domingo, 14 de julio de 2013

Pasar a Narnia



Siempre me impresionó la suerte de Susan Pevensie, la única sobreviviente de los cuatro hermanos y, paradójicamente, la única que no volvio a Narnia.

Tanto me impresiona su historia como los "portales" a través de los cuales se llega a Narnia, una idea tradicional que creo que Lewis usó con maestría.

En estos días tuve ocasión de volver a ambas cosas, de un modo sorpresivo.

A veces, como diría Tolkien, un viaje en el espacio puede convertirse en un viaje en el tiempo. Y así fue.

Cosas de la vida, tuve que volver a lugares -y a algunas gentes- que me eran propios hace decenas de años. Nomás estar allí, recordé que no los recordaba como creía y por cierto que no los veía desde entonces.

Lugares cercanos y gentes queridas.

Todo me causó una fuerte impresión. Más que nada porque fui tomado por sorpresa. Un viaje más por un asunto común me puso en cualquier lugar. Un lugar conocido.

Pero ni era tan reconocible ahora y tampoco era cualquier lugar, sino uno que me pertenecía. Que me perteneció. O yo a él. Y así sus gentes.

Mi sorpresa fue no reconocerlo, primero. Casi nada, y casi sin casi, era lo que había sido. Estaba en el mismo lugar pero era un lugar conocido irreconocible. ¿El tiempo? ¿Yo? ¿Quién había cambiado aquel lugar y había puesto otro en su lugar?

No tenía modo de entrar a él. No veía cómo era que yo conocía aquello. Y por eso mismo alargué el camino y me quedé allí más tiempo, cuando ya había terminado mis asuntos. No creo que fuera la ansiedad, sino más bien la nostalgia de lo que no veía por ninguna parte.

Hasta que.

Al dar vuelta en una esquina, y entrar en una calle que terminaba en un terraplén del ferrocarril, una hilera de plátanos enormes fue el portal a Narnia.

Unas casas bajas, jardines pequeños al frente muy cuidados, veredas viejas, bastante rotas por las raíces de los árboles. Pájaros refugiados en ese rincón y el silencio súbito de la calle -cómo saltó erguido de pronto en la memoria el recuerdo dormido de aquel silencio y esos pájaros entre plátanos...-, el sonido de fondo y rítmico del tren, el olor particular de las vías extrañamente aromadas por jardines a su vera, el gris ocre de las piedras y los durmientes coronando el terraplén. El mismo gesto de dar vuelta en esa esquina y encarar la calle que fuera atajo.

Era el portal.

Y era, por ese portal, salir del tiempo éste y entrar a aquel. Desde entonces sigo allí en cierto sentido. Más y más cosas diminutas vinieron. Momentos, historias alrededor de pasos que por entonces daba como mecánicamente por aquella calle, pero que se ve que se iban cargando de significados. Y cosas de las otras, de las hondas. Y tan hondas que no sabía que todavía existieran, en un tiempo distinto del presente y que estaban a la vez en mí y en aquella calle. Con su propio tiempo, más extenso, más intenso. Como en Narnia.

Pero está Susan Pevensie, la que no volvió a Narnia.

La que no quiso volver. La que prefirió quedarse en la parte menos interesante de este mundo.

Y me acordé después, recordando los portales de Narnia.

Y pensé cuántos portales hay para llegar a Narnia. Y cuántas cosas es Narnia. Cuántas cosas de este mundo fuera de este mundo. Cuánto de otro mundo en este mundo.

Y lo terrible de no encontrar los portales. No querer siquiera buscarlos.

O encontrarlos, saber dónde están y cuáles son, y no querer pasar por ellos a Narnia. A la Narnia de nuestras cosas. Y de las no nuestras, más que nada, a las que pertenecemos y no nos pertenecen. Porque de algún modo misterioso y mágico han sido hechas para nosotros, pero no son nuestras.

Dice Lewis que, tal vez, y a su modo, Susan pueda volver a Narnia. Ojalá. ¿Qué podrá ser de ella sin ella en Narnia? ¿Quién será ella si no es ella en Narnia?

Todavía ahora, en este momento, estoy dando vuelta aquella esquina, sintiendo la impresión sorpresiva y como física del recuerdo de un mundo entrañable que sigue viviendo en medio de lo conocido irreconocible. La impresión de haber pasado hacia mí mismo, nomás dar vuelta aquella esquina.

Una calle, una hilera de plátanos, un terraplén, jardines.

Un portal.