lunes, 31 de diciembre de 2012

Cerro adentro


Sube por el dolor de unos rescoldos
el humo apenas de esta noche fría
y un resplandor de luna ya en la cresta
beatifica unas moles expectantes.
Un silencio de sierra, las majadas
al reparo del aire entumecido,
el vacaje que vaga a su reposo;
y un vigía de sombras, cerro adentro.
Bellamente es oscura la montaña.
Tan bellamente aroma los sentidos.
Bella es la soledad de su hermosura.
Y al murmullo de pumas y de espinas
que gimen en las brasas dulcemente,
el cerro acuna cuando el sueño llega.


domingo, 30 de diciembre de 2012

Cerro arriba


Lleva su ocre bermejo, el sol en cobre.
Ya voy entre vertientes, pastizales
de piedra gris, de mica que fulgura
y destella en su frente la mañana.
Es verde azul el día, falda quieta
de esta montaña antigua, sola, dulce
de menta en luz, fragante de poleo,
silenciosa de mí, de todo ausente.
Subo a la altura que murmura el aire
del viento que respira en las cañadas
hondas de cielo en nubes tormentosas.
Hasta el borde del cerro llega al paso
lento y deriva en cumbres sin edad,
mi presencia sin huellas ni testigos.


sábado, 29 de diciembre de 2012

Cerro abajo


Pajonales de sierra, flor silvestre,
acacias blancas verdes, rumorosas
centinelas de sombra en los arroyos,
espinillos y piedras altaneras.
Por la quebrada viene la mirada
y en un bordo de luz la voz titila

porque al poniente al corazón perfuma
la niebla tibia y clara de esta tarde.
Ya silba un ave; el alazán se pierde
cortando cuesta abajo, no sé adónde,
mientras su paso tienta una vereda.
Y otra ave silba tierna su silencio
como una catedral que el eco ensancha.

Es noche ya y hay fuego junto al vino.


viernes, 21 de diciembre de 2012

La muerte de Smaug

Habían pasado algunos años desde que Bilbo volviera a la Comarca, después de su aventura con los enanos y el tesoro, el Dragón y la Batalla de los Cinco Ejércitos.

Era una tarde apacible de otoño y estaba en su escritorio escribiendo sus memorias, cuando llegaron en visita inesperada Gandalf y Balin.

Mientras fumaban ya distendidos, Bilbo oyó las noticias inmejorables de la Montaña, de Valle, de la Ciudad del Lago.
-¡Entonces las profecías de las viejas canciones se han cumplido de alguna manera! -dijo Bilbo.

-¡Claro! -dijo Gandalf-. ¿Y por qué no tendrían que cumplirse? ¿No dejarás de creer en las profecías sólo porque ayudaste a que se cumplieran? No supondrás, ¿verdad?, que todas tus aventuras y escapadas fueron producto de la mera suerte, para tu benficio exclusivo. Te considero una gran persona, señor Bolsón, y te aprecio mucho; pero, en última instancia, ¡eres sólo un simple individuo en un mundo enorme!

-¡Gracias al cielo! -dijo Bilbo riendo, y le pasó el pote de tabaco.

* * *

-Muy bien, lindo final, lindo texto... Pero, ¿qué hace esto acá si usted en esta bitácora habla más bien de otras cosas?

-¿Y de qué otras cosas habló más bien en esta bitácora?

-Bueno, de política, por ejemplo, o de cosas de acá, de ahora, cosas así...

-Ah, mire usted... ¿Y esto no es política, acaso? ¿Y está seguro de que estas cosas no son cosas de acá y de ahora?

-¿Qué? ¿Con dragones? ¡Dragones...! Pero, déjese de pavadas, hombre...

-Ahí está el problema, ¿ve? Usted no cree en los dragones. Y eso que los ha visto y los conoce y, como nos pasa a todos, a alguno hasta puede que lo haya tenido tan cerca durante años...

-¡Jamás en mi vida he visto un dragón! ¿Vivir cerca de un dragón? ¿Durante años? ¡Usted está loco...!

-...


jueves, 20 de diciembre de 2012

La montonera



 A Manuelita Rosas
La dulzura punzó tiñe tu risa.
Domas la crin feliz y el viento pampa
en la noche sin luna de tu pelo
trasmina madreselvas y jazmines.
Por tu elegancia niña de señora,
le quedan a este sur que enamoraste
corazones en sueños y grandezas,
guerreando a muerte por tus ojos pardos.
El yugo de tu ley es amoroso:
Gobernadora, riges y gobiernas
el desierto y la luz, el río, el monte.
Y en tus venas germina el brillo quieto
de otra mirada clara y corajuda
que corre por tu sangre y heredamos.


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Don Nadie


Tan vagamente nadie a la mirada;
tan soso y tan sin sal y tan sin tono;
tan ademán de nube y abandono
y tan sin voz la voz de tan callada.
Tan sin sangre, sin dicha y sin encono;

tan sin sabor la risa desalada;
tan sin corona el trono y tan sin trono,
y tan y tan sin ton, sin son, sin nada.
Así con tan sin tanto y despreciado;

así con tan sin cuerpo y tan sin sombra;
así con tan sin gracia o luz que irradie:
hay Alguien que lo tiene por amado
y lo mira y se alegra y si lo nombra
jamás lo nombra Nadie a este Don Nadie.


martes, 11 de diciembre de 2012

Mil años




Un día cualquiera de estos días, más tarde o más temprano, Julio Alak será Raúl Granillo Ocampo y Aníbal Fernández será Ramón Hernández. Y Mauricio Macri será Osvaldo Cacciatore y Daniel Scioli será Alejandro Armendáriz, Luis D'Elía será Vicente Saadi y Rodríguez Larreta será Carlos Aloé. Y valdrán en el calendario y en el recuerdo más o menos lo mismo unos y otros.

¿Qué? ¿No sabe quiénes son o apenas se acuerda?

Por eso, ve...

Pero aunque sus nombres fueran perdurables (como la Coca Cola, el Che, Perón, Trostky, Hitler, Rucci o Juan B. Justo...), lo mismo da, me parece. Los hombres a veces tenemos esa cosa rara de pensar en eternidades terrenas. Ya sé, ya sé: non omnis moriar..., dice Quinto Horacio y cualquiera con él, claro. Cómo no. Y, en la historia, en parte es verdad.

Mil años puede ser el nombre de la esperanza, sí. De una esperanza que sea más que historia, incluso en la historia. Raro, pero puede ser. Según cómo se piense y se diga.

Más frecuentemente, mil años es el nombre de la inmanencia y de una intensidad metafísica, diría, que busca llegar hondo, a las raíces del mundo. Todo milenismo, medido en años de hombres, es una mirada histórica que no ve más que historia en la historia y que cree que las raíces del mundo son la historia misma. Es decir, la historia hecha a mano y sudor de hombres, excluyentemente. Es el mundo hecho a imagen y semejanza del hombre.

Y como eso no existe, es más bien el nombre de la desesperación.

Suena épico y grandioso, pero mientras sea eso es desesperado lo mismo.


                                                             *   *   *


Cristina Kirchner (la viuda de Néstor Fernández, dicho por qué no en términos políticamente correctos...) tiene un problema: quiere terminar una revolución honda y raigal y que dure mil años y más. Y no tiene nadie cerca que viva mil años y querría ser ella la que viviera mil años para hacer y gozar de la revolución que quiere. Está difícil, es verdad. Pero: que lo quiere, lo quiere, sí. No es la única que lo quiere, pero es la que más lo quiere ahora, aunque haya otros cerca que quieren más cosas que las que ella quiere y algunas distintas.

La revolución que quiere es cosa fiera. Sobre todo por lo que tiene de dizque bueno. Y además por lo que tiene de malo, que es más hondo. Y esa revolución, en lo que tiene de hondo, creo que va a durar. No porque ella haya hecho bien su parte y lo que ha hecho sea difícil de deshacer. Sino, y más que nada, porque esa revolución es anterior a ella, es más honda que lo que ella pueda querer; y porque además la quieren muchos que son para ella la quintaesencia de lo deleznable, y la quieren en muchas cosas graves y hondas que unos y otros -ella y ellos: enemigos irreconciliables- quieren por igual, casi más que nada en el mundo.

Pero, a la vez y a como lo veo, ella tiene una ventaja que le permite seguir adelante, a ella más que a ningún otro: no hay a la vista nadie que se lo impida verdaderamente. ¿En los próximos mil años? Y tal vez ni en los próximos cien, ni en los diez que vienen siquiera...


                                                             *   *   *


Salvo que aparezca un hobbit, claro.

Un hobbit: un tipo insignificante y comodón, un tipo que se diría más bien burgués y hasta en apariencia púsil de ánimo, que mal que mal esté dispuesto por buenas y sencillas razones a llevar como carga insoportable un anillo que hace y puede hacer mucho mal, y llevarlo hasta el fuego mismo que lo forjó y que por eso lo puede disolver.

Y un hobbit que esté dispuesto a joderse fiero en la empresa.

Y joderse tanto en la empresa que no le alcanzarían mil años de los de acá, de la historia de los hombres (y de los hobbits, se entiende), para curarse las heridas.