domingo, 24 de abril de 2005

Es difícil, hoy por hoy, caer en una iglesia -que no sea la propia parroquia, donde no suele haber buenos predicadores- y oír al menos una homilía que valga la pena.

Pero, cuando pasa que uno encuentra una homilía que le gusta haber oído, pasa que uno encuentra una homilía que le gusta haber oído.