jueves, 21 de octubre de 2004

Lo que son las cosas. Uno visita a un amigo. Está hablando por teléfono, tarda. Y uno se pone a mirar libros, con desgano primero, con avidez al fin. Y encuentro un poema. Me alegra encontrarlo. Tiene mucha fama en ciertos círculos. Y es bueno. Me leí el librito en el que está (mientras el otro habla...)
Se llama "El alma hasta la superficie", es de 1954, está en las Obras Completas que le publicó la Academia Argentina de Letras, en 1979. Hay sólo sonetos, en este librito. Además del famoso, encontré otros dos. El resto...sí, bien. Pero, como decía un poeta cierta vez, hay bastante de "prestigio poético", como si dijéramos, pensando y sintiendo líricamente, que es lo que no se debe hacer. Porque así suelen salir frases y palabras que parece que son las que correspondería poner en un poema si uno fuera poeta. Eso es prestigio poético. Hay que ver, pensar, y sentir, y, si se es poeta, sale lírico lo que se dice.

Por ahora, vaya el primero (los otros dos no se salvan... ya vendrán. Uno, sobre todo, me gusta mucho.)
A Lucas Padilla

Mientras la noche aliente las pasiones
y "El Tropezón" estalle de alegría,
hablemos, Lucas, de filosofía,
gastemos todas las preocupaciones.

Tú que las tienes, trae las razones:
-"Dijo Platón, Santo Tomás decía..."-,
pero tráelas antes de que el día
vuelva a los ojos y a los corazones.

Después, después, cuando la luz se instale,
la hora, el mundo y la melancolía,
nos harán ver que la razón no vale.

Pero entretanto no haya sucedido
y el mozo traiga el último pedido,
hablemos, Lucas, de filosofía.

Jorge Vocos Lescano
Entonces el amigo termina de hablar. Y sirve un 100 Pipers, mitad whisky, mitad agua natural. Y me fumo sus cigarros. Y, además, en represalia por la espera, escribo esto, en sus propias barbas.