martes, 30 de agosto de 2005

Camarón de la Isla

Ah, este cante por alegrías y esas cantiñas que hace el magnífico Camarón...

Con esas coplas mezcladas de aquí y de allá: Pericón de Cádiz, Melchor de Marchena...
Qué desgraciaito fuiste
ay, barrio de Santa María,
qué desgraciaito fuiste:
ay, un barrio con tanta gracia
ay, qué de bomba recibiste...

Que con la luz del cigarro
yo vi el molino.
Se me apagó el cigarro,
perdí el camino.
Perdí el camino, prima,
perdí el camino.
Que con la luz del cigarro,
yo vi el molino...

Aunque pongan en tu puerta
cañones de artillería,
que aunque pongan en tu puerta
tengo que pasar por ella,
aunque me cueste la vida.

Una tortola cantaba
en un almendro
y en su cante decía
viva mi dueño.

Viva mi dueño, prima,
Viva mi dueño
una tórtola cantaba
en un almendro...

En eso estaba sí. Qué cosa el flamenco. Qué maravilla. No parece hecho de mano de hombre. Parece un fenómeno natural, un prodigio de la naturaleza.

Cuando oigo flamenco pienso si Dios no habrá esperado a ver si el hombre inventaba la guitarra y si finalmente la usaba para tocar flamenco. Si no, si eso no pasaba, Dios la creaba por su cuenta para que acompañara el flamenco.

Y en eso estaba, terminando el día.

Flamenco (sí, lástima, en mp3, pero al menos con auriculares). Todo Camarón.

Buen frío. Buen mate, buen cigarro negro. Fin del día.

Qué más.

Hasta que.

Llegué hasta Galicia. O, para decir mejor, me llegó Galicia.

Lo que son las cosas...

Es interesante el artículo. Me sorprende que anden por allí las derechas. Y no me parece mal. Si es que lo que se dice significa lo que dice. Cosa que no sé. Lo que pasa también es que, aunque lo que dice significara lo que dice...

En fin. Creo, que se parece a las alegrías que está cantando Camarón, después de todo.
Que con la luz del cigarro
yo vi el molino.
Se me apagó el cigarro:
perdí el camino.
Y aun todavía esto otro:
Aunque pongan en tu puerta
cañones de artillería,
que aunque pongan en tu puerta,
tengo que pasar por ella,
aunque me cueste la vida.
Y por qué no podría ser España la tórtola del cante:
Una tortola cantaba
en un almendro
y en su cante decía
viva mi dueño.
Me digo que la pregunta está bien hecha. Pero no sé si se la dirigiría a las derechas. Y creo que no. No me gusta del todo el reclamo a las derechas. Ya no me gusta nada. No creo que las derechas hoy por hoy tengan algo que hacer al respecto. Por lo menos así dicho: las derechas, la derecha.

Aunque suene a fin de las ideologías, o a cosas peores según el gusto, lo digo lo mismo: me parece que derecha es un término (si no es una visión del mundo) que envejeció antes y peor que su oponente dialéctico (y no digo que éste no haya envejecido).

Y creo que envejeció más y peor porque creo que es más substituto la derecha que la izquierda. Y ser substituto es malo a mi paladar, tal vez es lo peor.

La izquierda, creo, tiene ese aire tan claro, tan sofisticadamente insolente de querer romper todo, que cuesta creer que quiera construir algo.Los que destruyen como si crearan.

El problema son los que dicen que quieren conservar. Los que conservan como si crearan, los que crean como si conservaran.

Por otra parte, hay por allí en el editorial una alusión a los 'falangistas' que no entendí y que si entendí no me gustó nada.

Se me hace que leí lo suficiente Primo de Rivera hasta que terminaron por gustarme sus discursos, el tono, la visión de España, la gravedad y la alegría de la política, el testimonio de la muerte. Esas ganas de que la poesía terminara hecha política, al fin. Y si fuera al revés, mejor.

Pero eso era Primo de Rivera, al menos el que leí, o el que creí entender.

Tal vez no estuvieran refiriéndose a eso en la nota. Pero si no se referían a eso, no sé a qué 'falangistas' se refieren. Yo no conozco otros.

En fin, mejor vuelvo al cante.

Tengo la idea de que a la luz del cigarro de cosas mejores que un modelo económico o político, se veía un molino que era más que el bienestar y el orden civilizado de un occidente civilizado, pulcro, próspero . Y que ese molino era más que una cultura, o que una religión, dicho esto en el peor sentido de la palabra. Y que el cigarro esra más que un cigarro.

Viva mi dueño, tendría que decir la tórtola española, viva mi dueño.

Pero si ya no conoce a su dueño, una cosa peor que no saber adónde van las derechas le va a pasar: se le apagará el cigarro, ya no verá el molino.

Y la relación de España con los molinos, de un modo u otro, es emblemática. Y no es cosa de perder o confundir.

Aunque le pongan en la puerta cañones de artillería, España (no, no solamente España, ya lo sé) tendría que poder pasar por ella, a ver si ve a su dueño; como a la luz del cigarro tendría que poder ver el molino.

Y ver que no se le apague el cigarro, ni se le cierre la puerta.

Para semejante tarea, para semejante proeza lírica, a España (no, ya lo sé: no solamente a España) no le sirve de mucho preguntarse adónde van las derechas. Porque me parece -tengo esa fortísma impresión- que si uno se pregunta adónde van las derechas, a esta altura de la historia del mundo, se le apaga el cigarro, no verá el molino, se le cierra la puerta, pierde a su dueño.


En fin, ya está bien. Suficiente.

No me hagan mucho caso.

Porque, después de todo, aunque parezca que estoy hablando de poesía, en realidad estoy hablando de política.