domingo, 26 de septiembre de 2004

A dona que eu amo e teño por señor
amostrádema, Deus, se vos én pracer for,
senón, dádema morte.
A que teño eu por lume destes ollos meus
e por que choran sempre, amostrádema, Deus,
senón, dádema morte.
Esa que Vos fecestes mellor parecer
de quantas sei, ¡ai Deus!, fácedema veer,
senón, dádema morte.
¡Ai, Deus!, que ma fecestes máis ca min amar,
mosrtrádema ú posa con ela falar,
senón, dádema morte.
Si van, por ejemplo a Poesía Juglaresca y Juglares, verán algunos datos de este segrer (el más antiguo segrer conocido de la juglaresca gallega, dice allí Menéndez Pidal).

Conocí al segrer Bernardo de Bonaval porque Amancio Prada le puso música a este cantar y descubrí a Amancio Prada en uno de los conciertos de finales del '99 con los que la televisión gallega homenajeaba al apóstol Santiago, en aquel famoso Xacobeo de aquel aniversario.

Andando por Compostela, descubrí una foto que me trajo a la memoria al gracioso juglar de la corte del rey San Fernando, a principios del siglo XIII.

Bernardo, que en su nombre y en sus versos exhibía su pueblo de origen, Bonaval, vivía acosado por otros juglares que le objetaban andar por allí con su "señor", simpática forma poética (de poesía cortesana) de nombrar a la mujer a la cual se 'servía de amor'. Ocurre que su "señor" era una prostituta y el asunto no sonaba del todo bien en la corte del rey, a quien Bernardo acompañaba -como otros juglares- en sus campañas guerreras por toda la península.

Con todo, San Fernando prefería los juglares 'españoles', antes que a los occitanos de la Provenza y su moda tan extendida. Mucho más sencillos en su modo de decir, los gallegos, sin embargo, exhiben pericia en esa especie de conceptismo -a veces endiabladamente complejo- tan propio de aquella poesía.

Y si no, vean el ejemplo de Juan del Enzina (también musicalizada por Prada), ya bastante posterior pero heredero de los mismos 'gestos' líricos.
Partísteos, mis amores,
y partió
mi plazer todo y murió.
No partió mi pensamiento,
y vino mi perdimiento.
No murió el contentamiento
que me dio
la causa que me perdió.
Partió la gloria de veros,
no el plazer de obedeceros;
mas el temor de perderos,
que creció,
todo mi bien destruyó.
Dedicatoria: inusualmente, dedico este post a Max, buen amigo, que pasa sus últimas horas en España. Atrás deja la España de estas y otras bellezas, y grandezas; que ciertamente no será la única España que deja atrás. Por eso mismo, bienvenido, para cuando ya esté entre nosotros, otra vez.