jueves, 22 de noviembre de 2007

Memoria para el olvido (V)

¿También Dios tiene leopardos de dulcedumbre y tórtolas de bramido?

¿También en Él hay memoria para el olvido? ¿Es eso lo que dice -en parte, al menos- el salmista cuando dice: "Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto"?

¿También cuando Dios olvida lo malo tiene memoria? ¿También cuando sabemos que Dios olvida lo malo -y lo deshace... y se deshace en perdones con el arrepentimiento del ofensor y del pecador-, también allí tenemos memoria? ¿Recordamos que olvida? ¿Debemos recordar que olvida? ¿Debemos recordar que deberíamos olvidar lo que Él olvida?

Tal vez sí, aunque habrá que seguir viendo.

Mientras, me detengo en estas palabras de Benedicto XVI en la audiencia papal del 19 de octubre de 2005.
"Desde lo hondo a ti grito"

1. Se ha proclamado uno de los salmos más célebres y arraigados en la tradición cristiana: el De profundis, llamado así por sus primeras palabras en la versión latina. Juntamente con el Miserere ha llegado a ser uno de los salmos penitenciales preferidos en la piedad popular.

Más allá de su aplicación fúnebre, el texto es, ante todo, un canto a la misericordia divina y a la reconciliación entre el pecador y el Señor, un Dios justo pero siempre dispuesto a mostrarse "compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por mil generaciones, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado" (Ex 34, 6-7). Precisamente por este motivo, el Salmo se encuentra insertado en la liturgia vespertina de Navidad y de toda la octava de Navidad, así como en la del IV domingo de Pascua y de la solemnidad de la Anunciación del Señor.

2. El salmo 129 comienza con una voz que brota de las profundidades del mal y de la culpa (cf. vv. 1-2). El orante se dirige al Señor, diciendo: "Desde lo hondo a ti grito, Señor". Luego, el Salmo se desarrolla en tres momentos dedicados al tema del pecado y del perdón. En primer lugar, se dirige a Dios, interpelándolo directamente con el "tú": "Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto" (vv. 3-4).

Es significativo que lo que produce el temor, una actitud de respeto mezclado con amor, no es el castigo sino el perdón. Más que la ira de Dios, debe provocar en nosotros un santo temor su magnanimidad generosa y desarmante. En efecto, Dios no es un soberano inexorable que condena al culpable, sino un padre amoroso, al que debemos amar no por miedo a un castigo, sino por su bondad dispuesta a perdonar.

3. En el centro del segundo momento está el "yo" del orante, que ya no se dirige al Señor, sino que habla de él: "Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela a la aurora" (vv. 5-6). Ahora en el corazón del salmista arrepentido florecen la espera, la esperanza, la certeza de que Dios pronunciará una palabra liberadora y borrará el pecado.

La tercera y última etapa en el desarrollo del Salmo se extiende a todo Israel, al pueblo a menudo pecador y consciente de la necesidad de la gracia salvífica de Dios: "Aguarde Israel al Señor (...); porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa: y él redimirá a Israel de todos sus delitos" (vv. 7-8).

La salvación personal, implorada antes por el orante, se extiende ahora a toda la comunidad. La fe del salmista se inserta en la fe histórica del pueblo de la alianza, "redimido" por el Señor no sólo de las angustias de la opresión egipcia, sino también "de todos sus delitos". Pensemos que el pueblo de la elección, el pueblo de Dios, somos ahora nosotros. También nuestra fe nos inserta en la fe común de la Iglesia. Y precisamente así nos da la certeza de que Dios es bueno con nosotros y nos libra de nuestras culpas.

Partiendo del abismo tenebroso del pecado, la súplica del De profundis llega al horizonte luminoso de Dios, donde reina "la misericordia y la redención", dos grandes características de Dios, que es amor.

4. Releamos ahora la meditación que sobre este salmo ha realizado la tradición cristiana. Elijamos la palabra de san Ambrosio: en sus escritos recuerda a menudo los motivos que llevan a implorar de Dios el perdón.

"Tenemos un Señor bueno, que quiere perdonar a todos", recuerda en el tratado sobre La penitencia, y añade: "Si quieres ser justificado, confiesa tu maldad: una humilde confesión de los pecados deshace el enredo de las culpas... Mira con qué esperanza de perdón te impulsa a confesar" (2, 6, 40-41: Sancti Ambrosii Episcopi Mediolanensis Opera SAEMO, XVII, Milán-Roma 1982, p. 253).

En la Exposición del Evangelio según san Lucas, repitiendo la misma invitación, el Obispo de Milán manifiesta su admiración por los dones que Dios añade a su perdón: "Mira cuán bueno es Dios; está dispuesto a perdonar los pecados. Y no sólo te devuelve lo que te había quitado, sino que además te concede dones inesperados". Zacarías, padre de Juan Bautista, se había quedado mudo por no haber creído al ángel, pero luego, al perdonarlo, Dios le había concedido el don de profetizar en el canto del Benedictus: "El que poco antes era mudo, ahora ya profetiza —observa san Ambrosio—; una de las mayores gracias del Señor es que precisamente los que lo han negado lo confiesen. Por tanto, nadie pierda la confianza, nadie desespere de las recompensas divinas, aunque le remuerdan antiguos pecados. Dios sabe cambiar de parecer, si tú sabes enmendar la culpa" (2, 33: SAEMO, XI, Milán-Roma 1978, p. 175).

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Memoria para el olvido (IV)

En la anteúltima estrofa de La Vuelta de Martín Fierro, en el Canto XXXIII, dice José Hernández:
Es la memoria un gran don,
calidá muy meritoria.
Y aquellos que en esta historia
sospechen que les doy palo
sepan que olvidar lo malo
también es tener memoria.
Y por eso la traigo ahora, a propósito de estas cosas de memoria y olvido. No porque allí se refiera Hernández a lo mismo en que estoy pensando. Pero dice lo que dice.

Creo que es materia para ver, especialmente lo que subrayo de la estrofa.

Porque hay que ver si es verdad o no y en qué sentido. Y además, puestos a ver, hay que ver si sería posible vivir sin eso o si sería posible vivir con eso. Si es posible -casi diría- cualquier cosa. Y en qué sentido.

Hay que ver.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Memoria para el olvido (III)


"...leopardos de dulcedumbre
y tórtolas de bramido."

Memoria para el olvido
Guillermo Etchebehere
Atahualpa Yupanqui



Es tiempo de primavera
Y tinta en sangre del día
la tarde gime y espera,
de la estrella que la alumbre,
leopardos de dulcedumbre.

La noche titila abrojos,
surca y rasga la alegría,
gruñe su sal en los ojos,
ruge memorias de olvido
y tórtolas de bramido.

La tarde destila enojos,
liba agraces y ambrosía.
Y macera, entre despojos,
hebras de llanto perdido
y tórtolas de bramido.

La noche se embriaga entera.
Y arde en aquello que ardía:
hay dolores en solera
que dejan, con pesadumbre,
leopardos de dulcedumbre.

Ya fue la tarde a su historia.
Pasó la noche en su brío.
Y el escabel alto y frío
del abra de la mañana,
da con su alivio una gloria
lucida, fresca y arcana,
que siembra, en su mansedumbre
y armada de amor vencido,
leopardos de dulcedumbre
y tórtolas de bramido.

martes, 6 de noviembre de 2007

Peso de los años

Nosotros, porque fluyen una sangre baldía
y fantasmas que asedian erráticos y yermos,
cargamos en los hombros la nada, unos enfermos
suspiros impotentes o muecas de alegría.
Huéspedes del vacío y rehenes del hueco,
nosotros, infortunios quién sabe si al acaso,
nacidos para auroras y engrillados de ocaso
somos torrente en vida dentro de un cauce seco.
¿Nosotros? ¿Quiénes somos los que somos 'nosotros'?
¿Los de la voz que brama? ¿Los que entornan las puertas
al pasar por los vanos de dolores ficticios?
¿Nosotros no vivimos la sangre de los otros?
¿Ni amañamos delicias del árbol de los vicios?
¿Ni fingimos las aras para princesas muertas?

domingo, 4 de noviembre de 2007

Memoria para el olvido (II)


Si no entendí mal, creo haberme hecho una idea, más o menos, de a qué se puede aplicar aquello que Etchebehere-Yupanqui dicen cuando dicen que
Todo consiste en tener
memoria para el olvido
y echar al desconocido
transcurso de la costumbre
leopardos de dulcedumbre
y tórtolas de bramido.



Claro.

Cada quien es cada cual.

Cada quien sabrá para qué olvidos precisa tener memoria.

Y cada cual sabrá adónde le van a parar sus leopardos de dulcedumbre y sus tórtolas de bramido.

Memoria para el olvido

Encontré hoy una milonga cantada por Atahualpa Yupanqui. Y allí estaba una figura en los versos finales, que es realmente un acierto:
"...leopardos de dulcedumbre y tórtolas de bramido".
Después de varias 'pasadas', retomé la letra.
El canto no es solamente
fervor que se determina:
es también sed que se inclina
por beber en la corriente;
es un pétalo sonriente
y es peñascal de oración,
ascua de sueño y pasión
que hundiéndose en cada cosa
desentierra una dichosa
noticia del corazón.

Si la troje manifiesta
su preñez, si el huerto ofrece
la euforia que lo abastece
de sombra y frutos en fiesta,
si en una parva recuesta
la alfafa su resplandor:
puedo agrupar el color
de una sonrisa cansada
y palpar con la mirada
la cicatriz del sudor.

Las cosas tienen sentido
si el canto que las convoca
lleva enterrado en la boca
gusto a un recuerdo querido.
El árbol acontecido
perdura en su resplandor;
si el hacha del leñador
trocó su carne en madero,
la mano del carpintero
condecora su verdor.

Quien canta debe encender
en la vigilia sus ojos
y encontrarle a los rastrojos
el ruido del florecer.
Todo consiste en tener
memoria para el olvido
y echar al desconocido
transcurso de la costumbre
leopardos de dulcedumbre
y tórtolas de bramido.
La sorpresa -para mí- es que me entero ahora de que estos versos -y otros de algunas milongas que canta Atahualpa, según parece- vienen de Guillermo Etchebehere, poeta de la generación del '40 que ya cité alguna vez.

Sigo conociendo poco de la vida y de la obra de Etchebehere. Me están entrando ganas de hasta darme una vuelta por Cañuelas y ver su origen. Mientras no pase, me voy arreglando con una reseña que encontré y que viene precisamente de sus pagos.

Pero eso de 'memoria para el olvido' y aquella figura feliz de dulcedumbre y bramido -paradójicas y antitéticas ambas cosas- se me quedan rondando y revoloteando sobre una cierta cantidad de asuntos.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Alumbramiento


A preñarte de besos madrigales
van las manos, los ojos y la boca:
te nacen de la voz mientras convoca
trigales en sazón, vientos raudales.
Y grávida y feliz, con la simiente
de la belleza toda en todo henchida
alumbrarás la luz, tú, concebida
turgente de canciones y sonriente.
Madura el surco, agita tu descanso;
ya te arraiga la siembra, ya te aflora.
Y es esta guerra a vida, ay, el remanso.
Breve en el aire leve de tu peso
vas culminante, plácida, sonora:
toda preñada en luz, en voz, en beso.