domingo, 24 de octubre de 2004

Comenta Santo Tomás (en el capítulo II de su Comentario al Evangelio de San Juan) el milagro de las Bodas de Caná. Por ejemplo, la expresión No tienen vino (Jn., II, 3.):
Antes de la Encarnación de Cristo llegaron a faltar tres clases de vino, a saber: el vino de la justicia, el de la sabiudría y el de la caridad o de la gracia.

Puesto que el vino rasca el paladar, por eso la justicia se llama vino. El samaritano echó vino y aceite en las heridas del maltratado, esto es, la severidad de la justicia con la dulzura de la misericordia. (Luc., X, 34.) En el Salmo (XLIX, 5) se lee: Nos diste a beber vino de compunción.
El vino, además, alegra el corazón, conforme a aquello del Salmo: Y el vino que alegra el corazón del hombre (CIII, 15). Por esto se dice vino a la sabiduría, cuya meditación alegra sobremanera, como dice la Escritura: Ni su conversación tiene amargura. (Sap., VIII, 16.)
El vino, por otra parte embriaga: Comed, amigos, y bebed, embriagaos, los muy amados. (Cant., V, 1.) Por esta razón se llama vino a la caridad: He bebido mi vino con mi leche. (Ibid., 1.) También se llama vino a la caridad por razón del fervor: El vino que engendra vírgenes. (Zach., IX, 17.)

He oído decir muchas veces que los escolásticos (y especialmente Santo Tomás) son secos y lógicos, faltos de creatividad y de poesía. Es cierto también que he oído cientos de pavadas en mi vida. Vaya a saberse qué diantres quiere decir poesía, o sequedad, o creatividad. No tiene lógica...