viernes, 8 de octubre de 2004

"Cabe entonces ser sumamente respetuosos de los derechos individuales y particulares de quienes han elegido este modo de vida, pero ser muy claros en cuanto a evitar toda asimilación al matrimonio, unión heterosexual, institución humana y perfectible si las hay, pero insustituible para la vida en sociedad conforme a la naturaleza del hombre. El afán de ejemplaridad y el espíritu de docencia que debe imperar en toda ley para el conjunto social nos impide aplaudir el proyecto español y nos insta a hacer votos para que nuestro país no siga el mismo camino."

Así termina el editorial principal de La Nación de hoy, oponiéndose al matrimonio entre homosexuales. Impresionante definición, cruda firmeza. Y eso del afán de ejemplaridad y el espíritu de docencia de la ley, es un hallazgo clásico...

Respecto de los productos emitidos por los medios, hace unos meses -en lo que parece ser ya algo así como una línea del diario-, había hablado en el mismo tenor, más concretamente el 25 de abril (*). Allí el diario había advertido seriamente sobre el efecto de lo que se difunde por los medios en niños, adolescentes y jóvenes. El papel de la familia, la escuela y los medios en la educación de las generaciones que están y las que vienen.

Sí, sí. Muy bien.

Sin embargo, durante todo el pasado mes de septiembre, quien haya querido verlo -y quien no, no ha tenido más remedio, porque estaba en todos los quioscos y en la publicidad en la calle-, se ha topado con la tapa de la revista Rolling Stone, que aquí pertenece al GrupoRevistas/La Nación. También estuvo todo el mes a la cabeza del portal del diario en internet. En la nota, erotizada por las fotos y las preguntas y respuestas del reportaje, hay una promoción de una de las estrellas de la comedia familiar del momento.

Esto es precisamente un ejemplo claro de inconsistencia esquizoide, por lo menos. Estos son los casos en los que se nota el cruce de cables que hay en la cabeza y en el corazón de quienes entran a la cabeza y al corazón de muchos.

En la edición de hoy, hay sentidos y sesudos análisis a mitad camino, sobre Carmen de Patagones y los jóvenes, y los "valores" y el ejemplo, y...

Puede haber cientos de discursos así. Miles. Millones. De hecho, los hay. Pero no vayan a creer que son inútiles porque se anulan entre sí las palabras y las acciones de los que editorializan de un modo y editan de otro. No. Inútiles no son porque sean esquizoides, contradictorios. No son inocuos.

Hacen daño, hacen mal. Lastiman. Hieren y, en un sentido muy real, matan.

Pero sólo se ocuparán de esto -si acaso, cosa que en realidad yo no creo- cuando el daño sangre. Porque si no sangra, no es grave. Porque resulta que una herida de bala es más importante que la amputación de una verdad o que un sofisma, como tener altos los triglicéridos es más grave que una hipocresía, o como un pesticida fosforado es más letal que un error o un razonamiento perverso. Entonces, como solamente se trata de ideas y palabras, no habrá que preocuparse del asunto. Hasta que sangre. Ahí sí.

Mientras, se puede jugar con las palabras y las ideas. Que el espíritu y la inteligencia no sangran. Y después de todo el hombre es libre. Y lo que hay en el fuero íntimo... y como tiene que haber la libertad de expresión... y...

Basta.


(*) No sé si vale la pena. Van a tener que creerme. En realidad, confrontados dichos y hechos, me quedo corto y es peor que lo que estoy diciendo. Si no, tendrán que registrarse en el diario y así podrán tener acceso al editorial que cito. Hagan como quieran. Yo les avisé.