miércoles, 29 de septiembre de 2004

Tuve que comer tarde, casi a medianoche, solo. Sobre la mesa, alguna de las chiquitas había dejado carpetas, cosas del colegio. Así que me puse a hojear libros de 'primaria'.

Había un manual. Hace unos años, lo tenía por un manual discreto, porque había otros decididamente espantosos.

Tan difícil es cuando se trata de la educación de los más chicos. Hay que ver los sapos y culebras que tienen que tragarse los pobres en todos los temas, sin distinción.

No tengo ningún problema en cargarle a los medios de comunicación una responsabilidad inmensa en la decadencia. Pero ya hace tiempo que he sumado a la lista de ogros también a la educación sistemática. Porque cuando aparecen las estadísticas sobre cantidad de horas que pasan los chicos frente al televisor o consumiendo medios y la cantidad de horas que pasan en las aulas, parecería que hay que agradecer que al menos tengan cuatro horas "libres de peligros" en la escuela.

No. Nada de "a salvo". En la escuela corren riesgos similares y, algunas veces, no sé si peores. Los medios son hipnóticos, y manipuladores. Todos, sin distinción, pues todos ellos son empresas comerciales productoras y difusoras de contenidos y criterios a cambio de la mayor cantidad de dinero que puedan obtener por ello. Algo que ciertamente no hace ningún otro difusor de criterios y conocimientos y sensaciones.

Pero la escuela tiene fama de ser seria (hasta de ser "aburrida"). Y, sin embargo, con su aire de abnegación -que, por favor, la tiene ciertamente en las personas, en muchos de aquellos que por satisfacción y algunas pocas monedas, dejan la vida y la garganta-, es capaz de hacer tanto daño como el mejor corruptor de cabezas y corazones.

El manual de Estrada para los chicos de 6to. año EGB, por ejemplo. Al descuido, miro la parte de matemáticas (¿qué hago yo allí?). En varios recuadros simpáticos y muy visibles, aparecen "Los Famosos" (Pitágoras, Euclides, Hipatía, Gauss, Fibonnacci... y por supuesto Galileo y su leyenda negra).

Llego a Descartes: "¿Saben por qué los ejes cartesianos se llaman así? El nombre se debe a su creador: René Descartes, también llamado "Cartesius", quien no sólo se dedicó a las matemáticas, sino que es uno de los más importantes filósofos de la historia. Tal es así, que se lo considera uno de los padres de la Modernidad, porque creó un revolucionario método de investigación que se basaba en la duda: 'podemos dudar de todo, menos que estamos dudando', decía Descartes. Sobre este principio edificó su teoría, que se sostenía en el pensamiento y la razón."

Es de una frivolidad criminal. Casi como el elogio a Stephen Hawking, "que enseña en la universidad de Cambridge, en Estados Unidos..."

O en la parte dedicada a Historia (de la Argentina desde la Revolución de Mayo en adelante), con los lugares comunes de buenos y malos, sutilmente delineados unos y otros (hemos progresado en la sofisticación del decir...)

O en la parte de Biología, en la que, hablando de enfermedades, una autoridad parece ser un artículo del diario Clarín "La conquista bacteriana" que termina: "Los virus y las bacterias que bajaron de los barcos se encontraron con una casi nula resistencia de los sistemas inmunológicos de los nativos y contribuyeron a la conquista, mucho más que los arcabuces..."

Me dirán que por qué éste manual, si hay otros peores. Precisamente, porque se supone que éste no es como los otros.

Algún día, estos niños de 11 años, puede que lleguen finalmente a ser periodistas y habrán llegado al paraíso.

La escuela ya los preparó para que hablen de todo, con los criterios adecuados y con las palabras correctas sobre los temas importantes.