lunes, 31 de julio de 2006

Gaitorro

Me dijeron hace poco que en Inglaterra se prohibió la caza del zorro con perros, allá por febrero del año pasado.

Bueno.

Confieso mi completa ignorancia también en estas lides.

Es decir: no es que no sepa de qué va el cazar zorros con perros. Es que el asunto para mí es básicamente algunas imágenes -unas pocas imágenes literarias y más pictóricas- que no me dicen absolutamente nada emocional. Casi como si me mostraran un cuadro o una fotografía de un grupo de lapones jugando el juego típico de su aldea.

Me imagino indignaciones 'tradicionales', tristezas 'aristocráticas' y comentarios luctuosos de un montón de buena gente de a caballo. Como imagino los discursetes 'verdes' eufóricos y triunfantes, exaltando los derechos inalienables del zorro.

Lo digo de veras: que los ingleses de los tiempos de Tony Blair se pongan a discutir la licitud de la caza del zorro con perros, me parece..., ¿vale la pena que lo diga? No.

Por eso.

Qué mejor que ocupe el aire Liam O'Flynn, un irlandés virtuoso de la gaita, y que se despache con una pieza memorable en la que reproduce el clima de una cacería de zorro con perros, caballos, cornetines, mayorales, palafreneros y tutta la banda in festa...

Para acompañar el recuerdo, los invito a releer el capítulo primero del libro segundo de Retorno a Brideshead: aquella memorable escena de la cacería del zorro, que -con más dos 'perversas' , criminales y 'etilizadas' libras dadas a Sebastian Flyte- le cuestan a Charles Ryder el abandono de aquellas gentes. Y el discurso de Teresa Marchmain.

Un momento crucial: para todos, empezando por el propio Charles. Y terminando por nosotros los lectores.