sábado, 16 de octubre de 2004

Dice La Nación que dice The New York Times que pasó esto , que en realidad se refiere a esto y que, según parece, está armando su bonito lío. Asunto bastante viejo ya (según la velocidad de nuestros tiempos) pero que hoy por hoy llega hasta cosas como las que aquí pueden verse.

Todo esto está en relación con la misteriosa cuestión del 666 del capítulo 13, 11-18 del Apocalipsis de San Juan.
Y vi otra bestia que subía de (bajo) la tierra. tenía dos cuernos como un cordero, pero hablaba como dragón. Y la autoridad de la primera bestia la ejercía toda en presencia de ella. E hizo que la tierra y sus moradores adorasen a la bestia primera, que había sido sanada de su golpe mortal. Obró también grandes prodigios, hasta hacer descender fuego del cielo a la tierra a la vista de los hombres. Y embaucó a los habitantes de la tierra con los prodigios que le fue dado hacer en presencia de la bestia, diciendo a los moradores de la tierra que debían erigir una estatua a la bestia sque recibió el golpe de espada y revivió. Y le fue concedido animar la estatua de la bestia de modo que la estatua de la bestia también hablase e hiciese quitar la vida a cuantos no adorasen la estatua de la bestia. E hizo poner a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, una marca impresa en la mano derecha o en la frente, a fin de que nadie pudiese comprar ni vender si no estaba marcado con el nombre de la bestia o el número de su nombre. Aquí la sabiduría: quien tiene entendimiento calcule la cifra de la bestia. Porque es cifra de hombre: su cifra es seiscientos sesenta y seis.

Aquí se detienen todos. Aquí no hay más que decir. San Juan deja esta cuestión allí. Pone, en griego, apenas tres letras: ji, psi, sigma. Se ha traducido casi siempre como seiscientos sesenta y seis(alguna que otra vez como 616, pero para que coincidiera con algunos nombres). Pero parece que está claro: Aquí la sabiduría: quien tiene entendimiento calcule la cifra de la bestia. Porque es cifra de hombre: su cifra es seiscientos sesenta y seis.

Qué significa la marca, cuál es, cuál es la cifra y qué significa cifra de hombre y qué significa la cifra que pone San Juan, no se sabe. Salvo quien con sabiduría, tenga entendimiento para saber esto. Por supuesto que yo no lo sé. Y tampoco conozco quién lo sepa. Y los que dicen saber algo sobre esto, dicen que no saben.

Castellani, por ejemplo, en su comentario del Apocalipsis, dice: "Los fieles de los últimos tiempos sabrán cómo se llama el Gran Emperador Plebeyo (se refiere a la bestia primera, la del mar, es decir el Anticristo); nosotros no lo sabemos".

Y aquí hay que recordar que hay dos Fieras o Bestias, una surgida del Mar y otra de la Tierra. El Mar simboliza lo mundano y la Tierra lo religioso. De allí, según esto, que el Pseudoprofeta (líder religioso) hace las veces de propagandista del Anticristo (líder político-religioso).

Éstos no son asuntos periodísticos. De modo que, en cualquier caso, tienen que ser tratados con cautela. Pero tratados.

Ahora bien, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
ver

Porque, por una parte -según se ve-, parecería que el asunto de los implantes sólo podría afectar a mentes infantiles, y primitivas. Mientras que los caletres científicos y maduros sonríen de soslayo mirando, como si fueran derviches y chamanes tribales, a aquellos que ven contar trabajosamente con los dedos los números de la Bestia.

En otra perspectiva, basta mentarle a algunos los avances científicos para que se encienda automáticamente el apocaliptómetro febril.

También están aquellos a los que todo esto les importa nada.

Y también, es cierto, están los equilibristas (ya que no equilibrados) que creen haber entendido lo de la sabiduría y entendimiento como una especie de nirvana imperturbable. Estos, o creen que todo se trata de símbolos (algo a lo que un occidental no debe temerle, pero algo que no debe tampoco tomar para nada en serio) y que, en consecuencia, no hay peligro alguno; o se refugian en un "no es nada que debamos escrutar", más bien transformando la fe en una especie de aceite que lubrica la vida social (también la paz y equilibrio interior), sin necesidad -todo lo contrario- de truenos o perplejidades proféticas.

Seamos justos. San Juan no tiene necesidad de asustar a nadie con la invención literaria de marcas que bien podrían ser implantes, como marcas que se llevan debajo de la piel y que pueden ayudar a controlar historias clínicas, como pueden controlar cualquier otra cosa humana, una vez implantados. Por ejemplo, comprar y vender y cosas así y todavía peores.

Tampoco hay que pensar que las inversiones fantásticas en "avances" tecnológicos se vuelvan obedientes con la Profecía salida de la boca de un pescador galileo de hace 2.000 años, por el puro gusto de no contradecirlo o, más épico todavía, para poder demostrar que las pavadas que soñaba un viejito en Patmos, hoy la ciencia las puede transformar en filantrópicas realidades.

De modo que, parece lo más justo pensar que San Juan estaba hablando de algo que iba a pasar (aunque no pudiera pasar en ese entonces tal como él lo estaba viendo en su Revelación). Como parece sensato admitir que lo que San Juan vio en su Revelación ahora sí puede pasar (y es posible que en varios sentidos esté pasando).

O no importa para nada lo que San Juan pudo haber visto porque no hay tal Revelación. Con lo cual este comentario no existe, ni tiene razón de ser, porque lo que lo que dice La Nación que dice The New York Times tampoco tiene ningún sentido.

Pero en La Nación dice que The New York Times dice que los tecnólogos e industriales están contento con la aprobación que les han dado en los States, porque eso atenúa el temor de los que puedan -alocada o sensatamente- mirar la Profecía cada vez que les mentan el implante.

Sí, perdón. Me estoy riendo un poco del nirvana de los sensatos y aplomados. Y también de los apocaliptómetros febriles.

En definitiva, creo que todo el asunto está en qué se supone que revela la Revelación.

Porque si se viera claramente que la Parusía es una Buena Noticia, y es el final de la Buena Noticia, porque el Reino es una buena noticia, los desastres que la rodean o preceden no serían menos desastrosos, pero tampoco serían el sujeto de la oración.

No sólo no está mal vigilar y orar, está mandado, como está advertido también que estas cosas pasarán. Porque entre el Uno y el Otro hay guerra. Y lo que no se le creyó a Uno, se le creerá antes del final al Otro.

Pero precisamente eso no es lo único advertido.

Porque el sujeto de la oración es Cristo, que vuelve. Y la oración es Cristo vuelve.

Y eso, entre otras cosas, es la noticia (que no está en La Nación ni en The New York Times).