sábado, 1 de agosto de 2020

Hablan de amor


Entre los antiguos, la ejercitación era un momento fundamental en la adquisición de las reglas de un arte de la palabra. Desde hace ya tiempo, no lo es. Y en todo caso es algo prohibido o poco menos.

Esa parte del arte significaba, ni más ni menos, imitar a los modelos clásicos o superiores. Imitación casi servil, pues era cuestión de volcar en sus moldes y estilos los temas que se le proponían al aprendiz, como si dijéramos componiendo desde adentro mismo del autor imitado.

Con el tiempo, y con desquiciados modos de entender la originalidad, ya no fue posible. Un error grave. Si el aprendiz tenía talento y voz propia, ya surgirían ambos a la luz. Si no tenía talento, en cualquier caso habría aprendido de sus mayores buenos modos de decir, que a él no se le ocurrirían sin esa ayuda estilística.

Estos doce sonetos son el homenaje de un servidor a la ejercitación tal como la entendían los antiguos, poco más o menos. Y es claro que, si el resultado no conforma, no es por culpa de los autores que han servido de modelos.


Así dice la presentación de este breve volumen de versos que aquí queda. Y es verdad lo que dice.