lunes, 5 de enero de 2004

"Se hace uno un ídolo de la misma verdad; porque la verdad, fuera de la caridad, no es Dios, es su imagen, es un ídolo, que no es menester amar ni adorar; y todavía menos es preciso amar o adorar a su contraria, que es la mentira.

Yo bien puedo amar la obscuridad total; pero si Dios me lleva a un estado semiobscuro, esta poca obscuridad que allí hay me desagrada; y, porque yo no veo allí el mérito de una completa obscuridad, no me agrada. Es un defecto, y una señal de que yo me hago de la obscuridad un ídolo, separado del orden de Dios. Ahora bien, no es preciso adorar más que su orden.


'Que Dios ha querido ocultarse'. Si no hubiera más que una religión, Dios en ella sería bien manifiesto. Si no hubiera mártires más que en nuestra religión, lo mismo.

Siendo Dios escondido, toda religión que no dice que Dios es escondido no es verdadera; y toda religión que no da la razón de ello no es instructiva. La nuestra hace todo esto: 'Vere tu es Deus absconditus' (Verdaderamente, Tú eres un Dios escondido.)

Si no hubiera obscuridad en ella, el hombre no sentiría su corrupción; si no hubiera luz, el hombre no esperaría el remedio. Así, no es solamente justo, sino útil para nosotros, que Dios sea escondido en parte y descubierto en parte, puesto que es igualmente peligroso para el hombre conocer a Dios sin conocer su miseria, y conocer su miseria sin conocer a Dios."


Blas Pascal (Pensamientos, 597-598-599)