que históricamente le caen a quienes se van de mambo en su ejercicio del poder?

*   *   *

Si llegó hasta acá, paciente lector, habrá notado hace unas cuantas líneas que no se ha dicho nada de los enemigos del binomio Milei-Villarruel, de la multiforme "casta" que oprime al país, al decir del binomio gobernante. Y tendrá razón: hasta aquí su servidor no habló de eso. Y no hablará ahora por dos razones: 1. no es que no haya hablado. pues ha hablado y mucho en los últimos tiempos de los enemigos de la Argentina; y 2. ya hablará otra vez, pero no ahora, porque esta entrada se vino larga.

*   *   *

Finalmente, y por las dudas haya aficionados al poroteo o haya quien crea que hay que tomarse en serio esta manipulación de asuntos más importantes que la licuación de pasivos remunerados y los demás negoci-ad-os financieros que bullen a medio cocer, dejo este pequeño servicio documental. Y lo recuerdo porque de esas harinas vendrá el pan que vaya a haber.

Están allí abajo los resultados de las votaciones de la aprobación de la ley abortera en 2020. Más la integración por bloques de ambas cámaras en ese entonces.

También la actual conformación de ambas cámaras, a las que eventualmente se les pediría (hoy, el año que viene o nunca...) que deroguen la ley abortera.

Una sola aclaración. Entre lo de Macri en 2018 y lo de Fernández en 2020, hubo cambios de posición en algunos legisladores. Todos esos cambios, absolutamente todos, pasaron del rechazo a la aprobación de la ley. Ningún cambio fue a la inversa. 






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 (Ver Actual conformación de la Cámara de Diputados.)

 (Ver Actual conformación de la Cámara de Senadores.)