viernes, 19 de agosto de 2005

Explicit

El venerable Concilio de Sabios está dividido.

Unos reclaman una explicación. Otros, de talante más afín a mis propias inclinaciones, se quejan: "explicaciones dan los giles..."

Por eso.

Resulta que en mis años de estudiante, cursando Literatura Italiana, leía bastante a Salvatore Quasimodo, tanto como a Giuseppe Ungaretti y otros poetas contemporáneos italianos. Curiosamente, (y tal vez porque a mí me gustaban) ninguno de los dos era muy popular entre los 'chicos modernos'; estoy casi seguro de que esto se debió a la antipatía del profesor, un itálico, lamentablemente.

Lo cierto es que me impresionaban. Son potentes. De una terrible condensación. Imágenes tensas, sintaxis exigente y exigida. Nada confortable. Van bien con una edad de experimentos y de sorpresas estéticas. Por supuesto que la inevitable carga ideológica va por sus cuentas (en particular, Quasimodo). Pero es verdad que, al fin y al cabo, no se gana un Premio Nobel de Literatura (1959) así como así.

Ahora, algunos cuantos años más acá, volví a leer a Quasimodo.

No puedo negar que sigue produciéndome una fuerte impresión.

Pero tampoco voy a negar que algo que -creo que ya entonces- me parecía impostado, me lo parece hoy mucho y más todavía.

Un mecanismo, más que una inspiración, diría. Un gesto, una mímesis y no en el mejor sentido de la palabra. Y en rigor, una imitación de sí mismo.

Tanto que, y por esa misma razón, mientras leía una antología de Quasimodo en el tren, esta mañana, apareció ante mis ojos -como si nunca lo hubiera visto- el 'mecanismo' lírico del italiano.

Y así salió lo que salió "al modo de Quasimodo".

Es verdad que no es inédita la composición "al modo de..."

Tiene una antigua raíz didáctica, se ha usado mucho como ejercitación, hasta que aparezca el propio estilo. También se usa como recurso humorístico. Nalé Roxlo, por ejemplo, llenó dos libros con antologías apócrifas usando de su habilidad de copista.

Pero esto que aparece en la entrada anterior es otra cosa.

Porque lo hecho, hasta cierto punto, es como pararse frente al director de orquesta en medio del concierto, detener la música, y espetarle al levitudo con cierto desengaño: "Vea usted, señor Quasimodo, más bien me va pareciendo que es usted un poco bribón y bastante farsante..."

Y no por iconoclasia, precisamente.

Pero.

Lo que pasó, también (y debería considerarse justicia poética... aunque vaya a saberse de quién hacia quién), es que parte del Concilio de Sabihondos preopinantes, tuvo por bastante respetables las falsías.

Así que, como castigo, me impuse hacer el papel de gil por esta vez y dar las explicaciones del caso.