sábado, 3 de marzo de 2007

Fotosíntesis

Campañas son campañas.

Y es fácil.

Por una parte, está la actitud, el gesto. Por otra parte, está la foto (*). Por encima está la concepción. Sin eso no se actúa, sin eso no hay actitud ni gesto ni foto. Ni comentario sobre la foto, el gesto, la actitud.

Ni campaña. Ni para qué hacer campaña.

Es fácil.

No es cosa de andar buscándole muchas vueltas.

Mauricio Macri, por ejemplo.

Es a la vez dos cosas. Una persona y un emblema. Un emergente, si les gusta más. Un catálogo de cosas. De la persona apenas saben más bien los que lo conocen. Salvo por sus dichos y por sus hechos, cuando son públicos, y sobre los que se puede uno formar un juicio.

La operación sigue al ser. Y los sistemas tienden a estabilizarse. De manera que, para el caso y en general, lo que hay es bastante parecido a lo que se ve.

No me gusta nada la concepción del mundo que parece y muestra tener Macri. Ni siquiera me gusta que sea presidente de Boca. Hablo por lo que sé y por lo que veo y por lo que entiendo de lo que veo y oigo. Y ahí se juntan algo de la persona con algo del emblema. Como si dijera que no me gusta la mayoría de los amigos y parientes de Macri.

Sin embargo.

Es fácil.

El mundo, hoy por hoy, está para pegarle fácil a Macri. ¿Quién le podría pegar? Pues, menos los que no y aquellos a los que les da lo mismo, todo el resto.

¿Todos por la misma razón?

No, eso no. Imposible.

Dialécticamente, coyunturalmente, podría pasar que pegar suene igual, ni importa quién pegue.

Pero apenas un nanomilímetro más allá de los límites de esa línea difusa y oportunista de la dialéctica y la coyuntura, y de la colusión de intereses y concepciones contradictorias, no es lo mismo. Para nada.

La izquierda es una bolsa de gatos. Y el marxismo todavía sigue discutiendo (1) si Marx tenía o no concepto y doctrina acerca de la justicia y de la justicia social, malgrado de la propaganda de guerra de cualquiera de los hijos del socialismo a los que ni el probablemente genuino en algunos sentimiento de indignación ante la injusticia ni la palabra justicia se les despega jamás (2). Igual, en todos sus niveles, siguen discutiendo de un modo u otro si el desarrollo teórico del 'socialismo científico' ya consiguió superar las contradiciones y cuál es la verdad socialista y así.

De modo que no creo que sean los infinitos tonos socialistas los que puedan tirar la piedra. Al menos, no en calidad de guardianes de la justicia y de la justicia social. No me parece que la izquierda esté en condiciones morales de apuntar con el dedo a quien use de la pobreza o de la pobreza de los niños pobres para una campaña, o de la niñez de los niños, o que pueda argumentar respecto de lo perverso de usar alguien de la misma pobreza que ha generado o ayudado a generar para una campaña...

Es fácil, con todo. Y tirar, tiran igual. Y apuntar con el dedo, igual apuntan.

Está el lenguaje de los gestos, está la 'verdad oportuna' y están las morales de guerra que admiten cualquier instrumento y medio. Y una campaña -su nombre parece translúcido- es parte de alguna guerra. De modo que a nadie se le va a caer una escama por decir algo que no es y que no piensa, mientras le sea útil en la campaña.

No tanta zozobra y soponcete.

Como a la mayoría de todos -y a todos, sin tanta vuelta-, a nadie le doy el crédito de que siempre diga todo de todo en todo tiempo, sin importar qué. Y no es una sospecha. Es simple descripción de la natura humana. Y no solamente de la parte que me toca de la natura humana. Razón o razones, más o menos. Y hasta con la mismísima prudencia que manda lo que corresponde cuando corresponde del modo como corresponde. Y ante quien corresponde.

Ahora bien.

La derecha (más difícil de envolver en una sola palabra que la izquierda, habrá que admitirlo...) es una bolsa de gatos. No necesariamente por las mismas razones que su opuesto.

Pero es verdad que tampoco allí la justicia, ni la justicia social, tiene casa propia. Y en las infinitas tonalidades de la derecha -muchas de ellas pintadas a mano por obra y arte de su archienemigo: la izquierda..., con la complicidad de la diestra estolidez-, el problema social sigue siendo -casi simétricamente con su archienemigo- un argumento oportuno. Más allá de que habrá que ver en qué sentido Macri es de derecha y en qué medida exactamente quiso esa foto (aunque, distinguiendo, si no lo hizo por su voluntad, sí fue con su voluntad...)

En cualquier caso, la pobreza y el pobre serán el rehén.

No encuentro a mano mejor pintura del asunto que dos menciones de G. K. Chesterton, que ya hice en algún otro escrito.

En, 1910, en What's Wrong with the World?, hablaba de la propiedad, asunto que importa por demás a los dos antagonistas, capitalistas y socialistas.

La propiedad es, escuetamente, el arte de la democracia. Significa que cada hombre debería poseer algo que él puede modelar a su imagen y semejanza, como él mismo está modelado a imagen y semejanza de Dios. Y porque él no es Dios, sino una imagen esculpida de Dios, sus propias expresiones deben operar dentro de límites, dentro de límites rigurosos y aun estrechos.

Me doy perfecta cuenta de que la palabra "propiedad" ha sido contaminada en nuestro tiempo por la corrupción de los grandes capitalistas. Si se escuchara lo que se dice, resultaría que los Rotschilds y los Rockefeller son partidarios de la propiedad. Pero es obvio que son sus enemigos, porque son enemigos de sus limitaciones. No desean su propia tierra, sino la ajena. Cuando sacan el mojón del vecino, sacan también el propio. El hombre que ama una pequeña parcela triangular debería amarla porque es triangular; cualquiera que le altere la forma es un ladrón que le ha robado el triángulo. El hombre que sienta la verdadera poesía de la posesión desea ver la pared donde su jardín se encuentra con el de Smith, el cerco donde su granja se encuentra con la de Brown. No podrá ver la forma de su propia tierra hasta que no vea los linderos de la de su vecino. Resulta la negación de la propiedad que el duque de Sutherland tenga todas las granjas de su condado, como sería la negación del matrimonio que tuviera todas nuestras esposas en un harén...
Cuenta, poco más adelante, la historia de su nunca abandonado hombre común -"llamémosle Jones"- que "siempre ha deseado las cosas divinamente ordinarias; se ha casado por amor, ha elegido o edificado una casita que le va como anillo al dedo; está listo para ser abuelo y patriarca del lugar. Y precisamente cuando a eso se encamina, algo comienza a andar mal. Alguna tiranía personal o política repentinamente lo desaloja del hogar y tiene que sentarse en el cordón de la vereda".

Ahora se lo disputan el socialismo y el capitalismo. Ambos lo quieren en la vereda. Lo quieren en la calle, que unos llamarán la "vía del progreso y de la civilización" y otros "el escenario de la lucha". Irá a la fábrica, será esclavo del salario y del empleo porque le han dicho que así se construye la gran gesta de la economía. Otros, en la vereda de enfrente, una vez que es esclavo, le explicarán que "por fin se ha metido en la vida real de las empresas económicas; su lucha con el propietario será la única cosa de la cual, en el sublime futuro, sobrevendrá la riqueza de los pueblos..."

En este caso, está en las manos de la "república socialista, igualitaria, científica, poseída por el Estado y gobernada por funcionarios públicos. En una palabra, la comunidad del sublime futuro".

Futuro, claro, sólo en apariencia comunitario, mas claramente individualista en la medida que sea verdaderamente carne de esa revolución, la revolución del progreso y el bienestar o la de la sociedad sin clases de ninguna clase.

En ese futuro vivirá solo, pues lo han apartado de su familia y de su ámbito natural para vivir hacinado- y en el mejor de los casos engordado como un ganso, un pavo, un chancho...- en manos de su protectores. Protectores que podrán ser capitalistas o socialistas, pero siempre pertenecerán a la misma clase de hombres, aquellos que practican "la gran herejía moderna de alterar el alma del hombre para adecuarse a sus condiciones de vida en vez de alterar sus condiciones de vida para adecuarse a su alma".

En el fondo de su corazón, el hombre común atiborrado de mensajes contradictorios, despersonalizado, todavía tiene como un eco de angustia. El no sabe de dónde le viene -y hoy menos que en 1910- esa desazón. ¿Por qué, parece preguntarse Jones, estoy tan mal si estoy arañando la prosperidad del futuro que me prometieron? ¿Por qué, dirá nuestro Jones del tercer milenio, me deprimo y no le encuentro ni sabor ni finalidad a la vida? Una vida tan llena de regalos, de prosperidades, de promesas y felicidades...
Hay, sin embargo, signos de que el incomprensivo Jones todavía sueña de noche con su vieja fantasía de tener un hogar formal. Pedía tan poco y le ofrecieron tanto...Lo querían sobornar con un universo y con grandes sistemas, le ofrecieron el Edén y la Nueva Jerusalén y él sólo quería una casa. Pero la casa, se la negaron.

Así las cosas, habrá que decir todavía que, a diferencia de las innúmeras capillas de la izquierda, que tienen y reconocen un solo pontífice, la famosa derecha no.

La izquierda podrá contar cuánto tiempo faltaba en el Egipto de los faraones para que llegara Marx, o encomiar cuánto se parecía Jesucristo a Marx, como suele medir incansablemente a qué distancia de Marx está Lenin, o Trotsky o el líder de Albania, o Gramsci o Tito o Ceaucescu o Pol Pot o el PC, o PCCh o el PCT, o el PCRT, o el MST, o el PSDT, o el PDS o...

Sin embargo, parece claro que mientras -y por decir algo- el propio Gilbert Chesterton, José María Aznar, el cura Meinvielle, Benito Mussolini, Hernán Cortés, Alfredo Astiz, Ronald Reagan, Josif Vissarionovich Dzhugashvili, Nelson Rockefeller, Silvio Berlusconi, Juan Carlos Onganía, Adam Smith, Cornelio Saavedra, José Antonio Primo de Rivera, Cayo Julio César, la madre Teresa de Calcuta (sobre todo hablando de aborto o de liturgia...), Ted Turner, Deng Ziao Ping, Carlos Salinas de Gortari, Don Corleone, Pío XII, Jorge Rafael Videla, Benjamin Netanyahu, Julio Iglesias, el cura von Wernich, Rocco Buttiglione, John Maynard Keynes, Adolf Hitler, Santo Tomás de Aquino, Alvaro Alsogaray, Idi Amin Dadá, José María Escrivá de Balalguer, Cornelio Codreanu, el barón Rothschild (cualquiera de ellos), Isabel la Católica, Slobodan Milosevic, Joseph Ratzinger, Mariano Grondona (o Bernardo Neustadt), George Bush (padre, hijo...), el sultán de Brunei, o Liccio Gelli, y siguen las firmas..., puedan ser llamados de derecha, o fachos, tenemos un problema.


Pero nada de esto termina aquí.


----------------------------

(*) Es una obviedad. Pero la remera de Melina tiene un bonito mensaje en inglés: I love AR(gentina, supongo). A Macri pudo no haberle molestado, es claro. ¿Por qué habría de molestarle esa apertura de la Argentina al mundo, en esos mismos términos? La izquierda, entretanto, más pragmática que el propio Mauri, jamás entenderá esa batalla. Si lo llega a pensar un poco, su propio internacionalismo -contra la burguesa concepción de la liberación nacional y el propio nacionalismo- tiene que arrojarla en brazos de una lengua internacional, y a escribir todo en inglés en todas partes, o en cualquier otro 'inglés' que haga lo mismo que el inglés hace hoy en todas partes.

(1) Si uno no quiere, no tiene por qué leer nada acerca de los interesantes debates y elucubraciones sobre estas cuestiones. Ahora, que se discute, se discute. Y, sí, mala suerte... Para algunos será cuestión de digestión, pero hay platos en la mesa para todos los estómagos. Me gusta
Astérix, como me gustaba el Cabo Savino o Patoruzú. Pero tengo que reconocer que hay otras fuentes además para saber algo acerca de la Guerra de las Galias, las patriadas gauchas o la historia de los indios patagónicos...

(2) Al mirar algunas cosas acerca del cardenal Giacomo Biffi, a quien mencioné en la semana, encontré una alocución del 1º de mayo de 1989, en la que leí algunos conceptos interesantes.