Una
querencia tengo por tu acento,
una
apetencia por tu compañía
y una
dolencia de melancolía
por la
ausencia del aire de tu viento.
Paciencia
necesita mi tormento,
urgencia
de tu garza galanía,
tu
clemencia solar mi helado día,
tu
asistencia la herida en que lo cuento.
¡Ay
querencia, dolencia y apetencia!:
tus
sustanciales besos, mi sustento,
me
faltan y me muero sobre mayo.
Quiero
que vengas, flor, desde tu ausencia,
a
serenar la sien del pensamiento
que
desahoga en mí su eterno rayo.
Miguel Hernández
(de El rayo que no cesa.)