viernes, 29 de abril de 2005

Péguy (I)

Al final, uno aprende que no hay que abusar de los libros. Y mucho menos ir a los autores que admira y ama, como quien entra a una farmacia a pedir algo para el dolor de muelas...

No son un 'remedio', en ese sentido. Pero si acaso llegan a serlo, con el gozo de descubrir lo que habíamos olvidado de ellos, llega también la mayor inquietud por haber descubierto lo que habíamos olvidado de ellos.

Así fui a releer los Pensamientos de Charles Péguy.

Y salí un poco apaleado, como corresponde. Porque algunas cosas ya no creo que signifiquen tanto como creía recordar.

Pero otras..., en fin: había otras.

Primera parte, entonces, de una selección de los textos que me parece que pueden resultar útiles, quizá a algunos por una razón y a otros por otra razón.

Y, seguro, todos a mí, por varias razones.
Reconozcamos que la conversión repentina, en masa, es en estos tiempos siempre grosera, causada por malos entendidos. Advirtamos que la propaganda (se refiere a la difusión de la Fe, a la predicación e incluso a la enseñanza y usa una palabra en boga en aquellos años) está sometida a las leyes extraordinarias del trabajo, que nada se logra sin pena, sin larga pena. Advirtamos que formar un espíritu no se reduce a ponerle una etiqueta. Habituémonos a la idea de que haber contribuido a formar sólo un espíritu en el mundo es ya un resultado considerable.

No somos grandes capitalistas de espíritus y de conciencias. No somos grandes propietarios de hombres. Sepamos proceder por elaboración laboriosamente lenta. Sepamos dirigirnos a espíritus personales, a conciencias propias. Y seamos modestos.

Seamos inmorales y políticos, dicen, por un minuto solamente, por el minuto presente; después, en seguida podrán resucitar de nuevo morales e impolíticos. La desgracia está en que nos han dicho lo mismo y nos dicen lo mismo todo el tiempo, sin concedernos un minuto.

Un alumno no vale, no existe sino en el sentido y en la medida en que por sí mismo introduce una voz, una resonancia nueva.

Una gran filosofía... no es aquella que no tiene vacíos. Es la que tiene plenos.

Cuando se tiene el honor de ser enfermo, y la felicidad de una enfermedad que nos deje la cabeza libre, entonces, y solamente entonces, se es un lector ideal.

Cuántas paciencias no son sino medios para no sufrir... Cuántas paciencias no son sino la más sabia, la más impecable estafa al dolor, es decir, a la prueba, es decir, a la salud.

Verso y prosa son dos seres diferentes, incomunicables. Y decir la misma cosa en verso y prosa no es decir la misma cosa.