viernes, 8 de octubre de 2004

Villanos

Un Ñandú se escapó de una cacería, llevándose enredadas las boleadoras, pero como tenía rotos una pata y el cuello, cayó muy pronto entre unas pajas bravas y empezó a agonizar.

Entonces salieron doscientas Catangas Cascarudas, que son los sepultureros de la pampa, y empezaron a cavar alrededor de su cuerpo cantando:

-¡Al fin caíste, Ñandú patas sucias! ¡Aprendé a comer Catangas, animal inmundo e idiota! ¡Por sonso! ¡Metéte con el Hombre, que es nuestro amigo, imbécil, y come cosas muertas como nosotros! Pronto estarás bajo tierra, es inútil que sacudas la cabeza, que te baila como una estribera! Y nuestros huevos se cuajarán y nuestros huevos empollarán con el calor de tu carne, y nuestras larvas la comerán, la comerán.

El Ñandú no pudo dar una respuesta digna a los Necróforos aprovechadores, porque el frío último le tenía ya sus huesos. Pero un Cardenal se paró en una paja y gorjeó indignado:

Cuando al Grande lo tumba la Fortuna
Se ríe el Vil y a motejarlo empieza;
Cuando el Tigre se hunde en la laguna
Le patea la Rana la cabeza.


Leonardo Castellani, Camperas