jueves, 24 de diciembre de 2020

Niño




Viene muy rara esta historia,
es duro el tiempo presente;
y el futuro maloliente
trae en su bolsa otra escoria...
Pero al final hay Victoria
(que el Bien no pierde jamás...),
y en esta Noche verás
que, para que el mal se quiebre,
basta un humilde Pesebre.
Y un Fiat. Y nada más. 





miércoles, 9 de diciembre de 2020

Una analogía y un reportaje


Así son las cosas en este valle.

Por ejemplo.


Digo que la expectativa es a la Esperanza, lo que un meteorólogo es a un profeta.

E imaginen lo que pasa cuando estas cosas se entreveran y se confunden.



En eso estaba y recordé que, en varios de sus escritos, Josef Pieper insiste con que en su lengua, el alemán, no hay nada parecido a lo que ocurre en francés con estas dos palabras y su significación: espoir y espérance.

Pero yendo y viendo por sus letras, me interesó más y me demoré leyendo, en cambio, un reportaje que le hicieron unos cinco años antes de morir, en 1992.


Y me quedo con ambas cosas: la analogía y el reportaje.


Creo que es oportuno. 


Aquí lo dejo.






jueves, 3 de diciembre de 2020

Dios /y III


Por suerte era el alba, antes del sol, pero ya luz.

Estas cosas no se piensan a oscuras. No conviene.

*   *   *

La cuarentena universal de la pandemia y Maradona (el D10s, no el Pelusa), se parecen mucho en más de una cosa.

Por lo pronto, ambos someten al orbe a la obediencia total, a la sumisión.

Por ejemplo.

Está el arquero Shilton en Inglaterra (el del gol con la mano). Está Laura Pausini en Italia y Pablo Matera con su equipo en Australia. Ella se quejó del culto a un misógino, maltratador, desde su perspectiva de género. Ellos, los rugbiers, no rindieron debidamente culto. No que hayan hablado mal de él, simplemente no estuvieron... ¿a la altura?

Los tres (habrá otros) fueron cancelados a su turno. A ella la putearon en todos los tonos y los medios se encargaron de subrayar las respuestas a la hereje y cismática. Y eso que milita la fe genérica... Pero esta vez con eso no alcanza. Se trata de D10s. A Shilton, por despreciarlo como deportista deshonesto, lo burló en cámara otro jugador, Gascoigne, un connacional que ha militado el trago por años, como D10s. Y a los rugbiers les fueron a revolver los pañales a ver qué mierda encontraban. Y encontraron mierda, obviamente. Y les tiraron con mierda.

Casi igual que con otras tantas cosas de la religión de estos días. La pandemia y la cuarentena y las vacunas, por ejemplo. Atrévase contra ellas y verá. Y hay más dogmas, por supuesto. 

*   *   *

Era una de esas mañanas fluctuantes de estos días. Tocó frío esta vez. Me fui con el amargo y los cigarros a la matera (sin alusión...) que está junto a la cueva y prendí un fuego en el fogón. Linda la luz de esa hora, pájaros animosos, silencio de gentes y cosas.


¿Cómo se hace a un hombre D10s? ¿Cómo se lo construye (aghh... horribile dictu)?

Acá es donde los agudos pueden tacharme de lo que quieran.

No voy a decir que Maradona es el Anticristo.

Digo que cuando aparezca a la luz el Anticristo en algo será parecido a lo que pasó con Maradona, con el que fue declarado D10s... Y adorado como tal con los mandamientos y todo, incluyendo el primero y el segundo de la Ley, superpuestos a un nuevo menú de comandas: Amarás a D10s por sobre todas las cosas y no tomarás su nombre en vano.

Dejo de lado la biblia futbolera del país futbolero, porque es mitad impostura mitad pasión irracional. Fanáticos aptos para sostener un negocio planetario, que cualquier multinacional o imperio ya querría tener para sí. Cardúmenes de tifosi que sostienen con una épica y lágrimas bastardas a camarillas de mafiosos que cuentan la plata y el poder delante de las tribunas, mientras las tribunas se hacen las que no los ven y no lo saben. O no les importa. Aunque sus colores ganen o pierdan fraudulentamente, por cualquiera de los fraudes a disposición, que son parvas de fraudes.

Dejo a la legión ingente de cholulos que son miríadas. "Yo lo vi en calzones una vez", "a mí me dijo 'qué hacés fiera, devolvele esa cara al perro'... genio total". Y así hasta llenar de flatos el cosmos con el catálogo de las palabras del Profeta. Claro: Palabra de D10s.

Dejo incluso, aunque no debería, al paladín de la izquierda, al Che del balón, al Diego-pueblo y peronista, al amigo de Chávez, Fidel, Maduro, Hebe y sigan sumando, al sostén popular de CFK. Y no debería porque lo que se vio en estos días post óbito fue algo singular.

Y no debería, porque, con el cadáver tibio, los jalones que había dejado el barrilete cósmico con su constante prédica y acción por los desposeídos de la tierra y de la mano de los férreos y cínicos poseedores de los desposeídos, esos hitos fueron juntados prontamente en un haz con el que levantar la figura inmortal del ícono teándrico del populismo de izquierda, sobre todo en la Argentina, de la izquierda oportuna que en el país futbolero medra aplebeyando.

No. Maradona no es el Anticristo.

Pero así como el totalitarismo de la pandemia pudo servir de ensayo para la obediencia planetaria de los rebaños de hombres aterrados, así la erección planetaria de D10s es un ensayo para nada despreciable que puede mostrar cómo a un ser humano –y desastradamente humano en tantas y tantas cosas graves– se lo puede adorar por sus miserias y maldades, por sus vicios y errores, por su plebeyismo y autocracia, todo y más un gol con la mano de D10s y la alegría, claro, siempre la alegría...

Maradona no es el Anticrístico, aunque estos tiempos pudieran ser anticrísticos.

Pero cuando lleguen verdaderamente esos tiempos de perversión y estén en su plenitud (el oxímoron es a propósito) se parecerán mucho a mucho de lo que ha vivido el hombre en este año de pandemia.

Y del mismo modo, viendo el culto a este D10s, bien podemos ver en su typo el culto al antitypo infame cuando se revele.

Como a él, se lo alabará y adorará no sólo con sino por sus vicios e infamias. Su señorío, como el de D10s, parecerá simpático y será patotero y prepotente incluso y especialmente ante lo más noble y alto. Y así, ante él se arrodillarán legiones de profesos y perseguirán a quienes no lo adoren ni se arrodillen ante él.

Pobre, el Pelusa.

No creo que él supiera que es lo que es, como signo de semejantes cosas.

Se puede lamentar la vida desdichada de alguien a quien se le asigna la carga infinita de haber dado esas alegrías al pueblo. Y pobre pueblo, que saborea más que nada esas alegrías...

En un reportaje, el Pelusa, rememorando sus sueños futboleros de sus días de pibe, confesó que él lo que más quería era darle una casa a sus viejos.

Lástima. Hubiera terminado así la historia y era un magnífico cuento de hadas, de tono menor.

Pero así, entrando a la historia en medio de una terrible batalla de ángeles en los cielos y en la historia por cosas tan altas y hondas, su pequeñez –que pudo haber sido graciosa cuando el Pelusa gambeteaba por una casa para los viejos– se hace ahora patética y tan terrible como esas batallas.


*   *   *

El fuego se fue consumiendo. Salió el sol. Está más frío ahora. Empezó el día. 

Me voy a ocupar de la huerta, un rato.





miércoles, 2 de diciembre de 2020

Dios /II


Entonces me acordé.

Aquiles Scatamacchia.

Fue una invención genial de Aníbal D'Angelo Rodríguez. La publicó en Cabildo en julio de 1981.

Dicho fácil: Jorge Luis Borges no existe. Al principio era un pseudónimo que Leopoldo Marechal se inventó, y sin mucho esfuerzo encontró esa cacofonía para publicar sin firmar con su nombre. Después invitó a Mujica Láinez, a Bioy y a Wimpi a colaborar con la biografía ficta del personaje. Hasta que hubo que encontrarle carne porque había tomado vuelo propio. Se contrató a un actor de segunda –ahí aparece don Aquiles– que, instruido y adobado, sale a escena a hacer de Borges.

Premio para la invención de Aníbal: el corresponsal de Le Monde leyó la nota y la mandó a Francia y allí se la tuvo por cierta, de modo que la publicaron los muy... franceses. Y pa' pior: L'Express hizo lo mismo una semana después. Aníbal contratacó y en el número siguiente de Cabildo, don Aquiles vociferaba en una carta de lectores que él sí existía, que no era de segunda y que el que no existía era Dan Yellow (D'Angelo, claro, transparente detrás de su pseudónimo). Dicho sea con algo de vergüenza patria: no solamente en la Douce France se tragaron el cuento...

Pero.

¿Y si fuera verdad?

¿Y si pudiera ser verdad que se inventa un personaje y se viste con él a un actor de segunda para que lo pasee por allí? ¿No habrá gentes interesadas en hacerlo, por broma, por oportunismo, por maldad? ¿Y si, una vez que se pone en marcha el contubernio, el actor se vuelve inmanejable y se enamora de su yo falso y deja de lado el guión original y empieza a improvisar y a meterse tanto en la supuesta piel, que es de utilería, y tanto y tanto, que ya no hay desmán que le quede grande y todos los desmanes le quedan chicos y más y más...?

¿No es posible que el Pelusa ande todavía por allí, amagando zagueros fantasmales –pero ya viejo y medio torpe– y peloteando una Pulpito en algún potrero de barrio, no muy lejos de Villa Fiorito, o en las afueras de Rosario, o en una cortada de algún rione de Nápoles?

¿Podría ser que el Pelusa tenga ahora una remisería, un kiosquito o una fiambrería y que en la pared del costado tenga enmarcada una foto gastada de cuando debutó en primera, siempre enamorado del fútbol, aunque el fútbol a el Pelusa solamente le haya dejado satisfacciones de gol y gambeta, moretones y una remisería, un kiosquito o una fiambrería? 

¿Por qué no?

Pero, entonces, ¿y el otro? ¿El del culto? ¿El emblema? ¿La pasión? ¿El sentimiento? ¿El ídolo? ¿La esfinge? ¿El motor planetario de la historia? ¿El infinito? ¿El inmortal? 

Ah, sí, ése... 

D10S, dice usted. Claro, sí... ese Maradona. 

Bueno.

No me apure.

Estoy en eso. 


Ya lo voy a encontrar. O no.





martes, 1 de diciembre de 2020

Dios /I


Creo que hice lo que hay que hacer. Y eso hago.


Porque estuve repasando concienzudamente, para empezar, los Mandamientos y el Catecismo católico y no: no aparece por ningún lado.

No lo menta la King James de 1611, lo esquiva Voltaire, José Hernández no lo conoce. Ni figura en los rollos de Qumrán, ni en los más insignificantes midrashim. Ni la Torá, ni el Corán. Ni el Talmud. No está en Confuncio o Sun Tzu. Ni un raquítico haiku habla de él. No dice nada la tradición oral de los navajos ni de los seminola, los pawnee, los wichita. No figura en la tradición huichol o en los olmecas, o en las sagas de los tupí guaraníes, y no saben nada de él en la épica de los kasajos, la de los pastores afganos, y se lo ignora por completo alrededor del fuego en las planicies mongoles de Asia.

Me fui al diccionario de Cirlot y busqué algún símbolo, alguna huella fresca o seca, algo atávico, y nones: tampoco aparecía nada por el estilo.

Me metí en sitios tenebrosos, en algunos de esos de metafísica que les llaman, cosas de la espiritualidad enloquecida, adoradores de la albahaca, siervos del Gran Ciervo, alguna biblia vegana, los gurúes afectos a los raptos psicodélicos, los espiritismos de Aleister Crowley, consumidores de substancias, nigromantes, amantes de extravagancias, de esos que no aceptan cumplir 10 mandamientos, pero se obligan y obligan a cumplir mil. 

Hasta tuve que inocularme un par de horas de Claudio Domínguez, no me crea si no quiere...

Y no: no lo vi por ningún lado.

Y mire que hay bizarrías a pasto por todas partes. 

Pero no está. 

Están las mitologías nórdicas, relatos de los sabinos o de los pictos, ritos zulúes, antigüedades casi ignotas de Papúa, del Orinoco, ritos esotéricos en Creta o en el Titicaca, adoradores de Moloc, devotos de la Serpiente emplumada, pero ellos no lo registran. En las mil sectas hindúes no se ocupan de eso. Y no lo conocen las siete especies de druidas y no está su nombre en el Gran Árbol de los maoríes...

Me puse a urgar en una colección francesa de ateos insignes, vaya uno a saber. Y me leí páginas enteras de Lévy-Strauss, repasé Nippur de Lagash casi completo, memorias de Discépolo, revolví textos de Foucault, de Julio Verne (por las dudas...), apuntes de Roberto Arlt, la colección de Patoruzú y hasta por Borges anduve.

Y no.

Nada de nada.

Pensé que tal vez Gramsci o los hermanos Berbel, tal vez Engels, o Diderot, Leon Gieco o Góngora, quizá Chaucer, Estanislao del Campo, Abelardo, Dolina, Pasteur, las cartas de viaje de José Cadalso o los viajes del Che Guevara por la América profunda, o a ver si acaso lo guardaban en leyendas del créole haitiano, alguien, alguno, político, poeta, filósofo, antropólogo, chamán, no sé, lo que sea, cualquiera: una letra de chacarera, Tolstoi, alguien en las islas Feroe, en la Cueva de las manos, no sé, quién sabe, alguien que hubiera dejado algún rastro, alguna huella, una mísera pista...

Y por supuesto que busqué en la colección de El Gráfico, mientras oía al Pollo Vignolo, a Sebreli, al Titi Fernández, a Víctor Hugo (el uruguayo, no el de Los miserables, aunque no sé...)

Y no.

No encontré hasta ahora dónde y cómo y por qué nació el culto a Maradona.

Y entonces me puse a ver un poco más de cerca, a ver si podía sentir lo que se siente, o siquiera ver si me daba cuenta de qué hay que tener para que se pueda sentir lo que dicen que se siente. 

Y a ver si es verdad que existe el culto a Maradona y qué es. 

Y quién es.

Y no encuentro nada de nada. 

Pero en eso estoy.