martes, 18 de julio de 2006

Bolivariano

El episodio de Guayaquil siempre está cubierto de niebla.

En un cuadernillo que la Comisión Nacional Ejecutiva de Homenaje al Bicentenario del nacimiento del General Don José de San Martín, juntamente con el Instituto Nacional Sanmartiniano, publicó en 1979, que estaba releyendo en estos días, el autor de un Breviario de la vida, ideales y muerte del General San Martín, cuenta algunos episodios de la tirantez entre Bolívar y San Martín, así como alguna causa refiere.

La por entonces provincia peruana de Guayaquil estaba en disputa, no solamente respecto de los españoles. Estaba en juego si se anexaría al Perú o a la Colombia bolivariana. Desde por lo menos 1820 están en litigio los partidarios de San Martín y de Bolívar por este motivo, que es la cifra de otros desacuerdos, además.

Se cuentan allí, por ejemplo, dos ocasiones en las que se trenzan los argentinos con Bolívar:
En sendas ocasiones se advierte la animadversión del jefe norteño hacia la revolución del Río de la Plata; en una de ellas al decir Bolívar que sus infantes colombianos pasearían sus pabellones sobre Buenos Aires, Lavalle le contesta en pleno festivo agasajo que "la Argentina era ya libre desde el 25 de Mayo de 1810" y en la segunda ocasión, sabiendo que el coronel Manuel Rojas era argentino, cuando Bolívar le pregunta el porqué de su aire altanero, aquel le contesta "que es propio de los hombres libres".
San Martín, vuelto de Guayaquil tras la mentada entrevista (que no fue una sola), decide retirarse del Perú, y pese a la insistencia de los peruanos para que reasuma el mando militar, se niega. Pasa a Chile por breve tiempo y de allí a Mendoza; de allí a Buenos Aires, desde donde, y tras la muerte de su esposa en agosto 1823, se va a Europa en febrero de 1824.

Cuando su colaborador Tomás Guido quiso saber el porqué de su partida del Perú, San Martín le resume la cuestión:
Y bien aprecio los sentimientos que acaloran a usted, pero en realidad existe una dificultad mayor que no podría yo vencer sino a expensas de la suerte de un país y de mi propio crédito y a tal cosa no me resuelvo. Le diré a usted sin doblez: Bolívar y yo no cabemos en el Perú; he penetrado en sus miras arrojadas, he comprendido su descubrimiento por la gloria que pudiera caberme en la prosecución de la campaña. Él no excusará medios por audaces que fueren para penetrar a esta república seguido de sus tropas; y fuerza entonces no me sería dado evitar un conflicto a que la fatalidad pudiera llevarnos, dando así al mundo un humillante escándalo.