martes, 5 de abril de 2005

Hay que ver que se trata de una nota del Times de Londres. Y eso ya tiene su color, y su sabor.

Lamento no tener el tiempo de traducirla (no crean que vale tanto y tanto la pena, pero tal vez su lectura sea un ejercicio que algo enseñe...)

El tono sin contracturas. La pizca delicada de frivolidad calculada y su sazón. Leve erudición que esconde insignificantes distorsiones, pequeñas señales intencionadas al lector entendido y con cierta información histórica y literaria. Sin escándalo por el abordaje módico de asuntos y nombres religiosos, con ese tono asordinado y civilizado, antifanático. Elegante irreverencia...

Un ejemplo de la vieja y fatigada Europa y un ejemplo de los rasgos dieciochescamente imperiales de aquella docente Britain que rules the waves...

El asunto del que trata, en principio, es el aburrimiento. Una breve historia del aburrimiento y su detección como la nota que signa estos tiempos por excelencia.

Sinónimos trae: tedio, salvaje 'torpor', bestial e indefinible aflicción. Raíz de todo mal, recuerda que Kierkegaard llama al aburrimiento. Y más y más autores y cosas.

Sin embargo, el autor tiene al tema de rehén, de algún modo. Porque todo lo dice, finalmente, para dejar para las últimas líneas -técnica archisabidamente anglia- lo que parece interesarle: la aplicación a la política, los políticos y unas próximas elecciones en el norte.


Bien. Si tienen ganas, lo leen. Concedo que el título puede ser algo condescendiente: "Usted no se aburrirá leyendo esto".


Una sola y pequeña observación, apenas.
ver


Uno de los sinónimos de aburrimiento que trae al caso en la breve historia que desgrana, es el de acedia.

El autor la considera, sin lograr ser inédito, el ancestro premoderno del aburrimiento y le atribuye a los Padres de la Iglesia temprana haberla condenado como una especie de madre de todos los pecados.

Y aclara con humor brumoso: "In a way they were right, for boredom is statistically linked with a range of ills from drug-abuse to promiscuity, violence, suicide and afternoon soap operas."

Ya antes (como se ve) -en un tono que me recuerda mucho a lo que Chesterton decía del hombre frívolo- había apuntado: "the hermits of Lower Egypt complained of the 'noonday devil' that sapped vitality and made all those hermit chores seem doubly dull."

No es cuestión de andar haciendo pataletas pacatas. Pero es un caso bastante frecuente de cierta penosa ignorancia. No deja de ser común el error -producto de la ligereza- de confundir la acedia con el aburrimiento.

Cuando los confusos llegan a enterarse de que los variados, divertidísimos e intensos activismos, así como entre otras ruidosas manifestaciones la carcajada y el griterío festivo, son hijos habituales de esa que llaman la abuela del aburrimiento, no sé si ya no es tarde para darse cuenta de que la acedia no es sin más aburrimiento.

Sin querer, al citar a los Padres antiguos, acierta. Pero allí mismo se equivoca porque si la acedia es madre de pecados, no es porque el hombre aburrido peca.

Esa forma de ver la cuestión -mucho más que el aburrimiento mismo- es la madre -y la bisabuela- de nuestro tiempo -porque es una idea bastante vieja- y de las notas espirituales del hombre de nuestro tiempo.

Al calor de esa idea maltrecha se hacen las revoluciones de diversos colores y a su calor nace el capitalismo (el salvaje y el otro que no me acuerdo cuál es). De esa semilla nace nuestra forma de ver la moral y el modo de educarse, incluso -y sobre todo- de educar en los seminarios. De esa traducción tan poco feliz de las raíces y la naturaleza de la acedia viene el horror mismo al aburrimiento (y aclaro que estoy jugando con la palabra: ab horreo.)

De donde resulta que, los que escapan de allí, vayan de la sartén al fuego.

Y de la acedia -entonces sí- al aburrimiento.

Pero es difícil de explicar esto en estos tiempos, y desde hace tiempo.

Difícil cosa es, creo, recordar qué significa que el bien me entristezca. Y que me entristezca el bien de las cosas divinas y que me entristezca la felicidad divina.

Difícil cosa es que hoy se asocie el desprecio de lo divino con eso que llaman aburrimiento.



Y para no ocupar más tiempo -sobre todo del tiempo que no me pertenece-, tal vez esta pequeña muestra vernácula, sea un ejemplo algo lateral de lo que pasa cuando lo divino no resulta lo suficientemente sabroso...