sábado, 10 de marzo de 2007

What's Wrong With the World (III)


Me recuerdan, a propósito de estas cosas que vengo diciendo, la Carta a Leónidas Barletta de Leonardo Castellani.

Y está muy bien.

Especial y agudamente me recuerdan algunos párrafos -de veras muy a propósito- que ahora extiendo en citas, ya por cuenta propia:
¿En qué coincidimos los dos?

En una sola cosa, pero que es muy importante: en el "pathos", que es lo central de una psicología. Sentimos coincidentemente. Además somos cofrades en la Orden de Escritores Pobres, con voto de pobreza forzosa y honestidad intelectual libre.

Ud siente tremendamente el peso de esta época dura, como si estuviese Ud., personalmente, en Corea o bajo la amenaza de la atómica; yo también.

Ud. conoce experimentalmente el gusto amargo de la injusticia social; ha sentido los retortijones de la inseguridad ha saboreado la amargura seca de ser explotado y tenido por tonto encima; ha andado algún tiempo sin vivienda y algunos días ha pasado sin pan; ha querido editar libros y no ha podido; ha editado un libro, y el editor le ha robado; ha escrito un libro honesto y eximio poniendo en él toda su alma, y los capigorrones de la crítica y los dueños de revistas y diarios le han hecho el silencio en torno; y la sociedad a la que ha beneficiado con él le ha pagado con el desprecio... etc., etc. En una palabra: Ud. ha visto que lo que dijo Carlos Marx en su Manifiesto, es verdad.

Yo también.

(...)

En una palabra, los dos sentimos profundamente en las entrañas y en la médula de los huesos lo de la segunda estrofa del Himno del Proletario.

Vuestra sociedad es injusta
vuestra sociedad no nos gusta
¡No busquéis nuestra amistad!
Vamos en busca del futuro
lo que sea, puro o impuro,
excepto vuestra sociedad.

Ud. es poeta y por lo tanto su mente "está abierta a las imágenes del mundo" como me dijo una vez el grande y tormentoso Lugones. El poeta tiene sueños cosmirreveladores, ve fantasmas, hadas y elfos, un trueno lejano lo hace estremecer y la luz de una estrella se le hunde en los huesos. Eso es un privilegio, por cierto; pero comporta riesgos graves.

En eso coincidimos. Yo siento lo mismo que Ud. el horror de esta época y la necesidad de oponerse a ese horror, si quiero salvar mi alma. Ese horror carga sobre mí incluso físicamente, en forma que me volvería loco si no tuviera fe en Dios. Ya ahora no lo conozco solamente por las encíclicas, por los sermones, por los libros, o por la compasión lírica hacia los otros, como antes; sino por la efectividad del estado de alma del lumpenproletarier. Mi situación actual no es sólo un asunto personal mío, sino que se proyecta al infinito como representación viviente de infinitos hermanos míos que viven y sufren igual o peor que yo.

La miseria de los que se pierden y el dolor de los "humillados y ofendidos", me quema los huesos.

Y más adelante, en el punto 6):
Yo dije que le iba a responder en el mismo plano de Ud.: en el plano ético.

La respuesta es: el ideal cristiano está hoy tan vigente como el ideal comunista: son los dos únicos ideales vitalmente vigentes.

Yo elegí el ideal cristiano. Hoy día comporta riesgos de muerte. Siempre los comportó.
Y en el punto 8):
Supongamos que Cristo vuelve ¿podrá arreglar todo este desarreglo? ¡Pero seguramente! ¡Un hombre resucitado! El dramaturgo O'Neil, hizo un drama que Ud. conoce, "Lázaro", en el que examina las consecuencias de la hipótesis de un hombre resucitado. ¡Ese hombre es más poderoso que los Césares, es el poder andando! O'Neil lo hunde al fin en la confusión, porque justamente él estaba en confusión, pues sin la fe, ese caso para él no era más que una "hipótesis", un "mito". Pero, ¡si eso llega a ser cierto! Un hombre que solamente pueda curar a los enfermos y multiplicar los panes y peces, se vuelve el economista más grande del mundo; Jesucristo resucitado, se vuelve un economista más grande que Franklin y Domingo Faustino Sarmiento. ¡Adiós bancos, adiós hospitales, adiós "fundación", adiós impuestos, adiós fronteras, adiós ejércitos, adiós guerras! Adiós, Pecado. Adiós, Muerte.

Yo no soy milenista, y por eso no quiero hacer aquí el cuadro de lo que sería la resurrección general después de la muerte del Anticristo; sin embargo, el novelista suizo Ramuz, lo ha hecho en un librito Joie dans la Terre, que confieso me gusta grandiosamente. Muchas personas se confortan y consuelan con esa imaginación, que está en el Cap. XX del Apocalipsis. Yo la respeto, como respeto los cuentos de hadas y muchísimo más, por cierto. Pero yo no la necesito; me basta con imaginar lo que sería el Cristo retornado más o menos como cuando andaba en la Tierra -predicando- y después de su resurrección -traveseando amablemente con los Doce Palurdos. "¡Jesús en Buenos Aires!" -como soñaba nuestro común desdichado amigo Enrique Méndez Calzada. Eso basta. Así como una chispa sola puede originar la mayor quemazón, así como una bomba atómica puede desencadenar el incendio del Universo -dicen los sabios, aunque no los creo- así un solo Resucitado, el primogénito de la Resurrección, puede tranquilamente y sin prisas, incendiar de gozo a toda la humanidad. Poder, puede: no lo dude Ud.

He aquí que he llegado yo, con Ud. o sin Ud., al plano religioso desde el plano ético -y el pasadizo es el "humor", dice Kirkegord- y por cierto, a lo más crudo y duro de todo el plano religioso, a la clave, al Misterio de los Misterios: a la resurrección. Los comunistas quieren nada menos que la resurrección del mundo; yo también; y lo que es más, la espero. Pero nos diferenciamos en que ellos quieren la Resurrección sin muerte; y yo me he resignado a la muerte. Hace mucho tiempo, creo que cuando muy chico, la muerte se ha aposentado en mí. No sé, cuándo.

La muerte: la fe.

Pero hay que leer toda la carta. Viene a cuento. Muy especialmente, el punto 13) y sus credos.

De todos modos, parecería que Castellani dice con otro tono algo parecido a lo que G.K.: hay algo en la potencia destructiva del socialismo (comunismo, dice el argentino) que tiene beneficio. Chesterton lo dice respecto de la destrucción o cataclismo de la modern society, Castellani más bien lo refiere a la propia Iglesia: el comunismo como escoba barredera, sea que fuere el Anticristo o no lo fuere: igual barrerá o ayudará a barrer no a la Iglesia, sino sus excrecencias.

Y ambos parecen decir -o dicen- que eso es per accidens, como si dijéramos que haciendo otra cosa hace también eso, aunque bien podría ser per se; esto es, que es lo que se propone hacer.

Sin embargo, también hay algo más. Sus simpatías por el socialismo/comunismo.

Es cierto que en términos oblicuos en ambos casos. Como si dijéramos que Chesterton le tiene simpatía a la enfermedad que deja calvo a un tipo que tuvo un pelo espantoso, aunque no le guste nada el peluquín espantoso que reemplazó al pelo espantoso.

En cambio, Castellani...

Pero ahora resulta que voy a tener que discutir otro rato con Castellani...

Porque dice extensamente aquello de que los comunistas y los cristianos tienen el mismo pathos.

Y yo no sé si eso es del todo verdad. Y en qué sentido lo sería si lo fuera.