sábado, 17 de marzo de 2007

What's Wrong With the World (VI)

Parece que no hay más que un mismo objeto, que son dos cosas: el dolor del mundo y el mal en el mundo. Y hay algún pathos y conmoción en los que los contemplan y sufren.

De allí a que sea el mismo, de allí a que se conmuevan de la misma manera y por la misma razón...

En cuanto uno lee con atención la Carta de Castellani, creo que llega a la conclusión de que ha escrito 13 cantos para desmentir -o siquiera desmintiendo- la cortesía de identificar el pathos de Barletta con el suyo.

Hace unos días, conversaba con un viejo amigo a propósito de esta cuestión. Hizo algunas observaciones que creo que vale la pena traer ahora.

1. Castellani hace un poco de 'humor' al tratar la cuestión y al decir lo que dice.

Pues, no sé. Veamos. Esto de traer el 'humor' a cuento... Castellani es siempre humoroso. Cosa de estilo y de género único, como decía el P. Benítez. Caerá mejor o peor -según el pathos de cada quien...-, pero, en buena medida, es género único por esto mismo de salirse del camino en cualquier punto y demorarse para volver al rato. Y hacerlo mezclando petróleo con apocalipsis. Estilo y género más o menos, ¿qué quiere decir que Castellani pone humor en lo que dice? No está hablando en broma, eso seguro. Habla de su dolor y de su dolor de Iglesia y del mundo. (Incluso podría admitirse que habla demasiado de su dolor, aunque pongamos por delante la teología aprendida existencialmente y no solamente en los libros, aunque hagamos honor a la subjetividad, aunque concedamos que hablando de sí se habla de lo que uno conoce mejor que lo que le dicen: 'y esto lo sé porque me pasa a mí...')


Eso sí: cuando habla del dolor de sí, pero especialmente del dolor y del mal en la Iglesia y en el mundo, no lo hace frunciendo el ceño gravemente de modo teatral, y poniéndose de pie porque ha nombrado al comunismo o al mal en la Iglesia. No tiene lo que han tenido generaciones enteras de anticomunistas y tradicionalistas católicos. Una especie de empaque, de ceremonia, una como pomposidad y furia. Un arrebato ético o heroico, a veces místico, tantas veces inverosímil. La gravitas de Castellani pasa por otra parte. No diría que es desenfado, no diría que es irreverencia o liviandad. Diría sí que hay cierta como virilidad de hombre libre que no hace gala ni de bravatas patoteras, ni de sornas suficientes, ni de hoscas profecías amenazantes, como tampoco de abyección o untuosidad. Eso me parece más bien. Y me parece bien. Y si a eso se le quiere llamar humor, concédanme que el uso de la palabra es laxo asaz.

Por algún lado, la pomposidad y el arrebato de la denuncia del comunista, socialista o progresista, se me hacen simétricos a los de quienes hacen lo mismo contra ellos, con el mismo talante.

Y por otra parte, una salida desopilante o una vociferación extemporánea, no son por sí muestra de humor. Pueden ser un exabrupto y una muestra de debilidad o desesperación, simplemente.

Insisto, esa libertad -y esas libertades- que se toma -o ejerce- Castellani pueden llamarse humor, como de cualquier otra manera. Porque, en todo caso, humor no puede significar piedra libre, no puede significar mera arbitrariedad o exhibicionismo extravagante.

Diría, en todo caso, que su modo es sátwico y para nada rajásico y en modo alguno se me hace tamásico (malgrado del continuo de fondo de esa cierta quejumbre... que no es tamásica sino doliente...)

Castellani, en la Carta a Barletta, dice tanto que el pathos del comunista coincide con el del cristiano, como prueba por qué no son el mismo: explicando el papel de la fe y el sentido de la muerte, además del sentido de la historia y el modo de percibir el pecado y el mal en el mundo y el modo como ha de enfrentarse. Y diciendo además, como quien no quiere la cosa, cuál es el papel del comunismo en la historia, cuál cree que será, fuere o no el anticristo, repitiendo -vuelvo a decirlo- lo que sostiene Chesterton -humorísticamente- acerca del beneficio destructivo del socialismo.

Y todo esto repasando las respuestas indebidas o insuficientes a la presencia del mal en uno, en la historia, en la Iglesia.

Esto que hace Castellani puede ser considerado humor, en tanto puede considerarse un rasgo de humor que una concesión cortés y programática esté puesta en medio de una argumentación que la niega.

2. Simplifiquemos (aunque no mucho...): Existe el capitalismo (cualquier cosa que se entienda como tal, por connaturalidad o afinidad) y existe el socialismo (también cualquier cosa que se entienda como tal, por connaturalidad o afinidad). Se enfrentan, como si dijéramos que no hay otro enfrentamiento relevante en los últimos siglos sino ése, y que todo otro posible enfrentamiento se reduce a éste o puede ser entendido en esos términos, y que por lo mismo ocupa la escena casi por entero. Y en ese enfrentamiento hay que tomar partido. Es un River-Boca. Si no estás conmigo, estás contra mí. Entonces, ¿venís vos, y caés como un paracaidista en el centro del campo de juego, parás el partido y exponés tus puntos de vista sobre lo que dice Castellani o Chesterton, sobre por qué no te parece que el pathos en cristianos y comunistas sea el mismo o por qué te parece que no se puede decir que tus practical sympathies están más bien con el socialismo porque no creés que quiera destruir la sociedad moderna? ¿Creés que alguien te entenderá? ¿Estás tratando de formular una tercera posición? Porque el asunto está planteado así, y algún partido hay que tomar...


Y así las cosas, la respuesta tendrá que quedar para la próxima (si Castellani lo hace en la Carta y Chesterton promete un libro para contestar cuando un lector le formula una pregunta, no veo por qué no puedo suspender aquí mismo...)