domingo, 26 de junio de 2022

Mugre, belleza y Gramsci



En el blog del periodista y escritor italiano Antonio Socci, leo la nota del día sábdo 25 dedicada a la invasión de jabalíes en una Roma que, por la mugre y los basurales a los que van a saciarse aves de rapiña y los chanchos salvajes, es una verdadera porquería, según parece.

En 2025 habrá un Jubileo de la Iglesia de Roma y el gobierno le ha encargado al 'sindaco di Roma' Roberto Gualtieri la organización de las festividades en la ciudad que será sede, aunque parece claro que ni siquiera puede barrer la ciudad que le encomendaron en 2021. El 'sindaco' es un comunista y profesor de Letras e Historia que procede del Instituto Gramsci.

Se pregunta Socci qué diría Gramsci al ver la roña de la Eterna de estos días. Allí mismo empalma, en la última parte de la nota, precisamente con unos escritos tempranos de Gramsci que están publicándose.

La cita es ésta:

Da la casualidad de que la respuesta a esta pregunta (sobre qué pensaría Gramsci) ha llegado justo en estas horas desde las columnas del "Fatto Quotidiano", donde Gad Lerner, dando una auténtica primicia, está publicando tres escritos juveniles (inéditos) de (Antonio) Gramsci .

En el primero, publicado ayer, dice: "Creo que el error de la Edad Moderna es haber separado el arte y la belleza de la vida común, haber relegado a los museos todas las expresiones más bellas del sentimiento artístico".

Entonces el joven Gramsci elogió las "ciudades jardín" diseñadas en Inglaterra, comparándolas con desaliento con las casas de algunos de nuestros centros habitados, "costosas, sucias y sin adornos".

Finalmente observó: “cuán lejos estamos de la vida de los griegos y de la de nuestro Renacimiento: la euritmia dominaba en todas las manifestaciones de la vida ; aun durante los trabajos más rudos el ojo se posaba en una línea graciosa, en una figurilla estilizada y elegante y la pupila se dilataba de placer y el alma se endulzaba”.

El intelectual de 20 años señaló que vivir en una ciudad inhóspita, sucia y ruidosa tiene efectos desastrosos en la vida personal y social. Mientras, viviendo en un contexto hermoso, humano y limpio , “habrá una catarsis aristotélica… y entonces el alma se purificará de malas pasiones, y soñará con ideales más elevados”.

(https://www.antoniosocci.com/gualtieri-gramsci-e-la-grande-monnezza/)


Celebro las palabras del joven Gramsci.

Y, a la vez y por lo mismo que celebro esas palabras, lamento que muchos católicos -especialmente pero no sólo en las redes (una especie de segunda casa o ciudad para tantos, si no la primera...)- no cuiden un poco más la estética de sus publicaciones y de sus sitios.

Como si lo bello no tuviera que llegar hasta allí, como si sus mensajes pasaran por alto esa dimensión de lo real y de lo humano. Como si la belleza no fuera uno de los nombres de Cristo y mereciera ser parte de la catequesis a la que se obligan, con buena intención, seguro, pero atolondradamente.

Pero a veces, curiosamente por el contrario, lo que lamento es la preocupación por embellecer sus producciones con una estética kitsch, desmañada, o por acumulación sin criterio o sin ton ni son.

Está el hecho claro de que se ha dejado a "los otros" la poiesis de lo bello. ¿Por qué? Tengo mis razones y las dejo para otro día. Lo cierto es que, en vez de hacer belleza hoy, se contentan con alabar la belleza de ayer. Y eso supuesto que lo que estén haciendo sea sólo eso. Porque en tantísimos casos lo que se hace es o elegir lo que a cada quien le gusta (con la sola condición de que sea pasado) o ir por los caminos de lo políticamente correcto para cierta mentalidad conservadora (sí, también allí hay corrección política...) y difundir "lo que hay que difundir". Y todo eso no está bien. No del todo, al menos, ni en la mayor parte.

Como si bastara con hablar de la belleza y elogiarla.

Sé que de gustos y colores no disputan los doctores.

Pero sé también que el mal gusto existe y que suele hacer más daño que la inexistencia de belleza. Porque, de algún modo, queriendo o sin querer, falsea la verdad y la afea.

Y aunque el Espíritu sopla donde quiere, no deja de ser gracioso que venga a recordarlo un joven de 20 años y de izquierda, llamado Antonio Gramsci.