En la luna montado, puro brío,
llegó, todo en promesa.
Lleva arreos de vientos y de rosas,
y espuelas de rocío.
En el aire gobierna mariposas.
Canta y su voz es brasa, luz, pavesa.
Y su canción, navío.
Y suena a mar, en olas poderosas.
Y vierte entre las cosas
esa tormenta de su amor bravío
que llega al alma y cesa,
y es carga que no pesa.
(Empresas amorosas,
dulce empresa:
librar con fuego al corazón del frío,
y con hebras celosas
–arte sutil y gozo de princesa–
volverlo al señorío.)
Las horas luminosas,
sus noches de silencio y amorío.
Y una dicha sin tiempo que regresa,
el don y la sorpresa,
nuevas palabras viejas, misteriosas.
Agosto y su promesa.
Agosto como un claro y quieto río.
Agosto en las miradas temblorosas.
Y unas manos ansiosas.
Y este vino tardío.
Y una boca que besa.