jueves, 4 de julio de 2013

Felices los que cantan

Tal vez no sea cosa para todos, pero creo que habrá a quien le venga bien. Son experiencias ajenas, por lo pronto, y eso tiene siempre doble filo: en lo que tienen de ajenas, en lo que tienen de universales.

Pero quién dijo que no se pueda saber primero en otros. No se daña lo propio por eso. Y tal vez al contrario. Es de la tradición literaria que saber en otros ayude a saber en sí mismo.

¿Quién sabe?

Pero, veamos.

Estaba leyendo unas colecciones de sonetos y di con una -algo despareja, pero muy empeñosa- que trataba de hacer enciclopedia de todas las formas y rarezas en ese mundo, ya normalmente difícil, que es componer en 14 versos.

Interesante, algo de más extensa y un poco forzada aquí y allá.

Anoté algunas cosas que me gustaron, algunas más conocidas, otras audaces.

Empiezo por este Madrigal de madrigales, de Manuel Machado, de métrica inusual y combinada.
¿Qué nuevo nombre a ti, creadora de poetas,
esencia de la juventud,
si todas las magníficas y todas las discretas
cosas se han dicho y hecho en tu virtud?

¿Qué madrigal a ti, compendio de hermosuras,
luz de la vida, si
mis pequeños poemas y mis grandes locuras
han sido siempre para ti?...

En la hora exaltada
de estos nuevos loores,
toda la gaya gesta de tu poeta es…

tirar de la lazada
que ata el ramo de flores
y que las flores caigan a tus pies.
Algo parecido hay aquí, en Verano, del mismo autor, aunque ya más osado:
Frutales
cargados.
Dorados
trigales…

Cristales
ahumados.
Quemados
jarales…

Umbría
sequía,
solano…

Paleta
completa:
verano.
En verso corto también, y con esa rima rica que tantos disgustos le trajo en su vejez por la burla de sus discípulos, estaba también Luna maligna, de Leopoldo Lugones:
Con pérfido aparato
de amorosa fatiga,
luce su oro en la intriga
y en el ojo del gato.

Poetas, su recato
no pasa de su liga;
evitad que os consiga
su fácil celibato.

Su dulce Shakespeare canta
su distinción de infanta de naranja;
mas, cuando su alma aduna

con Julieta infelice,
swear not by the moon, dice:
"No juréis por la luna".
A Tengo miedo a perder la maravilla, de Federico García Lorca, lo anoté nada más que en homenaje a los años de estudios. Y porque es buen soneto, claro.
Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua, y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.
Por otra parte, había en la colección que digo esta rareza de la Corona de sonetos, que nunca había visto entera, pese a ser forma antigua, bien que casi nada frecuentada por lo difícil.

Son 15 sonetos de un mismo tema, y el último de la serie -que es el que copio ahora- lleva el nombre de Madre, es decir, soneto madre. En la Corona, el último verso del primer soneto es el primero del segundo, el último del segundo es el primero del tercero, y así siguiendo. Además, el primer verso del primer soneto resulta el último del soneto 14. El 15, el soneto madre, reúne los primeros versos de los catorce sonetos anteriores.

En este caso que cita la colección, la corona se llama Nada quedó. Nada. y su autora es Delia E. Fernández Cabo, que los compuso, para mayor asombro, en lunfardo.
El bulín se quedó junando ausencia;
la poesía rimando en un cajón;
la viola apoliyando en el rincón.
Un silencio de parla y confidencia.
El berretín se impuso a la conciencia.
Marcó tu alejamiento y mi bajón.
En la vitrola Manzi, el Milongón.
Un llanto gris sin ritmo ni cadencia.
El recuerdo de días de fandango
afilando al arrullo de un gotán;
de bohemia, de vento y de champán;
de vidas trajinadas entre el fango.
Hoy estoy ya fané y abandonada
sin fe, sin vos, sin mí, sin sueños. Nada.
En un registro similar, había también un soneto compuesto con versos de otros autores y sonetos, que se denomina centón, precisamente por ese acopio. No sé quién se habrá tomado el trabajo, pero quedó bien.
Cándida luna, que con luz serena (Herrera)
del espacio los ámbitos dominas (Quintana)
y el horizonte lóbrego iluminas (S. Martínez)
de pompa, majestad y gloria llena. (Cadalso)

¿Sientes acaso la amorosa pena, (Ramón Palma)
y a la mansa piedad dulce te inclinas, (M. Arjona)
y en busca de un amante te encaminas (L. de Vega)
que a eterna desventura te condena? (Anónimo)

Parece que me escuchas y parece (F. de la Torre)
que en gloria y paz y amor y venturanza, (Espronceda)
tibia, modesta, fugitiva luna, (Zorrilla)

Tu faz en dulce lumbre resplandece, (José Roldán)
y entre el vago temor y la esperanza (M. de la Rosa)
constante dura sin mudanza alguna. (Luzán)
Vuelve a ser corazón enamorado, de Francisco Luis Bernárdez, tiene la particularidad de que alterna rimas de palabras de ambos géneros.
El día, que antes era noche oscura,
vuelve a ser día cada día más puro;
la noche, que antes era día oscuro,
vuelve a ser noche cada vez más pura.

El cielo, que antes era tierra impura,
vuelve a ser cielo menos inseguro;
la Tierra, que antes era cielo impuro,
vuelve a ser Tierra menos insegura.

Desde que en este día sin reproche,
desde que en esta noche que no es noche,
desde que en este cielo que destierra.

Desde que en esta Tierra que no es tierra,
el corazón, ayer deshabitado,
vuelve a ser corazón enamorado.
Mientras tanto, y para ya finir, este soneto difícil de Francisco de Quevedo es un soneto con eco, porque repite en cada rima, algo de la anteúltima palabra de cada verso.
Es el amor, según abrasa, brasa;
es nieve a veces puro hielo, hielo;
es a quien yo pedir consuelo suelo,
y saco poco de su escasa casa.

En un ardor que a quien traspasa, pasa,
y como a veces yo paselo, selo;
es un pleito do no hay apelo, pelo;
es del demonio que le amasa, masa.

Tirano a quien el Cielo inspira ira;
un ardor que si no se mata, mata;
gozo, primero que cumplido, ido;

flechero que al que se retira, tira;
cadena fuerte que aun de plata, ata;
y mal que a muchos ha tejido nido.



Y eso fue todo.