sábado, 6 de agosto de 2005

Inocencia

Se queja Joseph Pearce de Chesterton, en su Biografía.

¿Por qué?

En realidad, porque Chesterton fue a Roma y tuvo una entrevista a solas con Benito Mussolini en 1929 y porque al volver escribió La Resurrección de Roma.

Y, más en realidad todavía, porque parece que, a juicio de Pearce, allí Chesterton no resulta lo suficientemente antifascista y hasta, por tramos, peligrosamente -no dirá ya solamente ambiguo o confuso sino- sospechoso de alguna suerte de simpatías fascistas.

Ahora bien.

Son conocidas las definiciones de Chesterton respecto de Prusia, el poco afecto que le tenía, las innumerables ocasiones en que quiso dejar en claro lo que pensaba de lo que él llamaba el espíritu prusiano -y a veces hasta simplemente alemán, a secas-, o de la relación que consideraba nefasta entre ese espíritu e Inglaterra. Y muchas otras precisiones que habrá que ver con más detalle. Incluso lo que suele considerarse profético respecto del posterior nazismo, cuyo desarrollo no vio porque murió en 1936.

Muy bien.

En una línea en parte diferente, pero no que no supiera qué significaba lo que estaba diciendo, no es poco lo que dice en La Resurrección de Roma, no son pocos sus temores, desconfianzas y sus dudas. Varias son también las distinciones y puntualizaciones respecto de lo que el fascismo estaba encarando bien a su juicio y las razones de ello. Así como algunas de las razones de su posible fracaso.

Bien.

Pero a Pearce esto lo hace tropezar, lo escandaliza, lo pierde. Y creo que esto mismo lo obliga, no sólo a ser descortés, sino a ser implacable e injusto con Chesterton.

Sabe que Chesterton está mirando la cuestión, que la está rodeando, que la está mirando todo alrededor -como hace con otras tantas cosas- y que eso lo obliga a dar rodeos. Y a decir qué le parece y qué no le parece del fascismo. Y Pearce sabe esto no porque tenga una especial acuidad y penetración. Lo sabe en primer lugar porque Chesterton mismo no se cansa de decirlo, por ejemplo, varias veces a lo largo de esta obra que escribió a su vuelta de Roma, especialmente en el extenso capítulo V, The Return of the Romans.

Pero, una cosa es Pearce y otra es Chesterton.

Y, del capítulo de la biografía en el que trata la cuestión (el 25, Roma y romanticismo), lo que surge es más bien Pearce que Chesterton.

No alcanza a poner en off side a su biografiado (y curiosamente lo intenta con cierto empecinamiento y mal humor), pero es el propio Pearce quien, creo, no logra salir con donaire.

Creo que la razón de esto es cierta ceguera, cierto enceguecimiento. Si no se tratara más bien de cierta falta de coraje, intelectual y del otro. De no poder sufrir que Chesterton afirmara lo que afirma. O preguntara lo que pregunta.O que dudara cuando duda. Y mucho menos en este tópico.

Porque, vamos a ver: Si lo que el fascismo dice de las finanzas internacionales o del modelo sindical o los mecanismos de representatividad y del Estado -que es parte de lo que a GKCh le llamó la atención particularmente-, a él le parece más bien acertado, resulta que lo que el fascismo dice de las finanzas internacionales o del modelo sindical, a él le parece más bien acertado. Y si a Chesterton le parece que eso es una posible vía contra el capitalismo o ciertos industrialismos o ciertos imperialismos, y si Chesterton está viendo si eso es una salida para lo que detesta del mundo que representa la Inglaterra que no le gusta y le duele, pues a Chesterton le parece que eso es una posible vía contra el capitalismo o ciertos industrialismos o ciertos imperialismos, y Chesterton está viendo si eso es una salida para lo que detesta del mundo que representa la Inglaterra que no le gusta y le duele.

Y punto.

Ni un sólo escándalo levanta Pearce por la Revolución Francesa, por ejemplo. Y vaya si podría, si quisiera.

Chesterton afirma,y acierta, o no acierta, y se corrige o no se corrige nada y duda. O afirma algo equivocado o fundamenta mal. Pero eso es Chesterton, al fin de cuentas. Que no espera con desesperación estar del lado correcto o quedar del lado del sol.

Nadie me lo va preguntar, pero, si me lo preguntaran diría que tomarse 600 páginas para ponderar su Sabiduría e Inocencia, salvo cuando habla del fascismo -y porque no lo hace con la suficiente sujeción políticamente correcta al dictado de los mandamientos- no es muy, al menos, inocente.

Lástima.


(ACA VA TEXTO OCULTO!)