viernes, 23 de marzo de 2007

What's Wrong With the World (VIII)

Se me hace que las 'practical sympathies' de Chesterton dependen más de su bonhomía, de su afabilidad y de su misericordia. Porque creo que tienen de 'practical' e inmediatas lo mismo que tenía su simpatía por los granjeros boers: el hombre concreto.

Y algo parecido le pasa a Castellani con Barletta. Simpatiza con él. Abstrae de algún modo lo que Barletta siente y el modo y las razones por las cuales siente. Aunque no tanto. Por lo pronto, Castellani -mucho más que GK- tiene afinidad siempre con aquellos que identifica consigo mismo: desde san Juan y santa Teresa, hasta Carranza o Mosén Verdaguer o Kierkegaard.

Aun así, no me atrevo a decir que no sea cristiano lo que hacen o les pasa a ambos. Casi sí me atrevería a decir que es cristianísimo.

Lo que pasa, sin embargo, es que ambos han postulado algo más que una pragmática moral individual, o un afecto personal. Para ambos se aplica que no están hablando ni sola ni específicamente de misericordia. Aun cuando es lo que están haciendo, en parte.

Y aun cuando podría entenderse que la relación misma que establecen no es reversible. Coinciden ellos más con el socialismo/comunismo que lo que el socialismo/comunismo coincide con ellos. Y hasta en términos individuales. Castellani entiende a Barletta. No necesariamente Barletta se entiende a sí mismo tanto como Castellani lo entiende a él.

Lo que me parece bastante claro -por lo que el mismo Barletta le sugiere hacer- es que Barletta no entiende a Castellani, ni sus razones, ni sus amores. Su pathos. Chesterton es diverso del socialismo y lo fue hasta quedar solo. Chesterton podría haber acompañado al socialismo hasta llevarlo al cielo, probablemente. Parece que el socialismo tenía otros planes y no disfrutaba tanto de la compañía de Chesterton.

Y esto no es poco.

Ahora bien.

Tengo edad suficiente para haber vivido y visto cierto asunto, cierta cosa.

No necesariamente que me haya pasado. Pero sí lo he visto pasar.

Y voy a poner algunos ejemplos, siquiera rápidamente.

No sin advertir primero que todos ellos dependen en buena medida de una máxima dialéctica que si acaso tiene alguna validez, la tiene en un determinado aspecto y en una muy precisa circunstancia. Y son tantos los acasos y los sesgos de la hermenéutica que mejor no los enumero.

La máxima sería aquella que dice que los enemigos de mis enemigos son mis amigos.

Así las cosas, el peligro de esa máxima es que tiende a hacer a todas las cosas referenciales y excesivamente móviles. Cuando no se vuelve en ciertos casos intelectualmente algo cobardona.

Es como si uno dijera que se asocia hoy con el partido nacional-socialista porque tiene enfrente -o dice tener enfrente- tanto a Inglaterra o Estados Unidos, como a la URSS, o a la democracia liberal partidocrática y a la masonería o al poder internacional de las finanzas. Y con motivos similares está un rato a favor de Estados Unidos en el Viet Nam que está siendo sumergido en las negras aguas rojas y otro rato a favor de las proezas de las cuevas de Ho Chi Minh que burlan a los paladines de la libertad liberal contra el trapo rojo. O como si un rato estuviera a favor de los fellaghas antiimperialistas en Argelia y otro poquito después a favor de los parachutistes franceses de Raspéguy contra los fellaghas que pelean contra los pied noirs. O un poquito a favor de Saddam y la Guardia republicana, o un rato a favor de la nuclearidad musulmana de Ahmadinejad que enfrenta la hegemonía del Diablo y otro poquito a favor de Lepanto que cepilla al Islam. Y un poquito a favor del Bolívar modelo siglo XXI y otro poquito en contra de K. que está a favor de Chávez.

Y a veces todo a la vez.

Si yo dijera: me gusta que Putin le susurre a Bush en el oído: 'seguí así, que te voy a comer el hígado...', ¿tendría que decir a la vez que no me gusta del todo la razón por la cual se lo va a comer? ¿Y que no me gusta más, sino mucho menos, los otros hígados que piensa comerse Putin por razones similares a las que tiene para comerse el de Bush?

Y diré lo que Chesterton: si me piden de una cosa y la otra, a favor o en contra, tengo a mares de ambas para cada bando en particular. Todo se puede explicar, vea..., para todo hay una razón coyuntural o no. Aunque tener razones no significa distinguir. Y menos todavía significa tener razón. Y todo este asunto pide distinguir y tener razón al final. Pero también de algún modo tener razón al principio. Y que esa razón sea tal que no sea razón porque sea mía, sino que sea mía porque es verdad.

Sin embargo.

No es por falta de explicaciones que naufraga la consigna dialéctica. Es por exceso de algunas explicaciones y por falta de una.

Hay un folklore de las derechas, como hay un folklore de las izquierdas, que ambas usan de la misma máxima, al fin de cuentas.

Las dos tragan sapos, seguras de que están llenos de proteínas útiles contra el enemigo.

Y, ahora para escándalo de lo cátaros, diré que lo entiendo perfectamente. Salvo para los casos en que todo ello resulta producto del cálculo cínico y del mero pragmatismo, no diré que eso pase por cálculo cínico y pragmatismo.


Todo el asunto me es tan obvio ahora que lo leo, que me da un poco de vergüenza formularlo.

De todos modos, alguien podría decir: "pero, entonces, puesto así y tan tenso el asunto, ¿quién sobrevive? Estamos en 'este' mundo. ¿A quién seguiremos? ¿Quién tiene palabras de vida eterna? ¿A quién iremos?"

No sé si debería hacerme cargo de semejante cosa. Y creo que más bien no debo.

Aunque aquel amigo hablaba vez pasada de tomar partido. No que lo exigiera, sino que decía más bien que tomar partido venía exigido.

Pero, claro, si hay que hablar eso, hay que hablar de otras cosas además.

De política, por ejemplo. No de cualquier política. Pero sí de alguna.