miércoles, 22 de febrero de 2023

Envidia de la luna




Cinco poemas dije y hablé de uno.

Completo la publicación de Aquilino Duarte sobre la poesía taurina de Roy Campbell, que trae este otro poema:


El rejoneador

Cuando en esa carrera levemente escorada
un serafín parece que se eche a volar,
los pasos de costado del caballo de nieve
que se revuelve con valor y gozo,
en órbita tronante gira el Ruedo
que centra Apis con su pena
y de su reino, con su mancha real
te unge rey su agonía.
Sus cuernos son la luna y su capa la noche,
las ascuas que agonizan de sus ojos
puede que vean en su cruento iris
al lucero del alba que se levanta en llamas,
proyectil de un idéntico deseo
cuyo orgullo es el mismo que en ti anima.


The rejoneador

While in your lightly veering course
A seraph seems to take his flight,
The swerving of your snowy horse,
Volted with valour and delight,
In thundering orbit wheel the Ring
Which Apis pivots with his pain
And of whose realm, with royal stain,
His agony anoints you king.
His horns the moon, his hue the night,
The dying embers of his sight
Across their bloody film may view
The star of morning rise in fire,
Projectile of the same desire
Whose pride is animate in you.

También ahora con una traducción alternativa:

Mientras en tu ágil carrera de virajes
pareces un serafín lanzado al vuelo,
y los zig-zags de tu corcel de nieve
ejecutas con bravura y con deleite,
en órbita atronadora vuelve el ruedo
que Apis centra con el eje de su pena
y de cuyo reinado, con real mancha,
su agonía te unge rey.
Sus cuernos la luna, su color la noche,
las brasas moribundas de sus ojos ven acaso
a través de su ensangrentada película
que la estrella matutina sale en fuego,
proyectil del mismo deseo
cuyo orgullo anima en ti.

(Traducción de E. Pujals.)


Pero no estaría completa en realidad la faena si no doy los otros tres que faltan a la obra completa taurina de Roy Campbell. Caso singular y propio de poeta: dos de los 5 poemas fueron escritos y publicados cuando todavía no había llegado a España ni visto corrida alguna: El rejoneador y Estocada.


Estocada

Un desmandado toro, obsceno y gordo
que viste sombrero en puntas de diablo
y zapatos henchidos
parece en mi cerebro como silfo que llamara
para azuzarle con mi ardiente trapo
y las péndolas entregue en el encuentro.

Ojos turbios, como los del búho, le abandonan
dañados por la luz del día;
en su sangrienta pena
sólo ven la noche en mi seda roja,
y en mi llama de acero luz ninguna
que glorifique su fatal estrella.

Nada más puede pedir esta pasión ciega
a cuyo paso, instintivo y torpe,
mi capa manejé
distrayendo la mole derrumbada
al tiro de mi acero con rojizo y chorreante
hocico que la lengua arrastra.

Ya que incluso si enfurecer pudiera
al tozudo montaraz de la manada,
todavía, a lo que él cree, yo soy
todo alas y etérea liviandad
y un cometa mi blancor se le figura
en su negro cielo de amargura.

(Traducción de Luis López Ruiz.) 


La muerte del toro

Esas astas, envidia de la luna,
hoy, apuntando al sol, han declamado;
los ojos,
yescas ayer del mediodía,
son hoy cenizas de pesar.
Mas desde el Alpe astado que se humilla
cual si el Ródano abriera sus compuertas
por una herida que jamás se cura
fluye la sangre con olor a lirios;
el vino nevado de la mancha escarlata
que se ensancha, florida, por los llanos,
y desangra su angustia por la herida...
Esto lo dice uno que ha bebido
arrodillado junto al agua
y que no hace memoria del dolor.

(Traducción de Aquilino Duque.)


Toril

La multitud: ¡Otro toro! ¡Otro toro!
EI buey: ¿Has oído?
A ti te toca. ¡Lo pide el público!
EI toro: Festejado con flores, predilecto en otro tiempo,
hoy tengo que pacer asfódelos horribles;
morder la dura tierra y tragarme mi propia sangre
habiendo mi papada gustado del arroyo dorado que fluía,
cuando, a través de las corrientes, bruñido como su marea,
el bello cirro de mi musculatura resbalara
mi corazón centelleante a través de la pie de seda,
gozo de su crisol, potente por dentro arde.
Estos cuernos que semejan luna creciente,
estos ojos, esmeraldas abrasadas del mediodía,
cuyas órbitas fueron fuego de inmortales rayos
y encendieron el horizonte inmenso con su mirada.
Todo se viene abajo ahora y pronto arrastran
un trineo de carroña a la cola de un caballo.
EI buey: Como fulgor del mediodía te vi correr.
Hoy el yunque de Toledo será tu sol
que al levantarse airado sobrepasó estas puertas
con su roja capa, amanecer de muerte: 
por ti tañe el metal y el porvenir presientes,
meta de su bruñido rayo de acero.
EI toro: Buey como eres, ¿qué sabrías de este
que nunca se acercó al confin de tal abismo?
EI buey: Buey como soy, nadie sabe como yo
quién trajo aquí a los que te precedieron para morir.
Payaso charlatán, soy el mudo y el sabio;
enigmas leerían los poetas en mis ojos.
Aliados van mi ser y mi dolor.
Sufrir es mi destino, como quejarte es el tuyo.
Yo soy el pensador, con su saber satisfecho,
y compré mi sapiencia a base de dolor.
Sé valiente, ten paciencia y guárdate el aliento.
EI toro: Pero, dime, ¿qué es más negro que esta muerte?
EI buey: Mi impotencia.
EI toro: Es tu alma la que habló.
¿Más horrible que este martirio?
El buey: El yugo.

(Traducción de Luis López Ruiz.)