domingo, 12 de febrero de 2023

Los perdones de Lucio




"Sé que él me perdonó"
, dijo Abigail Páez al hablar ante el tribunal cuando llegó a su fin el juicio en el que, junto con la madre del pequeño Lucio Dupuy, fueron acusadas por homicidio y delitos aberrantes.

Las crónicas del juicio, las declaraciones de quienes tuvieron acceso al expediente o, más aún, de quienes vivieron junto a Lucio o conocieron todo o parte de lo que padeció en sus pocos años de vida, son palabras ya repetidas y conocidas. Pero hoy son eso: palabras. Tal vez con todo eso se haga un libro o la consecuente película, lo que demostrará una vez más que los guionistas y escritores necesitan del caudal inverosímil de la realidad para componer obras espeluznantes que su propia imaginación no llegaría a pergeñar.

Por mi parte, quiero escribir esta nota cuando todavía no se conoce la sentencia y las penas que el tribunal dictaminará en este caso. Creo que, finalmente, no cambiará mucho lo que pueda decir en estas líneas. Salvo que la sentencia exceda el brete de los protocolos jurídicos y se adentre en cuestiones que están en las raíces más profundas de lo que han tenido que juzgar. Pero, de hecho y sin faltar el respeto a nadie, la sentencia no me dirá demasiado.

Mientras tanto, Lucio –puedo decirlo con certeza– perdonó a Abigail Páez. Y sumó ese perdón a una lista extensa de perdones que debió repartir, con una sonrisa beatífica e imborrable ya, entre tantos otros actores protagonistas o de reparto en esta tragedia, próximos o lejanos, íntimos o algo más distantes, pero siempre testigos al menos de su vida sufrida.

Lucio perdonó a todos aquellos que por acción u omisión lo depositaron sin vida –torturado, vejado y molido a golpes– en una salita de primeros auxilios, la tarde-noche del 26 de noviembre de 2021. Estoy absolutamente seguro de eso. Lucio perdonó incluso a quienes promueven el odio al varón. Perdonó a los que prejuiciosamente justifican la disolución de una familia en beneficio de nuevas relaciones homosexuales, como perdonó el silencio de quienes evitaron toda palabra que pudiera cargar culpas sobre su madre, Magdalena Espósito Valenti, y su "pareja", Abigail Páez, por razones ideológicas y partisanas. Creo que hasta perdonó a los ediles que, quién sabe por qué extraña razón, le pusieron a la calle en la que vivió y padeció, el nombre de Allan Kardec, el gurú del espiritismo.

Lucio perdonó a todos. Y el suyo ahora es un perdón eterno.

Decía Braulio Anzoátegui que los niños son la humanidad recién salida de la divinidad. Pronto volvió Lucio a la casa de su Padre. Allí no tiene que temer y, desde allí, hasta puede interceder por todos aquellos a quienes ya perdonó.

El tribunal dictará una sentencia e impondrá penas y sé que eso esperan muchos en un sentido u otro y por razones distintas. Pero está bien que lo haga. Y mejor estará si lo hace bien, justamente y por las razones que corresponden, sin omitir ninguna de las circunstancias horrendas del caso y que merezcan la sanción que el juicio de los hombres alcance a juzgar y sancionar, según lo que las cosas son, más allá de las leyes que los mismos hombres puedan legislar, tan faliblemente.

Abigail Páez, después de decir que sabía que Lucio la había perdonado, dijo: "Ojalá yo me pueda perdonar". Puede ser una frase de circunstancia, sincera o hipócrita, producto del remordimiento o para intentar mejorar su situación procesal, como dicen en el Foro. 

Pero es una frase que, cada uno de los que de un modo u otro participaron de la vida de Lucio Dupuy, dirán, siquiera en su fuero íntimo. Y ojalá la digan. Y ningún tribunal terreno tendrá mucho que hacer en ese juicio que cada quien haga de sí y de sus actos u omisiones. 

Como fuere, a todos, Lucio ya los perdonó.


(https://www.laprensa.com.ar/525758-Los-perdones-de-Lucio.note.aspx)